Historia de Corinne (2)
Al llegar hasta una gran puerta de madera maciza me detuve. Y esperé a que él, me indicara lo que debía hacer...
Al llegar hasta una gran puerta de madera maciza me detuve. Y esperé a que él, me indicara lo que debía hacer.
El, se limitó a empujar la puerta. Y entonces, pude ver a cuatro hombres sentados. Uno de ellos, sujetaba a dos grandes perros de los collares.
Al verme entrar, los soltó y los canes se aproximaron a mí, para olisquearme. Yo me quedé quieta y atemorizada.
Enseguida, los varones se pusieron en movimiento y se acercaron a mí, apartando a los canes. Mientras me sentía abstraida por ellos, Sir Arthur se había aproximado a mí y me había desabrochado el collarín, con lo que mi vestido cayó al suelo, quedando desnuda ante los presentes.
Me sentía muy agitada. Pero sobre todo tenía un gran terror en mi interior. Entonces, les vi hablar algo. Y de pronto, se acercaron a mí y me condujeron hasta el centro de la sala. Allí me dejaron de espaldas a ellos y de nuevo debieron de susurrarse algo en tono bajo, que no llegué a captar al no querer volver la cabeza.
Dos de los hombres, se pusieron cada uno a un lado mío. De reojo, pude apreciar, que cada uno sostenía una larga tira de cuero.
Uno de ellos me cogió la muñeca y circundó la tira varias veces y la anudó. El otro, enseguida repitió la operación en mi otra muñeca.
Me asaltaron todos los temores del mundo. Pero sobre todo, cuando un tercer varón, aproximándose por mi espalda, me puso una venda en los ojos.
Dejé de tener noción visual, pero no de sentir y escucharles murmurar entre sí. Me hicieron dar varios pasos hacia adelante. Y luego mis brazos fueron izados, hasta dejarme tensa y con las manos por encima de la cabeza.
Tan solo oía mi respiración entrecortada. No se cuanto tiempo permanecí en aquel silencio. El caso, es que de repente, sentí como todo mi ser se arqueba de dolor y calor. Algo me había desgarrado la espalda. No pude por menos que gritar ligeramente.
Cuando empezaba a razonar, de nuevo sentí el abrasador dolor en mi espalda. Esta vez, me descompuse y me agité y grité, desaforadamente.
Antes de que sintiera otra sensación del tipo de las anteriores, deduje, que me estaban azotando. Yo hice lo posible para desembarazarme de mis ataduras, pero no conseguí mas que hacerme daño en las muñecas. Me removí cuanto pude y grité como una loca. Pero parecía que nadie quería hacerme caso. Y poco a poco, fui relajándome y haciéndome a la idea de lo que me esperaba.
Sentía como el sudor resbalaba por mi piel, pero nada podía hacer para liberarme del castigo. Y por primera vez pensé mal de René y le maldije.
En estos pensamientos estaba, cuando cayó sobre mis nalgas el tercer azote. El dolor, fue ligeramente superior al de los anteriores golpes, ya que en esta parte del cuerpo, la sensibilidad esta mas a flor de piel.
Grité con todas mis fuerzas, hasta sentir dolor en la garganta. Y antes de que pudiera reaccionar, volví a sentir un nuevo golpe en las mismas partes.
Ya casi no me salía la voz. Pero no por esto dejaron de asestarme un nuevo azote. Esta vez en los muslos.
A pesar de mis gritos y lamentos, siguieron azotándome sin descanso, hasta que alguien lo cortó. Me sentía muy débil y además, desde hacía un buen rato, colgaba de mis muñecas.
Enseguida fui desatada y recogida por unas manos. Sentí como me transportaban unos pasos mas allá y me depositaban en el suelo, haciéndome permanecer de rodillas.
A los pocos instantes, sentí unas manos en la nuca. Alguien hurgaba en el ato de la venda. Y de repente, la venda cayó de mis ojos y pude contemplar a mis verdugos.
Sir Arthur, estaba allí y fue quien se dirigió a mí, diciendo .....
*** Corinne. Por tu propia voluntad estás aquí. Has de redimir con tu cuerpo los pecados y faltas de tu amante.
Pero lo que nos atañe ahora, es la forma y modos con los que has de vivir en esta casa.
Para empezar, te diré que desde el momento en que abandones esta estancia, pasarás a ser guardada y castigada por un verdugo.
Estás en esta casa, para que nosotros nos aprovechemos de tí. Tu cuerpo no nos importa lo mas mínimo. Y menos aún tus sentimientos, o los dolores que tengas.
Debes acatar las normas que imperan en esta casa y que te diré mas adelante. Pero sobre todo debes dejarte someter en todo.
Deberás ser humilde y agradecer cualquier cosa que se te haga, aunque no te apetezca, o sientas dolores.
Tan solo podrás hablar con tu carcelero. Y aunque aparezca aquí algún familiar, deberás guardar silencio.
Y ahora van las normas y castigos que imperan para tí. Pero antes te diré, que como has venido por favorecer a alguien querido para tí, los suplicios serán dobles.
1.- Desde este momento, tu cuerpo nos pertenece.
2.- No deberás mirarnos directamente.
El castigo por esta falta es de 50 azotes.
3.- Deberás tener en todo momento las piernas separadas.
El castigo por esta falta es de 80 azotes.
4.- No podrás hablar con nadie, salvo con tu guardián.
El castigo por esta falta es de 120 azotes.
5.- Debes favorecer a la persona que te someta, sea en lo que sea.
El castigo por esta falta es de 250 azotes.
6.- No debes oponerte a ningún tipo de petición. Ni siquiera, sentir ascos o poner malas caras.
El castigo por esta falta es de 500 azotes diarios, durante 15 días, totalmente desnuda, en un calabozo.
Ahora vamos a proceder a humillarte de una forma incruenta. Te ajustaremos un collarín multifunción y dos brazaletes. De momento te los pondremos de cuero con alma de acero. Como verás el collarín tiene una anilla y dos ganchitos por delante. Y por detrás un aro rígido. Los dos ganchitos son para que tus brazaletes puedan ser anclados al collarín.
Los brazaletes tienen la misma estructura frontal que el collarín. Estos aparatos te humillarán el tiempo que estés en esta casa, pero además servirán para atarte. Confío, en que sufras en exceso. Por otra parte, se te autoriza al lesbianismo y al masoquismo. Por último, solo deseo decirte que espero que te comportes como hembra adulta y aceptes tu actual situación y condición. Ahora, confirma que estás de acuerdo con las reglas.
*** Sí. Estoy de acuerdo en todo.
*** Estupendo. Ahora irás con tu carcelero. Te espera fuera. Pero antes te insertaremos el collarín y los brazaletes.
Me colocaron el collarín y los brazaletes, ambos de color negro. Y me ordenó ponerme en pie y caminar hasta la puerta.
Le obedecí y me incorporé. Al llegar a la puerta, me encontré con René al que abracé y lloré desconsoladamente en su hombro. Y ante una pregunta suya hablé. Enseguida, me di cuenta de mi torpeza y miré angustiada a Sir Arthur.
Entonces, con gesto benevolente, le oí decir .....
*** Corinne. Has incumplido tu promesa. Pero, dado lo raro del encuentro, te propongo que elijas una de las siguientes soluciones :
Aparecer en la fiesta de mañana.
Quedarte aquí con nosotros y recibir algunos tormentos por nuestra parte.
Ir a tus aposentos con tu amante y que él sea quien te aseste el castigo. Pero, en esta opción, nosotros estaremos presentes y además indicaremos la cantidad de azotes y el lugar a aplicarlos.
Ahora elige !.
*** Acepto la tercera opción.
*** Pues bien, que se cumpla. René, dispones de 2 días para azotarla. Ahora vete, Corinne, mas tarde verás a René.
Salí angustiada de aquel infierno. Pero me daba cuenta de que yo misma me iba hundiendo en el lodo.
Al salir por la puerta me encontré al que debía ser mi carcelero. Me dirigió una malvada sonrisa y me agarró las dos manos, poniendómelas a la espalda y engarzándolas. Enseguida me hizo caminar hasta llegar a una escalera. Yo me paré y le miré.
Entonces él, me indicó que hacia arriba. Le obedecí y comencé a subir nuevos escalones.
Al final de la escalera había un corredor, lleno de puertas.
Me indicó que me detuviera al llegar al cuarto marcado con el número 13. Abrió la puerta y me hizo entrar. Luego cerró la puerta y me explicó los mecanismos que debía utilizar para ponerme en contacto con él.
Estos contactos incluían, hasta el ir al baño. Después, me desenganchó los brazaletes y me los volvió a enganchar en el collarín, pero en la nuca. Y se fue y me dejó sola.
Estuve en pie mas de media hora y miraba por la ventana, el patio que viera por la mañana, en donde varias jóvenes eran golpeadas por algunos de los individuos que después había visto en la cena.
Cansada de esperar, me dirigí a la cama y me tumbé. Así era mas fácil esperar a que apareciera René.
Me sentía incómoda al tener las muñecas anudadas en la nuca, así que opté por permanecer tumbada bocabajo. Y aunque en esta postura no estaba lo suficientemente cómoda, causó el suficiente efecto, como para que me amodorrara. Y ya no recuerdo más.
Solo sé, que fui despertada de malas maneras por Sir Arthur. No sabía el tiempo que habría pasado. Me revolví en la cama y conseguí sentarme, para a continuación ponerme en pie.
Evité la mirada directa con Sir Arthur, pero fui buscando por lo bajo a René. No estaba allí y me dejó muy desconsolada.
Habría soñado lo de René ?. Me sentía desesperada, cuando de repente oí su voz. Por un momento estuve a punto de levantar la mirada, pero me corregí a tiempo.
A Sir Arthur le debió gustar aquella fuerza mía, para concentrarme en las reglas, pues me cogió la cara y la elevó hacia él. Aproveché para cerrar los ojos.
Entonces él, me correspondió con un apasionado beso, al que yo correspondí. Y el como doble agradecimiento me palpó los pezones con cierta euforia y frenesí. Luego bajó sus manos por detrás de mí y me abrazó con calor, hasta que por fin subió sus manos a mis anclajes y los soltó.
Yo no sabía que hacer con las manos. Decidí el dejarme hacer, sin intervenir activamente, salvo si alguno de ellos me lo pedía. Por otra parte me dolían los brazos por haberlos tenido que mantener en aquella postura.
Sir Arthur, decidió colocarme bocabajo. Y entonces pude respirar algo aliviada, al poder abrir los ojos. No sabía lo que estaban tramando, pero el caso es, que estando René cerca, me hacía sentir calor. Pero deseaba tanto el poder mirarle y besarle, que estuve a punto de gritar su nombre.
Entonces oí la voz de Sir Arthur ....
*** Crees, que estarás cómodo en este cuarto ?
*** No te preocupes.
Era la voz de René. Se quedaría conmigo ?. Esperé y seguí escuchando.
*** Ahora son las 2 de la madrugada. A las 7, empezaremos. De acuerdo ?
*** Lo que te parezca mas adecuado.
Oí como se alejaban todos, menos alguien que me acariciaba las nalgas. Yo rezaba por que fuera René. Cuando los pasos se perdieron en el corredor, el hombre que se había quedado conmigo, hizo girar mi cuerpo y entonces pude ver la cara sonriente de René.
Lancé mis brazos a su cuello y le abracé y le besé con verdadero frenesí. Después de un largo y apasionado beso, él se retiró de mí y me hizo meterme en la cama. Entonces le dije ....
*** Perdóname por mi comportamiento anterior. Es verdad que me vas a azotar tu ?.
*** Sí. Es lo que han decidido. Espero que lo comprendas. Pero quisiera decirte, que preferiría mil veces que me hubieran hecho algo a mí, antes que verte en tan humillante y dolorosa situación.
*** No te preocupes por mí. Solo al verte, ya me siento fuerte para soportar todos los castigos que quieran imponerme.
*** Pero es que ahora, voy a ser yo quien te haga daño. Además, ellos me van a indicar los lugares de tu cuerpo que crean mas sensibles.
*** Eso no me importa en absoluto. Es más, castígame con mayor dureza, para demostrarles que no les tenemos miedo.
*** No eso no lo haré. Yo te quiero y siento que estés en esta situación tan espantosa por mi culpa.
*** Olvídate de lo que tenga que pasar. Ahora hazme tuya y sométeme. Utiliza tu fuerza y tu amor. Pero hazme sufrir de gozo y dolor. Si lo prefieres átame y arrástrame del pelo por los suelos. Pisotéame. Soy tu esclava.
Se echó sobre mí, como un ciclón. Me besó con fuerza y me mordió los labios. Y me penetró con tanta fuerza que me hizo gritar. Antes de terminar se separó bruscamente de mí y me sacó de la cama, tirándome de los pelos.
Me asestó un par de patadas en las nalgas y otro par en el vientre. Yo le miraba asustada y llena de dolor, pero estaba sintiendo algo de él.
De nuevo se acercó a mí y levantándome del suelo, me empujó hasta la cama. Caí pesadamente seguida de él, que enseguida me separó las piernas y besándome me penetró con mayor fuerza que la vez anterior.
Después de media hora de ajetreados empellones se derrumbó sobre mí, tras haber eyaculado.
Sentí correr los flujos de esperma por mi vagina. Me quedé sin aliento para poderle agradecer, lo feliz que me había hecho.
Nos quedamos así, durante casi 10 minutos. Ya empezaba a sentir el peso de su cuerpo sobre mí, cuando el se dejó caer a mi lado, dejándome sujeta por su brazo y su pierna.
Entonces yo le besé y volví a intentar que me amara de nuevo. Ya en otras ocasiones me había dado resultado. Y una vez, pude conseguir reanimarle 4 veces.
Puse todo mi empeño en el objetivo. Le lancé miradas provocativas y besos dulces por todo su cuerpo. Luego procedí a pasar una pierna sobre él, a fin de que, mi vagina y el ano quedaran a la altura de su cara, mientras yo procedía a lamer su pene.
En algo menos de 10 minutos, logré sentir cierta consistencia en su pene, al que seguí mimando con esmero. Entonces noté su mano que me acariciaba las nalgas. Y de pronto, sentí como algo me perforaba el ano.
Era el momento para que él empezara una nueva sesión, yo entonces me volví y fui a lamer los dedos que habían penetrado en mi interior.
Los chupé con fruición, hasta que me vi pagada con un par de tirones de pelo y otro par de bofetadas. Enseguida me tumbó con fuerza en la cama y se colocó sobre mí perforándome la vagina, de nuevo, con su pene.
Me hizo enloquecer de placer. Pero antes de llegar al clímax, se desembarazó de mí y me obligó a salir de nuevo de la cama y ponerme a cuatro patas en el suelo.
Me coloqué en la postura elegida por él y comencé a caminar y hasta correr cuando el lo exigió. Mientras corría el me daba patadas y manotazos en las nalgas.
Pronto se cansó y cogiéndome del pelo me llevó de nuevo a la cama. Y otra vez me penetró sin piedad. De nuevo comencé a sentir el placer. Era tan exquisito, que hubiera repetido 10 veces mas, aún con todos los golpes que me había asestado.
De nuevo eyaculó con fuerza en mi vagina. Sentí el chorro caliente que recorría una parte de mi cuerpo.
Luego, cayó pesadamente sobre mí. Y yo le abracé con amor maternal.
Cuando me di cuenta, se había dormido. Me sentí con deseos de que se despertara, aunque se dedicara a darme golpes y malos tratos. Sin embargo, le dejé dormir. Sabía que iba a desperdiciar 3 horas de mi vida.
Después venía el castigo. Y aunque fuera él, que me lo diera, yo no podría hacer mas que llorar, gritar y debatirme. Pensaba en la cantidad de latigazos que me iban a dar.
Las reglas decían que 120 azotes. Me abrumaba pensar en semejante número. Pero, lo que mas me intrigaba, era el como me dispondrían y en donde, además de los lugares de mi cuerpo que podían elegir a su gusto.
Y el pobre René, no tendría mas remedio, que azotarme en los puntos señalados. 3 horas perdidas.
Pensé en despertarle. Aunque me castigara sin piedad. Por otra parte, el debía su libertad a que yo hubiera accedido a estar en semejante situación. Pero, y si se iba ?.
Me arriesgué y comencé a acariciarle con suavidad. Pero no respondía. Entonces lo intenté de la forma en que lo hacía, cuando estábamos libres, aunque me había costado mas de un guantazo.
Me acerqué a su oreja y se la mordí varias veces. Y entonces, tras un rugido estremecedor, se despertó y se separó de mí de un salto.
Me miró con una cara que daba miedo, durante un par de segundos. Y a continuación, me cogió de una de las muñecas y me hizo salir de la cama.
El se situó a mi espalda, manteniéndome cogida por los cabellos y me condujo hasta el baño. Entonces soltó mis cabellos, para poder enganchar mis brazaletes a la espalda. Cuando hubo terminado, me situó ante el espejo de cuerpo total y me hizo mirarme, mientras él me tiraba del pelo con fuerza. Y mientras me contemplaba, sufriendo de dolor, él me daba golpes en los pechos y en el vientre.
Enseguida me hizo caminar hasta las duchas. Había dos tipos de duchas, una de agua caliente y difusa y la otra de agua helada y que salía con gran fuerza en su máxima potencia.
Tuvo consideración y me colocó bajo la fría. Mientras me tenía sujeta por los cabellos, abrió el grifo y el agua helada cayó con fuerza sobre mis pechos. Grité de la sensación, pero el me mantuvo en esta situación varios minutos, hasta que por fin, también introdujo mi cabeza.
Después, cerró el grifo y me situó de nuevo ante el espejo. Casi no tenía fuerzas para contemplarme. Pero, obedecí y lo hice. Me vi humillada y profanada. Aunque, esto me daba igual. Al menos era René quien me lo hacía.
Ahora me tenía sujeta del pelo como si de un mechón se tratase. Estaba tan empapada que mis cabellos los tenía recogidos con una mano. Me sentía maravillosamente, mientras el me tiraba del pelo. De vez en cuando me soltaba un manotazo en el estómago o en el vientre, pero yo, a pesar de acusar el golpe y casi doblarme de dolor, se lo agradecía en mi interior.
Observé por el espejo como consultaba el reloj. Entonces me atreví a preguntarle .....
*** Que hora es ?.
*** Te importa mucho ?.
*** Si. Cuando sean las 7, dejaré de tenerte.
*** Está bien. Son las 6 de la mañana y no has dormido nada. Cuando tengas que ser azotada, no vas a poder con tu cuerpo.
*** Y que me importa.
*** A mí me importa. Yo deseo que estés fresca ante ellos. Deseo que sepan que tengo una hembra que vale.
*** En ese caso, aguantaré los azotes como pueda.
*** Cuantos latigazos van a ser ?.
*** No lo sé. Según el incumplimiento de la regla, son 120. Pero, confío en que me bajen el castigo.
*** Espero que sean pocos. Así podré darte el resto cuando estés en casa.
*** Yo misma te los recordaré. Te quiero !.
*** Yo también te quiero. Ahora, te secaré y te acostarás un poco.
Me secó con suavidad y me acostó y me cubrió con el edredón, mientras él montaba la guardia. Y me debí quedar dormida casi en el acto.
Sentí, como unas manos me zarandeaban. Abrí los ojos y vi a René. Me lancé a sus brazos, pero él me retiró y me dijo que me diera prisa, que ya era la hora. Me quedé hundida. Pero a medida que pasaban los segundos, me fui hundiendo poco a poco. Y a pesar de los besos y ánimos que René me daba no conseguía sobreponerme.
En ese instante, se abrió la puerta y apareció Sir Arthur y los otros 4 varones. Dos de ellos traían un arcón, que dejaron al lado de la puerta.
Sir Arthur al verme, comentó .......
*** Observo, que no estás presentable para el acto. Por lo que la condeno a recibir 20 latigazos extras. Y en total sumarán 80. Por tanto, colocadla en el centro de la habitación.
Los primeros 40 azotes, serán con vergajo fino.
Los siguientes 20, con fusta.
Los 20 finales, de nuevo con vergajo.
Yo me encargaré de dictar, en que parte del cuerpo de Corinne, hay que golpear.
Ahora enganchad sus brazaletes y tensad las cadenas. Y además atadla los tobillos.
Me dejaron tensa totalmente, con los brazos muy abiertos y las piernas juntas y atadas.
René, me pasó una mano por los pechos y la descendió por el vientre. Luego se situó a mi espalda y ya no pude verle. Sabía que en breves instantes iba a comenzar mi calvario. Me sentía terriblemente angustiada y no sabía que hacer. Podría gritar y debatirme, pero no podría dirigirme a ellos.
Antes de empezar, Sir Arthur se colocó frente a mí. Yo bajé la mirada, mientras el elevaba mi cara. Me acarició suavemente los pechos y de tal forma que empecé a sentir sensaciones de placer. Pero cuando mis jadeos comenzaban a hacerse audibles, alguien me cogió del pelo y tiró con fuerza hacia atrás.
Los dolores que sentí hicieron desvanecer mis pequeños indicios de placer. Sin embargo los tirones de pelo no cesaron en un buen rato.
Cuando abrí los ojos, Sir Arthur ya no estaba frente a mí. Y además no oía nada detrás de mí.
Estuve tentada varias veces de volver la cabeza, pero me reprimí y mantuve la postura encomendada.
Antes de que pudiera dar crédito a lo que allí sucedía, fui desatada totalmente. Y además me condujeron a la cama.
Creía estar soñando. No podía ser que me perdonaran el castigo. Y ante mí, apareció René, que acercándose a mi oído, me susurró ....
*** Les he convencido de que yo te puedo castigar a mi manera mejor que ellos. Y han aceptado. Bueno hay una pequeña variante. Quieres saberla?
Asentí repetidas veces.
*** Haremos el amor contigo, todos a la vez. Además yo te castigaré con severidad, bien con el látigo o con la correa. Y recibirás malos tratos de todos. Pero lo mejor de todo, es que yo empezaré contigo y que la parte de tu cuerpo que tu elijas, será la que yo posea. Animo. Y ten presente que te quiero.
Me quedé algo mejor. Pero solo por la parte de René, me poseería en donde yo quisiera. Me parecía asqueroso todo aquel plan y tuve la osadía de comentar en alta voz ....
*** René. No deseo que utilices mi cuerpo. Si quieres, pégame. Pero no te autorizaré a que me poseas en parte, si no somos libres los dos.
Vi, como René se ponía pálido. Pero el gesto que puso Sir Arthur, fue de lo mas angustioso. Y además habló y dijo .....
*** Esta joven necesita ser castigada mucho mas de lo que yo creía. Traedla a mis habitaciones. Tú, René, dispones de 20 minutos para pegarla y hacerla lo que te de la gana.
Se fueron todos y quedé a solas con René. Le vi mas enfurecido, que al despertarle. Se acercó a mí y me estrujó los pechos, a la vez que decía ...
*** Eres una puta. Yo te quería, pero me he dado cuenta a tiempo. Ojalá, sufras lo que mereces.
*** Sabes que me van a tratar muy mal. Y lo peor de todo es que posiblemente no volvamos a vernos. Y además te quiero. Pero ahora todo ha acabado para nosotros. No obstante, estás en tu derecho de pegarme. Si quieres utiliza la correa. O tus manos. Pero deseo tener de tí lo último que me puedas dar.
Se limitó a engarzar mis muñecas al collarín, en la parte de la nuca. Yo, permanecí tumbada y pasiva. Esperaba la descarga de correazos por parte de él. Pero tan solo me hizo dar la vuelta y me aporreó la espalda, repetidas veces.
Tengo que decir, que me proporcionó un placer inusitado el recibir aquella sarta de correazos. Sin embargo, René, terminó enseguida y salió de la habitación, sin tan siquiera darme un beso.
No sé el tiempo que habría pasado, pero el caso es, que dos de los hombres de Sir Arthur, se presentaron a continuación. Como yo seguía atada con las manos en la nuca, ellos se encargaron de levantarme y hacerme caminar, escaleras abajo, hasta las habitaciones de Sir Arthur.
Permanecí durante todo el recorrido, con las manos atadas en la nuca. Y por fin, llegamos hasta la antesala. Me encontré de cara con Sir Arthur, que me espetó ......
*** Aquí empiezan y terminan tus bravatas. Pero desde luego, aquí serás sometida a toda clase de escarnios. Ahora, entra por esa puerta, te está aguardando una fusta.
Me dejó totalmente idiota sus palabras. En efecto, nada mas entrar, un par de hombres se apoderaron de mí y me hicieron tumbar sobre una gran mesa llena de grasa y vino. Me hicieron apoyar los pechos en la mesa, pero mis muslos quedaron fuera.
En esta postura la fusta danzó sobre mis nalgas, con verdadero encanto. Y los dolores que experimentaba, sobrepasaban los correazos de René.
Después de que me hubieron azotado las nalgas, se decidieron por mis espaldas. La dieron un trato especial, ya que me azotaron con fustas untadas en aceite y prendidas.
Para continuar, me ataron los tobillos a cada pata de la mesa. Pero por fuera, de tal forma, que mis piernas quedaban muy separadas.
Antes de nada, uno de los hombres me cogió el pelo, mientras otro me echaba vino sobre las recientes marcas de los golpes.
Cuando todo estuvo dispuesto, se dedicaron a atormentarme las piernas, a base de cigarrillos y objetos punzantes.
En esta situación mis gritos, hacían eco en las paredes de aquella enorme sala. Aguanté este castigo como pude, ya que era inminente un desenlace, todavía mas patético. Y en efecto, cuando terminaron de atormentarme las piernas fui desatada y conducida hasta un nuevo emplazamiento. Al llegar ante él, sentí flaquear mis fuerzas. Se trataba de una especie de falo corto y estrecho.
El aparato estaba formado por una barra vertical, que se apoyaba sobre 4 brazos. En el extremo superior de la barra, estaba situada una pequeñísima barra, que sostenía el falo. Tanto la barra vertical, como el falo, se podían ajustar en longitud.
Me hicieron aproximarme a él. Y me colocaron el ano sobre la punta del falo. Luego me hicieron sentar, con lo que el falo se introdujo en mi conducto anal. Luego ataron mis tobillos con esparto basto a los extremos de los brazos que soportaban al aparato, con lo que mis muslos, quedaron excesivamente tensos y separados.
Como el artefacto no tenía respaldo, echaron mi cuerpo ligeramente hacia atrás, atando mis muñecas con sogas de esparto rugoso, hasta que formaron una gran V.
Tan solo estaba apoyada por las nalgas, sobre una barra de hierro, que portaba el falo. Y por tanto, tenía al descubierto todo el cuerpo, a excepción del ano. Pero, además, no podía moverme en el artefacto, debido al falo que me poseía.
A continuación, me fue introducido en la vagina toda serie de objetos. Desde plátanos pelados y sin pelar, hasta los mangos de las fustas y los látigos. Y así permanecieron hasta que empecé a jadear.
Cuando se percataron de mi disfrute, cesaron aquellas acometidas y siguieron con la segunda parte del tormento.
Hicieron acto de presencia las fustas. Mis muslos iban siendo marcados a pesar de mis gritos y lamentos. Al menos 20 latigazos recibieron cada uno mis muslos. Pero lo peor fue que el falo comenzaba a calentarse en mi interior. Hasta que llegó a un punto en que era irresistible el calor.
Comencé a sudar, entre mis gritos y sollozos. Tan solo, podía mover mi cabeza, ya que el resto del cuerpo lo tenía tenso y amarrado.
El falo dejó de calentar y de nuevo volvieron ellos a la carga. Ahora le tocaba el turno a la vagina. Primero fueron tanteándola con las puntas de las fustas. Pero, inmediatamente, comenzaron a soltar pequeños azotes en las ingles, para irse acercando progresivamente al centro. Y allí, comenzó mi delirio de dolor. Los golpes y los silbidos, ahogaban mis gritos de dolor.
Al término de más de 20 latigazos, cesaron de aporrearme, en semejante parte.
Era inminente, el cambio de zona de ataque. Me contemplé las marcas que las fustas, me habían dejado, tanto en los muslos como en el pubis.
Uno de los hombres se acercó a mí y sacando su pene, lo introdujo de un asalto en mi interior. Comenzó a entrar y salir con rapidez, hasta que eyaculó en mi interior. Mientras, mis dolores eran inmensos, debidos a los tan recientes azotes en esa parte.
Sin embargo, otro hombre se acercó a mí y después de lavarme con vino, también desenfundó su pene y lo metió en mi interior. El dolor, que sentí junto con el escozor, se me hicieron insoportables.
Así, procedieron los otros dos hombres, a pesar de mis gritos y mis apremiantes palabras para que me dejaran descansar. Pero, lo más que recibía por mis palabras, eran golpes en los pechos, pellizcos e incluso, arañazos entre las axilas y los costados.
Cuando hubieron terminado de correrse, Sir Arthur, dijo .....
*** Ya está bien por el momento. Ahora es el momento para tomar algo de comer. Mas tarde seguiremos con esta zorra. Ahora desatadla y traedla a la biblioteca.
Le vi situarse detrás, mientras me desataban las muñecas. Y gracias a que él me sujetó, sino me hubiera roto la espalda. Luego desataron mis tobillos y a continuación el mas fuerte y alto de ellos, me levantó y me quitó del falo, mientras Sir Arthur se alejaba.
Me sentía muy débil y excesivamente dolorida. Pero con un poco de esfuerzo, conseguir caminar hasta que llegamos a la biblioteca. Abrieron la puerta y me hicieron entrar, hasta donde se encontraba Sir Arthur.
Con un gesto, me indicó que me sentara a su lado. Le obedecí en silencio y me senté. Me sentí relajada. Pero procuré que no se notara demasiado mi cansancio. Eran capaces de traerme un asiento como el del tormento.
Sir Arthur, me indicó que comiera. Yo no me hice de rogar y comencé a comer con verdadero frenesí. Me sirvieron vino, que bebí a raudales. Hasta el punto de sentirme ligeramente mareada. Pero se me pasó en cuanto seguí comiendo.
Al terminar la comida, me inyectaron algo en un brazo. Yo me dejé hacer ya que no podía oponer resistencia. El efecto, fue casi inmediato. Me sentí renacer. Entonces, Sir Arthur dijo :
*** Bueno, ya está bien de vida de lujo. Ahora metedla en la lavadora, para que esté decente.
Dos de los hombres se levantaron y cogiéndome de los brazos, me hicieron levantarme y entrar en un cuarto contiguo. Pude ver que se trataba de una especie de bañera, de grandes dimensiones con una gran rueda giratoria en su centro. En el fondo de la bañera había como cepillos. Y en la parte alta de la rueda, otros.
Enseguida, fui atada por mis brazaletes a la gran rueda y de espaldas a la misma.
A continuación, pusieron el motor en marcha, hasta que mi cuerpo alcanzó la horizontalidad. De ese modo, me amarraron los tobillos y tensando mi cuerpo, los ataron. Mientras estaba en esta postura, comenzó a salir un gran chorro de agua caliente, que llenó la bañera en menos de 1 minuto.
Entonces del techo se abrieron unas espitas y comencé a ser enjabonada a presión. A continuación el motor se puso en marcha y comenzó a moverse la gran rueda. Giraba lentamente, mientras mi cabeza se iba sumergiendo en el agua muy caliente, que me hizo contraer todos los músculos.
Pero la rueda iba tan despacio, que pensaba, que me iba a ahogar. Pude ver a tiempo, los cepillos que giraban en el fondo y levantar la cabeza, a fin de que no me rozaran la cara. Pero no pude evitar que mis pechos y el resto del cuerpo, fueran restregados. Y de nuevo volví a la superficie. Pero a medida que iba emergiendo, nuevos chorros de jabón, me atacaron esta vez por atrás.
Al llegar de nuevo arriba, los cepillos que había bajo mi cuerpo se pusieron en marcha al tiempo, que nuevo jabón caía sobre la parte anterior de mi cuerpo. Y de nuevo vuelta a empezar. Mas de 3 vueltas debí dar en aquella moderna forma de lavar.
De repente, todo el agua y los cepillos desaparecieron. En su lugar aparecieron nuevas espitas. Esta vez de aire caliente. Antes de completar la 2ª vuelta, estaba completamente seca. Entonces pararon el motor y me desataron.