Historia de Ady (06)

Las dos administradoras unieron los grilletes de mis muñecas a la espalda y me condujeron hasta el lado opuesto en donde aparecería Lea. Yo colaboré respirando agitadamente y manteniendo mi cuerpo ligeramente doblado.

CAPITULO VI

Las dos administradoras unieron los grilletes de mis muñecas a la espalda y me condujeron hasta el lado opuesto en donde aparecería Lea. Yo colaboré respirando agitadamente y manteniendo mi cuerpo ligeramente doblado.

En cuanto Lea apareció las dos administradoras me condujeron hasta ella de muy malos modos. Lea sonrió, y dijo :

  • Espero que hayáis disfrutado con mi esclava. Ahora me acompañará para tratar un asunto pendiente. Quiero la comida a las 3 de la tarde, en punto.

Lea, me cogió por uno de los brazos y me sacó de aquel lugar. Subimos hasta su dormitorio. Tenía dos cadenas que caían del techo sobre el mismo centro de la habitación. Entonces, me dijo :

  • Túmbate en el suelo sobre tus pechos y separa bien las piernas.

La obedecí inmediatamente y me tumbé sobre las frías losas. Separé todo lo que pude mis piernas y dejé que ella manipulara las cadenas sobre los grilletes en mis tobillos.

Sabía que me iba a colgar por los tobillos y que me azotaría la vagina y el ano. Eran las zonas íntimas que todavía no había herido, quitando algún latigazo desviado. Sentía curiosidad por experimentar el dolor en aquellas sensibles zonas.

Antes de izarme se sentó sobre mi espalda, aplastando mis pechos contra el frío suelo. Me colocó una mordaza de bola y se levantó lentamente. Se acercó hasta la pared próxima y comenzó a girar una manivela que hizo que las cadenas ascendieran, arrastrándome por el suelo hasta que, primero mis pies y después mi vientre abandonaron el suelo. En dos segundos estaba colgada por los tobillos y mi larga melena quedaba a 5 cm. del suelo.

Entonces, se acercó hasta mí y dijo :

  • Ady, formas una V perfecta en esta postura. Me agrada lo que veo, pero te lo voy a torturar sin misericordia. Antes te elevaré un poco mas para pinzarte los pezones. Luego te haré descender un poco y comenzaré con unos fustazos en las caras internas de los muslos, para terminar con las cadenillas en esa jugosa vulva y ano.

Me imaginaba algo parecido, aunque no creía que me fuera a azotar una parte tan sensible y expuesta con las cadenillas.

El pinzamiento de mis pezones me gustó, a pesar de la desazón que sentí en los mismos.

Comenzó con una serie de 3 latigazos en cada muslo. Me debatí y contorsioné. Siguió con una nueva serie, pero acercándose a mi vagina. Las contorsiones esta vez, fueron más visibles. Por último, lanzó una nueva serie de 10 latigazos sobre mi vientre y vello púbico.

Se armó con las cadenillas y sin darme tiempo a recuperarme de los rigores anteriores, arremetió contra la base de aquella V.

El primer impacto me dejó paralizada y rápidamente una terrible quemazón, seguido de un muy intenso dolor se adueñó de aquella zona.

Nuevos golpes en la misma zona, me hicieron enloquecer de dolor. Era incapaz de debatirme ante aquel monstruoso castigo.

Después de 20 latigazos, que se multiplicaban por 2, cesó el castigo.

Sin embargo, me dejó en aquella postura durante una hora. De vez en cuando se acercaba a mí y rociaba aquellas martirizadas partes con algo de alcohol.

Me debatía sin poder gritar. Las sensaciones eran tan odiosas que no sabía la forma de controlarlas. Deseaba que la noche llegara y que fuera devuelta a Valeria y Martín. Sin embargo, mis pensamientos solo contemplaban la cara de Roberto.

Cuando fui bajada y desatada, me retorcí en el suelo. Sin embargo, Lea no me dejó quedar encogida. Me dijo :

  • Sé que te duele y te escuece. Es lo que deseaba. Me vas a acompañar en la comida, pero no quiero verte en momento alguno que intentas tocarte cualquiera de las partes maltratadas. Y no quiero verte con los muslos juntos. Si fallas en ésto, te volveré a azotar dichas zonas y después te torturaré vagina y ano con mostaza o pimienta molida. Tu eliges.

Fueron tan elocuentes sus palabras, que rápidamente estiré mis piernas y sufrí el dolor en mi interior.

En cuando me desató las manos y me hizo poner en pie, la seguí entre grandes contorsiones y espasmos hasta el salón.

Dos doncellas, nos atendieron durante toda la comida. Ni siquiera las miré a la cara. Tenía los ojos cubiertos de lágrimas y mi cuerpo temblaba sin cesar. Lea, me vigilaba atentamente y mantenía la fusta cerca de su mano derecha. No me hubiera importado que me zurrara los pechos o la espalda. Al menos las sensaciones se habrían dividido un poco. Pero Lea era firme en su decisión de mantenerme en un sufrimiento continuo.

Cuando terminamos de comer me condujo hasta la biblioteca. Me pidió que la sirviera algún licor y que después me sentara a su izquierda.

Así pasamos un par de horas. Entonces, acercando mi cara a la suya, me anunció :

  • Ady. Tu ama Valeria vendrá a recogerte en un par de horas. Tienes un poco de tiempo para seguir disfrutando. ¡Elige!, ¿potro o rueda?.

  • Preferiría probar la rueda.

  • Una estupenda decisión.

Me hizo poner en pie y me condujo hasta una habitación especial, aneja a su dormitorio. Había una pequeña escalera y al final se podían apreciar, entre una espesa atmósfera, un potro y una enorme rueda. Pasé ante pilastras y columnas marcadas por los cueros. Y por fín llegué hasta la enorme rueda. Debía medir unos 3 metros de diámetro.

Me acercó hasta la rueda, teniendo que dar unos pasos por una tarima que llegaba a dos tercios de la altura de la rueda. La rueda en su giro completo rozaba varios aparatos. El primero estaba situado en la base. Se trataba de un par de rodillos humedecidos con alcohol. El siguiente aparato consistía en un rodillo espinoso que estaba situado sobre la tarima en donde me encontraba. El tercer aparato estaba en la parte más alta y contenía varios electrodos. Y el cuarto aparato lo componía un torno que hacía girar un juego de fustas y cadenillas.

Lea, separó el rodillo espinoso y haciendo que me pusiera de espaldas a la enorme rueda ató mis muñecas a los dos aros de la rueda. La hizo girar unos grados hasta que mis pies quedaron colgando a la altura de sus manos. Y me los engarzó de igual manera a los aros.

Invirtió el giro de la rueda hasta que mi cabeza quedó a la altura de su cintura y me colocó una máscara, para proteger mi cara de los pinchos y cadenillas. Y sin más, me dijo :

  • Te dejo a solas con tu suplicio. Dentro de media hora vendré a darte la vuelta.

Tras estas palabras, colocó el rodillo de espino sobre mis pechos y pulsó el botón de puesta en marcha. La rueda comenzó su lento movimiento.

El espino se clavó en cada una de mis partes más sensibles. Sentí los primeros efectos mientras la veía alejarse y apagar la luz de la estancia.

Salí del rodillo de espino justo cuando los electrodos tocaban mi piel por primera vez. Sentí mi cuerpo convulsionarse en varias ocasiones. Las descargas no eran muy fuertes, pero sí muy desagradables. Según recibía las últimas descargas en mis pies, el torno con las fustas y cadenillas comenzó a alcanzarme los brazos, para inmediatamente recorrer mi cuerpo desde los pechos hasta los pies, momento en el que sentí un frío roce sobre mis brazos, pero especialmente sobre mis pechos y vientre. Esta sobre el rodillo de la base, que estaba humedecido de alcohol permanentemente.

Nada mas salir del rodillo, sentí un gran escozor en las zonas de mi cuerpo marcadas por las cadenillas y la fusta.

Y de nuevo el rodillo de espino me esperaba para hacerme más ingrata la situación.

No sabía cuantos giros había dado, cuando las luces se encendieron y mi cara, a través de la máscara, descubrió la presencia de Lea. El aparato se detuvo cuando mis pies estaban a la altura de su cintura. Separó el rodillo de espino y me desató los pies. Hizo girar la rueda unos grados en sentido inverso y cuando quedé de pie en la tarima, me desató las manos y me dijo :

  • Ady. Esta ha sido la primera parte. Ahora probaremos tus partes traseras. He manipulado el aparato de los electrodos de tal modo que cuando alguno de sus 2 contactos toquen con alguna parte de tu cuerpo, suelten una descarga un poco mas fuerte que las veces anteriores. He dispuesto un torno con fustas aquí y otro con cadenillas al lado contrario.

Me amarró de frente sobre la rueda y antes de pulsar el botón de arranque me dió 10 latigazos en las nalgas. Y acto seguido comenzó la segunda parte del tormento.

Volvió a marcharse y apagó las luces.

El aparato de tormento era ideal para quien le gustara sentir dolor. No era del todo mi caso, pero empezaron a gustarme aquel tipo de vivencias. Con cada azote, a pesar del dolor que me producía, me sentía mas colmada. Sin embargo, deseaba febrilmente, que aquello acabase y pudiera volver con Valeria.

Después de media hora de aterradoras sensaciones, apareció Lea. Paró el movimiento de la rueda y me desató. Me retiró la máscara y pude contemplar mi cuerpo extremadamente marcado.

Lea me ayudó a recorrer los pocos metros que había, por la tarima, hasta el suelo y atándome entre dos columnas, me aplicó el bálsamo. Enseguida me dijo :

  • Tu ama Valeria está apunto de llegar. Estarás lista y encantadora para cuando estés junto a ella. Si te pregunta que es lo que té hecho, respóndela que te he maltratado con las fustas y el látigo.

Una vez que las marcas hubieron desaparecido, me llevó hasta la ducha en donde ella misma, quedándose desnuda ante mí se encargó de dejarme limpia y perfumada.

En ese momento, vi en Lea a un ama ideal. Era muy rigurosa y seria. Como a mí me gustaba. Valeria era mas joven y la gustaba mas estar con los hombres que dedicarse a maltratar a sus esclavas. A mí, también me gustaban los hombres, incluido martín.

En cuanto llamaron a la puerta, Lea ató mis manos a la espalda con una soga de esparto y dejándome en el centro de la sala, fue a abrir.

Valeria, apareció en el umbral de la puerta. Estaba sola, vestía un abrigo de piel que la daba un aire majestuoso.

Entró en la habitación y se aproximó a mí. Me examinó de arriba a abajo y después de quitarse el abrigo se sentó en el sofá y charló con su hermana. Estaba guapísima con aquel conjunto de blusa y pantalón.

Me encantaba la idea de que hubiera venido a por mí. A una indicación suya me acerqué y mientras seguía hablando con Lea, comenzó a toquetearme el pubis y poco a poco, fue introduciendo sus dedos en mi conducto vaginal.

Comencé a respirar con mayor frecuencia y hasta llegué a jadear un poco, mientras Valeria decía a su hermana :

  • Admira a mi esclava. La encanta el sexo y sin embargo me ha elegido a mí, que la torturo y la humillo sin cesar.

Lea no dijo palabra alguna, pero asintió. Las caricias de Valeria me estaban trastocando. Estaba casi histérica y a punto de llegar al orgasmo. Las palabras de Valeria, me liberaron de las tensiones, al decir :

  • Esclava, si sientes placer y deseas estallar en él, hazlo. Me honrarás.

No esperé mucho más y me deshice en un grito ahogado, mientras el placer había llegado al nivel mas alto. Entonces, escuché de Lea :

  • Valeria. Es un buen elemento y creo que os vais a entender. Me alegra que la guste disfrutar del sexo. Aprovéchate de ella, creo que está enamorada de tí.

Valeria me miró, casi con ferocidad. Pero casi al instante sonrió y se pronunció :

  • Es una nueva argucia tuya, ¡eh?. Sin embargo, te diré que yo si me estoy enamorando de ella. Me parece la mejor amiga que he tenido y además se somete como mi esclava.

  • Pues, ¿qué mas quieres?. Llévatela a la cama y compruébalo. No creo que ella se niegue a cooperar.

  • Por el momento, no es oportuno. Debo presentarla como mi esclava y tengo que ser despiadada con ella ante los demás.

  • Pero eso no importa, Valeria. Las mejores esclavas, son las amantes de sus amas, siempre que estas se abandonen al frenesí del amor. ¡Pregúntale a ella!. No pierdes nada. La vas a azotar de todos modos. ¿Y que mejor placer que azotarla o dejar que azoten a tu amante?. A tí te gustará y ella estará encantada de servirte.

  • No sé por qué te hago caso. ¡Esta bien!. Ady, ¿deseas ser mi amante?.

  • Me enloquecería de placer, Ama.

  • No sé. Creo que entre las dos tramáis algo. No me fío.

  • Soy tu hermana mayor. Sé de lo que estoy hablando. Hace unos años a tí te gustaba estar a mi lado. Y yo no te trataba nada bien. Y sin embargo, tu seguías junto a mí. Luego te hiciste adulta y nos separamos, pero sigues viniendo a mi casa. Si te pidiera en este momento que te desnudaras. ¿lo harías?.

  • Sabes que sí. Nunca he podido negarte algo.

  • Pues aplícate el cuento. Tienes una esclava que está loca por tí y tu también lo estás por ella. A las dos os gustan los hombres. Y además ella es tu esclava.

  • Me estás convenciendo. Pero existe un problema. Me he aficionado a vivir con hombres. No sabría como aislarme de ellos para poder estar con Ady.

  • Es muy simple. Puedes decírselo directamente o pedir que tu esclava esté contigo, en la cama, durante algunas noches.

  • Está bien. Me he convencido. Ady, ¿deseas ser mi amante?.

  • Sí, Ama.

  • Bueno. Ya es muy tarde y Martín debe estar desesperado. Ya te contaré. Nos vamos.

  • Me alegro por tí. ¿Quieres un paraguas?. Está lloviendo mucho y hace bastante frío.

  • No. Yo tengo mi abrigo y ella es mi esclava.

Y sin decir palabra alguna más, me desató las manos y salimos de la casa. Quedé empapada antes de bajar la escalinata y cuando llegaba al coche chorreaba agua por todo el cuerpo. Nada mas entrar por la puerta trasera Martín se enfureció por el estado en que me encontraba. Valeria se encargó de calmarle y nos dirigimos a casa. Valeria me arrojó una toalla grande para que me envolviera en ella.

La utilicé para secarme un poco el pelo y guarecerme de la frialdad del ambiente. El trayecto fue bastante convulsivo entre ellos dos. Y terminaron peleados. Me entristeció esa situación, pues aunque no me gustaba Martín, Valeria parecía estar enamorada de él.

Después de unas cuantas palabras cruzadas entre los dos, decidió que la dejaría en casa y él se iría a la suya.

En efecto, nos dejó a unos 30 metros de la puerta. Valeria salió del coche, mientras Martín me quitaba la toalla y volvía a quedar desnuda. Mi ama abrió la puerta y me indicó que saliera. Martín antes de irse arrojó la cuerda con la que había sido maniatada al suelo. Valeria la cogió y me ató las manos a la espalda, mientras el agua chorreaba por toda mi desnudez. Luego, puso su brazo sobre mis hombros y atrayéndome hacia ella nos dirigimos hasta la casa.

A pesar de que la lluvia caía incesantemente sobre mí, me sentí protegida por mi nueva amante. Me encantaba la idea de ser amante y esclava a la vez.

Cuando entramos en la casa, Valeria se despojó del abrigo y me condujo rápidamente al baño de su habitación. Me secó todo el cuerpo y luego mi cabello mediante un secador de mano.

Una vez seca, aunque seguía con mis manos atadas a la espalda, Valeria me preguntó :

  • Esclava, ¿te apetece cenar conmigo?.

  • Sí, Ama.

Entonces me desató las manos y me acompañó hasta el salón. Aunque seguía desnuda, me parecía increíble que me estuviera pasando todo ésto.

Una vez en la mesa, me dijo :

  • Ady. He conseguido las cadenas para azotarte. ¿Crees que serás capaz de soportarlas con humildad si alguien las utiliza contra tí el Viernes?.

  • Sí, Ama. Haré todo por Ud.

  • No me llames de Ud. a solas. Si vamos a ser amantes, me gustaría que me tutearas, aunque yo después te azote. ¿Estás de acuerdo?.

  • Sí, Ama. Estoy deseosa de estar junto a tí.

  • Así, me gusta más. Cenaremos y después nos iremos a la cama. Deseo amarte con la pasión que llevo guardada desde el primer día en que te conocí. Pero, no te preocupes. A las dos nos gustan los hombres y creo que a tí, Roberto. A mí me encanta Juan. Es tan severo que me hace enloquecer.

  • Ama. ¿Puedo preguntarte algo sobre Juan?.

  • Por supuesto, querida.

  • ¿Qué te hace Juan, de especial?.

  • No lo sé. Quizá porque me trata como a tí. Pero es cariñoso y muy paciente conmigo. A tí, también te gustaría.

  • ¿Crees, que va a hacer el amor conmigo?.

  • Estoy convencida, aunque preferiría tenerlo solo para mí.

La cena transcurrió demasiado agradable para lo que yo esperaba. En cuanto dimos cuenta del postre, Valeria me condujo hasta su dormitorio.

Mientras ella se desnudaba, yo la besaba en el cuello y en cuanto estuvo desnuda, comencé con lameteos en sus pechos y costados. Valeria, me paró, diciendo :

  • Ady. Deseo estar limpia para tí. Voy a darme una ducha rápida.

  • ¿Puedo estar contigo?.

  • Me encantaría que me acompañaras.

Y de ese modo, las dos nos metimos bajo la ducha. Nos enjabonamos a placer jugueteando con el agua y la espuma y acariciándonos con toda la libertad del mundo.

El tiempo corrió a toda velocidad, pero nosotras no teníamos prisa.

En la cama fue mejor todavía. Nos mantuvimos abrazadas por espacio de media hora o más, besándonos en la boca y acariciando nuestros cuerpos. Yo creo que aquel fue el momento real en el que nos enamoramos perdidamente la una de la otra. Nos declaramos amor de verdad.

Tomé la iniciativa y pasé mis labios y mi lengua por cada poro de su piel hasta llegar a su pubis. Conseguí conectar con su vulva y ella pareció enloquecer de gozo.

Me tomé mi tiempo y la hice deleitarse con mis caricias. Sentía como iba subiendo de tono. Después de unos minutos de frenesí, se arqueó y quedó rígida mientras alcanzaba el orgasmo. Por mi parte dejé mi lengua quieta y me mantuve a la expectativa.

Valeria, en cuanto hubo recobrado un poco la calma, fue la que me hizo subir mi cabeza hasta quedar frente a ella. Me dió lentos besos mientras acariciaba mis pezones y la vulva. En cuanto se dio cuenta de mi estado, fue bajando su boca hasta llegar al pubis y su lengua encontró pronto mi vagina, que en esos momentos estaba chorreante de placer.

Me acarició con la misma suavidad y buen gusto como yo había pretendido con ella, consiguiendo que tuviera el primer orgasmo a los pocos instantes.

Me contraje en lo mas alto del placer y me quedé rígida por unos momentos, pero Valería no separó su boca y lengua de mi vulva. La seguía acariciando lentamente para no producirme sensaciones extra-convulsivas. Y al cabo de unos minutos mi segundo orgasmo llegaba ante sus caricias.

Me sentía demasiado favorecida, teniendo en cuenta que yo era la esclava y ella el ama. Poco a poco, separó su lengua y fue subiendo su cabeza hasta llegar sus labios a contactar con los míos.

Nos besamos durante mas de 5 minutos seguidos. Y cuando comenzaba a bajar mi cabeza para volverla a acariciar, me retuvo y susurró :

  • Basta Ady. Te amo más de lo que hubiera creído poder amar a alguien. Me has hecho gozar mas de lo imaginable, prefiero pasar lo que queda de noche tranquila junto a tí. ¿Lo has pasado bien?.

  • Me he sentido en la gloria. Tampoco yo, había experimentado antes estas sensaciones.

  • Me alegran tus palabras. Ahora duerme y mañana decidiremos que hacer.

Nos quedamos dormidas a los pocos instantes. Valeria se durmió antes que yo y la cubrí con el edredón. Me encantaba estar al lado de ella. Ahora sabía lo que realmente necesitaba. Se trataba de amor, cariño, afecto. Bueno esas cosas que dan significado a la vida. Pero también necesitaba malos tratos.

No pude pensar en mas cosas, el sueño se adueñó de mí.

Al amanecer, me desperté antes que Valeria. La contemplé durmiendo como un niño pequeño. Me dieron ganas de besarla en la boca, pero me contuve para no despertarla. Pensé en Roberto y sentí deseos de ser poseída por un enorme pene, o por varios a la vez.

Valeria, hizo un amago por despertarse. Me volví a poner junto a ella y su mano derecha reposó sobre uno de mis pezones. Conseguí pasar un brazo sobre su cuello y se acurrucó mas en mí. Me agradó aquella sensación y la dejé dormir sobre mi pecho durante unos minutos más.

Cuando despertó, creí que iba a estallar de cólera al verse abrazada por su esclava, pero sucedió todo lo contrario. Sonrió y me besó ambos pezones y volvió a acurrucarse sobre mi pecho. Creía que se había vuelto a dormir, pero no era así. Pasados unos momentos, se levantó de la cama y me dijo :

  • ¡Te amo, Ady!. Perdóname por lo que te haga estos días.

La consolé y la besé llena de amor y gratitud. Desde aquel momento comencé a sufrir por ella. Estábamos enamoradas. Lo peor era alejarse la una de la otra, o al menos así lo creíamos. La dije :

  • Valeria. Soy tu esclava y debo ser atormentada por tus amistades. Creo que después de mañana en que seré presentada como una más de entre tantas esclavas, podrás hacer que cambien las cosas para nosotras dos. En lugar de un dogal, sería más idóneo una gargantilla multiuso. En lugar de grilletes, pulseras haciendo juego con la gargantilla. Todo ésto, cuesta dinero. Yo misma pondré la cantidad que indiques. Será mi primer regalo a la persona de quien estoy enamorada.

  • Ady. Eres un encanto. Y te quiero. Me dejaré hacer semejante regalo.

  • Sabes, que a mí no me desagradan los malos tratos. Lo que pase el Viernes achácamelo a mí. Y si después quieres atormentarme, lo aceptaré gustosa. Pero sobre todo, disfruta durante la fiesta con mi presentación y no te preocupes tanto de mí. Yo pensaré en tí en todo momento, por lo que seré capaz de aguantar muchas malas acciones contra mi cuerpo.

  • Tus palabras me estimulan. Casi preferiría no sentir algo por tí, pero da igual. El sótano te espera para terminar de ser acondicionado.

  • Ama, ¿puedes enviar a alguien que me azote mientras trabajo?.

  • Yo me encargaré durante un par de horas. Después seguirá Roberto si consigo que acuda.

Me sentí sublime al escuchar aquellas palabras. Roberto me encantaba en todos los sentidos. Por el momento, Valeria me bastaba para azuzarme mientras trabajaba.