Historia de M. 37 Cerdas y lechones.
Enjauladas, pasamos el mono y lo antes posible y hasta que llegue el feliz momento, nos ponen a trabajar. Semanas intensas que acabarán del modo más feliz posible. Una experiencia única.
Historia de M, la puta feliz, 37 .
Si, como podéis imaginar, desengancharse fue un horror.
Los días en la jaula, resultaron una sucesión de recuerdos inconexos y vagos, una acumulación de situaciones absurdas, algunas posiblemente reales y otras seguramente producto de la abstinencia y del dolor físico y mental.
Fue divertido algún tiempo después, poder revisar en video todo aquello y así definitivamente poder aclararnos las ideas. Habían instalado un sistema permanente de grabación y luego en ocasiones o bien el padre de Baby o bien alguno otro a su encargo y cámara en mano, grabó horas y horas, con lo cual había abundante material para pasar una noche en familia viendo películas, chantajear a alguno o alguna e incluso pensar en editarlo para su comercialización.
Al ser un plan más bien improvisado, las reglas fueron adaptadas sobre la marcha. El estar tantas horas enjauladas en tan escaso espacio, resultó ser algo muy excitante pero poco práctico y al cabo de dos días, las tres hedíamos, apestábamos de mear y cagar juntas sobre una manta vieja, por muchos mangerazos que nos dieran, con lo cual se decidió, encadenarnos del cuello pero dejarnos unos metros de libertad para tener una mínima higiene después de ser usadas.
Según el primer plan previsto, aún dentro de la jaula, nos iban dando pollas y pies para comer, además de poner culos y coños junto a los barrotes al alcance de nuestras lenguas, y realmente, el servicio se lo pasó muy bien con la hija del jefe y sus dos amiguitas. Mi madre notó que había dejado de ser el depósito de fluidos que normalmente era y eso le hizo perder un poco los papeles. Contraviniendo órdenes expresas del padre de Baby y sin saber que todo se grababa en discos duros, a escondidas, nos traía coca para colocarnos. No tardaron en pillarla y recuerdo, además de luego disfrutar de la grabación de la escena, como una tarde la trajeron arrastrando los pies entre dos y le metieron un palizón de muerte delante de nosotras y de más gente que participó azotándola o dándole patadas. Incluso le clavaron los pezones a martillazos a una tabla que llevó horas colgando de sus tetas y que ocasionalmente golpeaban para que aún le doliera más. La jodieron horas y la hicieron toda clase de marranadas. Yo creía poder resistir semejante espectáculo y no derrumbarme viendo a mi madre en tal estado, pero he de confesaros que cuando el clavo atravesaba el primero de sus pezones, me llegó un orgasmo terriblemente intenso y aún les gritaba: “no, clavos no, por favor…mejor con tornillos, es lo que esa hija de la gran puta necesita en sus pezones…” mientras me corría encadenando orgasmo tras orgasmo.
Después de pasar el mono de la cocaína y de restringirnos el alcohol a una cantidad aceptable, que nuestra ginecóloga prescribió, con un nivel de consciencia como no habíamos tenido en meses, nos pusieron a trabajar encadenadas del cuello. No sabíamos hacer muchas cosas pero algunas se nos daban de vicio y su padre, lo tuvo claro desde el principio, nos iban a prostituir a destajo en un colchón mugriento, tirado en un rincón. Fuimos las fulanas de ni se sabe cuantos negros, viejos, borrachos, pajilleros y moros. Simplemente venían, pasaban un buen rato y descargaban sus pelotas. Ni toallitas húmedas nos daban. Cuando el ritmo de puteros bajaba, ya siendo noche cerrada, un mangerazo y listas para recibir a los borrachos que necesitaban vaciarse los cojones antes de regresar a casa. Dormíamos a ratos, siempre a base de pastillas y nos espabilaban igual. Nos puso unas tarifas tan reducidas que muchos repetían a diario y aún sin poder abrir los ojos, reconocíamos por el olor de los culos o de las pollas, que esos cerdos ya habían pasado recientemente. Vi en una de nuestras pelis… ( no lo recuerdo en directo ), como tres viejos indigentes que no tenían ni con que pagar, llegaron a un acuerdo con el encargado de turno esa tarde, que aceptó como pago, un pack de tres encendedores de plástico, que encima eran irrellenables. Un encendedor por ramera. Al menos sabía contar. A cambio, los desnudamos como si fueran tres macizos italianos, adorando sus carnes fofas, apestosas y mugrientas y recorrimos con nuestras lenguas de fulana cada rincón de su cuerpo. Sus bocas con dientes podridos y escasos, sus sobacos con sudor rancio de meses, sus ombligos llenos de pelusas que nos tragábamos, lamimos las uñas largas y negras de sus pies callosos y deformados y nos comimos las pelotillas de entre los dedos y cuando subíamos pierna arriba con la lengua plana recogiendo todo el sudor posible, más de una, yo misma, ya estábamos sobándonos como perras busconas, los coñitos… La entrepierna era un poema. Un olor intenso a podrido. A cojones sudados, a mil cagadas pegadas en los pelos de sus culos, a queso de hombre dentro de los pliegues de sus pollas de viejo….podría daros más detalles, pero por ser rápida, he visto wc atascados de gasolinera, en plena operación paso del Estrecho, que olían mil veces mejor...Tras comernos todo lo que se podía lamer, chupar, masticar o rebañar con los dientes y mientras ellos sobaban nuestros cuerpos preñados pero muy apetecibles, de rubias degeneradas y emputecidas, por fin, normalmente a cuatro patas o de cucharita para no dañar los bombos, nos la metían siempre y como todos, a pelo y si la postura nos permitía, frotar las lenguas o pasarnos las babas, no tardaban, como la mayoría, en mear su semen dentro de nosotras. En concreto estos tres, se corrieron bastante rápido y como nos dieron lástima, aún les dejamos repetir. En mi caso, la segunda lechada me la bebí. Era amarga y espesa, pero me ponía muy cerda beberme los cojones de semejante despojo.
Con los de pollas más grandes, no nos permitían joder por el coño, por precaución claro y vaya que nos controlaban…Esto si lo recuerdo, un negrazo grande y sucio frotándome el clítoris con un pedazo de capullo enorme como una manzana. Yo moviendo el culo hacia delante para metérmela desesperada, me llegaba el olor del nabo y los labios del coño me hacían palmas, y tener que venir el vigilante de esa mañana que era uno de los cocineros de la casa y soltarme un puñetazo en la jeta porque ni con palabras ni estirándome del brazo, lograba hacerme entrar en razón. Finalmente el negro, me dio por el culo y por la boca. Eran los agujeros destinados a los más pollones. Me hizo vomitar. Sobrepasaba mi garganta. Después de que el negro se vaciase dentro de mi recto, el cocinero que solía estar desnudo, no pudo aguantarse las ganas y me la metió también por el culo, quejándose de que no tocaba pared. Yo iba con toda la vomitona en las tetas y la panza y los mocos me colgaban de la nariz, pero el mientras se agarraba a mis caderas y me insultaba, logró finalmente eyacular dentro, ayudándose con los azotes que me propinaba en mis nalgas y en mis tetas.
Cuando el cocinero la sacó, mi ojete abierto soltó una buena cantidad de semen amarronado. Por el coño me ocurría igual. El semen fluía libremente. Unicamente era capaz de retener el que me meaban directamente en la boca. No tardó demasiado en llegarme otra polla. No les importaba nuestro estado, ni el de buena esperanza, ni el de cerdas asquerosas… imaginaros como eran ellos… Alguno incluso cumplió con nosotras algunas de sus más sucias fantasías. Recuerdo un par de veces conmigo y otra más con Pink, la rubita amiga de Baby y puede que fueran más veces, no sé… el caso es que como había barra libre, algunos mientras nos follaban y otros mientras les comíamos la polla, se cagaban sin problemas y cagados ellos y nosotras, seguíamos la fiesta hasta que nos obsequiaban con su esperma calentito.
Y una de las veces tuvo bastante gracia porque justamente, cuando Pink tenía un puto cerdo encima, montándola a lo misionero y la niñata le comía los sobacos sudados mientras la jodía… ( ella al no estar preñada, podía sin problemas tener a el tío sudándole encima y aplastándola con su peso), le dio a el por cagarse y la mierda escurrió del culo peludo, a sus pelotas y de ahí al coño de ella y no se había dado cuenta de que justo esa noche, era una de las elegidas por el papi de Pink , para pasar a verla, darle un repasito y ver sus progresos… Lo vio todo y le gustó tanto lo que vio, que cuando el tío se corrió y luego se corrió su hija y la desmontó, el directamente y a través de la mierda del otro, se tumbó sobre Pink y clavándosela en el coño cagado, la jodió frenéticamente, dándose babas obscenamente y mirándose a los ojos con lujuria, una por tener la suerte de que su padre hubiese visto el punto de degradación alcanzado y el otro por comprobar lo asquerosamente cerda que ya era la hija de puta de su hija.
Así pasamos semanas.
Finalmente salimos de cuentas.
En ese tiempo, había venido la doctora a domicilio a pasarnos revisiones y a pasarnos la lengua. Normalmente entre un servicio y otro. Era una puta cerda, lógico…
Aunque estaba previsto que las cerdas soltáramos los lechones en la clínica de Kira, dado que iba a haber tanto público y además necesitábamos espacio para tener una óptima posición de las cámaras, se decidió que íbamos a parir allí en la casa, encima de la mesa de billar y que nos lo iban a provocar a la vez, para que fuera en la misma escena. Toda aquella tarde hubo fiesta. Comida, bebida, drogas y sexo. Por supuesto estaba el matrimonio que los iba a comprar, ya colocados desde hace horas y jodiendo con otros invitados. Nosotras totalmente desnudas y ya tremendamente patosas, no dejábamos de lamer pollas, culos o lo que fuera que les apeteciera darnos y posar con todo el mundo para hacernos fotos de recuerdo, mientras nos sobaban y bebíamos a morro para estar borrachas, porque en poco tiempo todo se iba a terminar. Fueron imágenes entrañables. Nosotras agarrando pollas, mientras tios y tias nos magreaban o nos daban sus babas. Se esnifo muchísimo de nuestros bombos y nuestras tetas y por fin nos dejaron meternos algún tiro, casi siempre directamente de alguna polla empalmada.
A la hora prevista llegaron dos negrazos. La gente cenó en plan buffet y aunque jugaron con los negros rabos, no se permitió que eyacularan. Cuando el ambiente in crescendo estaba alcanzando el punto culminante, colocaron sobre la mesa de billar una tela a modo de empapador. Primero se sentaron los negros y luego nosotras dándoles la espalda, con los pies sucios en sus muslos, nos acoplamos hasta meternos los pollones por los dos culitos. Hasta los mismísimos cojones. Siguieron haciendo fotos del momento. Las dos espatarradas, desnudas, abiertas a punto de parir y enculadísimas por las pollas de dos negros cualquiera que no paraban de magrearnos las tetas. La doctora y su hija, desnudas, con restos de mierda encima, y muy drogadas, pero aún capaces, nos pusieron otra inyección. Antes, creo que había sido la epidural y esta era para provocar las contracciones. No sé… ni puta idea, el caso es que mientras nos daban por el culo, parimos las dos a la vez en una sola toma, que quedó espectacular. Se ocuparon de cortar el cordón y todo ese rollo y Kira dijo que había que respetar la cuarentena, pero que como éramos unas cerdas hija de la gran puta, iba a ser de cuarenta minutos. Pasado ese tiempo nos metieron pollas a saco. Nos bebimos todo lo que pillamos y nos drogamos como locas. El padre de Baby, tras comprobar el buen estado del material, pasó cuentas con los felices padres.
Os preguntareis por las dos abuelas, porque lo normal en un momento así es que estén al lado de sus hijas. No sé bien que ocurrió. Días antes, mientras estábamos follando con unos clientes, nos dieron la noticia de que habían salido un grupo, en el velero del papi de Baby y de tan drogados que iban, cayeron al mar las dos y nadie se dio cuenta. No las encontraron. Nosotras seguimos jodiendo como si nada y nos corrimos como siempre en esas putas pollas. Luego más tranquilas lo hablamos entre las dos, y llegamos a la misma conclusión, habían buscado el momento perfecto para deshacerse de ellas… ahora Baby iba a ocupar el puesto de su madre, en su vida y en su cama y la mía, probablemente se la habían cargado o por no pagar la operación de tetas prometida, o porque les salió de la polla, si es que el servicio se había quejado de que querían cambiar de puta.
M.