Historia de Amor
Carolina describe su obsesión por Marcela y como ha logrado tener lo mejor de dos mundos.
Cuando vi esa hermosa, tremenda, larga y dura verga negra balancearse enfrente de mi cara, escurriendo grandes gotas de semen espeso, humeante al salir de mi boquita debido al gran frío en el estacionamiento, sentí una gran felicidad, quería llorar de gusto mientras tragoneaba la gran cabeza caliente y enrojecida, cerraba los ojos de gusto al sentir como ese falo inmenso entraba y salía de mi boca haciendo un ruido increíble de splash-splosh como si fuese un pistón de motocicleta, mientras ese líquido tibio se escurría por mis labios chorreando en gruesas gotas sobre mis pezones, endurecidos y excitados, tanto por lo que estaba entrando hasta el fondo de mi boquita, como por el frío del momento. Esta es la verdadera historia.
Cuando conocí a Marcela por un Chat, pensé que sería una magnífica amiga por correspondencia, sin embargo, conforme fue pasando el tiempo, fui descubriendo en ella un ser con una potencialidad sexual fabulosa. Sus descripciones de la forma en que chupeteaba los testículos llenos de semen hasta lograr que grandes chorros de leche la ahogaran y bañaran, me dejaba completamente mojada. Entonces tenía que masturbarme con un gran gran gran grandísimo dildo, a veces tenía que poner una toalla de franela en el sillón de la computadora para no dejarlo todo empapado de mis jugos.
Marcela fue convirtiéndose en una obsesión para mi, soñaba con ella, lamía un plátano, una zanahoria, un pepino fantaseando que ella (sí, una mujer) tuviese un gran pene duro siempre dispuesto y expulsando, eyaculando, chorreando chorros terribles de leche que me bañaran, ahogaran y cubrieran toda la cara y los senos.
Fue entonces la época que me volví una auténtica prostituta (es decir, me acosté con infinidad de chicos, hombres, mujeres en la Universidad) y quería sentir en cada una de estas personas la presencia de Marcela, quien seguía volviéndome loca con sus fantásticos sonidos chapoteantes, lúbricos, fálicos y vaginales. Cada vez que platicábamos tenía orgasmo tras orgasmo tras orgasmo, hasta que podía desconectarme de su terrible-hermosa-diabólica-maravillosa influencia y apagar la computadora.
Por fin logramos conocernos, yo le había jurado que en el mismo aeropuerto de Argentina tendríamos nuestro primer contacto real y Santo Cielo, fue mas terrible que la mas caliente de mis fantasías, Marcela se presento vestida con ropa muy masculina, el cabello muy corto, incluso corbata de hombre y yo al verla por poco y grito de la emoción, del gusto, del placer de poderla imaginar. Me llevó a los baños del aeropuerto y prácticamente me violó con un gran pene artificial que llevaba escondido en el pantalón), torrentes de líquido salían de mi cuerpo mientras las convulsiones del orgasmo me hacían caer al suelo, mientras ella se pegó a mi como un auténtico macho cabrío y me monto por el culo, me obligo a mamar su verga hasta hacerme doler las encías y colocar mi vagina empapada sobre su rostro y correrme, correrme, correrme
Ese fin de semana que pasé en Argentina fue el más loquísimo y audaz de toda mi vida, nos convertimos en un par de leonas buscando carne fresca, fuimos a la Universidad y gozamos con las pijas impacientes de los estudiantes, las didácticas de los profesores, las proletarias de los empleados de limpieza, las grandes, monstruosas vergas de los muchachos negros, de falos gordos con bolas hinchadas de los chicos europeos, de pijas ansiosas escurriendo semen de los maestros regañones, de las trancas largas, dolorosamente largas de los muchachos altos y de los penes rasurados de los chicos gay, en las noches nos acostábamos juntas, con el estómago lleno de semen de tantos machos y juntábamos nuestras vaginas y nos frotábamos suavemente hasta alcanzar deliciosos orgasmos mientras platicábamos sobre las largas, gordas, duras, goteantes, sudadas y peludas pijas de los chicos.
Pero yo deseaba mas, yo deseaba que fuese la VERGA de Marcela la que me poseyese, soñaba en un falo monstruoso, que me ahogase en leche mientras chupeteaba sus bolas, quería que Marcela fuese hombre y poder chupetear su pecho masculino y dormir con su pene metido en mi boquita, a veces flácido y en ocasiones creciendo hasta tener que hacer mi cabeza para atrás, escurriendo semen a lo largo de la noche, tal vez yo despertando y darle unos chupetones profundos hasta hacerla despertar (a mi adorada Marcela-Marcelo) y luego dar lamiditas suavecitas y pequeñitas para que quedara nuevamente tranquilo, palpitando y sacudiéndose dentro de mi boquita, hasta la mañana siguiente.
Marcela sabía mis sueños y trataba de complacerme, me llevaba como una pequeña niña con coletas en el pelo y falda escolar a los centros nocturnos, ahí conocíamos a machos negros y Marcela bailaba con ellos antes de acercarse a la mesa y decirme: "Tiene una pija poderosísima, sus bolas están hinchadas" Entonces nos íbamos los tres al estacionamiento, Marcela me besaba apasionadamente mientras me susurraba al oído: "Este macho soy yo, su verga es mi verga, debes de lamer y tragonear mi pija hasta las bolas".
Ella sabe que mientras me dice esas cosas deliciosas mi mano busca desesperadamente el falo del muchacho mientras los dedos de ella recorren mi culito y empiezan a separar mis labios mojados
Es por eso que lloro de felicidad cuando entra en mi boquita una tranca hasta hacerme ahogarme y sentir desesperación, lloro porque sé que esa pija rica que está eyaculando en mi boquita es la VERGA DE MARCELA.