Historia de Mariola (10: La sesión de fotos)
Observé por entre mis piernas completamente abiertas cómo mi hermano, después de hacernos algunas fotos en esta postura, había perdido el interés por la cámara, que había dejado en el suelo, y se concentraba en masajearse lentamente la polla, que se había sacado por la bragueta, mientras no quitaba
Décima Parte: La sesión de fotos
Después de pasar un fin de semana completo follando con Pedro, llegó el tan temido lunes, en el que tenía que volver al colegio y separarme, aunque fuera temporalmente de mi hermano.
Era curioso: esa era la última semana de clases, antes de las vacaciones de verano, así que normalmente yo estaría exultante, deseando que pasaran a toda velocidad. Sin embargo este año lo sentía. Sabía que cuando llegara el viernes tendría que dejar el pequeño piso de mi hermano, y como todas las vacaciones me iría con mis primos, a pasar un mes al pueblo a casa de mis tíos.
En las últimas semanas me había convertido en una verdadera mujer, de hecho mi hermano Pedro era quien me había enseñado e iniciado en el sexo, empezando mi conversión en lo que ahora soy: una viciosa.
Pero por entonces ni se me ocurría que podía catar otros platos y probar otros chicos: tenía a Pedro y parecía más que suficiente para mi. Sin embargo me empezaba a dar cuenta de que no era lo mismo par él. Pedro tenía novia, María, y practicaba sus jueguecitos calientes con ella. De hecho muy calientes, porque como la tonta de María quería llegar virgen al matrimonio no dejaba que se la follaran… Claro que mi hermano Pedro tenía imaginación para salvar ese obstáculo y utilizar la entrada trasera de María a su antojo. Pero el problema no era María, al fin y al cabo ella estaba antes de que yo llegase, el problema era que Pedro me había hecho prometerle ese fin de semana que convencería a Sandra, mi mejor amiga del colegio, para fuera a casa conmigo. No se lo que querría hacer, pero teniendo en cuenta que a mi me había desvirgado y me había roto el culo, me lo podía imaginar. Además mencionó que le había pedido a nuestros padres la cámara de fotos buena… Pedro no era mal fotógrafo, incluso se revelaba sus propias fotos en blanco y negro…
Me empezaba a picar un poco el gusanillo de los celos, pero en esos momentos yo habría hecho cualquier cosa por Pedro… y no se, quizás solo quisiera hacernos algunas fotos un poco subidas de tono, nada más, al fin y al cabo quizás se cortase un poco con Sandra, a la que no conocía casi de nada. Por otro lado yo no tenía secretos para Sandra y le había contado todos mis juegos sexuales con Pedro… ella decía que me envidiaba, y que le gustaba mucho mi hermano mayor, porque estaba muy bueno, pero Sandra era una chica muy cortada no creo que pasase de las palabras a los hechos, y tampoco me atrevía a insinuarle algo de lo que ni yo misma estaba segura.
Finalmente, el lunes al salir de clase por la tarde convencía a Sandra de que me acompañara a casa. Como no se me ocurría que excusa ponerle, utilicé la que mi hermano me había brindado.
- Vente a casa conmigo. Pedro tiene la cámara de fotos buena, vamos a probarla, ¡será divertido!
Y dicho y hecho, nos presentamos en el pequeño piso de mi hermano.
- Hola hermanito, -dije con cierta picardía.
- Hola Mariola, -y volviéndose hace mi amiga- Sandra ¿Qué tal estás?
Sandra es una chica bajita y más menuda que yo. Nunca ha tenido demasiado pecho, pero por aquella época, a los 13 años, era totalmente plana, y estaba un poco acomplejada por ello. De hecho la camisa blanca de su uniforme escolar le quedaba holgada, mientras que a otras chicas más desarrolladas de nuestra clase les quedaba bastante entallada. Además solía recoger su pelo en dos coletas o trencitas, que era lo que llevaba esa tarde, lo que aún le daba un aspecto más infantil
De hecho al inclinarse para sentarse en el sofá se le despegó de su pecho, y pude observar como mi hermano miraba fijamente por su escote, entreviendo los pezoncitos rosados de sus tetitas. Yo me senté a su lado, y con picardía, en lugar de sentarme con las piernas juntas como ella, las abrí, ofreciendo una magnifica vista a Pedro de mis braguitas blancas de algodón.
- Escuchad niñas, le he pedido prestada a Papá la Leika buena (¡me ha costado convencer al viejo!) y la he cargado con un carrete de blanco y negro. Voy a intentar hacer algunas fotos artísticas, no esas cortadas que te salen a ti Mariola. ¿Qué oe parece?
- Genial –dije yo-.
- Vale –coincidió Sandra- pero te advierto que no salgo muy bien en las fotos.
- No digas tonterías, eres muy guapa! – eso hizo que Sandra se ruborizara hasta la raíz de los cabellos.
Y Pedro comenzó a hacernos fotos, sentadas, de pie, por separado, juntas, al principio posábamos haciendo payasadas, y él nos dejaba, pero poco a poco nos fue dando indicaciones:
- ¿Por qué no os abrazáis?
- Vale, así! Sandra, dale un beso… vale, pero así no dale uno de verdad…
- ¿De verdad como? –pregunto Sandra
Y yo sin pensármelo le planté un beso en la boca para su sorpresa, al principio pareció resistirse un poco, pero luego no… parecía gustarle, y el caso es que a mi también.
Nos olvidamos de Pedro, que seguía haciéndonos fotos, y mientras seguíamos besándonos, decidí pasar a la acción y empecé a acariciar a Sandra, primero por encima de la camisa, y luego metiendo mi mano por debajo de su falda roja de colegiala. Acaricié su coñito por encima de sus braguitas blancas de algodón mientras notaba que respiraba más profundamente, sin llegar a jadear. Cuando metí la mano por dentro de sus braguitas y noté un poco de humedad Sandra pareció darse cuenta y reaccionar, se apartó un poco y dijo: “No!... para! Me da corte!.
Mi hermano pareció darse cuenta de que quizás iba a ahuyentar a Sandra, así que decidió cambiar de táctica…
-Escucha Mariola, te he comprado un regalo, para este verano…
¿Qué? Anda díme.
Están en el dormitorio, anda ve a verlo.
Y allá fuimos las dos: sobre la cama había una caja y dentro un bikini de niña.
- Gracias Pedro –dije mientras le daba un beso con lengua a la vista de mi amiga Sandra, que no me quitó ojo
- ¿Te gustan? Son para que los luzcas este verano en la piscina, cuando vayas al pueblo.
- Me encantan –dije mientras empezaba a desenvolverlo y a darme cuenta de que era demasiado aniñado incluso para mi: no era de mi talla y me iba a quedar pequeño…
Se lo dije a Pedro y este mientras este decía que no me preocupara, que me compraría otro, pero que estos ya no los podía devolver.
- Tengo una idea Sandra, ya que a Mariola no le están bien y no los puedo devolver ¿Por qué no te los quedas tu?
- ¿En serio? Gracias Pedro – y se lanzó hacia mi hermano a abrazarlo-
Pedro al cogió al vuelo y aunque la intención de Sandra era besarlo en la mejilla, él aprovechó para besarla en los labios mientras yo me daba cuenta que sus manos hacían algo más en sus nalgas que sujetarla para que no se cayera, porque las estaba agarrando por debajo de su faldita de colegiala.
-Anda -dijo Pedro con una sonrisa pícara la cara- pruébatelo.
Mientras salía del dormitorio para darle un poco de privacidad a la tímida Sandra, me guiñó un ojo.
Ayudé a Sandra a desvestirse, le quité los calcetines blancos y luego sus braguitas, pero me demoré especialmente en esta tarea, y le pasé la mano por el coñito acariciándoselo… Sandra suspiró y me apartó la mano diciendo: “tía, córtate, que está tu hermano fuera.”
Cuando salimos mi hermano pudo apreciar el diminuto bikini en el cuerpo infantil de Sandra. Como no tenía pecho la verdad es que la parte de arriba casi sobraba, pero la verdad es que la parte de abajo le quedaba muy bien en su culito respingón.
- Vamos a seguir haciendo fotos –propuso.
Y empezó a darle instrucciones a Sandra sobre como tenía que posar en bikini:
- Siéntate…Vale, date la vuelta y mírame, ábrete de piernas , gírate, túmbate …. Intenta hacer el pino puente.
Y poco a poco vi como mi hermano se iba poniendo cachondo, porque se le empezaba formar un bulto en los vaqueros. Yo me acerqué a él u empecé a frotárselos con la mano.
- Sandra, la parte de arriba casi no te hace falta –sugirió mi hermano- ¿por qué no te la quitas?.
Sandra dudó un poco pero finalmente accedió.
- Sientate… abre las piernas… Sandra, aparte un poco la tela del bañador, quiero ver tu coñito…
Sandra, que estaba medio hipnotizada accedió y mi hermano le sacaba una foto, mientras me hacía un signo para que me uniera a la fiesta mientras me susurraba “ve a ayudarle”.
No supe interpretar muy bien que ayuda requería, pero el caso es que me acerqué a Sandra y empecé a sobarla entre las piernas al tiempo que lamía el pequeño botoncito que tenía en ligar de pezón.
Comencé a desnudarme yo misma, desabotonándome la camisa blanca del unidor me escolar, mientras guiaba la mano de Sandra hacia mis braguitas. Ella se dejaba hacer, y esta vez fue ella quien me besó a mi.
Seguí desnudándome con su boca pegada a la mía mientras mi hermano nos observaba y hacía alguna foto ocasional. Al poco tiempo estábamos las dos desnudas…. Nos tiramos sobre la cama y comenzamos a revolcarnos, a sobarnos a besarnos y abrazarnos entre risitas y jadeos. Mi hermano no perdía detalle, mientras yo iba notando un calor agradable entre mis piernas, y a juzgar por el sonrosado que lucía, también Sandra.
En un momento dado decidí intentar el 69, como me había enseñado mi hermano, así que tumbé a Sandra boca arriba mientras yo me abría de piernas sobre su cara y empezaba a abrir un poco con los dedos su coñito, sonrosado y aún virgen. Quedamos en una posición tal que mi hermano no se perdió detalle de la rajita de Sandra. Comencé a lamerla mientras le susurraba “hazme lo mismo”.
No llegué a correrme, y creo que Sandra tampoco, pero la verdad es que ambas estábamos muy acaloradas, mucho más de lo que era normal incluso en quella tarde de inicios de verano.
- Sandra ¿te has hecho una dejo alguna vez? –preguntó mi hermano
- ¿Qué? –dijo sin compreder-
- Una paja –aclaró.
- Yo… -dijo ella balbuciendo y poniéndose aún más colorada- ¿quieres decir se me he rascado.? ¿Ahí abajo?
- Si Sandrita, eso es hacerse un dedo
- Si… alguna vez.
- Haceos una para mi –ordenó
- ¿La una a la otra? –pregunté yo
- No, de momento cada una a su cosita –dijo con una sonrisa pícara- pero a la vez
Yo empecé a acariciarme mientras observaba como Sandra, sentada en la cama, metía su mano derecha entre las piernas y hacía lo propio.
- Esperad –volvió a ordenar Pedro- así no veo nada. Tumbos boca arriba, un al lado de la otra y abríos de piernas…
Y eso hicimos, completamente abiertas de piernas iniciamos una carrera loca frotándonos nuestros coñitos, y jadeando cada vez más, como si tuviéramos prisa pro acabar, por ver quien llegaba antes a la “meta” y ganaba el premio.
Sandra se sacudía violentamente, arqueaba las piernas, las abría tanto que su pierna izquierda se cruzaba con mi pierna derecha… levantaba las caderas y gemía mientras imprimía un ritmo frenético a su mano.
Yo también estaba dándome todo el gusto que podía en mi coñito. Desde que hacía un para de años había aprendido a masturbarme me había ido convirtiendo en una verdadera experta en darme placer y había ido aprendiendo a conocer que ritmo debía imprimir y como y dónde debía tocar mi botoncito para sentir ese calorcillo que acababa en una sacudida brutal, pero había aprendido a prolongarlo. En cambio Sandra iba como un caballo desbocado… gemía y se retorcía.
Observé por entre mis piernas completamente abiertas cómo mi hermano, después de hacernos algunas fotos en esta postura, había perdido el interés por la cámara, que había dejado en el suelo, y se concentraba en masajearse lentamente la polla, que se había sacado por la bragueta, mientras no quitaba ojo a los dos coñitos infantiles.
Finalmente pasó, Sandra dio un gritito y empezó a levantar violenta y rítmicamente las caderas mientras se corría. Al poco se quedó inmóvil jadeando, mientras yo seguía, lenta pero segura….
- Sandra, ayuda a tu amiga, -dijo Pedro mientras lentamente seguía masajeándose la polla, que había pasado de estar morcillota a estar completamente erecta.
Fue como una orden para Sandra, que deslizó su mano entre mis piernas, apartando la mía, mientras con la otra me sobaba una teta.
En un momento dado se incorporó un poco, sentándose sobre la cama, para estar más cómoda, pero mi hermano ordenó de nuevo:
- Así no Sandra, lámela….
Sandra comenzó a hacerlo, pero para ello decidió que era más conveniente arrodillarse en al cama entre mis piernas, lo que le permitía poner su cabeza entre mis piernas. En esta postura queda en pompas, ofreciendo su coñito virgen y su culito respingón a Pedro.
Mi hermano, si pensárselo dos veces se arrodilló al lado de la cama y empecé a sobar con la mano que tenía libre la rajita de Sandra, delicadamente, sin forzarla ni intentar introducir los dedos, mientras con la otra seguía acariciándose el miembro.
Sandra, un poco sorprendida, miró hacia atrás lo que le obligó a dejar de lamer mi rajita.
- No…¡joder! Ahora no pares por favor –le supliqué entre jadeos.
Sandra volvió a su tarea. Nunca me habían lamido mi rajita, así que aunque supongo que era bastante torpe, y Sandra no tenía mucha técnica, para mi era una experiencia nueva, agradable y muy morbosa.
Comencé a guiar a Sandra, poniendo mis manos sobre su cabeza casi al mismo tiempo que mi hermano empezó a lamer el coñito de Sandra. Pasaba la lengua desde la parte frontal de su pubis, que ahora quedaba abajo, hacia arriba, lamiendo la vulva sin pelitos de mi amiga e intentando meter la lengua entre los labios. Una y otra vez, creo que la estaba volviendo loco de gusto, porque yo, que ya llevaba muy caliente demasiado tiempo y que estaba a punto de correrme, noté como bajaba la calidad del trabajito que estaba haciendo con la boca …
Mi hermano en cambio era todo un experto en comer coños, y aunque Sandra ya se había corrido una vez, no era rival para él. Continuó jugando con su lengua en la rajita de colegiala de Sandra, pero empezó a subir más arriba, hacia esa parte que yo de pequeña no sabía como se llamaba, ni siquiera si tenía nombre, y a la que me refería simplemente como lo que hay entre el agujero de hacer pipi y el de hacer caca. Pedro se recreaba con la lengua en el ojete, fruncido, apretadito, y todavía joven y por tanto de un color sonrosado, Casi parecía que quería y por momentos lograba meter dentro la punta de su lengua, pero luego volvía hacia el coñito, y lamía la puntita del clítoris de Sandra, solo un momento, así una y otra vez.
Finalmente yo no pude más y me corrí, brutalmente, casi como si se desbordara una presa. Me había estado conteniendo y aguantando todo lo posible, recreándome en la sensación, para mi nueva de que otra niña, mi amiga me lamiera ahí abajo.
Cuando dejé de sentir las contracciones y empecé a tranquilizarme, noté como Sandra, ya no se ocupaba con la boca de nada más que dar grititos y soltar un rítmico y repetitivo Ah! Ah! Ah!, mientras se corría por segunda vez aquella tarde, esta vez en la boca de mi hermano, que tenía aprisionado su coño tal como una ventosa, siguiendo con la cabeza todos los movimientos de su pelvis.
Mientras Sandra se tumbaba boca arriba aún jadeante, yo me senté sobre la cama, y tuve la visión de mi hermano de pie, con la polla completamente tiesa y una expresión en la cara como diciendo “Y ahora qué”.
- ¡Mirad como me habéis puesto las dos! –dijo finalmente- sois unas niñas malas, unas calientapollas…
La expresión hizo soltar una risita a Sandra.
- Tendréis que arreglar este desastre y ponerle remedio ¡digo yo! – dijo mientras indicaba con las dos manos su palote, completamente tieso, y apartaba, cuidadosamente, pero con el pie, la cámara que estaba en el suelo, donde él la dejó, ya definitivamente olvidada la sesión de fotos de aquella tarde de lunes.
Continuará