Historia - 2

Llegada a Nueva York... casa nueva, vida, nueva.... el sueño americano...

Capítulo 2

Nada más salir del avión me encontré con un hombre que traía un cartel en el que ponía mi nombre y apellidos, casi le faltó poner mi DNI para tenerlo completo. Aquello me hizo gracia y me recordó a las comedias románticas made in USA. Con el inglés que aprendí durante todos estos años intenté presentarme todo lo correcto posible, pero claro, siempre se me olvidaban algunas palabras. Al menos con esos pensamientos cómicos me hacían olvidar el jetlag y todo lo demás.

Con lo puesto, es decir, unos vaqueros rotos y una camiseta arrugada del viaje, el hombre me llevó hasta la empresa. Impresionado era poco, las dimensiones de aquellas oficinas eran exageradas como por decir algo, menudo rascacielos. Mentiría si dijese que aquello no me dio un poco de miedo. Un chaval sin estudios salvo la educación secundaria obligatoria de repente se ve en aquellas.

Al entrar por la puerta sin mi acompañante todo cambió. Aquello estaba repleto de gente vestida de traje y corbata. Las mujeres, todas ellas vestidas de punto en blanco y yo con vaqueros, si me parte un rayo en ese instante me habría ahorrado bastante vergüenza. Como en el aeropuerto, me esperaba un acompañante pero en este caso una chica afroamericana con un culo de escándalo, era una delicia ver moverse delante de mí con un ritmo suave y atronador. Durante todo el trayecto en el ascensor hasta la última planta me deleité lo suficiente para masturbarme esa misma noche, yo y mi pubertad, o mano según se mire.

-Espera un momento y enseguida el señor Williams le atiende –se despidió la mujer dejándome allí plantado.

Si en el primer piso era enorme, el último estaba lleno de oficinas a la cual más grande en dimensiones. Mentiría si dijese que no se me quedaban mirando todos los que pasaban  por mi lado, era como un pingüino en Benidorm. Durante el rato que esperé me acordé de que tenía el móvil apagado y no me quería imaginar la montaña se llamadas y mensajes que debería de tener desde que deserté. Justo cuando empecé a sacarlo de la maleta del ordenador, la chica del culo precioso, me hizo pasar a la oficina del señor Williams. Ni que decir que si antes lo de señor Williams no tenía ni idea de quien era ahora que entraba tampoco es que me viniera.

-Bienvenido Lucas Villalobos –me dijo aquel hombre con acento inglés que tiraba para atrás.

-Hola… -dije tartamudeando- Usted es el señor Williams…

-Y no me conoces chaval –sonrió- La primera vez que leí ‘’Que la fuerza te acompañe’’ no es que me hiciese mucha gracia, al principio claro. –se levantó de su asiento caminando hacia mí- No por nada, solo porque un adolescente fue capaz de entrar en mis servidores como Pedro por su casa, demasiado fácil… Tras el cabreo inicial pensé, ¿Por qué no le contrato? Quise saber de ti, hice lo posible para encontrarte… y ahora te tengo justo delante. –hizo un gesto para que me sentara- Tranquilo chaval que no te voy hacer nada –se rio en toda mi cara- Yo soy Dark- Me ofreció un apretón de manos con una sonrisa.

-¡Joder! –grité- Tío… no puedes dar esos sustos a gente de bien como yo, coño. –le dije desesperado agarrándome el pecho- Parecías un jodido mafioso colega –respiré hondo.

Fue como si me sacara toda la presión con esas palabras. Jack Williams o como lo conocemos en el mundo informático, Dark, era el jefe, el mandamás. Cualquiera en mi situación habría reaccionado igual o muy parecido a la mía, sin saber que iba a pasar salvo unas palabras en un correo electrónico ofreciéndome ese trabajo, que por cierto, ni idea de que trabajo era. Por suerte Jack me lo dejó bastante claro mientras comíamos, tenía bastante hambre tras las horas de vuelo sin comer nada salvo unas patatas de bolsa.

Otra cosa que me llamó la atención fue la forma de mirarme de todos y cada uno de los empleados al pasear con Jack. Pareciese que tenían noticias sobre un fichaje para la empresa y de repente me veían a mí, un niñato de dieciséis años como esa incorporación. En la misma empresa tenían varias cafeterías en pisos diferentes, nosotros fuimos a la que más cerca nos llegaba, es decir, justo un piso debajo de la última planta que es donde Jack poseía su oficina. Me pedí unas tortitas y un batido de fresa que comí deprisa para repetir. El desayuno me sentó de maravilla y le saqué alguna que otra risa a Jack que tomó un simple café solo.

Más de una y uno se presentaron y empezaron a hacer la pelota al jefe, a Jack vamos. Cada vez que uno se iba él me sonreía con cara de soy el jefe y ellos unos pelotas sin remedio. Otra cosa que llamó mi atención fue que a pesar de tener un anillo de casado se notaba que se encamaba con varias de sus empleadas a mi parecer.

Cuando por fin cogí energías, Jack me explico todo lo relacionado a la empresa. Jack no era el jefe, más bien el segundo al mando. Pero resulta que su Padre en esos momentos celebraba su quinta luna de miel con una modelo rusa a la que tenía que llamar mamá a pesar de ser incluso menor que él. Esas fueron justo sus palabras al explicármelo sin olvidar una letra.

Por fin me enseñó mi zona de trabajo, oficina amplia con una gran ventana casi de lado a lado mostrando los rascacielos de Nueva York, casi sin querer me entró una risilla tontas viendo todo el percal. La oficina tenía varios ordenadores que a primera vista eran de la manzana mordida. Aquello fue como una patada en el estómago, no había nada que odiara más que los MAC.

-¿MAC? ¿En serio? –pregunté irónico a Jack.

-No te preocupes, son los que solemos utilizar pero tú puedes tener el que quieras, con el que mejor trabajes. –se estuvo riendo bastante al ver mi cara- Incluso puedes hacértelo por ti mismo, tenemos muchas piezas en el almacén… así que sírvete tú mismo cuando quieras- Sonrió de nuevo- Ahora nos vamos al piso que te hemos elegido- Al ver mi cara de preocupación siguió hablando- Lo paga la empresa así que no te preocupes –suspiró.

Esperamos 5 minutos hasta que trajeron el coche a Jack y de nuevo salió mi cara sorprendida.

-Tú los Renault u Opel no los conoces, ¿no? –pregunté con los ojos abiertos.

-Volvió a sonreír- Si, ¿pero para que me voy a conformar con un Renault pudiendo tener un Ferrari? Sube anda.

No me quedo la mínima duda de que me lo iba a pasar bastante bien con mi amigo y jefe, entremos en esa nave espacial que tenía por coche y nos fuimos a mi piso, mi primer piso, estaba realmente nervioso. Imaginaros nuevo país, mi primer trabajo serio, y un piso para mi solito la verdad es que había empezado con el pie derecho mi nueva vida.

Por primera vez supe lo que eran los atascos en Nueva York. Casi se podía decir que era realmente atronador todos los claxon y las obras, o la gente caminando de un lado a otro. Era maravilloso y a la vez agobiante. El lugar donde viviría era un pent-house enorme. Ático, una habitación grande de narices un salón igual de grande o más una pequeña terraza con jacuzzi. En cuanto vi el jacuzzi a Jack le salió una sonrisa socarrona imaginando la que se podía liar ahí dentro y sí, estoy hablando de mujeres en bañadores o sin ellos. La cocina era tipo americana, es lo que tiene estar en América.

Me encontré con ropa en el armario y el frigorífico repleto de comida. Durante todo el día me estuvo poniendo al tanto sobre la empresa, mi cargo en ella y por supuesto mi sueldo mensual. El sueldo era algo exagerado con bastantes ceros en el cheque. Mentiría si no me pareció bastante raro, pero Jack, de nuevo, me quitó las tonterías de la cabeza diciéndome que mi trabajo era estar disponible las veinticuatro horas al día durante los siete días de la semana. Que según sucedieran las cosas ese sueldo se iría aumentando con el paso del tiempo. Para los curiosos debo decir que el cheque tenía cuatro ceros tras un número. Si, era bastante sorprendente ese desembolso tan espectacular.

Siguió hablándome de mi cargo y lo que ello conllevaba, tanto para ellos como para mí. Si a la vista de los demás sería un simple técnico informático, para los jefes sería el verdadero líder de seguridad informática de la empresa y ello conllevaba bastante discreción, por eso nadie sabía cuál era el puesto en sí que ocuparía salvo algunos accionistas. Más por seguridad que por otra cosa.

Dio para tanto la mañana que acabamos pidiendo unas pizzas y comimos en tranquilidad y hablando de otras cosas totalmente diferentes al trabajo. Por lo que me contó, era casado. Rose, su mujer, y él se conocieron en la universidad en el mismo campus de Princeton. Ambos tenían treinta años y poco más me contó salvo quedar los tres y así presentármela. Sería como las siete de la tarde cuando se largó para al día siguiente recogerme para mi primer día de curro.

En cuanto se cerró la puerta me puse manos a la obra, es decir, colocar mi escueta ropa en el armario, haciendo sitio claro, y todo lo que llevaba mi neceser en el baño. Desodorante, gel, champú, perfume, lo típico vamos. Me pegué una ducha de campeonato, ya olía a macho demasiado. Mientras me relaje en la bañera empecé a acordarme de todo lo que ha cambiado todo en unas pocas horas. De tener una familia a no tener nada, incluso tener que irme de mi país. Lo último por iniciativa propia y de la forma que me fui había sido un poco de cagón. Un hombre lucha contra la adversidad, eso mismo un hombre, en ese momento no me consideraba eso. Tal vez me tuve que reponer de aquello y no ser tan capullo. Echarle huevos a la vida, que por una mujer no se termina el mundo. Ojala fuese sido solo eso, lo de su familia… ¿Realmente que tenía en la vida? Si, Antonio, su mejor amigo para las buenas y para las malas… pero nada más. Seguro que todo esto sería un enorme bache que debía pasar para seguir adelante y en ese momento lo superaba, lentamente pero sin pausa.

Me coloqué un pantalón tipo pijama y una camiseta desteñida. Recordé que tenía que avisar a mi amigo Antonio para decirle que estaba bien y todo perfecto. Justo cuando le di al botón de encender al portátil sonó el timbre, nadie sabía que vivía ahí salvo Jack así que seguramente fuese justamente el jefe. Error, al abrir me encontré con una mujer de piel morena al igual que su pelo. Ojos verdes y unos labios preciosos. En inglés se presentó como Romi pidiendo pasar dentro del piso. Me quedé mudo en el trayecto de la chica hacia el salón y como se sintió como si fuese su casa. Vestía muy sexy con una falda bastante corta y una camiseta que dejaba poco a la imaginación. Por la forma de sus pechos parecían operados pero sin ser extravagantes para nada. Cuando me quise reponer de aquello, la chica se desnudó tirándose encima quedando a horcajadas sobre mí. Empezó a moverse restregándose lentamente a la vez que buscaba mi boca. Pero claro, como siempre la tengo que joder y con la poca cordura que me quedaba de ver a semejante mujer dándolo todo sobre mía, me separé y le pregunté.

-¿Quién eres tú? –pregunté levantándome tapando mi erección.

-Toma esta nota y lo sabrás… -dijo dándome un pequeño papel.

En el papel en cuestión ponía;

‘’Lucas, amigo, esto es un regalo de mi parte para que no olvides tu primer día en América. Disfruta porque pago yo… y por favor, no me dejes a la altura del betún.

Jack’’

El cabronazo de Jack me había contratado una puta, bueno prostituta. Mirándola bien no parecía que fuese las típicas que tenían infectado el potorro de bichos. De nuevo llegó el ataque enemigo y ya me dejé hacer. Tampoco tardaríamos mucho, era virgen así que la chica ni siquiera iba a disfrutar, al menos yo sí. Para eso le pagan para hacer disfrutar a sus clientes y seguro que yo no era el único que tardaría tan poco.

Me dejé llevar con todo, le comí la boca con unas ganas enormes y la chica bien que se dejaba llevar y su maestría enredando su lengua con la mía era grandiosa. Agarró mis manos y se las llevó a sus pechos duros como una piedra a la vez que ella bajó una de las suyas para palpar mi entrepierna que comenzaba a ponerse en pie de guerra. Dejó de besarme para llevarme al dormitorio, durante todo ese pequeño trayecto me dejó una preciosa visión de su trasero perfecto moviéndose con una dulce danza embriagadora. Me tumbó sin delicadeza alguna mirando al techo y bajó mis pantalones seguidamente. Mi pene quedó al descubierto y lo tocó con las yemas de sus dedos.

-Yo… soy virgen –le dije en español para rápidamente buscar las palabras idóneas en inglés.

Romi, la primera mujer que me tocaba el pene por primera vez se quedó parada mirándome de arriba abajo escrutándome seriamente.

-Tranquilo, yo te enseñaré. –dejó de acariciar mi pene duro para desnudarse y ahora ella quedar mirando al techo con sus piernas abiertas de par en par- Ven, chúpame… -dijo con una voz sensual que quedaría grabada en mis recuerdos para siempre.

Como si fuese una fuente y yo anduviera en el mismo desierto durante todos mis días, bebí como loco. Ella me hizo parar, se notaba que era un amateur, me enseñó cómo hacerlo. Con delicadeza recorrí toda esa raja de arriba abajo, lentamente. Por primera vez la oí gemir, al menos no parecía que estuviera haciendo teatro. Enrollé en mi lengua su clítoris con fuerza y ella convulsionó levemente, quizás llegando a un pequeño orgasmo, aún no lo sé con certeza. Seguí lamiendo toda su vulva sin descanso a pesar que mi lengua comenzaba a pesar de tanto trote.

Cuando se vio saturada de tantos lametones me apartó con poca delicadeza y agarró mi pene que seguí duro metiéndoselo en la boca al completo. Desaparecía y volvía a aparecer dentro de su boca, una, dos, maldita sea me iba a correr como siguiera así. Las palpitaciones de mi pene la avisaron de la corrida venidera, se apartó subiendo a mi boca para besarme. La mezcla de nuestros sexos se unieron con nuestras lenguas. Muchas veces pensé que aquello seria asqueroso, casi siempre lo miré con cierta repulsión, pero esa noche lo vi como algo lujurioso, algo que debía disfrutar y así lo hice. Me dejé llevar por completo, sin pensar en nada salvo disfrutar de lo que esa mujer me hacía, sin remordimiento alguno me prestaba sus servicios para hacerme gemir. Con un suave movimiento su vagina quedó justo encima de mi pene, preparada para metérselo por completo. Esperé unos pequeños segundos que me parecieron años y entró. Que gusto, que suave, que caliente. No quería salir de ahí nunca en mi vida, moriría ahí si fuese necesario.

Suavemente empezó a cabalgarme tratando que no me corriera demasiado pronto. Ella gemía suave, yo bastante más fuerte. Sube, baja, sube y volvía a bajar. Por primera vez hice algo que deseaba y fue atraerla hacia mí y lamer sus pechos como un nene en busca de leche. Si, iba a correrme, lo haría y ella lo quería pero no dentro. Sacó mi pene y de nuevo comenzó a lamerlo, me miraba a los ojos, yo me deleité, y no aguanté más. Todo mi semen saltó por los aires como si de fuegos artificiales se tratase estrellando con su cara y su pecho, dejándome más relajado que nunca.

No fui consciente hasta que la chica se largó de mi casa que ya no era virgen. Acaba de estrenarme y no lo asimilé hasta que la chica besó mis labios antes de irse. Quedé en la puerta mirando ese precioso culo, a esa mujer que acababa de hacerme hombre.

Me pegué una ducha de campeonato a pesar de querer sentir el olor de Romi en mi piel, de poder recordar su aroma lo máximo posible. Era bastante tarde, la medianoche terminó como tres horas antes. Decidí conectarme a Skype para hablar con mi amigo Antonio, hacerle saber que todo estaba perfecto. No lo pillé conectado, pero si vi un mensaje que me dejó unas horas antes.

-La que se ha liado aquí, en cuanto puedas avísame.

Quizás, en otra ocasión me hubiera preocupado… pero esa noche acababa de pasarla con una mujer preciosa y ni lo que se estuviera liando en España me haría no disfrutar de esa sensación.