Hipnohistorias de Rodrigo

Varias historias de control mental de un cirujano.

Hipnohistorias de Rodrigo

Por: Pelgrillo

Leslie se paseaba tranquilamente por uno de los pasillos del hospital esperando a que la llamaran para entrar a sala de operaciones. Tenía turno en cirugía. Estaba acostumbrada a eso, sería la instrumentista en un par de operaciones largas y aburridas, luego llenaría el reporte de Enfermería y después una relajante ducha.

Lo que a ella le gustaba era el área de neonatología, el sentir un cuerpecito lleno de vida, tan tierno, vivir el milagro de la concepción. Esas eran una de las mejores cosas de ser una enfermera.

Leslie estaba sentada cuando la puerta del área de cirugía se abrió y un joven doctor salió. Tendría unos veintiocho años, cabello negro, ojos negros y una complexión normal. Vestía simplemente con una camiseta y unos jeans.

-¿Señorita Martínez?- dijo - Dentro de diez minutos el doctor Felipe terminará su colecistectomía, que limpien la sala y luego entramos. Por cierto, mi nombre es Rodrigo, soy el nuevo cirujano.

  • Encantada de conocerlo, doctor - dijo Leslie sonriendo. Sus ojos se fijaron en un collar alrededor del cuello de Rodrigo. Era una doble cadena unida a un cristal.

  • Vaya, es muy bonito su collar, doctor - dijo Leslie.

-¿Esto? - dijo Rodrigo -. Oh, es un regalo de mi madre. Y por favor, no me llames Doctor, sólo Rodrigo. ¿Qué te parece si mientras esperamos te invito una gaseosa en el estar médico?

Ella aceptó. Estaban solos en el lugar. Leslie quiso ver más de cerca el collar, le llamaba mucho la atención.

  • Mi madre insiste en que lo lleve puesto en cualquier sitio. Cree que me queda muy bien, ¿Tú que piensas? - preguntó él. Se quito el colgante y sostuvo el cristal a pocos centímetros de los ojos de Leslie.

  • Es muy bonito - respondió ella mientras lo examinaba.

  • Creo que es preciosa la manera en que refleja la luz - dijo Rodrigo con un leve cambio en el tono de voz- la manera en que destella. Quiero decir, solo míralo. Eso es todo, míralo. Solo mantén tu mirada fija en él y podrás ver todo tipo de pequeñas luces. Sin moverse, sin balancearse, sin girar. Solamente siéntate y mira la luz tranquilamente rebotar dentro y fuera de tus ojos.

La mirada de Leslie estaba totalmente fija en el cristal, su boca descortésmente abierta.

Sabiendo que tenía su atención, Rodrigo continuó hablando con voz baja y monótona.

  • Sólo mantén tu mirada en el cristal, Leslie. Solo sigue mirándolo fijamente, cada vez más y más dentro de él, justo el centro. El centro del cristal. Sólo sigue mirándolo. Mientras miras profundamente dentro del cristal, comienzas a sentirte cansada. Muy cansada. Sientes todas las presiones de tus guardias, tan agotadoras. Te sientes muy cansada y somnolienta. Mantén tu mirada fija en el cristal y sintiéndote muy cansada. Todo lo que quieres hacer es descansar. Sólo descansar. Te sientes tan cansada que quieres cerrar los ojos. Cuanto más miras el cristal, más cansada te sientes. Solo mantén tu mirada cansada más y más tiempo mirando el cristal y siéntete más y más somnolienta. Te sentirás muy bien si cierras los ojos. Sólo cerrar los ojos, descansar y entregarse. Solo confía en mí y cierra tus ojos. Cierra tus ojos y relájate.

Los ojos de Leslie se cerraron pestañeando y cayó pesadamente sobre el asiento que tenía detrás de ella.

Después de colocarse el collar nuevamente en el cuello Rodrigo puso una mano en la pierna de Leslie. Ella vestía un ajustado vestido de una pieza con un escote conservador. Movió su mano sobre su muslo y ella suspiró en respuesta. Sabía que sólo tenia unos momentos antes que Leslie fuera llamada a sala de operaciones, así que tenia que actuar de prisa.

  • Leslie, escúchame muy cuidadosamente. Solamente me has conocido hoy pero te sientes muy atraída hacia mí. Crees que soy muy guapo, ¿verdad?.

  • Sí... - susurró Leslie.

  • Piensas que soy sexy, ¿no es verdad, Leslie?.

  • Sí - respondió ella, esta vez con mayor seguridad.

  • Cuando estés en las operaciones, pensarás en mí. Cuando se acabe tu turno, pensarás en mí y en como sería hacerme el amor, tener mi pene dentro de ti, tenerme besando tus senos. Pensaras en mi y soñaras conmigo, ¿entendido?.

  • Sí...- su voz no tenía la menor entonación.

  • Ahora en un momento, voy a chasquear mis dedos y despertarás. No recordarás haber estado dormida o de qué hemos hablado. Sin embargo, si me ves sosteniendo este fascinante cristal, volverás a caer en este maravilloso sueño. Y cuando estés dormida soñaras que te estoy dominando, soñaras que quieres que te haga el amor siempre que yo quiera. Lo quieres, lo necesitas y te encanta. ¿Entendido?.

Leslie asintió. Poniéndose de pie, Rodrigo, chasqueó sus dedos y vio como los ojos de Leslie se abrían. Ella lo miró, su fascinante cara enmarcada por el ondulado pelo negro.

  • Es la hora, Señorita Martínez -, dijo Rodrigo en su tono de voz normal. - Mejor que vayamos, es la hora de entrar a sala.

Mientras Leslie salía, Rodrigo sonrió. Iba a divertirse con un show privado más tarde, esa misma noche.

Dos días después era poco más tarde de las nueve de la noche cuando Leslie llegó a la habitación que alquilaba. Había estado ocupada llenando formatos atrasados y concediendo unos minutos para informar a ciertos familiares angustiados por sus pacientes, después nada más que una cena rápida.

Había dado su dirección a poquísimas personas para que nadie la molestara, así que se sorprendió cuando oyó un golpe en la puerta. La abrió y vio a Rodrigo allí de pie, vestido como siempre con su camiseta y los jeans. Antes de que pudiera pedirle explicaciones sobre que estaba haciendo allí, Rodrigo, levantó el cristal. En el instante en el que sus ojos se posaron en el cristal se cerraron y Leslie se balanceó en el dintel de la puerta.

  • Déjame pasar, Leslie - ordenó Rodrigo. Ella obedeció haciéndose a un lado para que él pudiera entrar, cerrando la puerta detrás suyo. Rodrigo miró a la hipnotizada enfermera y sonrío, complacido de que la cosa hubiera salido tan bien.

  • Leslie, esto es lo que habías soñado estos días. Estás dormida y teniendo un sueño maravilloso donde yo te domino. Quieres divertirte con este sueño hasta su plenitud - su tono era completamente autoritario -. Ahora, quítate la ropa -. Leslie lentamente abrió la cremallera de su vestido y lo dejó caer al suelo. Sus grandes senos salieron al aire, dándole a Rodrigo el deseo de asaltarla. Ella se inclinó para desprenderse de sus bragas negras y de sus medias mientras Rodrigo también se desnudaba.

  • Leslie, creo que tú y yo vamos a tomar una ducha relajante después de un largo día - agregó él.

Tomando a su mesmerizada esclava de la mano, Rodrigo la introdujo en el baño y abrió el grifo de la ducha. Luego se introdujo en ella y ayudó a Leslie a entrar. La abrazó mientras el agua caía sobre ellos, enviando un hormigueo por toda su piel. Podía sentir sus senos presionar sobre su pecho y la besó. Ella respondió lentamente, lamiendo sus labios. Le echó la cabeza hacia atrás para que el agua le cayera sobre el pelo y comenzó a besarle los pechos. Ella arqueó su cuerpo hacia atrás y suspiró al sentir la boca de Rodrigo sobre sus pezones, enviando descargas de placer a través de todo su cuerpo.

Rodrigo tomo una barra de jabón y lentamente la frotó contra el pecho de Leslie, masajeando sus senos mientras la enjabonaba. Le dio la vuelta y deslizó la pastilla por su espalda. Enjabono su culo, moviendo la pastilla en una nalga mientras palmeaba la otra, introduciendo sus dedos en el agujero anal y obteniendo un gemido de Leslie. Le dio la barra a ella.

  • Leslie, arrodíllate y enjabona mi pene -. Ella obedeció, frotando la pastilla y sus bien cuidadas manos a lo largo de la verga de Rodrigo. Le tomó segundos ponerse erecta, el jabón y el agua se mezclaban con el esperma que comenzaba a gotear.

  • Chúpala, Leslie - ordenó Rodrigo -. Métetela en la boca -, Leslie acató la orden sin rechistar, poniendo su boca sobre la punta del endurecido falo. Comenzó a chuparlo, su lengua lamía la punta mientras ponía la pinga dentro y fuera de su boca, chupándola de ida y vuelta. Agarrándose en el borde de la puerta de la ducha, Rodrigo gemía de placer mientras su hipnotizada esclava continuaba chupándosela. Dio un respingo y algo comenzó a salir, su paquete expulsó el semen a la garganta de Leslie. Ella se lo tragó hasta la última gota.

Cuando terminaron de enjuagarse, los dos salieron de la ducha y se dirigieron a la cama tamaño matrimonial. Rodrigo se tendió sobre la cama boca arriba y colocó a Leslie sobre él. Se besaron de nuevo, y esta vez ella puso más pasión. Bajó por el cuerpo de Rodrigo hasta que se encontró con su pene erecto a medias, a punta de lamidas pronto consiguió obtener una erección completa. Se sentó sobre él y lo introdujo en su conchita. Lentamente comenzó a balancearse sobre su amo, moviéndose de arriba abajo, balanceándose dulcemente para que el falo de Rodrigo pudiera penetrarla cada vez más profundamente. Las manos del hombre se dirigieron hacia los pechos de Leslie, aferrándose a sus grandes tetas, apretándolas y empujándolas hacia ella. Leslie gemía fuertemente sintiendo el placer que le llegaba de sus tetas y de su coño. El pellizco que Rodrigo le dio, pareció empujarla a balancearse más y más rápido sobre la verga de su amo hasta que éste eyaculó nuevamente, emitiendo un sonoro grito.

La enfermera cayó sobre Rodrigo con la respiración entrecortada.

El hombre pasó su mano a través del pelo mojado mientras pensaba en las noches de placer que iba a pasar. Parecía fácil persuadir a Leslie para que él se mudase a su apartamento. Esto le daría a Rodrigo muchas noches de placer soñadas por muchos varones en el Hospital "Héroes del 69".


Leslie estaba molesta. Había quedado en reunirse con una amiga y tras haberla esperado por más de una hora ésta no apareció. La llamó al teléfono celular y nadie contestó, así que volvió a casa. Al cerrar la puerta le pareció escuchar un gemido apagado que procedía del segundo piso.

Leslie vivía sola pero la última semana había llegado de visita su hermana Diana, ella estaba en los últimos ciclos de la carrera de Turismo y Hotelería.

Cuando Leslie entró a su casa vio la puerta del dormitorio que ocupaba su hermana entreabierta, le pareció escuchar unos gemidos masculinos. Por lo que ella sabía su hermana no tenía novio, a pesar de que era bien guapa, o como decían sus procaces compañeros de trabajo, estaba realmente buena.

Leslie se preguntó quien sería el novio y miró por la rendija que dejaba la puerta. Su sorpresa fue mayúscula. Rodrigo, el médico más joven del hospital y su pareja desde hace dos semanas, estaba sentado desnudo en el sofá y tenía las piernas abiertas. Entre éstas podía ver la cabeza de su hermana Diana subiendo y bajando. Estaba arrodillada frente a él y también estaba desnuda. Le estaba haciendo una mamada.

Una ira incontenible la invadió y de un empujón abrió la puerta y entró a la habitación.

  • ¿Se puede saber qué demonios están haciendo?- gritó airada.

Parecía que su hermana no se había dado cuenta de su presencia a pesar del grito ya que continuaba trabajando la pinga de Rodrigo. Este le dijo que se detuviese y lo hizo quedándose arrodillada frente a él mirándole.

  • Pe... pe... pero... Tú haciéndole una mamada... en mi casa... a él... - se dirigía a su hermana que parecía ignorarla. Se dirigió a Rodrigo - Y a ti parece que no te molestaba ¿verdad?.

Rodrigo permanecía en silencio sonriendo. Leslie reparó en que Diana seguía sin prestarle atención, miraba a Rodrigo.

  • ¿Que pasa?, ¿no te atreves a mirarme a la cara?. Contesta, ¿por qué me has hecho esto?

  • Responde a las preguntas de tu hermana- dijo Rodrigo a Diana.

Diana miró a su hermana. Su rostro parecía vacío, su mirada perdida y cuando hablo lo hizo con voz monótona.

  • Tenía que hacerlo.

  • ¿Qué?. ¿Por qué tenías que hacerlo?.

  • Rodrigo me lo ordeno.

  • ¿Te ha obligado de alguna forma?

  • No.

  • Entonces, ¿por qué le has hecho caso?

  • Tengo que hacerlo.

  • ¿Lo haces porque quieres?.

  • Sí. Quiero obedecerle siempre.

Leslie reparó en la mirada y el aspecto general de su hermana. Había algo raro.

  • ¿Que le has hecho? ¿La has drogado? - le preguntó a Rodrigo.

  • No está drogada.

  • Pues algo le has hecho, maldito cretino.

  • La he hipnotizado.

  • ¡Que la has qué!

  • La he hipnotizado. Ahora obedece todas mis órdenes. Sigue chupándomela Diana.

Diana volvió su cara hacia la entrepierna de Rodrigo y comenzó a recorrer lentamente con su lengua la verga del hombre. Tras recorrerla un par de veces se la introdujo completamente en la boca. Cuando Rodrigo vio la cara atónita de Leslie, le ordenó que se detuviese.

  • Eres un... - dijo ella con el rostro a punto de explotar.

  • No empecemos con los insultos. No le he hecho nada. Cuando despierte no recordara nada de lo ocurrido excepto lo que yo quiera que recuerde. ¿No has notado que tu hermana ha bajado de peso?. Digamos que ha sido una sugerencia mía. Dentro de poco también dejará de fumar marihuana.

  • Que bien - respondió Leslie con sarcasmo - ¿Es mucho preguntar como lo has hecho?. El por qué lo tengo claro.

Rodrigo le explicó que convenció a Diana para que se dejase hipnotizar asegurándole que eso le ayudaría a concentrarse en sus estudios. En la primera sesión la condicionó para que aceptase ser hipnotizada por Rodrigo cada vez que este se lo sugiriera. Algunas veces cuando Rodrigo llegaba a casa y no estaba Leslie y Diana estaba sola, empezaba una sesión. Naturalmente, Diana nunca le decía nada a Leslie, ella simplemente dejaba que la hipnotizase. Con cada sesión Rodrigo conseguía inducir el estado hipnótico en Diana con más rapidez hasta que llegó a ser capaz de hacerlo con una frase clave. A partir de la cuarta sesión, las sesiones terminaban en la cama. Luego Diana no recordaba nada, ni siquiera haber sido hipnotizada.

  • Bien, pero tuvo que haber una primera vez. ¿La convenciste para que fuera a tu casa a hipnotizarla?

  • No, lo hice aquí, en tu apartamento.

  • ¿Sin que yo me diese cuenta?

  • Lo hice cuando empezamos a salir, recuerda que te visito con mucha frecuencia, sobre todo por las noches.

  • Pero yo siempre me quedaba...

Leslie no terminó la frase. Comprendió que si ella estaba en casa tendría que haberse dado cuenta de lo que pasaba y que si no lo recordaba era porque... la había hecho olvidarlo.

  • Veo que ya has caído en la cuenta - dijo Rodrigo - No habría podido convencer a tu hermana de que se dejase hipnotizar sin tu ayuda. Y tú no me habrías ayudado si no...

  • ... me hubieras hipnotizado a mí también - Leslie completó la frase casi sin quererlo.

  • En efecto. A ti fue más fácil convencerte. La primera vez fue en el hospital. Luego, ya condicionada, te prestaste alegremente a la sesión de hipnosis. Hice que no recordaras nada de la sesión aunque al igual que a tu hermana, te condicioné para que aceptases ser hipnotizada por mí cada vez que te lo sugiriese. Poco a poco fui ganando control sobre ti, incluso te programe alguna que otra sugestión posthipnótica. Estoy seguro de que por mucho que lo intentes no serás capaz de saber porqué te surgió ese repentino interés por el sexo anal o por las películas porno, desde que empezamos a salir.

Leslie empezó a sentir terror. Era verdad, desde que empezó a salir con Rodrigo comenzó a darle vueltas a la idea de practicar sexo anal con él. Cada vez que pensaba en algo relacionado con el sexo aparecía en su mente el sexo anal. Una tarde, mientras hacían el amor no pudo resistirse, se puso a cuatro patas sobre la cama, mostrándole el culo a su enamorado y le gritó que la follase por detrás. Rodrigo accedió rápidamente aunque a ella esto no le sorprendió. Mas o menos al mismo tiempo en que fantaseaba con el sexo anal comenzó a mirar con buenos ojos las películas pornográficas. No le habían atraído nunca, pero empezó a considerarlas una buena fuente de información sobre fantasías, por lo que de vez en cuando alquilaba alguna película para verla a solas.

  • Pero... ¿qué ha pasado ahora? - Leslie intentaba desesperadamente ganar tiempo.

  • Pues que has vuelto antes de tiempo y he decidido jugar un poco contigo antes de...

Leslie comenzó a girar para huir pero no pudo. Rodrigo completó la frase, las palabras salieron disparadas hacia ella, se introdujeron por su oído y llegaron a su mente.

  • ...ponerte en modo de sueño esclavo.

Leslie se detuvo y giró hacia Rodrigo. Ahora tenía la misma cara inexpresiva que tenía su hermana. El que le hablaba no era Rodrigo, era su Amo y ella deseaba obedecerle siempre. No paraba de pensar en eso mientras lo miraba y permanecía atenta por si le daba alguna orden; ella la obedecería rápidamente.

  • Desnúdate - ordenó su amo.

Leslie se quitó la ropa y permaneció de pie mirando a Rodrigo con su pensamiento fijo en una idea: Obedecer.

  • Ven y ayuda a terminar a tu hermana lo que has interrumpido.

Ambas hermanas se pusieron a lamer la polla de Rodrigo. La tarde sería muy movidita. Mientras miraba el reflejo de los culos de ambas hermanas en el espejo, pensaba que le apetecía más si follar a Diana o darle por el culo a Leslie. Se decidió por lo primero.

El trasero de Diana era más grande y redondo que el de Leslie. Era todo un placer clavarle la verga por detrás y eso hizo. Realmente ambas eran una delicia.


"¡Doctor Rodrigo, Doctor Rodrigo! Doctor, hay un parto en expulsivo en la sala tres."

Quien gritaba era Karen Carrasco, una guapísima técnica de enfermería.

Ella intentaba que el nuevo cirujano del hospital atendiese un parto porque el ginecólogo de guardia estaba ocupado en una cesárea.

Él rehusaba, como cirujano no le correspondía atender un parto, algo que no era de su competencia. "Por favor, doctor, la obstetriz está ocupada con otra paciente." Insistía Karen.

Al final Rodrigo atendió el parto, fue un parto normal, no hubo ninguna complicación.

  • ¿Ves cómo lo hice, Karen?. No es difícil. La próxima vez tal vez tengas que atenderlo tú sola -, dijo Rodrigo-. Vamos, di algo.

  • Me pondría muy nerviosa doctor - dijo Karen en un tono bastante azorado.

  • Es cuestión de práctica, y por favor, no me llames doctor si no están otros colegas -. Bromeó Rodrigo-Búscame después, que tengo una sorpresa para ti - susurró Rodrigo en el oído de Karen al marcharse.

A Karen le agradaba el doctor, era joven y no refunfuñaba al hacer cosas que no correspondían a su especialidad como atender un parto, había coincidido con él en varias guardias desde que ingresó a trabajar en el hospital y se convirtió en una de las técnicas más codiciadas por los galanes del hospital. Tenía un físico apabullante que no le ayudaba mucho en ese tipo de trabajo.

  • ¡Al fin acabó la guardia!. Felicidades, hasta la próxima. chicas -. Gritó una técnica amiga suya a las demás mientras se cambiaban en el vestidor que les correspondía.

  • Nos vemos la semana que viene -. Dijo Etelvina, otra técnica.

Karen buscó a Rodrigo por los pasillos.

  • Dígame doctor, ¿cuál es la sorpresa?

  • Ven luego a mi oficina y te la mostraré. Ahora tengo que revisar unos papeles con el director del hospital para el rol de turnos del próximo mes.

Karen aprovechó para darse un baño en el vestidor casi desierto y ponerse algo más cómodo que el uniforme de trabajo. Se puso un polo blanco y unos tejanos, la negra melena lisa le caía por los hombros, era preciosa.

Poco después, tocó la puerta de la oficina del médico.

  • Pasa, Karen, pasa. El director acaba de irse -. Dijo Rodrigo.

  • Ya lo sé, me lo he cruzado - dijo ella -. Espero que la sorpresa merezca la tardanza, somos las últimas personas que quedan de nuestro turno -. Le reprochó medio en broma Karen frunciendo el ceño como para parecer enfadada.

  • Verás -, comenzó Rodrigo, - he aceptado una oferta del director para ser el encargado de elaborar las rotaciones por los servicios, y pensaba que te gustaría estar unos meses más en obstetricia.

  • Eso es magnífico, me alegro mucho Rodrigo -, dijo Karen exultante de alegría.

  • Eso no es todo, tengo un regalito para ti por haberme ayudado durante el parto de hoy, pareció fácil pero hace años que no atendía uno -. Busco en el cajón de su escritorio y sacó algo. - Esto es para ti -, le mostró un collar con un cristal que simulaba una esmeralda con una cadenita de oro.

  • Oh, Rodrigo, no tenías por qué, te habrá costado un dineral

  • exclamó Karen.

  • No te preocupes, lo pagué con un adelanto de mi nuevo salario. En cuanto lo vi me dije: Esto es para Karen, para que realce su belleza.

Colocó el collar en la línea de visión de Karen y le dio un pequeño golpecito, iniciando una oscilación.

  • Es precioso, mira cómo brilla, como manda destellos al moverse de lado a lado, de lado a lado. Mira el colgante moviéndose de lado a lado. Sólo mira la manera en que captura la luz y la envía a tus ojos, destello tras destello -, dijo Rodrigo.

Los oscuros ojos de Karen estaban pegados al cristal, siguiendo todos sus movimientos de lado a lado.

  • Mira sus movimientos, izquierda, destello, derecha, destello, izquierda, destello. Es muy relajante mirar el cristal, muy, muy relajante. Mirar y escuchar mi voz es muy relajante. Cuanto más escuchas mi voz, cuanto más brilla el cristal, más relajada te sientes. Te sientes tan relajada y tan bien que quieres cerrar los ojos. Confía en mí, cierra los ojos. Los párpados comienzan a pesarte, cuanto más miras el cristal, más te pesan los ojos -. Karen pestañeó, sus músculos estaban totalmente relajados.

  • Ya casi no puedes mantenerlos abiertos, tienes mucho sueño Karen, mucho sueño. Duerme Karen, duerme profundamente.

Después de parpadear dos veces los ojos de Karen se cerraron y ella cayó sobre el sillón que había detrás, la barbilla apoyada sobre su pecho y los brazos caídos a ambos lados del asiento.

Había funcionado, llevaba varios días planeando esto. La había deseado desde que la conoció, era sin duda una de las mujeres más guapas del hospital. Ya había probado sus dotes hipnóticas con una enfermera, y con bastante éxito, ahora vivía con ella. Y con su hermana. Pero era tiempo de buscar variedad.

  • Karen, ¿puedes oírme?- Preguntó Rodrigo.

  • Sí - contestó ella en un tono apenas audible.

  • ¿Cómo te encuentras?

  • Bien, relajada.

  • Escúchame, cada palabra que digo te relaja más y más, te hacer sentir mejor. Debes confiar en mí. ¿Harás todo lo que yo te diga?

  • Bien Karen, escucha atentamente, cuando de una palmada, en tu cabeza va a sonar una música y vas hacer un strip-tease, un strip-tease muy erótico para mí. Con cada pieza de ropa que te quites comenzaras a sentirte muy caliente, cuanta más ropa te quites más caliente y cachonda te sentirás. Querrás sexo, mucho sexo cuando estés completamente desnuda.

Poniéndose cómodo en su sillón, Rodrigo dio una palmada.

Karen se levantó lentamente, y comenzó a bailar, primero de forma vacilante y después con más resolución, primero se quitó el polo, dejando al descubierto un sujetador negro muy insinuante, después los zapatos, dándose la vuelta comenzó a quitarse los pantalones vaqueros, y al inclinarse le dio a Rodrigo una vista inigualable de su culo, desabrochó el sujetador y se lo quitó poco a poco, ocultando deliberadamente sus grandes tetas durante unos segundos para terminar el strip-tease quitándose las bragas muy lentamente. Después de terminarlo, permaneció de pie. Rodrigo contemplo a la hipnotizada morena, su piel bronceada, su larga melena, sus tetas de considerable tamaño y su coñito.

  • Ven aquí Karen -. Rodrigo la besó apasionadamente, beso que fue correspondido por la hipnotizada joven con una pasión todavía mayor que la que puso Rodrigo. Parecía que el estado hipnótico había derribado todas sus inhibiciones. Las manos de Rodrigo recorrieron toda su espalda, desde su nuca hasta su culo. Comenzó a besarle los pechos, la pinga comenzaba a apretarle en los pantalones.

  • Arrodíllate y chúpame el pene -. Ordenó, Karen se arrodilló, y comenzó a desabrocharle el cinturón mientras Rodrigo se quitaba la chaqueta de médico. Cogió la polla y se la metió en la boca. Se lanzó a lamerla para después utilizar el resto de la boca, arriba y abajo, arriba y abajo. Rodrigo emitía gemidos de placer al sentir el roce de los labios de la técnica de enfermería en su miembro viril, estuvo a punto de correrse pero se contuvo en el momento justo.

  • Levántate Karen ¿Por delante o por detrás? -, preguntó Rodrigo.

  • Cáchame por el culo -, dijo Karen dándole la espalda. Rodrigo le agarró por detrás las tetas, estrujándoselas y manoseándoselas, enviando ondas de placer por todo su cuerpo, besándola. Inició el ataque por detrás moviendo su falo dentro y fuera de su ano mientras metía sus dedos índice en el coño de la sensual muchacha. La hipnotizada Karen gruñía de placer. Rodrigo la apoyó en la mesa y eyaculó, mezclando su esperma con el fluido de Karen, que llegó al orgasmo en ese mismo momento emitiendo un gran gemido. Ella se desplomó encima de la mesa, gimiendo y suspirando. Rodrigo empezó a acariciar su espalda y su culo. Había sido fantástico, menudo polvazo.

Cuando ambos estuvieron de nuevo vestidos Rodrigo le dio las ultima instrucciones a su esclava:

  • Karen, dentro de un momento voy a chasquear los dedos, cuando lo haga, despertarás sin recordar nada de lo que ha sucedido, olvidarás el collar que te regalé, sólo recordarás que te comenté de tu nueva rotación. No obstante, cuando oigas la frase "Duerme zorrita" volverás a caer en trance hipnótico. Recuerda esto y nada más -. Dicho esto chasqueó los dedos y los ojos de Karen se abrieron.

  • Me alegro mucho doctor, me encantará estar unos meses más en obstetricia. Es maravilloso - miró su reloj y exclamó -. ¡Vaya, qué tarde es!.

  • ¿Te llevo a casa? -. Preguntó Rodrigo.

  • Sí, muchas gracias.

  • Tengo el auto en el garaje -. Dijo Rodrigo.

  • Entonces, vamos -, dijo Karen saliendo del despacho con una sonrisa pícara.

  • Ahorita te alcanzo Karen -. Rodrigo sonrió maliciosamente mientras se frotaba las manos, completamente satisfecho con su nueva conquista.


Más tarde Rodrigo telefoneó a Karen y a Diana, la hermana de Leslie se iría en unos días así que debía aprovechar el tiempo.

Ni bien llegaron las hipnotizo con la frase clave de cada una. Rodrigo tenía planeado una relajante ducha entre tres. Bueno decir que una ducha era un eufemismo.

Fue un domingo. La ducha era bastante grande y habrían podido bañarse sin rozarse pero ellas se empujaban entre sí. Rodrigo empezó abrazando y besando a Karen que fingía resistirse. Diana le dio una sonora palmada en una nalga y él le dio una a las dos.

Sus cuerpos estaban resbaladizos por el jabón. El hombre empezó a deslizar sus manos por la espalda de Diana hasta terminar en sus rotundas nalgas. Introdujo suavemente el dedo medio de su mano derecha en su ano. Ella soltó un gemido y le dirigió una mirada intensa. Luego él hizo lo mismo con Karen. Ella a su vez jugueteó con un dedo por su región anal provocándole una erección gigantesca.

Diana lavó el vello púbico del hombre luego de echarle un poco de champú para el cabello. Acto seguido empezó a besarle el glande con una pasión que pocas veces había visto antes. Karen hundía la lengua en su boca. Eran un par de fierecillas.

Salieron de la ducha y sin secarse bien fueron a la cama. Allí Rodrigo atrapó a Karen que se quería escapar y la penetró de golpe. Diana empezó a acariciarle rabiosamente la espalda al escuchar los gemidos de placer de la otra. Rodrigo volteó y cogiéndola de los cabellos la inmovilizó. Salió de una vagina para entrar en la otra.

Las penetró por turnos hasta que ambas tuvieron su orgasmo. Luego puso a Karen de espaldas y la sodomizó. Ella gritó un poco pero con la ayuda de Diana pudo penetrarla bien. Finalmente, sedienta de lujuria sucumbió. Rodrigo eyaculó en su espalda.

Descansaron unos minutos antes de volver a empezar. Rodrigo llevó a Diana de vuelta a la ducha para quitarle el sudor. A ella también la sodomizó, pero de pie y contra las mayólicas de la ducha. Cuando estaban por terminar se les unió Karen. El tuvo que penetrarla nuevamente.

Otro orgasmo y de vuelta a la cama. Allí ellas se quedaron dormidas apoyadas en el torso de Rodrigo. El estaba cansado pero completamente satisfecho de haber hecho realidad si sueño de acostarse con dos de los mejores traseros de toda la ciudad al mismo tiempo.


Jahaira se encontraba frente a un edificio de dos pisos con paredes cubiertas por enormes lunas polarizadas, era la sede principal de una cadena de clínicas muy importantes. Una amiga suya había arreglado una entrevista de trabajo con uno de los gerentes para empezar a trabajar allí. Ella era una joven obstetriz recién egresada y necesitaba el trabajo.

Vestía un sobretodo, gafas oscura y un simpático gorrito, no quería que nadie la reconociera, si la veían sus colegas, las muy chismosas empezarían a hablar de que usaba sus encantos personales para conseguir ese empleo tan envidiado. Esa era una de las clínicas más exclusivas y el sueldo era excepcional.

Una vez resuelto el papeleo y una fugaz visita al tocador para arreglar su maquillaje entró en el despacho del gerente, se había quitado el sobretodo y el gorrito. Llevaba un vestido azul con un escote recto y sin tirantes, que dejaba desnudos sus hombros, el largo pelo color castaño le caía sobre la línea del escote. El despacho del gerente estaba pintado de blanco, con un diván a un lado y un sofá al otro, en el centro había un escritorio enorme y al lado una mesita con todo tipo de relojes, el gerente debía ser un coleccionista empedernido.

Un hombre de bata blanca estaba escribiendo en una moderna computadora personal. Creyó reconocerlo. Era guapo, de unos veintinueve años, con el pelo bien peinado y profundos ojos negros.

  • Buenos días señorita. Me llamo Rodrigo, el gerente tuvo que salir y me encargó que le hiciese una entrevista, soy cirujano, el ginecoobstetra no pudo venir. Cuando usted quiera podemos empezar -. A Jahaira le gustó, parecía muy serio, no parecía fijarse en su físico.

  • Por mí podemos empezar ahora mismo, y por favor, llámeme Jahaira -dijo.

  • Muy bien Jahaira, el trabajo es sencillo, nada fuera de lo normal. Ciento cincuenta horas al mes o treinta y seis a la semana. Los detalles están en el contrato. Yo ya leí tu curriculum y además te conozco de cuando trabajabas en el hospital "Héroes del 69".

Ella no lo recordaba, esbozó una sonrisa, al parecer ya estaba contratada, la supuesta entrevista era sólo un mero trámite, se sentía muy a gusto, Rodrigo tenía un gran sentido del humor, era muy divertido y según iba explicándole otros detalles del trabajo se iba sintiendo mas cómoda y más relajada. Muy relajada.

Rodrigo se acercó a la mesa.

  • Ahora déjame mostrarte el regalo que le hacemos a todos los que empiezan a trabajar en nuestra clínica - dijo. Y cogiendo uno de los relojes de bolsillo que había sobre la mesa por la cadena lo puso a la altura de los ojos de Jahaira.

  • Para mí significa algo muy especial, es bonito y simboliza que todos somos integrantes de una gran familia. Mira el dibujo, es muy interesante.

Rodrigo realizó un hábil movimiento de muñeca que hizo al reloj balancearse y girar "¿Puedes ver el dibujo Jahaira?", le preguntó.

  • Sí, es muy bonito -respondió ella.

  • Mira como brilla el reloj, se balancea y brilla, se balancea y brilla. Es tan atractivo su diseño, tan maravilloso. Solo quieres mirar el reloj mientras se balancea. Es tan tranquilizante, tan relajante.

El reloj recogía la luz de los focos y la enviaba a los ojos de Jahaira.

Antes de dedicarse profesionalmente a la medicina Rodrigo había estudiado parapsicología, descubriendo que tenia un inusitado talento para el hipnotismo. Además tenía una gran debilidad por dominar a mujeres hermosas, le agradaba consumir su resistencia y relajar al sujeto que se disponía a hipnotizar. Sabía que casi era suya y prosiguió con la inducción.

  • Escucha el tictac del reloj, Jahaira. Es perfecto, tan repetitivo, tan ordenado. Esta casi sincronizado con el balanceo del reloj. Solo escuchar y mirar, escuchar y mirar. Tic, brillo, tac, brillo, tic, brillo. De izquierda a derecha, de izquierda a derecha.

Jahaira no podía apartar los ojos del reloj, su mente consciente trataba de seguir los movimientos del reloj, pero su mente inconsciente se dejaba llevar por el maravilloso estado de relajación. Se encontraba en un ligero estado de trance y la tarea de Rodrigo era hacerlo más profundo.

  • Te pesan los párpados, Jahaira. Mirar el reloj, seguirlo, el brillo en tus ojos es muy agotador. Muy agotador. Tienes sueño. Es tan relajante ver los destellos, seguir su balanceo y escuchar el monótono tictac. Tus párpados te pesan mucho, cierra los ojos Jahaira. Déjate llevar, es un sueño muy dulce, muy agradable. Ciérralos y déjate llevar por el profundo sueño -.Los ojos de la bella obstetriz se cerraron y su cabeza cayó sobre su pecho.

  • Y ahora vamos a pasar a cosa más interesantes que los relojes -. Dijo Rodrigo.

Extrajo una cámara fotográfica de uno de los cajones del escritorio y le colocó un rollo.

  • Jahaira, abre los ojos, pero permanece profundamente dormida -. Ordenó con voz suave pero autoritaria.

Ella abrió los ojos, tenía la mirada perdida en el infinito. Rodrigo comenzó a tomar fotografías sin parar.

  • Jahaira, estás profundamente dormida, yo soy el fotógrafo y tú eres la modelo. Pero la sesión no es una sesión común, es para una revista erótica de fotos de desnudo, Jahaira, debes desnudarte para que yo pueda fotografiarte. No tendrás ninguna vergüenza. Estas muy a gusto con tu cuerpo, con tu hermoso cuerpo. Quieres mostrarlo. No tienes ninguna vergüenza al hacerlo, Jahaira. El desnudo es arte.

  • Si, el desnudo es arte. Amo -. Rodrigo sintió una descarga eléctrica a través de su pene cuando la oyó llamarlo amo. Cambió el rollo de la cámara por otro.

  • Cuanto más tiempo estemos haciendo fotos, más cachonda te pondrás, cuantas más fotos haga te sentirás más y más caliente, y querrás sexo, querrás sexo conmigo de inmediato.

Rodrigo cogió a la hipnotizada obstetriz de la mano y la condujo hasta el diván. Cogiendo la cámara comenzó a disparar.

  • Bien, preciosa, seduce a la cámara, mírala con picardía. Muy bien, una sonrisa. Eso es -. Rodrigo disparaba desde todos los ángulos, dándole ordenes. Jahaira se movía bien, comenzó a desnudarse lentamente, de espaldas a la cámara. El vestido cayó al suelo poco a poco, estaba en topless pero ella tapaba sus hermosos pechos con su abundante melena.

De rodillas en el diván, empezó a acariciarse, a pasear sus manos por su tremendo cuerpazo, cruzando los brazos sobre el pecho, tapándose con los cojines.

  • Así, muy bien, muy bien, insinúa, seduce a la cámara, seduce a tu amo.

Jahaira se arqueó, y echó la cabeza hacia atrás, apartado el pelo con las manos y dándole a Rodrigo una vista maravillosa de sus pechos. Eran unas tetas para morirse. Se quito los zapatos y los lanzó a la cámara, después cayeron las medias, enseñando y tapando, Jahaira jugaba muy bien el juego de la seducción. Rodrigo casi no podía contenerse y cuando ella se quitó las bragas y dejo al descubierto una preciosa conchita oscura no aguantó más, hizo cinco o seis fotos más, dejo la cámara e inició su propio desnudo. Jahaira mientras tanto había empezado a masturbarse. Su dedo entraba y salía de su húmeda concha. Se pellizcaba los erectos pezones con la otra mano mientras gemía de placer, estaba a punto de explotar.

Rodrigo la agarró por la cintura con ambas manos y hundió su lengua en la boca de la hipnotizada obstetriz.

  • Túmbate en el diván -. Dijo Rodrigo mientras le masajeaba los grandes pechos mientras ella se masturbaba con las dos manos y lamía sus dedos probando el sabor de su flujo.

La penetró de un solo empujón, ella se acariciaba la larga melena sintiendo las ondas de placer por todo su cuerpo. Rodrigo gruñía mientras se movía adelante y atrás, introduciendo su polla rítmicamente. Jahaira estaba como loca. El placer que sentía era increíble. Estaba más excitaba en este momento que en toda su vida, su flujo estalló al mismo tiempo que Rodrigo se corría dentro de ella. Jahaira daba grititos mientras llegaba al orgasmo.

Rodrigo la condujo al orgasmo unas cuantas veces más durante la siguiente media hora. Después se dirigió al sofá y se sentó.

  • Jahaira, ven aquí y chúpamela -. Le ordenó. Sin vacilar ella se arrodilló y colocó el erecto miembro en su boca, frotándolo con las manos, lamiéndolo con la lengua, desde la punta hasta la base, Rodrigo estaba a punto de correrse otra vez. Jahaira se introdujo todo el miembro en su boca, moviéndose de arriba a abajo, él no aguantó más y su falo disparó el semen como una pistola, esparciéndolo por toda la cara de la mujer y por su larga melena. Jahaira permaneció a sus pies, acariciándole los muslos mientras recogía con la lengua el semen que todavía caía de la goteante polla. Sus ojos lo miraban como los de una gatita sumisa cuando mira a su amo.

  • Muy bien, Jahaira. Lo has hecho muy bien. Ahora, mira este lindo reloj mientras se balancea...


A Rodrigo le gustaba relajarse en su extenuante trabajo de cirujano y subgerente de una clínica dando clases particulares de química o biología. Elegía sobre todo a estudiantes de sexo femenino atractivas, y le encantaba esa forma de relajarse de su trabajo habitual, le servía de terapia para escaparse de las presiones que tiene todo cirujano, las guardias, la sangre... Le gustaba enseñar, moldear mentes jóvenes y más si se acompañaban de cuerpos armoniosos.

Su nueva alumna era Tamara, ella era una técnica de enfermería que estudiaba por las noches para postular a la universidad. Ella se estresaba fácilmente con el trabajo del hospital. Tamara, tan buena estudiante como guapa. Algo más baja que él, pelo negro y unos ojos color café capaces de enamorar con una sola mirada. Rodrigo había pasado un par de noches enteras soñando con sus voluptuosas curvas. Y en una de esas noches febriles se decidió a hacerla suya.

Se encontraba en su apartamento, navegando por internet cuando sonó el teléfono.

  • Rodrigo, soy Tamara - dijo su melosa voz al otro lado del hilo. Ella lo tuteaba desde que se conocieron -. Estoy cansada. ¿Te apetece un café?

  • Espera un momento que ahora voy -. Respondió él. Tamara vivía a dos calles de distancia en una habitación alquilada en una casa de dos pisos.

Se dirigió para allá deseando que estuviese sola. La encontró sola en efecto, con su bata blanca, el pelo recogido en coleta y unos auriculares de walkman alrededor del cuello.

  • ¿Te han gustado las cintas que te deje, linda? - preguntó.

  • Si, son geniales. ¿Cómo dices que se llama la banda?

  • Los talibanes - contestó. Era una banda de rock alternativo. Poniendo expresión de preocupado le preguntó: - ¿Qué te pasa? Pareces agotada.

  • Estresada es la palabra - le corrigió ella.

  • Me hago la idea - Dijo mientras se sentaba en uno de los taburetes -. Tienes que relajarte. ¿Has probado con la hipnosis?

  • ¿Qué? Es una broma, ¿no? ¿No creerás en esas tonterías? - Le espetó.

  • La verdad es que realmente funciona, hace maravillas con la gente.

  • Me parece un fraude. Y te aseguro que nunca funcionaría conmigo.

  • No estés tan segura. Creo que yo podría hacerlo - dijo él. Tamara lo miró, dudando si creerle o no - ¿Me dejarías intentarlo?.

  • ¿Por qué no? Después de todo si me río, eso también alivia el estrés.

La excitación de Rodrigo crecía a cada momento mientras iban hacia los sillones de la sala de la casa. Se sentaron uno enfrente de otro.

  • Bien, respira profundamente - comenzó -. Sólo ponte cómoda y a gusto. Ahora, mírame a los ojos. Solamente mira. Fija tu mirada en la mía y trata de limpiar tus pensamientos. Solamente sigue mirando profundamente a mis ojos. Profundamente, Tamara. Sigue respirando dentro y fuera, y mirando profundamente a mis ojos. Bloquea todos tus pensamientos, concéntrate en mi mirada y en mi voz. Sigue mirándome a los ojos, más y más profundamente, Tamara, estás cayendo en la profundidad de mis ojos mientras miras más y más profundamente.

Mientras hablaba iba desplazando la mirada lentamente, para ver como Tamara balanceaba su cabeza para mantener su mirada fija en la de él. Tamara era de por sí un sujeto hipnótico de polendas, inteligente e imaginativa. Caería en poco tiempo, mucho más rápido de lo que él esperaba.

  • Mira en el fondo, Tamara, mientras miras profundamente mis ojos, comienzas a sentirte somnolienta. Muy somnolienta. Muy cansada. Mientras miras más y más profundamente a mis ojos, sientes como caes en un profundo sueño. Un agradable y profundo sueño, Tamara. Déjate llevar por ese profundo sueño. Es muy agradable dejarse llevar por el sueño. No puedes mantener los ojos abiertos. Cae dormida, Tamara. Duerme. Duerme profundamente.

La cabeza de Tamara cayó hacia atrás mientras sus ojos se cerraban. Rodrigo podía sentir su pene endurecerse mientras miraba a la chica que le había quitado el sueño las últimas noches.

Se tomó unos momentos para asegurarse que estaba en un trance lo suficientemente profundo antes de darle algunas órdenes.

  • Tamara, estas hipnotizada. ¿Es cierto?

  • Sí... estoy hipnotizada -contestó ella sin la menor entonación en su voz.

  • Muy bien, Tamara, y sabes que tienes que hacer todo lo que te ordene, ¿es cierto?.

  • Sí, haré cualquier cosa que digas.

  • Debes obedecerme Tamara.

  • Sí, te obedeceré.

La cargó en sus brazos y la llevó al dormitorio de la dueña de casa, la que le alquilaba la habitación a Tamara y otra chica. La dueña había viajado a la capital a la casa de una de sus hijas. Allí le dio otras indicaciones y sin despertarla hizo que se levante y caminase.

Tamara lo seguía como una perra sigue a su amo. Se sentaron en el sofá uno junto a otro y él se inclinó para besarla. Quedó sorprendido con la pasión con la que le correspondió. Al final se separó lo suficiente para ordenarle:

  • Quítate la ropa, Tamara. Debes obedecerme, quítatela.

Ella comenzó a desabotonarse la bata, que cayó lentamente al suelo. Vestía un vestido amarillo de una pieza bastante usado pero muy limpio, se la veía muy sexy. Primero se quitó un tirante, después el otro y el vestido se unió a la bata. No llevaba sujetador, seguramente por el calor así que sus maravillosas tetas quedaron libres. Eran más grandes de lo que había imaginado. Tenia los pezones erectos. Comenzó a besarla, primero su increíble boca, dirigió su lengua alrededor de sus carnosos labios y después sus lenguas comenzaron a rozarse. Bajó la cabeza hasta introducirla entre sus pechos y se lanzó a besarlos y chuparle los pezones. Tamara empezó a gemir al sentir las ondas de placer que le llegaban de los senos. Rodrigo estrujó y manoseó sus hermosas tetas. Siguió bajando su cabeza besándole el liso vientre hasta llegar a su conchita. Le quitó las bragas e introdujo su lengua en su clítoris mientras ella se masajeaba los pechos y él hacía lo propio con sus nalgas. Cada vez los gemidos eran más fuertes.

  • Ahora me toca disfrutar a mí, Tamara - le dijo mientras se quitaba toda la ropa y se tumbaba sobre el sofá. Su pene estaba totalmente erecto.

  • Hazme el amor - ordenó. Su hipnotizada compañera acató la orden y luego de acomodarse el miembro viril en el interior de su húmeda conchita, comenzó a cabalgar sobre él.

Su pinga entraba y salía de su cuerpo mientras él empezaba a gruñir, sintiendo los espasmos de placer por todo su cuerpo. Las manos del hombre acariciaban todo su cuerpo y ella lo hacía con el de él. Fue entonces cuando Rodrigo se llevó un pequeño susto.

Tamara abrió sus preciosos ojos y él creyó que iba despertar del trance. Se calmó cuando se dio cuenta que su mirada estaba perdida en el infinito, sin expresión. Estaba demasiado entregada al placer como para salir de su control. Continuaba moviendo su cuerpo de arriba a abajo, intentado que el falo penetrara cada vez más en su vagina. Él estaba a punto de correrse.

  • Tamara, échate en el suelo - le dijo. Ella obedeció y él se arrodilló, colocando su miembro viril entre sus tremendas tetas y comenzó a masturbarse. Tamara se las estrujaba para darle más placer. De pronto agarró el pene con sus manos y se lo llevó a su boca. La recorrió de arriba abajo con su lengua y con sus labios. Se la introdujo totalmente en la boca. Rodrigo estaba al borde del éxtasis, su querida esclava estaba tan perdida en la lujuria que tomaba decisiones por sí misma si éstas le conferían más placer. Se corrió en su boca y le ordenó que se lo tragara todo. Se secó el sudor de la frente mientras ella lamía los restos de semen que habían caído sobre sus pechos.

Después de limpiarse con unas toallas y vestirse de nuevo bajaron al vestíbulo de su departamento y le ordenó que se sentara.

  • Tamara, en uno momentos, voy a dar una palmada y despertarás. No recordarás nada de lo sucedido, ni siquiera nuestra conversación sobre la hipnosis. Sólo recordarás que nos sentamos aquí, comenzamos a charlar sobre tus exámenes y te quedaste dormida y si alguna vez te miro fijamente a los ojos y te digo "Duerme, mi dulce muñeca", volverás a este maravilloso estado de trance. Recuerda esto pero nada más.

Dicho esto dió una palmada. Tamara se despertó.

  • Vaya, me he quedado dormida. En esta época de exámenes me quedo dormida por todas partes.

  • Será mejor que me vaya a casa para que puedas descansar -. dijo él.

  • Sí, muchas gracias. Hasta mañana entonces - dijo ella bostezando.

Mientras bajaba por las escaleras Rodrigo se felicitaba en haber encontrado algo más satisfactorio que ser un simple profesor en sus horas libres.


  • Ya te hemos esperado más de un cuarto de hora - dijo Rodrigo por el teléfono celular -. Y eso que te hemos avisado con tiempo - agregó Rodrigo

  • Ya casi estoy saliendo - dijo la voz femenina al otro lado de la línea.

  • Escucha Paola, voy al restaurante, tienes 15 minutos más para arreglarte, te recogeré en la puerta de tu casa.

  • De acuerdo, 20 minutos -. Respondió ella.

  • Vamos muchachos, después iré por ella -. Informó Rodrigo a sus acompañantes.

  • Asegúrate que vaya a la reunión - dijo Luis -. Me ha prometido una balada.

Comenzó a llover mientras Rodrigo volvía por Paola. La encontró en la fachada de la casa con cara de pocos amigos.

  • ¿Qué sucedió? - le preguntó él -. Nunca te demoras tanto.

  • Habría llegado a tiempo, pero mi hermana decidió tomar prestado mi vestido y no lo ha lavado desde que lo usó la semana pasada.

  • Pues lo que llevas te cae perfectamente. Es sólo un almuerzo informal con los amigos del hospital, y luego algo de baile, nada extraordinario

Paola era una hermosa química farmacéutica del hospital, casi frisaba la treintena pero poseía un físico estupendo, era casada y todos decían que jamás había tenido un amante, era muy orgullosa. Poseía esa belleza especial de mujer madura que pocos habían saboreado. En esa oportunidad llevaba puesta una blusa blanca bastante escotada y unos ceñidos pantalones jeans también blancos que se ajustaban perfectamente a su hermoso trasero. Su pelo, negro como el azabache, y muy corto enmarcaba sus profundo ojos y su encantadora sonrisa. Su esposo poseía una serie de boticas en toda la ciudad y le llevaba como 20 años de más.

Una idea que Rodrigo había tenido rondando por la mente toda la semana tomó forma en ese instante. Le echó un vistazo a Paola, estaba mirando a través de la ventana, perdida en sus pensamientos.

  • ¿Cómo van las cosas con tu esposo? - le preguntó.

  • Más o menos, a veces discutimos como toda pareja pero casi siempre nos llevamos bien.

Paola siguió hablando, Rodrigo la miraba de vez en cuando, mientras conducía con mucho cuidado por la resbaladiza carretera.

  • Voy a detenerme un momento - dijo, de pronto -, es mejor que nos atrasemos un poco a estrellarnos contra un poste u otro vehículo.

Esas lluvias torrenciales que duraban poco tiempo eran comunes en la región. Rodrigo se estacionó a un costado de la carretera.

  • Siempre he encontrado la lluvia tranquila. Es muy tranquilizante. Pareciera que se lleva todos tus problemas. Escuchar la lluvia e imaginar que se lleva todos los problemas. Es tan bonito, sólo deja que la lluvia se lleve todas tus preocupaciones.

Rodrigo cerró los ojos y se recostó en el respaldo de la silla. Luego los abrió y la miró:

  • ¿Me acompañas, Paola?

  • Bueno, si insistes - respondió ella riendo, no estaba ni pizca nerviosa.

  • Cierra los ojos y escucha mi voz.

  • Está bien

  • Escuchar la lluvia te ayuda a relajarte. Y te ayuda especialmente si tienes preocupaciones. Escucha, el golpeteo es rítmico, caen con un ritmo especial. La lluvia se lleva tus problemas. Es muy relajante escuchar, escuchar con los ojos cerrados. Es tan relajante, tan tranquilizante. Olvida todos tus problemas, todas tus preocupaciones, olvida todo. Solo relájate, escucha mi voz y escucha.

Rodrigo hablaba con voz suave, casi acariciándola, no necesitaba mucho tiempo. Dirigió una mirada silenciosa a Paola. Ella no respondió, sus ojos estaban cerrados. A pesar suyo no pudo evitar dar una rápida mirada a su busto. Sus pechos subían y bajaban rítmicamente con su respiración.

  • Es tan relajante - continuó él -, sólo escucha la lluvia y dejar que el agua se lleve todos tus problemas. Es tan tranquilizante escuchar, te relaja, te sientes relajada. Muy relajada. Escucha. Sólo escucha mi voz y entrarás en un maravilloso sueño. Un agradable y maravilloso sueño. Cuando te lo indique quedarás dormida, cuando te diga caerás en un profundo sueño.

Mientras decía esto Rodrigo la observaba atentamente.

  • Ahora - dijo -, estás dormida.

De inmediato la cabeza de Paola cayó hacia delante. Todavía no estaba en un trance lo suficientemente profundo, así que le ordenó:

  • Paola, si vuelves a oír mi voz y solo mi voz decir "Escucha la lluvia de mis labios" volverás a dormir más profundamente que ahora. No recordarás nada más, sólo que te has quedado dormida durante el viaje y despertarás cuando te toque el hombro. Ahora, ¡despierta!

Paola abrió los ojos. Rodrigo le sonrió.

  • La lluvia ya no es tan fuerte, será mejor que vayamos al almuerzo o pensarán que tuvimos un accidente - le dijo.

Al llegar ella se reunió con sus amigas quienes le hicieron bromas por la demora. Rodrigo la observaba, le gustaba Paola desde la primera vez que la vio. Pero él era muy impaciente y ella muy distante, muy orgullosa. Pero las cosas iban a cambiar.

Varias horas después cuando los invitados empezaron a retirarse, Rodrigo se las arregló para llevarla de vuelta a casa sin compañía.

Tenia que profundizar la hipnosis y darle algunas órdenes más precisas. Así que cuando estuvieron a mitad de distancia de su casa le dijo:

  • Paola, escucha la lluvia de mis labios.

Nuevamente la reacción fue inmediata, ella era un excelente sujeto hipnótico. Sus párpados cayeron y su mentón se inclinó sobre su pecho.

  • Paola, escúchame. Mi voz es como la lluvia cayendo. Cada palabra te relaja más, cada palabra te hace caer más y más profundamente en este maravilloso sueño. Te encanta mi voz, mi voz es la lluvia, la lluvia es mi voz que te relaja. Harás cualquier cosa que diga porque así te lo ordeno. Cualquier cosa, ¿comprendes?

  • Sí... Haré lo que me pidas.

Rodrigo profundizó el trance más y más hasta que llegaron a su casa.

  • Debes confiar en mi. Desde ahora me obedecerás en todo, eres muy dócil y obediente. ¿Has entendido?

  • Sí - susurró Paola.

  • Bien, debes obedecer. Después de todo soy tu amigo. Un buen amigo. Un amigo especial, muy especial, incluso te sientes atraída por mí ¿Estoy en lo cierto?

  • Sí - respondió ella sin dudar.

  • Paola, respóndeme sólo con la verdad ¿te has acostado con otros hombres aparte de tu esposo después de casarte?

  • Sí.

  • ¿Con cuantos?

Ella tardó sólo unos instantes en responder.

  • Con ocho.

A Rodrigo casi se le escapa una grosería. Que bien escondido se lo tenía. Pero ya lo sospechaba, una mujer con su físico no quedaría satisfecha con el vejestorio de su marido. Además eso facilitaría su labor.

  • Paola, te pido que hagas algo para mí, escucha, desabróchate la blusa. Lentamente. Hazlo, quieres hacerlo para mí.

Paola no dudó mientras su mano soltaba el primer botón, pronto desabrochó la mitad de la blusa, Rodrigo pudo ver el sujetador blanco, de encaje. Deslizó su mano para agarrar un seno, Paola gimió, pero no hizo nada para impedírselo. Rodrigo la masajeaba suavemente mientras le decía a su hipnotizada amiga:

  • Paola, cuando despiertes no recordaras haber estado dormida. Te encontrarás perfectamente. No obstante, comenzarás a tener pensamientos eróticos sobre mí. Pensamientos muy eróticos. Cuando te vayas a la cama ahora, pensaran en mis manos recorriendo todo tu cuerpo. Soñaras conmigo haciéndote el amor. Soñaras con eso y lo estarás esperando. Cada vez que me veas, sentirás que esas sensaciones que crecerán y crecerán hasta que hasta que quieras hacerme el amor.

Rodrigo abotonó la blusa de Paola y la despertó.

  • Cuando cuente cinco despertarás. Cinco, cuatro, tres, dos, uno, cero. ¡Despierta!

  • Buenas noches, Rodrigo - dijo ella al bajar del auto.

Rodrigo miró por el espejo retrovisor y la vio apoyada en la pared, mirándolo alejarse. Todo salía mejor de lo que había planeado. Esperó el momento oportuno

Se encontraban reunidos en la farmacia donde ella trabajaba revisando unas recetas, Paola pasó un dedo por su nuca, dándole a Rodrigo un escalofrío de placer y le susurró:

  • Este..., Rodrigo me preguntaba si tenías planes para esta noche. Porque quisiera que vinieras a cenar a mi casa -. Le propuso. Parecía nerviosa.

El sabía perfectamente que su esposo no regresaría hasta la semana siguiente.

  • Claro que acepto - dijo él -, estaré a las nueve en punto, ¿te parece bien?

Esa noche estaban los dos solos en su casa. Ella había dejado a su pequeño hijo en casa de unos tíos. Fue una cena frugal, a Rodrigo lo que más le importaba era el postre.

  • Ha sido una velada estupenda - dijo Paola mientras se dirigían a su apartamento -. Sabes, pensaba que eras uno de tantos doctores ...

  • Aburrido, pedante - intervino Rodrigo -. Tranquila, casi estoy acostumbrado...

Fue interrumpido por un súbito beso de Paola, a pesar de ser cogido de sorpresa las manos del hombre recorrieron la espalda de la mujer y se posaron en su firme culo.

  • Últimamente he estado pensando mucho en ti, y se me ha ocurrido que tal vez podríamos... - estaba nerviosa, un poco sonrojada -. Debes creer que soy una cualquiera, no sé...

  • Para nada.

Paola le lanzó una mirada pícara.

  • Rodrigo, quiero que me hagas el amor. Ahora.

  • ¿Estas segura? no quiero que te arrepientas después.

Paola lo abrazó y le dió un beso, primero suave, después con todo y lengua.

  • ¿Responde esto a tu pregunta?. Vamos para arriba - le dijo en un tono que no admitía réplica.

Una vez en el dormitorio, Rodrigo se desnudo rápidamente y se tumbó sobre la cama, preparado para realizar su anhelado sueño. Paola se desvistió lentamente, en su mente estaba la idea de darle el máximo placer a Rodrigo, primero la blusa, después la falda, las medias muy lentamente, por último el sujetador y las bragas. Tenia unos senos muy bonitos, del tamaño justo, altos y firmes. Se echó sobre Rodrigo y se besaron nuevamente. El hombre hundió la cabeza entre sus tetas, besándolas, lamiéndolas y chupando sus erectos pezones. Ella gemía de placer muy ruidosamente.

Paola abrió ampliamente las piernas para que la verga se introdujese en su coño, luego, cuando lo tuvo dentro cerró los muslos y comenzó a moverse de adelante y atrás rítmicamente. Empujaba ambos muslos contra la pinga de Rodrigo. Él acariciaba su cuerpo, pellizcando sus tetas mientras la introducía cada vez más. Estaban ebrios de placer, Rodrigo por razones obvias y Paola por el trance hipnótico al que había esta sometida los últimos días. Ambos alcanzaron el clímax a la vez mientras ella empujaba su cuerpo contra el de su amo. Se volvieron a abrazar y a besar. Sorprendentemente, Paola se deshizo rápidamente de los brazos de Rodrigo y se puso a gatas, levantado su hermoso culo frente a Rodrigo.

  • Dame por detrás - se lo estaba exigiendo -, quiero que me caches por el culo.

Eso sí que era una sorpresa. No pensaba pedírselo hasta la tercera o quinta vez, pero Rodrigo no sabía que una de las mayores fantasías de Paola era ser sodomizada. El hombre no podía rechazar una invitación como esa. Introdujo su pene en su fantástico culo y comenzó a empujar. Paola se aferró a sus nalgas, usándolas para sentir más todavía la polla de Rodrigo moverse dentro y fuera de ella. Gemía salvajemente sintiendo descargas de placer por todo su cuerpo.

  • Más, sigue, sigue, más fuerte, más fuerte -. Gritaba la mujer ya completamente fuera de sí.

Rodrigo introdujo su pene lo más profundo que pudo. Ella no dejaba de moverse, espasmos de placer recorrían todo su cuerpo, Rodrigo estaba igual o mejor.

  • Me vengo, me vengo - gritó ella.

Rodrigo descargó su semen dentro de su ano mientras ella respiraba afanosamente. Se abrazaron y cayeron exhaustos sobre la cama. No les tomó mucho tiempo volver a empezar

Fue una noche increíble. Paola quedó finalmente dormida después de una larga noche de placer, con la cabeza apoyada en el pecho de su amante mientras él acariciaba su hermoso pelo negro. Rodrigo no creía que la fría y distante Paola pudiera ser una amante tan maravillosa. El hipnotizador se preguntó si alguna mujer podría resistirse a sus poderes.


Rodrigo llevaba algo más de tres semanas saliendo con Nina, ella era amiga de Paola, era una pediatra de 29 años, no era ni guapa ni fea, estatura media, pelo corto, pechos no demasiado grandes, en fin, nada fuera de lo común. El principal atributo de Nina era su fortuna. Su familia tenía mucho dinero, ella misma era la dueña de varias empresas de la región. Su carácter era alegre y en cuanto al sexo se la podría calificar de pasiva.

Por todo esto, decidió usar con ella sus dotes innatas para el hipnotismo. Usaría la conocida excusa de ayudarla para aliviar el estrés y conseguir que ella se relajase, pero Rodrigo sabía muy bien que podía servir para algo más. El proceso no era largo, le bastaría una tarde a solas con Nina.

Ella acababa de terminar de dar unos exámenes para recertificación de su título de pediatra y estaba bastante preocupada, así que decidió usar eso como excusa para invitarla a su casa a almorzar. Cuando llevaban un rato juntos Nina le contó lo estresada que estaba y Rodrigo aprovechó para contarle que había estado estudiando técnicas de hipnosis para aliviar el estrés postquirúrgico. Ella aceptó rápidamente la propuesta de Rodrigo de que probase su habilidad. Se recostó en el sofá y él activó una cinta con música instrumental, dando comienzo a la primera de las tres fases del proceso. Con ayuda de un equipo de sonido había grabado mensajes subliminales con su propia voz oculta por la música. El primer objetivo era relajar al sujeto y transmitirle una sensación de paz y tranquilidad. Una vez completamente relajada, Rodrigo permaneció tranquilamente sentado a su lado repitiéndole con voz suave palabras que la ayudarían supuestamente a relajarse. Cuando la cinta terminó, desconectó el equipo y vio como Nina parpadeaba y lo miraba.

  • ¿Que te ha parecido? -. Preguntó él.

  • Me encuentro estupendamente, muy relajada.

  • Me alegro, espero haberte ayudado.

  • Sí, estoy bien.

La cosa parecía funcionar porque a estas alturas era muy raro que Nina no hiciera preguntas sobre lo ocurrido. Decidió ir algo mas lejos, si salía mal no pasaría nada porque de todas formas pensaba romper con ella. Decidió probar con algo que sabía que a Nina le resultaría difícil hacer.

  • Tenemos que celebrar que hemos terminado los exámenes, hagamos algo distinto. ¿Por qué no te pones tu ropa de baño y hacemos algo de yoga? - le preguntó señalándole su ropero.

Sabia que Nina odiaba el yoga porque un exnovio suyo, que la había engañado, era instructor en un gimnasio. Detestaba la sola mención del yoga. Pero en lugar de mandarlo a rodar contestó:

  • De acuerdo.

Se puso de pie y luego de desnudarse se puso un traje de baño enterizo de color azul oscuro. Trajo una colchoneta y empezó a hacer ejercicios de yoga con algo de torpeza pero sin la menor vacilación.

  • ¿Por qué estás haciendo yoga? - le preguntó él -. Tú odias el yoga.

  • No sé, imagino que lo estoy haciendo fumando porque tu me lo has pedido.

  • Vaya, ¿qué pasa, vas a hacer todo lo que yo te diga?

Nina se puso pensativa, como si tuviese que meditar la respuesta. Finalmente, un par de segundos después, parecía como si se hubiera dado cuenta de algo.

  • Si, voy a hacer todo lo que me digas.

  • ¿Por qué? ¿Qué te impulsa a hacerlo?.

  • Porque me apetece hacer lo que tú quieras. Es una sensación muy rara, cuando me pides algo, es como si mi propia voz resonase en mi cabeza y me dijese: "Obedécele Nina, debes hacerlo". No sé, deseo hacer lo que me digas.

  • ¿Y no te extraña?.

  • No, imagino que eso me ha pasado siempre desde que salgo contigo. Es algo perfectamente normal y sin importancia.

Rodrigo pensó que todo había funcionado a las mil maravillas. Ella estaba convencida de que obedecerle era algo normal. Lo bueno de su sistema era que no creaba esclavas sin iniciativa. Ella seguiría siendo la Nina de siempre, sólo que vería como algo normal obedecer a Rodrigo. Debería darle instrucciones para que esa obediencia sólo se diese en privado o cuando él se lo ordenase. Había llegado el momento de jugar fuerte.

  • Nina, chúpame la pinga.

Sin pensarlo dos veces, ella se arrodilló frente a él y comenzó a bajarle los pantalones. Rodrigo sabía que esa era otra de las cosas que Nina odiaba y, sin embargo, ahí estaba, arrodillada frente a él, introduciéndose su polla en la boca. Comenzó a lamérsela de arriba a abajo, dando pequeños besos en la punta. Rodrigo anotó mentalmente que debía hacer algo para mejorar la técnica de Nina. Luego pensó en llegar más lejos y le dijo.

  • Nina, cuando vaya a eyacular lo haré en tu cara y luego quiero que me la sigas chupando.

  • Uuummm, ummmmm, sí Rodrigo, ummmm, ummm... lo que tú digas.

Finalmente Rodrigo se corrió en la cara de Nina, que se llenó de semen. Luego ella continuó chupando su verga como si se la quisiera limpiar con la boca. Era más que suficiente. Bastaba por esa noche, ya se la follaría otro día.

  • Basta, Nina, ve a ducharte.

  • De acuerdo.

Ya era muy tarde cuando Rodrigo comenzó a darle sus instrucciones. El verdadero motivo de haber hipnotizado a Nina era llegar a dominar a su amiga Gabriela. Ella era una belleza de 24 años que, afortunadamente, no se parecía a Nina. Gabriela o Gaby para los amigos trabajaba en otro hospital regional distante a una hora y media de distancia pero realizaba frecuentes visitas a "Héroes del 69". Si pasaba una sesión con el invento de Rodrigo empezaría una nueva vida.

Otro de los deberes de Nina era aprender a hacer mejores fellatios. Para ello debía instruirse con libros, revistas y películas pornográficas. Nina abandonó la casa de Rodrigo dispuesta a cumplir con los deberes que le había encargado.

Al día siguiente de convertir a Nina en su esclava sexual, ella lo llamó.

  • Hola cariño, te llamo tal como quedamos. Tengo varias consultas en la tarde.

  • Cancélalas, me gustaría que nos viésemos a las 6 de la tarde en mi casa.

  • De acuerdo - Ella no dudó un minuto en cambiar sus planes.

Esa tarde Nina llegó puntualmente a las 6. Apenas entró, Rodrigo le preguntó que si había tenido tiempo de hacer algo de lo que le ordenó. Ella respondió:

  • Sí. Aprovechando que ayer estaba desocupada estuve practicando de chuparla con un plátano, mientras veía una película porno que alquilé.

  • Vaya, veo que tienes muchas ganas de aprender. Veamos lo que has aprendido.

Ella se arrodilló frente a él y comenzó a lamerle lentamente la polla. Cuando la tuvo dura, la introdujo en su boca y empezó a chuparla, moviendo la cabeza adelante y atrás. Se la veía mucho mas suelta que el día anterior. Le dijo que fueran a su cuarto y allí le ordenó que se pusiese a cuatro patas en la cama. Ella obedeció.

  • Nina, ¿te han dado alguna vez por el culo?.

  • Sí, pero no me gustó, ni siquiera me gusta la idea.

  • Cuando yo té de por el culo verás como te gusta, ¿quieres que te lo haga ahora?

  • Sí.

Metió su falo por el culo de Nina y empezó a darle. Ella empezó a jadear y a disfrutar mientras él metía y sacaba su polla de su culo. Ella empezó a golpear hacia atrás mientras la lujuria la invadía. Los jadeos se fueron haciendo más y más continuos hasta que ambos se corrieron. El eyaculó sobre su espalda y ella se tendió en la cama exhausta.

Descansaron y luego se dieron una ducha. Rodrigo le enseñó la cinta que debía colocar y le agregó otra, ésta sólo con su voz para programar al sujeto, le dijo como debía combinarlas y cómo cerciorase de que el sujeto estaba respondiendo adecuadamente al proceso.

  • ¿Cuándo vendrá a visitarte tu amiga Gaby?.

  • Ella vendrá dentro de tres días.

  • Bien, quiero que aproveches cualquier oportunidad para usar con ella mi cinta contra el estrés.

  • Lo haré.

Una semana después sonó el teléfono de Rodrigo. Llamaba Nina.

  • Hola Rodrigo. ¿Te parece bien que quedemos esta tarde para que te devuelva lo que me dejaste?. A Gabriela le ha encantado.

Esa era la frase convenida. Eso significaba que había sometido a Gaby.

  • De acuerdo, ¿está Gaby por ahí?. Dile que quiero saludarla.

Nunca había cruzado con Gabriela más palabras que hola y adiós pero ahora sabía que seria distinto.

  • Hola Rodrigo.

  • Hola Gaby. Ven con Nina esta tarde a mi casa. - Rodrigo no se controló y su voz sonó algo autoritaria. Pero no importaba.

  • De acuerdo, a las 7 estaremos ahí

  • Claro, ponte guapa.

  • Lo haré.

Poco antes de las siete llegaron ambas amigas a casa de Rodrigo. Nina vestía su ropa habitual, discreta. Gabriela sin embargo venia de lo más sexy. Llevaba una minifalda negra y una blusa roja muy ajustada que marcaba perfectamente sus pechos. Si Nina no se había equivocado, Gaby debería estar dispuesta a aceptar cualquier orden o sugerencia de Rodrigo y su indumentaria indicaba que la cosa había ido bien. Tras saludarlas, decidió pasar inmediatamente a la acción y probar el poder que tenia sobre ambas.

  • Gaby. - Su voz volvía a sonar autoritaria.

  • ¿Sí?.

  • ¿Por que no te quitas un poco de ropa?

En una situación normal habría sonado muy grosera la frase de Rodrigo pero ésa no era una situación normal. Sin dudarlo Gabriela se quito la blusa y Rodrigo pudo ver sus pechos bajo el sujetador. Se volvió hacia Nina.

  • Nina, coge la cámara de vídeo que hay sobre el televisor y comienza a grabar cuando yo te diga. - ahora se dirigió a ambas -. Hasta que se marchen de aquí serán mis esclavas y me llamarán amo. ¿Lo han entendido?

  • Sí amo. - Respondieron ambas a coro.

Rodrigo dijo a Nina que comenzase a grabar. Le quitó el brassiere a Gaby y se puso a sobarle las tetas mientras la besaba. Eran firmes y suaves.

  • Gaby, ¿sabes hacer un pajazo ruso?

  • Si amo.

  • Hazme uno.

Gabriela le quitó los pantalones y los calzoncillos a Rodrigo, colocó su verga entre sus tetas y comenzó a hacerle un pajazo ruso. Nina no perdía detalle y se acercó para tener un primer plano de las tetas de su amiga con la polla de Rodrigo entre ambas. Tras un rato, Rodrigo decidió probar la boca de Gaby. Hizo una seña a Nina para que dejase de grabar y ordeno a Gaby que se comportase como una prostituta de lo más vulgar que estaba desesperada porque quería follar, chupar pingas, etc. Indicó a Nina que siguiese grabando y a Gaby que prosiguiese.

  • Amo, quiero chupar tu polla, deseo hacerlo. Córrete en mi cara... - Gabriela lo miraba lascivamente y subrayaba cada palabra lamiéndose los labios.

  • Vaya esclava, pareces muy dispuesta.

  • Si amo, estoy dispuesta a entregarme totalmente. Necesito follar, necesito que me jodan, que me den por el culo. Quiero sentir una polla en mi boca, tu verga en mi boca, en mi culo, en mi coño.

  • Bien, adelante... - dijo Rodrigo acercando su polla a la boca de Gaby.

Ella se introdujo la verga de Rodrigo en la boca con ansia. Empezó a chupársela como una loca, moviendo rápidamente la cabeza atrás y adelante. Rodrigo se sintió tan excitado que sabia que tardaría muy poco en correrse y quería seguir disfrutando de Gabriela. Le dijo que se detuviese y se tumbase en el sofá con las piernas abiertas. Rodrigo acarició su coño para excitarla.

  • Fóllame Amo. Fóllame, jódeme, necesito que me caches.

Era muy excitante escuchar a una doctora usar ese lenguaje tan vulgar. Con el uso de la programación con el cassette había derribado todas sus inhibiciones.

Rodrigo introdujo con un rápido movimiento su pene en la conchita de Gaby y comenzó a follarla. Gaby no paraba de jadear y Nina grababa todo con la cámara. Cuando sintió que le quedaba poco para correrse Rodrigo se detuvo y ordenó a Gaby que se masturbase. Ella se introdujo dos dedos en el coño y comenzó a masturbarse mientras con la otra mano se daba pequeños pellizcos en sus erectos pezones. Cuando Gaby se corrió Rodrigo le volvió a decir que se la chupara. Gabriela volvió a chupársela como una loca y Rodrigo no tardó en correrse. El aspecto de Gaby tras la explosión de Rodrigo lo decía todo. Lo miraba con una mirada lasciva que haría arder el hielo, mientras el semen del hombre goteaba por los labios de ella.

Definitivamente Gaby era una esclava excelente. Hizo una seña a Nina para que dejase de grabar.

  • Ve y ponte decente esclava - dijo Rodrigo a Gaby.

  • Si amo - contesto y salió de la habitación.

  • Buen trabajo Nina, tu amiga es una esclava excelente.

  • Gracias Amo.

  • Has traído lo que te pedí

  • Sí Amo.

Nina cogió su cartera y saco de él un fajo de billetes. Rodrigo contó el dinero con toda calma. Estuvieron un rato en silencio, finalmente el sonrió y guardó los billetes en el bolsillo de su pantalón.

Entonces llegó Gaby. Venía cubierta por una toalla, se paró frente a Rodrigo y dijo:

  • He terminado de ducharme Amo. ¿En que puedo servirte?

  • Bien esclavas, escúchenme atentamente...


Desde el primer momento que la vio Rodrigo decidió que ella sería una esclava sexual muy especial. Karla era la nueva obstetriz y desde el primer día captó las miradas de todo el personal masculino del hospital. Pero Rodrigo tenía la ventaja de ser el único médico soltero.

Ella se hacía la inocente pero la ropa que usaba y ciertos mohines muy expresivos delataban que no era una novata en el ring de las cuatro perillas.

Esperó pacientemente la primera oportunidad que quedaron a solas. Rodrigo usaba para la ocasión un collar de cadena dorada con un colgante de motivos neogóticos. Desde que lo vio Karla quedó fascinada, él accedió a mostrárselo más de cerca. Dejó que se lo probase.

  • ¿A qué no adivinas qué otro uso le puedo dar a este collar? -le dijo Rodrigo sonriendo, después de algunos minutos.

  • No se me ocurre -dijo ella dejando de mirar el collar por un instante.

  • Puedo hipnotizarte con él - le dijo.

  • A ver, inténtalo - dijo ella riendo.

"Ya lo verás", dijo para sí. Lo sacó de su delicado cuello y lo puso frente a sus ojos. Le dio un ligero golpecito y empezó a moverlo como un péndulo.

  • Míralo fijamente -dijo con un tono de voz distinto -, no puedes dejar de mirarlo. Síguelo con los ojos, te gusta, te fascina, no dejes de mirarlo. Míralo y escucha mi voz, escucha mi voz, escucha mi voz...

La voz de Rodrigo se tornó un zumbido monótono, tranquilizador, ella ya no sonreía, estaba embobada mirando la joya. Él asumió un tono más autoritario y le dijo:

  • Tus párpados te pesan, pronto no podrás mantener los ojos abiertos, no podrás, no puedes, no puedes... Se cierran, ya se cierran, pronto caerás en un profundo sueño.

Karla pestañeó varias veces antes de cerrar completamente los ojos. Era hora de profundizar el trance.

  • Estás dormida pero puedes escuchar mi voz y seguirás mis órdenes. Primero olvidarás que te mostré este collar. Nunca lo has visto, ¿entendido?

  • Sí - respondió ella con la voz apagada.

  • Muy bien, ahora estás bajo mi poder, y volverás a estarlo cuántas veces quiera. Sólo basta que yo diga "Duerme locamente mi pequeña ratoncita" para que vuelvas a estar bajo mis órdenes.

  • Sí - repitió ella, totalmente sin voluntad.

La despertó y la volvió a dormir dos veces más. En cada oportunidad profundizó el trance hipnótico. Hizo que olvidase que la había hipnotizado. Cumplió a cabalidad sus órdenes. Rodrigo estaba muy excitado con lo que tenía pensado hacer con la hermosa obstetriz.

El siguiente fin de semana, gracias a una orden posthipnótica se encontraron a solas en el apartamento del cirujano.

  • Siéntate en el sofá o mejor, recuéstate - le sugirió.

Hipnotizarla fue sencillísimo en esta segunda oportunidad. Una vez que estuvo dormida introdujo su mano por debajo de la falda, Karla poseía unos muslos carnosos y una piel de suavidad enervante. Rodrigo tuvo que hacer un gran esfuerzo de voluntad para no hacerle el amor en ese mismo instante.

Le dijo que toda la noche tendría sueños eróticos con él y que el último sería muy, pero muy real.

Y fue muy real porque Rodrigo también participó de ese "sueño".

Esa noche él ingresó subrepticiamente en la habitación que ella alquilaba en el centro de la ciudad. Se había asegurado que dejara la puerta abierta.

Se desnudó e ingreso a la cama. Karla estaba gimiendo perdida en sus sueños. Sólo llevaba puesto un camisón de tela muy delgada sin nada debajo. Rodrigo la besó apasionadamente mientras sus manos recorrían los principales atributos físicos de la joven. Ella abrió las piernas, estaba húmeda.

Rodrigo se acomodó entre sus piernas y luego de amasarle los senos se hundió en ella de un solo envión.

Penetrarla para el hombre fue confirmar la suposición de que la muchacha tenía un amplio prontuario. Ella empezó a moverse como una víbora. Era delicioso.

La volteó para hundir su falo entre sus redondos glúteos. Karla gemía y se sacudía cuando él la penetraba profundamente. Movía el culo como si fuese una licuadora, parecía querer exprimir el miembro viril. El hombre continuó un buen rato dándole por detrás con todas sus fuerzas. Cuando sintió que iba a eyacular la volteó y abriéndole los muslos la penetró profundamente. Le excitaba escuchar los suspiros de la mujer, el sudor le provocaba mayor lubricación.

Finalmente terminó. A él le pareció un orgasmo interminable. Se tendió a un costado de Karla y la acarició mecánicamente mientras se relajaba.

Después Rodrigo se dio una ducha, acompañado por supuesto de la mesmerizada obstetriz. Luego hizo que ella quedase sumida en un sueño normal. Cuando salía de la casa Rodrigo sonreía completamente satisfecho.


Generalmente cuando un médico era llamado para ratificarse en un peritaje médico-legal lo más común era que buscase cualquier excusa para no ir, porque era muy rara la oportunidad de que se desocupase temprano. Pero si había algo de positivo en perder un par de horas en una fría oficina era el poder ver fugazmente a la guapa secretaria del juez.

Ella se llamaba Gianella y poseía un lindo rostro en forma de corazón y un cuerpo de curvas insinuantes que ella se encargaba de resaltar con ropas ceñidas. Estaba comprometida con un abogado pero la mayoría de litigantes podía dar fe de su coquetería innata.

Rodrigo, como cualquier cirujano, detestaba perder el tiempo en vano, pero desde que la vio supo que debía incorporarla a la fila de sus conquistas. Así que espero el momento oportuno.

Un lunes por la tarde acudió al juzgado. A esa hora todos querían marcharse cuanto antes después de un arduo día de trabajo. La encontró ordenando un sin fin de expedientes.

Se ofreció a ayudarla, ella no paraba de hablar, tenía un tono de voz agradable, quizás un poquito chillona pero nada exagerado. Le comentó sobre cierta dificultas que tenía para respirar normalmente.

  • Siento que se me cierra la nariz -le dijo-. A veces me paso toda la noche sin poder dormir.

Esa era la palabra que Rodrigo deseaba escuchar.

  • Puedo recomendarte un descongestionante pero yo te recomendaría un antibiótico y algo de hipnosis.

  • ¿Hipnosis? -se sorprendió-. ¿De verdad crees en esas cosas?

  • Por supuesto que sí. Es más, los últimos estudios de parto sin dolor indican que la mejor analgesia es la hipnosis.

Ella lo miró, dubitativa. El rostro de Rodrigo no mostraba la mayor alteración pero mentalmente la bombardeaba con mensajes mentales de que aceptase su propuesta.

  • ¿No quieres intentarlo?

  • Pero... ¿aquí?

  • Claro que sí. Si te invito a mi apartamento pensaras mal de mí, ¿o no?

Ambos rieron. Una vez disipada la tensión lo demás fue pan comido.

  • ¿Sabes, Gianella?, Puedo hipnotizar a cualquier persona.

  • No te creo -dijo ella.

  • Pues si no me crees deja que lo intente contigo -la retó.

  • A ver, inténtalo -dijo ella, riendo.

La pobre ignoraba que posiblemente esa era la última decisión que tomaba por su propia voluntad.

Él le indicó que se pusiera cómoda y sacó de su bolsillo una cadenita rematada en una esfera plateada.

  • Mira fijamente la esfera Gianella -empezó-, no dejes de mirarla. Mírala, mírala, no dejes de mirar, observa como va de un lado a otro, de derecha a izquierda, de derecha a izquierda...

Su voz adoptó un tono pausado y tranquilizador. Gianella miraba fijamente la esfera, la tenía fascinada, era hora de inducirla al trance.

  • No puedes apartar tu vista de la esfera, no puedes. Ahora sientes cansancio, mucho cansancio, tienes sueño, mucho sueño... es hora de dormir, dormir, dormir...

Ella pestañeó un par de veces antes de que todo su cuerpo se relajara. Le dio unas cuantas órdenes para profundizar el trance. Y luego otras más que serían las órdenes posthipnóticas, así le sería más fácil hipnotizarla en posteriores oportunidades.

Rodrigo no quería aprovecharse de una muchacha inocente, así que aprovechando que estaba bajo hipnosis le preguntó:

  • Gianella ¿eres virgen?

  • No -contestó sin titubear y sin la menor entonación.

  • ¿Con cuantos hombres te has acostado?

  • Con tres -contestó de inmediato.

  • ¿Cuántas veces has tenido relaciones sexuales?

Por primera vez hizo una pausa, no lograba recordar la cifra exacta, eso sólo podía significar una cosa.

  • ¿Lo has hecho más de cien veces?

  • Más o menos -dijo.

  • Excelente, ahora escúchame bien. Cada vez que escuches la frase "Duerme mi insinuante chibolita" dicha por mis labios volverás a caer en un profundo trance. ¿Comprendido?

  • Sí.

Gianella no era la inocente muchachita que su padre e incluso su novio pensaba que era, así que sin el menor cargo de conciencia Rodrigo preparó su encuentro sexual.

Ella no se resistió mucho. Rodrigo hizo que olvidase todo lo referente a la hipnosis en la conversación y le dejó la orden posthipnótica de que fuese a su apartamento ese fin de semana. Su novio podía esperar. Ella lo llamó para cancelar su cita.

Ella se presentó casi a la medianoche. No parecía nerviosa, sólo algo distante. Rodrigo la hizo sentirse cómoda y luego de invitarle una copa le dijo la frase posthipnótica.

  • Gianella, Duerme mi insinuante chibolita

Inmediatamente su mirada se congeló, tal como en el momento en que se encontraba en trance.

  • Funciona excelente - pensó Rodrigo sonriendo para sí.

De haber sido una chica decente probablemente Gianella habría sido muy difícil de convencer que le entregase su cuerpo pero como le encantaba coger, no tuvo ningún problema en darle el tipo de instrucciones que deseaba.

Cuando termino, chasqueé mis dedos y ella se despertó inmediatamente.

  • Gianella, dame tus bragas - le ordenó.

Ella dudó sólo un instante antes de subirse la falda y quitarse su prenda íntima para entregársela. Era de seda roja, muy insinuante. Rodrigo la olió y luego le pidió que hiciese un strip-tease.

No lo hizo tan mal pero no tenía mucha experiencia. Le indicó que practicase en su casa a solas.

Luego pasaron al acto sexual. Rodrigo hizo que se arrodille frente a él y le metió su falo en la boca. Casi se atoraba con el miembro viril del hombre. Su lengua atacaba la punta del endurecido miembro viril.

La llevó cargada a la cama. Allí le abrió las piernas y recorrió toda su conchita con los labios. Una vez estuvo bien húmeda la penetró profundamente.

Mientras se movía dentro de ella, la hizo cantar todo lo referente a los juicios más importantes de la localidad, así se enteró de los sobornos y las andanzas del juez y casi todos los fiscales.

Gianella era toda una fierecilla en la cama. Conocía todas las poses imaginables y le pidió a Rodrigo que la poseyese de mil formas distintas. Cuando tenía un orgasmo quería otro y luego otro más

Varias horas después estaban tendidos sobre la cama. Una espesa neblina cubría toda la ciudad. Rodrigo bostezó ampliamente y miró la hora. Eran las 6:00 a.m. Junto a él yacía profundamente dormida Gianella, la noche había sido fantástica. La despertó para llevarla a casa, pronto disfrutarían de otras noches como esa.


Cuando Rodrigo fue a resolver una interconsulta hecha por el área de Pediatría del hospital vio a una guapa joven al pie de la cama de una pequeña paciente con neumonía. Resultó ser la hermana de la madre. Tenía 19 años y se llamaba Marisol Herrera. Todos esos datos los obtuvo Rodrigo de ella misma cuando inició una breve pero instructiva conversación.

Más tarde, cuando Rodrigo regresó para cumplir con su horario nocturno la encontró nuevamente. Era medianoche y la guardia estaba sumamente tranquila. Rodrigo se preparaba para acostarse. No tenía sentido desvelarse si no tenía pacientes. Entró al star médico para ver rápidamente el noticiero cuando la encontró.

  • Hola - le dijo -, ¿todavía por aquí?

  • Es tarde para regresar a mi casa - dijo Marisol esbozando una encantadora sonrisa -. Más claro, me dio flojera viajar dos horas en autobús.

  • ¿Y dónde piensas pasar la noche?.

  • Una enfermera me dijo que siempre quedan camas vacías en pediatría, pero que regrese después de la una porque a veces tienen supervisión.

Charlaron por un buen rato. A Rodrigo no se le escapó que ella se sentía atraída por él. Ganarse su confianza era fácil. Marisol usaba un desteñido pantalón jean que se pegaba descaradamente a su cuerpo. Debajo del suéter se adivinaba un busto juvenil.

Cuando ella bostezó por quinta vez Rodrigo le dijo:

  • Tu hermana es menor que tú y ya tiene un niño, ¿cuándo piensas tener un hijo?

  • Creo que nunca - respondió ella -, dicen que el parto duele una barbaridad.

  • Depende de cada mujer y además ahora existen los nuevos métodos de analgesia, sin dejar de lado la hipnosis que en Europa causa furor.

  • ¿La hipnosis?, una vez fui a ver un espectáculo de esos. Todo me pareció un fraude. Más claro, creo que todo es fingido.

  • No todo. Yo mismo tengo algo de experiencia en eso, si quieres...

  • ¿Hipnotizarme a mí? - sonrió ampliamente -. No creo que puedas.

  • Si me dejas intentarlo.

Rodrigo apagó la televisión y aseguró la puerta. Sacó un lapicero de oro y le dijo:

  • Si no puedo hipnotizarte te regalo mi lapicero. ¿De acuerdo?

  • Está bien - dijo Marisol sonriendo, no estaba ni pizca nerviosa.

Él hizo que se recueste en un sofá y mostrándole una linterna de mano con la luz encendida empezó a balancearla delante de ella, a unos 30 centímetros de sus ojos, mientras le decía:

  • Mira Marisol, mira la luz, no dejes de mirarla, mira la luz y escucha mi voz. Estás relajada, relajada y tranquila, muy tranquila. Mira y siente que estás cansada, muy cansada, todo lo que quieres es relajarte y dormir, sólo dormir.

Su voz se tornó arrulladora, veía como pestañeaba, era obvio que la tenía donde quería.

  • Ahora estás por dormirte. No puedes resistirte. Te pesan los párpados, te pesan... ya te duermes... te duermes.... Estás dormida.

Sus ojos se cerraron y todo su cuerpo quedó relajado. Rodrigo levantó su mano derecha unos centímetros y la deje caer. Estaba como muerta. Era el momento de empezar las órdenes que la convertirían en una esclava sexual.

Adoptó un tono de voz más autoritario:

  • Ahora Marisol, estás dormida pero puedes escuchar mi voz y seguir mis órdenes. Cada vez que te diga duerme caerás más profundamente y cada vez te será más fácil obedecerme. ¿Entendido?

  • Sí - respondió ella con voz casi inaudible.

  • Muy bien. Duerme...

Le tomó menos de diez minutos para llegar muy profundo en su subconsciente. Al despertar ella sólo recordaba que estaba mucho más tranquila, las presiones la habían abandonado. También la hizo olvidar que la había hipnotizado pero volvería a caer en un profundo sueño hipnótico cada vez que escuchara la voz de Rodrigo diciéndole: "Duerme mi inocente amiga"

Todas las tardes ella regresaba al hospital, a la residencia de los médicos. Cada vez le era más fácil inducirla a un profundo sueño hipnótico en el que la hizo desearlo y querer que la poseyese.

A partir de la quinta sesión la desnudó y empezaron a hacer el amor. Se enteró que a ella no le agradaba el sexo oral pero a Rodrigo sí, así que la hizo ver películas pornográficas y que practicase con un plátano.

Cuando llegó la hora de demostrar lo aprendido Marisol resultó ser una alumna aplicada que aprendió muy bien la lección. Le hizo una mamada a Rodrigo igual o mejor que las prostitutas con años de experiencia.

Marisol poseía una figura estupenda, era de ese tipo de mujeres que desnudas eran cien veces más hermosas. A Rodrigo le gustaba especialmente practicar con ella la pose del 69, prodigándose ambos placer con sus bocas sobre los genitales del otro.

Marisol se entregaba de una forma completamente natural, parecía haber nacido sólo para tener relaciones, sus gritos al llegar al clímax eran genuinos y realmente incitantes. Rodrigo la conservó durante el resto de su estancia en el hospital paradójicamente llamado "Héroes del 69".


En una reunión de coordinación con los jefes de atención periférica Rodrigo conoció a Solange Summers, una guapa y dinámica obstetriz, es decir una enfermera especializada en atención de pacientes embarazadas. Ella era alta y poseía una figura estilizada. Sonreía poco pero no era porque se creyese superior a los demás, simplemente era seria. Gracias a un técnico amigo suyo, Rodrigo supo que Solange hacía honor al popular dicho: "Cara seria, culo alegre", porque no era nada tímida, tenía un amplio prontuario en relación a parejas masculinas.

Durante la noche del último día de la reunión Rodrigo se acercó a ella a entablar conversación, quería obtener su número telefónico para comunicarse con ella después. No tenía objeto invitarla a salir ya que sabía por buena fuente que había rechazado a dos colegas suyos, aparentemente tenía una pareja oficial por esos días. Con tantas personas entrando y saliendo era imposible que quedasen a solas.

Por eso a Rodrigo le sorprendió que ella le preguntase:

  • Doctor, ¿podríamos charlar un momento en privado?

  • Por supuesto - respondió él. Con el rabillo del ojo vio que dos de los trabajadores que conocían a la joven se codeaban mutuamente, guiñándose un ojo.

Solange quería ayuda con unas tablas que no entendía. Mientras Rodrigo se las explicaba en la computadora de su oficina tuvo oportunidad de conversar extensamente.

  • Estos días me ha empezado una jaqueca increíble - dijo Solange -. He tomado de todo pero sólo consigo disminuirla un poco. Anoche casi no pude dormir.

Rodrigo no podía dejar pasar una oportunidad como esa, así que le dijo:

  • Cuando yo estoy muy tenso por el trabajo, uso técnicas de relajación e incluso la autohipnosis.

  • ¿La autohipnosis?, es la primera vez que escucho hablar de eso - confesó Solange -. Sé algo de la hipnosis pero...

  • Si quieres te enseño a relajarte - dijo Rodrigo -, aprovechemos ese cómodo sillón. Al menos tomarías una siesta de media hora.

Solange lo dudo unos instantes pero accedió.

  • No estaría mal probar, antes de que los antiinflamatorios me provoquen una úlcera.

  • Bien, sólo ponte cómoda y sigue mis indicaciones.

Ella se tendió en el cómodo sofá y obedeció sin oponerse las instrucciones de Rodrigo. Todo se facilitaba porque ella se sentía atraída por el joven cirujano. Rodrigo hizo que entrelace los dedos de ambas manos y colocase las palmas hacia arriba. Luego empezó con las supuestas órdenes de relajación pero en realidad inició la sugestión hipnótica.

  • Escúchame Solange, relájate y piensa que estás en un lugar muy tranquilo y muy cómodo. Piensa en la playa, el campo, quizás un hermoso jardín. Eso es, un hermoso jardín de cespéd verde y corto. Agrega con la imaginación muchos detalles. Estás sola y muy tranquila. Has trabajado todo el día y te sientes cansada, te recuestas en el césped. Estás cansada..., muy cansada...

Rodrigo miraba atentamente los párpados cerrados de la joven. Se percató de un rápido pestañeo, era hora de profundizar el estado hipnótico.

  • Cada vez tienes más sueño..., mucho sueño... Es hora de descansar, deja que tu cuerpo se relaje, prácticamente estas flotando, flotando...Duerme Solange, duerme..., tus manos se separan y caen... se separan y caen..., caen... caen...., estás dormida, profundamente dormida...

Rodrigo colocó los brazos de Solange a sus costados. Su cuerpo parecía de plástico. Con toda confianza el hombre cogió uno de los pechos de la joven mientras profundizaba el trance.

  • Ahora estás completamente dormida, Solange, no puedes despertar a menos que yo lo indique. Tú quieres ser tocada, manoseada, ¿es verdad?

  • Sí - respondió ella con voz ronca.

  • Cada vez estás más profundamente dormida. Y cada segundo que pasa me deseas más y más, más y más. Cuando despiertes me pedirás que te haga el amor aquí mismo, en mi oficina. Te haré el amor y no volverás a tener dolores de cabeza, todo está en el pasado, sólo queda el deseo. ¿Me deseas?

  • Más que a nadie en el mundo.

  • ¿Cómo se llama ese cornudo con el que estás saliendo?

  • Luis

  • Pues mañana mismo le dirás que se vaya a freir espárragos, ahora yo soy tu dueño. ¿Has entendido?

  • Sí...

Siguió instruyéndola con nuevas órdenes hasta que decidió despertarla. Cuando ella abrió los ojos no tenía el menor dolor de cabeza pero en cambio la envolvía un fuerte deseo sexual. No podía controlarse.

  • Bueno Solange - dijo Rodrigo -, será mejor que acabemos de llenar esas tablas antes que...

Ella no lo dejó terminar la frase. Sus brazos rodearon su cuello y lo besó directamente en la boca. A él mismo le sorprendió la pasión que puso en el beso. Por medio de la hipnosis simplemente había hecho desaparecer las convenciones sociales de esperar al menos un par de citas antes de pasar a acciones concretas.

Rodrigo rodeó con sus manos el breve talle de la obstetriz, de inmediato empezó a quitarle la ropa.

Una vez que estuvieron desnudos Rodrigo se sentó en el sofá y Solange se sentó a horcajadas sobre él. Mientras el hombre le besaba los pechos, ella cogió con la mano derecha el erecto falo y dirigió su propia penetración.

  • Ahhh... - exclamó Solange cuando tuvo todo el miembro viril en su interior.

  • Muévete golfa - susurró Rodrigo con voz ronca.

Ella obedeció de inmediato, esta completamente despierta pero no dudaría en obedecer ningún tipo de orden del hombre que deseaba.

Empezó a cabalgar como una amazona, Rodrigo la sostenía por la cintura, el dedo medio de su mano izquierda se deslizó por entre las rotundas nalgas de la mujer hasta llegar al apretado ano que se abrió lentamente cuando él lo introdujo parcialmente.

  • ¿Qué haces? - exclamó ella riendo.

Aceleró sus movimientos, Rodrigo estaba a punto de eyacular cuando ella terminó. Mientras aún se sacudía por el orgasmo la volteó y abriéndole las piernas se clavó de golpe.

  • Ohhh... - gritó la mujer.

Rodrigo eyaculó en forma abundante. Aún jadeante se separó de la mujer y le indicó que se diese una ducha en el pequeño baño que tenía en la oficina.

Quince minutos después, ya completamente recuperados se separaron. Rodrigo le dio un par de órdenes adicionales. La obstetriz se quedaría una semana más y todo ese tiempo Rodrigo la visitaría por las noches. Sonreía ampliamente cuando se despidieron.


Rodrigo se disponía a ingresar al hospital a paso ligero para no excederse de la hora límite impuesta por el nuevo director cuando un par de bien torneadas piernas captaron su atención. Se detuvo unos instantes mirando fijamente a la hermosa muchacha que barría la entrada del departamento de estadística. Ella usaba un traje sastre muy entallado al cuerpo, tenía el cabello castaño y era muy atractiva. Ella se dio cuenta que la miraban y levantó la vista. Por un segundo sus miradas se cruzaron y Rodrigo supo que tenía una nueva presa para agregar a su colección, delante de él.

Disimuladamente preguntó a un colega sobre la nueva muchacha. Se llamaba Jennifer y estaba haciendo unas prácticas de mecanografía. Para Rodrigo, un gran aficionado a la computación esa información le cayó de perillas, estaba practicando con un nuevo software que incluía una espiral hipnótica. La guapa Jennifer sería la primera en experimentar su influjo.

Ella era una de esas muchachas a las que le gustaba vestir provocativamente. Le encantaba resaltar su belleza femenina con ropa ceñida y amplios escotes que dejaban ver su busto generoso o sus bien torneados muslos. Cuando caminaba por alguno de los pasillos del hospital, todas las miradas convergían en su redondo trasero. Era una tentación constante y Rodrigo no podía dejarla escapar. Además se la veía muy altanera y orgullosa, no gozaba de las simpatías del personal femenino, pero coqueteaba con la mayoría del personal masculino por lo que tenía un sinfín de admiradores.

Someterla a su influjo fue relativamente sencillo, consiguió una oficina con un sofá cómodo, cargó en la computadora su programa y luego le hizo una consulta sobre cierta duda en un archivo importante. Sin saberlo ella estuvo expuesta durante varios minutos a la espiral hipnótica. Lo demás fue un juego de niños.

Cuando pasaron varios minutos, Rodrigo se acercó a Jennifer y la abrazó por detrás. Ella se resistió un momento pero después aflojó el cuerpo dejándose besar.

  • Relájate unos minutos -le susurró en el oído.

La ayudó a levantarse e hizo que caminase hacia la camilla que estaba a un lado del escritorio, ella se dejaba conducir como una autómata.

Ella se sentó en la camilla. Rodrigo hizo que se tendiese. Le puso una almohada para que se recostase.

  • No debes esforzarte tanto, preciosa -le dijo-, ahora sólo relájate y descansa, yo me encargaré de todo.

A pesar suyo Jennifer se relajó, era raro. El Dr. Rodrigo no se portaba tan confianzudamente.

  • Descansa cariño -repitió él-, deja que yo sea tu servidor. Tú descansa, relájate... piensa en algo agradable... descansa...

Su voz se tornaba más relajante, Jennifer no sospechaba nada. Poco a poco su cabeza cayó hacia atrás. Estaba dormida. El software la había dejado lista para la influencia hipnótica.

No era la primera vez que Rodrigo hipnotizaba a una mujer. Pero esta vez no contaba con mucho tiempo así que al recobrar el conocimiento ella se habría convertido en una esclava suya. En menos de quince minutos.

  • Ahora que estás dormida seguirás todas mis órdenes, ¿me escuchas zorrita?.

  • Sí -respondió ella con voz inexpresiva.

La citó al día siguiente por la noche. El se quedó haciendo horas extras en la parte administrativa. Ella llegó a la hora exacta. Traía puesto un sacón negro que se quitó apenas cerró la puerta. Debajo llevaba un top negro que dejaba ver sus hombros perfectos y una falda muy ceñida que dejaba ver su ropa interior, con amplios cortes hasta la cadera. Usaba tacones altos. Estaba preciosa. La suave fragancia de su perfume llenó toda la habitación.

Rodrigo estaba impresionado, ella tenía la cara de niña pero el cuerpo de una mujer.

  • Acércate - le indicó -. Quiero verte de cerca.

Ella obedeció. Todo su falso pudor había desaparecido, en su mirada sólo brillaba el deseo de gozar y hacer gozar, esa adolescente era toda una bomba sexual.

Rodrigo le quitó la falda y empezó a besarle los carnosos muslos. Ella se despojó del top, no llevaba sujetador, sus erguidos y turgentes pechos parecían desafiar la ley de gravedad. Rodrigo le dio un largo beso a cada uno de sus pezones.

  • Ahora, zorrita, quiero que bailes para mí - le indicó Rodrigo.

Jennifer llevaba el ritmo en la sangre, sus movimientos eran sensuales. Su cuerpo ondulante le dio a Rodrigo un espectáculo reservado sólo para unos cuantos elegidos.

Con una erección enorme, Rodrigo se puso de pie. La despojó de las bragas y la apretó contra la pared. Procedió con la dosis de violencia justa.

  • Pídeme que te viole, pequeña putita - le dijo.

  • ¡Viólame, Rodrigo, quiero que me violes! - el tono de voz de la joven era de lo más excitante.

Rodrigo no se hizo repetir el pedido y empezó a darle con todas sus fuerzas, ella gemía bajo los embates del hombre. Rodrigo la penetró contra la pared, luego de espaldas en el escritorio, la sodomizó en el sofá y terminó eyaculando en su cara. Fue grandioso.

Días más tarde, en la casa de la propia Jennifer, el cirujano se dio una ducha y cenó con los padres. Hipnotizó a toda la familia: los padres, el hermano y una tía cuarentona. Luego subió acompañado de Jennifer al dormitorio mientras los demás veían televisión sin moverse de sus asientos.

En el dormitorio ambos recorrieron todo el arsenal técnico del arte amatorio. Rodrigo no dejó orificio natural de la joven sin penetrar. La muchacha no tenía mucho que aprender pero el hombre se encargó de limar ciertas asperezas en la joven.

A ella le gustaba cabalgar y a Rodrigo le encantaba clavarle el falo con las piernas elevadas al cenit. Los gritos de placer de Jennifer habrían alarmado a toda su familia de no estar todos bajo un profundo trance hipnótico.

Luego de asearse Jennifer parecía tan inocente como antes, Rodrigo se felicitó por su elección. Bajaron a la sala, él despertó a la familia y se despidió de los padres de su joven amante diciendo que era una muchacha muy inteligente.

Aun quedaban varios encuentros con Jennifer, pero él ya se preguntaba quien sería su próxima víctima.

FIN