Historia de Eva- 4

Carlos se presenta a tomar el aperitivo con un amigo. Pero el aperitivo era mi mujercita.

A los pocos minutos Carlos salió de la habitación, se escuchaba el ruido de la ducha.

-      Tu “nena fiel” tiene un coñito de terciopelo, jeje –se veía triunfante, un macho alfa que había marcado como propio el territorio de un rival- mañana os haré otra visita.

Le vi marcharse con un sentimiento de rabia y de impotencia, y fui al dormitorio. Eva salía del baño, secándose el pelo con una toalla. Estaba radiante, aunque en su mirada había un atisbo de inseguridad.

-      Mi amor…, perdóname…, es demasiado fuerte…, no le soporto…, me repele, pero cuando me toca siento que…, me derrito – intentó explícame, como buscando las palabras para no herirme.

-      Lo sé. Debería haberlo cortado yo.

-      No habrías podido…., me tenía…, dominada –confesó. Mi mente decía que no, pero mi cuerpo fue suyo desde el momento en que empezó a tocarme.

-      Te has enamorado de él? –le pregunté con un nudo en el estómago que casi no me dejaba respirar.

-      No – fue rotunda- me parece un tipo despreciable, pero es…, imparable…, despide una energía sexual que no sé resistir.

Fuimos a la cama. Le confesé que me había corrido tres veces mientras la veía con ese chulo y pareció tranquilizarse cuando insistí en que era algo que habíamos decidido los dos, que no había reproches por mi parte.

Pero cuando intenté tocarla me respondió con un gemido:

-      Mi vida, me duele – la abracé resignado y me quedé dormido a los pocos minutos.

A ella le costó más conciliar el sueño, y lo tuvo agitado, nervioso. Me despertó con un beso en los labios, suave, muy dulce.

-      Te quiero – dijo, y sin dame tiempo a reaccionar se levantó a preparar el desayuno.

-      ¿Cómo estás? –le pregunté mientras masticaba una tostada.

-      Bien…, no sé…me siento rara…, fue muy fuerte lo de anoche, me sentí usada y…

-      Qué –la animé.

-      Me excitaba cuando me insultaba, creí que venía cada vez que me llamaba putita.

-      Siempre ha sido muy dominante….

-      Pues a mí no me gusta que me dominen así. Ya lo sabes.

A eso de las dos sonó el teléfono. Lo cogió Eva, y me hizo un gesto advirtiéndome que era Carlos. Pensé que no estaba dispuesto a soltar a su presa y cogí el telefonillo auxiliar.

-      Hola putita, te has recuperado ya?

-      Yo sí, y no soy ninguna putita – le contestó, pero su tono no era firme.

-      Claro, claro, zorrita –se burló- Estamos tomando una cerveza, ¿os apuntáis?

-      ¿Con quien estás?

-      Con Juan, un amigo… tiene muchas ganas de conocerte. Jeje

-      Qué le has dicho?

-      Nada…, nada…, jejeje. ¿Bajáis o subimos nosotros?

-      Es que…no estoy vestida…

-      Mejor…, jejeje, entonces subimos –colgó sin esperar respuesta. Eva se me quedó mirando.

-      Voy a…, ducharme –y se metió corriendo en el baño. Me preguntó que se ponía, y yo le contesté que le dejaba la ropa sobre la cama.

Cuando salió estaba deslumbrante. Me quedé admirándola. Le había elegido un camisón transparente, blanco, que se cerraba con unos lacitos, el que utilizábamos siempre que queríamos jugar. Le cubría apenas el culito. Por encima llevaba la bata de seda de anoche, atada solo por la cintura, de manera que insinuaba más que enseñar.

-      ¿Querías verme así?. – preguntó, mirándome muy seria- Sabes lo que van a pensar, ¿verdad?

Me levanté para besarla, y metí una mano bajo su bata. Tenía los pezones empitonados. Se los acaricié con la palma de la mano mientras le contestaba.

-      Claro…, y no parece que te importe –llevé la lengua a su cuello, provocándole cosquillas y luego a su oreja. Se la lamí mientras le susurraba.

-      Quiero ver como se calientan mirándote, quiero verles babeando por ti. Pero no vas a dejar que te follen, al menos ahora. Anoche fuiste muy mala, y hoy estás castigada. Promételo.

-      Sí…, lo prometo –aunque en su voz había un deje de inseguridad.

En ese momento llamaron a la puerta. La mandé abrir, mientras yo iba a la cocina a preparar algo. Tenía la polla a punto de reventarme por la excitación. Les escuché

-      Ves lo que te decía, Juan? –escuché a Carlos- ¿verdad que está para comérsela?

-      Sí, es una “nena” preciosa –la voz sonó ronca, madura, y esa forma de decir “nena”…, era como si la estuviese llamando puta.

-      Gracías…, señor - balbuceó Eva, con la voz aniñada.

-      Y muy bien educada.

-      ¿Dónde está Javi? –preguntó Carlos.

-      Preparando el aperitivo –contestó ella

-      ¿Cerveza, vino blanco o vermut? –pregunté de la cocina, pese a que me pareció escuchar a Juan que el mejor aperitivo lo tenía delante.

No hubo respuesta. Me asomé para insistir desde la puerta, pero me quedé mudo con la escena. Carlos morreaba a mi niña con entusiasmo, mientras le masajeaba las tetas a dos manos por encima de la bata ante la mirada divertida de su colega, un tipo enorme, de unos 50 años.

Eva intentó apartarse al principio, con sus dos manitas en los hombros del acosador, pero fue dejándose llevar a los pocos segundos, y terminó por aceptar la lengua en su boca.

-      Hola, Javi…, estaba saludando a tu mujercita como es debido, jejeje –se regodeó- te presentó a Juan, un buen amigo.

-      Hola – le contesté ausente, mirando el rosto de mi niña, que bajó la mirada avergonzada. Jadeaba y tenía las mejillas sonrosadas.

-      Nos traes un vermut?

-      Claro. –me di la vuelta aunque clavó otro aguijonazo cuando me retiraba.

-      Eva, no saludas a mi amigo? – no me volví ni siquiera cuando noté que no contestaba. Me fui sintiendo el silencio solo roto por los gemidos ahogados de mi nena.

Tardé un buen rato en preparar la bandeja, me sentía como un imbécil que, además de permitir que usaran a mi esposa, servía a los corneadores. Pero les puse la bandeja encima de la mesa.

No me hicieron ningún caso. Carlos jugaba con los lacitos del camisón, dejando que sus nudillos rozaran los pezones de mi mujer, que permanecía muy quieta, con los ojos cerrados, gimiendo con la boquita entreabierta. Juan le mordisqueaba la nuca, y le acariciaba uno de los muslos, por debajo de la bata.

Eva mantenía las piernas cerradas, y había colocado una mano sobre el brazo del invasor, frenándole. Pero se la llevó a la boca para ahogar otro gemido cuando Carlos le pellizcó los pezones entre dos dedos. El aprovechó para subir por su pierna, abriéndola. Apartó el tanga con el pulgar e inició un movimiento circular de frotación.

Mi niña se abrió entonces lo justo para que el invasor jugara en su intimidad con toda comodidad. Boqueó cuando le introdujo el dedo hasta el primer nudillo, y Carlos tapó sus gemidos metiéndole la lengua en la boca.

Lo veía todo a cámara lenta. Escuchaba como ausente los chapoteos de Juan en el coñito de mi nena, entrando y saliendo metódicamente, ahora con dos dedos. Carlos soltó uno de los lacitos, y accedió directamente a sus tetas. Las amasaba, lentamente, juntándolas. Con la otra mano impulsó levemente la cabeza y Eva descendió obediente, entre gemidos cada vez más fuertes.

Fue ella quien sacó la polla del pantalón. Lamió el prepucio, como si fuese un helado y se la introdujo lentamente en la boca, abriéndola desmesuradamente. Juan se sacó la suya. Era una morcilla, más corta que la de su amigo, pero mucho más gorda.

-      Esta putita se está corriendo, me encharca los dedos –se carcajeó.

Era cierto, mi esposa jadeaba entre gemidos entrecortados, chupeteando la polla que se le ofrecía, con una manita dentro del pantalón abierto, acariciando los huevos de su amante. Movía la pelvis en movimientos convulsos, aceptando los dedos de Juan, que la follaba con la mano con frenesí.

Carlos puso las dos manos en el respaldo del sofá, con los ojos cerrados, sintiendo el roce de los pezones de mi niña en sus muslos. Eva subía y bajaba la cabeza con entusiasmo ya consiguió que en dos minutos le eyaculara en la boca.

-      Puta…puta…tomaaaa¡¡¡¡¡¡¡

Tragó. Todo, y le miró a la cara con cara de deseo, entre jadeos profundos. Juan la sujetó entonces de los pelos y la atrajo hacia sí. Le pasó la mano empapada de flujos por los labios y vi como ella la lamía, con desesperación, con las tetas moviéndose con cada respiración.

-      Al abrevadero, zorrita – le ordenó y mi esposa se inclinó con diligencia. Pero no le cabía en la boca. Se obligó a abrir las mandíbulas al máximo, y solo podía acariciar con los labios e comienzo del capullo. Entonces lamió, con desenfreno, mientras pasaba sus manitas por el tronco hinchado, masturbándole.

No le duró mucho, en pocos minutos el tipo bufaba, estrujándole las tetas con una mano mientras pasaba la otra por su coñito desde atrás. El primer chorro de leche le manchó el pelo. Salía a borbotones, y terminó con toda la cara embadurnada.

Vi con asombro como la manejaba como si fuese una muñeca para ponerla en posición inversa, con las piernas abiertas en torno a su cabeza. Eva se quedó rígida unos instantes, cuando empezó a sentir una lengua áspera en su cueva. Oprimió la polla aún rígida con sus labios, mientras el tipo pegaba rápìdos lametones, provocándole jadeos incontenibles.

-      Que bien sabe esta zorrita –exclamó sonriente- es el mejor aperitivo de los últimos meses –siguió, provocando espasmos en mi niña, que se retorcía jadeante, en pleno orgasmo. Yo me corrí sin tocarme, manchando mis pantalones para recochineo de los dos.

Dejó entonces que mi esposa se deslizara hasta el suelo y se tomó su vermut de un trago.

-      Vamos a comer, Carlos, se me ha abierto el apetito.

Carlos también se levantó para seguir a su amigote. Desde la puerta se despidió con un hasta luego putita, y luego s dirigió a mi.

-      Estaremos a partir de las siete en el  E…, cerca del pirulí.

(continuará)