Historia de Agustin y Lina 1
Una historia de...¿infidelidades? ¿Puede una infidelidad ser compartida? ¿Quien traiciona realmente a quien?
AGUSTIN.
Agustín sintió un escalofrió que contrastó con la tibieza del agua burbujeante del jacuzzi. Caty, completamente desnuda, se situaba entre sus muslos, permitiendo que el los cerrara sobre sus caderas, atrapándola y manteniéndola pegada a él. La polla toco su vientre bajo el agua. Ella se deslizo hacia arriba poco a poco, quedando sus tetazas chorreantes fuera del líquido elemento. Agustín se recreó en ellas, mojadas, grandes y aun erguidas, con los pezones y las aureolas negros, en contraste con su piel blanca. Ahora, su boca, buscó sus labios, y sus pechos se aplastaron contra el suyo, mientras las lenguas entraban en acción.
Los ojos de vicio de Caty se cerraron cuando lo besó. Él la abrazo y la atrajo todavía más hacia sí, empujando su culo para que sus vientres se acoplaran aún más.
Sintió una oleada de ansia que hizo que la verga empezara a palpitarle. Caty es una señora que a pesar de sacarle diez años de edad, está más que apetecible. Voluptuosa, con un buen par de tetas y un soberano culazo, pero proporcionada. A la vez excitante y elegante. Diciendo más con la miradas y los gestos que con las palabras. Distinguida incluso ahora, que estaba desnuda en un jacuzzi y a punto de ser follada.
Pero Agustín estaba confuso, porque todavía no tenía muy claro de dónde procedía la tremenda excitación que lo poseía, si de que por fin, tras seis años, estaba a punto de penetrar a otra mujer que no era la suya, o si por el contrario, era porque Lina estaba apenas a un metro de él, sentada desnuda sobre otro hombre, que también la iba a poseer.
La perspectiva de entrar dentro de un coño distinto, de poder acariciar los pechos exuberantes de Caty, de pasear su miembro por ese culo que ya intuía que no le iba a poner ninguna barrera, lo entusiasmaba. Pero lo que de verdad le provocaba un ligero mareo y una descarga de electricidad que recorría todo su pene, de los huevos hasta el glande, era ver con el rabillo del ojo a Lina, sentada de espaldas sobre los muslos de Fran.
De cintura para abajo estaban dentro del agua y las burbujas no dejaban ver casi nada, pero sabía que su delicioso trasero, que durante seis años solo le había pertenecido a él, estaba más o menos sobre el pene del otro hombre. Seguramente aplastándolo contra su culo. O quizás ya Lina lo había acomodado entre su rajita, en contacto directo con su coñito.
Observaba como con los ojos medio cerrados, movía su cintura. Un destello nervioso cruzo por su celebro. ¿Se estaría introduciendo la verga ya?
Descartó la idea. Aún estaban jugando. El pene de Fran era más o menos como el suyo de grande. Exploró los gestos de su mujer y supo que todavía no la habida penetrado. De sobra conocía los mohines y las muecas que hacia cuando la verga se habría camino en su interior. Y ahí, aun, solo había morbo.
Lina comenzó un suave movimiento de caderas, adelante y atrás, que indicaban que bajo el agua, algo estaba frotándose con algo. Una de las manos de Fran, subió hasta sus tetitas, más pequeñas que las de Caty pero también muy bien puestas, con la lozanía que da la juventud.
Mientras pellizcaba uno de sus pezones, la otra mano se perdió bajo la superficie de burbujas y remolinos. El gesto de Lina cambió, abriendo los ojos y emitiendo un jadeo, casi imperceptible, pero que no pasó desapercibido para Agustín. Ella saco la punta de la lengua y se humedeció los labios, en una señal que él sabía lo que anticipaba.
Recordó que entre sus brazos y muslos había otra mujer esperando su atención. Caty era una gran experta en estas lides. No solo tenía clase y morbo, sino que además era muy lista. Hablaba poco y observaba mucho. Y había notado como su cuello se tensaba mientras ella mordisqueaba sus orejas.
Caty comprendió que podría haber problemas, interferencias, y eso era peligroso en la primera vez, cuando aún no se había acostumbrado el cuerpo y se habían domado los sentimientos y pasiones que podían emerger en un intercambio de parejas. Tal y como habían hablado al inicio de la velada, llego el momento de separarse para no crear tensiones, para poder concentrarse en el goce y en el disfrute del sexo con otra persona de forma consentida.
Se puso de pie, y su cuerpo macizo pero armonioso, se plantó frente a Agustín, reclamando su atención.
- Ven.
Y tomándole de la mano lo sacó de la piscinita.
Le alargo un albornoz mientras ella cogía otro y apretándose contra él, le acaricio la verga, diciéndole:
- Vamos al dormitorio. Los dos tenemos fantasías que cumplir.
Caty como siempre, eligiendo las palabras adecuadas para decir que iban a follar por fin como locos, eso sí, sin perder la elegancia. Dentro de unos momentos comprobaría que también sabia decir palabrotas muy soeces y malsonantes, pero que las guardaba para el momento y el contexto adecuado. Como hacen la mayoría de las damas…
Agustín inclinó la cabeza buscando su boca, en un muerdo desesperado y salvaje que ella no rechazó. Y luego la siguió fuera de la sala, mientras oía, ahora mucho más claro y alto, un jadeo profundo y rítmico, que reconoció al instante…
Caminando hacia la gran cama de matrimonio, oyó a Caty cerrar la puerta tras ellos. Y en el último pensamiento que dirigió a su chica antes de centrar su atención en el cuerpo de su amante, caviló:
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Cuantos años de camino juntos para llegar a este momento…