Historia de Ady (02)

Una vez en el exterior respiré profundamente y me sentí libre. Me dirigí al coche y me trasladé a casa con la sana intención de no volver a visitar aquellos parajes.

CAPITULO II

Una vez en el exterior respiré profundamente y me sentí libre. Me dirigí al coche y me trasladé a casa con la sana intención de no volver a visitar aquellos parajes.

La tarde la pasé nerviosa y excitada. Al llegar la noche cené poco y me acosté a los pocos minutos.

Al día siguiente me levanté más excitada de lo normal. Decidí que algunas fotografías al paisaje me serviría de tranquilizante. Surtió efecto, pero al llegar la noche sentí de nuevo aquella especie de excitación que no me dejaba vivir.

Me puse a ver la TV y al pasar a un canal especial, pude contemplar una película sobre una pobre chica capturada y vejada por un grupo de maleantes.

Sentí curiosidad y me tragué todo el morbo. La hacían tantas trastadas y barbaridades que casi daban ganas de vomitar. A mí, me serenó un poco.

En el nuevo día, sentí una inmensa necesidad de contemplar escenas como las de la noche anterior. Sabía que en ciertos locales, se exhibían películas de ese tipo, pero no me atrevía a ir a los mismos siendo mujer. Así que me decidí por comprar revistas especializadas.

Me pasé toda la tarde del Martes contemplándolas. Las escenas eran de lo más variopintas.

El Miércoles, me decidí por alquilar alguna película sobre el género. Al final me llevé tres.

Las ví varias veces y el Jueves las devolví, pero no pude dejar de coger otras cuatro. Me pasé casi todo el día contemplándolas. Realmente, eran una auténtica basura, pero una de ellas me gustó más y me sentí la protagonista.

A las 5 de la tarde bajé a devolverlas y ya tenía decidido asistir a la velada con mi nueva ama.

Cogí el coche y conduje hasta las cercanías. Llegué demasiado pronto y decidí aguardar en los alrededores. A 5 minutos de la cita acerqué mi coche hasta una zona poco visible de la casa. Y después anduve los escasos 50 m. hasta las escalinatas. Comenzaba a llover, aunque la temperatura era cálida.

Temblaba, mas de emoción que de frío. Había decidido no llevar ropa interior. Debajo del abrigo llevaba un ligero vestido y unas medias con ligueros y zapatos de tacón medio. Llamé a la puerta.

Se abrió sin que hubiera nadie en la entrada. Y se cerró sola, a la vez que escuchaba :

  • Llegas tarde, Ady. ¡Desnúdate y ven a verme al salón!.

Me quedé desconcertada con sus palabras. Y entonces recordé que habían cambiado el horario el fin de semana anterior. Me desnudé y entré en el salón a toda velocidad.

Estaba todo cambiado, pero un chasquido del látigo me hizo dirigir la mirada hasta donde ella estaba. Me dijo :

  • La fusta está sobre la mesita, tráemela y arrodíllate ante mí.

Cogí la fusta en mis manos temblorosas y me acerqué a mi ama. Me arrodillé y se la entregué. Enseguida dejé mis brazos a lo largo de mi cuerpo con el fin de despejar mis pechos y vientre ante lo que ella quisiera hacerme.

Aguardaba algunos fustazos en mis pechos, pero no sucedió nada en los siguientes 2 minutos. Al cabo de ese tiempo, ella dijo :

  • Ady. Reconocerás que debes ser castigada por tu tardanza.

Asentí, sin mirarla a la cara. A pesar de que estaba deseosa de sus caricias, me seguía infundiendo miedo y respeto.

  • Muy bien. Como castigo, te impongo 100 latigazos. Además, los recibirás con la mordaza puesta. Elige ahora entre el jardín o el salón.

  • ¿Qué diferencia hay?.

  • Es muy simple. En el jardín estarás expuesta a la lluvia y a la vista de cualquiera. En el salón, ante unos amigos míos.

  • Prefiero el salón.

  • Muy bien, te castigaré en el salón. Y como mis amigos tardarán aún un poco te mostraré las revistas que tengo. Sé que te gustan. Si observas alguna escena que te gustase vivir, no tienes mas que decírmelo. ¡Por cierto!, a partir del Lunes te espero todas las tardes, pero si lo prefieres puedes quedarte aquí estos 8 días.

No la contesté, porque desconocía lo que iba a suceder en pocos minutos ante sus amigos.

Acepté las revistas que me entregó y observé que las situaciones eran algo más livianas que las que yo había visto en revistas y películas. Mientras veía las fotos, mi ama me restregaba la fusta en los pezones o entre los muslos, dándome de vez en cuando un pequeño latigazo.

Al cabo de unos minutos apareció el primero de sus amigos. Me presentó como su esclava y me dejé manosear por aquel hombre de aspecto algo mundano.

Después de unos minutos, en los que me obligó a distraerme con un vídeo que puso para los tres, mientras no cesaba de sobarme los pechos y la vulva y hablar de la manera más soez sobre mi desnudez, el invitado la preguntó :

  • Valeria, si es tu esclava ¿por qué no está encadenada?.

  • Es una esclava muy especial, pero si lo deseas tú mismo puedes ponerla las cadenas que te apetezcan.

  • Me encanta la idea. La pondré un collarín y unas pulseras.

Me dejé vapulear por aquel hombre, hasta que me hubo colocado el conjunto. Me agradó todo aquello a pesar de los pequeños dolores que me hizo vivir. Quedé con las manos ancladas a la espalda por las pulseras. Y seguimos viendo aquella película mientras Valeria me descargaba la fusta, sin demasiada fuerza, sobre el vientre o los pechos.

A los pocos minutos llegaron dos amigos mas de mi ama. Les encantó la idea de tenerme a su antojo. Me agredieron sin maldad, pero me hicieron mucho daño. Sin embargo, me sentía bien en aquel clima.

Cuando apareció el cuarto amigo, Valeria les dijo :

  • Mi esclava se llama Ady. La he castigado con 100 latigazos y ha preferido que fuera en vuestra presencia. ¿Os importa contemplar su sufrimiento?.

Uno de los invitados se levantó y dijo :

  • Es una pena que un cuerpo tan bonito tenga que ser marcado por el látigo. Por otra parte, es una maravilla ver como una joven se debate ante cada azote. Por cierto, ¿cuándo cenamos?.

  • En cuanto haya castigado a mi esclava.

  • Propongo 2 ideas :

1ª La azotas después de la cena.

2ª La azotamos entre nosotros cuatro, de dos en dos.

  • La segunda propuesta me parece mejor. Así en menos de media hora estaremos los cinco a la mesa.

  • Sea pues. ¿Esta esclava dispone de algún lugar para el tormento?.

  • Sí, su nueva habitación dispone de todo lo necesario.

  • Pues allí, la azotaremos. Si prefieres descansar un poco, te lo podemos grabar en vídeo.

  • Grabadlo, pero quiero estar presente, ante mi esclava. Deseo verla debatirse ante las mordeduras del látigo.

Me sentía muy alarmada y un temblor se había apoderado de todo mi cuerpo. Hecho, que fue advertido por el primero de los invitados, diciendo :

  • Valeria, nuestra joven esclava está muerta de miedo. ¿Nos permites que la vapuleemos un poco antes de azotarla?.

  • Por supuesto. Un tormento antes del castigo siempre relaja. Yo misma comenzaré.

Y me asestó varios manotazos en el vientre, que me hizo caer de rodillas exclamando de dolor. Y a continuación una lluvia de manotazos y patadas en mi vientre, nalgas y pechos que me hicieron retorcerme de dolor.

Rápidamente, me arrastraron por el salón, pasillo y escaleras hasta mi cuarto secreto.

Sentí los efectos de los escalones sobre mis pechos, vientre y muslos.

Era tratada como la última de las perdidas. Una vez en el cuarto, uno de los varones dijo :

  • Valeria. Con el fin de mejorar las tomas, es mejor atarla entre las dos columnas. Así la cámara podrá captar el castigo por delante y por detrás.

  • Me parece una buena idea, pero que se la vea sufrir. He decidido que la primera pareja la azotéis por delante los muslos y el vientre y por detrás la espalda y costados. Para la segunda pareja dejo los pechos y por detrás las nalgas y muslos. Decidid entre vosotros como formar las parejas. Y tened en cuenta que disponéis de tan solo 25 latigazos cada uno.

  • Valeria. Quedarás maravillada. Además con mi nuevo equipo podremos ver el castigo durante el postre.

  • Estupendo. Antes de empezar, colocadla una mordaza y atadla los tobillos juntos.

Me sentía fatal mientras era instalada entre aquellas dos columnas. Me dolía el vientre y los pechos. Para colmo no cesaban de pellizcarme y retorcerme los pezones mientras era atada.

Cuando estuve dispuesta para aquel castigo, Valeria se separó junto a los otros dos amigos y se subieron a una tarima circular que giraba alrededor de mis torturadores y yo, al igual que lo hacía la cámara.

El tormento empezó y sentí como mi vientre y espalda eran desgarrados por la fuerza de la fusta. No podía gritar, pero mis lágrimas aparecieron al segundo par de azotes y mis contorsiones debían hacer palpables mi sufrimiento.

Por delante era azotada, una vez en el vientre, otra en los muslos. Por detrás, una en la espalda, otra en los costados. Era aterrador aquel dolor desproporcionado.

Sentía ganas de vomitar, pero la mordaza y los continuos azotes me hacía olvidar rápidamente aquella sensación.

Cuando aquella primera pareja terminó, Valeria dijo :

  • Dejad que mi esclava asimile el castigo durante un par de minutos. Esas marcas recientes en su piel la deben estar escociendo bastante. ¡Que sufra unos momentos a solas!.

Se fueron y me dejaron sola. Sentía una desazón tan terrible que no sabía si mover la cabeza o solo llorar.

Al cabo de un par de minutos, aparecieron los 5 ante mí. Pude observar como Valeria ordenaba a la otra pareja que continuaran conmigo.

La tarima volvió a ponerse en movimiento y los cueros volvieron a caer sobre mi cuerpo. Esta vez, mis pechos fueron la parte más delicada.

Los azotes caían y caían sin tregua y mientras me debatía ante cada latigazo, ellos se reían de mi dolor y de las marcas que los cueros iban dejando sobre mi piel.

Aquello era infinitamente peor que la sesión anterior. No llegué a desmayarme, pero poco le faltó cuando el castigo terminó.

Valeria se acercó a mí y me quitó la mordaza. Entonces, me exigió :

  • Pídeme perdón ante todos mis amigos.

Y simplemente, con mi voz temblando por el dolor, la pedí perdón.

  • Muy bien esclava. Como te has portado bien, te dejaré que estés con nosotros, pero no cenarás. Y por favor, déjate hacer. Al menor lamento, mando repetir el castigo con 200 latigazos.

Hubiera preferido que me dejaran en aquel antro, pero no tuve mas opción que obedecer y me dejé llevar entre risotadas y más de un golpe en mis sensibilizadas carnes.

El lugar que eligieron para que les acompañara en la cena, era aún más sádico que el tormento al que me habían sometido momentos antes. Se trataba de una mesa cintrada. Yo permanecería durante toda la cena sobre una pequeña tarima móvil, con mis tobillos anclados a la misma, mientras mis muñecas eran sujetadas a los extremos de una barra que pasaba por detrás de mi cabeza.

Era contemplada por cada uno de ellos sin poder hacer nada por evitarlo. Para colmo, cada uno estaba armado con una fusta o un látigo que podía lanzar contra la parte de mi cuerpo que deseara en cualquier momento.

Valeria, me había prohibido gritar y flexionar las piernas. Me creí morir de angustia ante esta nueva situación.

La cena fue servida por doncellas altas, rubias y de piel muy blanca y sonrosada. Estaban tan desnudas como yo y no dijeron una sola palabra durante toda la cena.

Me asestaron unos cuantos latigazos en las partes más sensibles, pero fueron muchos menos de los que me esperaba.

Para los postres se decidió que yo fuera quien se los sirviera, al igual que las bebidas.

Acaté, aquella nueva decisión y me dejé manosear mientras les servía los platos de postres. Seguí siendo manoseada durante las copas, mientras en una pantalla bastante grande visualizaban las escenas de mi tormento.

Cuando la película terminó, los amigos de Valeria se despidieron de mí entre grandes achuchones y pellizcos, que volvieron a soltar mis lágrimas, aunque sin llegar a gritar.

Una vez solas, Valeria me dijo :

  • Ady. Está amaneciendo. Puedes optar por quedarte aquí y esperarme o volver el Lunes.

Creía que era una trampa para volverme a castigar en función de mi respuesta. Sin embargo, la dije :

  • No esperaba ésto de Ud. y deseo irme a casa.

  • Como tu quieras. ¿Deseas que quite esas marcas de tu cuerpo, o prefieres vivir con ellas el fin de semana?. Si te marchas con ellas, podrás revivir cada uno de los momentos y el Lunes cuando vuelvas te las quitaré, antes de iniciar la sesión.

  • ¿Se pueden hacer desaparecer estas marcas?.

  • ¡Claro, tonta!. Será mejor que te las lleves puestas. Por cierto, he sacado una copia de tu sesión de castigo y cena. Y para que veas que estoy contenta contigo, te regalo otras dos cintas más. Creo que te gustarán. Ahora, puedes irte o ducharte antes. Como tu prefieras.

  • Deseo irme cuanto antes.

  • De acuerdo. Recuerda que te espero el Lunes a las 5 de la tarde.

Ignoré ese último comentario y me vestí entre grandes estertores de dolor. Cuando ya iba a salir de la casa, Valeria me entregó las tres películas y me deseó buen viaje.

Hice un trayecto lleno de sensaciones de dolor y malestar.

En cuanto llegué a casa, me desnudé con cuidado, ya que sentía tremendos escozores en todo el cuerpo. Me miré al espejo y me quedé espantada ante lo que veían mis ojos. Estaba completamente marcada. Titubeé entre ducharme o tumbarme en la cama. Me decidí por lo último y me fuí al dormitorio.

Hacía bastante calor en la habitación, así que decidí dormir desnuda.

Aunque cerré mis ojos nada mas echarme sobre las suaves sábanas, la luz del mediodía me hizo abrir de nuevo los ojos. La desazón que sentía en todo mi cuerpo era tan profunda que no sabía en que postura ponerme para relajarme.

Tras numerosos intentos, decidí levantarme y darme una ducha.

El primer contacto del agua sobre mi piel sensible me hicieron exclamar de sensación y dolor, pero poco a poco fue desapareciendo y al final terminé con el agua fría.

Ahora el problema era secarme. No soportaba el más ligero roce sobre mi piel sin dar un respingo.

Cuando conseguí secarme, me puse una bata de seda y salí al salón. Y cuando iba a poner la TV para entretenerme reparé en las tres cintas de vídeo.

Por un momento no supe que hacer, pero a los pocos instantes me decidí por verme ultrajada. Puse la película y reviví de nuevo aquellas terribles sensaciones, aunque de manera mas relajada.

Cuando terminó la cinta, me sentía cansada y jadeante. Y lo peor, estaba muy excitada con semejantes escenas. Me decidí por prepararme algo de comer y después ver las otras dos cintas.

Comí nerviosa y deprisa. Lavé los platos y me serví una enorme copa de licor y me la llevé al salón.

Puse una de las cintas y aguardé pacientemente, mientras las escenas se iban sucediendo una tras otra. Se trataba de otra joven como yo que era agredida de modo similar. Al parecer nada nuevo. Puse la otra cinta y me quedé estupefacta. Se trataba de la misma joven en su segundo castigo, nada mas volver a caer en las manos de Valeria. Podía ver a Valeria y alguno de sus amigos. A los otros no los conocía. Valeria la condenaba a 200 latigazos, una sesión de potro y una última sesión de rueda.

Esta cinta me entusiasmó, si bien al principio la joven era azotada en las mismas partes que la vez primera, los azotes eran más lentos y las risas de los asistentes más humillantes. No estaban recogidos los 200 latigazos para dar cabida a los otros tormentos.

La sesión en el potro me impresionó un poco por la cantidad de malos tratos y ultrajes a que era sometida la joven. En las imágenes en la rueda me recreé viendo sufrir a aquella jovencita.

Conseguí calmarme en unos pocos minutos, aunque mi respiración era todavía un poco jadeante. Y de nuevo, comencé a recordar las imágenes que había contemplado y caí en la cuenta que todas se desarrollaban en mi cuarto secreto.

No pude reprimir mi ansiedad y comencé a visualizar la cinta de nuevo.

Cuando llegué al potro, me encantaron las escenas. Algunas algo fuertes.

Me fijé en las imágenes de la rueda y pude apreciar que no todo consistía en permanecer atada y girar ante ellos. Se podía apreciar, algo parecido a un látigo que se descargaba contra el cuerpo de la joven al otro lado de la rueda.

No me había dado cuenta la primera vez, por la cantidad de marcas que tenía el cuerpo de la joven. Pero, en efecto, seguía siendo azotada en cada vuelta.

Me quedé como entontecida. La película había acabado pero yo no me había dado cuenta. Cuando conseguí reaccionar me levanté del sofá y me acerqué al vídeo para apagarlo, pero en ese mismo instante la imagen volvió. Era Valeria, que decía :

  • "Esclava, recuerda tu cita del viernes. Te espero a las 5 de la tarde. ¡No llegues tarde!".

Me quedé algo perpleja con aquellas últimas palabras. Y pensé si en mi cinta también habría algo más.

La coloqué en el vídeo y conecté la imagen. Comenzó desde el principio. Sin embargo me encantó la idea de contemplarme desnuda y mortificada. Me iba palpando cada una de las marcas que aparecían en la sesión con el consiguiente mal estar, pero no sentía fuerzas para evitarlo.

Y por fín, la filmación llegaba a su fin. Dejé que la pantalla emitiera los puntos de ausencia de emisión. Y a los cinco minutos, cuando ya me disponía a apagar el aparato, apareció Valeria, diciendo :

  • "Ady. Si has llegado hasta aquí es que necesitas mi manera de tratarte. No te reprimas, es lo normal. Ahora, sigue sufriendo. Recuerda que te espero el Lunes a las 5 de la tarde. Lo que sucede en el segundo vídeo de la otra joven no es para el Lunes, aunque estuvieras deseosa de ello. El Lunes, no traigas mas que lo puesto y cuanto menos, mejor. Pasarás conmigo toda la semana, a mis órdenes y caprichos".

A partir de ese momento la filmación había concluido y al cabo de un par de minutos más, la cinta llegó hasta el final y comenzó a rebobinarse.