Hipnotizando a Marta (9)
Marta se libera del matrimonio de Amos, solo para caer en manos de otra pareja.
Hipnotizando a Marta (9)
Marta ya no recordaba nada de su vida pasada. Los días transcurrían para ella como un descubrimiento de nuevos placeres y perversiones.
Gina decidió prescindir de ella y Max fue incapaz de retenerla en casa. Pero consiguió colocarla como ayudante de limpieza en un lugar cerca a donde trabajaba. Así podía visitarla de cuando en cuando. El nuevo Amo de Marta era Bernie, uno de los dueños del local donde Marta entró a trabajar. El pagó parte de la exorbitante cantidad solicitada por Max. Como parte del pago quedó acordado que Max seguiría visitándola por las tardes, sin límites de días ni horas.
Gina se había vuelto celosa de Marta porque Max pasaba más horas con ella cada día, dominándola y sodomizándola. Era inevitable pues el carácter de Gina empeoraba con los años. Pero finalmente debió prescindir de su juguete a exigencia de su esposa. Pero el nuevo acuerdo era suficiente para Max.
Las mañanas de Marta eran agotadoras. Se levantaba a las 5:00 a.m. y luego de un desayuno frugal debía trapear y fregar los baños. Luego seguía con los pasadizos de los últimos pisos del local. Era un lugar que funcionaba a medias como una institución educativa y como lugar de reunión para actividades variadas. Generalmente terminaba al mediodía. Se daba un baño y luego del almuerzo tomaba una pequeña siesta.
Por la tarde esperaba las instrucciones de Bernie. El solía usarla dos o tres veces por semana. Algunos días no le decía nada y entonces ella podía dedicarse a ver televisión o leer periódicos antiguos. Con frecuencia recibía la visita de Max y entonces él la colocaba en un trance hipnótico gracias a la frase de control. Se convertía en una dócil muñeca que seguía las instrucciones de su Amo. Generalmente Max la sodomizaba pero a veces simplemente jugaba con ella y terminaba masturbándolo y derramando su semen sobre su cara.
A veces Max venía con ganas de violencia. Eso generalmente ocurría cuando discutía con Gina. Entonces desnudaba a Marta y le daba nalgadas, le jalaba el cabello y con frecuencia orinaba sobre ella. Marta aceptaba todo sin rechistar. Era usual que Max le ordenase que le hiciese una mamada con garganta profunda como a él le gustaba. Marta se atoraba y las lágrimas se le salían pero persistía hasta que el hombre eyaculaba. Se tragaba el semen y permanecía con la mirada perdida mientras él tomaba un breve descanso.
Los fines de semana, su rutina cambiaba un poco. Los sábados acudía menos gente y los domingos casi nadie. Inclusive algunos domingos quedaba en espera de órdenes que nunca llegaban por lo que salía a caminar a un parque cercano donde miraba a la gente pasear y observaba a los artistas callejeros.
Fue uno de esos domingos en blanco que Marta conoció a Jaime y Claudia, una pareja de jóvenes esposos con un poco de experiencia swinger que la vieron sentada sola y vestida muy ligeramente a pesar del frío. Jaime le prestó su casaca y Claudia le invitó a tomar un café. Sin darse cuenta Marta acabó en el pequeño pero acogedor departamento de la pareja. Ellos no solían llevar gente extraña a su casa pero la veían tan sola y frágil que la acogieron casi como una hija.
Claudia le hizo mil preguntas y Marta respondía como podía, con muchas lagunas en sus respuestas. Sabía que debía regresar al local pero algo en ella le decía que en ese pequeño apartamento estaría mejor cuidada. No tenía nada de valor entre sus escasas pertenencias así que con lo que llevaba puesto le era suficiente. Se hizo de noche y Jaime le invitó una copa. Puso música romántica y atenuó un poco las luces. Marta se sentía muy bien con ellos.
Como no tenía costumbre de beber pronto la cabeza le dio vueltas y cuando Claudia la besó, correspondió cálidamente al beso. La mujer le había estado haciendo preguntas sobre su vida sexual que Marta contestaba con total franqueza. Claudia le colocó una mano sobre el muslo y ella se dejo llevar. El beso fue consecuencia natural de lo que estaban haciendo.
Acostumbrada a complacer las más pervertidas fantasías, Marta se dejó llevar por la pareja. Jaime las observaba complacido sin participar. Claudia le introdujo la lengua en la boca y la llenó con su saliva. Estaba excitada. Marta le correspondió. Las delgadas manos de la mujer recorrieron todo su cuerpo, desnudándola. La tendió sobre la mullida alfombra besándole los pechos y el vientre para luego hundirse en la cálida vagina de Marta.
Claudia la hizo gozar varias veces con su hábil lengua y con la ayuda de un consolador que oportunamente le proporcionó su esposo. Jaime era un amante cariñoso pero prefería ver a su esposa teniendo relaciones con otra mujer. Marta perdió la cuenta de los orgasmos que tuvo cuando finalmente Jaime las penetró a ambas. Ella se aferró al musculoso cuerpo del hombre estallando en un clímax grandioso. Quedó tendida a un lado mientras Jaime cogía a su mujer. Para terminar eyaculó en la boca de su esposa quien se tragó todo su semen mientras miraba a Marta.
Casi a las 2:00 a.m. Claudia le preguntó si podía quedarse. Marta no supo que responder. Fue Jaime quien le dijo que podía quedarse el tiempo que quisiera. No había tomado parte en el largo interrogatorio que su esposa le había hecho a la desconocida pero un sexto sentido le hacía sospechar que Marta había sido sometida a una especie de lavado de cerebro y de manera providencial había sido liberada por ellos.
Al día siguiente Marta fue la primera en despertar y se puso a limpiar la casa. Jaime se despertó luego y la felicitó por lo que hacía. Se fue a trabajar luego de preparase el desayuno. Claudia se despertó más tarde y luego de tomar un jugo partió a su trabajo. Dejaron a Marta a cargo de todo quien limpió todo el departamento y se preparó algo de comer.
Claudia solo trabajaba medio tiempo así que regresó con comida china para almorzar y siguió interrogando a Marta. Ella respondía como podía pero era evidente que tenía una amnesia de muchos años de su vida. En realidad, además de su nombre no podía dar muchos datos de su pasado. Donde no temía el menor reparo en explayarse era en su experiencia sexual. Por lo que decía, Marta había sido sometida a todo tipo de vejámenes sin oponer la menor resistencia.
Jaime llegó casi en la noche. Agotado después de un largo día en el trabajo. Claudia le hizo un ligero masaje y Marta le dio una mamada con garganta profunda que dejo satisfecho al hombre. Esta vez él se quedó dormido primero y las mujeres conversaron casi hasta la medianoche.
Por indicación de Jaime, Claudia le compró algo de ropa a Marta. Ella permaneció en el apartamento sin salir. El esposo sospechaba que sus captores buscarían a Marta y probablemente no estarían muy contentos de que ellos la tuvieran en casa así que recomendó a su esposa no comentar el tema con nadie.
Efectivamente Bernie y Max pusieron el local de cabeza cuando notaron que Marta no había regresado el domingo. Pensaron en avisar a la policía pero recapacitaron cuando se percataron de que no tenían muchos datos de ella. No habían tomado la precaución de tomarle las huellas dactilares y las fotografías que tenían de ella no eran precisamente las que podrían mostrar en una delegación policial. Los días pasaron y ellos se fueron resignando a su pérdida.
En casa de Jaime y Claudia, Marta se convirtió en una especie de hija adoptiva. Ayudaba en todas las labores domésticas y siempre estaba dispuesta a hacer más cosas. Era incansable. Claudia no era muy proclive a realizar actividades en casa así que agradeció a Marta que se encargue de todo mientras ella veía la televisión o conversaba con sus amigas por teléfono.
Pero Marta no solo era una buena empleada doméstica. También era muy complaciente en la cama. Siempre tenía la vagina húmeda y era incapaz de negarse a nada que le pidiesen sus nuevos Amos. Aunque ellos no sabían la profundidad de su entrega, la intuían pues Marta obedecía solícitamente todos sus requerimientos.
Fue Claudia quien pasaba más tiempo con Marta así que fue ella quien empezó a dar rienda suelta a sus más perversas fantasías. Al principio solo le encargaba las tareas que no quería hacer en casa como lavar la ropa o fregar el piso pero poco a poco la fue convirtiendo en su esclava sexual. Obligándola a lamerle los pies o hacerle un annilingus cuando a ella se le antojaba.
Lo mejor de la situación era que Marta disfrutaba complaciéndola. No había actividad a la que se negase o no mostrase una buena disposición. Siempre estaba dispuesta a seguir las órdenes de Claudia a quien empezó a llamar Ama de buenas a primeras. Eso complació a la joven quien le divertía ser llamada así.
Jaime demoró un poco en percatarse de la situación pero finalmente se dio cuenta y le pareció normal. Era evidente que Marta no era una mujer normal. Su predisposición a obedecer y complacer estaba por encima de la media. Así que él también empezó a sacar provecho de la situación.
Pero Jaime era un poco menos exigente que Claudia. Y su esposa empezó a desear que su esposo se convirtiese en un perrito faldero, que la obedeciese con la misma intensidad que Marta. Empezó a preguntarse cómo había quedado ella convertida en un juguete mientras su esposo era reacio a hacer cosas simples para complacerla. Claro que en los juegos sexuales él solía satisfacerla pero Claudia quería mucho más. No se contentaba con un marido solícito y apasionado. Tener a Marta siempre tan atenta a sus caprichos la hizo desear que Jaime se convirtiese en alguien similar.
Claudia separó algunas tardes para sumergirse en la biblioteca de la universidad donde estudiaba una maestría para averiguar sobre lavado de cerebro. A veces la acompañaba Marta quien no recordaba haber sido una catedrática hace unos años. Ahora caminaba por los pasillos de un claustro similar a donde había trabajado por casi una década, sin tener la menor emoción o recuerdo. Simplemente se sentaba al lado de Claudia, leyendo alguna revista de vanidades femeninas y llevaba o traía los libros que su Ama le pedía.
Finalmente Claudia encontró lo que buscaba. Era un pesado texto sobre mensajes subliminales que traía múltiples ejemplos. La técnica no era simple pero valía la pena intentarlo. Su esposo no se daría cuenta de lo que sucedía hasta que fuera demasiado tarde. Ella empezó con su maquiavélico plan esa misma noche.
Jaime empezó a ser bombardeado por mensajes subliminales de obediencia y sumisión hacia su mujer. El no se percató de nada pero le extrañó un poco que de la noche a la mañana, su mujer tenía todo el día prendido el reproductor de música con unas tonadillas monótonas que le hacía doler un poco la cabeza. Cuando él apagaba el reproductor, su esposa o Marta lo volvían a encender.
Dos semanas después, los frutos del esfuerzo de Claudia dieron resultados. Jaime dejo de asistir a su acostumbrada reunión de los jueves con sus amigos para jugar fútbol y en lugar de eso se quedó en casa viendo la telenovela que su esposa siempre veía. Le pareció de lo más normal. Con el transcurso de los días, Jaime disfrutaba más de obedecer a su esposa. Ya no tomaba decisiones por sí solo. Se convirtió en un ser tan solícito como Marta.
Claudia no cabía en sí de felicidad. Ahora tenía dos esclavos a su entera disposición quienes se desvivían por atenderla y satisfacer sus más mínimos caprichos.