Historia de D. Juán Manuel
Historia de como D. Juán Manuel Gálvez Mediavilla de Ortigosa pasa de héroe a villano. ¿O es al revés?
Don Juán Manuel Gálvez Mediavilla de Ortigosa, ilustrísmo miembro de varios comités científicos y habitual ponente en los más renombrados congresos de química. Esta era la presentación que figuraba en los programas de eventos científicos a los que Juán Manuel acudía.
Para Doña Fernanda Odriozola Rodriguez de la Lama, marquesa viuda de Ortigosa, Juanito, su nieto, era un cabeza loca que a sus 30 años aún no estaba casado, y eso que ella ya le había presentado a varias hijas de gente de alcurnia con infructuoso resultado. A veces se consolaba sabiendo que su querido nieto Juanito se debía a sus estudios, y quién sabe si algún día los Mediavilla de Ortigosa tendrían además de títulos de nobleza un Nobel entre sus vástagos.
Para el grupo de amigos que se reunían cada sábado en el club de golf, Juanma, además de bien relacionado a nivel social era un joven elegante, educado y de buena familia de siempre, si bien un poco tímido, motivo por el cual, suponían, aún no tenía pareja, a pesar de que varias de las chicas solteras del grupo le pretendieran e incluso con algunas hubo acudido en alguna ocasión a varias fiestas. No cabe duda de que un caballero que viste siempre trajes hechos a medida, zapatos de las mejores marcas, camisas claras y corbatas adecuadas a la ocasión, además de medir 1:81 iba a resultar atractivo a jovencitas de buena posición. La única pega eran las incipientes entradas en su cuero cabelludo, aunque al llevar el pelo engominado no resultaban antiestéticas e incluso le daban un aire más serio.
En la empresa minera de la que D. Juán Manuel Gálvez era consejero, además de hijo del mayor accionista, las opiniones no eran tan unánimemente favorables. Cierto es que en los despachos de las plantas más altas del edificio que era la sede central, la opinión acerca de él era inmejorable. Había incluso algún subordinado que le veía dirigiendo alguna empresa del IBEX en poco tiempo, y por supuesto, así se lo hacían saber a él y a su padre D. Leopoldo Gálvez e incluso a su tío, D. Emilio Gálvez, también consejero y segundo accionista de referencia.
Sin embargo había gente envidiosa y malencarada que sugería que los puestos en comités científicos y demás adornos que figuraban en el curriculum de D. Juán Manuel Gálvez estaban costando muy caros a la empresa y que parte del declive en el que estaba se debía a que ese dinero procedente de subvenciones a la minería no hubiera ido a inversiones más productivas y evitar el ERE que hace un año supuso el despido de 120 empleados. Corrían incluso rumores de que las ponencias tan brillantes que daba las habían escrito ingenieros a nómina de la empresa ya que D. Leopoldo había pagado cada una de las notas que su hijo obtuvo en la carrera haciendo consejero de la empresa al Decano de la facultad de Quimicas.
Pareciera que la vida de Juán Manuel estaba escrita. En unos años se casaría en Los Jerónimos con una guapa rubia, hija de una familia pudiente, años más tarde tendría alguna querida y posiblemente se divorciaría, le salpicarían un par de escandalos por chanchullos financieros convenientemente tapados por los amigos de algún juzgado, o de la prensa o políticos, probablemente tuviera que operarse el tabique nasal y por último, con 60 años, se pasearía por Marbella con una jovencita de la mano.
Es decir, lo que se espera de cualquier empresario de pro que se codée con políticos, salga en páginas de diarios económicos, viva al amparo del BOE y a veces vaya al palco del Bernabeu.
Pero no todo podía ser tan idílico. Camilo Vergara, amigo personal de Juán Manuel e importante cargo en el CESID, además de otros secretillos de empresas de la competencia, le había informado de que ciertos deslices suyos estaban trascendiendo, de los cuales, él no daba crédito, pero podrían manchar su prestigio.
La mala suerte se había cebado con él, pensó Juán Manuel. Porque, si bien su imagen era inmaculada, existía una cara oculta de la que sólo él creía saber. Y según las informaciones que le habían dado, ya no era tan privado.
Y todo, pensaba, porque hace unos años unas busconas se le habían ofrecido y él, inocentemente, había sido engañado y sucumbió a los encantos de esas putillas. A partir de ese momento, como una bola de nieve ladera abajo, los vicios y perversiones a las que le fueron tentando hicieron de Juán Manuel lo que en sus ambientes sería considerado como un depravado, si bien sabía que ni mucho menos era el único ni el que más lejos había llegado en perversión. Pero que se hiciera público podría resultar escandaloso y dar al traste con su buena reputación.
Estuvo tentado de poner al corriente a su padre de estos rumores por las implicaciones que pudiera tener de cara al resto de accionistas, pero podría darse la casualidad de que su padre nunca hubiera tenido ningún vicio oculto, aparte de alguna cana al aire, y no le comprendiera y encubriese. Respecto a su tío Emilio sabía que no habría problema ya que solía ser el que, en reuniones muy exclusivas, se hacía acompañar por señoritas alegres, y por tanto, se podía suponer que conocía esos ambientes bajos y corruptos. Aún así, decidió callar y atar los cabos sueltos por sí mismo.
Se debatía si cortar de una vez con su vida licenciosa y oculta, pero que tan buenos ratos le daba, o una vez más, sucumbir a las tentaciones y acudir al gabinete de Dómina Esther, llamar a Alejo, su chapero de más confianza o dejarse perder en los brazos y coño de Susi, la puta de lujo más pervertida de la ciudad.
-Voy a ser fuerte -se dijo en voz baja al tiempo que conducía su Audi de camino a su casa, situada en un lujoso edificio del barrio de Chamberí.
Aún así, en cada semáforo revisaba su agenda del movil.
"Tía Esther"... No, seré fuerte.
"Alejo_Chapas_metales"... Joder, que tentación... Pero no!
"Susi Sobrinita"... Menudo par de tetas... Por favor, Juán Manuel, sé fuerte! -se decía a sí mismo.
Tras ponerse el disco verde, un cláxon le sacaba de sus pensamientos alejando de él la tentación.
- Maldita sea. Todos los semáforos me pillan en rojo! -exclamó casi enfadado tras el siguiente disco rojo.
Como un acto reflejo, antes de llegar al semáforo que le detendría y le haría mirar su agenda de nuevo, giró por una calle antes de llegar al semáforo de modo que yendo por calles secundarias pudiera evadirlos, y con ello las tentaciones. Pero de nuevo la mala suerte se cebó con el pobre Juán Manuel. Y esta vez no era el semáforo sino varios vehículos que circulaban muy despacio por una oscura calle en la que en ambas aceras había chicas voluptuosas que dejaban poco a la imaginación. Veía como los conductores que le precedían a veces se detenían a hablar con ellas.
En este momento Juán Manuel estaba hirviendo por dentro. De nuevo notaba como las chicas que a pesar de no haberse acercado aún a su coche le estaban tentando.
- Menudas putas! Mira que yo no quería... y me tientan las muy cabronas -se dijo.
Diez metros más adelante, y pasados un par de minutos, Juán Manuel vió a una chica morena de pelo largo que sería de su altura, pero con dos tetas impresionantes y unas piernas larguísimas, embutida en un corpiño que apenas tapaba nada bajo un abrigo que colgaba de sus hombros hacia atrás dejando ver la mercancía. De repente, Juán Manuel cayó que esa era una zona que transitaban travestis. Esta fue la gota que colmó el vaso. Podía darse un último homenaje antes de cortar con toda esta vida de perversión, y estas chicas podrían darle todo lo que buscaba. Qué le podría faltar a una fiesta de despedida con chicas y pollas? Si! Que una de ellas al menos hiciera de Dómina para humillarlo como a veces le gustaba.
Abrió la ventanilla e hizo gestos a la morena para que se acercara.
- Mire, señorita. Necesito... -Juán Manuel dudaba cómo decirlo-, necesito... ¿cómo se lo explicaría?
La chica, ya de vuelta de todo, imaginaba que le pediría una buena polla, y sus 19cm bastarían, pero quedó, casi divertida, a la espectativa de ver cómo ese pardillo le pedía polla. Un par de cláxones avisaron a Juán Manuel que si quería debatir algún tema más allá de una rápida negociación debería aparcar en uno de los vados que había en la calle.
Y así lo entendió, avanzando con su coche unos 15 metros hasta apartarse de la calzada. La chica lo siguió, más que nada, por ver cómo el pobre pardillo lograba decir que quería ser enculado.
Juán Manuel se relajó un poco, ya que no era hombre de negocios tan a contra reloj y en estas lides sus contactos le servían de poco.
A ver, qué es lo que querías? -le preguntó la chica.
Pues verá, señorita, para un amigo, ehh! -trató de disculparse inútilmente-, me gustaría que me acompañaseis varias chicas. Necesito, eso sí, que una sea muy dominante.
Pues eso te va a costar una pasta -dijo la chica tratando de zafarse de lo que creía una burla.
Es una fiesta de despedida. El dinero no es problema -contestó con cierto aire de superioridad Juán Manuel.
Ahh! -dijo la chica imaginando una lluvia de billetes-. Y en tu coche? O vamos a otro sitio?
Juán Manuel nunca había llevado a su casa a nadie fuera de sus exclusivos círculos familiares o de amistades. De ningún modo podría llevar a una pilingui, y menos a varias, sin llamar la atención del conserje de su edificio. Eso sería inaceptable.
Pues, había pensado que otro sitio, pero no sé dónde podríamos ir.
Vamos a mi casa mismo, pero llevarte tres chicas te puede costar por lo menos 2000 euros -dijo la chica.
Ok, me parece bien -dijo Juán Manuel dando por cerrada la negociación.
Hala! -exclamó la chica, feliz de embolsarse las ganancias de una semana en una sola noche-. Espérame aquí un rato y vengo con unas amigas. Lo pasaremos bien. Por cierto, me llamo Patri.
Salió rauda a buscar a otras amigas para la fiesta. Por supuesto que no les contaría el importe que el pardillo iba a pagar, pero sí que se llevarían más de lo que solía ser su tarifa. Así todas contentas.
Mientras, Juán Manuel esperaba satisfecho en su elegante coche la que sería su fiesta de despedida. No fue consciente de que una señora mayor paseaba un pequeño caniche blanco por la acera hasta que no oyó como le llamaba degenerado y otras cosas que es raro escuchar a una señora con pelo cardado y teñido de rubio y un abrigo de pieles como el que llevaba.
Juán Manuel repasó mentalmente si le podrían conocer (no obstante estaba a pocas manzanas de su casa) pero se tranquilizó al no conocer de nada a esa señora.
Instantes después Patri, la chica con la que había negociado, tocó el cristal de su coche. Tras ella había otras dos chicas de aspecto similar y algunos metros más atrás en la acera, la señora que paseaba el perro que seguía mirando y refunfuñando.
Abrió el seguro de su coche y Patri abrió la puerta. Las otras chicas se distribuyeron en las puertas traseras y abriéndolas entraron el en coche. Se produjo un tenso silencio que rompió Juán Manuel:
- Y bien. Dónde vamos?
Patri le indicó que vivía en la calle Fuencarral y que podrían ir allí, pero tenía que hacer una llamada para ver si su compañero de piso estaba ocupado o no. Marcó con su móvil y tas una breve explicación y una ristra de monosílabos dijo a Juán Manuel de que no había problema y le dio la dirección aproximada informándole de un parking cercano.
Durante el viaje fue presentando a las otras dos chicas. Luna era la que tenía el pelo castaño claro. Vestía con una torera rosa, según se veía desde el puesto del conductor, y sus facciones parecían bastante femeninas. Tras Juán Manuel estaba Rosaura, que seguramente sería algo más masculina, a juzgar por su voz, ya que apenas podía apreciar más.
Patri, a su lado, que quizás era la que mejor cuerpo tenía, pensaba divertida lo que Juán Manuel le había dicho de que era para un amigo... ¿se referiría a su amigo entre las piernas? Nunca entendía esa tonta ingenuidad que algunos clientes tenían a la hora de negociar, pero era algo a lo que estaba acostumbrada.
Y tu como te llamas, guapo? -le preguntó Patri.
Victor Javier -dijo Juán Manuel tras un rato en el que se inventó un nombre.
Naturalmente, Patri sabía que, como con todos los clientes, era un nombre falso y Juán Manuel imaginaba que esas chicas no ojearían nunca un diario económico como para, en un futuro, reconocerlo y chantajearlo.
Llegaron al parking y después de aparcar el coche salieron los cuatro en dirección a la casa de Patri. Las chicas iban hablando entre risas y dando más voces de las que a Juán Manuel le parecían convenientes. Por otra parte esa calle por la que iban le resultaba conocida. Cuando llegaron a un portal que estaba abierto y con un interior bastante desvencijado y Patri dijo que habían llegado Juán Manuel preguntó extrañado:
Es aquí?
Aqui mismo. Le vas a dar la dirección a tu amigo? -preguntó Patri con sorna.
Ruborizado, Juán Manuel confesó que era él el homenajeado en la fiesta mientras comenzaban a subir por la escalera. Las voces de las chicas tapaban el chirriar de la madera de los peldaños. Juán Manuel pidió silencio a las chicas, para no despertar a los vecinos, dijo.
Por fin despues de subir dos plantas llegaron a una puerta en la que Patri metió la llave. La cara de Juán Manuel mostraba preocupación que Patri, y las otras chicas, interpretaron como los nervios previos a un encuentro de pago que muchos clientes mostraban.
Nada más entrar en la casa Juán Manuel sabía que en esa casa ya había estado y recordó que allí vivía un tal Manu, un antiguo chapero al que alguna vez acudió. Esperaba que ya no viviera ahí, pero por si acaso había que ser muy discreto.
A que habitación entramos? -preguntó Juán Manuel como asustado.
Ay! que prisas tiene -dijo Rosaura con claro acento brasileño.
Este quiere polla ya mismo -decía riendo Luna.
Patri se adelantó y abrió la puerta de un dormitorio. La estancia era... Era lo contrario a lo que Juán Manuel estaba acostumbrado en su día a día. Apenas 8 metros cuadrados y una decoración muy peculiar que no le gustó nada. Su expresión debió mostrar tal decepción que Patri interpretó como que era un sitio muy pequeño para una orgía de cuatro.
- Nada -dijo-, mejor vamos al salón, que aquí no cabemos.
Fueron guiando a Juán Manuel por el pasillo hasta llegar a una dependencia mayor y con una decoración que aunque escasa, era más funcional y moderna. Al menos, su última fiesta no tendía un escenario tan sórdido.
Para disgusto de Juán Manuel, el salón no tenía puerta al pasillo por lo que el encuentro con las chicas no era todo lo discreto que le hubiera gustado.
Patri dijo a las otras dos chicas que se fueran al baño a asearse un poco y mientras pidió el dinero a su cliente. Juán Manuel sacó una cartera y contó 10 billetes de 200€ entregándoselos a Patri que, sin contarlos, fue corriendo a un dormitorio a guardarlos diciendo antes a Juán Manuel que se desnudase.
En unos minutos las tres chicas estaban con él en el salón y ya estaba sentado en calzoncillos en el sofá. Mientras Luna se sentaba junto a él masajeándolo, Rosaura se iba desnudando sensualmente. Patri, que tomaría el lugar de dómina en la fiesta, tal y como Juán Manuel había pedido, se mantenía a unos metros.
Juán Manuel pudo apreciar que a pesar de haber nacido hombres, esas chicas tenian unos cuerpos esculturales e incluso dudó de que fueran transexuales.
Caundo Rosaura soltó su tanga, como un resorte, saltó hacia delante una polla morcillona de no menos de 18 centímetros, la cual movía su dueña a una lado y otro como queriendo despertar.
Vamos, esclavo, cómetela -dijo Patri a Juán Manuel que se sorprendio ya que no recordaba que había pedido que una de ellas fuera dominante.
Como lo de Victor Javier es mentira, te llamaré cerdito, que te pega más -dijo Patri muy autoritaria.
Se fue acercando a la polla de Rosaura y sacando la punta de la lengua la rozó. Algo debió de cambiar en Juán Manuel que en menos de 5 segundos tenía media polla dentro de la boca y pugnaba por tragar más. Toda su corrección y postureo social se había desvanecido al saborear una polla. Luna mientras le sobaba su polla que iba creciendo. Patri le hizo ponerse de rodillas para mamar a Rosaura, cosa que aprovecho Luna para despojarle de los calzoncillos blancos y muy clásicos que llevaba.
Juán Manuel chupaba los 20 cm de polla de Rosaura con fervor casi religioso al tiempo que Luna de pié a su lado ya completamente desnuda refregaba su polla contra su cara.
Frente a ellos, Patri seguía con el corpiño pero se había despojado del tanga, por lo que le colgaban 19 cm de carne que, con el espectáculo, estaban cogiendo consistencia.
Luna era la menos dotada de las tres ya que su polla apenas llegaba a 16 centímetros, pero estaba ya dura como una roca y abofeteaba con ella la cara de Juán Manuel mientras su boca engullía y sacaba el pene de Rosaura.
Patri, que se deshacía en insultos hacia Juán Manuel al que se dirigía como "cerdito" y éste se enardecía con cada uno de los insultos, llegó hasta él y agachándose y sin previo aviso comenzó a pellizcarle los pezones con fuerza al tiempo que con otra mano golpeaba, con no demasiada fuerza, sus testículos. El cerdito gemía con cada golpe y se aferraba más a la polla de Rosaura, la cual empezaba a dar muestras de correrse.
Luna apartó a Rosaura y ambas rieron de la cara de mamona viciosa que tenía el cerdito. Acto seguido, le echufó su polla hasta la garganta y el cerdito pudo seguir mamando al ritmo de los golpes que Patri le daba.
Le voy a reventar el culo -dijo Rosaura situándose tras el cerdito.
No -la frenó Patri- eso es cosa de la dómina. Ve comiéndole el culo.
Rosausa se agachó e hizo que Juán Manuel se inclinara un poco de modo que tuviera un mejor acceso a su trasero. La estampa de éste chupando la polla de Luna y con el culo en pompa era algo que hizo reir a Patri, que aún así siguió con su labor de castigarle los huevos y los pezones.
El buen trabajo de Rosaura logró que en unos instantes, los momentos que el cerdito se retiraba de la polla de Luna los provechara para exhalar un gemido antes de tragarse de nuevo la polla. Y en pocos minutos más, como la lengua de Rosaura entraba en el ano ya abierto del cerdito, comenzó a invadirlo con los dedos.
Juán Manuel estaba en la gloria, y aunque quizás le faltara algo de perversión, estaba gozando de su otro yo. En esos momentos no añoraba ser el empresario modélico sino que quería ser el objeto que esas putillas usasen a su antojo.
Sin apenas darse cuenta, tres dedos de Rosaura entraban y salían de el sin la menor oposición. Ésta hizo un gesto a Patri dándola a entender que el cerdito tenía el culo abierto y que se lo podía follar ya. Patri se levantó e indicó a las otras chicas que se retiraran un momento y al cerdito que se inclinara.
- Bien, cerdito, ahora vas a tener el honor de recibir mi polla. Ni se te ocurra correrte mientras te follo. Y vosotras -decía con sorna a las otras chicas-, observad como se folla a un puto cerdo.
Por sorpresa Patri dio una patada en los huevos de Juán Manuel que se elevó del dolor, pero de improviso, Patri le empujó hacia abajo y de un golpe le clavó la polla en el culo. Juán Manuel, tras el alarido por la patada en los huevos, dio otro segundo por el dolor causado por la invasión tan repentina de su ano.
Patri sacó su polla y de nuevo la introdujo pero más lento, permitiendo que el cerdito disfrutase con cada centimetro que le invadía. Repitió esa maniobra unas cuantas veces y los gemidos de placer de Juán Manuel llenaban la estancia. Rosaura y Luna, a un gesto de Patri, se fueron acercando blandiendo sus pollas y acercándolas para que el cerdito las mamase. Mientras pajeaba a una, chupaba con fruición otra, alternándose cada poco rato. Patri le tenía cogido por la cintura y percutía su ano casi con violencia llevando a Juán Manuel al éxtasis.
- Recuerda puerco que no te puedes correr -le dijo Patri.
Pero viendo que Juán Manuel no podía, o no quería, hacerla caso, se salió de él y durante un rato dejó su ano vacío para enfriarle un poco. Rosaura tomó su lugar y de un empellón le clavó la polla hasta el fondo, lo que causó que el cerdito diera un respingo, debido al mayor diámetro y longitud de la polla de Rosaura.
El juego siguió unos minutos igual: Rosaura taladraba al cerdito que mamaba y masturababa las pollas de Luna y Patri, hasta que debido a la excitación de éste hicieron otra breve pausa, en la que Luna aprovechó para sodomizarlo.
En esto estaban cuando la puerta del apartamento se abrió, pero debido al frenesí de la follada nadie se enteró hasta que Manu, el compañero de piso de Patri se asomó al salón.
- Vaya fiesta que tenemos montada aqui! -dijo.
Las chicas pararon en seco sorprendidas por la presencia de Manu, aunque dispuestas a continuar con la acción. Juán Manuel fue el que se quedó pasmado, e incluso rígido, por la sorpresa.
Seguro que al cerdito le gusta probar una polla más -dijo Patri, que no estaba muy segura de que su cliente quisiera ser follado por un hombre.
Y más si es una super-polla -dijo sin dar tiempo al cerdito a decir nada.
Juán Manuel estuvo tentado de decir que no, ya que Manu podría reconocerlo, pero aunque ya había probado esa polla en sus entrañas y le había encantado, el hecho de que lo reconociera le aterraba. Le pudo el deseo y se dejó hacer sin decir nada.
En un instante Manu estaba ya desnudo y enfilaba su polla a la boca del cerdito. Éste, sin levantar la cabeza para evitar ser reconocido, la tragó sin demora.
Tal y como la recordaba, pensó Juán Manuel. Una polla de no menos de 25 centímetros y dura como el acero. La líbido le crecía por instantes sólo con pensar que esa barra de carne le taladrase su ano, y debido a esto se la chupaba como si en ello le fuera la vida.
Que bien habéis enseñado a esta putita a mamar -dijo Manu satisfecho con la mamada que le estaban proporcionando.
Pues verás que culito más rico tiene -le contestó Patri.
Unos minutos más tarde que a Juán Manuel se le pasaron volando, Manu sacó la polla de la boca del cerdito y se dirigió tras de él apuntando a su ano. Las chicas estaban alrededor observando la escena al tiempo que masturbaban sus pollas. Realmente las estaba excitando ver como Manu iba a encular a un cliente.
Casi con una suavidad de amante, Manu fue introduciendo su pene en el culo de Juán Manuel, consciente de que su tamaño podría lastimar al que, al fin y al cabo, era un cliente. Centímetro tras centímetro Juán Manuel iba tragando la polla que le invadía causándole auténticas oleadas de placer.
Cuando los huevos de Manu chocaron con los del cerdito, y después de una brevísima pausa, comenzó el mete y saca a un ritmo cada vez más rápido.
Juán Manuel comenzó a gemir como una puta que pide más polla.
- Ahhhh, siii, dame polla, dame polla, dame polla... -decía loco de placer mientras las chicas animaban a Manu a darle más polla.
Por su parte a Manu le empezaba a parecer que de algo conocía a ese tío al que ahora se estaba follando. Esos gemidos que le parecían tan característicos, pero no recordaba de quién eran, ya que a lo largo de los últimos años se había follado a miles de tíos.
Las chicas taparon los gemidos del cerdito introduciendo sus pollas en su boca. En algun momento llegó a tener dos pollas en la boca. Por turnos, iban follando la boca del cerdito acompasándose con la enculada que le daba Manu y veían como el clímax crecía ya que todos estaban muy excitados.
Luna fue la primera que, tras dos metidas, descargó toda su leche en la boca del cerdito, que succionaba como si llevara meses sin comer. Cuando hubo limpiado todo su semen, Luna dejó el sitio a Rosaura, que también tardó poco en llenar la boca de Juán Manuel.
Aunque succionaba queriendo acaparar todo el semen para sí, la corrida de Rosaura fue tan abundante que algo se le escapaba por las comisuras de la boca.
Cuando Rosaura sacó su polla ya completamente limpia, Patri dijo al cerdito que la mirara atentamente y situándose frente a él se masturbó hasta que se corrió con fuertes chorros que dejaron la cara de Juán Manuel completamente llena de semen. Éste trataba con su lengua de rebañarlo, pero no conseguía llegar a todo.
- Déjatelo en la cara, que así tienes más pinta de puta -le decía Patri.
Al tiempo, Manu, animado por las corridas fue incrementendo el ritmo y la fuerza de sus embestidas. El cerdito cada vez gemía más fuera de sí hasta que estirándose un poco explotó dejando el suelo lleno de chorros de semen al tiempo que jadeaba.
Inmediatamente Manu se salió de él y se colocó para recibir una mamada y acabar en su cara o boca, ya lo decidiría.
Nada más tener la polla de Manu al alcance de su boca, Juán Manuel, de rodillas, la engulló como si del más delicioso manjar se tratara, recorriéndola con su lengua y apretándola con sus labios. Como ciertamente le estaba haciendo una mamada de campeonato, Manu tardó poco en notar que iba a correrse. Se separó un poco del cerdito y apuntó con su polla a su cara. Inmediatamente varios lefazos llenaron de nuevo la cara de Juán Manuel, desde la frente a la barbilla.
Justo en ese momento Manu recordó que el que era la diana de sus lefazos se trataba de un cliente de hacía unos años. Era un tipo con pasta pero muy vicioso que hacía a todo, incluso varias veces le pidió que lo mease.
Juán Manuel siguió extasiado boquiabierto mirando la polla que tanto le había hecho disfrutar y Manu, ordenándole abrir la boca, comenzó a orinar en ella al tiempo que se la introducía en la boca.
Las chicas, que por su trabajo creían haber visto de todo, quedaron sorprendidas al ver como el cerdito comenzó a correrse al tiempo que mamaba un polla que se orinaba en su boca.
Madre mía! que guarra más viciosa -decía Patri.
Pues a darla lo que quiere -dijo Rosaura.
Cuando Manu sacó su polla de la boca de Juán Manuel y aún chorreba orina de ella, Rosaura se situó con su ano cerca de ésta y tras un leve empujón de vientre comenzó a defecarle encima. El cerdito gemía mientras las chicas no paraban de sorprenderse como tragaba.
De repente se oyó en la puerta del apartamento un fuerte golpe y en cuestión de un par de segundos, tres policías entraron de sopetón en el salón dando el alto a voces y apuntando con sus armas. Tras ellos, entraron unos cuantos más y un par de flashes de cámaras resplandecieron.
Los componentes de la orgía se quedaron en pie paralizados con los brazos en alto a excepción de Juán Manuel, que seguía de rodillas con su polla aún chorreando semen y la cara empapada de lefa, orina y restos de la defecación de Rosaura.
Cuando la situación parecía controlada, hizo su aparición el comisario Fabio Valera. En ese instante, Juán Manuel comprendió que el mundo se le venía encima y recordó que el motivo de dejar de visistar a Manu fue que años atrás se vió envuelto en asuntos de drogas y eso le podría poner en un apuro.
Y ahí estaba el pobre Juán Manuel. De rodillas y vejado por varias travestis y un chapero, atrapado en medio de una operación antidroga.
Cabizbajo y vigilado por un policía, le permitieron ir al baño a asearse un poco. Minutos después, durante los cuales la casa fue registrada a conciencia, los componentes de la orgía estaban vestidos y esposados. Sus documentos de identidad sobre una mesa, la cual miraban con curiosidad los policías pues no se creían que una persona como D. Juán Manuel Gálvez estuviera envuelto entre traficantes de droga de tan baja estofa.
Diez minutos más tarde entró en la casa el conocido juez Fermín Bohorquez, destacado en todos los medios por destapar casos de corrupción en los que, por cuatro cosillas y alguna cuenta sin importancia en el extranjero, algún conocido de Juán Manuel había tenido problemas. Afortunadamente, habían puesto a buen recaudo sus dineros para que este juez no les hubiera desplumado.
Pero ahora era distinto. Y Juán Manuel, a pesar de saberse inocente de cualquier asunto de drogas, inevitablemente saldría a los medios. Y había fotos que echarían por tierra su carrera, prestigio y entorno.
Meses después, aunque algunos amigos de Juán Manuel trataron de tapar en lo posible el asunto y evitar que nada de eso llegara a la prensa, les fue imposible impedir que varias fotos en las que se veía la depravación de Juán Manuel fueran filtradas y distribuidas por internet. Una vez se difundieron las fotos, algunos de ellos dijeron conocerle de vista o directamente no haber tratado nunca con él.
Le llegaron cartas del club de golf en las que le informaban de su expulsión alegando defectos de forma en su solicitud hecha hacía ya varios años. Los amigos, que aún se reunían en el club, cuando recibían llamadas de Juanma o bien no cogían el teléfono o tenían dicho a su secretaria que le diese largas.
Doña Fernanda Odriozola sufió un infarto y creen en la familia que afortunadamente no llegó a saber que Juanito había arrastrado el buen nombre de los Mediavilla de Ortigosa por el más sucio de los barros. Su hijo, Sabino Mediavilla de Ortigosa, siguiente Marqués de Ortigosa y tío de Juanito, consiguió modificar la linea sucesoria de tal modo que Juanito quedara excluido de la misma.
Por su parte, D. Leandro Gálvez por el escándalo producido, se vió obligado, tras buscar acomodo a parte de los fondos de la empresa en una cuenta de la isla de Jersey, a cerrar la empresa. Lamentablemente más de 2000 empleados quedaron en la calle, pero vió que era un mal necesario para poder salvar el buen nombre de su familia. Incluso en estos momentos de dolor para la familia, hubo empleados ingratos que no comprendían que esto era lo mejor, a pesar de tiempo atrás ser los más convencidos de la carrera meteórica de Juán Manuel.
Joaquín Izaguirre parecía el candidato perfecto para cubrir el hueco que un arribista degenerado habia dejado en sesudos comités científicos. El joven Joaquín apuntaba alto, a pesar de tener aún varias asignaturas pendientes de su carrera que se le resistían, pero la generosa donación de su padre permitiría a dichos comités celebrar congresos en hoteles de más empaque en lugares más turísticos, lo que a buen seguro redundaría en la calidad de los ponentes que acudirían.
Y mientras, Juán Manuel, contrariamente a lo que pareciera, se sentía liberado. Pareciera que su vida se quedó plasmada como en las fotografías de la fatal noche. Obviamente, no renunció a los importes a que tenía derecho por despido según diversas clausulas blindadas, lo cual le permitía una vida acomodada y ya no sujeta a convencionalismos.
El recibir las disculpas públicas de parte del juez Fermín Bohorquez por la intromisión en su vida privada ya que nada tenía que ver en los asuntos de la operación de drogas, no supuso para él la vuelta a su entorno anterior, aunque esta metedura de pata hubiera apartado al juez de otros casos y hubiera honrados empresarios que estaban, secretamente, agradecidos a Juán Manuel y dispuestos a echarle una mano, con discrección, eso si.
Naturalmente, a lo que Juán Manuel no renunció fue a la indemnización por menoscabo de su honor.
Y hoy en día, un año después, Juanma, o cerdito, como le llaman la mayor parte del día, vive junto a Patri en el piso de la calle Fuencarral en el que, según él mismo dice, nació a una nueva vida. Su indumentaria ahora consta básicamente de pantalones vaqueros y nikis o sudaderas. Hace meses que se gastó su último bote de gomina y no ha vuelto a comprar más.
Esto, además, ha supuesto que Patri pueda subir en su escalafón, ya que ha aprendido modales junto a su cerdito y el nivel económico de sus clientes es mayor, aunque también la perversión de éstos, si bien su cerdito no deja de asombrarla.
Tanto Patri como él esperan que Manu salga de prisión y poder disfrutar de nuevo de su largo atributo aunque diariamente se consuelan entre ellos o bien invitando a amigas de Patri.