Historia de M 27. La puta barata.

Marta putea a diario en esa casa de mala muerte mientras hace planes sobre su futuro.

En pocos dias me covertí en la reina de la casa, no era difícil...

Lo que buscaba era casi siempre lo que me daban y en eso no tenia rival. Se sucedian los dias y casi nunca me vestia desde que entraba hasta que me iba. Como hacer el paseillo desnuda incrementaba el negocio, la madame no me puso pegas y las demás rabiaban pues necesitaban ocultar sus imperfecciones con lenceria o modelitos. Yo no. Y de ello me aprovechaba.

Esperar a las zorras sentado y que de pronto llegue una más joven, mas rubia, española y desnuda, era un shock cuando era la primera vez. Los menos timidos, me daban dos besos con la mano en mi culo, No les importaba mi olor a jodienda ni mis pies descalzos y sucios. Los más temidos me daban también dos besos pero evitando mirarme las tetas o el coño. Me divertía presentarme así. Era un no parar. Eran buenos dias, dias felices.

No solían venir clientes complicados, solamente tíos con necesidad de descargar sus cojones dentro de alguna guarra. La casa no ponía restricción alguna, solo quería facturar y por ello veía con buenos ojos el joder sin goma y el que te tragaras las lechadas con una sonrisa, y yo en todo eso era muy aplicada y competente.

Con los días, comencé a intimar con los puteros y hacerme la preferida de muchos. Por cuestiones logísticas, no solía pasar por el lavaculos a menos que alguno lo pidiese con insistencia. Disfrute de muchas pollas sucias y culos pringosos. La gente puede ir con colonia y con un buen afeitado, pero en lo que se refiere a los bajos, ay amiga, eso era otro mundo. Lo mínimo era el olor a sudor y a meados. Ese olor a sudor rancio en las ingles, esos cojones mojados en cuanto llegaron los días de sol…. Lo pasaba muy bien. El olor a macho cerdo me mojaba como a una perra y era raro que no me corriese en algún servicio, pero si así ocurría, el siguiente me encontraba más arrastrada y más usable si cabe.

Los martes era el día de Joaquin, un sesentón que aprovechaba que tenia encomendado ir al colegio a por su nieta, para venir a joder. Nunca me dijo su edad real pero quizás estuviera más cerca de los setenta que de los sesenta. Tenía una polla normal, cojones canosos y un culo ya caido y fofo. Al conocerle se mostró retraído y tímido pero en sucesivas semanas se fue soltando poco a poco. Sus calzones blancos tipo bóxer siempre con manchas era su seña de identidad. Con los días, conseguí que me insultase mientras le chupaba. Al principio solo quería una mamada pero fuí enviciandole con los días. Cuando llegaba, si yo estaba ocupada con otro, me esperaba pacientemente y al entrar en el cuarto ya me trataba con cordialidad…

-Hola zorra, estoy esperándote casi una hora, ¿no te da vergüenza?

-Hola cariño…(yo entraba sudorosa y desnuda), es que tenía una urgencia, vino uno con los cojones llenos y me tuve que ocupar de el.

-Serás guarra… así que ¿has estado jodiendo antes de verme?

-No paro de joder, me dedico a eso, viene cualquiera, abro la puerta, me paga y le saco la leche de los huevos….

-Putaza, y así, recién follada, vas a ponerte las bragas de mi nieta?

-Claro cariño, sabes que me excita comerte la polla con las bragas de tu nieta en mi raja y mojarlas a tope ( y a veces las mojaba a base de bien cuando se me corrían antes dentro del coño, pues la leche se deslizaba hasta empaparlas de semen)

En ese momento solía sacarse unas bragas infantiles del bolsillo y yo, tras olerlas, me las ponía, casi reventando las costuras con mi culo. Se incrustaban en mi y de rodillas, ya estuviera el de pie o sentado en la cama, procedía a bajarle los pantalones y sonriendo le hacia un comentario guarro sobre sus calzones sucios. Le solía preguntar si necesitaba que le lavase el culo. Al principio me decía que no, y se quedaba con las ganas pero una tarde me dijo que si, esperando que yo le llevase a la ducha. Era muy considerado y seguramente quería evitarme el olor a mierda mientras le lamia la polla y los huevos, pero lo que hice fue obligarlo a girarse y meter la cara en su fofo culo. Francamente, aquel día si le hacia falta un agua….Me encontré con una raja pringosa y sudada, probablemente de soltar alguna cagada poco tiempo antes o de estar todo el día tirándose pedos, pero le dejé el ojete superlimpio, como para poder comer en el….y cuando se dio la vuelta, tenia la polla durisima y babeante. Me dio dos lechadas abundantes y espesas que me trague mirándole a los ojos. Desde entonces, ya no esperó nunca más la ducha, solo esperaba mi lengua en su culo. Cuando conseguí hacerle perder el sentido días después, me ponía fotos de la cría en el movil y yo le decía cerdadas mientras me ocupaba de su raja y de su polla. Se corría como un cabronazo. A veces la polla le olia a coño, imagino que era el caldo de su santa y yo disfrutaba sabiendo que me comía los fluidos de los dos, el caldo reseco del chocho de su mujer y su semen espeso y caliente mientras el descargaba oyéndome decir marranadas de su nieta. Me gustaba hacerle feliz. Se iba deprisa a recogerla del colegio y yo seguía con mis cosas, con mis clientes, jodiendo, tragando semen.

Como soy una chica muy lista, cuando aparecía un currante a mitad de la jornada, no podía resistirme a ofrecerle un masaje de pies, pero como soy una cerda y una puerca, al momento de descalzarlo, el masaje se lo hacía con mi lengua. Al quitar esas botas pesadas de puntera de acero mientras me sobaban, iba poniéndome más y más guarra. Después…. que os voy a contar…ese olor a pies sudados….ufffff, madre de Dios….

Ramón era albañil, cincuentón, con barriga cervecera, capataz de un grupo de obreros a los que dejaba en el tajo mientras se ausentaba con la excusa de solucionar algún tema administrativo o técnico. La primera vez que metí mi lengua entre los dedos de sus pies, Ramón alucino al verme. Con el rabo durísimo no perdía detalle de como lamia sus callos, de como olía entre sus dedos antes de meter mi lengua y de como mamaba sus dedos uno tras otro. Era muy divertido mostrarle en mi lengua las pelotillas de mugre que sacaba, antes de comérmelas, o las pelusas de sus calcetines sudados que se quedaban entre mis dientes. Más de un día me corrí frotándome mientras me comía sus asquerosos pies. A veces venia con las uñas especialmente largas y le sacaba la suciedad con los dientes. Conectamos… por decirlo de alguna manera. Cuando le había mamado los pies a fondo y necesitaba relajarse, usaba mi boca o mi culo, Su polla no muy larga pero gruesa, oscura y peluda meaba una cantidad enorme de semen, cosa habitual en los gordos, y me daba mucho placer notar como se tensaba justo antes de soltar la leche dentro de mi. Le encantaba verme lamer su cuerpo gordo, peludo y sudado y hasta cuando me enculaba debíamos colocarnos frente a un espejo para no perder detalle de mi cara. Se hizo un cliente fijo y cada vez que me visitaba mi aliento conservaba durante horas el olor de sus pies.

Carmen era española, decía tener 52 años y estar casada, y puteaba para ayudar en casa. Que era española, de 50 y pico y que puteaba, doy fe, de que lo hacia por ayudar en casa, ya no. Era una jodida viciosa y como luego me confesó, ni su marido ni su hijo sabían como mami ocupaba las tardes. Descubrí que era una sumisa y una guarra, por casualidad, entrando un día a hacer un trio con ella. El cliente después de darle mucha caña, tenia el capricho de verla humillada por otra furcia y como me pilló disponible, entré a la habitación. Me llamaron y fui al cuarto. Dos golpes a la puerta y entré mientras el estaba a cuatro patas y ella lamia su culo con las tetazas colgando. El me dijo:

-Zorra, ven acércate, que esta guarra va a lamer también culo de puta…

Me hizo gracia. Ya iba desnuda como casi siempre y me coloque junto a el, culo con culo. Carmen alternaba los morreos y los lametones de ojete a ojete. Yo mientras, comencé a darme lengua con el cliente. Una de las veces que ella tenia la cara en su raja, el se tiro un pedo apestoso y además de reírnos los tres por la ocurrencia, ella empezó a gemir y ahí lo tuve clarísimo.

Al cliente le debió de gustar la química entre las dos y además de aquella primera tarde entré muchas más veces con ellos. Las prácticas degeneraron más y más. Un día, recuerdo como en el baño el se sentó a cagar mientras ella de rodillas lamia su polla, bebiendo la meada y disfrutando del perfume que ascendía entre sus pelotas. Yo, debido al tamaño del cuarto de baño, no podía más que junto a la taza, comerme la boca del cliente mientras el me hurgaba con sus dedos. Efectivamente se cagó. Carmen procedió a lamer el ojete sucio mientras yo abría el culo del tío con mis manos. Cuando al rato le sacamos la leche entre las dos y nos dio de propina algunos salivazos en la cara, pudimos relajarnos y se sinceró conmigo. Claro que se dejaba follar por su marido pero no era ni mucho menos suficiente. Necesitaba ser vejada, humillada, usada…Así era como tenía buenos orgasmos y había días, que antes de venirse al piso, cuando se sabía segura y tranquila de que en unas horas no iban a interrumpirla, se ponía alguna peli muy cerda en dvd, preparaba la mesa familiar del comedor con mantel, cubiertos y las copas de las grandes ocasiones y tras atarse las tetas con cuerdas hasta ponérselas moradas, se meaba en una copa y luego subiendo desnuda a la mesa, cagaba en un plato. Mientras se insultaba a si misma, bebía y comía con lujuria, el menú que acababa de preparar y sin llegar a correrse, recogía y venía corriendo al piso para pasar la tarde como una puta guarra y barata. Por supuesto, tras conocer su historia, nos enrollamos y nos hicimos intimas.

Había tardes que cuando Carmen llegaba y me besaba con lengua, ya adivinaba que había comido en casa. Me gustaba su mente sucia y perversa, lo de menos era su aliento.

Fede, que así se llamaba él, aburrido, me hizo participar más activamente en sus marranadas. Más de una vez, era yo la elegida para limpiar su ojete. No era mi primera vez y si, os debo decir que es un sabor acre y no es agradable, pero nunca llegue a vomitar. Más de una polla sucia recién salida de un culo me había comido antes y esto era un poco más intenso pero de eso se trataba, de ser una fulana tirada, una puta asquerosa, y la excitación que me procuraban tales actos, me compensaba totalmente.

Era una pasada comer la mierda de un tipo con cara de imbecil por 15 euros. No os digo más.

Entre servicio y servicio, pasábamos el tiempo en la cocina. Carmen y yo siempre estábamos juntas. Enganchadas como perras. Besándonos, sobándonos, chupándonos. En un par de semanas ya la había alcoholizado y además para que pudiera volver a casa a cenar más o menos presentable, le hice probar la coca. Me encantaba drogarme con ella. Las otras putas pronto aceptaron la nueva situación. Cuando alguna de las dos tenía un servicio, nos despedíamos con un cariñoso morreo y cuando volvíamos a reunirnos, el morreo era entonces un combate de lenguas y un comernos las babas de la otra desenfrenado, cachondas por saber que la otra terminaba de joder con cualquier tipejo.

Me encariñe mucho con Carmen. Si su cornudo la follaba entre semana, me traía el coño relleno de semen del marido que yo me comía por vicio. Un día que un tipo le atravesó los pezones con agujas, sentí lástima por ella, pero me confesó que se había corrido sin tocarse y no pude resistirme a llenarle los melones de agujas una tarde que Fede necesitaba vaciarse a gusto. Sentí placer de verla sangrar. Efectivamente, sin dedos, ni pollas, ni lenguas, la jodida ama de casa, se corrió convulsionando totalmente ida, cuando llevaba diez o doce agujas en las tetas y clavé la siguiente.

Al terminar la jornada, la madame pasaba cuentas con todas. Para entonces yo solía estar borracha y me iba a cenar a algún japonés y luego a bailar o tomar más copas, pero desde que Esther se había ido, me sentía sola. Carmen era un rollito con morbo, pero ella cenaba y dormía en su casa con su cornudo y yo deambulaba de un garito a otro, noche tras noche. Necesitaba un novio. Pensé en Tinder pero caí en la cuenta de que era un sitio de citas on line para follar. Me apetecía un noviete, que se creyera que salía de trabajar y no hiciese preguntas incómodas. Opté finalmente por Meetic, era más de relaciones y eso es lo que quería. Una noche me abrí una cuenta y rellené el perfil. Me costó bastante porque tuve que reprimir muchos de mis instintos. A mi me hubiera gustado escribir que era un pedazo de golfa, que en la primera cita lamia culos y que tragaba corridas sin problemas, pero no era aconsejable. Decidí suavizarlo y poner que era una chica de su tiempo, divertida y con buena conversación, amante de los sabores naturales y de la vida sana. Mi plan era pillar a un idiota que me entretuviese los ratos muertos y seguir con mi vida de puta tirada y cerda a escondidas, y tras dos o tres citas para tomar café sin ganas de repetir, una noche conocí a Alberto y tuve claro, que ese era el elegido.

M.