Historia de horror y misterio
La historia me empezó a preocupar desde hace mucho tiempo. Al principio los hechos ocurrían de forma aislada, a veces imperceptible, pero poco a poco con mayor frecuencia y dramatismo.
Historia de horror y misterio.
La historia me empezó a preocupar desde hace mucho tiempo. Al principio los hechos ocurrían de forma aislada, a veces imperceptible, pero poco a poco con mayor frecuencia y dramatismo.
Empecé a percatarme de estos sucesos paranormales cuando estaba en el ejercito. Nos trajeron unos uniformes para soldados rusos de tallas siberianas. Nosotros cubanos resultábamos verdaderas hormigas vestidas con trajes de elefantes. El primer día nos dieron a cada uno dos pares de calcetines. Tan grandes como el resto de la ropa. Tenía que doblar un buen pedazo en el pie para poder colocar los calcañales en su lugar, de todas formas los calcetines podían protegerme las rodillas.
Este hecho tenía una ventaja, nos permitía podernos calzar las botas con más seguridad, pues las tallas de las botas también eran siberianas. Cuando formábamos el batallón parecíamos más payazos que soldados. Un compañero hizo un chiste que le costó varios días de calabozo. Al pobre soldado se le ocurrió decir que este uniforme de payazo era una nueva arma secreta de los rusos para matar de risa a los soldados americanos, si en definitiva se convertía en caliente la tan cacareada guerra fría.
Pero, los milagros existen y solo bastó que se lavaran todos estos uniformes, para como por arte de magia se adaptaran a nuestros pequeños cuerpos caribeños. Incluso los calcetines tomaron la forma de nuestros pies. Las botas no, esas siguieron siendo tan grandes como el primer día y hasta el fin de los tiempos y cada vez con más olor.
Pero el misterio no estaba ahí, sino que un día me percato que de mis dos pares de calcetines, faltaba uno.
¿Donde estaría el que faltaba? Lo busqué por todo el armario, pero nunca apareció. Y tuve que quedarme con mi primer calcetín viudo. Lo guarde como precaución. Seguí usando los otros, que cada vez fueron de un verde más claro, por eso cuando un día noto otro calcetín viudo, no podía hacer pareja porque eran de un evidente color diferente.
Los hechos continuaron. Cada vez de forma más extraña, era como si escaparan, mis calcetines nunca envejecieron en pareja, siempre y muchas veces pronto desaparecía uno.
Una vez tuve la genial idea, para evitar los escalofrío que me producían los calcetines viudos, de echarlos en el momento en que descubría que faltaba uno. Pero eso me trajo una sensación de horror, cuando un día al abrir el cajón, había regresado el calcetín desaparecido, pero ya era tarde. Con mi decisión estaba condenado a vivir solo en mi cajón.
Como coño, se escapan mis calcetines del cajón. Porque siempre tengo una interminable colección de calcetines viudos. ¿Se escapan a otra dimensión? ¿Se suicidan al no poder soportar los olores que desprenden los sudores de mis pies? ¿Es que algo paranormal ocurre que los secuestran? ¿Por qué nunca se van en pareja? ¿Es eso una señal para decirnos que el hecho está ocurriendo?
No tener respuesta a tantas interrogantes empezó a darme pánico. Empecé a tratar de encontrar alguna forma para evitar que ocurriera este hecho. Pero todos mis esfuerzos han sido baldíos. Incluso he dedicado un cajón de mi armario para depositar los calcetines viudos.
Trato de no abrir este cajón aterrador, pero por mucho que me esfuerzo, siempre a los pocos días aparece un nuevo ejemplar que se integra a la familia de solitarios.
Un día sorprendí a mi mascota, que se llevaba uno en la boca, pero donde lo ponía, ¿Se lo comía?. Regalé a mi mascota pensando que era la culpable, pensé entonces que el terror desaparecería, pero siguieron apareciendo nuevos calcetines viudos.
Decidí comprar en adelante varios pares de calcetines iguales, para tener parejas de reserva, pero de nada me valió. La familia sigue aumentando.
Hoy estoy perplejo, se me ocurrió contar la cantidad de calcetines viudos que hay en mi cajón y me quedé estupefacto: Eran 666. Esto es la fecha del nacimiento del anticristo. Grité de horror y salí de mi casa y no paré hasta la consulta del psiquiatra.
No había empezado a conversar con el doctor, cuando de reojo miré a sus pies y vi que tenía dos calcetines de diferente color.
Aterrado me largué, el problema no es solo mío, está afectando a toda la humanidad. Parece que todos padecemos del sindrome de la búsquedad del Principe Azul y eso nos deja como a los calcetines en la más terrible soledad.