Historia de Lily (1)
Reenvio el relato.
Mi nombre es Lily y soy una esclava, me parieron esclava, he sido domada y adiestrada como esclava y tengo plenamente asumida mi condición; soy un animal dócil y obediente, sumiso y servil, cuya única aspiración es servir y satisfacer a mi dueño.
Esta es mi historia.
Fui parida, hace 20 años, en La Granja, un establecimiento de cría y adiestramiento de esclavos, cuya ubicación exacta desconozco pero que está situado en un valle aislado en las montañas, lejos de cualquier núcleo habitado.
Nací en una camada de seis cachorros, cuatro hembras y dos machos, y fui criada en los establos, por cuatro esclavas y un criado. Ni yo, ni ninguno de los cachorros de mi camada hemos sabido nunca quién fue la hembra concreta que nos parió y se nos ha enseñado que ese es un detalle que carece de toda importancia, lo único importante es que esa hembra era una esclava y por tanto, los cachorros que ésta parió, pertenecían, lógicamente, a su dueño; por eso nosotros no tenemos ni padre, ni madre, simplemente somos propiedad de nuestro Amo porque hemos sido paridos para pertenecerle.
Durante los primeros años de mi vida, los pasé en una zona de la Granja dedicada a la reproducción y cría de cachorros de esclavos; allí me cuidaron, me alimentaron y, junto con los demás cachorros de las diferentes camadas, aprendí las primeras y más simples reglas de la sumisión.
Tan pronto como aprendimos a andar, los cachorros iniciamos nuestro adiestramiento y doma que consistía, al principio, en acostumbrarnos a obedecer sin protestar asumiendo nuestra condición sumisa, sin voluntad y sin capacidad de tomar ningún tipo de decisiones; en esa época, se nos puso a todos los cachorros un collar con nuestra identificación y con una argolla a la que se enganchaba la cadena o la correa con la que se nos llevaba de un sitio a otro.
Un día, uno de los adiestradores me sacó de la cuadra y me llevó a la casa principal, donde una esclava criada me explicó que el Amo había decidido ponerme al servicio personal de su hijo recién nacido, por lo que, a partir de ese momento, fui dedicada a atender, cuidar y satisfacer todas las necesidades de mi nuevo Amo; la esclava criada se convirtió en mi domadora y adiestradora, por lo que debía obedecerle y cumplir todas sus órdenes.
Durante años, serví al señorito como esclava personal, mientras era un bebé cambiándole los pañales, bañándole, moviendo su cuna para que durmiese, vigilando que no se destapase, etc. Todo menos darle de comer, porque obviamente, no estaba en condiciones de hacerlo; esa función la tenía asignada una esclava mayor que le daba de mamar hasta que el señorito pudo comer sólo, a partir de ese momento, darle la comida también se incorporó a mis obligaciones diarias.
Al principio, cuando me adiestraron para cambiar los pañales del señorito, la esclava criada me advirtió que, si en alguna ocasión, al quitarle el pañal, el señorito se meaba, debía meterme en la boca su pequeña polla para tragar el líquido y que no manchara la habitación; las primeras veces, el señorito me sorprendía y acababa meando en mi cara o en mis manos, pero pronto aprendí a reaccionar con rapidez y supe poner mi boca para tragar toda su meada sin derramar ni una gota; con el paso de los años, el señorito se acostumbró a mear en mi boca siempre que tenía ganas, de forma que casi nunca utilizaba el baño, ya que le era más cómodo hacerme un gesto, estuviera donde estuviera, y yo me apresuraba a introducir su polla en la boca y tragar dócilmente toda su meada.
Durante ese tiempo, cuando el señorito no exigía mis servicios, fui sometida al mismo adiestramiento que los demás cachorros, profundizando en mi sometimiento y mi docilidad.
Al cumplir los quince años (esa edad tenía según me dijo mi domadora) ya me había convertido en una esclava sumisa, obediente y siempre dispuesta para servir a mis Amos, pero sobre todo al señorito y aunque yo ni siquiera me daba cuenta, mi cuerpo iba madurando y empezaba a apuntar unas formas que indicaban que estaba convirtiéndome en un bonito animal de compañía; acostumbrada a no pensar ni a decidir nada por mí misma, mi condición de sierva del señorito ocupaba toda mi vida hasta el punto de que había aprendido, con los años, a adivinar los gustos y deseos de mi dueño y, como la esclava bien adiestrada que era, procuraba siempre anticiparme para satisfacerlos evitando cualquier incomodidad o molestia por su parte.
Hasta esa época, el sexo no había estado presente en mi vida, ni siquiera formaba parte de mi adiestramiento. Es cierto que, como todos los esclavos, estaba siempre desnuda y, para mí, se había convertido en algo natural observar las diferencias físicas entre los machos y la hembras; también estaba acostumbrada, porque era habitual que yo lo presenciara, cómo el Amo, sus invitados o los criados usaban las esclavas, bien para follarlas, para ponerlas a mamar sus pollas o para cualquier otra actividad que les apeteciese, e incluso también había presenciado como alguna esclava era montada por los perros del Amo o le dedicaba sus atenciones sexuales para diversión del señor o sus invitados, pero todo eso, además de considerarlo algo normal, era ajeno a mí, no me concernía, ni me implicaba.
Pero esa situación cambió de golpe, un día caluroso en el que, mientras atendía al señorito en el baño, se fijó en que me estaban saliendo algunos pelos en el pubis y tuvo la curiosidad de pasar su mano por esa zona; obviamente, podía hacer con mi cuerpo lo que quisiera, así que paré de enjabonarle y me acerqué para que pudiera tocarme más cómodamente …
No era la primera vez que el señorito acariciaba mi cuerpo, por cualquier parte, o me abría las patas, por delante o por detrás, para mirar o tocar a su antojo. Yo tenía completamente asumido que el señorito estaba en su derecho a hacerlo y me prestaba dócilmente a sus deseos, pero en esa ocasión, por primera vez en mi vida, al notar que el señorito metía la mano entre mis patas, y acariciaba mi coño, sentí que el corazón se me aceleraba, que me subía una desconocida pero agradable ola de calor y que todas mis sensaciones se centraban en la zona de mi cuerpo que estaba siendo manipulada por el señorito; todo mi ser estaba pendiente de los dedos que el señorito me había metido entre las piernas y que habían provocado, como reacción inconsciente, que las abriese ligeramente para facilitar su tarea.
De repente, sin que yo supiese qué es lo que estaba pasando, tuve una intensa pero muy placentera sensación, como si una corriente eléctrica me recorriese desde la entrepierna hasta la cabeza que acabó en explosión de calor que me dejó extrañamente satisfecha, confusa y paralizada, hasta el punto de que el señorito me tuvo que dar una fuerte bofetada para que continuara enjabonando su cuerpo …
Y al seguir con mi tarea, enjabonando al señorito, se produjo la segunda sensación nueva, porque, al ponerme de rodillas en la bañera, y acercar mis manos al sexo del señorito, como hacía siempre, para limpiar su polla y sus huevos con un cuidadoso masaje, noté como la verga se le ponía dura y casi enseguida, escupió un chorro espeso de líquido que me salpicó toda la cara. Sorprendida y sin saber que era aquello, intenté limpiar los restos que goteaban en la polla del señorito usando mi lengua para eliminarlo, ya que tenía las manos llenas de jabón.
Por lo visto, al señorito le debió gustar que le acariciase la polla con la lengua porque, cuando me iba a retirar, me sujetó la cabeza con la mano para dejarme en la posición en la que estaba y me metió en la boca toda su erección, provocándome una arcada y dejándome sin respiración.
Acostumbrada como estaba a servir al señorito de cualquier manera que él quisiese, y fiel a mi adiestramiento como sumisa y complaciente sierva, ni siquiera me planteé resistirme o rechazar ese nuevo uso que hacía el dueño de mi cuerpo, pero mi falta de costumbre y la dificultad para respirar me obligaron a retirar la cabeza involuntariamente; el señorito no pareció enfadarse por mi reacción, simplemente volvió a meter la polla en mi boca varias veces, hasta que soltó un pequeño chorro del líquido viscoso que me tragué de golpe y, a continuación, me hizo lamerle la polla y los huevos para limpiar los restos.
Después del baño, como siempre, ayudé al señorito a vestirse y, cuando se fue a estudiar, limpié y ordené el baño y la habitación; al acabar, me di cuenta de que todavía me quedaban en la cara restos del líquido que había salido de la polla del señorito y, sin saber qué hacer, los dejé esperando que mi domadora me ordenara que hacer.
Al acabar mis tareas, me dirigí hacia la cocina, a buscar a la criada instructora para que, como siempre hacía, me ordenase la realización de algún ejercicio de sumisión o de humillación para perfeccionar mi adiestramiento ….
Al verme entrar, la criada se fijó en mi aspecto y al ver en mi cara los restos que no había podido quitar, me hizo un gesto para que me acercara, probó con sus dedos un poco del líquido y, con una amplia sonrisa, me preguntó:
¿qué te ha pasado? ¿Qué son esas manchas que llevas en la cara?
Cuando acabé de contarle a la criada todo lo que había pasado en el baño, y le expliqué las sensaciones que había tenido y a las que no le encontraba explicación, la criada, llamando la atención de las demás esclavas presentes y soltando una carcajada enorme, dijo:
Atención todas!!!!!!, El señorito acaba masturbar a Lily y le ha hecho correrse, y luego, la ha puesto a mamarle la polla, y la muy guarra ha disfrutado …. Además, no se cómo, pero parece que esta cachorra ha conseguido que el señorito se corriese en su cara e incluso se ha tragado parte del semen del señorito ….
Ese día, en lugar de obligarme a hacer los ejercicios de sumisión o de humillación, la criada me ordenó que adoptara la postura de sumisión a su lado y, después de comprobar que mi posición era la correcta, me habló:
Bueno Lily, parece que vas más avanzada que los demás cachorros … El Amo tenía razón, como siempre, cuando te eligió para el servicio del señorito; después de tu experiencia de esta mañana, vas a empezar a ser adiestrada en el servicio sexual, de forma que aprenderás a ser, además de una buena y sumisa mascota, un objeto de placer para satisfacer sexualmente a tu Amo y más adelante, a quienes él decida.
Cualquier día de estos el señorito decidirá estrenarte y, a partir de ese momento, tendrás un nuevo servicio que prestar y aprenderás una nueva forma de ser usada.
A partir de ahora serás asignada a un criado adiestrador, que va a hacerse cargo de tu doma, porque vas a empezar a ser convertida en un objeto sexual; me parece que tu cuerpo se está desarrollando para cumplir a la perfección ese servicio que es, ya tienes que saberlo, el más importante que una esclava puede prestar a su Amo. Poco a poco dejarás de ser un simple animal de servicio, como hasta ahora, y se te entrenará para que tu cuerpo y tu mente sirvan para dar placer sexual al Amo, al señorito o quien ellos quieran, de la forma que quieran, cuando y como ellos decidan; tu sólo te someterás y cumplirás con tu adiestramiento.
Puede que, incluso, el señorito quiera convertirte en su mascota y te lleve con él para que le sigas sirviendo dónde le vaya; será un honor para ti y deberás servirle con mayor sumisión y entrega.
Al acabar, la esclava se levantó y se dirigió hacia el lugar en el que se encontraban los criados de servicios, y pude ver como, después de saludar con una reverencia, les comentaba algo; sin llegar a escuchar nada de lo que se hablaba, observé como uno de los criados colocaba a la esclava sobre la mesa, le obligaba a separar las piernas con una patada, se bajaba el pantalón, exhibiendo una polla gorda y grande y se la clavaba sin miramientos en el culo; la esclava, lejos de protestar, se abrió las nalgas con ambas manos para facilitar la penetración.
Mientras tanto, el otro criado, se levantó y vino hacía mí con una correa en la mano, la enganchó de mi collar y, sin dirigirme ni una sola palabra, tiró hasta que me levanté y le seguí (a cuatro patas, como era mi obligación); me llevó hasta una sala en la que varias esclavas realizaban ejercicios de adiestramiento en posiciones muy raras y con unos aparatos que, hasta ese momento, no había visto nunca, vigiladas por un criado mayor que estaba paseando entre ellas con una fusta en la mano.
El criado que me llevaba de la correa saludó al que vigilaba a las esclavas y le dijo:
Oscar, esta es la mascota del señorito; parece que ha llegado el momento de iniciar su adiestramiento sexual, porque, esta mañana, el señorito le ha estrenado la boca y la ha masturbado, pero creo que todavía no se la ha follado ni la ha enculado.
El vigilante, se acercó a mí, me obligó a ponerme en pié tirando de la cadena, y examinó mis tetas y mi entrepierna, a la vez que me preguntaba:
Veamos, perrita, cuentame como te suele usar el señorito, ¿te ha follado ya por el coño o por el culo?
Como era mi obligación, ante una pregunta directa, y con mi mejor tono de docilidad pero sin mirar directamente al criado, contesté:
No mi señor, ni el coño ni el culo de la esclava han sido estrenados; el señorito me suele tocar las tetas y el coño muchas veces, pero hoy me ha metido un dedo y lo ha movido un rato hasta que me ha hecho explotar de calor, luego me ha metido la polla en la boca, se la he chupado, y ha soltado un chorro espeso que me ha salpicado la cara y las tetas, aunque he podido tragarme un poco. ¿me va a castigar, señor? ¿lo he hecho mal? Creo que al señorito le ha gustado, porque cuando me ha sacado la polla, se la ha limpiado con mi pelo y me ha pasado la mano por la cabeza y el lomo, luego me ha dado una palmada en el trasero y me ha acariciado los morros ...
El criado sonrió satisfecho y, mientras seguía con tocando mi cuerpo a su antojo, comentó:
Bueno, me parece que el señorito va a disfrutar de lo lindo contigo, aunque todavía eres una cachorra, ya empiezas a tener un buen cuerpo, y cuando madures del todo, creo que se te va a poner un culo de primera y unas tetas espléndidas; pareces dócil así que supongo que no será difícil domarte adecuadamente.
Poniendose en pié, el criado me condujo hasta una esquina de la sala y me colocó sobre una pequeña plataforma, y ordenandome permanecer completamente quieta y rígida, me pesó y midió algunas partes de mi cuerpo (tetas, culo, cuello, piernas y cintura) tomando nota en una carpeta. Al acabar se dirigió nuevamente a mí y me comentó:
Bueno, no estás mal, aunque habrá que ejercitar esas tetas para que no caigan, porque al señorito le gustarán tiesas y firmes, por eso, y hasta que el señorito decida estrenarte el coño y el culo, sólo vas a practicar ejercicios físicos.
Tienes que adaptarte y aprender a resistir en cada postura de servicio para satisfacer, sin dudarlo, los gustos de tu dueño de forma que te use cómodamente.
Ahora ábrete de patas y colocáte sobre esa tabla, que voy a medirte la anchura del coño y del culo para ver si los tenemos que ensanchar o le servirán al señorito.
Mientras me hablaba, me desenganchó la correa del collar y poniendome la mano en el culo, me llevó hasta una tabla elevada, sobre la que me obligó a tumbarme, primero boca arriba y después boca abajo, introduciendo un objeto ligeramente en mi coño y luego en mi culo; noté cómo algo metálico me abría mis agujeros.
Cuando finalizo sus mediciones, el criado cogio la correa y, sin decir ni una palabra, me condujo hasta colocarme de pié sobre una máquina de caminar, me subió a la cinta, y antes de ponerla en marcha, me puso unos auriculares conectados a un pequeño aparato, lo activó y me ordenó:
Hoy, por ser el primer día, vas a empezar con algo facil, así que caminarás por la cinta hasta que yo te diga que pares, para ir ejercitando esas patas; quiero que aprendas a adaptarte a la velocidad de la máquina, sin correr, pero sin retrasarte ... ¿entendido? Por cierto, no te quites los auriculares en ningún momento.
El criado me dio una palmada en el trasero, a la vez que ponía en marcha la máquina y, después de comprobar que obedecía sus instrucciones, se alejó para controlar a otras esclavas.
Durante un buen rato, estuve andando sobre la máquina a la velocidad que el criado iba marcando, a la vez que, a través de los auriculares, me llegaba una música suave que me hacía aislarme y que me provocaba extrañas pero agradables sensaciones.
Durante las siguientes semanas, me fue ordenado que acudiera al gimnasio a ponerme a disposición del criado entrenador tan pronto como el señorito se marchara al Instituto, y fui sometida al adiestramiento físico necesario para ir modelando mi cuerpo y adaptando mi forma de ser y actuar a los caprichos y preferencias de mi Amo; como parte de mi doma, siempre que el señorito no requería mis servicios, me acostumbré a llevar puestos los auriculares con la extraña música que me relajaba.
A la vez que me iba adaptando a mi nuevo adiestramiento, fui teniendo que acostumbrarme al cambio radical que se produjo en el uso que el señorito hacía de mi cuerpo; porque ahora, mi Amo había adoptado la costumbre de coger mis tetas entre sus manos, masajeándolas, acariciando y pellizcando los pezones, e incluso, a veces, cuando estaba sentado, me hacía colocarme ante él y acercaba mi cuerpo para poder chuparlas, morderlas o lamerlas; también empezó a ser habitual que sus manos recorriesen mi cuerpo, magreandome el culo, metiendo los dedos en el coño o, simplemente, abriendo y acariciandome el sexo; obviamente, como buena esclava dócil y servil, perfectamente domada, enseguida aprendí a ponerme en las posiciones más adecuadas para adaptarme al uso que el señorito le apetecía hacer de mi cuerpo, de manera que estuviera cómodo y no tuviera ningún impedimento en disfrutar de su esclava; pronto me di cuenta de que los ejercicios físicos me permitían mantenerme en la posición más adecuada, por incómoda que fuera, durante todo el tiempo que el señorito quería usarme.
Al mismo tiempo, sin saber ni porqué ni cómo, también noté que, siempre que estaba cerca de mi Amo, toda mi atención se centraba en su polla, respecto de la que sentía una atracción tan fuerte que me hacía aprovechar la más mínima ocasión para poner mi cara (sobre todo mi boca y mi nariz)en su entrepierna, lamiendo y besando su bragueta o restregando mi cara en ella para intentar olfatear su entrepierna (como el animal que era) siempre que podía; al señorito le gustaban mis atenciones, porque, a veces, me acariciaba la cabeza mientras o me daba palmaditas cariñosas.
Como consecuencia de mi nuevo adiestramiento, cada vez que el Amo me hacía desnudarlo, en cuanto su polla y sus huevos quedaban libres, todo mi ser se centraba en lamer, chupar, acariciar u olfatear el órgano que se había convertido en el centro de mi atención y objeto de una adoración incontrolable; tan evidente y compulsiva era mi atracción hacia su polla, que el señorito tenía que golpearme para que dejase de atender su polla y obedeciese las órdenes que me daba para satisfacerle y servirle en otras cuestiones.
Preocupada por si estaba desobedeciendo o disgustando a mi Amo con ese comportamiento, le pregunté en una ocasión al criado instructor por esa atracción y, después de reírse, me dijo que no me preocupase, que era parte de mi nueva forma de ser, que se incorporaba al adiestramiento mental, porque eran instrucciones del Amo que fuese condicionada de esa forma; de hecho, el criado me dijo que iba a demostrarme lo que acaba de decirme, así que se abrió la bragueta y sacó su polla ante mí; al verla, de forma automática y sin pararme a pensar en nada más, sentí la necesidad incontrolable de acercar mi cara a su sexo, olfateando, lamiendo y chupando con ansiedad, tanto sus huevos como su polla; divertido, el criado tuvo que tirar de la correa y darme un bofetón para que volviese a recuperar mi posición de sumisión y, aunque mi cuerpo obedeció, en mi interior deseaba que me permitiese seguir chupando, olfateando y lamiendo esa enorme verga.