Historia de Agustin y Lina 9

Una historia de...¿infidelidades? ¿Puede una infidelidad ser compartida? ¿Quien traiciona realmente a quien?

En la actualidad.

Agustín.

Caty y Agustín, salieron del jacuzzi y se dirigieron al dormitorio de matrimonio. Cuando ella cerró la puerta, Agustín aún tenía sentimientos encontrados. Por fin había llegado el momento, por fin se iban a cumplir sus fantasías. Podría follarse a otra mujer, a un pedazo de hembra, además. Pero Lina quedaba al otro lado y eso todavía le provocaba sensaciones que no era capaz de controlar al cien por cien.

Se había salido con la suya, y había conseguido introducirse en un mundo lleno de posibilidades para el sexo. Y con el consentimiento de su mujer. Y para rematarlo, con una pareja que era deslumbrante en todas las facetas. Físicamente, económicamente, en el sexo…

Solo le preocupaba el poder asimilar que Lina follara con otro. La mente le decía que sí, que adelante. Entonces ¿Por qué sentía ese cosquilleo en el estómago? ¿Por qué teniendo a la mujer que tenía delante, aún seguía pensando en lo que estaba sucediendo detrás de esa puerta?

Finalmente resolvió que la respuesta era sí a todo. Ni quería ni podía dar marcha atrás ahora.

¡A ver si ahora iba a ser él, el que se echara atrás!

No quiso valorar si era inquietud o excitación lo que le provocaba el saber que su chica estaría, casi con toda seguridad, siendo penetrada por otra verga. Desechó todos los pensamientos negativos y se concentró en la mujer que lo esperaba.

Caty se tendió en la cama. Desnuda. Exuberante. Separó los muslos para dejar a la vista su sexo húmedo de agua y quizás otras cosas. Era una invitación clara.

Sin muchos preámbulos, Agustín se situó entre sus piernas y buscó con su miembro la vagina de Caty. Cree que el estar con un chico mucho más joven que ella, guapo y en forma, la va a volver loca, pero no es así. La simple penetración y el bombeo de polla frenético que le practica, no basta para que se corra inmediatamente, como él esperaba. Empieza a entender que ella está acostumbrada a eso y mucho más. Se bloquea. Tiene que reconducir, la cosa va por mal camino.

Agustín está acostumbrado ya a dar placer a Lina. Sabe lo que le gusta y conoce sus reacciones y gestos. Sabe leer en ella. Tiene que recuperar sus tics de seductor. Averiguar que le gusta a Caty. Ralentizó el ritmo de su follada. Sus manos recorrieron los pechos, vientre y muslos de mujer, precediendo a su lengua, que se detuvo antes en su cuello y boca.

Probando a ver que le gustaba. Detectando cambios en su respiración, estremecimientos en la piel, aumento de los jadeos…

Su vientre liso y duro se restregaba contra el pubis, antecediendo el contacto con su polla. Caty esperaba el contacto, pero él quería que deseara sentirla. Su boca ya llega a los pezones tiesos por el masaje de sus dedos, y tras un rato, continúa su camino hacia el ombligo, dejando abiertas todas las posibilidades.

Se esfuerza por complacerla y Caty entiende que tiene que satisfacer su vena de seductor para que él disfrute. Debe parecer que lo importante son ellos, no los que están afuera. Se deja hacer, le indica cómo darle placer. Pide uno de sus dedos dentro de la vagina. Inicia un suave masaje que le gusta. Le roza el clítoris de vez en cuando.

- Con la boca, chúpamelo…

Agustín no se hace de rogar. Sin sacar el dedo, alterna el mete y saca con chupetones y lametones. Cuando está a punto, ella se revuelve casi con violencia y le empuja contra la cama.

Se sube encima, introduciéndose la verga hasta los huevos. Caty también puede darle una lección de cómo se folla salvajemente. Inclinada sobre él, con las tetazas colgando muy cerca del rostro de Agustín, comienza una cabalgada frenética. La polla se desliza por la vagina de la mujer sin que el chico haga nada. Solo con la inercia que marca su cintura, a la que él se aferra clavándole los dedos como garfios. Cuando llega el placer, Caty se yergue, quedando vertical, la verga clavada hasta el fondo y su culo sobre los muslos de Agustín. Lleva la mano a su coñito, que está lleno de polla y comienza a acariciar el clítoris. Fuerte, con friegas contundentes, a la vez que contrae sus músculos vaginales contra el pene, estrujándolo. Él, siente la presión de la mano contra la entrada del coñito y la base del falo. Y cuando las contracciones le indican que está llegando al orgasmo, no puede contenerse más.

Una corrida larga, en forma de manguerazos de semen que se le antojan interminables, riega las entrañas de la chica que aún sufre espasmos de placer. El fin de una espera. El inicio de una nueva fase en el sexo para Agustín. En ese momento, es feliz.