His very first time...

Todo se salió de control... un encuentro Tomás, mi hermanastro, y yo.

Mi madre se acababa de casar por tercera vez. Yo era la hija menor, y la única que aún vivía con ella. Tenía 18 años. Eduardo, el nuevo marido de mi mamá, era un hombre también divorciado, con dos hijos que vivían en otra ciudad con su mamá, los cuales nos visitarían cada dos semanas. Eso era nuevo, tendría dos hermanastros, hombres, un adolescente y un pequeño de siete años: Tomás, el mayor, y Manuel el pequeño.

Uno de los fines de semanas en que a los niños les tocaba con su papá, mi madre y Eduardo tenían un matrimonio. Por eso, ese fin de semana mi mamá me pidió que me quedara en casa cuidando a los niños. Acepté a regañadientes, pero terminé por asumir la idea de entrabar una noche de juegos de mesa y video con mis dos hermanastros. Yo no tenía hermanos menores, así que sería divertido ser la “jefa” por una noche. Nuestros padres se fueron y quedamos sólo los niños y yo. Les dije que jugáramos pictograma, pero Manuel no quiso, prefirió jugar videojuegos en su habitación. Así quedamos Tomás y yo jugando naipes. Pronto nos aburrimos, y luego de revisar que Manuel se había quedado dormido en su habitación, le dije a Tomás que sería mejor irse a dormir. Él se negó, dijo que todavía no, que aún era temprano, que por favor lo dejara quedarse en el computador, en el Chat. Por supuesto que accedí, y el sacó su laptop y se instaló en su habitación, donde llegaba la señal inalámbrica de Internet. Yo me puse mi pijama disponiéndome a dormir; era una pijama corta, dado que era verano. En la casa, compartíamos baño los niños y yo, en el segundo piso, mientras la habitación de los padres estaba abajo. Salí de mi habitación hacia el baño, en pijama, y pasé por la pieza de Tomás para ver si todo estaba bien. Me dijo que sí, él también se había dispuesto para dormir, es decir, se había sacado la ropa quedando sólo en boxers, así dormía él. Estaba sobre su cama con el laptop, y me preguntó si tenía alguna golosina o algo para comer. Dije que no sabía, pero si encontraba algo se lo llevaba. Me di cuenta como Tomás se había quedado mirándome los pechos, seguro que se me traslucía la pijama. Me fui a mi habitación, olvidando lo de las golosinas. Vi una película, y no podía evitar pensar en Tomás mirándome las tetas; era algo normal para un chico de su edad, las hormonas revolucionadas.

Habría pasado cerca de una hora, y recordé que tenía un chocolate guardado, lo saqué para llevárselo a Tomás. Entré a su habitación sin tocar y ahí fue mi sorpresa: Tomás se estaba masturbando. En cuanto me vio escondió su verga de nuevo en sus boxers, y se puso de pie muy nervioso, olvidando que aún podía ver su erección bajo su ropa interior.

Yo también me puse nerviosa, y solo reaccioné dándome la vuelta y saliendo de allí. Llegué a mi habitación, y pensé que en verdad era normal, y que al menos debía decirle a Tomás que no se preocupara, que a mi me parecía muy común y que no diría nada. Por eso volví a ir a su habitación, y nuevamente, error, entré sin golpear. Para mi sorpresa otra vez, él se seguía masturbando, esta vez mirando mis fotos de facebook. Ahora sí que él estaba completamente desnudo; si la primera vez no esperaba que entrara, ésta vez jamás imaginó que volvería. Se puso de pie nuevamente y trató de pedir disculpas, balbuceando. Como, ya había pensado que era algo normal en un adolescente de su edad, entré , le dije que se tranquilizara y me senté en su cama. Creo que la idea de que se pajeara mirando mis fotografías me excitaba un poco. Lo calmé diciéndole que no se preocupara, que yo había visto vergas antes, que no diría nada, y además que lo felicitaba, pues estaba muy bien dotado para sus pocos años. Sólo ahí recordó que estaba desnudo, y se cubrió con un cojín. Debo admitir que sí le había mirado su verga, que era más grande de lo habitual, sin ser gigantesca. También había bastante vello en el pubis.

ÉL estaba muy nerviosos, y yo no me movía. No sé si era consciente o inconscientemente, pero me había quedado mirando la zona donde ahora estaba el cojín. Seguro que con los nervios la erección ya había pasado, pero aún mi vista estaba clavada.

Entonces reaccioné, tomé aliento, y me llené de agallas, me acerqué a él, quité el cojín y lo besé. No sé si él había dado un beso antes, lo dudo. Pero mi beso fue lo más apasionante que pude. Metí mi lengua en su boca inexperta, y masaje la suya mezclando nuestras salivas. Pude entonces sentir cómo su polla volvía a crecer. Tomás, muy torpemente acarició mi trasero. Entonces lo empujé sobre la cama, mientras seguía besándolo. ÉL pasó de mis glúteos a mis tetas, ahora un poco más fuerte. Me saqué la pequeña camiseta de mi pijama, dejándo mis tetas al descubierto. Entonces, empecé a bajar con mi lengua por su pecho, hasta llegar a la zona pélvica, en la cual rodee su pene. Lo miré y él tenía los ojos cerrados, entonces sin avisarle, engullí su pene erecto, duro, de unos 15 centímetros, dentro de mi boca. Cabía perfecto entero en mi cavidad bucal, mientas subía, bajaba y masajeaba con mis labios y lenguas. No duró mucho más, y se corrió en mi boca. Yo tragué algo de su semen, y mantuve otro tanto en la boca, mezclándolo con saliva, y subí a besarlo nuevamente. Él, que ya había empezado a gemir, se estremeció al sentir su propio semen en su boca, transmitido por la mía.

Decidí aprovecharme de la vitalidad y juventud de Tomás, y me bajé las pantaletas. Abrió los ojos enormemente, y se le entreabrió la boca al ver mi pubis, con un suave vello oscuro. Le pregunté si quería que me lo follara. Él sólo asintió con la cabeza. Me paré y fui a buscar un condón. Pero antes de ponérselo, para dejarlo bien excitado, me posé sobre su cabeza, y abrí mis piernas, para mostrarle mi coño. El exclamó algo, muy sorprendido, y muy excitado. Entonces le dije que debía lubricármelo antes, y que él debía lamerlo para que así sintiera mejor. Obedeció, y lamió mis labios, inexpertamente. De hecho no encontró ni siquiera mi clítoris. Pero el hecho de que lo intentara me ponía a mil. Le dije que era suficiente, le puse el preservativo, y me senté en su polla. Así estuvimos cabalgando cerca de 15 minutos. Sirvió haberselo chupado antes, porque pudo durar más. Antes de que fuera a correrse, me salí de él, y le dije que cambiaramos de posición. El se puso arriba y me penetró como creyó haberlo visto en las películas, mientras succionaba mis pechos. Al fin se corrió, y yo alcancé también algún tipo de placer. Nos besamos nuevamente y quedamos abrazados desnudos, el uno junto al otro, mientras yo acariciaba su cabello.

Me sentí plena, y creo que su primera vez fue al menos buena. Todo iba bien, hasta que la puerta de su habitación se abrió, y entraron su papá y mi mamá inesperadamente, con una expresión perpleja. Pero ésa es otra historia.

(comentarios, críticas o simplemente saludos, a wyatt.hall@gmail.com)