Historia de Ady (20)

Cuando estuve aseada y seca, salí al encuentro de ellos. Me aguardaban en el jardín. El sol se hundía en el horizonte, pero la temperatura era muy agradable. Rod, pasó un brazo por encima de mis hombros y acompañándome hasta donde estaba Alex, me dijo...

CAPITULO XX

Cuando estuve aseada y seca, salí al encuentro de ellos. Me aguardaban en el jardín. El sol se hundía en el horizonte, pero la temperatura era muy agradable. Rod, pasó un brazo por encima de mis hombros y acompañándome hasta donde estaba Alex, me dijo :

  • Querida, hemos pensado en todo cuanto nos has contado. La situación se nos escapa de las manos y hemos llegado a la conclusión de que lo único que puede garantizarnos un éxito es acusándote a tí de un montón de perversidades y traiciones.

  • No podéis hacer éso. ¿Qué será de mí?.

  • También lo hemos tenido en cuenta. Sabemos que te agrada ser humillada y castigada. ¿Te importaría ser maltratada en el Senado?.

  • Ya sabéis que no. Pero, lo que necesito conocer es ¿qué va a ser de mí después de que todo ésto suceda?.

  • Es muy simple. Te olvidarán y volverás con nosotros. También te dejamos la puerta abierta para que vayas en busca de nuevas aventuras. Pero aunque elijas ésto último, podrás consultarnos gratuitamente la conveniencia o no de tu nueva situación.

  • Os lo agradezco. ¿Puedo saber cómo váis a denunciarme?.

  • Es mejor que no lo sepas, aunque te diré que será el Martes al mediodía. ¿Podemos confiar en que no te revelarás contra nosotros?.

  • Podéis estar tranquilos, nunca os mencionaré despectivamente, pero ¿por qué esperar al Martes?.

  • Debe ser el Martes, para que mañana, cuando contactes con nuestros enemigos, puedas ser interrogada. No importa si te obligan a decir toda la verdad, pero resístete cuanto puedas. Ahora, entraremos a cenar y después pasaremos a la biblioteca para tomar unas copas y divertirnos un rato. Mantente desnuda en todo momento. Nos agradará mas tu presencia.

Asentí con una sonrisa, aunque sin demostrar la menor alegría y les seguí al interior de la casa.

Una vez sentados a la mesa, el servicio actuó y fuimos servidos con exquisitos manjares. Comí con verdadero placer, sin que Rod o Alex me molestaran en momento alguno. Una vez concluídos los postres, nos levantamos y nos dirigimos a la biblioteca. Nada mas entrar, Alex me dijo :

  • Prepara unas copas para nosotros dos y busca un par de fustas. Así, mientras bebemos y charlamos podremos disfrutar con las contracciones de tu cuerpo a base de latigazos.

Aquella idea me encantó. Era la única manera de poder olvidar lo que me esperaba. Y no es que me diera miedo. Casi, podría decir que estaba deseosa de experimentar las brutalidades en la misma cámara de diputados. Pero no saber como iba a ser utilizada, me dejaba fuera de juego.

Preparé las bebidas y recogí un par de fustas, depositando todo en una bandeja. Me acerqué a ellos y deposité las fustas en la mesa. Luego les entregué la bebida y retiré la bandeja de la mesa.

Bebieron un sorbo cada uno y cambiaron el vaso por la fusta. Me agradó aquella maniobra y me acerqué a ellos, lo suficiente para estar a su alcance.

No tuve que esperar mas que unos segundos, para que un fustazo de Alex me cruzara el vientre. Y acto seguido, Rod me cruzó el trasero. Ni siquiera rechisté y aguardé a que ellos me agredieran de nuevo.

Aquellos azotes me agradaban y me devolvían las ganas de vivir. Posé para sus latigazos y recibí una buena serie de maravillosos golpes en mis partes más tiernas y sensibles.

Transcurridos unos minutos, Rod posó la fusta sobre uno de mis pezones y dijo :

  • Ady. Sabemos que estás deseando otro tipo de entretenimiento. Tú misma puedes decirnos que es lo que más deseas. Para ayudarte, te diré que he configurado una de mis habitaciones en una sala especial para el tormento. Si quieres, podemos ir a verla los tres.

  • Pues sí, Rod. Me encantaría visitar esa sala. Y también tienes razón al comentar que espero otra cosa de vosotros. Si me lo permites os lo comentaré después de haber contemplado esa sala.

No hubo mas comentarios y tanto Rod, como Alex, se pusieron en pie y me acompañaron hasta la citada estancia.

Nada mas entrar, me quedé admirada de la cantidad de luz que allí había. Además, toda la sala estaba cubierta de espejos, que llegaban a marear.

Me adentré en la misma y pude contemplar mi cuerpo desnudo en todas sus vistas. Entonces, les dije :

  • Me agrada esta sala como despedida. Desearía que me colocárais en el centro y una vez atada de manos y pies, me azotárais con golpes muy rigurosos, pero pausados. Me gustaría vivir los efectos del dolor en toda su extensión, ya que es posible que no pueda experimentarlo mas adelante.

  • Serás complacida ampliamente. ¿Qué tipo de látigo prefieres?.

  • La fusta o el látigo encerado. Ambos me proporcionan grandes sensaciones.

  • Muy bien, Alex te azotará con el látigo encerado y yo lo haré con la fusta.

Me sentía entusiasmada al poder contemplarme desnuda ante los espejos que tenía al frente y atrás. Podía observarme desde cualquier ángulo y lo mejor, podía ver a Alex y Rod como se preparaban para descargar sus golpes sobre mi cuerpo.

Alex, fue el primero en lanzar su látigo encerado contra mis nalgas. El impacto me dejó desecha. Normalmente, los azotes caían con la misma rabia que aquel, pero eran tan seguidos que sólo se acumulaban sensaciones sin tener tiempo para expresarlas.

Asimilé aquel latigazo durante casi un minuto y mi cuerpo se quebró de dolor. Me quedé impresionada del efecto de un azote.

Rod, incidió con su fusta por encima de mi vientre y exclamé de dolor, mientras les veía a ambos prepararse para el siguiente golpe.

Durante un par de horas, Alex y Rod, se fueron relevando en los azotes a mi cuerpo. Al fin conseguí conocer el verdadero dolor y ansiedad. Y supe que ésta debía ser mi elección en el futuro, pues a pesar del enorme dolor y desazón, había llegado al placer más auténtico.

La verdad es, que la sala repleta de espejos me habían ayudado a conseguir el morbo apropiado.

Rod quiso que conservara las marcas durante toda la noche y la madrugada.

Dormimos los tres juntos. Yo en medio de ellos dos. Al despertar, me encontré sola. Me levanté de la cama y me dirigí al aseo.

Abrí el grifo del agua caliente, pero no salió gota alguna. Pensé que me condenaban al agua fría. Pero tampoco hubo caudal. Decidí salir de la habitación, pero la llave de seguridad estaba echada.

Pasé dos horas infernales, hasta que la puerta se abrió y entró Rod. Se acercó hasta mí y dijo :

  • Alex y yo hemos decidido que salgas con tus nuevos amigos en este estado. Además no desayunarás y llevarás unas incómodas ropas.

Me quedé desconcertada con aquellas palabras, pero le seguí al exterior, a una indicación suya.

Alex no estaba por allí. Rod me entregó unas ropas nada agradables, sobre todo con la piel marcada por el látigo y me dijo :

  • Te vas a reunir con nuestros enemigos. No nos importa lo que te hagan. Lo que sí deseo saber es si vas a respetar nuestro acuerdo.

  • Respetaré el acuerdo, pero ésto me parece una canallada.

  • No debes verlo de esa forma. Sabes que ellos te van a torturar para intentar averiguar si nos has dicho algo. Es seguro que al verte marcada, piensen que nosotros te hemos atormentado para que confesaras la verdad.

Admití que era adecuada su forma de actuar. Me puse las ropas que Rod me entregó y salí sola y a pie hacia mi cita con los enemigos de las personas a las que había llegado a amar. A partir de ese momento los castigos y torturas se cebarían en mi cuerpo, para terminar siendo excluída del grupo de Pierre, Rod y sobre todo Alex.

Después de caminar media hora llegué hasta las proximidades del lugar en donde debía aguardar a mis captores del día anterior. Permanecí mas de media hora a pleno sol.

Estaba sentada sobre el áspero y rugoso suelo, cuando vi una polvareda a lo lejos. Supe que se trataba de mis verdugos.

En menos de un minuto, un vehículo todo terreno frenaba bruscamente ante mí, provocando una gran cantidad de polvo. Un hombre y una mujer aparecieron ante mí, cuando aquella polvareda se disipaba. La mujer era mi raptora, pero al hombre no le había visto hasta aquel instante. Además me produjo cierto temor su presencia. Y sus malos modales me confirmaron su agresividad.

Subí a la furgoneta a base de manotazos y empujones, propiciados por aquel varón. Para defenderme de los malos modos, pensé en aquella bestia de hombre como mi amo y señor. No me hubiera importado pasar a sus manos por unos días.

La furgoneta arrancó y fui conducida hasta el recinto especial, en donde había estado el día anterior. Me hicieron bajar de la furgoneta y la mujer me desnudó. Entonces, el hombre me agarró de un brazo y me condujo por la ardiente arena hasta una mesa de granito, en donde aguardaban dos mujeres que manoteaban en el aire para espantar los insectos que allí pululaban.

Supe que iba a ser atormentada sobre aquella mesa de granito, por los insectos y aquel tórrido sol.

Nada mas acercarme a la mesa de granito, sentí el calor que despedía y supuse que estaría muy caliente para mi cuerpo. Fui tumbada en la mesa sin contemplaciones y atada en la máxima tensión de brazos y piernas.

Una vez que estuve mas serena, principalmente de la calentura de la piedra, una de las mujeres me colocó una venda en los ojos.

Pude escuchar como se alejaba todo el grupo. Y me quedé a solas con mi calvario. El primer enemigo había sido la mesa de granito que abrasaba y martirizaba mi magullado cuerpo. Lo peor vino a continuación.

Los insectos pulularon sobre aquel nuevo cuerpo. Y tuve que soportar la terrible desazón de aquellos bichos correteando y picoteando sobre mis magulladuras. El picor de mi cuerpo se unió con el escozor y el tremendo calor.

Estaba a punto de perder el sentido, cuando noté que alguien manipulaba mis ataduras.

En menos de un minuto estaba en pie y con las manos atadas a la espalda. Seguía sintiendo los rigores de la sesión anterior, pero nadie se encargó de refrescar mi cuerpo. Y fui conducida hasta la furgoneta.

Después de un recorrido lleno de baches llegamos hasta una fortaleza muy antigua. Fui conducida hasta los sótanos en donde se encontraban las mazmorras y cámaras de tormento.

No conseguí ver a ninguna joven por allí y tampoco oí gemidos o gritos.

La situación no era nueva para mí, pero me sentía demasiado atemorizada al no saber que iba a suceder en el momento siguiente.

Al entrar en una de las cámaras de tormento, pude ver a mis nuevos verdugos. Todos ellos enmascarados y cubiertos de vestimentas de látex. En total dos hombres y tres mujeres, todos ellos armados de látigos, fustas y cadenillas.

Supuse que se trataba del interrogatorio.

Mientras aguardaba sus preguntas mis ojos recorrieron aquella cámara y pude descubrir con verdadero horror, cantidad de aparatos de tormento ocupados por mujeres, algunas bastante maduras y otras mucho más jóvenes. El factor común de todas ellas era la mordaza de bola en su boca y la ingente cantidad de marcas de tormento en todo su cuerpo.

Una de las mujeres se acercó a mí y con voz potente, me dijo :

  • Nos alegra que estés de nuevo entre nosotros. Imaginamos que tus amos te han hecho cantar, al menos así lo demuestran las marcas en tu cuerpo. Lo que deseamos saber es el alcance de tus forzadas confesiones.

  • Tan sólo les he dicho, que Uds. me trataron de manera muy ruda y violenta, intentando sacar algo de mí. Me han torturado durante toda la noche. Al final he confesado que Uds. me estaban utilizando para hundirles. No sé si les he convencido, pero me han dejado que asistiera a esta nueva reunión y que intentase averiguar lo que Uds. se proponían.

  • Eres una asquerosa puta. Y lo peor, no sabes contar las mentiras. Azotadla con espino y después, traedla para la segunda sesión de interrogatorio.

Me azotaron los pechos, el vientre y las nalgas. Simulé padecer grandes dolores, pero la verdad es que me sentí en la gloria. Hubiera deseado que siguieran martirizándome de aquella manera un poco más.

Cuando de nuevo, estuve ante la mujer que me interrogaba, ésta se acercó a mí y me dijo :

  • Habrás observado a qué conduce comportarse como una imbécil. Espero que ahora me digas algo más coherente.

  • Señora. Le he contado toda la verdad.

  • O sea, me quieres tomar el pelo. ¿Piensas que con este tipo de confesión, me voy a dar por satisfecha?.

  • No deseo ofenderla, pero no tengo otra información que ofrecerle.

  • Muy bien. Veremos como aguantas el siguiente tormento, después de la inyección que te van a poner.

Observé como una mujer con bata blanca se acercaba a mí por mi izquierda portando una jeringuilla. No le dí mayor importancia. Me habían pinchado en todas las partes de mi cuerpo.

Me dejé inyectar y a los pocos segundos perdí el sentido y caí al suelo.

No sé cuanto tiempo estuve inconsciente. Al despertar, las manos de los varones me ayudaron a ponerme en pie y con mis brazos en cruz, sujetaron mis muñecas con sendos grilletes. La mujer que me estaba interrogando se acercó hasta mí y me dijo :

  • Has sido inyectada con una droga que te provocará reacciones adversas al tormento. En otras palabras, que dejes de sentir placer mediante el dolor. Su efecto dura unas 12 horas. Y para que te cerciores de que no miento, yo misma te voy a azotar.

Me pareció una niñería por su parte, pero cuando recibí el primer azote en la espalda. Mi cuerpo se tornó rígido y experimenté una extraña sensación.

Antes del sexto azote, mi cuerpo temblaba y mis ojos derramaban lágrimas de angustia y miedo. La rogué que parara el castigo, cosa que me sorprendió a mi misma. Pero aquella mujer siguió azotándome la espalda y las nalgas.

Cuando por fin terminó, respiré aliviada. Mi cuerpo se contorsionaba de dolor y mis lágrimas rebotaban al caer sobre mis pechos.

La mujer, se acercó de nuevo a mí y me dijo :

  • Acabas de experimentar nuevas y odiosas sensaciones. Es lo normal en personas normales. ¿Me vas a decir ahora, lo que deseo saber?.

Asentí sin dudarlo y la conté todo lo que deseaba saber. Entonces, me dijo :

  • Deberías huir de su compañía lo antes posible. De lo contrario te atormentarán de manera desproporcionada, tan pronto se enteren de que les has vuelto a traicionar.

No respondí. No sabía que decir. Me sentía confusa y muy asustada. Si esta fórmula me era aplicada antes de un castigo, me volvería loca de las sensaciones de dolor, pero había dado mi palabra a Alex y a Rod, de que me dejaría exponer en el senado.

Decidí que volvería con ellos, aunque fuera mi peor decisión. Yo había elegido este tipo de vida y ahora no podía dar marcha atrás y comenzar de nuevo. Y así se lo hice saber.

  • De acuerdo. Tu sabrás lo que haces. Ahora, te colocaré en un aparato especial durante unas horas. Has de vivir nuevas experiencias que revolucionarán tus sentidos.

Me desató y me dejé conducir dócilmente, hasta el nuevo aparato. Se trataba de una enorme rueda giratoria, cubierta de espino silvestre. Me sentía angustiada y muy nerviosa ante todos aquellos varones y hembras que me intimidaban con sus miradas.

Intenté asimilar estas sensaciones como una forma de placer, pero me fue imposible por el momento. El miedo a verme humillada y maltratada me dominaba.

Sin embargo, algo en mi interior me impedía rechazar aquella situación y me dejé manipular sin gritar de espanto.

Nada mas recostar mi espalda magullada sobre aquella cama espinosa, mi cuerpo se disparó hacia adelante y solté un ligero gemido, pero las poderosas fuerzas de los varones consiguieron acostarme sobre aquel lecho que me hacía vibrar de dolor. Fui atada con mucha violencia y sufrí en mis sensibilizadas carnes el calor del espino.

El tormento no era muy grave para mi cuerpo, pero en aquellos momentos era demasiado para poder soportarlo.

Me hicieron girar unas 10 veces sobre el aparato. Cuando de nuevo fui liberada, me sentía muy mal y todo mi cuerpo se contorsionaba sin cesar.

Cuando de nuevo estuve ante aquella mujer, me preguntó :

  • ¿Tus ideas se han aclarado o seguimos intentándolo?.

  • Señora. Contestaré a todas sus preguntas, aunque creo que ya lo he hecho.

  • Muy bien. ¿Que les has contado sobre nosotros?.

  • Les dije todo acerca de Uds. bajo tortura.

  • Está bien. No te quebraremos mas la cabeza. ¿Deseas volver con ellos, o prefieres que te instale por mi cuenta?.

  • Prefiero volver a ellos. Sé que seré atormentada, pero son mi familia. Si no es molestia, ¿en dónde me instalaría?

  • Ahora tengo dos compradores. Uno es un tratante de blancas, además de un sátiro. El otro es el administrador de un Marqués bastante depravado. Si deseas emociones fuertes, sexo y violencia te recomiendo este último. ¡Tu decides!.

  • Si me decidiera por este último, ¿en calidad de qué sería vendida?.

  • Por ser tu, te vendería como sirvienta.

  • ¿Esta oferta la conservaría para otro momento, si decido volver con mis amos?.

  • Bueno, si vuelves de segundas te vendería como esclava. Escarnio y malos modos, asegurados. ¡Escucha!. Sé que ellos te someterán en el congreso ante toda la cámara y después te repudiarán. Lo que yo te ofrezco no es mucho mejor, pero al menos estarás fuera del mundo durante unos 6 meses.

  • Me siento indecisa.

  • Míralo de esta manera. El mundo con ellos es perversión y humillación, pero el sexo no existe como tal. Con el Marqués tendrás violencia sexual sin límite, humillación y perversión. Y durante 6 meses nadie sabrá de tí.

  • ¿Qué otros peligros puedo encontrar con el Marqués?.

  • Si estás pensando en tu vida, descuida. Sobrevivirás. Será un calvario de lujuria y perversión, pero sobrevivirás sin secuelas.

  • De acuerdo. Entrégueme al Marqués.

Muy bien pequeña, desde este instante eres propiedad del Marqués.

* Final de la Historia de Ady *