Historia de andrea (2)
Continua el adiestramiento
Yo me quede solo con la perra. Le quite la mordaza y comenzó a hablar, bueno mejor dicho a gritar.
-Silencio –le grite a mi vez- los perros ladran.
No hizo caso, por lo que desenganche su correa y comencé a darle correazos en las nalgas. Trato de huir, pero como estaba trabada no pudo, tampoco podía usar sus manos para tratar de taparse. Seguí con los correazos. Oí como ladro una vez, continúe con los correazos en sus nalgas y muslos. Comenzó a ladrar de forma continua. Deje que pasara un minuto o dos y cese con los correazos.
Me acerque y le acaricie el pelo diciéndole:
-Ya sabes lo que ocurre cuando no eres una buena perra y no obedeces.
Estaba tumbada en el suelo, llorando y dando quejidos. Prepare un plato doble, de los que se usan para dar de comer a los perros. Le puse agua y en el otro los restos de comida que nos habían sobrado. Se lo deje como a un metro de donde estaba para que se incorporara para poder llegar. Me senté a observarla.
No se movió. Me dirigió varias miradas suplicantes. No me inmute. Yo sabía lo que ella deseaba, pero eso no entraba en mi estrategia. Después de unos cinco minutos se incorporo y se acerco a los platos. Comenzó bebiendo agua. Es un decir, se le caía más que la bebía. Me miro varias veces y ladro, pero no hice nada. Luego comido algo, eso le resulto más sencillo.
Me incorpore y le dije ya aprenderás a beber y te resultara más fácil. Le hice señas para que me siguiera. Fui a mi despacho y la perra detrás de mí.
Me senté y señale mi rodilla para que se acercara.
-Tu amo –comencé a decir mientras que le acariciaba, especialmente el culo que lo tenía muy rojo- no me ha indicado que nombre te pondrá, así que, aquí te llamaremos perra. Olvida el nombre de Andrea. Si te portas como es debido todo irá bien, si no serás castigada.
-Tienes varias cosas a las que te tienes que acostumbrar –proseguí- Los perros tienen determinados momentos en los que sus amos los sacan para hacer sus necesidades. En tu caso serán tres veces al día. Tienes que aprender a controlar tus esfínteres para hacerlo en esos ratos porque en caso contrario recibirás un castigo hasta que aprendas. ¿Lo has entendido?
-Guauu –dijo, asintiendo con la cabeza-
- Los canidos tenéis muy desarrollados los sentidos del olfato y del oído, que no es tu caso por lo que al principio vas a pasar mucho tiempo con los ojos tapados y así podrás desarrollarlos, terminaras identificándonos por el olor a todos, incluidas las esclavas.
Le enganche la correa al su collar, le puse un antifaz y comencé a moverme por el despacho. Ella me seguía pero lo hacía con mucha torpeza. Chocaba con los muebles.
-No te preocupes –dije- aprenderás pronto.
La conduje hacia donde estaban sus compañeras. Le quite el antifaz para que viera lo que estaba ocurriendo.
Angelica, la criada, estaba de rodillas, practicando el arte de la felación con un enorme pene de goma que estaba sujeto a la pared con una ventosa.
A Nancy, la puta, John la estaba penetrando tendida sobre una mesa.
Y Karen, la esclava de su esposo, estaba a cuatro patas. Tenía un consolador dentro de su culo que entraba y salía ya que estaba conectada a una maquina de penetración continua mientras que con su boca lamia el coño de Cindy.
La perra abrió los ojos como platos, estaba muy sorprendida. Pasaba de una a otra esclava. Dejé que observara durante unos cinco minutos, le puse el antifaz y salimos al exterior.
Durante un rato estuvimos paseando, llevándola de la correa. Cuando me detenía ella seguía andando, incluso me rebasaba. Cuando ocurría esto la daba un azote en el culo y le decía que me había sobrepasado y que una buena perra no lo hacía. Le indique que tenía que parar cuando notase que la tensión de la correa cedía.
Le di las dos primeras órdenes que debía aprender. Adelante para que iniciara la marcha y stop para que parase.
El siguiente paso fue soltar la correa y que andará libremente. Evidentemente perdió mi rastro.
Entonces pensé una cosa que seguro nos vendría bien.
Me aleje un poco y la llame.
-Perra, ven –le grite-
Levanto la cabeza y comenzó a moverse, buscaba pero no venia hacia a mi.
Repetí la llamada varias veces. Me movía un poco. Al final logro llegar a donde yo estaba.
-Muy bien perra, así me gusta.
Seguimos toda la mañana practicando.
Cuando la comida estuvo preparada, Candy me aviso. Enganche la correa al collar de la perra y dije:
-Bien, vayamos a comer.
Nos sentamos a la mesa con la perra a mis pies. No la dimos nada de comer. Cuando terminamos se iniciaron las tareas de la tarde. Mis ayudantes y las dos esclavas se fueron. Angelica como esclava domestica se quedo para recoger los platos y esas cosas. Los restos de comida los puso en el plato de la perra. Antes de irse dejo en un rincón la comida de la perra.
Solté la correa y le dije:
-Busca tu comida.
Se incorporo pero no hizo nada. La di una palmada en el culo e insistí en que buscara. Vi como olía. Comenzó a dar pequeños pasos y a oler el aire. Tardo casi diez minutos hasta que dio con los platos. La felicite.
Inicio la ingesta de la comida, despacio, y a beber agua.
Al poco comenzó a orinarse, la verdad es que en toda la mañana no lo había hecho. Debía estar llena del todo.
Llame a la criada. Cuando se presentó le indique que recogiera la meada de la perra. Lo hizo sin tardanza. Mientras fui a por una fusta.
Quite el antifaz a Andrea, estaba roja, supongo que por la vergüenza que sentía y tenia lagrimas en los ojos.
-Agenlica –dije- esta perra es una guarra que necesita aprender buenas maneras. Le vas a dar veinticinco fustazos para que entienda lo que se espera de ella.
Le entregue la fusta. Comenzó a dárselos, pero no muy fuerte.
Me acerque a la domestica y le susurre al oído que si seguía así seria ella la que recibiría cien fustazos.
Fue mano de santo. A los cuatro o cinco fustazos la perra comenzó a ladrar y al poco a chillar. Por supuesto que llorando y retocierdose por el suelo tratando de evitar los fustazos.
Cuando termino el castigo Angelica se marcho.
Le puse el antifaz de nuevo y nos fuimos al exterior. Me senté en el porche y acerque a la perra. Le quite el antifaz.
-Se–comencé a decir- que todavía no te he marcado las horas ni el sitio donde tienes que hacer tus cosas, pero si debes saber que en la casa o en tu jaula no puedes hacerlo, eso es de guarras.
-Guauu, guauu
-Hasta que controles bien tus esfínteres, si no puedes aguantar, tendrás que avisar y lo mejor será que lo hagas como tus congéneres caninos, alzando una pierna. En caso contrario ya sabes lo que te ocurrirá.
Asintió con la cabeza.
-Por cierto, perra, ¿eres virgen? –pregunte-
Volvió a asentir, bajando la cabeza como avergonzada.
Le puse de nuevo el antifaz y seguimos con su entrenamiento.
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Pasaron algunas semanas. Las pupilas avanzaban en su entrenamiento. A Karen ya le entraba prácticamente cualquier cosa por su culo. Nancy seguía su proceso de emputecimiento y Angelica estaba lista ya, aunque quedaban un par de semanas para entregársela a su amo, hecho que me molestaba ya que me había acostumbrado a tener una domestica en casa. Igual buscaba una nueva esclava para tenerla permanente de domestica, pero mientras tanto las esclavas aprendizas se ocuparían.
Andrea, la perra, había hecho muchos progresos. Casi siempre estaba conmigo como si fuera su amo. Se habían agudizado su oído y olfato, ya era capaz de ir por la casa con el antifaz sin toparse con los muebles, se orientaba y localizaba las cosas. Nos identificaba tanto por la voz como por el olor. Ya no la ponía el antifaz.
Para que no se atrofiara su cuerpo, por lo menos una hora al día jugábamos y corría de pie, es decir a dos patas. Luego volvía a cuatro patas digamos de forma natural, parecía asumida su condición de animal, aunque era pronto aún. Controlaba sus esfínteres perfectamente por lo que no necesito más correctivos por eso.
En los ratos de relax no dejaba de observar a los perros que teníamos en la finca, tanto cuando estaban en la perrera como cuando correteaban por el exterior.
Me pareció que había llegado el momento adecuado para que perdiera la virginidad. Suponía que no iba a tener muchas oportunidades cuando estuviera con sus amos.
Me dirigí hacia el barracón donde estaban mis ayudantes y las esclavas. Mande a Karen que se tumbara en el suelo. A la perra la ordene que la oliera. Me miro con cara de extrañeza pero inmediatamente se dirigió hacia ella y comenzó a olerla dando la vuelta. Me acerque y le di una palmadita de aprobación. Cuando llego a la cara además le dio un lametón.
-Karen –dije- bésala.
Lo hizo en la mejilla y luego fue hacia los labios. La perra no supo cómo reaccionar y se dejo hacer.
-Así está bien, seguir
Al poco mande a Nancy que lamiera las nalgas de la perra. No hizo falta decirle nada, continuo con el ano y fue bajando hacia la vagina.
Vi como los besos con Karen ya era con lengua. Me acerque y pase mis dedos por los labios exteriores de la perra. Chorreaba. Mantuve esta situación durante cinco minutos.
-Perra, tumbarte y ponte boca arriba –indique- Tenia los pezones duros y sobre saliendo de sus aureolas.
Las esclavas pararon y Andrea hizo lo que le había mandado. A una indicación Karen siguió besándola y la perra respondía a los besos.
Me acerque a Nancy y le dije en voz baja:
-Haz que se corra, pero cómela muy despacio si no consigues que tenga un orgasmos brutal recibirás cien latigazos.
La punta Nancy se empleo a fondo y lo hizo muy despacio.
Los demás mirábamos la escena. Entonces se me ocurrió que Angelica estaba ociosa, así que la ordene que se ocupara de la tetas de la perra.
Imaginar cómo debía estar Andrea, una mujer besándola, otra lamiendo sus tetas y una tercera comiéndola el coño.
Yo la tenia dura, muy dura, estaba muy excitado. Me fije en John y su paquete estaba abultado también. Me senté junto a él y saque mi polla, me imito. Llame a Candy que comenzó a hacernos una mamada a los dos al mismo tiempo. De todas formas no quitaba ojo a las esclavas.
Nancy de vez en cuando paraba de lamer la vagina de Andrea pero las otras dos no cesaban en sus cometidos. Candy tampoco se entretenía, sabía que si no me gustaba probaría el jarabe de palo.
No tarde mucho en correrme en la boca de Candy. Se trago el semen y me limpio bien la polla. Continúo con John.
Me fije en las esclavas, seguían cada una con su tarea y la perra daba pequeños grititos mezclados con ladridos. No tardaría en correrse.
De pronto su cuerpo comenzó a moverse y a tener espasmos. Fue un orgasmo brutal o varios seguidos. Estuvo un rato ladrando, mientras que las esclavas seguían con sus besos y caricias y la sonreían.
John también había terminado. Les mande que sacaran a las esclavas y a Candy le dije que usara a la puta para que la hiciera gozar.
Cuando salieron, me fije en la perra. Estaba tumbada con los ojos cerrados, relamiéndose los labios.
-Perra, ven –dije-
Inmediatamente se puso de rodillas y se me acerco. Con alegría y cara de felicidad.
-¿Te ha gustado, eh?
-Guauuuuu, guauuuuuuu, guauuuuuu –mientras asentía con la cabeza-
-Considéralo como un premio por tu buen comportamiento y los avances que haces.
-Si sigues así –proseguí- pronto tendrás otro premio.
Me levante y salí al exterior, la perra detrás de mí.
Los días fueron pasando con la rutina habitual. Las pupilas avanzaban en su educación. A la perra volví a ponerle las correas para que estuviera todo el tiempo a cuatro patas. No por que hiciera nada incorrecto, solo que no quería que se le ocurriera masturbarse, ya que participo en varias sesiones de sexo. Hice que lamiera el coño a Candy y a las otras esclavas. Quería tenerla excitada y caliente.
Después de tenerla así unos diez días, una tarde la lleve a mi despacho. Me senté en el sillón y vi unos papeles que tenía pendientes. Andrea correteo por la estancia. Al rato, separe el sillón.
-Perra, ven –la ordene-
Se acerco y comencé a acaríciale. Primero la espalda, luego los muslos, las nalgas, el ano y baje hacia su raja. Estaba mojada. Su joven cuerpo respondía a la excitación que le provocaba, además de la tensión sexual que acumulaba. Me miraba y en su cara se dibujaba una sonrisa.
Le solté las correas. Me baje los pantalones. Se quedo mirando mi amorcillada polla. Supongo que se imagino lo que iba a pasar. Seguramente llevaba tiempo esperándolo. No dejaba de mirar mi polla.
Di una palmada en mi muslo. Condicionada por el entrenamiento se arrimo más.
-Lame-dije-
Comenzó a pasar la lengua por el glande, luego lo hizo a lo largo del tronco, como había visto a sus compañeras.
-Ahora métela en tu boca.
Se la introdujo y succiono con torpeza. La deje un rato. Luego le agarre del pelo y empuje su cabeza indicándole el ritmo. Mientras seguí acariciando su rajita virgen. Estando próximo a correrme, le sacaba la polla. Hasta que no se lo indicaba no seguía comiéndome. Estuvimos cerca de una hora con este juego.
Según estaba sentado, la ice y recosté sobre mi pecho. Con una mano accedía a sus pechos y con la otra comencé a masturbarla. Su vagina chorreaba jugos. No tardo nada en estar a punto por lo que pare de acariciar su clítoris y le retorcí los pezones.
-Igual que has aprendido a controlar tus esfínteres –le susurre al oído- tienes que controlar los orgasmos ya que solo puedes tenerlos cuando yo te autorice, ¿entendido?
-Guaaaau, guaaaau.
Mientras asentía con la cabeza.
Seguí masturbándola y otra vez pare ya que vi que se corría aunque trato de avisarme con sus ojos.
-Bien perra, así me gusta –le dije- Pero tienes que ser mas expresiva con el aviso, casi no me doy cuenta.
La deje descansar un par de minutos y volví a la carga. Al poco rato estaba otra vez a punto de caramelo, su coño parecía una fuente.
La observaba pero no hacia ninguna seña. Afloje la presión sobre su clítoris, la perra sonrió. Continúe jugando con los dedos, notaba sus suspiros, su respiración agitada y los movimientos de su cuerpo.
Ladró tres veces y me miro. Sus ojos eran de suplica.
-Puedes correrte, perra.
Al momento estallo en grititos mezclados con ladridos. Le dieron varios espasmos y se fue escurriendo hasta el suelo.
Tardo en recuperarse. Se puso a cuatro patas y comenzó a lamerme las manos.
Me puse de pie y estuvimos jugando por media hora o así. Quería que se relajara.
Palpe su coño, seguía húmeda. Tire el palito para que me lo trajera y cuando volvió se encontró con otro palo. Dejo caer de boca la rama de árbol y golosa se lanzo sobre mi polla. Jugó un rato con su lengua y se la metió en la boca. Comenzó a mamármela. Se me puso dura rápidamente.
La incorpore y la tumbe sobre la mesa de mi despacho. Toque su vagina, estaba más mojada que antes. La masturbe un poco.
Debía penetrarla a cuatro patas, como los perros, pero quería ver su cara al perder la virginidad. Separe sus piernas y comencé a pasar mi polla por sus labios vaginales. La perra suspiraba. La bese en la boca y fui entrando en su coño lentamente hasta que mi pene topo con el himen, pare unos segundos y la bese de nuevo. De un golpe seco de mis riñones dejo de ser virgen.
Si sintió algún dolor no lo manifestó. La bombeaba despacio, desde la entrada hasta el fondo y volvía a salir. Le dije que moviera las caderas. Comenzó con torpeza, pero no tardo en coger ritmo, yo también lo fui aumentando y no tardo en estar a punto. Me ladró varias veces y al final le di permiso para correrse.
Cuando se recupero, le indique que me comiera la polla. Evidentemente no quería preñarla. Lo hizo con avidez y no tardo en sentir en su garganta el semen que me saco.
Quería correrme dentro de ella. La puse a cuatro patas e inmediatamente comencé a jugar con su ano. Mojaba los dedos en su coño y luego se los metía en el culo, poco a poco fue aceptando la presión. Luego le lamí el ano. La perra gemía. Estaba muy excitada.
La agarre del pelo y gire su cabeza.
-Ahora te voy a follar el culo –le dije- como es tu primera vez, sentirás molestias, eso es normal, luego te gustara. Si te duele mucho, ladra para que me dé cuenta.
Asintió con la cabeza mientras que daba un gracioso ladrido.
Apoye mi glande en su ano y comencé a empujar lentamente. Entraba un poco y paraba. De vez en cuando daba un respingo entre suspiros. Cuando me ti toda la cabeza hice una para más prolongada y le acaricie el pelo.
-Ya tienes el glande dentro, ahora toca el resto.
Seguí empujando hasta que toda mi polla estuvo dentro de la perra. Comencé a bombear despacio para que su cavidad se acomodara al mi pene.
Sin decirle nada empezó a mover el culo. Se la veía muy dispuesta. No sé si por agradarme o porque imaginaba que era de las pocas oportunidades que iba a tener de disfrutar del sexo.
Al rato de follarla el culo, le indique que se masturbara. Se tocaba con cierto frenesí, estaba claro que quería más.
Fui regulándome hasta que la perra empezó a correrse. Aumente la velocidad y no tarde casi nada en correrme dentro de ella.
Me senté y ella se me acerco, le lamio los pies, luego las manos como una buena mascota, parecía que empezaba a sentirse ya una mascota. Yo le acaricie.
Le enganche la correa a su collar y salimos a ver qué hacían sus compañeras.