Hipnotizando a Vero (2)
Segunda parte de mis aventuras con Vero, mi amiga cariñosa, con la cual tuve oportunidad de iniciarme en el maravilloso mundo de la hipnosis erótica
Ante los numerosos correos recibidos, pidiéndome que escriba la continuación, la presento acto seguido. No duden en comentar aquí o escribirme a mi correo porque me gusta saber si voy por buen camino o divago.
Después de la primera experiencia hipnótica con Vero, quedé muy excitado. No podía evitar ver a una mujer atractiva en la calle y fantasear que la tenía bajo mi control hipnótico en la cama. Yo sabía que no era tan sencillo pero mi imaginación era más fuerte que mi lógica. Como buen primerizo, me creía un experto con capacidad de someter a cualquier fémina a mi voluntad.
Por una u otra razón, pasaron algunas semanas antes de poder reunirme nuevamente a solas con Vero en una habitación. Se sucedieron varias cosas, exámenes de la universidad, el fallecimiento de un tío mío y un pequeño accidente en auto que no tuvo mayores consecuencias pero me obligó a guardar reposo por unos días. Finalmente, casi dos meses después de la primera vez, quedamos en reunirnos en un hostal del centro de la ciudad.
Después de la primera vez que la hipnoticé debo aclarar, recuerden que llevábamos como amigos cariñosos por bastante tiempo para irnos con detalles cursis como ir al cine o caminar tomados de la mano. Con ella era sexo del bueno sin mayores compromisos.
Lo bueno de Vero era que no se hacía problemas con entrar sola a un hostal y decir que iba a tal habitación. Muchas chicas quieren que las esperes en la puerta o en el hall o inclusive que entres de la mano con ellas, para aparentar que es tu pareja oficial, aunque no lo fuese. Felizmente eso de guardar las apariencias no iba con ella. Vero era más aguerrida y no le importaba lo que los demás dijesen o pensasen.
Ese día estaba particularmente atractiva. Vestía un ceñido pantalón de licra y una chompa ligera de una talla inferior a la que debería haber usado. Como dije antes, ella no era muy atractiva pero dejaba traslucir una sensualidad muy propia que atraía las miradas masculinas. Y calatita era mucho más atractiva.
Yo tenía muchas ganas de sexo, además de estar ansioso de hipnotizarla nuevamente pero me tomé unos minutos para conversar con ella. Me contó que estaba saliendo con un chico, que él le había metido mano en el cine y prácticamente le había rogado por una mamada pero ella no le había hecho caso. Lo más gracioso era que el chico realmente le gustaba pero no quería quedar como una cualquiera. Me sorprendió su forma de pensar pero coincidí con ella de que había hecho bien pues algunas de sus amigas murmuraban a sus espaldas que ella era una zorrita. Ya sabemos que las mujeres cuidan mucho su honor y a ninguna le gustaba estar en boca de otras. Le sugerí que la próxima vez que el chico la invitase a salir, ella pusiera en claro que no habría sexo pero que todo llegaría a su debido tiempo.
El tiempo pasaba, pero estábamos solos en una habitación de hostal, y ambos sabíamos que estábamos ahí para darle gusto al cuerpo así que tras unos minutos de charla empezamos a besarnos. Primero con un poco de torpeza pues llevábamos sin acostarnos por buen tiempo. Poco a poco nos fuimos calentando. Vero besa de una forma como si quisiera comerme la boca. Empezó a gemir cuando le besé el cuello. Ella se trepó encima mío que seguía sentado en la silla y empezó a frotarse contra mi pelvis poniéndome sólido de inmediato.
Me puse de pie, levantándome con ella y la desnudé, tendiéndola sobre la cama para hacerle una sopita. Atrapé su clítoris con mis labios y lamí ampliamente. Ella estaba recién depilada y lo disfrutó mientras yo luchaba por despojarme de la ropa. Finalmente lo logré y la penetré sin mayor contemplación. Ella se movía como posesa, sus piernas rodearon mis caderas y sus tobillos presionaban mi espalda. Me hizo venir en un santiamén.
Llena de mi lefa, se puso a ver la tele y comentaba que no tenía mucho tiempo, pues tenía cosas que hacer. Yo me preguntaba si sería adecuado pedirle que me dejase hipnotizarla nuevamente o lo dejábamos para otra ocasión y aprovechaba el tiempo para tener un segundo encontrón de sexo apasionado con ella.
Estaba en esas cavilaciones cuando de pronto ella se volvió hacia mí y me preguntó: “¿No me quieres dormir de nuevo?”
Ante mi mirada extrañada, corrigió su pregunta.
“Eso de la hipnotización que hiciste la vez pasada”.
- Ah, la hipnosis – le corregí con mucho tacto. De paso me hacía el desentendido para generarle expectativa. – Pues si quieres lo hacemos de nuevo, pero tienes que colaborar.
- Claro, claro – dijo ella -, ¿acaso no lo hice bien la vez pasada?
- Por supuesto – le respondí -. Entonces levanta la mano y empecemos.
En esta oportunidad fue más fácil colocarla en trance. Cuando su mano tocó su rostro, pude ver como sus ojos bailaban frenéticamente tras sus párpados cerrados. No pude evitar empalmarme nuevamente, así que tuve que hacer una rápida visita al baño para bajar mi erección y concentrarme en la sesión de hipnosis.
Esta vez tenía una batería de reinducciones preparada de antemano. La senté en la cama y la saqué del trance para colocarla nuevamente en hipnosis y así profundizar más y más. Debo decir que Vero era un sujeto de primera. Una virtuosa como dicen los entendidos.
Me agradó hacer que abriera los ojos y ver su rostro completamente inexpresivo. No mostraba la menor emoción. Era como si hubieran borrado las facciones de su rostro. Imposible de fingir de una manera tan convincente. Me felicité a mí mismo por haberla colocado en trance de manera tan profunda.
La habitación tenía dos sillas acolchadas así que hice un puente con ella. Yo mismo me sorprendí cuando le pedí que levante una pierna y lo hizo con total naturalidad. Se la notaba rígida y completamente concentrada. Un sueño de mujer bajo hipnosis.
Lo más excitante era tenerla desnuda y colaboradora. Descalza sobre el frío piso de la habitación, no manifestaba ninguna queja, ella que generalmente es muy friolenta. Era un trance profundo sin ambigüedades.
Hice un par de juegos más con ella y luego la desperté. Ella me agradeció y luego de mirar la hora me dijo que tenía que irse volando. Yo me quedé un rato más en el hostal felicitándome por haber encontrado una amiga tan colaboradora y dispuesta a dejarme practicar con ella.
Empezamos a vernos un promedio de dos veces por mes para tener sexo y en cada oportunidad yo la colocaba en trance. Cada vez era más sencillo, hasta el punto de ponerla en estado hipnótico solo con una frase. Claro que antes le advertía que iba a colocarla bajo hipnosis. Ella lo disfrutaba tanto o más que yo. Me decía que se despertaba muy relajada y renovada, como si hubiera dormido diez o doce horas.
En esos días, lo más excitante fue hipnotizarla en su propia casa. Ella vivía con sus padres y hermanos en una casa en los suburbios de la ciudad y un fin de semana, previo a unos exámenes de un curso particularmente difícil, su familia salió de viaje. Vero invitó a un grupo de amigos a su casa pero casi todos se excusaron y fallaron. Al parecer querían estudiar en serio porque esos estudios en grupo generalmente acababan en charlas intrascendentes. Así que ese día solo estábamos tres personas, Vero, yo y una amiga que se retiró temprano.
Por esos días ella estaba con la regla así que no hicimos guarradas pero cuando terminamos de repasar los apuntes del curso y como todavía era temprano le pregunté si probábamos en que ella estudie bajo hipnosis. Ella accedió y una vez cuando estuvo en trance, no pude con mi genio y le pedí que me hiciera una mamada. Ya se lo había pedido antes cuando estábamos en su casa, pero nunca había aceptado. Debo aclarar que era la primera vez que teníamos toda la casa vacía para nosotros dos. Para mi sorpresa, ella accedió y lo hizo de manera magistral. Fue una mamada de campeonato. Me dejó completamente seco.
Luego decidí jugar un poco con ella. Le pedí que se pusiera una camisa y deje varios botones abiertos, las tetas se le escapaban por la abertura. Le dije que no se daría cuenta de cómo estaba su camisa y estuvo así el resto de la velada, mientras estudiaba. Antes de retirarme le coloqué la ropa de manera adecuada y le dije que seguiría en trance, estudiando las notas del curso para el examen.
Sea porque yo estaba muy excitado por lo sucedido y no podía concentrarme en estudiar o porque el examen estuvo particularmente difícil, la verdad es que desaprobé. Pero casi la mayoría de mis compañeros del salón sacó una baja nota. De los pocos que aprobaron, figuraba Vero. Ella misma estaba sorprendida por lo ocurrido y cuando sus amigas le preguntaron por su secreto, a ella se le escapó que yo le había ayudado con la hipnosis.
Ese tema no era algo que me gustase comentar. Pero de pronto yo era famoso en la facultad. Varios amigos me pidieron que los hipnotizase para el siguiente examen. No pude negarme y pronto tuve un pequeño grupo de seguidores a los que colocaba en un trance ligero. Debo admitir que yo mismo me sorprendí de los resultados. Las notas de mis amigos mejoraron aunque yo pase apuros para aprobar los cursos pues no podía concentrarme por la excitación que me causaba hipnotizar a otras personas, especialmente a las mujeres.
El semestre terminó y ya era medianamente conocido como hipnotizador. Varios amigos me pidieron que les enseñe y yo me hice de rogar diciendo que cualquiera podía aprender a hipnotizar pero lo más difícil era encontrar personas con quienes practicar. Hice largas al asunto hasta que inclusive los más entusiastas se cansaron y pude regresar a mis “sesiones privadas” con Vero.