Historia - 6

Empieza el juego... menuda pillada!!

Capitulo 6

Abrí la puerta a cámara lenta, me temblaron un poco las piernas. Frente a mi estaba el señor notario, o eso me pareció al verlo presidiendo la mesa. De espaldas a la puerta, es decir a mí, cuatro mujeres.

-¿Qué quería? –preguntó el hombre de pelo canoso y gafas antiguas.

-Aquí es la lectura del testamento de… -el sonido de una silla arrastrando me hizo callar, miré fijamente al lugar del sonido encontrándome con mi hermana Miriam o eso creí al verla tras cinco años.

Las otras tres mujeres giraron la cabeza de sopetón, incluso creí que con la misma fuerza con la que giraron se rompieron el cuello. Miriam vino corriendo hacia mí y se me echó encima, la cogí en brazos para que no me tirase. Me fui dejando a una niña y me encontré a una mujer preciosa.

-Veo que me has echado de menos –sonreí para mí.

-Idiota… -dijo en un susurro aguantando las lágrimas.

Esperé a que se calmara. Se sentó de nuevo junto a Elisa que tenía agarrada del brazo a Leticia. Una silla más allá de Leticia se encontraba una mujer con los labios pintados en rojo pasión. La reconocí al momento, la secretaria amante de mi padre. Las miré efímeramente para acercarme al señor notario, le di un fuerte apretón de manos y me senté en el otro lado de la mesa, frente a las mujeres. Tras de mí podía oír el catar de los pájaros intentado que el motor de los coches no fueran tan ruidosos. Sentí la mirada fija de las cuatro hacia mí.

-¿Y usted es? Lucas, ¿cierto? –preguntó.

-Si señor –sonreí.

-Según me ha dicho su abogada junto a sus hermanas no iba a poder venir por asuntos de trabajo. –me miró de nuevo y volvió a los folios.

-¿Mi abogada? –por primera vez miré fijamente a Leticia y a Elisa y volví a sonreír, esta vez de forma irónica.

-Si, eso me han dicho al preguntarle por usted. –habló de nuevo el notario.

-Creía que no te importaría que te representara –habló por primera vez Leticia, la miré.

-Claro que me importa que me represente una abogada que no he contratado yo… –me puse serio aguantando la mirada.

Hubo un silencio incómodo durante unos segundos.

-El hijo pródigo ha vuelto… como se nota el olor del dinero –dijo la secretaria, la amante de mi padre.

-Sonreí mirándola- Quizás nos parezcamos bastante –dije con doble sentido.

-¿Qué estás insinuando niñato? –se levantó de su asiento.

-¿Yo? Nada… ¿es que se siente aludida por algo? –pregunté sonriendo.

La zorra de calló en el momento y volvió a sentarse. Tras aquel recibimiento, el notario empezó a leer los papeles. Mis hermanas, Elisa y Miriam se quedaban con la casa de la playa y la de la montaña y bastante dinero en el banco. La amante con una casa en la ciudad donde vivía, dos coches de gama alta y un dinero en el banco. Y yo, nada. Fuera sido bastante gracioso que me diera algo, pero yo ya sabía que no cogería nada y ninguna falta que me hacía. Creo que todos los presentes esperaban que yo saltara e hiciera un numerito en medio de aquel lugar gritando. Totalmente lo contrario. Me quedé tranquilo, relajado sentado en aquella silla nada cómoda y mirando con una sonrisa en la cara.

Al escuchar aquello, dando por terminada la lectura del testamento, me levanté dándole la mano al notario y saliendo de la sala junto con los demás. Nada más salir Miriam volvió a darme un fuerte abrazo que interrumpió mi hija gritando papá, en inglés claro. Uno de los problemas que tenía con Erika era lo del inglés y español. Si bien ella hablaba el inglés de maravilla a pesar de tener solo cinco años, el español se le daba fatal y el principal culpable era yo por no hablarle lo suficiente en mi idioma. Es cierto que entendía cosas, las típicas frases que le dices a los críos pero si le preguntas según que cosas pone cara de no entender ni jota.

Vino corriendo hacia mí y la cogí en brazos. Me contó que la abuela le había comprado un osito y chuches.

-¿Quién es? –preguntó Miriam sorprendida.

-Mi hija –sentencié.

No habló más. Fue tan enorme la sorpresa que no dijo nada más.

-Mamá llévame al Hotel anda- le dije a mi madre que se reía por lo bajo viendo la cara de mi hermana pequeña – ¿Por cierto donde está Carmen? –pregunté extrañado por no verla en ningún lado.

-Está en un campamento de verano –sonrió- Venga vamos a casa, nada de hotel.

En toda esa conversación no me percaté que Leticia y Elisa se encontraban justo detrás de mí escuchando toda la conversación. Al verlas, Elisa intentó hablar conmigo pero al ver la forma en que giré la cabeza para empezar a caminar hacia el coche de mi madre se quedó ahí plantada totalmente cortada.

En el camino a casa junto con mi madre y mi hermana Miriam me contó esta última todo lo que me perdí por huir, palabras textuales fueron las que salieron de su boca.

-¿Huir? No tienes ni idea de nada Miriam… -resoplé.

-¿Qué no tengo idea? Mi hermano mayo huyó porque su primer amor se estuvo riendo de él delante de todo el mundo. –respiró profundamente- Eso es huir chaval.

-Lo dicho, no tienes ni idea –terminé la conversación mas por mi hija que no quería que se pusiera nerviosa y empezara a llorar, por que es empezar a llorar y no tiene fin.

Al llegar a casa me ayudó mi hermana a sacar las maletas. Me pudo un poco nervioso volver a pisar mi casa. Oler la hierba del césped, los árboles e incluso el cloro de la piscina. Fueron tantos recuerdos que llegaron de sopetón con esos olores.

La casa era un dúplex, fuera todo estaba rodeado de césped y en la parte trasera de la casa teníamos un pequeño porche, no el coche que quede claro, y una piscina lo suficientemente grande para toda la familia.

-Vamos a dejar las cosas en tu habitación –dijo mi madre caminando delante de mí.

-¿Todavía tengo habitación aquí? –pregunté- Creí que a lo mejor lo tiró todo el señor de la casa –sonreí con pena.

-No quise –dijo- Eras mi hijo, eres mi hijo y serás mi hijo… sé que no he sido una buena madre pero eso no quiere decir que no te quería, no se lo permití. –abrió la puerta de mi habitación- Bienvenido de nuevo –sonrió dejándome pasar a mi primero.

Entre en la que fue mi habitación. No me llegaba el olor a cerrado, estaba claro que se abría casi día a día. Todo estaba como cuando me fui. La cama en el mismo lado, la mesa de ordenador en el sitio correcto e increíblemente la foto donde salimos Leticia y yo en el sitio idóneo. Dejé las maletas sobre la cama y me acerqué hacia la foto, la cogí.

-Estoy muy feliz en esta foto, ¿verdad? –le pregunté a mi madre sin dejar de mirar la foto entre mis manos.

-SI, lo estabas. –pude ver su sonrisa sin mirarla a la cara.

-Me parece extraño que no huela a cerrado –lo dejé caer, si no lo soltaba explotaba.

-Si bueno… todos los días la abría, Miriam estuvo un tiempo haciendo los deberes en este cuarto y Leticia… -calló para seguir seguidamente con su discurso- Dormía aquí de vez en cuando.

-¿Dormía aquí? –pregunté entre extrañado y cabreado.

-Si, de vez en cuando –me explicó.

-¿Por qué la dejaste? Después de cómo me jodió la vida tiene la moral de entrar y dormir en mi habitación… tal vez hasta se haya follado a algún rollete en mi cama la muy… -quedé callado al ver a mi hija entrar en la habitación con el peluche que le había comprado su abuela.

Terminamos la conversación por el momento. Mi madre se largó a la cocina a hacer de comer y yo me quedé en mi antiguo cuarto sacando la ropa de las maletas bajo la atenta mirada de Miriam que jugaba con su sobrina.

-Me enteré unos días después de tu huida –empezó a hablar- Una pelea entre mamá y Elisa en la cocina me alertó, se creían que estaría jugando o no sé, pero la cosa es que me enteré de todo. Leticia estuvo un tiempo sin venir a casa y Elisa casi no salía de casa. Estuvieron un tiempo distanciadas. –dijo del tirón mirándome sacar ropa.

-La conciencia tal vez, o que una se enrolló con el chico que le gustaba a la otra y al final se pelearon –sonreí sacando la ropita de Erika de la maleta.

-Sabes que es por lo que te hicieron así que no te hagas el idiota –siguió hablando- Cuando volvió a aparecer por casa la pillé aquí, en tu habitación… no sabes la de insultos que le regalé en ese momento –sonrió- Creo que lo hice en plan metralleta… apocalíptico. Casi le cojo de los pelos y no sé tal vez estaría en las noticias por la noche.

-Siempre has sido muy impulsiva –le quité hierro al asunto- Y parece que aún lo eres –sonreí refiriéndome a la conversación en el coche.

-Puede ser… espero que algún día me digas que pasó esa noche, quiero oírlo de tu boca. –terminó la conversación.

Cuando terminé de vaciar el armario coloqué todo lo de la maleta que ya esperaba encima de la cama. Cuando acabé me tumbé en la cama con mi hija encima de mí durmiéndonos los dos hasta que mi madre nos llamó para ir a comer. Fuimos al porche trasero, en verano siempre comíamos ahí porque se estaba fresquito. El problema fue que al llegar me encontré con cubiertos de más y sería de tontos no saber a quienes pertenecían.

-¿Esperamos a alguien? –pregunté a mi madre sentándome en la silla.

-Claro, a tu hermana que me ha dicho que viene a comer. –dijo sirviéndome unos filetes de lomo en mi plato.

-¿Viene con su novio? –volví a preguntar.

-Con Leticia –soltó Miriam de pronto.

-Vaya… comidita familiar –miré a mi madre cabreado- Podías haber avisado y así me habría ido con mi hija a comer fuera.

-Calla y no digas tonterías… mira la niña tiene hambre así que dale de comer. –sentenció.

Aquello me pareció una encerrona de no te menees. Los tacones en acercándose me avisaron de que ya estaban en casa, intenté poner cara de póker cuando entraron.

-Hola –saludaron las dos al unísono.

-Hola niñas –saludó mi madre-Vamos a comer que mirar que hora es ya –las reprendió.

Las dos se sentaron justo en frente de donde yo estaba junto a Miriam y Erika que seguía sentada en mis piernas. Una cosa que no me hizo ninguna gracias es ver a las dos tan tranquilas ahí, justo frente a mí y más sabiendo que odiaba tenerlas delante. Bueno, al menos deberían de saberlo tras las palabras que tuvimos en la notaria.

-¿Qué tal te va todo? –preguntó Elisa, primer disparo.

-¿Te refieres a mí? –pregunté sabiéndolo desde el principio.

-Claro. –sonrió.

-De maravilla, la verdad es que nunca me había ido tan bien. –sonreí dándole un beso a mi hija.

-Me alegro –sonrió.

-¿Cuánto tiempo tiene tu hija? –por fin abrió la boca Leticia.

La mire fijamente, sabía que no tenía que abrir la boca o al menos dirigirse a mí, ella eso lo sabía desde esa mañana pero quería jugársela, siempre le ha gustado jugar con fuego.

-Cinco años hizo hace poco –seguí dándole de comer a mi hija.

-¿Y la madre? -preguntó de nuevo Leticia, quería saber.

-En Estados Unidos, creo… -dije.

-¿No sabes donde está tu pareja? –preguntó irónicamente sonriendo.

-La verdad es que no tendría que darte ninguna explicación, no suelo hacerlo con personas que no tienen nada que ver conmigo y obviamente tú te estás metiendo en algo que no te incumbe. –me levanté de la mesa con mi hija en brazos- Al menos la susodicha lo hizo de cara otras no tienen el valor de decir lo mismo. –quise hacerle daño y lo hice.

-¡Ya está bien! –habló mi madre dando un pequeño golpe en la mesa.

-Esto te pasa por jugar a las sorpresas, mamá. Mira que lo sabías, mira que te lo dije… -le hice un gesto a Miriam, que seguía comiendo tan tranquila, para que se llevara a mi hija.

Cuando las vi desaparecer empecé a hablar de nuevo.

-No quiero saber nada de vosotras dos, nunca. –dije acercándome de nuevo a la mesa y apoyando las manos en ella, acercándome a las dos- ¿Qué os creíais? ¿Qué todo se había olvidado? –sonreí irónico- Lamento deciros que no, sigue tan fresco como aquella noche. ¿Os acordáis? –agacharon la cabeza a la vez- Si, eso es justamente lo que tenéis que hacer delante de mí, agachar la cabeza y ni siquiera dirigirme la palabra. ¿Os ha quedado claro? –pegué un golpe en la mesa que las asustó.

-Si… murmuraron las dos a la vez.

Las dejé ahí, mirando al suelo como dos niñas pequeñas. Lo malo es que sabía que no iban a dejar de tocar las narices por más golpes en la mesa diera. Mientras dormía a Erika empecé a recibir mensajes de Beth. Preguntando como estaba, como me sentía. Ella no sabía en ese momento lo que pasó antes de ir a Estados Unidos salvo que me jodió una novia, mi primera novia y poco más. Tras las preguntas típicas llegaron las subidas de tono. Comenzó con una foto a sus bragas donde se distinguían perfectamente los labios de su vagina.

Luego siguió de su escote. Luego de sus pechos al aire y del coño abierto con el dedo corazón e índice. Aquello me estaba poniendo a tope así que me largué al baño. Cerré la puerta y me bajé los pantalones antes de sentarme en el váter. Agarré mi pene empezando a acariciarlo hasta que se puso totalmente duro y tieso. Lo último que Beth me envió fue un video, de unos veinte segundo donde se la veía abierta de patas con el móvil en la mano y la otra mano en el coño metiendo y sacando los dedos. Me fijé bien, la muy cabrona se grababa así gracias al espejo del armario o algo parecido a un armario.

-¿Quieres que me corra? ¿Quieres correrte tú? Seguro que tienes la polla en la mano pedazo de guarro… -tras esas palabras empezó a gemir hasta que se cortó el video.

Yo seguía dándole a la zambomba arriba, abajo viendo aquel video una y otra vez. Cuando estaba a punto de llegar al orgasmo aumenté la velocidad. Justo en ese momento se abrió la puerta del baño apareciendo Leticia frente a mí, con la polla en la mano y esta escupiendo leche a borbotones.

-Lo… Lo siento –cerró tras quedarse mirando unos segundo que me parecieron eternos.

Ahí me quedé, con cara de gilipollas y con la mano llena de leche. La vergüenza que sentí era una cosa enorme, nunca tuve tanta en mi vida. Me guarde la polla en el pantalón y me lavé las manos en el lavabo. Mientras me secaba las manos me miré en el espejo, estaba rojo como un tomate. Sujete durante unos segundos el picaporte de la puerta e incluso puse el oído pegado a ella para intentar escuchar si Leticia seguía ahí. Al no escuchar nada abrí con demasiado ímpetu y salí disparado a mi habitación cerrando la puerta lo más rápido que pude sin hacer demasiado ruido para no despertar a mi hija. Cuando por fin me sentí a salvo dentro del cuarto pude respirar tranquilo. No pude aguantar la risa una vez calmado. La escena era bastante parecida a alguna película de comedia adolescente. Menuda pillada.

Al final traté de dormir un rato para despejarme y por cansancio del viaje. Creo que me tiré durmiendo una hora más o menos cuando mi hija me despertó con hambre. Pareciese que a ella no le afectase el viaje ni nada, la hora de la merienda la tenía apuntada en su cabeza en Estados Unidos y España, vaya reloj tenía la enana. Salimos de la habitación y fuimos a preparar algo de merendar. Un vaso de leche con un par de galletas, la mejor merienda del mundo. Las dos galletas fueron pocas para la enana que me pidió más, pero ya se sabe que los niños comen mas por los ojos que por la boca así que me tuve que tomar yo lo que dejó de leche con media galleta.

Durante la tarde hice algunas llamadas, una de ellas a Jack que me preguntó cómo iba todo, como me sentía y también preguntó por Erika. Al terminar de hablar con él recordé que no avisé a mi amigo Antonio. Lo llamé ya anocheciendo y le conté que estaba en España. Me puso de cabrón para arriba por no avisarle de mi llegada. Con prisas me colgó avisando que en una hora estaba en casa para darme un par de hostias bien dadas o lo que es lo mismo, un par de pizzas con unas cervezas. Al menos me lo pasaría bastante bien con él.

Tenía claro que el tiempo que estuviese en España no iba a ser tranquilo para nada. Leticia y mi hermana seguro que estarían planeando algo para que las perdonaras, pero lo que ellas no sabían es que lo iban a tener imposible. Otra cosa que era obvio es que Leticia había mejorado en estos años y al recordar la escena del baño pensé en aprovecharla de alguna manera, quizás empiece a jugar con ella. Donde las dan las toman y tenía una imaginación amplia para empezar a tejer unos juegos que serían muy, pero que muy placenteros para mí.