Historia de Ady (19)

Rod, me recibió con una sonrisa irónica y me preguntó: - ¿Te ha gustado la fiesta?

CAPITULO XIX

Rod, me recibió con una sonrisa irónica y me preguntó :

  • ¿Te ha gustado la fiesta?.

  • Sí, me ha encantado.

  • ¿Estás dispuestas a repetir?.

  • Me encantaría.

  • Me parece muy bien y tienes mi consentimiento. Pero ahora te debes a un trabajo para tu marido. ¿No lo has olvidado, verdad?.

  • No. Sé que seré el cebo de vuestras argucias. ¿Cómo debo actuar y comportarme?.

  • Actúa con naturalidad y deja que los acontecimientos se desencadenen. Pero ante todo, recuerda que eres la mujer de Alex. Sacarás la cara por él. Para el entorno, no eres una mujer culta, así que te comportarás como una mujer media y poco habituada a este tipo de actividades.

  • ¿Pueden abusar de mí, en público?.

  • Lo intentarán. Tú no debes permitirlo en momento alguno.

  • ¿Y si me capturan, debo acatar sus caprichos?.

  • En principio no. Pero según te veas, tu misma decidirás.

  • De acuerdo. ¿Qué debo saber de las actividades de mi marido?.

Me contó los detalles que debía conocer y me dijo que me acostara durante unas cuatro horas, hasta que Alex llegara.

Estaba agotada de la salvaje fiesta y me quedé dormida casi al instante.

Fuí despertada en un maravilloso sueño, que no recuerdo bien. Me levanté de la cama y me duché con agua muy caliente. Me sequé y después me maquillé un poco por encima. Me apliqué un perfume duradero y poco penetrante y bebí un líquido de menta muy suave, que dejaría mi aliento fresco durante todo el día.

Cuando estuve preparada salí al encuentro de Rod. Y lo encontré en la biblioteca junto a Alex. Me acerqué a Alex y le di un beso en los labios, mientras dejaba que sus manos resbalaran por mi desnudez.

Rod sonrió al ver como me ruborizaba ante mi desnudez y dijo :

  • Ady, debería vestirte para estar más presentable. Aunque nos agrada contemplarte desnuda, debes comenzar a vivir un poco tu nuevo personaje. ¿No te parece, Alex?.

  • Sí, deberías aparecer ante los invitados con algo de ropa encima, salvo que se te ordene lo contrario. Por cierto, Senador. ¿No le parece un poco arriesgado el plan que ha trazado con mi esposa?.

  • Alex, tranquilízate. Tu esposa desea ayudarnos. Además le gusta este tipo de vida. ¿De qué modo va a conseguir situaciones más reales?. Le gusta ser manipulada, humillada y atormentada. ¿No es cierto, Ady?.

  • Es cierto, Senador. Alex, no te preocupes por mí. Aunque no deseo que me abandones y tampoco que dejes de asistirme cuando esté en peligro.

  • ¿Lo vés, Alex?. Tu esposa está mas preparada que tú. ¡Anímate! y pasemos a los detalles específicos, mientras ella se pone algo de ropa. Recuerda Ady, que representarás a una mujer joven y alegre, pero a la vez la esposa del Diputado Alex.

Me alejé de ellos y comenzaron a hablar del plan. Llegué a la habitación de Rod y tras abrir el armario de las mujeres, admiré todo su contenido. Después de mucho mirar y probarme prendas, opté por un vestido de color verde y manga larga. No era excesivamente corto, aunque si tenía un generoso escote en pico. Me puse unas medias ajustándomelas con unas ligas y me calcé unos zapatos haciendo juego con el vestido.

Cuando estuve preparada, abandoné la habitación y bajé a la biblioteca.

Llamé a la puerta y observé que aprobaban mi elección. Rod, se acercó a mí y me acompañó al lado de Alex. Y entonces, dijo :

  • Ady. Estás preciosa. Los detalles secretos ya están contemplados y discutidos. Con respecto a tí. Trabajas para mí, como mi asistenta personal. Daremos a conocer que desconoces los detalles de la correspondencia. Se harán comentarios obscenos sobre tí y que en el momento en que los oigas deberás replicar e intentar limpiar tu imagen. Eso, con respecto a mí. Con respecto a Alex, te comportarás de manera descarada cuando creáis que estáis solos. Podréis caminar de la mano, abrazados o separados. Incluso en algún momento podéis entablar una discusión. ¿Alguna pregunta al respecto?.

  • Sí, Senador. En tan solo dos días, es muy difícil que nos podamos dar a conocer y aunque Alex es muy conocido y yo soy su esposa desde hace una semana, me parece muy poco tiempo para que los contrarios se enteren de lo que nos interesa que sepan.

  • Nada mas lejos de la realidad, Ady. Bastaría con tan solo un par de horas para que la trampa surtiera efecto. Yo he preferido que sea todo el fin de semana. ¡Por cierto, tu antigua Ama Valeria es del bando enemigo!.

Me quedé desconcertada al oir esas palabras y casi tartamudeando le pregunté :

  • ¿Quiére decir que en la fiesta estábamos mezclados de los dos bandos?.

  • ¡Pues claro, Ady!. Era una fiesta abierta. Y aunque Alex y yo, conocemos a quienes han abusado de tu cuerpo y en que bando militan, no te lo haremos saber. ¿No te importa, verdad?.

  • No sé que decirle. Si supiera a quienes me enfrento, quizá sabría adoptar el trato oportuno.

  • No Ady, no. Estás equivocada. Deberás ser una esposa fiel, al menos en público.

  • Nunca he deseado ser infiel, si descontamos la fiesta de ayer. Simplemente mi marido ha necesitado que yo hiciera ciertos actos.

  • Está bien. Ahora iros y pasead a vuestro antojo por la ciudad. Hace un día ideal.

Salí en compañía de Alex y el chófer nos dejó en el mismo centro. Nos saludaban sin cesar y yo correspondía con una ligera sonrisa.

Alex me llevó a una cafetería en un lugar apartado y con una fachada nada agradable. El interior era ruidoso y olía a tabaco y alcohol. Los clientes que allí habían me dieron escalofríos.

Me enteré poco después, por Alex, que se trataba de un bar de copas y que era uno de los sitios mejores para darse a conocer. Atendían la barra cinco mujeres vestidas con una blusa transparente y unos mini shorts. Por la noche según me dijo Alex, estaban desnudas y las mesas las atendían otras cinco jovencitas con tal solo un mini delantal.

Tomamos un vino blanco y unos aperitivos, mientras ante nosotros desfilaban muchos conocidos de Alex, a los que saludé como creí conveniente.

Después de ese tugurio, salimos al exterior. Y agradecí poder respirar algo de aire puro.

Caminamos por la orilla del río y nos detuvimos a tomar un refresco. Luego, Alex me condujo hasta el embarcadero y realizamos una corta travesía hasta la otra orilla.

Nos sentamos en un restaurante al aire libre y cominos a base de pinchos y raciones. A pesar de la época del año, hacía un día caluroso por lo que pude comer sin el abrigo. No desentoné en el conjunto, ya que otras mujeres también se habían liberado de las prendas de abrigo.

Sin embargo, fui consciente de las múltiples miradas que me echaban algunos hombres, incluso los que iban acompañados.

Alex, me sonrió y me dijo :

  • Has elegido el vestido ideal. Y estás provocando la lascivia entre algunos invitados. A partir de ahora comienza el juego. Es posible que me avisen de que tengo una llamada y mientras voy, se aproximarán a tí y te pedirán actos deshonestos. ¡Compórtate!.

En efecto, diez minutos mas tarde un camarero se acercó y le dijo que tenía una llamada. Alex, me guiñó un ojo y se fue. Y antes de un minuto, un hombre joven y de aspecto atlético se aproximó a mí y me dijo algunas palabras que me hicieron ruborizar.

Le dije que estaba con mi marido, pero que había tenido que atender una llamada. Sin embargo aquel hombre, ignoró mi comentario y prosiguió con su palabrería y a los pocos segundos, sentí su mano deslizarse sobre mi muslo izquierdo.

Aparté su mano lo más disimuladamente que pude y le rogué que se fuera.

El joven, se levantó con una sonrisa y me comentó, que nos volveríamos a ver. Me quedé sola de nuevo. Alex, estaba tardando mas tiempo del debido.

Apareció una mujer joven y vestida de manera muy informal, aunque daba un aire de superioridad. Llevaba sujeto por la correa, un enorme perro. Me miró y tras sonreirme se sentó a mi lado dejando el perro entre nosotras dos.

Le expliqué que el asiento estaba ocupado por mi marido. Simplemente, me sonrió de nuevo y me dijo que aguardaría a que él llegara y mientras, me acompañaría. El perro, me olisqueó, sin que supiera que hacer. Entonces la mujer a la vez que sujetaba el perro se acercó a mí y me susurró :

  • Quédate quieta y no hagas tonterías si no quieres que lance el perro contra tí. Cuando tu marido aparezca, me presentas como tu amiga Penélope y compañera de tu antiguo trabajo. Si tu marido se queda contigo, te espero el Lunes al mediodía en la Avenida Azul. En caso de que tenga que ausentarse, le explicas que te apetece quedarte un poco más y que yo te llevaré a casa.

No supe que responder. Aquella mujer, pidió un refresco y sorbió lentamente mientras me sonreía. A los pocos minutos, apareció Alex. Tanto yo como aquella mujer, nos levantamos a la vez y la presenté como una amiga. La saludó y nos sentamos los tres. Enseguida, dijo :

  • Ady, ha surgido una urgencia y debemos marcharnos.

  • Si no te importa Alex, me apetecería quedarme un poco más. Ya me las arreglaré después para volver a casa. No te entretengas por mí.

  • Alex, perdone mi intromisión. Si no le parece mal, yo misma puedo llevarla hasta su casa.

Observé como Alex, lo sopesaba y al final dijo :

  • De acuerdo, permito que te quedes. Pero procura no llegar muy tarde.

Nos besó a las dos y se fue. Me quedé sola y asustada. Aquella mujer me daba miedo. Pasados unos 15 minutos, la mujer me dijo :

  • Querida. Es la hora de marcharnos. Te voy a llevar a un lugar muy especial. Sígueme y procura no crear complicaciones. El perro será tu vigilante.

Caminamos por la orilla durante unos 200 metros y llegamos ante una furgoneta de chapa y cristales negros. La abrió y con un gesto el perro saltó al interior. A continuación me indicó que subiera, pero que antes me quitara el abrigo.

La obedecí y nada más subir, me encontré con el joven que me había incordiado en la mesa. Cerró mi puerta y me senté en el asiento intermedio. Ella subió por la puerta del conductor. Arrancó y a los pocos minutos, posó su mano derecha sobre mis muslos y me dijo :

  • Quítate toda la ropa y los zapatos. Luego ve a la parte de atrás y túmbate en el suelo, para que mi perro pueda chupetear todas tus zonas. Déjate hacer o me obligarás a atarte.

Aquel hombre, me ayudó a incorporarme y pasar a la parte trasera. De inmediato, el perro se levantó y volvió a olfatearme. Y sin más, me desnudé y me tumbé en el suelo mientras aquel mastodonte de perro no cesaba de lamerme y olfatearme. Inmediatamente, me lamió los pechos y el vientre, para acto seguido darme lengüetazos en el pubis.

Me sentí demasiado extraña, ante aquellas sensaciones. Estaba aterrada y a la vez encantada con aquel tipo de caricias. Me daba algo de miedo exteriorizar mis sensaciones. Pero llegó un momento en que ya no pude contenerme y comencé a jadear de placer.

Sabía que mis captores me miraban y seguramente estarían sonriendo ante mis lamentos de placer, cuando ¡de repente! sentí que algo ahondaba en mi vagina. Abrí los ojos y me encontré con el corpachón del perro. Me estaba follando como un humano.

Estuve tentada de gritar y apartarle, pero era un auténtico placer ser follada por aquel animal y me dejé penetrar, hasta que conseguí un orgasmo hasta el momento desconocido.

Cuando mis gritos resonaron en la furgoneta, mi captora dijo :

  • Mientras te recuperas, puedes mamársela. Está acostumbrado a esas cosas. Y cuando se la hayas puesto a punto ponte a cuatro patas para que te penetre por el ano. Me lo agradecerás.

Aunque con un poco de reparo, acerqué mis labios al pene del perro y éste, se dejó hacer. De vez en cuando soltaba un gemido. Sabía que me estaba prostituyendo más de lo debido.

En cuanto noté las palpitaciones en el pene del animal, me coloqué a cuatro patas y dejé que me poseyera a su antojo. Se acopló en mí con mucha suavidad y pude llegar a alcanzar dos orgasmos consecutivos.

Quedé exhausta en el vibrante suelo. Cuando ya me rehacía de la intensidad del placer, la furgoneta se detuvo.

Me hicieron bajar y el joven me mostró una enorme jaula con 12 perros tan grandes como el que me había amado. Y me dijo :

  • Señora. Esos perros están salidos. Dispone de 2 opciones. Una, servirnos a nosotros con una filmación. La otra, amansar a esas fieras en su lascivia. Ud. elige.

  • Y si no deseo esas alternativas, ¿qué me harán?.

  • Es muy simple. Estamos en una finca especial. Hay varios tormentos que la harán decidirse por una u otra opción. Para que sé de cuenta del riesgo que entraña, la mostraré alguno.

Me hizo seguirle hasta una explanada. Y me dijo :

  • En aquel árbol, será expuesta al sol y los múltiples insectos que hay en la zona. En aquella urna, será recorrida por múltiples arañas, hormigas y cucarachas. En la fosa, las serpientes aguardan para reptar sobre su desnudez. ¿Sigo?.

  • No. Elijo servirles a Uds.

  • Una muy sabia decisión. En menos de 5 horas estará de nuevo en su casa. ¡Sígame!.

Le seguí llena de temores, hasta unas ruinas. En la parte más interna de las mismas había desplegada una tienda de campaña de grandes dimensiones.

Nada más entrar, me encontré frente a la mujer que me había capturado. Se levantó y me dijo :

  • Tu misión es muy simple. Consiste en que azotes a una mujer que te aguarda a pleno sol y después dejarte follar por dos perros. Una vez acabado ese trabajo, te llevaremos a tu casa. Como verás es así de simple.

No dije palabra alguna, pero sabía que había algo especial escondido.

Me dejé conducir hasta el lugar en donde me aguardaba la mujer. Estaba desnuda y atada por las muñecas a dos árboles. Tenía la espalda cubierta de marcas de látigo y su cuerpo estaba empapado en sudor, con varios insectos picoteando su desprotegido cuerpo. Pude apreciar un par de cámaras y todos estaban cubiertos con una careta.

La mujer que me llevaba, dijo :

  • Ahora es tu turno. Rodaremos las siguientes escenas. Se trata de la mujer de uno de los senadores de la oposición a tu esposo. Por tanto, imagino que te será más gratificante.

  • ¡Perdone!. No acabo de entender que es lo que pretenden.

  • No tienes que entender. Sólo, obedecer y actuar.

  • Pero este tipo de material, puede ser muy peligroso para mi marido, salvo que me permitan usar una máscara.

  • No hay concesiones. Estarás tan desnuda como ella. Sólo que tú serás quien la azote. Y no debes preocuparte en este lugar de tu marido. Tan sólo, de ti misma.

  • Me niego a semejante ultraje.

  • Querida. Mi compañero, ya te ha mostrado algunos tormentos. Si lo quisiera, podría obligarte a sufrirlos y luego proponerte lo que has oído. Pero hay otros tormentos que te podrían gustar mucho menos. ¿Procedemos?.

  • No. Haré lo que me indiquen.

  • Muy bien. Armate con ese látigo que hay en el suelo y comienza a azotarla con todas tus ganas. Si observamos que los azotes son una pantomima, repetiremos la escena. Bastarán con 25 latigazos y pasarás a disfrutar del reino animal.

Sabía que aquello me perjudicaría, pero me agaché y recogí el látigo del suelo. Y a una seña de aquella mujer, comencé las descargas sobre aquella desgraciada. Confié en que le gustara ser azotada y flagelé sus maltrechas carnes sin piedad.

La dí mas de 25 latigazos, sin descansar un solo instante. Luego, uno de los hombres se acercó a mí y me quitó el látigo de la mano, mientras me conducía hasta dos enormes perros que ladraban aterradoramente, según me aproximaba.

Fui obligada a ponerme a 4 patas y mientras uno de los canes me penetraba por el ano, yo acariciaba con mi lengua los genitales del que tenía delante. Se relevaron varias veces, hasta que quedé agotada de esfuerzo y placer.

Después de aquella larga e inaudita sesión, la mujer se acercó hasta mí y haciéndome poner en pie, me dijo :

  • Has estado soberbia. Es la mejor película que hemos realizado. Si no quieres que la publiquemos, deberás trabajar para nosotros sin condiciones.

  • Ni lo sueñe. No me importan este tipo de imágenes.

  • No lo has entendido. Venderemos una copia de la película a los oponentes de tu esposo.

  • Eso no es justo.

  • Ya lo sé. Así nos agrada más.

  • No sé, tengo que pensarlo. ¿Que garantías me ofrecen si trabajo para Uds.?.

  • Ninguna, pero haríamos todo lo posible para cambiar tu rostro o al menos disimularlo.

  • ¿Cuando debo darle una respuesta?.

  • En este preciso instante.

Me quedé cavilando unos momentos y al final, pensé que lo mejor era ganar tiempo. Debería decírselo a Alex y al Senador. Acepté. Y acto seguido fui liberada y acompañada a la furgoneta. Me vestí y aquella mujer me condujo hasta casa.

Nada más entrar me encontré ante el Senador y Alex. Después de besarme ambos, les dije :

  • Os han tendido una trampa a través de mí.

Se quedaron serios y les conté todo. Cuando terminé esperaba una paliza, pero no sucedió tal cosa. Rod, me dijo :

  • Se van a aprovechar de tí en todo momento. Les seguiremos el juego. Actúa de manera normal y cuando te pregunten, si nos lo has contado, diles que no. Ahora, ve a la ducha y aséate. Luego, decidiremos nuestro próximo paso.