Hipnoterapia de interpretación - parte 2

Continuación de "Ayuda hipnótica para un casting".

2: Fantasía hecha realidad

2.1 El Método

Me pasé dos semanas experimentando con ella, y sí, venía a mi casa. La hice mía, fue mi esclava y mi puta, como ella quería.

Pero eso fue sólo el principio y con "Burbuja hipnótica: Modo esclava sexual", algo que trabajé y perfeccioné los primeros 4 días. El primero, jueves, efectivamente vinieron sus padres y no hicimos nada, pero ya estaba convencida de venir al día siguiente a mi casa, y convertida en mi puta gasté 3 condones.

Mi método fue el siguiente:

El segundo día, viernes, aluciné cuando vino a mi casa de verdad mientras mi polla me pegaba latigazos de impaciencia atrapada bajo el pantalón. Al salir de clase fuimos directos a mi casa y le hice de comer (Lo que por cierto le impresionó, se esperaba comida de microondas).

Después casi no me lo podía creer cuando se tumbó en mi propia cama, en casa ajena sin apenas conocernos. Claro que se le veía en la cara que también estaba emocionada y un poco excitada, y eso ayudó mucho.

Una vez que la puse en trance profundo de nuevo, tomé su deseo de perfeccionar su actuación y lo combiné con su fantasía: Al principio el modo esclava sexual consistía en que interpretaba el papel de sus fantasías, y lo vivía con "El Método", y se esforzaba en hacerlo creíble. Pero gracias a la hipnosis multiplicaba su creencia y su capacidad de meterse en el papel, llevando El Método al extremo.

También comenzó a dormir en mi casa todo el puente de fin de semana y lunes festivo. A nadie le dijo a dónde iba realmente puesto que me acababa de conocer. Fue fácil convencerla sin usar el comando de inyectar pensamientos, bastó con hablar de la cantidad de horas dedicadas a la hipnosis y al sexo que tendríamos en mi casa los dos solos todo el puente. No hacía ni 30 horas que habíamos comenzado a conocernos.

El tercer día jugué con la identidad: Mientras estaba en modo esclava sexual realmente creía ser de verdad una persona diferente con otra personalidad, la de la esclava sumisa y obediente y lujuriosa: Ya no era simple interpretación autoconvincente.

Como apoyo utilicé un truco que encontré ingenioso: Creé el gatillo hipnótico "Burbuja hipnótica: Modo Lucía", que la devolvía al estado original desde el modo esclava, en lugar de plantearlo como que salía del trance. Al ir cambiando entre ellas con palabras hipnóticas se acostumbró a las diferencias y aumenté el contraste entre Lucía y la esclava porque le resultó más fácil compartimentarlas en su mente como dos caras de una moneda.

Nos saltamos la cena mientras perfeccionaba el modo esclava sexual, mi puta privada. Me moría de ganas de probarla. Poco a poco hicimos la transición de ponerla a hacer cosas «despierta» en modo esclava, cada vez más activa, poniendo en práctica el papel que había asimilado como real. A las 11 de la noche el modo esclava sexual era tan robusto que hasta que no cambiaba de modo seguía igual por tiempo ilimitado, como comprobé cuando fue al baño y cuando después le ordené ducharse.

A media noche me vine arriba y comencé a ir demasiado lejos cuando invertí los papeles y la esclava creyó ser la que interpretaba a Lucía. Sólo tuve que cambiar el gatillo hipnótico: En lugar de «devolverla a la normalidad», la frase gatillo «Burbuja hipnótica: Modo Lucía» tan sólo hacía que la esclava fuera la que interpretaba a Lucía. Para mi sorpresa resultó funcionar a la perfección, pero sin más pruebas suponía que por tiempo limitado. Así que fui me pasé la siguiente hora yendo más lejos intentando asentar a la esclava como la personalidad por defecto y hacerla creer que Lucía era sólo un papel de chica que «Se hace la dura, la formal estudiosa, y la estrecha, pero por dentro es muy apasionada; es sólo que está reprimida sexualmente, no como tú, esclava. Tú disfrutas siendo mía, mi puta y mi esclava. Yo te he sacado del fondo de tu mente y te he liberado, en realidad tú siempre has sido la esclava buscando un amo como yo.»

El objetivo era que le resultara más fácil ser mi esclava y mi puta al terminar creyendo que ella era realmente así, su naturaleza verdadera y su mentalidad por defecto, todo para que con sólo una palabra se transformara en cualquier momento y lugar al 100%.

Eran más de las 2 de la mañana cuando «Desperté a Lucía» para una prueba más seria: Haciendo que la interpretara la esclava en lugar de sacarla del trance, estaba convencida de que no era sólo su fantasía sino que saqué a la luz a su verdadero yo, que siempre fue una esclava buscando un amo digno de ella. Tal y como había programado.

Puse a prueba la transformación ordenándole hacer algo no erótico: La puse a limpiarme la casa de madrugada, y a las 4 seguía siendo totalmente mi esclava, como si estuviera totalmente en trance pero con su cuerpo plenamente despierto y funcional. Era mucho mejor que sonambulismo con los ojos abiertos, ella había cambiado de verdad bajo efectos posthipnóticos, fuera de la hipnosis. Mi polla me había declarado la guerra y me dolía del calentón permanente. Tenía que hacer algo.

2.2: La prueba

Pensé que si realmente era Lucía fingiendo ser una esclava que fingía, reaccionaría al intentar metérsela. O eso me dije a mí mismo. Le ordené que se desnudara y se pusiera el delantal, y que fregara los platos. La vi hacerlo muy feliz de seguir mis órdenes e incluso tarareó algo. Antes de intentar meterle la polla me atreví sólo a intentar tocarle las tetas. Primero la rocé por las caderas por si reaccionaba, y luego la sujeté por ellas; no parecía importarle, sino que acentuó su sonrisa mientras lavaba. Después deslicé tímidamente las manos bajo el delantal, eran cálidas y suaves y los pezones estaban duros. Los masajeé pero ella no gimió como yo esperaba. Finalmente le estrujé sus enormes tetazas.

—¡Oh! Me preguntaba hasta cuándo ibas a esperar.

No sabía si era la respuesta a esperar de Lucía o de la esclava, pero estaba en pleno subidón de sobarle las tetas y ya no me importaba. Me la saqué mientras ella seguía y no se inmutó cuando se la deslicé en su coño húmedo y caliente desde atrás.

—Hmmm…

Ese fue el pequeño gemido que dejó ir al metérsela, pero no hizo ningún otro sonido mientras la humedad en su coño caliente hacía que sonara cada embestida. No me lo podía creer, ¡De verdad me estaba follando a Lucía! Muy pronto su coño empezó a reaccionar, lo notaba palpitar y tenía algunas contracciones, seguramente involuntarias. Era fantástico pero yo todavía no sabía cómo reaccionaban cuando una mujer se corre, pero mi esclava tan sólo seguía obedeciendo mi última orden, lavar los platos, y la orden implícita: «Espera a que termine de follarte». De modo que ella se corrió un par de veces antes que yo y ni siquiera lo supe.

Seguía masajeando sus tetas y pellizqué sus pezones mientras me la follaba desde atrás. Desde el principio paraba el ritmo cuando estaba demasiado cerca del orgasmo, quería que aquello durara para siempre; pero era muy difícil resistir. Yo era virgen y era mucho mejor de lo que imaginaba, ¡Y encima con Lucía, nada menos!

Pensé que si realmente estuviera consciente no me lo hubiera permitido igual que se había hecho la estrecha con tantos otros. Y en el mejor de los casos me hubiera hecho ir al dormitorio y hacer las cosas bien, no algo así de casual y fingiendo que no pasaba nada. Pero yo ya no podía esperar más para estrenar mi juguete nuevo, no era sólo excitación destilada.

Por la cara de felicidad que le veía desde el costado a ella parecía gustarle, pero salvo al penetrarla no emitió ningún sonido más, mientras yo la sacudía agarrándola de las caderas desnudas: Estaba concentrada en lo que le había ordenado en lugar del sexo, pero su coño parecía ser muy consciente de todo. Creo que en aquél momento fue cuando su sonrisa me enamoró; estaba tan feliz, risueña y adorable…

Ella llevaba unos minutos relavando platos húmedos para hacer tiempo y que siguiera siendo todo a mi gusto, como me había apetecido hacerlo, hasta terminar la orden implícita de esperar a que terminara.

Finalmente se la saqué para correrme fuera y ella miró divertida cómo chorreaba el suelo de la cocina.

—¡Aaaaghhh! —Gemí terminando con una paja. Jamás me había corrido tan fuerte con ninguna paja anterior, como era de esperar. Vi las estrellas y me tambaleé al cerrar los ojos durante la corrida, por ello casi me caigo al suelo pero ella me sostuvo.

—¿Te ha gustado, amo?

—¡Me ha encantado, esclava! ¡En cuanto me recupere te voy a follar en la cama!

—¡Qué bien!

—Pero te aviso que es mi primera vez, así que voy a ser un poco torpe… Necesito que me ayudes.

—Me esforzaré al máximo, pero también es mi primera vez.

Me quedé paralizado. Aquella mujer que era todo sonrisa era virgen hasta unos minutos antes. Pero yo no me alegraba de haber estrenado al mito erótico de media Universidad, sino que me sentía culpable. Además había sido un polvo simple y chapucero, nada digno de una primera vez. Ni siquiera se me había pasado por la cabeza. Daba por hecho que para ella era rutina por tener tanta gente dispuesta, «seguro que alguien habrá aunque sea en secreto, quizá un profesor», pensaba.

—¿Qué sucede, amo?

Con una mezcla de compasión y búsqueda de perdón la besé por primera vez. Ella se sorprendió pero me devolvió el torpe beso en cuanto me aparté. Unos segundos después me dejé llevar, y de algún modo acabé en mi cama; mi esclava me montó gentilmente lo mejor que pudo y fue maravilloso.

2.3: La fantasía de Lucía

El cuarto día, domingo, todo fue sexo y poner a prueba a la esclava y las órdenes posthipnóticas. Aunque al despertar volvía a ser Lucía, un rato después tras espabilarse y tomar café juntos en el balcón, la volví a poner en modo esclava y no lo revertí; no la puse en trance ni una sola vez ni tampoco le di ninguna orden de burbuja. Pero con sólo estar en ese modo era tan efectivo como si ella siempre hubiera sido, y querido ser, mi puta y mi esclava.

Cuando le daba órdenes directas obedecía, pero cuando me ponía a describirle cosas que le pasaban en su mente como si estuviera hipnotizada, para mi sorpresa también funcionó. Era como si estuviera en trance todo el tiempo. Lo probé con lo más difícil, efecto de reprogramación posthipnótica. Quizá funcionó porque era su propio deseo y fetiche y fantasía, (el principal, de hecho), pero funcionó. «Seguro que hay límites que requieren hipnosis completa», pensé. Pero todavía no los había descubierto, y tan sólo seguí perfeccionando a mi juguete con sólo darle órdenes.

El sexto día, lunes festivo, probé cosas nuevas: Con "Burbuja hipnótica: Estás Ultracachonda", no solo lo pensaba y lo creía porque insertaba palabras como pensamientos y creencias propios, sino que su cuerpo obedecía y reaccionaba de inmediato a plena potencia.

Si eso era una "habilidad activa", activada al ordenárselo, también le programé una "habilidad pasiva", permanente. Esa fue la segunda vez que fui demasiado lejos: Disfrutar de comer pollas como si le comieran el coño. Resulta que esa era su primera fantasía derivada de convertirse en esclava sexual (la segunda por tanto):

—Esclava, cuéntame la mayor fantasía sexual de Lucía, es decir, tuya. —Le ordené sentado frente a ella, que estaba tumbada en mi cama. Yo dudaba sobre qué hacer a continuación y pensé en intentar hacer realidad su fantasía.

—La primera gran fantasía erótica que tuve —Me explicó—, con la que di forma a mi fetiche de la hipnosis, consistía en que me secuestraban y me esclavizaban y me usaban como esclava chupapollas sin parar.

Quedé estupefacto.

—Hombre tras hombre —Continuó—, tenía que «ordeñarlos» en serie como en una fábrica de leche. Pero en lugar de encerrarlos como a una vaca e ir y venir yo, era al contrario: Ellos venían y metían la polla dura por agujeros; yo se la tenía que chupar hasta correrse completamente dentro de mi boca, y en cuanto terminaba uno era sustituida por la siguiente. Yo no tenía descanso dentro de mi celda con agujeros.

—¡Joder! ¡Pero si eso es puro masoquismo! —Comencé a preocuparme por su salud mental. Además sin rastro de hipnosis.—

—No exactamente. La hipnosis viene después. Una vez esclavizada como chupapollas, los de la fábrica me hipnotizan cada día lavándome el cerebro poco a poco siempre que duermo. O chupo pollas o duermo hipnotizada, sin término medio. Al principio lo hacen sólo para asegurarse de que nunca pare de chupar pollas aunque no quiera. Luego lo hacen para que mejore mi técnica y me esfuerce con todos.

Tragué saliva. «Eso sigue siendo puro masoquismo», pensé.

—Me hipnotizan y me lavan el cerebro día tras día... Hasta que finalmente consiguen que sienta el placer que doy a los hombres reflejado en mi propio cuerpo.

—¡Oh!

—Desde ese momento consiguen que en vez de resistirme sea yo misma la que me lance a por las pollas como una desesperada, siempre excitada. Nunca tengo suficientes pollas. Y disfruto tanto como si la polla fuera mía y la mamada me la hiciera a mí misma. O mejor dicho, siempre que chupo pollas siento que me chupan el coño al mismo tiempo.

—Buf… —Me estaba poniendo a mil imaginándolo. Tenía la polla fuera de los pantalones, sentado en la silla, y ella me la miraba divertida esperando mi próxima orden, tumbada y con las piernas abiertas en lencería sexy roja con medias negras de costura trasera, su uniforme de puta.— ¿Y cómo sigue la fantasía?

—En la fábrica como pollas sin parar en todo el día, polla tras polla se corre en mi boca, y mi trabajo es ordeñar a los hombres. A cambio disfruto con ello. Al final me gusta tanto que pido más y más pollas cuando baja el ritmo de hombres, pero no hay suficientes para satisfacerme. Pero yo necesito más. Así me han reprogramado. Al final sin suficientes corridas en mi boca pierdo la capacidad de correrme. Necesito cada vez más corridas en mi boca para poder seguir teniendo orgasmos; el placer no deja de reflejarse, pero aunque al principio me corría cuando ellos se corrían, cada vez necesito más… Y nunca es suficiente. Estoy las 24 horas supercachonda, incluso en sueños: Aunque ya no me hipnotizan porque no es necesario, sueño con chupar pollas y vivo chupando pollas. Pero no me basta.

—Pe—pero… ¡Entonces tu mayor fetiche es hacer mamadas!

—¿No me has escuchado? Sumisión total. Perder totalmente el control. Ser utilizada sexualmente pero disfruto con ello. Me fuerzan a convertirme en una esclava sexual absoluta, y me encanta.

Tragué saliva y mi polla palpitó.

—¿Todavía no te he excitado lo bastante contándotelo, amo? —Era su manera de pedirme sexo.

Me saqué la polla. Hasta ese momento todavía no me la había chupado. Como no me moví del sitio ella entendió la orden implícita, justo a su gusto, lo que más deseaba al revivir la fantasía (Puesto que en modo esclava sus propias narraciones también penetraban en su mente, aunque mucho menos que las mías). Sin decirnos una palabra se arrodilló ante mí tras poner la almohada en el suelo y se puso a chupármela. Vi cómo se emocionaba y aceleraba y se apasionaba en segundos, convirtiendo parcialmente su fantasía en realidad.

—Mmmph… —Gimió con los ojos cerrados suavemente. «¿Quizá por un momento ha vivido su fantasía como un eco bajo hipnosis? ¿Es sólo un recuerdo de sus masturbaciones?». Pero muy pronto ella me robó la capacidad de pensar.

—¡Aaaaahhh!

No me corrí, fue sólo uno de los muchos gemidos que me arrancó.

—¿No decías que… agh… eras virgen?

¡Pop!

—Lo era. —Dijo sacándosela de la boca con un chupetón que me hizo estremecerme. —Nunca les dejaba metérmela, yo sólo la chupo. Quiero decir, Lucía sólo la chupaba. Pero a ti te hago todo lo que quieras porque soy tu puta. Soy tuya.

Por un momento pensé que gracias a haber parado iba a durar más sin correrme, pero aquello me acercó de nuevo por lo que me excitó. Como no le hice más preguntas, siguió, y vi las estrellas de nuevo, como al desvirgarnos. Tenía los ojos cerrados concentrado en las sensaciones. Pero para mi sorpresa no era necesario pedirle que parara, ella sabía controlar el ritmo y las pausas; tenía todavía más experiencia de la que me había dado a entender. Gracias a ello pude seguir hablando:

—De modo que sueñas con estar encerrada en la fábrica ordeñadora de hombres chupando pollas todo el tiempo. Quieres ser una esclava en trance ordeñadora en serie. Quieres estar todo el día chupando pollas sin parar. Y cuando chupas pollas sientes que te comen el coño.

Se atragantó y se la sacó.

—¡Aaaahh…! —Gimió.

Miró a su entrepierna sorprendida y se palpó el coño comprobándolo. ¡Comprendí que había comenzado a sentir que se lo chupaba! El efecto de mis descripciones sobre su mente era aún más poderoso de lo que siquiera imaginaba aunque en teoría «No estaba en trance». Pensé que una vez más era gracias a que lo deseaba fuertemente. ¡Accidentalmente logré que ella sintiera el placer de chuparme la polla en su cuerpo!

Me miró medio asustada y medio impresionada.

—¡A—Amo! ¿Cómo… Cuándo?

—Escúchame bien, esclava: De ahora en adelante siempre que me chupes la polla sentirás el placer reflejado en tu cuerpo, tal y como deseas, lo que tanto te excita.

Esperé y sus ojos se pusieron en blanco y su cara se relajó. Entró en trance por sí sola unos segundos y luego parpadeó y volvió en sí.

—¿Lucía?

—¿Quieres que interprete su papel?

—No, tú eres mucho mejor que Lucía, esclava. ¡Eres fantástica!

Me sonrió y sin mediar palabra se la metió de golpe en su boca. Me hizo un garganta profunda.

—¡¡MMMMHHHGHHH!! —Su boca taponada amortiguó el gemido de ¿Sentirse penetrada? En plena fantasía haciéndose realidad. En comparación yo apenas gemí. Se la sacó hasta una posición normal y jugueteó con el glande con su lengua, con una paja lenta y suave que me hacía impacientarme y desear que acelerara (intencionadamente). Pero en vez de ordenarle a mi esclava que acelerara como intentaba conseguir, decidí reafirmar el garganta profunda:

—De ahora en adelante siempre que te tragues pollas hasta el fondo como acabas de hacer, sentirás que eres penetrada por tu coño llenándolo hasta el fondo.

De nuevo los ojos en blanco, se le deslizó fuera de los labios con un hilo de saliva colgando entre mi glande y su boca. En cuanto volvió en sí la agarró y se la metió de golpe haciéndome otro garganta profunda de profesional sin atragantarse:

—¡¡MMMMHGGOOGHH!! —Al mismo tiempo que mi polla dura llenaba su garganta, sacudió sus muslos y sus caderas y la vi temblar. «¡Eso no es sólo sentir que se la meto!». La sensación fue tan intensa para ella que se quedó quieta, sólo estremeciéndose, con mi polla metida hasta el fondo por dos agujeros a la vez.

—Gggoooohhhgghh… —Sus ojos se pusieron en blanco, pero esa vez no fue por el trance sino por el final de un orgasmo desvanecedor. La sujeté para que no se cayera y se la saqué con cuidado.

—¡Agh, ah, ah! —Respiró con normalidad de nuevo. Tuve el impulso de reforzar la programación:

—Acabas de correrte por el placer de chuparme la polla. Yo hago realidad tus fantasías.

Me miró desconcertada y asombrada. Luego sonrió feliz y embobada, enamorada. Se alzó y me besó. Pude notar el sabor de mi líquido preseminal en sus labios pero me dio igual.

—¡Mi aaamooo! —Me abrazó con pura dulzura.