Historia de Mariola (5: Educando a una colegiala)

Mariola chantajea a su hermano y consigue convencerle de que la enseñe. La educación de la niña comienza con una depilación de su coñito virgen...

Hola de nuevo a todos. Siento haber tardado tanto en decidir a escribiros, pero he estado meditando mucho si debía seguir contando esta historia... y cómo debía seguir contándola, porque lo que sucedió con las personas implicadas cambió radicalmente mi vida, la de Mariola.

Antes de seguir, me gustaría aclarar algunas cosas:

En primer lugar, yo no soy Mariola. Mariola existe realmente, y es tal y como la he descrito. Somos amigas desde siempre, muy íntimas, y nos lo contamos todo mutuamente.

En segundo lugar, todo lo que les he contado hasta hora es real, no una invención. Sucedió tal y como lo escribí, o al menos así me lo contó Mariola... y conociéndola como la conozco no tengo motivos para creer que se lo estuviera inventando. Además, lo que sucedió posteriormente, conmigo y con ella -y que algún día me decidiré a contaros- no me deja lugar a dudas. Bueno, como yo  no estaba presente, al menos hasta este momento de la historia, lo único que he añadido de mi cosecha son los diálogos, y los posibles "adornos"... pero siempre de acuerdo con lo que ella me contó.

Como os decía, todo sucedió realmente... hasta ahora. Me vais a permitir que continúe la historia mezclándola con alguna fantasía... la hace más interesante, aunque os prometo que seguiré contándoos experiencias reales. Disculpad por este prólogo tan pesado, pero creo que os lo debía a quienes habéis leído mi historia. Y ahora, ya no me enrollo más.

Quinta Parte: Educando a una colegiala


Mi hermano me había llamado calientapollas cuando le enseñé la cinta de video y chantajeé amenazándole con contarle a su novia que la grababa a escondidas... y la verdad es que me gustó. Pero Pedro pareció convencerse, y tras coger mis braguitas que estaban tiradas en el suelo se sentó en uno de los dos sillones.

  • Vamos, siéntate y hablemos-me invitó.
  • Tengo muchas cosas que preguntarte-dije mientras me dirigía al sofá grande, pero cambié de opinión y me dispuse a sentarme con él, o más bien sobre él, en su regazo, pues en el sillón no había sitio para los dos.
  • No, espera -me dijo cuando estaba a punto de sentarme sobre sus rodillas- levántate la falda.

Eso me excitó muchísimo, pues aunque yo seguía llevando mi uniforme del colegio puesto, es decir la faldita plisada y la camisa blanca, no tenía bragas, así que levanté la falda antes de sentarme con lo que mi coñito descasó directamente sobre su entrepierna.

  • ¿Que quieres saber?
  • Todo... bueno, que me enseñes.
  • Eso puede arreglarse -y dirigió su mano derecha a mi pecho, que había quedado a la altura de su cara.

Yo pasé mi brazo derecho sobre su cuello, mientras el desabrochaba un botón de mi blusa, y metía la mano, tocándome la teta.

  • ¿Has besado alguna vez a un chico? - dijo mientras metía la mano por debajo del sujetador y buscaba mi pezón, al que aprisionó entre dos dedos.
  • No... bueno, algún besito tonto.
  • ¿De veras?, ¿con quién te has besado?- Empezó a masajearme el pezón bajo la tela del sujetador, y este empezó a crecer.
  • Con Álvaro, un chico que me gustaba y estaba en mi clase el año pasado, pero sus padres se mudaron.
  • ¿Nunca con lengua?
  • No
  • ¿Así? -y entonces empezó a besarme, o más bien a morderme el labio inferior delicadamente hasta que abrí la boca.

Entonces, aprisionó la punta de mi lengua con sus labios, y luego metió la suya en mi boca, comenzando a recorrer cada diente y cada rincón, y entrelazado su lengua con la mía mientras seguía acariciándome el pecho. Yo sentí que me quedaba sin aire, y un sofoco repentino, un calor que me subía desde el pecho hacia la cara. Pero creo que también estaba causando efecto en él, porque empecé a notar como un enorme bulto se alojaba entre mis muslos, en el hueco que formaban justo en mi coñito.

  • ASí... no... no le he hecho nunca -dije cuando por fin pude respirar.
  • ¿De veras?
  • Bueno... la verdad es que he ensayado...
  • ¿Ensayado?
  • si... con una amiga, para practicar y hacerlo bien cuando llegara el momento -él había desplazado su mano a mi otra teta, y seguía masajeándola por debajo del sujetador, mientras yo empecé a mecerme un poco, frotando mi rajita contra la tela de su pantalón.
  • Vaya vaya, francesita... ¿con quien?
  • Con Sandra.
  • ¿Quien es esa? ¿la gordita con aparto en los dientes? -preguntó mientras empezaba a desabrocharme la blusa.
  • No... esa es Charo... Sandra, Sandra Donoso.
  • Um... Creo que no la conozco -y se concentró en el broche del sujetador mientras yo seguía meciéndome.
  • si, si la conoces, ha ido algunas veces a casa... y dice que estás muy bueno je je.
  • ¿Quien, la pecosa que siempre lleva trenzas? -Me sacó el sujetador y lo tiró al suelo.
  • Esa, pero no son trenzas, son coletas, y siempre le digo que sigue peinándose como una niña.
  • Bueno, es que parece una niña. No está tan desarrollada como tu - dijo mientras me masajeaba ostensiblemente una teta con cada mano.
  • Ummm. Si, la pobre tiene el pecho muy plano.
  • ¿La pobre? ¿por qué? Las tetitas pequeñas también son muy excitantes.
  • Creía que a los chicos os gustaban grandes -dije un poco molesta.
  • Bueno... no a todos.
  • Pero tu novia...
  • ¿Otra vez comparándote con María? -me interrumpió- si, ella las tiene muy grandes, pero no por eso quiere decir que no me gusten pequeñas.
  • Pues son Sandra no podrías hacer eso de ponerle la polla entre las tetas -dije algo molesta señalando la cinta de video que había dejado sobre la mesa.
  • Ja ja ja-se rió de mi tono indignado- bueno, seguro que podría hacer otras cosas con ella.
  • Ya, y seguro que le molaría, porque se muere por tus huesos.

Empezó a besarme otra vez mientras masajeaba mis tetas y yo seguía restregándome contra su bulto.

  • Pedro... quiero preguntarte una cosa.
  • ¿Qué?
  • Es sobre María...
  • Ya te he dicho que no te preocupes, a ti también te crecerán -sonrió pícaramente mientras juntaba mis tetas con ambas manos- puede que tanto como a ella.
  • No... no es eso.
  • ¿Entonces?
  • Bueno... veras, es que la otra noche, dijiste que tengo muchos pelos -la noche anterior me había quedado desnuda frente a él y fue lo único que se le ocurrió decir cunado vio mi coñito al muy idiota.
  • ¿Y? Es cierto, tienes mucho pelo ahí abajo para tu edad... y para mi gusto.
  • si bueno. Pero es que en la cinta de video... María... no tenía ninguno.
  • Ja, Ja -volvió a burlarse de mi- Pero es que ella se afeita
  • ¿cómo? -pregunté incrédula- ¿que se afeita? ¿Como tú la barba?
  • Bueno, no exactamente igual... pero si, algo parecido.
  • ¿Y a ti te gusta?
  • si claro... Además es más agradable.
  • ¿Agradable?
  • Claro Mariola... ¿a ti te gusta encontrarte pelos en la comida?

Eso me dejó descolocada, porque comprendí lo que quería decir de repente... Le había visto pasarle la lengua por ahí, y pensé como sería que me lo hiciera a mí... Cuando me masturbaba acababa toda húmeda, y con los pelillos apelotonados. Supongo que con la saliva debería ser algo parecido.

  • ¿Te gustaría tenerlo como ella? -Preguntó cuando me vio tan callada y pensativa.
  • ¿Afeitado?
  • Si, yo podría hacértelo.
  • No se... es que se me notaría.
  • ¿Y quien lo iba a notar? ¿vas enseñándole el coñito a la gente?
  • Nooo tonto, es que con el bikini en verano... o Anita, si me ve vestirme...
  • Bueno, pues es cuestión de que tengas cuidado... Además a mi me gusta más comerme un coño depilado.
  • ¿Comértelo?
  • si tonta... es una manera de hablar... no te voy a morder -Creo que de solo pensarlo empecé a humedecerme- ¿No te gustaría?

No se si la pregunta se refería a llevarlo afeitado o a que me lo "comiera" él, pero el caso es que tomó la iniciativa por mi.

  • Espera aquí- dijo mientras se levantaba y me dejaba sentada en el sofá, vistiendo sólo la falda del uniforme, y los zapatos con los calcetines blancos.

Vi como se dirigía al cuarto de baño, y al poco tiempo volvía con un montón de cosas: una toalla, unas tijeras, y más cosas.

  • Levántate -y obedecí mientras ponía una toalla sobre el sillón, y me volvía a sentar encima.

  • Ábrete de piernas y súbete la falda. -Nuevamente seguí sus órdenes obedientemente mientras la falda quedaba arrugada en torno a mi cintura.

  • ¿Que vas a hacer? -dije cuando vi que se arrodillaba entre mis piernas y cogía unas tijeras pequeñitas.
  • Recortártelo un poco -y dicho y hecho, empezó a pegar trasquilones como si fuera un peluquero.

Cuando consideró que lo había recortado bastante, me pasó la mano, sacudiéndome los pelillos cortados. sentí un estremecimiento de place, aunque sólo me rozó. Pedro se levantó y volvió con un cuenco de cristal lleno de agua... me hizo mucha gracia porque alguna vez lo habíamos usado como ensaladera cenando. Cogió un pico de la toalla, lo sumergió en el agua y luego empezó a frotar exhaustivamente mi coñito

  • Ummmm -dije sin poder contener un suspiro de gusto- Esta templadita.
  • Claro mujer, no lo iba a hacer con agua fría.

Tras humedecer por completo todos los pelos, vi que cogía la brocha con la que habitualmente se afeitaba, y la pasaba por una barra de jabón para el afeitado hasta lograr espuma. Poco a poco empezó a pasarme la brocha por la rajita hasta que quedó todo blanco.

  • Parece un merengue -dije.
  • si... es verdad- sonrió, y vi como cogía la maquinilla de afeitar.
  • Oye, cuidado... -dije alarmada-.
  • Tranquila, no te voy a cortar.... empezaré por los labios.
  • ¿Los labios? -que tontería, ni que tuviera bigote, pensé.
  • Si Mariola... estos labios -y pasó su dedo corazón a lo largo de mi rajita, de arriba abajo- se llaman así.
  • Pero cuidado, te he visto cortarte afeitándote.
  • No te preocupes - y empezó a deslizar la cuchilla por la zona de piel más sensible de mi cuerpo.
  • Uh, está fría. -dije cuando sentí el acero de la cuchilla.

Mi hermano no respondió, estaba absorto, concentrándose como un relojero en un trabajo de precisión. Era muy cómico verle de rodillas entre mis piernas abiertas. De vez en cuando sacudía la maquinilla en el cuenco con agua que tenía en el suelo y volvía a la carga. Poco a poco la espuma fue desapareciendo y con ella los pelitos, hasta que sólo quedaron unos restos de espuma dispersos por mi pubis y mi entrepierna. Entonces, volvió a sumergir el pico de la toalla en el agua, y me lo restregó por el coñito dejándolo limpio, completamente rasurado. Parecía el de un bebé, o el de anita, salvo porque estaba enrojecido.

  • Pica -me queje- Pica mucho.
  • Claro, por eso luego usamos aftershave.
  • Ni de coña -dije indignada- eso escuece ¿no?
  • Ja Ja Ja -se volvió a burlar- tranquila, no voy a usar eso.

Y entonces recogió una lata azul y redonda que tenía en el suelo, la abrió y metió dos dedos en la crema blanca que contenía. Los pasó sobre mi coño, dejando un poco de crema en el pubis, y luego con la mano inició un movimiento circular hasta extender toda la crema... por todos los recovecos.

  • Uy... está muy fría -me sobresalté, pero al cabo de un rato de masaje empecé a sentir que me excitaba como cuando me masturbaba, y no pude evitar empezar a suspirar ni humedecerme.
  • Vaya -dijo cuando lo notó- ¡pero si te estás poniendo cachonda! ¿te gusta?
  • Ummmm... si... no pares....
  • No te preocupes -dijo mientras empezaba a pasar su dedo corazón por mi rajita, separando un poco los pliegues de piel -haremos cosas más interesantes...
  • Si... sigue... -suspiré. Pero él lo dejó.
  • ¿Te pica ahora?
  • No ahora ya no... está muy fresquito.
  • Mañana te picará más -sonrió pícaramente, como si fuera una amenaza más que una advertencia.

  • Ven... vamos a la cama -se levantó y me cogió en brazos dirigiéndose hacia el dormitorio- Estaremos más cómodos... al menos yo.

Me dejó caer sobre la cama, y mientras el empezaba a desnudarse yo aproveché para quitarme la falda y los zapatos, quedándome completamente desnuda. Me senté al borde de la cama y esperé, mirando con atención como mi hermano se quitaba la ropa. Tenía una erección enorme, con la polla completamente tiesa.

  • ¿Nunca has visto una? -Preguntó cuando advirtió que  no le quitaba ojo.
  • No... bueno, no así... de cerca... y tan grande.
  • Bueno, eso es porque estoy empalmado -Se sentó a mi lado en la cama y me pasó el brazo por detrás de los hombros, de manera que podía acariciarme la teta.
  • ¿Puedo tocarla?
  • Adelante... no te cortes- y empezó a besarme, metiendo su lengua en mi boca mientras seguía masajeándome las tetas.

Yo, torpemente, agarré su polla con la mano derecha, y la sentí palpitar, caliente, como un animal vivo.

  • Mueve la mano arriba y abajo Mariola.

Obedecí y empecé lentamente a pajearle, mientras él abandonó mi teta, y con su mano empezó a tocarme delicadamente mi coñito. Así estuvimos un rato, besándonos y pajeándonos mutuamente, hasta que Pedro dijo:

  • No aprietes tanto
  • Enséñame...
  • Así...-dijo mientras me guiaba con su mano libre.

Yo seguía con mi tarea, e iba acelerando el movimiento a medida que me iba poniendo más cachonda por las manipulaciones que mi hermano estaba haciendo en mi coñito. Primero me acariciaba lentamente con la palma, y luego pasaba el dedo corazón por la rajita, introduciéndolo un poquito. Yo me estaba humedeciendo por momentos.

  • María te la chupa-afirmé más que pregunté- ¿No le da asco?
  • No ¿por qué? Yo también la chupo a ella. ¿Quieres intentarlo tú?
  • No se...
  • Venga... ponte de rodillas enfrente de mi.

De nuevo obedecí y me arrodillé entre sus piernas. Agarré la polla con las dos manos mientras abría mucho la boca y metí la punta, ya libre de su piel, y la aprisionaba por debajo con mi lengua.

  • Síii... sigue, pero mueve la lengua, como si estuvieras chupando un helado.

Tenía un sabor raro... no desagradable pero raro.

  • ¿Lo hago bien? pregunté sacándomela de la boca.
  • Muy bien, pero no te pares.

Debía de tener un aspecto bastante cómico de rodillas y con aquella cosa agarrada a dos manos. Mi hermano me agarró una teta con cada mano y empezó a pellizcarme los pezones, cosa que me excitó aún más.

  • Mírame a los ojos... me encanta que me miren mientras me la chupan

Tuve que voltear los ojos hacia arriba para hacer lo que me pedía, y pude ver una expresión de intenso placer en su cara.

  • Mas adentro... quita las manos y métetela más dentro.

Lo intenté, pero creí que me quedaba sin respiración, porque era demasiado larga. Sentí una arcada y me la saqué de la boca.

  • No puedo... es demasiado larga.
  • No es tan grande Mariola, dijo, y como para medirla la puso en vertical apoyada sobre mi nariz, con lo que mi lengua quedó a la altura de su huevos.

  • Chúpalos un poco... por favor.

Nuevamente obedecí, mientras él tomaba el relevo y con su mano continuaba la paja.

  • Inténtalo otra vez con la boca, y acaríciame los huevos con la mano... pero ten cuidado: no aprietes.

Cuando llevaba un rato chupando, y él la tenía completamente embadurnada con mi saliva, se me ocurrió una cosa:

  • No te irás a correr en mi boca ¿verdad?
  • ¿Por qué? ¿te gustaría?
  • Ni de coña... ¡que asco!
  • A Sara, mi anterior novia le encantaba tragárselo ¿sabes? Es bastante normal.
  • No me lo creo.
  • Lo digo en serio, además me excitaba mucho
  • Bueno, no creo que le gustase... aunque lo hiciese por ti.
  • En serio...
  • ¿Y a María?
  • No... María no me deja hacerlo... aunque si me he corrido alguna vez sobre su cara.
  • ¿Lo ves? lo que yo te decía: no es tan normal.
  • ¿Me dejarás que me corra en tu boca?
  • Ni hablar-entre frase y frase yo seguía lamiendo.
  • ¿No tienes curiosidad por probar la leche de un hombre? ¿si nunca la pruebas como sabrás si te gusta o no?
  • No... bueno, lo que si tengo curiosidad es por verla de cerca. Pero no me la voy a tragar.
  • ¿Y entonces que quieres hacer? Porque no pienso desvirgarte ¿sabes?
  • ¿Por qué? ¿ahora te estás arrepintiendo?
  • No... no es por eso. Es que no tengo gomas.
  • ¿Gomas?
  • Si... condones. María quiere llegar virgen al matrimonio, así que no tengo ocasión de usarlos con ella, y lo único que me faltaría es que te quedaras preñada.
  • ¿Has desvirgado antes a una chica?
  • Si...
  • ¿Duele?
  • Un poco la primera vez, pero no tiene porque doler si se hace bien. De todas formas olvídate, no te voy a follar... de momento-dijo dejándolo en suspenso, como una amenaza.
  • Y entonces ¿que vamos a hacer?
  • Bueno, hay otras maneras de divertirse...
  • No, ni de coña...-dije recordando como había visto a mi hermano metérsela por el culo a su Novia- Ni muerta me la vas a meter por ahí detrás.
  • Ja Ja Ja ¿ahora te estás haciendo la estrecha francesita?
  • No... no es eso, es que he visto como le dolía a María.
  • Bueno, era la primera vez ¿sabes? Luego hemos mejorado bastante la técnica.
  • ¿Se lo has hecho mas veces?
  • Claro, como no quiere de otro modo.
  • Lo que no se es como lograste convencerla para repetir. Si hasta se le saltaban las lágrimas.
  • Bueno verás, la segunda vez me dijo "Acaso te gustaría que te metiera yo algo por el culo", y casi en broma le dije que si, si ella me dejaba repetir.
  • Otra vez te estás quedando conmigo hermanito ¿Y que te iba a meter?
  • Pues un dedo.
  • Puaj, ¡que asco! ¿Y te gusta?
  • Bueno, es muy placentero, y si te corres cuando te lo están haciendo la corrida es enorme ¿sabes?
  • Ummm -dudé un momento- tampoco quiero meter mi dedo en tu culo.
  • Lo que yo decía -sonrió- me estás resultando una calientapollas. Ven... vamos a hacer otra cosa.

Me ayudó a levantarme, y me puso de rodillas sobre la cama, en pompas, ofreciéndole mi culo mientras él se ponía de pie detrás de mí.

  • Oye ¿no irás a intentarlo por el culo? ya te he dicho que no quiero.
  • No te preocupes, tranquila.

Me puso al polla entre los muslos, y empezó a restregarla por mi rajita, deteniéndose de vez en cuando en el clítoris. yo creía que me volvía loca. Mi hermano empezó a apretar un poco, alojando su capullo entre mis labios, hasta que notó resistencia, y entonces paró.

  • Cierra las piernas y aprieta los muslos.
  • ¿Así? -dije siguiendo sus instrucciones.
  • Sí así.

Y entonces empecé a notar que su respiración se volvía mas pesada, como si jadeara. Y también noté algo raro: como si estuviera dándome puñetazos en el culo.

  • ¿Que haces? -pregunté mientras volvía la cabeza hacia atrás.
  • Me... me la estoy... cascando.
  • ¿Cascando?
  • Si... haciéndome... una paja.

Y entonces comprendí... cuando el puño cerrado en torno a su polla se movía adelante y atrás, a veces me alcanzaba en las nalgas.

  • Cuando te vayas a correr... déjame verlo.
  • Vale... entonces ven- y se apartó, volviendo a sentarse él sobre la cama, pero yo está vez me senté a su lado.

  • Sigue tu con la paja con una mano, pero pon la otra delate... haciendo un hueco, como si fueras a recoger agua.

Yo asentí, y obedientemente seguí meneándosela.

  • Siii, sigue así... o pares.

Su respiración se aceleraba más y más, mientras yo sentía palpitar su polla en mi mano de una manera extraña.

  • ¿Ya viene?
  • Síii... ahhh... me corrooo, no pares... asíii, que gusto Mariola.

Y entonces empezó a latir con fuerza, y en cada latido salía por una rajita que tenía en la puntita un chorro de líquido espeso y blanco. Intenté recogerla en el hueco de mi otra mano, pero la verdad es que acabó manchándome el brazo, y también el suelo.

  • Ahhhh.... que bien.... que buena paja.

Yo me quedé mirando el líquido grumoso y blancuzco en mi mano. Estaba caliente y pegajoso. Con curiosidad, metí los dedos índice y corazón en él, y empecé a removerlos. Mi hermano metió a su vez un par de dedos en mi boca, como invitándome a chuparlos.

  • ¿No quieres probarla? A ver a que sabe.
  • No se....-pero el caso es que la curiosidad me venció, y me llevé los dedos a la punta de mi lengua, con precaución, como si fuera algo venenoso.
  • ¿Y bien?
  • Pues... está caliente... y un poco salada.- pero no seguí, con lo que me sentí bastante ridícula con toda la mano pringada y sin saber que hacer.
  • Ahora te toca a ti-dijo mientras me alcanzaba un pañuelo de papel para que me limpiara.
  • ¿Que vas a hacer?
  • ¿Te gustaría que te lamiera?
  • Sí...-dije humedeciéndome aún más sólo con imaginarlo.

Ahora se invirtieron las posiciones... yo tumbada en la cama con las piernas abiertas y él de rodillas. Comenzó otra vez a chupar mi coñito, pero esta vez con la punta de la lengua me abría la rajita, y me acariciaba el clítoris. Yo creía que me moría del gusto.

  • Ayyy... sí, sigue, no pares.

Y él no paró, ni para contestarme. Aprisionaba mi coño con su boca, con ansia, como si estuviera hambriento. Al poco rato, comencé a sentir un latigazo de placer, mucho mayor que el que había logrado hasta entonces yo sola utilizando mi mano. Era como si me desgarraran de gusto por dentro. Empecé a levantar las caderas, como si tuviera convulsiones y me temblaran las piernas, pero Pedro, en lugar de permitir que se le escapara su presa me las aprisionó con ambas manos, y no dejó de aplicar sus labios y su lengua sobre mi raja.

  • Ahhh... me corrooo -dije repitiendo la recién aprendida expresión de mi hermano- Síii, síii... no pares.... ¡Que gustooooo!

Fue increíble, mi hermano era todo un maestro con la lengua, y me había dejado completamente derrengada. cuando las oleadas de placer fueron disminuyendo, él apartó su boca, y si decir nada se incorporó y me besó. Era raro, porque pude sentir en su boca el sabor de mis propios jugos,  saldados y con un olor como a pescado... Como de costumbre yo casi había chorreado.

  • ¿Te ha gustado?
  • Mucho hermanito.

Yo seguía casi mareada de placer. Pero estaba recuperándome.

  • Pedro
  • ¿Sí?
  • ¿Puedo dormir esta noche contigo?
  • ¿En mi cama? sí, supongo que si... María está de exámenes, así que esta noche no va venir.
  • Gracias. Y así puedes seguir "enseñándome" -dije burlona
  • Bueno... pues mañana seguiremos con las lecciones -dijo siguiéndome la broma.

Pensé que el cambio que se había obrado en él era milagroso... La noche anterior me rechazó y ahora me dejaba entrever todo un mundo de placer por descubrir de su mano.

  • Veo que la amenaza con la cinta de video ha funcionado -dije burlona- ¿A que ahora te arrepientes de haberle dicho a papá que me vaya?
  • ¿Sabes una cosa Mariola? -dijo sonriendo.
  • ¿Qué?
  • Que no he hablado con papá para nada -y comenzó a reírse.

Esa noche, dormí desnuda a su lado... pero esa historia se la contaré otro día.

Besitos y hasta pronto.