Historia de Ady (04)
Cuando me ví en el coche de Valeria, pude respirar...
CAPITULO IV
Cuando me ví en el coche de Valeria, pude respirar.
Me llevó hasta mi casa y subió conmigo. Nada mas entrar, me dijo :
Esclava. Desnúdate para ser azotada o ser saneada. Lo que tú elijas.
Ama, prefiero ser saneada.
Me colocó en el mismo lugar del pasillo y me aplicó el bálsamo.
Cuando estuve sin marcas, se despidió diciendo :
Te espero, mañana Lunes, a las 5 de la tarde.
No faltaré, Ama.
Cuando me quedé a solas me sentí renacer. Me dí una ducha de casi media hora y me quedé como nueva.
Me dirigí al dormitorio y puse el despertador a las 8 de la mañana.
Podía dormir, casi 7 horas.
Y lo hice.
Al despertar, me costó levantarme. Desayuné y me aseé. Eran las 10 de la mañana. Tenía tiempo de ver la película y devolverla al sexshop al medio día, ya que por la tarde no me daría tiempo.
Me gustó la película tanto, que volví a repetirla. Luego pasé la cinta mía y por último la segunda de la otra joven.
Me vestí y bajé a la calle para devolver la película. De nuevo en casa, comí y me aseé convenientemente.
Hacia las 4 de la tarde, me puse unas medias con ligas, los zapatos y por vestido una gabardina con capucha. Bajé de nuevo y cogí el coche. Normalmente tardaba media hora en llegar, pero no quería retrasarme.
Llegué ante la casa con 15 minutos de adelanto.
Dejé aparcado el coche en un lugar poco visible y me dirigí a la puerta. Llamé al timbre y aguardé con algo de frío en el cuerpo. A los pocos instantes escuché unos pasos y la puerta se abrió. Me quedé impresionada al ver ante mí a uno de los hombres que me habían atormentado el Viernes.
Sonrió y exclamó :
¡Pero, si es la pequeña Ady!. Pasa querida. ¡Que sorpresa!. Te ayudaré con el abrigo.
No aguardaré con él, es que no llevo nada debajo.
Mejor que mejor. Acuérdate, que ayer te vi desnuda y te manoseé.
Me dejé quitar la gabardina y quedé bastante explosiva ante él.
Ven, te llevaré hasta su dormitorio. Está con un amigo, pero ya deben haber terminado.
Preferiría esperar en el salón.
Tonterías. Vendrás conmigo. ¿Qué puede pasar?. ¿Qué se cabree y te mande azotar?. Creo que es a lo que has venido.
Se equivoca Ud. he venido porque ella me lo pidió.
De acuerdo. En cualquier caso vendrás conmigo y si no desea verte te llevaré a un lugar especial y te haré maravillas con mi pene. Y por cierto, ¿has probado alguna vez un pene en tu boca?.
No. Nunca he sentido esa sensación.
Pues, ha llegado el momento de empezar a disfrutar de la vida.
Llegamos hasta el dormitorio de Valeria. Y me obligó a entrar sin llamar. Estaba siendo sodomizada y gritaba de placer.
Nada mas verme, susurró :
- Ven a mi lado y déjate penetrar.
La obedecí y me coloqué como ella. El hombre que me había introducido en la habitación me aplicó una pomada en el ano y comenzó a acoplarse. Todo mi cuerpo se negaba a permitir la entrada del intruso, pero un par de manotazos en las nalgas y varios pellizcos en mis pezones relajaron mi parte trasera y la culebra se zambulló en mi interior.
Sentí un desgarro, seguido de un gran dolor. La culebra seguí avanzando hasta que llegó al límite. Dos nuevos manotazos en las nalgas me hicieron volver al presente y el pene comenzó a ir y venir por mi interior.
Poco a poco, los dolores fueron dando paso a sensaciones agradables. A partir de aquel momento, comencé a debatirme de placer casi al mismo ritmo que mi ama.
Los dos hombres, eyacularon a la vez sobre nosotras. Y los cuatro caímos pesadamente sobre la cama.
Cuando hubieron transcurridos unos minutos. Valeria se levantó y tras ponerse una bata transparente, dijo :
- Roberto y Juan, os presento a mi esclava Ady.
Los dos hombres se levantaron a la vez y me besaron animosamente. El que me había llevado hasta el cuarto, era Roberto. Me besó con mayor ímpetu que el otro al que yo no conocía y dijo :
Valeria. Esta esclava tuya es un buen hallazgo. Ahora os dejamos a solas, pero permíteme que trastee con ella cuando no la necesites. Quiero enseñarla algo gratificante.
Gracias por tus palabras. Te la dejaré luego, pero no la azotes demasiado.
No estaba pensando en azotarla.
Cuando los dos hombres salieron de la habitación, Valeria me dijo :
Ady, necesito que me ayudes a organizar uno de los sótanos. Quiero dar una fiesta para presentarte como mi esclava. Y desearán contemplarte mientras eres atormentada. ¿Te importa?.
No, Ama. Haré lo que me pida.
Muy bien. Quítate las medias y los zapatos y sígueme.
Bajé con ella hasta el sótano. Nada mas entrar me quedé espantada de las dimensiones del mismo. Todo estaba bastante sucio y desordenado. Entonces, me dijo :
- Ady. Tienes delante de tus ojos lo que deseo que adecentes para el Viernes. No te agobies, hay tiempo de sobra. Lo primero que harás, será quitar el polvo de los aparatos y los asientos de los invitados. Luego, fregarás el suelo con esta fregona. Y ésta será toda tu tarea por hoy. En cuanto termines, puedes ducharte. Al fondo hay un aseo. Y en cuanto estés limpia te entregaré a Roberto para que disfrutes con él. ¡Te encantará!. Cenaremos a las 11 de la noche. Y ahora, a trabajar.
Tardé un par de minutos en decidir por donde empezar. Me puse a trabajar sin tregua. Cuando estaba terminando de quitar el polvo a la última de las sillas de los invitados (había contado 50) sentí que el cansancio se iba abriendo camino en mi cuerpo.
Saqué fuerzas y fregué el suelo con verdadero cuidado. Cuando terminé, estaba deshecha. Recogí todo y me dirigí al aseo. Me dí una ducha de agua caliente que me relajó bastante.
Por fin salí camino de la habitación de Valeria. Llamé a la puerta y me abrió Juan. Me acompañó hasta mi ama y ésta, me dijo :
- Ady. Roberto te espera en su cuarto. Está en la tercera planta. Entra sin llamar.
Salí de la habitación y me dirigí a la escalera. Subí los escalones pesadamente y llegué a la habitación de Roberto.
Nada mas verme, se incorporó de un salto y me abrazó. Me besó de un modo algo bárbaro y me acompañó hasta la cama, en donde me hizo ponerme de rodillas para sodomizarme. Entonces, me preguntó :
¿Estás muy cansada?.
Sí, un poco.
Bien, como disponemos de poco tiempo antes de cenar, te daré una pequeña paliza para relajarte. Después te someteré en la boca.
Me dejé sacar de la cama sin oponer resistencia. Me trató con una violencia tremenda, dándome patadas y manotazos por todo el cuerpo, incluidos los pechos y el vientre. Después de unos 10 minutos angustiosos, me dejó de rodillas en el suelo, mostrándome su pene.
Acerqué mis labios y lo besé, pasando mi lengua por su glande. Poco a poco fui dejándolo entrar en mi boca y pude saborearlo mas tranquilamente.
Roberto, tenía un pene mediano cuando estaba flácido. Pero cuando se empalmaba era enorme. Debía mantener mi boca abierta del todo para no rozarle con los dientes, mientras que aprendía a realizar trazados con mi lengua.
A veces se hundía hasta el fondo de mi garganta y me provocaba fuertes arcadas, pero enseguida retiraba la opresión y yo podía seguir lamiendo aquella parte del cuerpo de los hombres, que hasta este momento no había probado.
Y me encantaba. Seguía lamiendo con ferocidad. A cada momento que pasaba me sentía más dichosa. Sentía como palpitaba en mi boca y sabía que estaba cercano el momento de la eyaculación.
Pasados unos minutos, me cogió del pelo con fuerza y estalló en mi boca.
Un torrente de esperma invadió mi garganta, que procuré tragar a toda velocidad. En cuanto el miembro quedó algo más flácido, pude saborear aquella nueva sensación. ¡Simplemente, me encantó!.
Al poco se retiró de mí y me dijo :
Te has portado muy bien. Para ser sincero, demasiado bien. ¿Te he hecho mucho daño antes?.
Solo un poco. ¿Podré acariciarle de nuevo, algún día?.
Pues claro, preciosa. En cuanto terminemos de cenar, nos enzarzaremos en el sexo. Podrás chupárnosla a los dos. Ahora, aséate y salgamos a cenar.
Le obedecí en silencio. Me sentía como atontada. Me dolía un poco el cuerpo, pero el placer que había vivido junto a Roberto solo era equiparable a los toqueteos de Valeria con la fusta. Me duché y me lavé la boca. Después me puse un poco de colonia por todo el cuerpo y salí a la habitación.
Roberto, me aguardaba vestido. Yo estaría desnuda durante todos estos días, pero además me apetecía mas así.
Salimos a la escalera y bajamos al salón. Valeria y Juan ya estaban sentados a la mesa. Me maravilló ver a mi Ama casi tan desnuda como yo. En el cuello lucía una pajarita. Vestía un sujetador que realzaba su pecho, pero que dejaba sus pezones al descubierto. Medias negras con ligas y zapatos negros de tacón muy fino y alto.
Juan, estaba muy elegante. Al fijarme mas en la mesa pude apreciar que era de cristal y se podían ver las piernas largas y esbeltas de Valeria y por tanto las mías también.
Cuatro doncellas completamente desnudas, todas ellas rubias, de alta estatura y con los ojos, labios, pezones, pubis y uñas pintadas de rojo nos servían el primer plato.
La cena transcurrió con bastante alegría en la que me dejaron intervenir aunque intenté mantener las distancias. Me encantaba estar desnuda entre ellos y quizá esta sensación provenía de ser la esclava de Valeria, que no la importaba estar desnuda ante sus amigos.
Me pareció una cena de amigos. La conversación era tranquila y sosegada con alguna que otra risa entre los cuatro, o uno con otro. No habían fustas o látigos cerca de la mesa y en ningún momento fui agredida por los varones.
Tengo que decir, que tanto a Valeria como a mí en algún momento alguno de los hombres nos lanzó algún pellizco. Mas a mí que a ella, pero fueron escenas cálidas y desprovistas de mala intención.
Cuando la cena terminó, Roberto propuso :
- Podríamos pasar a la biblioteca y fumar un poco mientras degustamos una copa.
Valeria, sonrió y dijo :
Me parece una buena idea, mi esclava nos la servirá.
¿No podríamos dejarla al margen por esta noche y que nos sirviera una doncella?.
Insisto en que deberá ser mi esclava. Ella se sentirá más realizada. Preguntadla, si lo deseáis.
Ady, ¿es cierto que deseas esta situación?.
Realmente, me encantaría ser yo quien os sirva. Y además, debo ser yo. Soy la esclava del Ama Valeria.
Está bien, Valeria. Que tu esclava nos atienda en todos nuestros caprichos.
Después de aquella corta conversación, supe que había llegado la hora de ser utilizada como una esclava. A mí me encantaba la idea. Estaba en aquella casa por eso mismo.
Pasamos los cuatro a la biblioteca y cuando se hubieron sentado, atendí sus peticiones.
Les preparé las bebidas solicitadas y se las entregué. Entonces, Valeria dijo :
- Ady. Estamos indefensos. Ve a buscar al sótano esas fustas de colores que hemos visto esta tarde. Coge las tres mas finas y terminadas en bolita espinosa y límpialas a fondo. Luego tráelas.
Me encantó aquel pequeño encargo. Era una forma de poder hacer la digestión de la cena, antes de que mi cuerpo fuera marcado por las fustas.
Llegué al sótano y me volví a quedar impresionada de sus dimensiones.
Me acerqué hasta el enorme armario en la pared del fondo en donde había guardado las fustas y otros látigos. Allí estaban todos los elementos necesarios para atormentar a una joven. Sabía que tendría que limpiarlos cada uno de ellos por la mañana, pero por el momento podría disfrutar con las fustas de colores.
Cogí las tres solicitadas y sentándome sobre el potro comencé la tarea de limpiarlas una a una. No quise retrasarme y en menos de 10 minutos ya las tenía impecables.
Me armé de valor y salí de aquella estancia, rumbo a la biblioteca.
Entre sin llamar y los encontré a los tres enzarzados en el sexo. Juan la sodomizaba, mientras Roberto mantenía el pene en su boca.
No me habían visto entrar, así que me escondí en un rincón y me dediqué a mirar. A cada segundo que pasaba mi cuerpo reaccionaba. Sentía el goce en mi boca y en el conducto anal.
Estaba deseosa por compartir con ellos aquellas sensaciones, aunque me azotaran. Cosa que estaba necesitando por momentos.
Salí de la biblioteca y calculé el tiempo que había pasado. Era prudente y no se notaría el retraso. Llamé con los nudillos un par de veces y entré.
Roberto y Juan me miraron sonrientes y me indicaron que me acercara.
Dejé las fustas cerca de sus manos y Juan me dijo :
- Esclava, tu ama necesita una lengua en su vagina.
Valeria, no podía casi moverse. Estaba como empalada por aquellos dos hombres. Me tumbé con la cabeza bajo su vientre y elevé mi cabeza hasta encontrar su vulva con mi lengua.
La acaricié lenta y sensualmente. Y a los pocos segundos pude escuchar su fuerte respiración a través de los conductos de su nariz.
Aquella actividad duró cerca de una hora. Valeria se corrió 2 veces seguidas y por fin los hombres arrojaron los torrentes de esperma sobre las dos cavidades de mi ama. Yo pude probar un poco de lo que chorreaba del ano de Valeria.
Acto seguido, mi ama se desplomó sobre mí y los hombres sobre ella, quedando mi cabeza a la altura de su vagina y el pene, ahora flácido, de Juan sobre mi cara.
Dos minutos después, Roberto se levantaba y dejaba respirar a mi ama. Yo había comenzado a lamer el pene de Juan y estaba cobrando consistencia cuando Valeria se irguió y dijo :
- Creo que es hora de acostarse, aunque esperaremos a que mi esclava termine su trabajo.
Me sentía en la gloria al acariciar el pene de Juan. Era algo más delgado y largo que el de Roberto, pero me encantaban sus sensaciones.
Mientras, tumbada de espaldas, lamía el pene de Juan, Roberto se acopló en mi vagina en dos intentos. Era la primera vez que era penetrada de aquel modo.
El goce avanzó hasta tal punto que perdí la noción del tiempo. Hasta Valeria se sentó sobre mi vientre y mordisqueó mis pezones. Llegué a correrme en dos ocasiones y cuando finalmente se derramaron en mi interior me quedé satisfecha.
Valeria no dejó de recriminar mi comportamiento, aunque lo hacía para que Juan se diera por aludido, ya era quien iba a pasar la noche con ella.
Sin embargo, no emprendió acciones contra mi cuerpo. Simplemente, se separó de mi cuerpo y dijo :
- Amigos, es demasiado tarde. Nos iremos a la cama ahora.
Valeria y Juan se marcharon juntos y yo me quedé junto a Roberto. Unos minutos tardó en reaccionar. Luego cogiendo la fusta amarilla, me dijo :
- Vamos, Ady. Tenemos aún seis horas para divertirnos.
Le seguí, pensando en pasar varias horas atormentada por los azotes. Pero me equivoqué por completo.
Una vez en su habitación, se limitó a manosearme y pedirme que le animara el pene con mi boca.
Lo hice encantada y al cabo de unos minutos, sentí que cobraba vida aquel miembro en mi boca. Entonces, Roberto me preguntó :
¿Donde prefieres la penetración?.
En el ano, pero si deseas otra parte también me agradará.
Será en el ano. ¡Date la vuelta!.
Y me coloqué conforme a sus necesidades. En tres empujones se coló en mi conducto anal. Sentí un desgarrón, pero poco a poco el placer me invadió.
Me encantaba aquella situación. Nunca había experimentado la sodomía de aquel modo. Roberto, estaba bien armado y además era capaz de calentarme con la mano o con la fusta, lo cual agradecía de alguna manera.
Cuando eyaculó en mi interior, entre enormes exclamaciones, nos derrumbamos los dos sobre la cama.
Pasados unos minutos, me abrazó cariñosamente y conversamos de algunos aspectos de mi vida. Después de varios minutos de conversación, acompañados de caricias y algunos besos, me dijo :
- Ady, me ha encantado conocerte de esta manera. Mañana vendrá a esta casa otro conocido tuyo, pero le gusta más mortificar que amar. Es posible que lo pases mal. Ni se te ocurra refugiarte en Valeria, es peor que todos nosotros juntos.
Acto seguido, nos quedamos dormidos.