Hipnotizando a Marta (2)
Sigue la historia de la hipnosis de Marta
Hipnotizando a Marta (2)
Alvaro estaba en el umbral con una sonrisa autosuficiente. Marta sintió un cosquilleo en su entrepierna. Algo que no sentía hace mucho tiempo. Quizás debía darle la razón a su amiga Susana y admitir que el muchacho le gustaba.
Él entró y de inmediato le dijo que empezasen con la sesión. Ella accedió de inmediato. Debía admitir que estaba ansiosa por empezar.
Esta vez la inducción fue mucho más rápida. Marta quedó completamente hipnotizada sobre el amplio sillón de la sala, con Alvaro sentado al lado de su cabeza.
El muchacho aprovechó que ella estaba quieta y con los ojos cerrados para observarla detenidamente. Era evidente que se había arreglado muy bien para él. Le dio su aprobación mentalmente.
Profundizó el trance de Marta mediante inducciones encadenadas. La sacaba brevemente del trance y la reinducía nuevamente. Aplicaba pequeños comandos verbales para ir midiendo la profundidad de su hipnosis. Levantó una mano y la dejo caer sobre la cara de la mujer. Se golpeó sin manifestar mayor dolor. Cogió un pequeño mondadientes y le indicó que ciertas zonas de su cuerpo quedaban insensibles para luego presionar el mondadientes con dureza. Ella no manifestó dolor.
Una vez comprobada la profundidad de su trance hipnótico, Alvaro procedió a dar rienda suelta a sus bajos instintos.
Su mano derecha se deslizó por debajo de la falda de Marta. Acarició la suavidad de sus carnosos muslos y ascendió hasta llegar a la sexy tanga que ella se había puesto. Apartó hábilmente la breve prenda y empezó a hurgar en la gruta que ella se había encargado de depilar cuidadosamente horas antes. Le ordenó que se humedeciese y ella reaccionó de inmediato.
Con la mano libre maniobró con presteza para liberar uno de los senos de Marta. Empezó a lamer el pezón con fruición mientras hundía tres dedos en la vagina de la mujer. Ella soltó un quejido más de dolor que de placer. Así que Alvaro se detuvo un minuto. Profundizó nuevamente el trance y para tranquilizarse un poco le ordenó que le hiciese una mamada.
Marta obedeció de inmediato. Se arrodilló frente a él. Liberó el pene erecto que estaba aprisionado en los pantalones del muchacho y empezó a lamerlo con maestría. Era evidente que disfrutaba haciéndolo. Alvaro le fue dando indicaciones cortas con voz entrecortada para que se lo hiciese como a él le gustaba. Él estaba muy excitado así que bastaron unos minutos para que erupcionase el volcán de su semen. Marta bebió hasta la última goto de esperma del joven. Luego quedó quieta esperando nuevas indicaciones.
Alvaro recuperó el aliento y luego regresó a la posición inicial, estimulándola con la mano mientras le chupaba una de las tetas. Estuvo así un buen rato hasta que ella también alcanzó el clímax.
Mientras Alvaro recuperaba su erección, le indicó a Marta que se desnudade. Ella lo hizo de inmediato. Quedó desnuda en medio de la sala. De pie, con los brazos caídos y los ojos cerrados. Se bamboleba ligeramente por lo que Alvaro le indicó que se parase correctamente.
Usándola como una muñeca de trapo, Alvaro se desnudó de la cintura para abajo y la penetró brutalmente contra la pared. En el cuerpo de Marta quedaron algunos moretones por la fuerza que el muchacho aplicó para clavarla. Nada grave pero visibles.
Eran casi las diez de la noche cuando el joven salió. Marta quedó sola en casa, nuevamente satisfecha consigo misma aunque un poco adolorida. Se dió una ducha y se preguntó donde se habría golpeado ya que notaba ciertos moretones en los muslos. Les restó importancia y se puso a ver una película erótica que había comprado el día anterior.
Luego del inicio de clases, Marta mostró ciertos cambios en su forma de vestir y de comportarse. Sus compañeros varones y sus alumnos notaron que se había vuelto un poco más coqueta, se maquillaba más y su ropa era más provocativa.
Susana también lo notó y se lo hizo saber. Marta se rió. Se sentía a gusto consigo misma. Le agradaba atraer las miradas masculinas de admiración y generar la envidia de las mujeres. Sobre todo de las solteronas que eran el grupo más nutrido de las facultades de letras de la universidad.
Casi no veía a Alvaro, a excepción de las sesiones de regresión. A ella le parecían innecesarias y casi no les prestaba atención durante la semana pero los días señalados, que generalmente eran miércoles o jueves, a veces los dos días de la semana, ella se retiraba temprano a casa, se preparaba concienzudamente como si fuera a salir a un cóctel o fiesta de gala con sus mejores ropas. Le tomaba un par de horas arreglarse. Luego esperaba con suma tranquilidad a que llegase Alvaro, quien era puntual como un inglés maniático.
En las primeras sesiones, Marta recordaba luego haberse tendido en el sillón de su sala y haberse quedado dormida. Pero conforme pasaron las semanas, lo último que recordaba era abrir la puerta. Era frecuente despertarse de noche, semidesnuda en su cama. Ella lo tomaba con total tranquilidad. Según recordaba, Alvaro se había retirado temprano y ella se había quedado dormida mientras se cambiaba de ropa. No era raro encontrarse ligeros arañones o uno que otro moretón en la piel pero ella lo asumía como que se lo había provocado inadvertidamente en el trabajo o camino a casa.
Lo que en realidad sucedía era que Alvaro tenía cada vez más control sobre ella. Simplemente le bastaba dirigirle una frase clave para hacerla entrar en un profundo estado de hipnosis.
(Continuará).