Historia de Ady (15)

Hacía bastante frío, pero no me importaba después de la tarde que había vivido. Una vez en el coche, sentí un poco mas de calor y en cuanto cogió temperatura, casi me sobraba el abrigo.

CAPITULO XV

Hacía bastante frío, pero no me importaba después de la tarde que había vivido. Una vez en el coche, sentí un poco mas de calor y en cuanto cogió temperatura, casi me sobraba el abrigo.

Llegamos a mi casa en menos de 30 minutos. Alex nos esperaba en la biblioteca. Se levantó cuando entramos y se acercó a mí y me besó en los labios. Saludó a Pierre y preguntó :

  • ¿Deseas cenar algo?.

  • No, gracias. Pierre me ha invitado en su casa.

  • Muy bien, siéntate Pierre. ¿Deseas tomar alguna bebida?.

  • Una copa me vendría bien.

  • Ady, sírvenos unas copas, pero por favor quítate la faldita y el top. Haremos un poco de tiempo hasta que vengan los demás. Habéis llegado demasiado temprano.

Me apresuré a desnudarme y servirles las bebidas y me quedé en pie mientras bebían y charlaban de algunos asuntos relacionados conmigo. En un momento de la conversación, Alex preguntó :

  • ¿Que te parece mi esposa?. Habrás disfrutado con ella, ¿no?.

  • Efectivamente. Es una hembra espléndida. Fíjate en sus nalgas. Son espléndidas, pero también me gustan sus pechos. Han tomado una forma que me enloquece. Bueno, en general todo su cuerpo está más realzado. Yo creo que los azotes la sientan bien.

  • Sí, estoy de acuerdo contigo. Tiene un cuerpo ideal para ser martirizado. ¿La habéis azotado mucho?.

  • Pues sí. Dana me ha ayudado generosamente. Y la verdad, espero que no te importe.

  • Por supuesto que nó, querido Pierre. Simplemente, me gusta enterarme de las cosas que la hacéis. Y, ¿habéis utilizado algún tormento especial?.

  • Sí, Alex. Por cierto, a media tarde la vaporizamos con aquel producto que me indicaste y además la añadí unos pocos polvos en la vagina y en el ano. ¡Resultó una maravilla!.

  • Me lo imagino. Dime, Ady. ¿Estás enfadada con Pierre por aquel tormento?.

  • No. Fue muy sádico, pero no estoy disgustada con su tratamiento.

  • Pierre, parece ser que mi esposa no te guarda rencor. Eso significa que te la has follado totalmente, ¿no?.

  • Por supuesto, Alex. Con una hembra como tu mujer en mis manos...

  • Lo entiendo y lo apruebo.

En ese instante sonó el teléfono. Contestó Alex y su cara cambió de expresión un par de veces. Luego, pareció serenarse y por fin, colgó. Se acercó a Pierre y dijo :

  • Nuestros dos amigos no vendrán, así que tendremos que pasar la noche nosotros tres, si te apetece.

  • Casi lo prefiero. ¿Qué propones?.

  • Ady, se sentirá encantada de compartirnos. Además, podemos aprovechar para probar las espoletas que solicité y por supuesto la azotaremos a nuestro antojo y nos la follaremos entre los dos. Ady, quítate los zapatos y las medias. Desde este momento estás como nuestra esclava.

Me encantó la idea, sobre todo la de follar con los dos a la vez. Me desnudé a toda velocidad y aguardé órdenes.

Entonces Alex, se levantó y cogiéndome de los cabellos y zarandeándome un poco, dijo :

  • Iremos a la buhardilla. He preparado algo de equipo y es ideal para el juego. Camina, Ady. Realmente, tienes unos magníficos pechos y un apetitoso culo.

Subimos las escaleras los tres a la vez, estando yo en medio de ambos.

Llegamos a la buhardilla. Era enorme y muy luminosa. Y había casi tantos aparatos como en la casa de Pierre. Este, dijo :

  • Como el servicio no sabe dónde vamos a permanecer, ¿por qué no mandas acudir a una doncella y nos calentamos con ella?.

  • Es una magnífica idea. Precisamente, hay una doncella que debía ser castigada con 300 latigazos, esta noche. La mandaré subir.

  • Me parece una buena idea. Si te parece, cuando esté ante nosotros, la anuncias el castigo y la dices que la perdonas 150 ó 200 latigazos.

  • Buena idea. Así lo haré.

Pulsó un botón del interfono y dictó la orden, mientras a mí me maltrataba del cabello y algún que otro manotazo en los pechos.

A los pocos minutos, apareció una doncella. Se parecía bastante a mí. A una indicación de Alex se desnudó ante nosotros. No me pareció que se sintiera azorada al desnudarse en público. Debía de haber sucedido mas veces.

Alex se encargó de llevarla hasta el centro de dos columnas y engarzó sus muñecas a dos grilletes, tensándola a continuación.

Me encantaba ver a la joven un poco asustada y manteniéndose en el suelo con las puntas de los pies. Su cuerpo, era una preciosidad y algo mas fino que el mío. Realmente era una pena, castigar aquella hermosura.

Pierre y Alex se armaron con unas fustas especiales, que seguramente emplearían después conmigo. Alex, se situó frente a la joven, mientras Pierre lo hacía a su espalda. Fue Alex, quien la dijo :

  • Pequeña, tu castigo asciende a 300 latigazos. Mi generosidad te lo reduce a 200. Pero, si eres capaz de no gritar durante los 30 primeros te reduciré la pena a 150 latigazos. Y si aguantas sin gritar otros 20 más, te la dejaré en 100 azotes. Y para que veas que voy de buena fe, en el transcurso de los 50 primeros no te tocaré los pechos y la vagina.

Observé como la joven asentía y se concentraba para no gritar cuando comenzaran a azotarla. Yo había pasado por esa prueba y sabía que era muy difícil reprimirse. Pero teniendo la oportunidad de bajar el castigo a la tercera parte, sobre todo si no te apetecía, sabía que haría todo lo posible.

El primero en descargar la fusta, fue Pierre. Lo hizo con malicia hacia sus muslos. La joven dio un respingo y a punto estuvo de gritar, mas de sorpresa que de dolor. Alex, no se hizo esperar y la agredió en el vientre con un par de azotes cruzados. Y Pierre, un nuevo azote a sus nalgas, sin dejarla reponerse.

Pensé que si la joven no gritaba antes del azote número 20, sería capaz de soportar toda la primera parte del castigo en silencio. Pero me cabían mis dudas. Yo había sido atormentada de aquella manera y había gritado antes del décimo azote.

Por una parte, sentía ganas de cambiarme por la joven. Pero si lo hacía, a lo mejor era condenada mas tarde a la totalidad del tormento. Pensé que lo mejor era apartarme y no distraerles.

Me tumbé en el largo sofá, de forma que podía ver el tormento.

La joven aguantó los 50 primeros latigazos sin gritar, aunque sus jadeos y convulsiones, hacían patente su sufrimiento. Cuando Alex anunció que tan solo recibiría 100 azotes, la joven dejó escapar sus angustias contenidas y los gritos comenzaron a sonar al ritmo de los azotes.

La joven fue despachada en media hora. Fue desatada y después la indicaron que se retirara. Era mi turno y aunque no me apetecía mucho ser azotada, deseaba estar con los dos. Era el camino que yo misma había decidido. Me incorporé y me puse en pie, aguardando a que uno u otro me condujeran al lugar de sus apetencias.

Pierre se acercó a mí y dijo :

  • Alex, ¿te parece que primero probemos esas espoletas?. Creo que éso nos pondrá un poco mas a tono.

  • Me parece una magnífica idea. Toma este pintalabios y dibuja una diana donde más te apetezca.

Pierre tomó el pintalabios y dibujó círculos concéntricos alrededor de mi ombligo, con centro en el mismo. Mientras trazaba los círculos me magreaba los pechos, sin que a mí me importara. Alex, se aproximó a nosotros dos con una de las espoletas en su mano derecha. La acercó a uno de mis brazos y probó la corta punta. Dí un respingo y a Pierre se le desvió la línea. Con un par de manotazos sobre mi seno derecho me calmó. Borró la línea fallida y terminó de completar el último círculo. Entonces Alex, explicó :

  • Esta espoleta es especial por dos motivos. El primero es que tiene 3 pequeñas puntas, que siempre se clavan. El segundo es que al clavarse en la carne la espoleta cae y libera un hilo de color. De esa forma, no hay que retirar la espoleta, para que lance el siguiente jugador. Además el sufrimiento de la receptora está asegurado.

  • Me parece una maravilla. Ady, ¿te gusta?.

  • Creo que es un poco sádico, pero si os sentís mejor así, lo aceptaré de buen grado.

  • Muy bien dicho, esposa mía. Nos divertirá verte sufrir. Además el ganador te poseerá en el ano y el otro en la boca. Probaremos con 20 espoletas cada uno y después nos la follamos. Ady, estarás en pie a 3 metros de nosotros. Vas a permanecer desatada y espero de tí que no intentes llevar tus manos a las zonas dañadas.

Asentí y me aproximé a ellos, manteniendo mis brazos a lo largo del cuerpo. Alex, fue el primero en empezar y clavó el dardo un poco por debajo del ombligo, quedando un hilo de color rojo colgando. La sensación, aunque muy dolorosa, fue muy intensa.

Pierre lanzó mal y las púas se clavaron sobre mi muslo derecho. Hice un gesto de dolor, pero no me moví.

Poco a poco fueron acercándose al centro. Soporté aquel tormento de la mejor manera posible, aunque me sentía desquiciada de los nervios y el agudo dolor. Al terminar, me acerqué hasta ellos y al hacer el conteo, resultó un empate. Entonces Alex, propuso :

  • Para el desempate, utilizaremos 5 espoletas. Tú lanzarás contra su pecho izquierdo y yo contra el derecho. El que más púas clave cerca de su pezón, será el ganador.

Pierre, estuvo de acuerdo y lanzaron sus dardos contra mis pechos. El dolor fue inmediato e insoportable. Cuando la última espoleta fue lanzada se clavó en mi aureola. Pierre, resultó el ganador. Me quitaron los pinchos y me llevaron hasta la cama en donde sería penetrada en el ano y la boca a la vez.

Esta situación mi hizo olvidar rápidamente los malos momentos. Tampoco había sido tan mala. Simplemente era sensaciones que odiaba, pero también odiaba el látigo encerado y sin embargo me deleitaban sus efectos.

A los pocos segundos, fui empalada por la boca y el ano, con los penes de aquellos dos hombres. Me sentí en la gloria al poder chupar uno mientras el otro me sodomizaba sin piedad. Sin embargo, Alex, de vez en cuando penetraba mucho en mi boca y me hacía daño en la garganta.

Tuve un primer orgasmo, que no pude expresar. Y ante mi retorcimiento, ellos siguieron penetrándome como dos salvajes. Era tal violencia la que imperaba en ellos, que me sentía plena de sensaciones. Unas veces dolorosas y otras placenteras.

En un momento, Pierre asió mis dos muñecas y las atrajo hacia sí, mientras Alex se apoderaba de mis pezones. Ambos ante cada embestida tiraban fuertemente de mí. Estas sensaciones me hicieron redoblar el placer que me colmaba. Y después de mas de 10 minutos de frenesí explotaron los dos en mi interior.

Estuve a punto de ahogarme con el pene de Alex, pero me controlé y pude tragar todo el semen. Después me dejaron tranquila y se separaron de mí.

Estaba medio muerta, pero aún tuve fuerzas para limpiar de restos de esperma de ambos penes.

Y entonces me derrumbé en la cama entre los dos, dejándoles que palparan a su antojo, mis pechos y vientre.

Pierre comentó que debía irse y Alex, le protestó, diciendo :

  • Amigo mío. ¿Vas a ser capaz de dejarnos solos?. No has azotado a mi mujer en toda la noche. ¿Estás enfadado con ella o conmigo?.

  • No Alex. No estoy enfadado con ninguno de los dos. Y aunque me apetecería darla unos cuantos azotes, se ha hecho demasiado tarde y tengo que descansar. Mañana nos espera un día muy activo. Por lo menos a tu mujer y a mí. Recuerda, que mañana por la noche tenemos reunión con los otros para el campeonato de dardos.

  • Está bien, me rindo. Puedes irte a casa cuando lo desees. Me quedaré con mi esposa. La verdad, tienes razón. Es demasiado tarde y hay que descansar.

Durante unos minutos guardaron silencio. A mí no me hubiera molestado que me azotasen entre los dos. Pero también estaba muy cansada y casi prefería que todo quedase así.

Cuando Pierre se incorporó, Alex y yo le imitamos. Le ayudé a vestirse y los tres bajamos hasta el hall. Me dio un beso en los labios, sin que Alex protestara y sin que yo lo rechazara. Y por fin se marchó. Cuando Alex, hubo cerrado la puerta me dijo :

  • Ady. Te has portado muy bien, aunque te han faltado unos azotes.

  • Tu, puedes dármelos. Soy tu esclava.

  • Sí, es cierto. Pero creo que lo mejor será ir a descansar. Mañana serás azotada por cada uno de nosotros, mas lo que traigas de casa de Pierre.

Y subimos hasta la habitación, sin intercambiar mas palabras. Nos aseamos juntos y después nos acostamos. Me abracé a él y le besé con dulzura.

Me correspondió brevemente y después me dio la espalda.

Dormí a pierna suelta durante toda la noche. Al despertar, estaba tapada con el edredón de plumas de ganso.

A los pocos minutos apareció Alex, con mi desayuno en una bandeja. Me sonrió y me dijo :

  • Ady, te he tomado cariño. Me gustas. Espero que no te importe que te maltrate y te entregue a mis amigos.

  • Estoy encantada con el tipo de vida que me das. Además, me agradará lo que te agrade a tí.

  • Gracias, pequeña. Ahora, desayuna y ponte guapa para el trabajo. Por cierto, ¿qué tal es esa Dana?.

  • Es una mujer muy seria, muy sádica y libidinosa. A la salida del trabajo de la mañana pasaré las horas con ella, si tú estás de acuerdo.

  • No te preocupes, ya te autoricé ayer. ¿Te va a azotar?.

  • No lo sé. Imagino que sí. Lo que desea es acostarse conmigo.

  • Hazlo, si lo deseas.

Se fue y me dejó sola con la bandeja del desayuno. Comí con mucho apetito. Una vez terminé, dejé la bandeja en la mesita y pasé al baño. Me duché y me aseé convenientemente. Repasé la pintura de mis ojos, pezones y uñas y me vestí con un conjunto rosa que era una preciosidad. Era de una sola pieza hasta la mitad de los muslos. Tenía las sisas muy amplias y un profundo escote en V que me llegaba hasta el ombligo. Las medias y zapatos del mismo color.

Me admiré ante el espejo y me gusté. Bajé al salón y ví a Alex, leyendo el periódico. Nada mas verme se levantó y sonrió. Y entonces, me dijo :

  • Estás muy guapa. Causarás sensación a los clientes que visites. Yo mismo te llevaré a casa de Pierre.

Me puse un abrigo de napa y salimos al exterior. Hacía una mañana magnífica. Alex, me dejó en la puerta de entrada del edificio de Pierre y se fue.

Llamé al timbre y una doncella abrió la puerta. Nada mas entrar, vi que Dana se acercaba a mí con la cara seria. En cuanto dejé el abrigo a la doncella, me dijo :

  • Tus clientes te esperan y no debes entretenerte mucho. Saluda a Pierre y sal zumbando de aquí. Por cierto, espero que pasarás el descanso en mi apartamento.

  • Sí, Dana. Tengo autorización para quedarme contigo después de la primera parte de mi jornada laboral. Y además lo deseo.

  • Muy bien. Saluda al jefe y luego vete.

Y sin decir palabra alguna más, se alejó de mí y desapareció.

Subí hasta el despacho de Pierre y le dí los buenos días. Se acercó a mí y me besó apasionadamente.

En cuanto pude, salí de su despacho y una vez que la doncella me ayudó a ponerme el abrigo, salí de nuevo al exterior.