Historia de Ady (14)

Una vez vestida, aquel hombre me pagó el importe de las 20 revistas y salí de su casa con dirección al coche.

CAPITULO XIV

Una vez vestida, aquel hombre me pagó el importe de las 20 revistas y salí de su casa con dirección al coche.

Recorrí la zona dejando anuncios de la tienda. Me había cundido poco la mañana, pero había disfrutado. Ahora debía volver a la tienda, para en cuanto terminase la jornada someterme a Pierre.

Entregué a Dana el importe de las 20 revistas. Me sonrió y dijo :

  • Pierre te espera en su despacho para azotarte y torturarte con mi ayuda.

  • Pero, sólo debo pagar por la fianza no depositada. O sea, un máximo de 200 latigazos.

  • Querida, Pierre no sabe que has vendido todas las revistas. Es más, yo misma le he dicho que deberíamos atormentarte para que en un futuro no cometas semejantes despistes.

  • Entonces, ¿voy a ser azotada y torturada como si hubiera perdido la mercancía?

  • Efectivamente. De todos modos, debes hacerlo por mí. Deseo azotarte y atormentarte. Vas a estar mas días junto a mí, pero ahora deseo verte sufrir.

  • Accedo, pero a cambio de que esta tarde no sea sometida a pruebas en la tienda.

  • Cariño. No vas a bajar a la tienda. Pasarás la tarde en nuestro poder. No creo que sean menos de 5 horas de tormento. ¿Estás dispuesta?.

Me dejé conducir dócilmente ante la presencia de Pierre. Me produjo una sensación extraña verle tan altivo, fuera de mi casa. Dana, me obligó a acercarme ante él y entonces me dijo :

  • Has abusado en tus atribuciones, sin estar autorizada. Se impone un castigo ejemplar. Castigaremos tu bello cuerpo durante toda la tarde, pero lo haremos de una manera distinta. Dana y yo hemos pensado en nuevas formas de suplicio. Sé que algunas ya las has vivido, pero una nueva experiencia te hará sentir mas en profundidad el sufrimiento. Nunca, segundas partes fueron buenas. Además, conocemos tus debilidades, pero no te preocupes, no todo van a ser electrodos y cigarrillos.

Pierre, me indicó que le siguiera. Dana, cogiéndome con fuerza del brazo izquierdo me obligó a caminar. Llegamos hasta una habitación enorme. Pude ver todos los aparatos que aguardaban a mi cuerpo. Pierre, se detuvo ante una pilastra y me dijo :

  • Ady. Deseo que tu tormento comience en la pilastra. Dana y yo te azotaremos la espalda y las nalgas durante unos minutos. Después te conduciré al siguiente aparato.

Pude apreciar como se armaban de látigos cortos, de nudos. Me encantaba el látigo de nudos.

Me azotaron sin contemplaciones la espalda y las nalgas. Ignoraron mis gritos y contorsiones de dolor.

Después de unas decenas de latigazos, me liberaron de la pilastra y Pierre me indicó que le siguiera. Mis piernas temblaban a cada paso y sentía los rigores de los latigazos anteriores. Sin embargo, a raíz de ser desatada no dejé escapar gemido alguno, aunque seguía jadeando y resoplando.

Llegamos ante un aparato que no había visto en mi vida, aunque sí había imaginado muchas veces. Se trataba de un asiento muy estrecho con dos protuberancias. Una corta y estrecha para el conducto anal y otra más grande y gruesa para el vaginal. Ambas protuberancias estaban lubricadas y en el minúsculo asiento se iba depositando el lubricante.

A un gesto de Pierre, me aproximé al asiento y Dana me ayudó a que sendas protuberancias entraran en mis correspondientes conductos. Sentí una sensación extraña, pero a los pocos segundos me sentí enloquecedoramente bien.

Dana, se ocupó de sujetar mis muñecas a la nuca, mientras Pierre separaba mis piernas. La sensación que me produjo aquella distensión me llenó de morboso placer. Terminó por encantarme aquella situación, aunque sabía que sería azotada en los pechos, costados y vientre.

Pierre, seleccionó un látigo encerado y me anunció que serviría para mis costados y vientre. Dana, por su parte, me mostró un corto látigo de nueve colas, de finas tiras de cuero, para mis pechos.

Los azotes, me hicieron enloquecer de placer. Nunca, había experimentado una mezcla tan gratificante, pues mientras el látigo mordía mi piel y mi cuerpo se convulsionaba de dolor, las finas tiras del látigo sobre mis pechos me hacía retorcerme de placer.

La sesión fue muy corta, aunque terminé muy dolorida.

En cuanto fui desatada, seguí a Pierre con Dana a mi lado. El siguiente aparato era un poco más tradicional. Le había llegado el turno a mis muslos y a mis conductos íntimos.

A una indicación de Pierre, me tumbé sobre las frías losetas y dejé que Dana me sujetara los tobillos a dos grilletes que estaban unidos a una cadena que colgaba del techo. Fui izada con las piernas muy separadas y me dispuse a sufrir semejante tormento.

Tanto Dana como Pierre se armaron con látigos encerados y terminados en un nudo. El tratamiento fue alterno. Si Pierre me azotaba los muslos, Dana me azotaba la vagina y el ano. Y la siguiente vez al revés.

Fue un suplicio atroz que me hizo vociferar con gritos desgarrados de dolor. Me sentía desesperadamente mal y un temblor se había apropiado de todo mi cuerpo.

Cuando fui desatada, me contraje en el suelo tomando la postura fetal, para intentar poder reprimir aquellas terribles sensaciones. Tanto Pierre como Dana me dejaron así durante un par de minutos, mientras bebían un refresco.

Volvieron y a una indicación de Pierre, tuve que hacer extenuantes esfuerzos para ponerme en pie y caminar tras él. Llegamos ante una cruz de madera muy rugosa y sucia. Entonces Pierre, dijo :

  • Ady. Vas a permanecer en esta cruz mientras comemos. Una vez crucificada, rociaremos tu cuerpo con una sustancia especial, pero añadiremos unos polvos en tu vagina y tu ano para que sufras la experiencia. Además tendrás frente a tí un brazo mecánico que tocará tu cuerpo con electrodos, pinchos o cigarrillos cada vez que grites mas de lo conveniente.

Me sentí pulverizada con sus palabras, pero me dejé crucificar por Dana.

En cuanto estuve convenientemente atada, Pierre y Dana se armaron con un spray cada uno y aplicaron chorros sobre todo mi cuerpo. Al principio, sólo sentí la frialdad del spray, pero a los pocos segundos comencé a sentir un cosquilleo general, que iba aumentando en intensidad. Y entonces Pierre, me aplicó con sus dedos unos polvos en la vagina y en el ano.

Cuando comenzaba a debatirme ante las acuciantes sensaciones, Pierre conectó el robot y lo situó frente a mí. Empecé a debatirme en mis ataduras.

Pero las recientes marcas rozaban con la rugosa madera y me producían muy dolorosas sensaciones. Y las odiosas sensaciones iban en aumento. Hacía un par de minutos que me había quedado sola. Me debatía febrilmente, mientras jadeaba y respiraba en profundidad.

Uno de los jadeos se elevó demasiado de tono y el brazo del robot estuvo a punto de actuar sobre mi cuerpo. Tenía el cuerpo empapado en sudor y mi cabeza se movía errática de un lado al otro. Era insoportable aquel suplicio.

Sentí que me desvanecía varias veces. Y lo mas seguro es que hubiera sucedido así. El caso es, que cuando aparecieron de nuevo ante mí, estaba hecha una piltrafa. Me contemplaron durante un par de minutos, mientras me contorsionaba, ya sin fuerzas y con calambres en los brazos.

Y por fín, fui liberada de la cruz, aunque no así de las sensaciones. En cuanto Pierre hizo un gesto me incorporé y le seguí hasta el potro. Debía ser el aparato final. Sería torturada con electrodos, cigarrillos y pinchos, pero en esos momentos nada me importaba. Estaba totalmente destrozada y abatida.

Me dejé atar dócilmente sobre el potro. Tampoco me importó que tensaran todo mi cuerpo. Y tampoco me preocupó cuando Dana, encendió un cigarrillo y Pierre cogió un rodillo cubierto de púas y lo hizo rodar sobre mi maltratada carne, lentamente.

Sentí escalofríos a mediada que las púas se clavaban en mi piel, pero sobre todo cuando incidían sobre las recientes marcas. Sin embargo, lo asumí como un tormento. Justo en el instante que Dana acercaba la punta viva del cigarrillo a una de mis axilas.

Y no pude reprimir el grito de angustia y dolor. Pero Pierre no se inmutó y siguió haciendo rodar aquel aparato sobre mi cuerpo, mientras Dana, algo mas concentrada en las zonas de mi cuerpo que deseaba atormentar y tras haberse repuesto un poco de mi alarido anterior, fue acercando de nuevo el cigarrillo hacia mi pecho izquierdo. Sentí un profundo aguijonazo cuando la incandescente ceniza tocó mi pecho y me removí, mientras soltaba un nuevo alarido que les impresionó.

El tormento con el cigarrillo y las púas duró unos minutos más. Dana, se apoderó de un juego de electrodos y se los entregó a Pierre.

Para entonces, me encontraba muy debilitada y ya me daba igual cualquier horror. Pierre, me torturó con los electrodos durante cerca de 10 minutos. Y al final me desvanecí.

Cuando desperté, me encontré colgada por las muñecas. No había nadie alrededor y al reparar en mi cuerpo, lo ví libre de marcas. No así de dolores.

Pierre, apareció unos minutos mas tarde. Sonrió al verme consciente y me dijo :

  • Celebro, que te hayas recuperado. Voy a desatarte y más tarde te llevaré a casa. Ahora follarás conmigo y espero que lo hagas bien. Disponemos de seis horas antes de que vuelvas a casa con tu esposo. ¡Bien!, chupa y prepárala para el primer asalto.

Me agradó la idea y dejé que su pene se introdujera en mi boca. Lamí lenta pero sabiamente hasta que adquirió consistencia. En cuanto lo tuve a punto, él lo retiró de mi boca y lo acercó a mi vagina.

Se introdujo con total facilidad, ya que semejante parte la tenía muy lubricada. Comenzó a entrar y salir lentamente, arrastrando aquella enorme masa entre mis paredes vaginales.

Sentía un placer desconocido. De vez en cuando daba un empujón con su pene hasta lo mas profundo de mí, haciéndome padecer de gozo. Y de nuevo, movimientos lentos, pero llenos de sensualidad.

Sin poder remediarlo, alcancé el primer orgasmo a los cinco minutos. Mis gritos resonaron con fuerza, casi tanta como en el potro. Y me contraje con fuerza, aunque él siguió en mi interior con movimientos muy suaves.

Al principio me molestaron, pero poco a poco fui consiguiendo de nuevo las gratificantes sensaciones de placer. Enseguida se retiró de mí y me hizo colocar bocabajo. Y me penetró en el conducto anal. Le costó un pequeño empujón para estar dentro, pero yo estaba lo suficientemente lubricada para su penetración, que ésta no tuvo mayores contratiempos.

Me amó de la misma forma que en la vagina. Y pude alcanzar 2 orgasmos consecutivos, mientras él seguía con la penetración más excitante de cuantas había vivido. Y cuando alcanzaba de nuevo el clímax, él estalló entre grandes gritos en mi interior y se derrumbó sobre mi cuerpo.

Me sentía extenuada pero agradecida. Era una forma de olvidar los malos tratos del mediodía. Pasados unos minutos, Pierre me dijo :

  • Pónmela a tono, quiero follarte de nuevo.

No tuvo que repetirme la frase. Me avalancé sobre aquel pene, totalmente abatido y abriendo mis labios dejé que entrara en mi boca. Con suavidad y ansiedad acaricié aquella culebra que jugueteaba en mi boca, pero que tardaba en adquirir la consistencia apropiada.

Sin embargo, sabía que era cuestión de minutos lo que tardaría en poder ponerlo erecto y preparado para nuevos asaltos. Mientras ese instante llegaba, sentía como mi vagina se iba humedeciendo de placer. Disfrutaba acariciando un pene con la boca y el de Pierre mas que cualquier otro, aunque el de Alex también me hacía experimentar gran placer.

El pene iba recobrando la erección a gran velocidad y ya no cabía casi en mi boca, que tenía que tener abierta del todo para dar cobijo a aquella masa enorme y palpitante. Y en cuanto estuvo listo y palpitante, Pierre se separó de mi boca y me lo introdujo en el ano.

Me hubiera encantado tener otro en mi boca, pero me conformé con las gratas sensaciones que producía en mi conducto anal. El placer era inmenso y a cada instante subía un grado más.

Pierre, sabía como follarme y yo disfrutaba como una posesa. En un momento determinado, algo se disparó en mi interior y alcancé un orgasmo más placentero que en el asalto anterior. Vociferé y me retorcí de placer, mientras Pierre me hacía dar la vuelta para penetrarme por la vagina. No me importaba que me observara mientras me debatía en el placer.

El ataque a mi vagina fue algo mas violento que la vez anterior. Entraba y salía a mayor velocidad y con mayor fuerza, dejándome entontecida de placer y jadeos. Aquel frenesí, determinó que alcanzara el primer orgasmo en menos de 5 minutos. Y mientras mi cuerpo se arqueaba de placer y un grito ronco se escapaba de mi garganta, Pierre siguió con su frenesí sobre mi vagina.

Al principio me sentí morir de dolor, pero mi vagina seguía estando lubricada y a los pocos segundos el placer me invadió de nuevo. Sudaba copiosamente y me retorcía ante cada embate. Me parecía imposible que todo aquello fuese real.

Intenté controlar mi placer con el fin de que Pierre estallase a la vez que yo, pero se me hacía muy difícil poder contenerme y al final perdí el control y un nuevo orgasmo inundó todo mi ser. Mientras me retorcía de placer pensé en el pobre Pierre, pero éste seguía a un ritmo bastante alto, aunque algo mas lento, la fricción de su pene contra las paredes de mi vagina.

Esta vez, los dolores en las partes mas sensibilizadas de mi vagina me hicieron vivir una nueva experiencia. Era el tormento, tras el orgasmo. Pero sólo duró un par de minutos y el placer volvió a aparecer ante mí, de golpe.

Observé a Pierre y le ví a punto de vaciarse sobre mí y me dejé llevar por las enervantes sensaciones de placer y estallamos los dos a la vez en un orgasmo a dos bandas. Los gritos de Pierre taparon los míos, que no fueron nada recatados. Y su cuerpo en una contracción total cayó desplomado sobre el mío.

Su pene quedó dentro de mi vagina, acto que agradecí ya que de esa manera mantenía mi cuerpo sujeto. Cuando nuestras dos respiraciones se hicieron mas acompasadas, intenté llegar con mi boca a su pene destrozado.

Pierre, consintió que mi boca limpiara los restos de semen de su pene. Le acaricié con mucha suavidad y dulcemente, pero en un momento determinado, Pierre me sujetó la cabeza con su mano derecha y cesé de toda caricia, aunque mantuve su pene en mi boca.

Nos quedamos quietos durante unos minutos, hasta que Pierre me dijo :

  • Continúa ahora y en cuanto eyacule en tu boca iremos al baño. Luego cenaremos juntos y a continuación iremos a tu casa.

Seguí acariciando lentamente el pene hasta que adquirió la consistencia precisa. Utilicé mi lengua activamente, mientras le masturbaba con mis labios y de vez en cuando con mis manos.

Al cabo de 10 minutos, la erección fue total y a los pocos segundos se derramaba en mi boca. Tragué todo el semen sin dejar que se perdiera gota alguna. Me sentía en la gloria. Había sido la sesión más gratificante de cuantas había experimentado.

Después de unos minutos de descanso, se incorporó y le imité, siguiéndole hasta el baño. Me indicó que llenara la bañera y la preparara con sales especiales. La bañera quedó llena en menos de 3 minutos. El agua estaba muy caliente, pero no quemaba la piel.

Pierre se introdujo en la misma y a una indicación suya me metí también.

Al ser redonda, cabíamos los dos perfectamente. Pero Pierre quiso que me pusiera frente a él y no deseo que le frotara. Tan solo pasamos unos minutos frente a frente, relajando nuestros cuerpos.

Pasado el tiempo, salí de la bañera y le traje un albornoz. Se incorporó y se lo puso. Yo me quedé desnuda y chorreando agua por todas partes, hasta que me indicó una toalla de baño. Me sequé con ella y luego la enrosqué sobre el pecho.

En cuanto nos hubimos secado convenientemente salimos a la habitación, pero antes dejé la toalla en su percha. Y entonces, me dijo :

  • Busca tu vestido y póntelo. Te espero en el salón. No tardes.

La encontré cerca del despacho de Pierre. Me puse el top y la minifalda. Después me coloqué las medias y los zapatos y bajé al salón.

Encontré a Pierre acomodado en un enorme sillón. Me indicó que me sentara frente a él y le obedecí.

La cena fue una maravilla. Y además tenía un apetito descomunal. Comí de numerosos platos y bebí bastante vino. Los postres resultaron riquísimos y después acompañé a Pierre a la biblioteca en donde le serví una copa y otra para mí. Mientras la degustaba, me dijo :

  • Bebe tranquila y no te preocupes por sentirte pesada. Para cuando pueda empezar la revolución sobre tu cuerpo, hará mas de una hora que habrás hecho la digestión.

Me agradaron esas palabras y bebí sentada junto a él. Después de una hora me indicó que me aseara un poco y que me preparara para volver a casa.

No le hice esperar mas de 10 minutos y salí de nuevo al salón en donde me aguardaba con mi abrigo. Me ayudó a ponérmelo y salimos al exterior.