Historia de amor de una hija y su padre (8 parte)

Después de varios años regreso con la continuación de mi historia, que puede ser tan real como el deseo que ustedes tengan de creerla real. Besos

Hola queridos, ya son varios años que no escribía. El tiempo a veces se complica, mi hijo ha crecido y hay que dedicarle más tiempo y “atención” 😉, y pues ustedes tampoco colaboran, solo recibo emails con gente que quiere chats calientes y nadie serio para conversar sobre nuestras circunstancias, en todo caso he tratado de animarme y volver a escribirles para contarles más de mi historia (real y/o ficticia) con mi amado padre/esposo.

La última vez les conversé un poco de mis juegos con mi pepino y con mi labrador, pero hoy quiero conversarles de cuando con mi bello marido tomamos la decisión de tener un hijo, como les había comentado mi padre le pagaba a una obstetra quien venía todos los meses a inyectarme anticonceptivos desde los 14 años en que fui su mujer por primera vez. Cuando cumplí 20 años decidimos que era finalmente la hora de preñarme.

Por cierto, pensé que esa sería la última vez que podría ver a María, la obstetra y amante lesbiana, la mujer que sabía encontrar mi punto G vaginal y anal con su hábil lengua, la mujer que sin penetrarme lograba que yo haga squirt, cómo la extrañaba. Sin embargo, el destino me sorprendió poco tiempo después, y gracias a ella pude conocer otras mujeres, pero esas son otras historias y otros momentos luego de que enviudé.

Durante todo el tiempo que recibía mi dosis mensual de anticonceptivos, mi macho derramaba su néctar de vida a raudales dentro de mi cuerpo, mi útero vivía lleno de semen, al igual que mi recto y mi intestino grueso. Cada día recibía mi dosis de semilla hasta 3 veces por día, era y sigo siendo una adicta a este maravilloso elixir de vida, no de cualquiera eso sí. Todos tienen semen, pero no todos tienen el derecho de que yo lo reciba, a mi manera le he sido fiel a mi primer amor.

Desde los 18, yo venía rogándole al dueño de mi vida que me preñe que ya era tiempo de darle un bebe, un machito que lleve su nombre y que se convierta en todo un semental como su padre/abuelo, (les comento que va por buen camino 😉). Pero para ese entonces se negaba a cumplir mi sueño de convertirme en madre, me decía que aún no era el momento. Todo mi cuerpo reclamaba ser preñada, mis senos estaban plenamente desarrollados para llenarme de leche, mis pezones ya estaban amplios y gruesos para alimentar a un bebe, mis caderas eran anchas y fuertes para parir. Era una urgencia biológica, pero él seguía negándose.

Cuando al fin cumplí los 20 años, él acepto interrumpir el tratamiento de anticonceptivos, sin embargo y aunque cada día exprimía la última gota de semen de esa verga maravillosa no pude quedar embarazada sino hasta los 21 años. Es posible que sea mi imaginación, pero estoy convencida que el día en que sentí el momento en que me preñó, me tenía boca abajo mordiendo la almohada gritando como perra poseída, embistiéndome con su falo de 20 centímetros, yo ya me había corrido dos veces, y él me seguía reventando, bombeándome como toro. Sentía sus testículos golpeándome con fuerza, me halaba del cabello y me hacía que lo mire, y me preguntaba ¿quién es tu marido, puta? Y yo le decía, tu papi, tu eres mi marido y yo soy tu puta. Y le suplicaba préñame papi, préñame.

Hasta que finalmente, empujo con todas sus fuerzas, sentía su maravilloso glande en mi útero, y eyaculó y eyaculó a raudales con toda la furia de un semental, y esa semilla llenó mis trompas de Falopio, sentía cada gota recorrerme hasta llegar a mis ovarios. El ovulo estaba ahí, listo y los benditos espermatozoides recorrían todo mi interior como desesperados, tratando de abrirse camino hasta que el campeón llegó al centro de mi ovulo y me fecundó, y la vida inició.

Los primeros tres meses fueron fatales muchas náuseas y mareos, pero mi marido era inflexible mis orificios tenían que estar dispuestos a sus necesidades sexuales, sin importar los primeros síntomas del embarazo, al igual que su comida lista y caliente a la hora que correspondía, tanto como su ropa limpia y planchada, y pues es lo correcto para eso él es el macho, y yo como buena hembra tenía que vencer todo y atender sus necesidades, para que esté feliz y satisfecho, cuanto lo amaba. En estos días él le dedicaba especial atención a mi ano, me lo lamía más profunda y tiernamente por largo tiempo, veces hasta una hora para luego reventarme con su verga, es indudable que, a pesar de lo duro de los tres primeros meses, yo igual necesitaba de esa verga en mis profundidades rectales para poder vivir en paz.

Sentir vena a vena como iban atravesando mi ano esos 20 centímetros de verga, hacían que todos los síntomas iniciales del embarazo se vayan, y mientras él iba abriéndome el recto con su falo me mordía el cuello y los hombros, me halaba el cabello, y me decía como me amaba, y seguía bombeándome recio y firme, aaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhh que delicia solo recordarlo, cómo no estar enamorada de él, cómo no amarlo. Y se pasaba hasta 20 minutos culeándome dos veces por día, mi amado padre/marido. Hasta que finalmente me inundaba los intestinos con su semen.

Las cosas mejoraron para mi luego del tercer mes, mi lívido aumentó terriblemente mi macho me montaba hasta 3 veces por día, pero aun así necesitaba de mis pepinos al menos un par de veces al día, andaba como una perra desesperada, las hormonas las tenía alteradas brutalmente, mirándome al espejo me excitaba, cocinando mirando un plátano me excitaba, en 7 años de intensa acción sexual con mi padre/marido, con María la obstetra, con mi labrador y mis pepinos jamás me había sentido tan enfermizamente desesperada por más y más sexo. En algún momento traté de controlar este deseo sexual, concentrándome y pensando que lo podía dominar con mi mente, pero si no lograba masturbarme o ser cogida por mi padre o mi perro, me entraban ataques de ansiedad y desesperación hasta que lograba tener mi tan deseado orgasmo, en esos días del embarazo mi capacidad de hacer squirt se hizo incontrolable, lo bañaba a mi padre con esos chorros de líquido que salían con intensidad y fuerza de mi vagina.

Al mismo tiempo mi cuerpo comenzó a cambiar, mis tetas que ya tenían una gloriosa talla 32D crecieron a una sublime 32DD, mis aureolas se pusieron más oscuras de lo que ya eran y mis pezones engrosaron, las tetas se llenaron de venas, todo mi cuerpo estaba trabajando para alistarse para alimentar esa boquita que iba a reclamar su leche muchas veces al día por largo tiempo 😉. Mi marido se volvió obsesivo con mis tetas, más que nunca en la vida y yo tenía los pezones súper sensibles, y me chorreaba solo de tenerlo a mi padre mamándome las tetas, y peor si me las mamaba mientras me montaba.

Pasaron las semanas y mi barriga comenzó a crecer de una forma impresionante, al igual que mi arrechera y mi deseo sexual, mi pepino era el único que me rendía y nunca me fallaba. Al sexto mes mi padre me dio un regalo inesperado, luego de haber estado fuera por tres días, él regreso a casa con mi querida María, mi obstetra. Mi padre la trajo a casa para que me acompañe los últimos 3 meses de mi embarazo, y al final se quedó hasta 3 meses después que nació el bebe.

La cosa no fue fácil, porque mi padre no sabía ni se imaginaba de los cosas que hacíamos cuando él no estaba, él no se imaginaba como esta mujer me ponía en cuatro patas para lamerme el coño y el culo al mismo tiempo, él ni siquiera sospechaba que María masajeaba mi punto G con su lengua en unas penetraciones linguales aunque poco profundas pero extremadamente intensas, y no se hubiera esperado saber que ella me hacía hacer squirt mientras me dedeaba el ano y me lamia el clítoris, diosa del sexo lésbico gracias por seguir siendo parte de mi vida.

En vista de que no tenía muchas opciones, tuve que ceder a lo impensable. Conversando con María me convenció de que seduzcamos a mi padre/esposo para que hagamos un trío y que él nos de permiso para tener intimidad las dos juntas. Les confieso mis queridos, que fue algo que no fue fácil, me tomó al menos un par de semanas asimilarlo, mientras cuando podíamos nos dábamos unas ricas sesiones de besos babosos con lengua con mi María a escondidas, como yo siempre andaba desnuda me dedeaba el culo en cualquier momento. ¡Cómo amo a esta mujer!

Cariñitos míos es todo por ahora, voy a tratar de no perderme por tanto tiempo espero que les guste mi relato, recuerden que los espero en yesseniaec2016@gmail.com , solo personas que deseen conversar seriamente sobre este tipo de experiencias, no pajeros que quieren cybersex, y recuerden esta historia puede ser tan real tanto en cuanto ustedes la quieran creer o no. Besos