Historia breve para empezar: la rubia y el negro
Ella sale de su pequeño pueblo para trabajar en Menorca y le conoce a él...
HISTORIA BREVE PARA EMPEZAR: La rubia y el negro
Ella era una niña demasiado bonita para alternar con otros chicos de su facultad y de su entorno, un pequeño pueblo de una pequeña ciudad del sur de España. Alta, buen tipo (aunque ella se veía muy ancha de caderas), buenos senos, rubia, pelo ondulado, ojos claros y en general un aspecto de niña buena que daba más morbo aún.
Un verano, después de acabar la carrera y un máster, viajó hasta Menorca, donde un hotel la había contratado para la temporada de verano. Así que por primera vez en su vida se movía de su entorno natural, de su familia, de sus amigas y de su círculo de admiradores.
Pese a su timidez, no le costó hacer amigos en la isla y a la semana de estar allí ya salía por las discotecas de moda. Casi desde la primera noche, se encontró con un parecido panorama al de su pueblecito: allá por donde se moviera, se encontraba con unos cuantos aspirantes a pasar al menos un baile con ella. De entre todos, destacaba por su persistencia y su seguridad un muchacho alto y fibroso proveniente de cuba. Un negro. Un negro que le decía lo hermosísima que era ella y lo que la iba a haser gosar.
No sabía como quitarselo de encima ni darle un corte para que la dejara en paz. Al cabo de varios fines de semana, en cambio, se acostumbró a su presencia y a sus cortejos y poco a poco dejó que se fuera acercando a ella porque bailaba realmente bien, con mucho ritmo y mucha seguridad y a ella le encantaba el baile. Así que sucumbió a su encanto y en la primera salsa junto a él, juntando sus caderas y sus pechos, ella sintió un fuego por dentro inusual. Ya no recordaba la última vez que había estado con un hombre. Desde que dejó a su novio formal de toda la vida.
Bailaron durante toda la noche y siempre pegados, al principio sus cuerpos y luego también sus bocas, que se buscaban salvajemente, sobre todo la lengua de él, poderosa como todo su cuerpo, incluso como lo que ella notaba pegado a su vientre, que daba muestras de no dejar en mal lugar la fama de la raza negra.
-Hoy mi rubia te voy a follar aquí mismo.
Ella no contestó, sino que se mordió los labios con lujuria. No era dueña de sí misma, sino de aquel negrazo que la devoraba. De hecho, su enorme mano estrechaba su culo en círculos. Se notaba más mojada y más sucia que nunca y dejaba que la metiera por su minifalda oscura y se introdujese en sus bragas blancas. No le importaba que otras personas, gente de su trabajo, estuviera mirando. No le importaba nada.
-¿Quieres que te folle, mi amor?
-Síii... Susurró ella.
Y él la sacó de la discoteca y la llevó hasta la playa, a una zona protegida por las rocas, donde le quitó el top por encima de la cabeza y le comió sus apetecibles senos, cuyos pezones normalmente redondeados y sonrosados estaban prietos y enrojecidos. La lengua del negro le arrancó sus primeros gemidos. Y qué decir cuándo subió su minifalda y le arrancó sus bragas y un enorme dedo entró con suma facilidad hasta sus adentros. La otra mano del negro tuvo que taparle la boca.
-Estás bien mojada, vas a disfrutar mucho de mi polla, mi amor.
-Métemela ya, por favorrrr.
-Primero cómetela un poco. Y la tiró de los pelos para que se levantara y luego la arrastró hasta su paquete. Ella hizo el resto. Con ansia, le bajó la cremallera y le quitó el botón. Los pantalones quedaron en los tobillos del negro y aquel bóxer apenas daba de sí. Al desaparecer, una enorme y tiesa polla negra, incluso el capullo, se enfrentó a la rubia, que apenas pudo metérsela dentro de la boca sin atragantarse.
La mamada era torpe y ansiosa y los dientes le hacían algo de daño al negro, así que decidió que era hora de atravesarla con su verga. Dicho y hecho. Esta vez el alarido no lo pudo contener con su mano. Revolcándose en la arena, follaron con frenesí, sobre todo ella, que en seguida tomó el mando y se colocó sobre él llevando el ritmo de la cabalgada. Nunca pensó que se pudiera sentir tan llena ni que ese aparato gordo y venoso pudiera entrar en su coñito estrecho.
Aquel polvo salvaje fue el primero de toda la serie con sus infinitas variantes para aquella rubia modosita que regresó a su pueblo de otro modo.
Y colorín colorado...