Historia de Lily (2)

Sigue la historia de una esclava

De vez en cuando, durante mis sesiones de doma y adiestramiento, el criado entrenador me hacía preguntas sobre el uso que el Amo hacía de mi cuerpo, sobre cómo me tocaba o que cosas me ordenaba hacerle y, obviamente, yo le respondía con toda sinceridad y sin ocultarle nada, describiendo con todo detalle, tanto las órdenes que me daba el señorito como mis sensaciones y sentimientos; de esta forma el criado pudo ir adaptando los ejercicios de adiestramiento a los que me sometía para prepararme físicamente de forma que estuviera preparada para satisfacer completamente a mi dueño, y pudiese adoptar las posturas más adecuadas para facilitar que mi Amo pudiese usar mi cuerpo de forma lo más cómoda y agradable posible; en ningún momento se me pasó por la cabeza cuestionar el adiestramiento que se me imponía, ya que como producto de mi doma, veía como absolutamente natural y lógica la incomodidad, el esfuerzo o el dolor que me provocaban esas posturas, y las asumía y aceptaba como completamente normales en mi condición de esclava.

Un día, el criado instructor me contó que la música y los mensajes que recibía por los auriculares, tenían como objeto lavarme el cerebro, profundizando en mi conversión como objeto sede uso sexual y convirtiéndome en un animal completamente dócil y sumiso sin pensamientos propios ni capacidad para tomar decisiones.

Y era cierto, a esas alturas, ya había perdido todo rastro de voluntad propia o capacidad de decisión; no sólo era dócil y obediente, sino que era incapaz de actuar por mi cuenta sin recibir una orden concreta, hasta el punto de que, para mí, se había convertido en natural quedarme quieta cada vez que finalizaba una tarea, sin moverme ni hacer nada hasta que se me ordenase; mi sumisión era tan profunda que si el Amo me hubiera ordenado dejar de respirar o tirarme por un precipicio, le hubiera obedecido sin dudar, a pesar de que ello supusiese poner en peligro mi vida.

Un buen día, cuando ya llevaba varias semanas sometida al nuevo adiestramiento, y ya notaba como mi cuerpo estaba adquiriendo nuevas formas, más redondeadas y con las tetas más pronunciadas, el criado adiestrador se me acercó mientras realizaba ejercicios de flexión para adaptarme a ser montada en posición vertical y, quitándome los auriculares que llevaba, me ordenó que le siguiera, porque iba a empezar a ser adiestrada para tener sexo con otras mujeres; aunque no entraba en mis instintos naturales, ni se me ocurrió protestar o resistirme, simplemente seguí al criado dispuesta a obedecer lo que me fuese ordenado, sin saber siquiera a qué se estaba refiriendo.

Al llegar a la altura de unas esclavas que estaban practicando unas posturas extrañas y, acercándose a una de ellas la desenganchó de la correa que la ataba a la máquina y tirando de ella, la puso delante de mí, le metió la mano en el coño y, al comprobar que no estaba lo mojado que quería, le arreó un bofetón y le ordenó que se pusiese a cuatro patas, que la iba a montar para calentarla para que me enseñase a practicar sexo con ella; sin dudar ni un instante, la esclava adoptó la postura que se le había ordenado y, con las patas traseras completamente abiertas, en un tono sumiso que no había escuchado nunca, le suplicó:

Mi señor, la esclava está dispuesta para ser montada por el señor y lamenta no tener el coño lo suficientemente húmedo para el gusto del señor; si el señor le hace el honor de follarse a la esclava para ponerla caliente, esta perra estará disponible para emparejarse con la cachorra, comerle el coño y servir de muestra para que el señor le enseñe a ser una buena zorra que cumpla las órdenes del Amo.

Con una sonrisa, el criado tiró de mi cadena para obligarme a acercarme, se puso delante de la esclava y, sin pensárselo dos veces, alojó en su boca la polla semiblanda; la esclava inició una cadenciosa mamada que pronto consiguió la erección pretendida; al notar que ya tenía la polla en condiciones adecuadas, el criado la sacó de la boca de la esclava y, dándole un empujón, la colocó de manera que, con toda comodidad, la pudo montar introduciéndose de un golpe en el coño de la mujer, que recibió el abuso con un profundo gemido y siguió jadeando y moviéndose para adaptarse al compás de las embestidas que le propinaba el hombre.

La escena no era nueva para mí, ya estaba acostumbrada a presenciar esos hechos, pero, por primera vez en mi existencia, ver a un macho montar a una hembra y follársela sin contemplaciones me provocaba una excitación desconocida y hacía que no pudiese apartar la vista de la polla del criado, que entraba y salía del coño de la esclava; nunca antes, hasta ese momento, había deseado estar en el lugar de la hembra follada, ni había deseado que mi coño (o mi culo) fueran invadidos y poseídos por una polla.

Enfrascada en esas nuevas sensaciones, de repente me dí cuenta que el criado se acababa de correr y sacaba su polla, ya flácida, del coño de la esclava; sin pensarlo, y sin que nadie me lo ordenase, mi cuerpo se abalanzó sobre la polla todavía goteante del hombre, la engullí en mi boca y tragué con avidez la mezcla de fluidos; al acabar, me agaché y giré mi cabeza para facilitar que el criado pudiese secarse con mi pelo; por una extraña razón, me sentí profundamente satisfecha y contenta conmigo misma, sobre todo al sentir como el propio criado me daba unas palmaditas en la cabeza y elogiaba mi actitud diciéndome: “Bien hecho, cachorra, pronto serás una perfecta mascota”.

Mientras se volvía a meter la polla, seca y limpia, en los pantalones, el criado se dirigió a la esclava que acababa de follarse y le ordenó:

Tú, esclava, ahora ya estás lo suficientemente caliente y tienes el coño bastante encharcado como para ponerte a follar con la cachorra, así que muévete de una vez y poneros en posición, quiero tener una buena vista de todo vuestro emparejamiento. Antes de empezar quiero que le expliques a la zorrita lo que tiene que hacer y lo que tú le vas a hacer,

Ah!!!!! Cuando la cachorra te coma el coño, quiero que te lo limpie y se trague mi semen, se lo ha ganado, después os dais un buen morreo antes de poneros a follar, así tú también tendrás la ración que te has ganado.

Inmediatamente, la esclava criada abandonó la posición en la que la había dejado el criado y se acercó a mí y me dijo:

Cachorra, ahora voy a sentarme en la mesa y me espatarraré todo lo que pueda, para exhibir el coño, tú te colocarás entre mis patas abiertas y meterás la cabeza para que tu boca quede a la altura del coño; luego, con la lengua lo vas a lamer y acercarás tus labios al agujero para chupar y absorber el semen que el señor me ha dejado al correrse, tienes que sorber todo lo que salga y tragártelo, cuando hayas acabado, te levantarás y nos daremos un buen morreo con lengua, tienes que abrir la boca bien para que te meta mi lengua hasta el fondo y tú tendrás que meter la tuya en mi boca, recorriéndola entera. Luego te explicaré como follaremos.

Conforme me estaba explicando lo que tenía que hacer, la esclava se sentó de espaldas en la mesa y se tumbó, a la vez que abría sus patas para dejar completamente a la vista su coño, que empezaba a rezumar una mezcla de sus fluidos y del semen del criado.

En un primer momento, la visión de ese coño expuesto, enrojecido y rebozando fluidos me provocó un momento de asco y repugnancia e hizo que dudara un momento antes de meterme entre las piernas abiertas de la esclava; el criado se dio cuenta de mis dudas y, cogiendo la fusta que siempre llevaban colgada de la cintura, me azotó un par de veces en el culo, haciendome saltar de dolor, y me gritó:

A ver, cachorra estúpida, se te ha dado una orden concreta, la esclava se ha espatarrado para que le comas el coño y lo limpies como se te ha explicado … ¡Obedece inmediatamente o te zurraré!!!!! Y tú, vas a contarme con todo detalle lo que te hace la cachorra y lo que vas sintiendo mientras te lo hace; quiero que la cachorra oiga con claridad tus explicaciones mientras te come el coño.

Al sentir el primer fustazo en mis nalgas, salté como empujada por un resorte y, olvidando completamente la sensación de rechazo que me provocaba la visión de ese coño, me coloqué entre las piernas de la esclava, conforme se me había ordenado, dispuesta a amorrarme a su coño y cumplir mi cometido, pero antes de que lo hiciese, el segundo fustazo me hizo olvidarme de cualquier prevención y lanzarme hacia el coño, sacando la lengua para empezar a lamer y chupar con toda mi dedicación.

La esclava, en cuanto notó que mi lengua y mis labios empezaban su trabajo, ahogando los gemidos de placer que le provocaba, empezó a cumplir su parte:

MI señor, la cachorra está metiendo su lengua en el coño de la esclava, y la está moviendo por la parte de fuera, me parece que la esclava no es muy experta en comer coños, porque todavía no ha empezado a lamerme el clítoris, pero ya me está poniendo muy burra y cachonda … Ahora la cachorra está metiendo la lengua dentro del coño y empujando … ¡¡¡¡¡¡MMMMMMMMMMM!!!!!!!, ahora, ha sacado la lengua, ha aplicado sus labios sobre los labios del coño y está sorbiendo el interior, la esclava siente como el semen que el señor ha dejado, empieza a salir, a la vez que el clítoris empieza a sensibilizarse. ¡¡¡¡¡UUFFFFF!!!! MI señor, la cachorra ha alcanzado el clítoris y casi lo muerde …. Está a punto de provocar que la esclava se deshaga y se corra entera …. La esclava cree que la cachorra ha chupado y se ha tragado todo el semen que el señor había dejado en el coño y ahora está lamiendo como si fuera una profesional .....Si al señor le apetece ordenarlo, la esclava se correrá de gusto.

Como el criado no quería que la esclava se corriese, me dio un azote en el culo con la fusta y ordenó:

Cachorra,¡¡¡¡ Basta ya!!!! Ya está bien, por ahora, de comer coño, sal de entre las patas de la esclava y ponte en pié. La esclava va a darte un morreo para que aprendas cómo se hace y, de paso, le vas a dar su ración de semen.

Obedecí, sin dudar, la orden del criado y, en cuanto salí de entre sus patas, la esclava se levantó y se puso a mi altura a la vez que acercaba sus labios a mi cara dándome un profundo beso con el que introdujo su lengua en mi boca; yo, recordando la orden del criado y las instrucciones de la propia esclava, le correspondí enseguida, y con mi lengua repasé el interior de su boca saboreando los restos del semen del criado que no se había tragado.

Mientras nos dábamos el morreo, la esclava empezó a acariciarme suavemente las tetas, pellizcándome los pezones con delicadeza y provocando mi excitación inmediata; al poco, la esclava bajó una de sus manos hasta mi entrepierna y, sin ninguna delicadeza, metió sus dedos en mi coño, comprobando que estaba mojado, lo que hizo que finalizara el morreo y se girara al criado para decirle:

Mi señor, la cachorra tiene el coño encharcado y los pezones duros y tiesos, lo que indica que ya está cachonda; si al señor le complace, puede colocarnos en la posición que le apetezca para que empecemos a follar.

Sin ningún miramiento, el criado me cogió por los brazos y me empujó al suelo, donde me tumbó de espaldas al mismo tiempo que me hacía abrir completamente las patas; una vez me tuvo colocada en la posición adecuada, hizo un gesto a la esclava y ésta se puso a cuatro patas sobre mi, sólo que a la inversa de mi posición, de forma que su coño quedó sobre mi cara mientras que la suya se situaba entre mis piernas.

Permanecimos así durante un momento, quietas y en silencio, con las bocas a la altura de los coños, olfateando cada una el sexo de la otra, hasta que el criado dió una palmada en el trasero de la esclava y nos ordenó:

Vamos, quiero esas lenguas en movimiento y esas bocas comiendo coño sin parar; quiero ver como disfrutáis como las zorras que sois y cómo hacéis disfrutar a la otra zorra. Cachorra, vas a hacer con tu lengua y con tu boca exactamente lo mismo que notes que te hace a tí esta zorra ... Pero no os esta permitido correros hasta que no os de permiso. ¿Entendido?, Así que ... ¡¡¡¡empezad, ya!!!!

Tal y como se nos había enseñado, como las esclavas sin voluntad en que se nos había convertido, al escuchar la orden del criado las dos empezamos a lamer, sorber, mordisquear y chupar el coño de la otra, de manera que muy pronto, las dos estábamos chorreando, calientes y retozando sin control, completamente entregadas a obedecer la orden que se nos había dado, pero, extrañamente conscientes de que, por muy calientes que estuviéramos, teníamos prohibido corrernos sin permiso.

De pronto, la voz del criado se escuchó por encima de nuestra frenética actividad, a la vez que, con la fusta, nos azotaba a ambas para que atendiésemos sus órdenes:

“Alto!!!!!! Parad las dos de follar y quedaros quietas cómo estáis… ¡!!!!

Nuestro adiestramiento en la sumisión se sobrepuso a nuestra propia excitación, y, casi enseguida, ambas separamos nuestras bocas del coño de la otra y pese a la enorme frustración que sentíamos, nos quedamos quietas, jadeando y babeando con la lengua fuera, a la espera de la siguiente orden.

El criado, satisfecho con nuestro nivel de sumisión y sobre todo, con el hecho de que no hubiéramos mostrado ninguna resistencia a obedecer su orden, se agachó hasta nuestra posición y, sin miramiento alguno, introdujo su mano en cada uno de nuestros coños, comprobando así el grado de calentura que las dos habíamos alcanzado.

Pasados unos minutos, que a mi se me hicieron eternos, el criado volvió a dirigirse a nosotras:

Bueno, está visto que he hecho un buen trabajo con vuestro adiestramiento, porque ambas sois todo lo dóciles y sumisas que debéis ser; os habéis ganado un premio, así que, ahora, vais a volver a follar donde os habíais quedado, pero esta vez quiero que sigáis hasta haceros correr la una a la otra; y quiero disfrutar sintiendo y escuchando vuestra explosión, así que daros prisa antes de que me arrepienta.

Dado nuestro nivel de excitación, ninguna de las dos nos hicimos de rogar para cumplir la orden del criado, así que inmediatamente, retomamos la actividad de nuestras bocas y lenguas, a la vez que abríamos al máximo nuestros coños para exponerlos mejor y aprovechar o todo el placer que se nos estaba permitiendo sentir.

Al cabo de unos pocos minutos, ambas estallamos, casi a la vez, en una desordenada sinfonía de sonidos guturales, gemidos y jadeos unidos a fuertes convulsiones que mostraron al criado que finalmente nos habíamos corrido la una en la cara de la otra.

Como si no hubiera pasado nada, el criado nos ordenó:

Tu, esclava, vuelve a la cocina y sigue con tus ocupaciones, ya has tenido bastante distracción por hoy y, si algún otro criado te pregunta, le dices que he sido yo quien te ha corrido para divertirme; y tú cachorra, vas a volver al establo, te darán de comer y te pondrán a descansar hasta que llegue la hora de llevarte a disposición del señorito.

Obediente, pero todavía sin recuperarme de la experiencia y temblando por las nuevas sensaciones que había aprendido, me puso en pie, le hice la reverencia obligada al criado y me dirigí al establo, donde el cuidador me llevó hasta mi cuadra y, después de atar mi collar a la cadena de la pared, me trajo un cuenco con comida, que devoré inmediatamente, y me colocó en posición de descanso, no sin antes pasar la mano por mis agujeros.

Unos días después, durante una de las sesiones de doma a la que era sometida, mientras hacía los ejercicios que se me habían ordenado, el criado adiestrador se acercó y, ordenándome que no parara, me interrogó para conocer cómo iba progresando; de esta forma, casi sin darme cuenta, empecé a contarle lo que me había sentido al verlo follar con la esclava, y los sentimientos y sensaciones que había tenido; incapaz de ocultar nada ante las preguntas del criado, le conté con todo detalle, sin omitir ni reservarme nada, todo lo que mi cuerpo había sentido y lo que había pasado por mi mente.

Al escucharme, el criado, divertido y satisfecho, me contestó que estaba convirtiéndome en una buena mascota sexual tal y como el Amo deseaba para su hijo, y que pronto llegaría a ser una dócil y complaciente zorra insaciable cuyo principal función iba a ser la de dar satisfacción sexual a mi dueño o a quienes mi Amo decidiera; el criado me explicó que mi doma tenía como finalidad, la de hacer de mi un animal de compañía adicto al sexo, porque al amo le apetecía que estuviera siempre dispuesta a ser montada, follada, enculada, a hacer una mamada o comerme un coño.

El criado siguió contándome que, cuando acabase mi adiestramiento, quedaría convertida en una muñeca sexual, siempre excitada, en celo, con el coño encharcado, los pezones tiesos y duros, la boca preparada deseando acoger, mamar, lamer y chupar la polla de mi Amo, siempre dispuesta para correrme en el momento en el que se me ordenase; también me dijo que la parte final de mi proceso de doma consistiría, precisamente, en obtener mi total sometimiento a la voluntad de mi dueño, de forma que fuera mi Amo quien tuviera el control absoluto sobre mis impulsos sexuales y sobre mis sentimientos.

Obviamente, asumí las explicaciones del criado con toda naturalidad, dado que yo había sido amaestrada y domada precisamente para eso y mi cada vez más limitada mente no podía concebir un futuro distinto.

Mientras me explicaba todo esto, el criado me había abierto las patas y llevado su mano a mi coño, frotando mi clítoris y provocándome una excitación que era incapaz controlar, de manera que, sin siquiera darme cuenta, me encontré jadeando como un animal en celo, con la boca abierta, la lengua fuera, babeando de placer y moviendo rítmicamente mis caderas para adaptarme a la caricia del dedo que me manipulaba sin contemplaciones, adoptando la postura adecuada para facilitar una penetración más profunda y cómoda.

Sin embargo, en cuanto el criado se dio cuenta de que estaba a punto de correrme, apartó de golpe la mano de mi coño, dejándome espatarrada y en tensión y metió sus dedos en mi boca; cogida por sorpresa y tremendamente caliente, en lugar de protesta o quejarme, le demostré mi nivel de adiestramiento, obedeciendo su gesto, y con un profundo suspiro, me dediqué a limpiar con cuidado y esmero el dedo que un momento antes estaba provocando mi éxtasis, pero que también acababa de demostrarme de forma práctica lo que significaba no tener el control de mis emociones o sensaciones.

Pese a la profunda frustración que me provocaba que no se me permitiese dar salida a la enorme excitación que sentía por todo mi cuerpo, acepté resignada la situación con absoluta normalidad, asumiendo que era una esclava y como tal, no tenía ni voluntad ni derecho ni opción para decidir nada por mí misma, ya que era mi Amo, o mis instructores, quienes tomaban la decisión de si podía correrme o no, por eso, una vez hube limpiado el dedo, permanecí quieta y atenta, ignorando mis propios sentimientos, dispuesta a obedecer las órdenes que se me dieran.

Satisfecho por lo rápido que avanzaba mi adiestramiento, el criado sonrió y me dijo:

Vaya, cachorrita, creo que pronto voy a tener la satisfacción de decirle al Amo que tu adiestramiento está completo. Tu sumisión y docilidad son muy satisfactorias y sospecho que muy pronto te van a estrenar ese coño y ese culo. Así, el Amo te convertirá en definitivamente en la perfecta y dócil mascota que quiere tener.

Al escuchar al criado decir que el Amo iba a estrenar mis agujeros, sentí un cosquilleo especial en todo el cuerpo junto a una sensación de alegría; de alguna forma entendía que ese momento sería el final de mi adiestramiento, y pasaría a convertirme en aquello para lo que había nacido y para lo que había sido adiestrada; una esclava completa y absoluta.