Hipnotizando a Marta (8)

Marta se convierte en la esclava de un matrimonio de mediana edad.

Hipnotizando a Marta (8)

Cuando despertó, Marta tardó varios minutos en recordar dónde estaba y quién era. Eso sucedía habitualmente desde hace varias semanas. Ella lo tomaba con total tranquilidad en cada oportunidad. En los últimos meses había vivido experiencias inimaginables y jamás lo hubiera creído si no fuese ella la protagonista principal. A veces se sentía como si no formase parte de su cuerpo y mirase desde el exterior de sí misma. Y lo más curioso era que no importa que tan extraña o humillante fuera la experiencia, ella siempre se deleitaba viviendo el momento y siendo parte de esa aventura interminable.

Finalmente se sentó luego de una larga introspección. Recordaba donde estaba. Era la casa de Max y Gina, sus nuevos amos. Ella era la mucama y esclava sexual de ambos, un matrimonio de edad mediana que habían empeñado hasta la camisa para comprarla y hacerse dueños de ella. Marta había renunciado a su trabajo como catedrática y había dado una carta poder para que el inescrupuloso Dr. Frenex dispusiese de todos sus bienes materiales. Solo tenía su cuerpo y sus recuerdos.

El cuarto que ocupaba era diminuto. Toda su ropa entraba en un cajón. Se dio una ducha rápida, se vistió con los primeros trapos limpios que encontró y fue a la cocina. Ahí encontró a Gina, completamente despeinada y malhumorada. Con un gruñido le señaló el frugal desayuno que había preparado. Marta la ignoró y comió sin hablar con ella. Definitivamente esa tipa estaba loca. Felizmente Max era diferente, tan cariñoso y amable, excepto en la cama donde la dominaba sin piedad.

A los pocos minutos llegó el esposo quien las saludó alegremente con frases entusiastas. Les manoseó las tetas a ambas y le dio una palmada en la nalga a Gina. Ella se quejó pero sonrió. En presencia de su esposo solía ser más amable.

“Esta noche regresaré temprano. Pónganse algo bonito para mí y pórtense bien en mi ausencia.” Dijo Max a modo de despedida. El hombre trabajaba casi 12 horas pero aun tenía fuerzas en las noches para tener sexo duro con ambas.

Mientras estaban solas, Gina se dedicaba a atormentar a Marta con las tareas domésticas más duras. Ella estaba encargada de barrer, trapear, lavar los trastos, planchar, etc. Lo único que hacía Gina era cocinar y ver la televisión todo el día. Tenía sobrepeso y no era muy agraciada pero compensaba sus defectos con una libido insaciable.

Max y Gina no tenían hijos pero sí dos perros grandes y torpes a los que adoraban y trataban mucho mejor que Marta. Otra de sus labores era sacarlos a pasear y bañarlos. No era algo que ella disfrutase pero lo hacía minuciosamente.

Los primeros días Gina se comportó como toda una arpía, le gritaba por cualquier cosa y solía golpearla, sobre todo le daba bofetadas. Pero luego se fue calmando. Por las noches tenían sesiones extenuantes que fueron moderando su actitud. Después de unas semanas ya casi no la golpeaba y se limitaba a ignorarla.

Así transcurrían los días de Marta. Esclava doméstica de día y esclava sexual por las noches.