Historia - 5
He vuelto...
Capítulo 5
El sonido del despertador me abrió los ojos. Era la tercera vez que sonaba esa mañana por lo tanto llegábamos tarde. Junto a mí, al lado derecho de la cama, Erika abría los ojos perezosamente. Se tiró encima de mí dándome múltiples besos en toda la cara, sonreí.
Rápidamente nos fuimos al baño. Empecé a peinarla mientras ella cantaba la canción preparada para el fin de clases. Hoy era el último día, llegaban las vacaciones de verano, se notaba en su estado de ánimo. Como a todos, casi seguro, no nos gustaba ir a clases. Eso de madrugar era difícil si eres un crío. Aún me pasa y tengo veintiuno. Tras vestirla fuimos a la cocina, preparamos el desayuno entre los dos. Unas tostadas y cacao para ella, café para mí. Siempre ha comido muy bien, le gusta todo, no le hace ascos a la verdura.
Comimos muy rápido y la llevé a la escuela. Le di un beso antes de que su maestra se la llevara a clase. Fui al trabajo a toda pastilla, necesitaba adelantar trabajo.
Tenía que darme prisa, al mediodía sería la función que daría mi niña con sus compañeros y no me lo quería perder. Unas semanas antes le pedí permiso a Jack y me lo concedió sin reparo, claro que luego tendría que recuperarlo. Jack, cada día me asombraba aún más, se había convertido en un gran amigo, otro de mis apoyos en Estados Unidos. El junto con Rose muchas veces se hicieron cargo de Erika, ella incluso los llamaba tío y tía.
Metí prisa a un trabajo pendiente que tenía. Sobre las once y cuarto recibí un mensaje de mi madre.
-Hazle muchas fotos a mi nieta y envíamelas por email.
Sí, mi madre sabía que tenía una hija. Incluso vino a vernos el verano pasado. Fue bastante gracioso recogerla en el aeropuerto con mi hija en el carrito. Cuando le dije que era mi hija, su nieta, se puso a llorar como una magdalena. Mi madre, como había cambiado. Se separó de mi padre un año y medio antes, gracias a Dios que abrió los ojos. Mi padre se mudó con su amante, la secretaria. El muy capullo creyó que mi madre era tonta, yo también lo creí, pero nos dio una torta a todos cuando salió en plan ex mujer vengativa. Le quitó la casa y bastantes acciones de la empresa del que era accionista. La muy cabrona, desde el cariño, lo hizo a lo grande, muy a lo grande. Además que se quedó con la custodia con las dos pequeñas de la casa, Miriam y Carmen.
Cuando llegó y tas el abrazo con su nieta me dio un achuchón fuerte. Lo mejor fue cuando la llevé a casa aun poniéndose pesada de ir a un hotel. Yo dormí en el salón y ella en mi cama, no pudo ni rechistar. Jack y Rose nos invitaron a su casa en los Hamptons para así conocer a mi madre y pasar una semana la mar de agradable. Mi mare quedó encantado con ellos y su forma de ser, les agradeció que hubiesen cuidado tan bien de mí con lágrimas en los ojos.
Una noche que Rose y Jack salieron a pasear me quedé con mi madre sentado en una de las butacas del jardín, junto a la piscina. Erika dormía tranquilamente, era bastante tarde. Comencemos a hablar de lo que pasó.
-¿No tienes pensado volver a casa? –preguntó- A España digo. –sonrió.
-No sé… -miré al cielo- Tal vez algún día- me reí.
-Siento todo lo que pasó… quiero decir que no te apoyé, nunca –agarró mi mano.
-Mamá, mentiría si te dijera que no me dolió o me sigue doliendo –apreté su mano con fuerza- Pero al tener a mi hija he aprendido a perdonar, olvidar.
-Lo sé hijo. Sé que con Erika puedo estar segura que vas a estar bien. Pero quiero que vuelvas de nuevo a casa.
-Mi casa es Erika, mamá. –terminé la conversación.
En realidad si que tenía ciertas ganas de volver a España. Al final es mi país, está mi amigo Antonio y mis hermana pequeñas. Que por cierto Antonio se vino dos veranos seguidos a Nueva York. El muy cabronazo se lo pasó en grande. Romi le presentó a unas amigas suyas de la universidad, mojó casi todos los días el cabrón. Romi. Venía a visitarme todas las semanas. Había dejado la prostitución, incluso se echó un novio. El novio nunca lo tragué, me parecía bastante prepotente. Romi viendo el percal estuvo un tiempo distanciada para que no se liase entre él y yo, lo entendí. Cuando volvió e intentó disculparse la callé con un abrazo.
Cuando bajé en el ascensor me encontré de bruces con Rose y Jack en la puerta.
-¿Qué tal Rose? –le di dos besos.
-¿Cómo que qué tal? Esperándote, tenemos que ver a mi sobrina en el colegio –tiró de mí.
-¿Vosotros venís? –pregunté incrédulo.
-Pues claro, Erika nos lo pidió el otro día cuando salimos al parque. –se rio.
-Vaya con la enana… -sonreí.
Dejamos el auto de Jack estacionado y nos fuimos en el mío. Sí, me saqué el carnet un par de años antes y me compré el coche más seguro que encontré. Un familiar de cinco puertas. Entraba en mi presupuesto, aunque un Ferrari también lo hubiese hecho. El tráfico me sacaba de quicio, casi llegamos tarde. Entramos en el recinto escolar y fuimos al salón de actos del colegio. Ya estaban preparados el curso de mi hija para salir. En la distancia la vi mirar a todos lados buscándome, alcé el brazo y la saludé, se tranquilizó al verme. Sabía que era muy importante para ella verme ahí.
Nada más empezar comencé a reír. Tan embobado estaba que recordé que tenía la cámara de fotos en la mochila casi al terminar. No me cansaba de darle al botón.
-Cierra la boca que se te va a caer la baba –me dio un golpe Rose en el brazo derecho.
Jack por su lado me paso un pañuelo por los labios y empezó a reírse. Un matrimonio extraño el de Rose y Jack. Al empezar a tener una confianza tan fuerte, con el paso del tiempo Jack empezó a abrirse, contarme sus cosas. Cuando me contó que eran un matrimonio liberal me quedé a cuadros. No es que tenga nada contra eso, para nada, solo se me hizo raro. Lo único que conocía sobre ese tipo de vida era por leerlo en algunos sitios pero nunca me esperé encontrarme a alguien que conociera y que le gustase esa forma de vida. Yo no podría, jamás. Quiero decir que aguantar que tu novia, esposa de la que estás enamorado se acueste con otra persona como si nada… me moriría de celos. Claro, si me pongo en plan machista, yo lo hago pero tú no, eso mola, ahora mismo me haría liberal, pero solo yo. No sería justo, obviamente. Seré un chapado a la antigua, un rancio, pero no me va eso. Jack cuando se lo comenté empezó a reírse de mí. Me dijo antiguo, viejo. Pero todo en plan coña, de broma.
-Tenemos que darte una noticia –me dijo Jack al oído.
-¿Qué noticia? –se hizo el interesante- Vamos no te hagas el interesante y larga por esa boca –le da un pequeño golpe en el costado.
En ese momento llegaron Rose y Erika agarradas de la mano. Mi hija se tiró a mis brazos y empezó a darme besos. Me preguntó si me había gustado, si le había hecho fotos, etc. Decidimos ir a un restaurante de unos amigos que estaba bastante cerca del colegio de mi hija.
Nada más entrar Marcus, el dueño y muy amigo de Jack y mío, nos pegó un abrazo con varios golpes en la espalda. Nos llevó a la mesa de siempre, con las mismas cuatro sillas de siempre. Jack y yo en un lado y Rose junto con Erika frente a nosotros. Al final siempre cambiábamos de sitio, Erika cuando comía tenía la manía de dormirse encima de mí, siempre que salíamos a comer fuera hacia lo mismo.
-¿Le has contado ya? –preguntó Rose a Jack señalándome con el dedo.
-No, en realidad quería decírselo cuando estuvieses tu –le agarró la mano- Amigo, estamos embarazados –puso una sonrisa de idiota que me hizo reír.
No podía levantarme ya que Erika dormía plácidamente o eso creía por que pegó un salto y fue a abrazarlos antes que yo. Los felicité de corazón, me sentí bastante emocionado y feliz por ellos.
-No sabía que estabais intentando tener un hijo –dije.
-Si, bueno… es que ya sabes es hora ya de empezar a dejar mi legado, esta carita no puede irse sin dejar su legado –ante aquellas palabras, Rose le pegó un tremendo empujón que casi hace caer a Jack de la silla. –Es broma, era broma –sonrió, le encantaba sacar de sus casillas a Rose.
-No hagas caso a este idiota. La verdad es que ya era hora… creo que ya sabes cómo es nuestro matrimonio, y bueno, creo que es la edad adecuada de empezar a pensar en relajarnos y tener hijos. –me explicó.
-Entiendo… os felicito de corazón. –volvía a darles la enhorabuena.
Tras la comida, Rose y Erika se fueron por un lado y Jack junto a mí al trabajo. En el camino volvimos a hablar sobre el embarazo entre otras cosas relacionadas con el curro. Me contó que la empresa en España estaba teniendo problemas con la justicia por culpa del hijo de uno de los accionistas. Cuando me dijo el nombre me quedé de piedra. Julián, si, el imbécil que me hizo la vida imposible y el que orquestó toda la vergüenza que pasé la noche que todo cambió, que me hizo volar hasta Nueva York. Al parecer iba de listillo en plan rey del cotarro y le gustaba meter mano donde no debía, entre otras cosas firmar con cierto grupo de ladrones que se hacían pasar por gente adinerada dispuesta a invertir y que invirtiesen en ellos. Se la metieron doblada vamos. Al parecer, y sin preguntar a nadie, el capullo había firmado un contrato con estos tipos y se largaron con el dinero sin dar más señales de vida. Cuando la policía tuvo en sus manos el contrato fueron directos a la empresa a pedir explicaciones del porque subvencionaban a este tipo de personas nada buenas. Un lío de la leche.
A pesar de que la empresa va sobre todo por la rama de seguridad informática también hace otras tantas cosas como guardaespaldas, los típicos seguratas de hoteles e incluso de personas importantes de todo el mundo. Pues el imbécil era uno de los que se sentaban en su mesa y hacía lo que quería o eso me dijo Jack. Tenía planeado hacer un viaje a España para poner orden en unas pocas semanas.
La pregunta que me hice fue como era posible que un tipo como Julián, que no daba palo al agua, tenía un trabajo como ese. Luego recordé que su padre era accionista y todo tuvo sentido.
Tras salir del curro me fui a casa. No me encontré a Rose si no a Beth con mi hija en el rellano de casa esperando mi llegada. Le da un beso en la mejilla y entremos los tres. La invité a cenar junto a mi hija y a mí, al menos para agradecerle que la fuese traído a casa. Beth al contrario de su hermano no trabajaba para la empresa familiar, se buscó la vida por si sola y montó un restaurante donde todo tipo de personas visitaban para llenarse la panza. A penas abrió unos meses antes aunque todo le iba perfectamente.
Después de cenar y que Erika se durmiera nos quedamos solos en el salón contándome más sobre su vida como dueña y señora de un negocio. Le brillaban los ojos con cada palabra que fue soltando respecto a su negocio. No sé cómo fue ni como lo hizo pero de repente me vi con ella a horcajadas sobre mí y besándome con lengua.
-¿Estas segura? –pregunté agarrándole el culo con las dos manos.
-Claro –rio- ¿No crees que estoy muy, pero que muy segura? –mientras me preguntaba llevó una de mis manos hacia su sexo metiendo los dedos en el pantalón.
Su sexo estaba completamente húmedo. Aquello fue como el pistoletazo de salida a una noche de sexo salvaje. Con prisas nos quitemos mutuamente la ropa quedando desnudos. Hizo el amago de hacerme una mamada de campeonato pero la paré y fui yo el que lamió su vagina como un poseso.
-Casa día me sorprendes mas –agarró mi cabeza para pegarme más a su sexo- Cómeme el coño hijo de puta… -dijo entre gemidos.
Vaya que lo hice, se lo comí de todas las maneras posibles. La desgracia tuvo que ponerse las manos en la boca para no despertar a mi hija. Cuando estuvo a punto del orgasmo saqué mi lengua de su sexo y la puse a cuatro patas en el sillón. Metí mis dedos en su boca y con la saliva embadurné todo mi pene.
-Métela cabrón –gimió echándose hacia atrás introduciendo todo mi sexo en su coño- Ahh… Dios que bien se siente… fóllame –dijo al fin.
Eso hice, la follé como quise, como ella quería. La postura de verla a cuatro patas girando la cabeza para mirarme fue extremadamente porno, con la saliva corriendo por las comisuras de sus labios y gimiendo pidiéndome más. Al cansarse de esa postura, me tiró en el sofá y se subió encima de mí para cabalgarme desesperada.
-Si sigues así me vas a hacer correr… -dije con la poca fuerza que tenía- No llevo condón –le di un cachete en el culo.
-No te preocupes -sacó mi pene de su vagina y engulló su boquita casi todo lo largo.
La mezcla del placer recibido y ver cómo me miraban sus ojos a la vez que mi polla se perdía en su boca fue el detonante para correrme como un poseso en su cara, pecho y boca. Derrengado apoyé la cabeza en el sillón escuchando a Beth lamiéndose los dedos y pezones hambrienta.
-¿Estoy guapa? –dijo subiéndose encima de mí con la cara llena de mi corrida.
-Muy guapa si señor… -reímos los dos.
Se metió en la ducha, quiso que la acompañara pero no tenía el cuerpo para más. La muy cabrona me dejó hecho pedazos. Tras despedirnos fui yo el que se pegó una ducha que me dejó aún más relajado, dispuesto a dormir como un bebé. Me metí en la cama junto a mi hija y quedé frito.
El sonido del móvil me despertó. Al ver la pantalla supe que era mi madre, lo cogí.
-¿Qué ocurre? –pregunté alertado, no eran horas para que ella me llamara.
-Es tu padre… ha muerto. –dijo con un hilo de voz.
Aquella frase y la forma en que me levanté de la cama aún la recuerdo tan fresco como si fuese ayer.
-Vale… -respondí, no sabía que decir.
-Vamos al tanatorio para velarlo, quería, quizás querías saberlo. –dijo.
-Vale… si, bueno esto… vale. Ya te llamo yo mañana –colgué.
No me lo esperaba. Lo raro es que sentí pena pero aún así no derrame ni una sola lágrima, cero. Hice un par de llamadas reservando dos billetes de avión a España. En un par de días o tal vez tres me iría, no podía dejar todo sin atar hasta que volviera a Nueva York. Llamé a Jack y le expliqué todo, lo lamentó mucho y me dio el pésame. Al día siguiente nos veríamos.
No dormí en toda la noche preparando el viaje. Tenía que suspender una conferencia que iba a dar en una universidad a finales de semana para la cual no estaría. No les hizo ninguna gracia aún prometiéndoles que la haría gratis a mi vuelta. Lo de las conferencias sobre seguridad informática fue casi de broma, en una reunión del curro me lo ofrecieron y acepté. Lo hice mas como prueba y me gustó demasiado así que hice un par de ella más. Siempre y cuando tenía tiempo me dedicaba a prepararlas. Era más como un hobby, aunque me gustaba demasiado eso de hablar sobre lo que me gusta y a lo que me dedico.
Volví a llamar a mi madre, lo acababan de enterrar. Me volvió a preguntar cómo me sentía, bien, bueno, normal, le dije.
El viaje fue demasiado largo. Erika estuvo bastante de mal humor más por la longitud del viaje que por el viaje en sí. En cuanto le dije que vería a la abuela se calmó un poco.
Mi madre esperaba en la puerta de embarque, nos abrazamos.
-¿Y mis hermanas? –pregunté.
-Están en la notaría, es la lectura del testamento –respondió agarrándome de la mano- Tienes que ir, te llevo.
¿Tan rápido? Quiero decir, tan solo cuatro días que llevaba muerto y ya se estaban matando por la herencia, era bastante gracioso. Quería darme una ducha, al menos estar presentable no con esos vaqueros descoloridos y la camiseta celeste arrugada por el viaje, pero no hubo tiempo. Cuando llegamos salí del coche.
-Sube tú, yo me quedo con la niña. Dentro están tus hermanas y –se quedó callada unos segundos- Y Leticia, creo que es bueno que lo sepas, para no llevarte una sorpresa.
-Sorpresa… si, una grandísima y preciosa sorpresa –dije irónico- ¿Qué hace ella aquí? –pregunté.
-Es la abogada de tu hermana –alzó los hombros y aceleró.
Toma ya. La abogada de mi hermana, Leti, la tía que me jodió la adolescencia. Entré en las oficinas y pregunté al segurata por el piso donde se encontraba la notaría. Subí en el ascensor y salí de él. Giré a la izquierda, luego a la derecha. Al final de pasillo lo encontrarás me dijo el anciano. Frente a la puerta y agarrando el manillar empecé a recordar. Leticia junto con mis hermanas deberían de estar ahí. ¿Estaba preparado para verlas, verla? Solté el manillar y toqué con los nudillos la puerta. Desde dentro escuché un pase y eso hice, pasar.
No sé si fue por los nervios, o por la estupidez que siempre me ha caracterizado, pero justamente cuando entré recordé aquello que dice Arnold Schwarzenegger en Terminator;
‘’He vuelto’’