Historia de Ady (17)

Fui depositada en el suelo, ante la presencia del Senador y algunas personas más que no llegué a identificar. Me sentía incapaz de despegar mi cabeza del frío suelo. Sí, pude escuchar como el Senador, decía...

CAPITULO XVII

Fui depositada en el suelo, ante la presencia del Senador y algunas personas más que no llegué a identificar. Me sentía incapaz de despegar mi cabeza del frío suelo. Sí, pude escuchar como el Senador, decía :

  • Como os iba comentando acerca de la mujer de Alex. Aquí la tenéis. Observaréis que es una hembra magnífica. Fijaros en la cantidad de malos tratos que ha sufrido esta tarde. Os entregaré el vídeo con sus tormentos. Creo que mañana estaréis de acuerdo conmigo en que es el señuelo ideal.

No supe exactamente a que se refería. Tenía mucho dolor de cabeza y mi debilidad era patente. Seguí tirada en el suelo hasta que los reunidos se hubieron marchado. El Senador con la punta de su zapato, me conminó a ponerme en pie. Lo hice entre grandes dolores, pero mis piernas temblaban y tenía que hacer esfuerzos supremos para mantenerme semi erguida.

Me hizo caminar hasta llegar a su mesa en donde me dijo que me tumbara boca arriba, mientras él me exponía la nueva situación.

Entonces, me refirió :

  • Ady, me agrada verte en este estado. Te he sometido a estas duras pruebas para que aprendas a soportar lo que se te avecina. Alex, está de acuerdo y espero que tú también. No sé si esta tarde has escuchado que se liberalizaba la exposición en el Congreso. Eso significa que cada grupo pueda llamar a un congresista o senador para intentar ridiculizar su idea, pero ésto incluye también a sus mujeres. Y como Alex es diputado de mi partido y no hay quien le tosa, tu serás el punto de mira de la oposición. La nueva ley, establece libertad absoluta para tirar abajo una idea, aunque sigue prohibiendo que haya violencia entre los diputados. Sin embargo, no dice nada de sus mujeres. Y como ya sabrás la mujer en este estado, puede ser respetada o tratada como una mercancía. ¿Me sigues?.

Estaba tumbada sobre la mesa, llena de enormes dolores, pero había conseguido captar el significado de sus palabras. Para demostrar que le entendía, asentí con la cabeza. Y el Senador, continuó :

  • Alex y yo, hemos hablado del tema mientras te divertías en el sótano especial. Está de acuerdo en que tú seas el señuelo. Pero, necesito tu colaboración. Sé que te gusta ser martirizada, aunque lo de hoy haya sido exagerado. También sé, que te gusta que te follen dos o tres a la vez. Y que te encanta ser humillada ante mucha gente y sobre todo si es importante. ¿Es así?.

Volví a asentir, pero le dije :

  • Antes de proseguir, ¿tendría algo que me aliviara de los dolores que padezco en mi cuerpo?.

  • Por supuesto. Podías haberlo dicho antes.

Maniobró en su escritorio y sacando una jeringuilla me clavó la aguja directamente sobre el pecho izquierdo y me inyectó. Estuve a punto de gritar, pero me contuve. Observé como aguardaba a que la inyección hiciera efecto. Y en menos de dos minutos, sentí un alivio general y sonreí. Entonces, él continuó :

  • Bueno te he expuesto lo que debes saber. ¿Nos vas a ayudar?.

  • Sí, Senador. Pero necesito conocer anticipadamente lo que me puedan llegar a hacer, o no sabré comportarme.

  • Eso es sencillo. Yo mismo me encargaré de mostrarte el árido camino. Para empezar, esta noche te la pasarás moviendo un torno en el patio trasero, bajo la lluvia y entre el fango. Y serás vigilada y azotada por dos de mis encapuchados. Ahora, te quitaré las marcas de los látigos. ¿Conforme?.

  • Estoy demasiado cansada para ese tipo de trabajo.

  • Me da igual como te sientas. Harás ese trabajo durante toda la noche, mientras mis hombres te azotan en cada vuelta. Hay tiempo de sobra. Mañana, irás a hacer el reportaje que tienes pendiente. Y después te someteré a nuevos suplicios. Por la noche es la orgía, te dejaré ir con Dana. Pero a partir del Sábado pasearás junto a tu marido por la ciudad, con el fin de que vayan conociéndote.

Asentí en silencio, mientras él me indicaba que le siguiera hasta su habitación.

Una vez en la misma me ató entre dos columnas y me aplicó el bálsamo.

A los diez minutos estaba resplandeciente. Me dejó darme un baño caliente y cuando el agua se quedaba templada, él mismo me secó y me acompañó hasta el patio trasero.

Estábamos los dos solos en el patio. Sentí bastante frío, pero me aguanté. Allí era donde permanecería toda la noche. El torno en ese instante estaba parado. Y la parte en donde me encontraba estaba cubierta por un techado mientras el lado opuesto esta al descubierto. Aquel torno, servía para alimentar de electricidad los sótanos. Y aunque aquella noche no hubiera sido necesario que el torno girase, yo debería acumular nueva carga por el simple hecho de ser atormentada.

Mis muñecas fueron sujetadas a una de las tres barras del torno. Me animó a que moviera todo el conjunto. Hice fuerza y me costó que aquello se moviera, pero una vez conseguido vencer la resistencia conseguí caminar sin demasiado esfuerzo. Y en mi caminar llegué hasta la parte no cubierta y la lluvia me empapó. Cuando regresé al lado seco, el Senador detuvo el torno y me colocó una venda en los ojos.

Según fijaba la venda, con un nudo escuché pasos a mi derecha. Debían ser mis guardianes encapuchados. Sentí sobre mi cuerpo varias manos enguantadas y el roce de un par de látigos. Entonces, el Senador dijo :

  • Deberá permanecer en el torno hasta las 4 de la mañana. Podéis emplear toda clase de malos tratos. Podéis mofaros de ella, insultarla, humillarla, manosearla y cuanto se os ocurra. Con la inyección que la he puesto no se desvanecerá. A la hora establecida me la enviáis limpia.

Escuché unos pasos alejándose y supuse que eran los del Senador.

Entre aquellos dos guardianes me ayudaron a mover el torno y comenzó mi calvario. Al principio, los típicos vocablos de puta, esclava, zorra y otros peores. Y latigazos casi constantes, que agradecía. Cada vez que la lluvia caía sobre mí me sentía agradecida, pues allí no era azotada. Sin embargo andar por aquel lodazal me costaba un esfuerzo extra.

Llevaba bastante tiempo en el torno, sin conocer la hora que era. De repente uno de los hombres se sentó en la barra frente a mí y me obligo a abrir la boca y dejar que su pene se introdujera en mi boca, mientras el otro me azotaba la espalda y las nalgas con mucha rudeza.

Me encantó, poder trabajar con un pene en mi boca. Me concentré en agradarle y a la vez no dejar de caminar.

En un momento determinado, se derramó en mi boca. Tragué lo que pude, pero sé que no fue todo. Y en la siguiente vuelta, mientras mis nalgas eran nuevamente martirizadas, sentí un líquido cálido caer sobre mi cara. Supuse que estaba meando sobre mí.

Y ésto se repitió varias veces, hasta que el torno fue parado. Me informaron que eran las 4 de la mañana y debían presentarme ante el Senador.

Me quitaron la venda de los ojos y después me desataron. Pude ver que había un pilón con agua de lluvia. Me introdujeron en el mismo y después de pasarme el cepillo de raíces varias veces sobre mi cuerpo, me sacaron del pilón tiritando de frío. Me secaron un poco y me condujeron hasta las habitaciones del Senador.

Una vez ante él, me dejaron y se fueron. El senador, al verme, sonrió y me dijo :

  • No ha sido tan malo. Bueno, ahora te quitaré esas marcas y podrás irte a dormir.

Me dejé atar y después me aplicó la pomada. Al cabo de 10 minutos estaba sin una marca en mi cuerpo. El Senador, me desató y me indicó que me aseara convenientemente

El reloj, en ese preciso momento anunciaba las 5 de la mañana. Si me acostaba pronto podría dormir cerca de 4 horas.

El Senador no me retuvo mas tiempo del debido y me condujo hasta una habitación con las ventanas llenas de barrotes. Había una cama con una manta y me introduje en la misma. Pude comprobar que tenía sábanas limpias y con un agradable olor. Me dejé tapar y después se alejó, cerrando la puerta con llave.

Me quedé dormida casi en el acto.

Fui despertada por una de las doncellas. Había estado durmiendo las 4 horas de un tirón, sin que recordara nada del sueño.

Me levanté y me aseé convenientemente y por fin bajé al salón en donde me esperaba el Senador.

Sonrió al verme y me indicó que me sentara a su lado. Él estaba tomando un café, pero a mí me sirvieron todo cuanto deseaba. Desayuné fuertemente y me quedé llena. Al mirar de nuevo al Senador, ví que sonreía. Esperé lo peor, pero mis dudas eran infundadas. Colocó una de sus manos en mis hombros desnudos y me dijo :

  • No te preocupes tanto. Descansa aquí o en mi despacho. Cuando te sientas con ganas, te aseas y sales a hacer el reportaje que tienes pendiente. Puedes ir a la hora que desees. Ya he avisado a tu cliente y está conforme. Si no te importa, ven a verme antes de irte.

El Senador se fue y quedé sola en aquel enorme salón. El servicio también se había retirado por orden expresa del Senador.

Después de media hora de reposo de aquel enorme desayuno, me levanté y me dirigí hasta el aseo. Me lavé los dientes y me apliqué un enjuague que dejaba la boca fresca durante todo el día, aunque no parara de acariciar penes con la misma.

Me maquillé un poco los pezones y mis labios. Y después retoqué mis uñas.

Al contemplarme ante el espejo, me sentí bonita. La verdad es que los latigazos iban tallándome la figura. Tenía un culo muy armonioso y con bellas redondeces. Incluso el pecho, había mejorado con los azotes, aunque lo más probable es que fueran los bálsamos que me aplicaban después de cada tormento los que consiguieran esos efectos sobre mi cuerpo. Salí del aseo y me dirigí hasta el despacho del Senador.

Llamé a la puerta y aguardé que me indicaran entrar. Cuando oí su voz, entré y me situé a su lado aguardando que me dijera algo.

Sonrió, mientras me acariciaba los pechos y las nalgas con ambas manos y después me dijo :

  • Creo que te sientes bien en esta casa. También creo que podrás realizarte completamente junto a mí. Y ahora se sincera. ¿Qué te pareció el tratamiento de ayer?. Descríbemelo fase por fase.

  • Senador. Cuando fui humillada en este despacho, me maravilló. El tormento en la cruz fue muy sádico, pero me gustaría probarlo de nuevo. El martirio en el sótano está bien para alguien que no va a volver a pisarlo. Los tormentos están bastante bien, pero sobran patadas y manotazos. Y quizá falta un poco de ingenio para aplicar otras torturas. En el torno me sentí bien, pero sería más interesante con peores modales, mas insultos y humillaciones.

  • Ady, creo que nos vamos a entender muy bien. Además, tengo que decirte que Alex te cede a mi persona siempre que tú lo aceptes. Para los asuntos oficiales serás su esposa, pero vivirás conmigo en todo momento. Si deseas ser poseída por tu esposo o por Pierre en algún momento en que estés libre de servicio, te lo permitiré sin el más mínimo problema. Y ahora respóndeme. ¿Aceptas pasar a ser de mi absoluta pertenencia?.

  • Me siento halagada, Senador. Sí, acepto depender de Ud. por completo.

  • Me agradan tus palabras. A partir de ahora, me llamarás por mi nombre de pila. En la intimidad seré Rod. Ante mas gente, me seguirás llamando Senador. Te doy libertad para andar por esta casa desnuda o vestida. Y también admitiré que desees follar con algunos varones o hembras. Sólo, tendrás que decírmelo. Y si no tienes a nadie yo te procuraré los necesarios.

  • Se lo agradezco, Rod. Le pediré todo cuanto necesite, aunque sepa que no me lo vaya a permitir.

  • No abuses de mi paciencia. Sal de mi despacho y haz el reportaje. Y cuando vuelvas te condenaré a un tormento, que yo especialmente he elegido para tí.

  • ¿No me puede dar una pista?.

  • No. Será una sorpresa. ¡Ahora vete!.

Me alejé de él con toda celeridad y fuí al dormitorio. Me puse una mini falda y una blusa sin mangas, corta y muy vaporosa y transparente. Me calcé unas zapatillas planas y tras coger el abrigo, salí al exterior.

Me dirigí hasta la casa de mi cliente. Aparqué frente a la puerta y llamé. Me abrió Sussie, la hija pequeña. Estaba casi desnuda y con marcas recientes de látigo sobre su joven piel. Entré y dejé el abrigo en la percha. Luego la seguí hasta donde se encontraba su padre.

Rebbeca, la hija mayor, estaba desnuda ante él, pero no tenía marcas de látigo sobre su cuerpo. Él, al verme, se acercó a mí y me dijo :

  • Está todo preparado en el sótano.

  • Muy bien. ¿Puede decirme, por qué su hija pequeña está azotada?.

  • Es sencillo. Me ha apetecido azotarla para pasar el rato.

  • Estando marcada desde el principio, el reportaje no saldrá bien.

  • No te preocupes por éso. Todavía la daré unos cuantos azotes en tu presencia, pero cuando tu digas la haré desaparecer las marcas.

No podía oponerme. Eran sus derechos y Susie parecía aceptar aquel trato.

Bajamos los 4 al sótano y me admiré de la decoración y la luz ambiente. Realmente era el lugar ideal. Preparé todo el equipo y coloqué a Rebbeca atada en una pilastra. Coloqué la cámara sobre un trípode y centré el enfoque. Y entonces le pedí que la fuera azotando lentamente intentando que el látigo la rodease el cuerpo.

Yo disparaba la cámara con flash sin cesar para intentar captar cada uno de los momentos esenciales. Después de 10 minutos de azotes, encendí las luces para dejar descansar un poco a la joven. Y proseguimos instantes después.

Era muy interesante observar las expresiones y gestos de Rebbeca en la relampagueante luz del flash. A los pocos minutos, le pedí que la atara en la pilastra de espaldas a nosotros y con las piernas muy separadas.

Me sentía muy acalorada y le pregunté :

  • ¿Le importa que haga el reportaje desnuda?.

  • Me agradará contemplarte desnuda.

Me quité la blusa y la faldita. Aquel hombre se atrevió a rozarme los pechos con el cuero encerado del látigo. Contuve mi respiración, pero como él persistía en su actitud, le dije :

  • Si lo desea podemos dar un descanso a sus hijas, mientras me azota como más le apetezca.

  • Me parece una idea estupenda. ¿Te ato?.

  • Depende de lo que quiera hacerme.

  • Sencillo. Azotarte las nalgas y los pechos.

  • Entonces, áteme y póngame una mordaza de bola. Me hará morir de dolor.

Me azotó salvajemente, aunque lo soporté bastante bien. Cuando me desató pude continuar con la sesión.

Rebbeca fue azotada sin misericordia desde la espalda hasta las corvas.

Hicimos después un breve descanso para colocar a Susie.

Se parecía bastante a mí. La encantaba que la manosearan y la azotaran.

El reportaje terminó con un tratamiento conjunto de las dos hijas.

Cuando terminé el trabajo, me puse la blusa y la mini falda, dispuesta a marcharme. Mi cliente se acercó a mí y sujetándome de un brazo, me dijo :

  • Es muy pronto para que regreses. Además debo hacer desaparecer esas marcas, aunque me gustaría hacerte algunas marcas más y follarte acompañado de mis hijas.

Consulté el reloj y asentí, mientras volvía a quitarme la blusa y la faldita. Entonces le dije :

  • Está bien. Dispongo de 2 horas más. Le entrego mi cuerpo para sus caprichos.

Mientras Susie me ataba las manos a la espalda, Rebbeca comenzaba a azotarme el vientre y los muslos. Era agradable aquella venganza.

Fui salvajemente azotada y después me folló en la boca mientras las chicas me introducían falos de cierta consideración en el conducto anal y vaginal.

Después de una hora y media interminable, fui saneada con un spray.

Por fin, pude vestirme y tras despedirme de los tres abandoné aquella casa con destino a la de Rod, quien me aguardaba para un tormento sorpresa.

Tardé menos de 15 minutos en llegar. Me sentía algo alterada y nerviosa por saber que monstruosidad me había preparado.

Entré en la casa y me dirigí a su despacho. Llamé y cuando oí su voz, entré suavemente. Había un par de hombres con él. Me aproximé en silencio a su lado y aguardé.

Me dió un beso y me presentó a los dos hombres, diciendo :

  • Querida, estos hombres son de la policía. Al parecer están buscando a alguien parecido a tí. Se ha cometido un robo de cierta envergadura y están comprobando las coartadas. Cómo tu vienes de hacer el reportaje, seguro que te ha dejado alguna marca. Enséñaselas.

  • Lo siento Rod, pero mi cliente me las ha hecho desaparecer antes de venir hacia aquí.

  • Sin coartada, se complica un poco. En fin, que no salga de la mansión por si necesitáramos, preguntarla algo.

  • Señores. El caso es que debía asistir a una fiesta esta noche en casa del Gran Duque.

  • ¿Es éso verdad, señorita?.

  • Sí, tengo confirmada mi asistencia desde el Lunes.

  • En ese caso, no creo que la molestemos más con este asunto. Es posible que nos veamos en la fiesta.

Después de pedir disculpas, se fueron. Rod, se acercó a mí y dijo :

  • Poco le ha faltado. ¡Desnúdate!. En el sótano he preparado un suplicio nuevo para tí.

Me desnudé y le acompañé al sótano. Estábamos los dos a solas. Me condujo hasta un aparato nuevo. Constaba de dos ruedas de 1 metro de diámetro con grilletes en ambos lados en los que serían engarzados mis muñecas y tobillos.

Me dejé atar sin oponer la más mínima resistencia. Siendo tensada a continuación y sintiendo una fuerte tensión en mi vientre, al estar sujeta por mis extremidades.

Y entonces, me explicó :

  • Ady. Es un aparato antiguo. Bajo tu cuerpo encenderé unos tubos que desprenderán un gran calor y que te molestarán bastante. En la parte alta hay 2 electrodos que te proporcionarán descargas muy desagradables, a la vez que un par de fustas enceradas te azotan el vientre y las nalgas. A ambos lados hay máquinas que te azotarán el cuerpo. A tu derecha con espino y a tu izquierda con ortigas. ¿Qué te parece?.

  • Creo que va a resultar muy sádico, pero deseo probarlo.

  • ¡Estupendo!. Empecemos pues.

Y encendió la estufa. El calor llegó a mis pechos y vientre. Creía que sería abrasada y cuando comenzaba a gritar llena de terror, aquellas ruedas comenzaron a girar. Tanto los electrodos como los azotes funcionaban sin descanso, provocándome aterradoras sensaciones.