Hipnotizando a Marta (6)
Susana y Marta son torturadas en la mansión de su nuevo Amo.
Hipnotizando a Marta (6)
En las vacaciones de verano, Marta se mudó a la mansión del Dr. Frenex. Allí pasó a convertirse en una eficiente mucama que limpiaba día y noche las interminables habitaciones de la lujosa residencia del hipnotizador.
El Dr. Frenex escogía cuidadosamente a sus esclavas y Marta era muy servicial. Pronto supo que su amiga Susana estaba disponible ya que Alvaro estaba tras la caza de una presa más joven, así que la invitó a pasar unos días en su residencia.
A Susana le llamó la atención que su amiga Marta desarrollase labores tan mundanas como lavar los baños y trapear el piso pero pronto la ignoró completamente cuando el Dr. Frenex la puso en trance mediante unas simples técnicas de manipulación.
Desentendiéndose de Marta, el Dr. Frenex pasó a dominar con total impunidad la mente y el cuerpo de Susana.
Esa noche el hipnotizador llevó a Susana a su recámara principal. Ella lo acompañó, preparada para la ocasión. Tenía una sonrisa pícara imborrable. Cuando estuvieron a solas, se acercó a él, anhelante, ansiosa. Él la miraba con ojos penetrantes.
- Estoy lista para usted, Amo – dijo ella, despojándose del negligé que llevaba, dejando al descubierto toda su figura completamente al desnudo.
Ella se acercó y lo estrechó con sus delgados brazos. Su rostro estaba a la altura de su pecho y subiéndose de puntillas en los pies comenzó a besarle el cuello, luego el lóbulo de la oreja, la mejilla.
El Dr. Frenex sonrió complacido, el placer era sumamente excitante. Susana bajó de nuevo al cuello a la vez que una mano se adentraba en su entrepierna que a estas alturas ya estaba bastante hinchada.
Ella no paraba de sonreír, se mostraba sin ningún pudor. Empezó a jadear y le pidió que se desnudara. Estaba ávida de mi sexo.
Él se desnudó con presteza.
Susana se separó de él con habilidad y se tumbó en el lecho. Sus piernas se deslizaron gráciles entre las sábanas y sus manos le indicaron el lugar donde debía ponerse. El hipnotizador se tumbó a su lado e intentó montarla.
Susana lo evitó sin ningún problema y se colocó boca abajo con la cabeza en su entrepierna introduciéndose su falo en la boca. Comenzó besándolo, lo succionó salvajemente de arriba a abajo, un vaivén sin igual que fascinó al hombre.
Ella jadeaba sin cesar.
Irremediablemente él eyaculó abundantemente en su boca.
Susana se tragó el semen sin rechistar e inmediatamente se incorporó dejando sus senos a la altura de su boca.
El hombre empezó a estrujarle los pechos mientras al mismo tiempo su boca se iba turnando para probarlos alternativamente. Ella no paraba de jadear y con la voz entrecortada le pedía que lo hiciera más fuerte.
En poco tiempo el hipnotizador estuvo listo para penetrarla nuevamente. Susana se colocó sobre él y empezó a cabalgarlo. El Dr. Frenex colocó sus manos en su culo y sin dudarlo buscó el orificio anal para introducir el dedo pulgar de su mano derecha.
Ella empezó a gemir, despacio al principio luego con mayor intensidad. No paraba de pedirle más y más y en su cara se distinguía el placer brutal.
El hombre la tumbó boca abajo en un movimiento violento y la penetró por detrás sin mayor trámite.
Ella seguía sonriendo resistiendo sus embestidas. El hombre empezó a darle nalgadas cada vez más intensas. Continuó así hasta que su piel se tornó completamente roja. Ella tuvo un orgasmo explosivo. Gritó de placer.
Sin darle tregua, el hombre la volteó para colocarla en la posición del misionero y levantándole las piernas volvió a hundirse dentro de Susana.
Siguió así un buen rato hasta eyacular.
Descansaron un rato. Marta entró a limpiar el cuarto y les trajo algo de tomar, él aprovechó para pedirle que trajera hielo.
Cuando lo trajo le ordenó que jugara con el hielo por el cuerpo de Susana.
Marta acercó el hielo a la boca de Susana que lo chupó con ansia y así las gotas muy frías se iban deslizando por el cuello, luego fue bajando el trozo de hielo por el cuello y dibujó las dos clavículas con él, de esta forma las gotas heladas caían sobre los pechos y algunos rozaban y se deslizaban por encima de los pezones poniendo extremadamente cachonda a la hipnotizada Susana por el contraste de temperaturas entre lo caliente y lo frio.
Luego el Dr. Frenex se acercó por la espalda a Marta y la hizo levantar la pierna derecha apoyándosela en un borde de la cama y de un solo golpe la clavó por el coño que estaba chorreante de excitación. La comenzó a follar mientras ella jugaba con el hielo por la piel de Susana llegando a la cintura y luego a las ingles. Marta tenía los ojos perdidos por la mezcla de la hipnosis y el placer. Susana recibió la orden de con una mano magrear los pechos de su amiga y con la otra comenzar a masturbarse.
Era evidente que Alvaro las había entrenado bien pero el Dr. Frenex se encargaría de que ellas alcanzasen otro nivel de sumisión mental.
Cuando el hielo se derritió por completo, las dos mujeres se comenzaron a morrear y a acariciarse mientras Susana se masturbaba, luego el hipnotizador sacó la polla del coño de Nerea y mojándola con sus jugos y aprovechando su excitación, empezó a sodomizarla muy lentamente, el glande se iba abriendo paso muy poco a poco. Cuando lo tuvo dentro, empujó y entró toda su polla, con las manos la agarraba de las caderas a veces y otras de los pechos mientras Susana se morreaba con Marta y se masturbaba.
Estuvieron un tiempo en que los tres eran todo uno y no se distinguía donde terminaba el cuerpo de uno y empezaban el de los otros hasta que él sintió que iba a terminar tras el orgasmo de su hipnotizada esclava. La sacó y se masturbó vertiendo todo su semen en las caras de las mujeres que se habían arrodillado estratégicamente, después le limpiaron el pene con sus lenguas.
El hipnotizador se duchó con las dos amigas.
Después regresaron a la recámara. Ahí las ató a la cama y las fue torturando con velas de cera. Asimismo, puso pinzas en sus pezones y sus labios vaginales. Luego metió un dilatador anal a cada una y por cada gemido que lanzaban lo iba inflando con lo que ellas se iban sintiendo cada vez más llenas.
Cuando las hubo torturado bastante las liberó de las ataduras y las separó sentándolas en una silla para colocarles unas cuerdas, las pasó por el cuello y luego rodeó los pechos con varias vueltas hasta que estuvieron bien prietos, tensos y con un color rosa fuerte característico los pinzó y colgó de las pinzas unas cuerdecitas finas, pasó la cuerda también por el coño y las tumbó en el suelo con los coños enfrentados.
Luego el Dr. Frenex cogió un consolador con dos pollas y las metió en cada coño y puso en marcha el vibrador, después ató las cuerdas de cada pinza para que cada vez que se estremecieran por el placer recibieran un tirón en sus pezones, al mismo tiempo cada vez que gemían él las daba con la fusta en los pechos que estaban bien tirantes y el dolor a cada toque de la fusta aunque fuera suave era bastante grande.
Cada vez colocaba el vibrador a una potencia mayor con lo que el esfuerzo de ellas por no moverse o por no gemir debido al grandísimo placer que sentían era enorme. Estuvo largo rato torturando sus cuerpos hasta que el placer que veían en sus ojos era inconmensurable y las dejó correrse, el orgasmo fue tan grande que vio como los fluidos vaginales producto de su corrida salían de sus coños a pesar del vibrador.
Cuando terminaron por completo, dejó que se ducharan y luego quedaron dormidas profundamente en el lecho de la recámara, completamente exhaustas por las experiencias vividas.