Historia de Eva- 6
Dos tipos del pub de intercambio consiguen encular a mi niña, que es cada vez menos capaz de resistirse
HISTORIA DE EVA-6
La levanté y la acompañé al lavabo. Me quedé en la puerta, esperando, hasta que escuché unos gemidos ahogados en el interior. Recordé entonces que eran unos Baños mixtos, e intenté pasar, pero la puerta estaba cerrada.
Golpeé una y otra vez hasta que el tipo de la pista abrió asomando la cabeza.
- No molestes!!! –me soltó con descaro.
- Mi esposa, está ahí, quiero verla –le contesté, intentando empujar la puerta sin conseguir abrirla ni un centímetro más.
La escuchaba jadear, de forma descontrolada. El tipo se movía de tal manera que supe que se la estaba follando, a ritmo lento ahora, con gemidos más agudos de mi niña cada vez que él empujaba hacia delante. Intentó cerrar la puerta, pero me interpuse y en el forcejeo pude atisbar la melena de Eva, tapándole la cara. Se apoyaba en la pared, con el culito en pompa, entregado, soportando las embestidas.
- No me la folle más, por favor –le supliqué- deje que venga conmigo.
- Y dejar a esta zorrita a medias? –se rio en mi cara- anda, vete a la barra y tómate una copa a mi salud.
Seguí escuchando los gritos de mi nena hasta que llegué a la zona de la barra. Juan y Carlos no estaban, se debían de haber hartado de esperar o estarían recorriendo el pub. Pedí un cubata y eche un largo trago para tranquilizarme. Me sentí ridículo por mi comportamiento: había dejado que se la follara en la pista y me comportaba después como un necio. Comprendí que lo que me humillaba es que se la estuviese tirando a mis espaldas. Sentí de nuevo ese apretujón en el estómago.
Tardó más de 20 minutos en regresar. Se había arreglado el pelo y la ropa, aunque tenía desabrochado un botón de más en la blusa, como exhibiendo el canalillo. y se había pintado de nuevo los labios. El tío venía detrás, pero se fue con su amigo, el mirón. Era más joven de lo que pensé inicialmente, unos 40 años, muy mal llevados en su barriga cervecera.
- ¿Lo has pasado bien? –pregunté a mi esposa en tono desabrido en cuanto se acercó.
- Lo siento…de verdad…, me pilló por sorpresa… -no me miraba a los ojos, en actitud claramente avergonzada mientras continuaba- me estaba lavando la cara cuando salió de uno de los servicios, y no le vi hasta que me sujetó por detrás.
- Me preguntó si había ido siguiéndole, buscando más rabo –siguió recordando, con la mirada perdida-, y me lo apoyaba en el culito mientras me sobaba las tetas. Es…un…cerdo. Me levantó la faldita con una mano y me separaba las nalgas, frotándose contra mi. Intenté resistirme, pero….
- Pero qué? –pese a mi tono, sentí que mi pene se endurecía de nuevo en el pantalón. Ella también lo notó y siguió con más seguridad.
- Me la puso en la entrada y yo estaba muy mojada. Me obligó a pedírsela…, le dije que no pero insistió mientras me frotaba hasta que lo hice. Le supliqué que me empalara. Cuando llamaste a la puerta me puso una mano en la boca y me la clavó. Mi vida, me llenaba. La tiene muy gorda y cuando abrió yo ya no era capaz de separarme, aunque él me lo hubiera permitido.
- Te corriste?
- Sí… dos veces…, la segunda cuando me echó su semen en las tetas. Y luego me obligó a limpiársela. –Mi nenita me abrazó, y me miró a los ojos al notar mi dureza.
- Ya veo que te excita que se hayan tirado a tu mujercita…. mmmmmm –prosiguió- me dijo que la próxima vez me iba a romper el culito.
Tenía una sonrisa traviesa, y supe que si seguíamos allí iba a dejar que cumpliera su promesa. Miré al tipo. Estaba alardeando con su amigo. Los dos miraban a mi nena con ojos de lobo. Entonces me sorprendí a mí mismo
- Tomamos otra copa?
- Como tú digas –asintió.
- Estos se han ido –le comenté refiriéndome a Juan y Carlos mientras le daba la vuelta, poniéndola de frente al tipo que se la había tirado. Me acomodé para colocarle mi polla entre las nalgas, incitándola.
- No importa
- Y tú quieres que te encule? –le pregunté al oído, mientras le lamía la orejita.
- No… No sé… no…no lo hice nunca… me va a doler –pero le miraba con los ojos entrecerrados.
Observé yo también a los dos tipos cuando metí la mano dentro de su blusa, acariciándole la barriga, pero dejando que el pulgar le recorriera el nacimiento de los pechos. Mi nenita gimió, dulcemente, meciendo el culito contra mi polla.
- Mmmm…mi amor…me estás poniendo…muy …caliente… mmmmmm.
El follador se acercó entonces a nosotros, seguido de su compinche. Cuando estaba a solo dos metros de Eva se tocó el paquete por encima del pantalón, como para acomodárselo, mirando a mi nenita a los ojos con lascivia.
- Perdonad, pero no me he presentado debidamente –comentó con una sonrisa en los labios- Soy Pepe, éste es Luis, un compañero.
- Hola…yo soy Javi, ella es Eva, mi esposa –fui aún más consciente del movimiento de las tetas de mi niña al respirar, con todo su cuerpo en tensión.
Pepe me dio la mano, una mano fofa, pegajosa, desagradable, aunque no tanto como la de su amigo. A Eva le acarició la cara en un gesto posesivo.
- Tu y yo ya nos conocemos en profundidad, verdad? – mi mujer asintió con la cabeza. La tenía totalmente sometida.
- Luis –continuó el chulo- no saludas a la señora? – el aludido se adelantó entonces y la sujetó de la cintura para darle dos besos, el segundo muy cerca de los labios.
No apartó la mano al retirarse, ni mi niña hizo nada para quitársela de encima. Eran dos macarras que ni soñando habrían podido esperar levantarse a una mujer como la mía y ahí estaban, mirándola con la clara intención de volver a usarla.
No lo pensaron mucho, y sorprendentemente fue Luis quien propuso dar una vuelta por el pub, “para ver el ambiente”. Atrajo a Eva de un tirón, suave pero firme y ella se dejó llevar con docilidad. La condujeron flanqueada por un pasillo, y yo les seguí como un comparsa.
Pasaron por la parte de los mirones, donde vimos antes como sobaban a una chica pegada a los barrotes. Había cinco o seis hombres, tres de ellos marroquíes, esperando una nueva presa. Se acercaron a toquetear a mi esposa cuando pasaba. Ella eludía las manos, pero no pudo evitar un severo magreo de sus tetas y los ansiosos estrujones en sus nalgas. Me miró, como asustada, con la carita colorada.
Pero la pareja de chulos buscaba otra cosa. Nos llevaron a una sala presidida por una cama enorme, de la que colgaban cuatro cadenas terminadas en unas esposas. Eva intentó retroceder al verlas, pero Luis la retuvo, con una seguridad pasmosa. La tiró sobre la cama y, pese a sus débiles intentos de evitarlo, en pocos segundos tenía colocadas las cuatro esposas, inmovilizándole manos y piernas. Ni siquiera se molestaron en desnudarla.
- Quieta, putita, vas a ver como disfrutas –le susurró Pepe mientras se inclinaba entre sus piernas, abiertas como en un sacrificio ritual.
- - No…por favor…nooommmmmmm.
Las protestas se fueron haciendo más débiles en cuanto metió la cabeza entre sus muslos y empezó a lamer, como si se comiera un helado, apartando el tanga con los dedos. Pronto fueron suspirosos ahogados, que se incrementaban a medida que el chulo aumentaba el ritmo, haciendo ruidos exagerados con la boca. Mi nena pasó a jadear de forma descontrolada en el momento en que le introdujo un dedo, sin dejar de masturbarla con la lengua endurecida con movimientos rápidos sobre su clítoris.
Eva levantaba la pelvis, buscando el contacto de esa lengua, que se movía cada vez más deprisa en su interior. Le sobrevino un orgasmo brutal. Vi como se sacudía su vientre en espasmos eléctricos. Las tetas le bailaban libres dentro de la blusa. Mantenía los ojos cerrados, y los gritos de placer inundaban la estancia.
Luis aprovecho su entrega para pasarle el glande de una polla corta pero muy gruesa por los labios. Mi mujer los mantuvo cerrados obstinadamente, mirando ese capullo violáceo con los ojos muy abiertos, pero resistiendo hasta que Pepe llevó el dedo mojado a su culito virgen. Entonces abrió la boca para gritar y Luis aprovechó para llenársela de polla en un movimiento coordinado con el de su amigo.
Me acerqué y puse mi mano sobre la suya. La aferró mientras tosía: pero las arcadas fueron sustituidas por gemidos descontrolados cuando Pepe empezó a sorber su clítoris como si fuese un helado. Arqueó el cuerpo para facilitar el acceso al mamador entre las convulsiones de un nuevo orgasmo, ahogados sus gritos por el pedazo de carne que le follaba la boca.
Luis se había colocado erguido a su lado, metiéndole el rabo desde arriba, obligándola a tragar, con una mano en su nuca y la otra estrujándole las tetas con fuerza. Mi mujercita le miraba, con lágrimas en los ojos, sin resistencia. Dejándose usar, acariciando el glande con los labios para volver a tragar todo ese rabo hasta los huevos, en un martilleo incesante.
Yo permanecí arrodillado junto a la cama, atónito al ver con qué facilidad la sometían. Se aferraba a mi mano mientras chupaba ese rabo, y noté su rigidez cuando Pepe le ensartó un segundo dedo en el ano, ensanchándola. Supe entonces que iba a encular a mi niña sin remedio y me corrí como un adolescente, sin tocarme.
Fue simultáneo al cerdo que le follaba la boca entre bramidos.
- Toma puta!!! …, toma leche!!!… Traga aaahhhhhhhhhhhhhhh
Y mi esposa le obedeció en actitud sumisa, la garganta inundada de semen. Me miro entonces como con pena mientras tragaba con dificultad. Un espeso goterón de lefa le caía por los labios. El tipo se apartó bramando, dejando en su retirada que su palo golpeara las mejillas de mi niña.
- Joder, esta zorra es una ventosa.
Le quitaron entonces las esposas, pero cuando intentó incorporarse Luis le dio la vuelta, manejándola como si fuese una muñeca. Le colocó una almohada bajo el vientre, para levantar el culito. Me fijé entonces en que los marroquíes estaban asomados a los barrotes, babeando como perros salidos sin perder detalle de la escena.
Eva me miró, desvalida, con los ojos llorosos cargados de lujuria.
- Mi vida…dile que por ahí no…por favor..mmmmmm
Su protesta terminó en un gemido ahogado cuando le pasó el glande por el coñito, humedeciéndolo con sus fluidos. Le introdujo el cabezón, en un movimiento lento, haciendo que mi niña entrara en una espiral de orgasms continuos. Me aproximé para besarla en los labios, contraponiendo la dulzura a la brusquedad de su amante, que empezaba a presionar en su ano. Sentí sus gemidos en mi boca.
- Nommmm….nommmmm…ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh
El cerdo la clavó entonces el culito de un solo empujón potente. Mi esposa escapó de mis labios para mover la cabecita de un lado a otro. Su cuerpo estaba rígido, acostumbrándose a ese pedazo que la llenaba.
- Me duele..ohhhmmmm…me duele…mmmmmmmmmmmmmmmm
Se mordió la mano para acallar un grito cuando Pepe sacó su rabo lentamente, para encularla de nuevo en otro caderazo brusco. La tuvo así unos segundos, completamente empalada, antes de repetir el movimiento. Tenía los pezones como piedras, y Luis se apresuró a estirárselos con los dedos mientras Pepe bombeaba con parsimonia, bufando en cada embestida.
- Ufffff, qué estrechita es la perrita –exclamó con una sonrisa en la boca mientras la clavaba de nuevo hasta los huevos aumentando la cadencia de sus penetraciones.
Le di la mano, y ella la aferró con fuerza, mirándome sin ver, concentrada en el palo que la sometía. Poco a poco, con cada clavada, los gemidos cambiaron de dolor a placer. Pepe la sujetó de las caderas y se quedó quieto dentro de mi nenita, que empezó a mover en círculos su culito.
- Ahhhmmmm…nommmm.nommmmmmmmm…mmmmmmmmmmmm,,,, ohhh…si..siiii…siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Vi como a cámara lenta a Luis castigándole las tetas, y a los moros pajeándose con frenesí con cara de posesos, y fui consciente del instante en que echó una mano hacia atrás, para abrirse las nalgas, facilitando su empalamiento. Pepe reanudó el bombeo, azuzado por los gritos de mi esposa, que seguía su movimiento como una perra en celo.
- Cabron…ahhh.damela…ahhhhhhhhhhhhhmmmmmmmmmmm…asiii….asiiiii
La escena era electrizante. Eva estaba como ida, pendiente solo de la polla que la taladraba, los ojos en blanco, y él aceleró sus embestidas, convertido en un auténtico salvaje. Mi niña se corrió cuando le pegó el primer azote en las nalgas y vi como iba doblando la cabeza hasta morder la sábana, el culito en pompa, convulsionándose en un orgasmo brutal.
- Toma, puta.. toma –gritaba Pepe con cada azote, contestado con gemidos quedos de mi esposa.
- Déjala –intervine aunque tenía la polla como un palo- vas a destrozarla.
- No…no….mmmm…sigue…ahhmmmmm –contestó ella- maaaassssssss
La tuvo así varios minutos, ante mi mirada estupefacta y los ojos de lujuria de los moros, atentos a los movimientos de las nalgas, enrojecidas por los cachetes.
Entonces se corrió él, soltando un chorro de semen en la espalda de Eva que le llegó hasta la nuca. Mi nenita se estremeció entre gemidos con cada chorro, temblando sin fuerzas. El cerdo se la guardó, muy ufano, y se retiró con su colega mientras yo la abrazaba, besándole con dulzura en los labios.
(continuará)