Hijos de Bodom (5: Memorias de siglos)

Remembranzas de erradicaciones.

"…Las voces se acallaron de repente. Ningún suspiro invadía el gigantesco y lujoso salón, sólo el clima nervioso reinaba con más rigor que los soberanos mismos. Los arcos apuntaban todos hacia el rey y sus guardias; tensos, firmes, seguros de su poder de destrucción. Aunque observados de frente por armas de igual o mayor disposición a la matanza. Las discusiones habían terminado, nada más que acotar. Las acusaciones se habían ido tornando agravios y los agravios, intimidaciones. Los pedidos élficos de interrupción de las conquistas humanas habían subido de tono hasta culminar con amenazas con arco y flecha en mano. Se podría afirmar que ya nada detendría la violencia venidera. El rey, nuestro gran rey Frederick, contempló los ojos iracundos del líder del ejército enemigo y esbozó una sonrisa colmada de cinismo y convicción. Por mi parte, esperaba de él una reprimenda, un pujante pedido de respeto hacia los generosos anfitriones que permitieron su entrada al mismo corazón del gobierno de Bodom. No la hubo. Sólo la sonrisa. Pero acompañada de la frase más trascendental que yo haya escuchado:

--Ten cuidado hacia donde apuntas, elfo"

"Y luego ocurrió. El resto fue historia."

"Una historia de guerra…"

Fragmento extraído del libro "Guerras de Bodom", cuyo nombre del autor jamás fue rebelado.

Capítulo 5: Memoria de siglos

--¿Puedo sentarme?

--No—respondió secamente Weikath—, puedes decir lo que tengas que decir de parado.

Vibeke lo pateó con disimulo por debajo de la mesa.

--No le hagas caso, trae una silla y siéntate por favor.

Ante las miradas de los presentes, el elfo trasladó un asiento de la barra hacia la mesa de los cuatro muchachos y se sentó frente a la pelirroja y su amigo, al lado de Jevil y Kai.

--Quería felicitarla, campeona—dijo con cortesía.

--Gracias, pero no me hables tan formalmente, me haces sentir como una señora mayor—le protestó Vibeke con una sonrisa.

--Lo lamento.

--¿Te gustaría acompañarnos con…?

La pelirroja le ofreció un trago señalando la jarra de cerveza.

--No bebo, te lo agradezco.

Los demás jóvenes repelieron la forma en que se trataban los finalistas del torneo. Demasiada civilidad para ellos.

--También agradezco que no hayas divulgado mis orígenes—miró a Weikath seriamente de reojo, con algo de resquemor--Me ahorraste algunos problemas.

El muchacho suspiró. Hubiera deseado que lo dejaran comer tranquilo.

--No tenías que haberte preocupado, pocos son los que saben que una vez existió tu raza.

Los rostros de Vibeke y Jevil palidecieron. Kai, por su parte, acercó disimuladamente su mano izquierda a la espada apoyada en un costado oculto de la mesa.

--¿No puedes estar un minuto sin…hacer lo que siempre haces?—le espetó su amiga.

--No tiene importancia. Al fin y al cabo, tiene razón.

La sonrisa falsa del elfo le inspiró desconfianza hasta a Jevil.

--Mi nombre es Jericko.

Vibeke se presentó y luego a sus compañeros.

--¿Por qué no revelaste anteriormente tus bonitos ojos a la muchedumbre?—preguntó, queriendo lo más rápido posible terminar con aquel momento incómodo.

--No quiero hacerme popular, como bien dedujo tu amigo. Podría traer dificultades.

--¿Quién eres?—dijo Kai, tratando de que su pregunta fuera respetuosa--¿Por qué tanta discreción?

--Es mejor que no te enteres, podrías prejuzgarme como muchas personas.

Weikath se sintió aludido, pero siguió saboreando su platillo sin ninguna contrariedad.

--¿Son de aquí?

--No—contestó Vibeke--, vinimos de

--No hace falta tanta información, Vibi—interrumpió su amigo.

--Sólo estoy intentando ser cortés, algo que podrías aprender a hacer alguna vez.

La voz discreta de la pelirroja escupía irritación.

--Tienes que elegir con quien serlo.

--No quiero que se incomoden por mí—Jericko se levantó de la silla calmadamente--, sólo quería

--Por favor, siéntate, no le hagas caso. Tiene una situación complicada con las personas. Él no es una de ellas.

Jevil sonrió por primera vez desde que había comenzado la particular reunión.

El elfo percibió una rara sensación proveniente de la niña de rizos dorados. Se quedó unos segundos observándola antes de tomar asiento nuevamente. No iba a permitir que las palabras de un joven lo amedrentaran.

--Tienes unas hermosas armas—dijo, observando el cinturón con los cuchillos enfundados apoyado en la mesa—Creo reconocer esos astiles.

Weikath lo miró de reojo.

--Fueron creados por Ralf Evanns—dijo con poca emoción, como fanfarroneando.

--Ya me parecía.

Jericko apreció el contorno de los mangos y sus perfectos dibujos. Había visto sus artesanías en varios lados pero nunca de tan cerca.

--¿Los puedo examinar?—preguntó, ambicionando cumplir con dos metas al mismo tiempo.

Kai, como un auto reflejo, acercó su mano nuevamente a su espada. Weikath sonrió para sus adentros.

--Claro.

En fracciones de segundo, extrajo uno de sus cuchillos de la funda, hizo darle vuelta más de cinco veces en su mano y se lo ofreció apuntándole con el cogedero.

Vibeke emitió un suspiro de hastío. No había sido necesaria tal demostración de habilidad.

--Perfectos—dijo mientras los examinaba con admiración.

--Gracias—Kai se hizo cargo de la recepción del halago.

--Mínimo peso, dureza extrema y filo eterno—continuó Jericko sin haber escuchado el agradecimiento--. Además de contener estos pequeños dientes en la parte inferior, útiles para destruir los instrumentos cortantes de tus enemigos.

Weikath se impresionó un poco.

--Sabes de armas. Esa técnica era un secreto.

Jericko sonrió.

--¿Eres un joven rico?—le preguntó.

El muchacho casi escupe lo que estaba bebiendo.

--Sí, de espíritu.

Luego de esas palabras, las que se rieron fueron Jevil y Vibeke.

--Te lo pregunto porque estos cuchillos valen una fortuna.

--Ralf me los forjó especialmente para mí, como un regalo.

El elfo se quedó callado.

--¿Es una broma?—dijo después, dirigiéndose a Vibeke.

Ella negó con la cabeza.

--Vivimos todos en la aldea en la que él vive. El grandote de la esquina es su hijo.

--Les caigo bien a los Evanns—agregó Weikath--. Menos a uno.

Kai se rió.

Jericko levantó las cejas, como sorprendido por quienes tenía enfrente.

--Vaya—solamente dijo, y continuó observando los perfectos grabados en la cuchilla.

--¿Por qué lobos?—preguntó.

--No lo sé, yo no le pedí que los dibujara. Pero me gusta como quedaron. Las curvas lucirían mejor si estuvieran impregnadas con sangre indeseable.

El elfo, sin aviso previo, le devolvió los cuchillos lanzándoselos en una especie de ataque rápido a corta distancia, pero procurando que llegasen a destino del lado más inofensivo.

Weikath tuvo que utilizar sus extraordinarios reflejos para atraparlos en el aire. Los demás jóvenes se quedaron mudos.

--Tienes habilidad.

--Hay otras formas de probarla. ¿Afuera quizás?—le dijo con su acostumbrado sosiego.

Jericko rió internamente.

--Perdóname, solo quería…devolvértelos.

El joven sabía muy bien a qué se refería con esa oración. Pasados unos momentos de estupor, Vibeke nuevamente disolvió el contexto embarazoso.

--No sé qué habrá ocurrido entre ustedes—dijo con calma y seriedad--, pero no soy tonta. Mi pregunta es: ¿soy la legítima campeona?

--No caben dudas que sí—se apresuró a manifestar Weikath.

--Es cierto—coincidió el elfo con simpatía en su voz--, tu talento es asombroso. Nunca había visto a alguien de tu edad tan hábil con el arco.

Desde afuera llegaron gruñidos, seguidos de fuertes ladridos de lobo, como increpándole a desconocidos sus perfiles de tales. Luego se escucharon quejas humanas de fastidio.

--¿Será tu amigo?—preguntó Weikath después de terminar un largo trago de cerveza—Añorará protección y cariño.

Los bramidos del animal subieron en intensidad, acompañados esta vez por ruidos de cadenas agitándose.

--No querrás que alguien lastime a tu única compañía.

El elfo captó el mensaje. Sabía que su mascota era lo bastante fuerte como para cuidarse sola, pero la situación lo había saturado.

--Creo que es hora de que me vaya—dijo sin demasiada afición.

Se levantó a pesar de los gestos de negación de Vibeke y saludó a todos con mucha educación. Luego salió por la puerta mientras acomodaba la capucha a su acostumbrada posición de amparo de su rostro, sin devolverle la mirada a ninguno de los presentes.

Momentos después, los ladridos cesaron.

--Dime porqué no puedes ser amable. ¿Tienes que tener un problema con todos? ¿Qué te hizo?—vociferó la pelirroja.

--Simplemente no hay que fiarse de los de su raza.

--No. Siempre es lo mismo. A menos que lo hagas por alguna conveniencia, nunca entablas una relación con cordialidad. ¡¿Qué rayos te sucede?! Él se acercó cortésmente. Sólo quería conocerme...

--No es cierto—interrumpió--, quería conocerme más a mí. Ver si podía

--¡Cállate de una vez!

El tono de voz subía cada vez más. Los vecinos de mesa comenzaron a inquietarse. No estaban en sus planes escuchar las discusiones y los gritos de la triunfadora del día. Kai y Jevil los contemplaban sin abrir la boca. Hubiera sido una pérdida de tiempo hablar.

--¡¿De qué manera quieres conocer el reino?! ¡¿Discutiendo y evitando a todos?!

--Tú no sabes cómo es el mundo, no tienes la menor idea

--¡¿Y tú sí?!

--¡Lo único que te digo es que tengas cuidado de la gente que se esconde tras una capucha como él, no se puede confiar…!

--¡Tú no confías en nadie, no importa quién sea ni su origen!

--Eso no es cierto, confío en ti.

Vibeke calló unos segundos, como si vacilara en continuar con la disputa. Casi nunca le había escuchado dedicarle palabras como esas.

Weikath fue el que prosiguió.

--Además, el ser desconfiado es más práctico. Te mantiene con vida.

La muchacha bajó la mirada.

--O te puede convertir en una persona despreciable—dijo con una mezcla de tristeza e ira.

Dicho esto, abandonó la mesa dejando atrás a sus compañeros sin importarle qué hicieran, y mucho menos las acciones de sus recientes admiradores.

Jevil y Kai, sin pronunciar una sílaba, le demostraron a Weikath lo que pensaban con unas simples muecas de indignación.

--¿Qué?—le contestó el muchacho.

Entre la línea del horizonte distorsionada por el relieve se asomaba el sol del amanecer, secundado por resplandecientes luces rojas, limítrofes de la candente esfera que lo conformaba. Aquellos fulgores se apreciaban sólo en escasas ocasiones, y unos pocos podían predecir cuándo y porqué. Pero eso no era lo que se preguntaba Vibeke mientras caminaba admirando la maravilla que le proporcionaba el este. Se había alejado del centro de Hollows para apreciar la tranquilidad de la soledad después de mucho tiempo y respirar nuevos aires apartados de la muchedumbre.

"Siempre es bueno llegar a necesitar estar sola un poco" pensó, escuchando el eco de sus pasos. Su enojo no se había disipado todavía y decidió que era bueno dejar que se preocupasen por ella.

"Si es que a este idiota le sigo importando algo"

Pisoteando los pequeños adoquines del camino hacia las afueras, cerca de las últimas viviendas antes del páramo verdusco que se extendía hasta donde llegaba la vista, divisó a un sujeto encapuchado y a un canino sentados sobre un árbol al costado del sendero. Su mirada parecía perdida hacia el disfrute de la todavía apagada estrella luminosa.

"Parece que estamos destinados a encontrarnos"

Vibeke vaciló unos momentos, en los cuales el animal aprovechó para girar su cabeza hacia su posición y emitir un par de ladridos. El sujeto detectó su presencia y la invitó con serenidad a que se acercase.

--Buen día—dijo la pelirroja con una sonrisa, comprobando que era Jericko.

El elfo la saludó con un movimiento de su cabeza y prosiguió su faena espectadora.

--Mi padre me decía que cuando el sol se asomaba con esos colores era porque los dioses élficos lo tomaban como blanco, dirigiendo sus flechas de fuego colorado hacia él. Por eso el resplandor rojizo en su entorno.

La muchacha contempló una vez más el amanecer, imaginándose el mito recién descrito.

--Me gustaría conocer más sobre tu cultura.

--No lo hagas consultando los libros de historia.

Vibeke lo miró extrañada. En seguida Jericko se dio cuenta del poco sentido de sus dichos ya que, para los seres humanos y su escueta vida, esa era la única forma que quedaba para que se interiorizasen en las costumbres élficas. Esto hizo que se desanimara un poco más.

--No importa, no me hagas caso. El lobo comenzó a lamer la mano derecha de la recién llegada, en la espera de una caricia de agradecimiento. Jericko se sorprendió un poco por el gesto de su animal, acostumbrado a ser aún más antisocial que él.

--¿Te gustan los animales?

--Creo que le gusto yo a ellos—le acarició el hocico con manchas blancas como si estuviera cubierto de copos de nieve.

--¿No es muy temprano para una chica de tu edad?

--¿Qué quieres decir?—enarcó una ceja.

Jericko sonrió.

--Me imaginé que festejarías tu triunfo hasta tarde y

--No soy como tú crees. La mayoría de las veces prefiero la tranquilidad de la naturaleza antes que embriagarme hasta caer—se rió.

Y guardaron silencio para prestar atención al canto de los pájaros y la mansa silbatina del viento.

--¿Puedo sentarme?—emuló adrede la pregunta del elfo horas atrás.

--No tengo nada para ofrecerte—le dijo simpáticamente.

--Con la compañía de alguien que no me moleste todo el tiempo me basta.

El elfo lanzó una pequeña risita.

Mientras el calor primaveral emergía junto con el lento tránsito del sol por el firmamento, los coloquios sobre presentaciones personales y objetivos y causas del traslado de una localidad a otra, se hicieron escuchar en un clima amigable como hacía rato que no tenía la muchacha con alguien. Aproximadamente desde que Weikath se había convertido en su amigo adolescente molesto, dejando de lado su costado infantil comprensivo y apegado.

--Eres muy valiente al emprender un viaje sin destino, abandonando la comodidad de tu aldea.

--Lo tenía decidido hace mucho. No sé con qué me encontraré, pero quiero experimentar emociones distantes. Y por ahora mal no me ha ido—se sonrojó.

--Ya lo creo que no. Ahora se conocerá tu nombre en todo el reino.

Vibeke desvió la mirada, avergonzada.

Jericko estiró su mano y jugueteó con el cabello de la nuca de su acompañante.

--¿Qué ocurre?—preguntó la muchacha.

--Muchos años pasaron para que volviera a ver a una chica con pelo corto. Es extraño entre las humanas.

--Sí, lo sé. Simplemente me dejo este peinado porque me es más cómodo. El cabello largo necesita más cuidados, y así no me tengo que bañar tan seguido.

El elfo se echó a reír. Vibeke se llevó su mano a la cara ni bien se percató de lo que había dicho.

--Por favor, olvida lo que acabas de oír—dijo sonriente.

--No te preocupes, la falta de higiene generalmente no logra ocultar la belleza.

El rostro de la muchacha se ruborizó más que nunca. Ella había visto en ciertos pergaminos antiguos los asombrosamente perfectos perfiles de las féminas élficas y francamente, a pesar de creerse bonita, se sentía la nada misma frente a ellas. No podía creer que alguien que, habiendo visto tales magnificencias de divinidad, destacara la suya.

--Te has sonrojado—parecía disfrutarlo.

Vibeke se palpó las mejillas.

--No te avergüences, niña. He conocido a muchas mujeres en mi extensa

El elfo advirtió que algo no le había agradado a su interlocutora. Un gesto arisco infantil se había dibujado en sus facciones.

--¿Qué? ¿No te gusta que te llamen "niña"?

--Me molesta que me sigan llamando así, ya no lo soy. La semana que viene cumpliré dieciséis.

Jericko volvió a reírse.

--Mi edad es casi cuarenta veces la tuya, creo que tengo derecho a hacerlo.

Pasada la media mañana, entre el advenimiento del bullicio de la metrópolis, un trío de jóvenes se acercaba desde el centro de Hollows, encabezado por uno de cabellera corta rubia quien, al verlos platicar entre risas, se separó del grupo luego de decirles algo que no se logró entender.

--Creo que vienen a buscarte—dijo Jericko.

--Que siga de largo, no tengo ganas de ser encontrada.

--Demasiado tarde.

Weikath tapó, poniéndose enfrente, los rayos del sol que encandilaban los ojos de su amiga.

--Podrías haberme dicho que no volvías al hospedaje. Estuve buscándote toda la noche.

Vibeke se quedó mirándolo, seria.

--¿Piensas que voy a creerte eso?

--Buen día—interrumpió el elfo.

--Hola—contestó sin dedicarle una mirada siquiera—Me gustaría saber qué hice para que te enojaras.

--Parece que no lo entenderás nunca.

--Como sea--hizo una mueca de fastidio--, vamos a desayunar.

Y le extendió la mano.

--Ve tú, yo haré lo que quiera hacer. Y ahora me siento cómoda donde estoy.

Kai y Jevil apenas observaban desde una distancia prudente. Ya se habían aburrido de ser testigos de sus discusiones frecuentes.

El brazo extendido de Weikath siguió en su lugar unos largos y embarazosos segundos más, hasta que lo retiró sin éxito.

--Está bien, yo también me quedaré—dijo.

Se sentó en una roca cercana y comenzó a limpiar con un paño sus onerosos cuchillos.

--¿Qué edad tienes? ¿Ocho?—le preguntó Vibeke espectando sus acciones casi como sorprendida.

--¿Ahora qué?

--¿No te das cuenta de que quiero que me dejes en paz, imbécil?

--¿Y tú no te das cuenta que no quiero dejarte sola con él?

Vibeke se puso a reír para no insultarlo.

--Creo que puedo cuidarme por mí misma, esposo mío—se burló.

--¿Por qué no me escuch..?

--Vete.

--Deja de

--¡¡Fuera!!

Jericko miraba hacia otra parte, manteniéndose al margen del pleito. Sabía que la rebeldía de la muchacha no la había provocado él de por sí, o al menos no intencionalmente.

Weikath no tuvo otra opción ante tal desobediencia que apartarse bufando. Aunque no se fue muy lejos. Tanto él como sus otros dos compañeros se dirigieron hacia una arboleda cercana a pulir sus habilidades como habitualmente lo hacían.

--¿Cómo es que lo soportas?—le preguntó insolentemente el elfo.

Vibeke resopló y luego sonrió con melancolía.

--Nos conocemos desde siempre, prácticamente nos criamos juntos, y sé que bajo esa estatua fría y calculadora se encuentra una persona amable—su tono de voz sonaba esperanzador—Además, en un viaje como este es necesario alguien con su ligereza mental.

Jericko apuntó su visual nuevamente hacia el muchacho rubio, el cual se entretenía arrojando sus dagas hacia un blanco improvisado en el viejo tronco de un árbol. Luego le echó un vistazo a su imponente compañero, quien practicaba movimientos de esgrima contra el viento mañanero. Contempló por último a la pequeña de rizos, realizando zarandeos con sus manos como si tratase de atrapar y liberar el aire.

--¿Hay buenos instructores de las artes de lucha en Peacefalls?

--No conozco a ninguno, pero puede ser. Aunque creo que debe haber más expertos en agricultura que en otras actividades.

--Te pregunto porque me llama la atención sus destrezas, ¿me estás diciendo que no tuvieron maestros?

--La verdad, no. Sí vinieron capitanes y generales de ejércitos importantes a encargarle al padre de Kai armaduras y espadas. Y como esas faenas duraban por lo general un par de semanas, les pedíamos cuando éramos chicos que nos enseñasen las posiciones y los conocimientos básicos de las disciplinas que nos gustaban. Luego, tanto Weikath como yo, las poníamos en práctica y las desarrollábamos día a día. Me imagino que Kai habrá hecho lo mismo.

En ese momento, el elfo advirtió algo que lo inquietó profundamente: a la tímida y callada niña generar una esfera de fuego del tamaño de su torso, para luego evaporarla enseguida con un ademán.

--Y aquella pequeña…Jevil, creo. ¿Cómo es que pudo hacer eso?

--Es aprendiz de hechicería, ¿no te lo había mencionado?

--Pero no la vi invocar un hechizo o examinar un libro de conjuros.

--Tendrá buena memoria—la muchacha se encogió de hombros.

--¿Sabes algo sobre la magia negra?—la seriedad de su perfil desvaneció la atmósfera cordial.

--No demasiado—se avergonzó.

Jericko prosiguió observando la faena de la niña. La vio charlar sobre algún tema inaudible con Weikath y después devolverle con un poder invisible las dagas desde el tronco en donde se habían atascado.

--Los conjuros absorben parte de tu espíritu y al ser utilizados, se borran de tu mente como si nunca hubieran existido. Es por eso que las hechiceras y los magos llevan siempre consigo sus escritos y pergaminos.

--Ella los trae, yo se los he visto.

--Pero no los consultó antes de hacer lo que hizo, ni tampoco murmuró las palabras mágicas correspondientes.

--¿Hay que murmurar palabras mágicas?

Jericko le dedicó un gesto hosco, como si sintiera estar perdiendo el tiempo ya que el tema a explicar era muy dificultoso. De a poco, la situación le estaba revelando las respuestas a ciertas preguntas que se había hecho al sentir la poderosa aura en la posada. Y le formulaba otras más intrigantes.

--¿No conoces de dónde pudo obtener ese don?

--¿Don?—la mirada de Vibeke manifestó sorpresa—No…ya te lo dije, ella se nos unió a lo último. Hasta ese momento, creo que nunca nos habíamos cruzado.

Extrañado y acosado por la incertidumbre, el elfo puso mayor empeño en examinar las pericias de los jóvenes a su alrededor. De modo que se asombró al ver la puntería exacta con la que le atinaba Weikath a sus propias armas, una vez que éstas habían llegado a destino, una superpuesta con la otra. Y aún más al contemplar los movimientos de esgrimas tan complejos como perfectos llevados a cabo por Kai, frente a los resplandecientes rayos del sol. Fue entonces que su curiosidad despertó.

--¿Quiénes son ustedes, chicos?—preguntó misteriosamente.

--No te comprendo.

Y con ella la suspicacia.

--Una muchacha con el mayor talento con el arco y la flecha que he visto en décadas, acompañada por un joven virtuoso de las armas manuables, otro con el conocimiento de la lucha de un guerrero con diez años de entrenamiento y otra con un terrible poder desconocido. Y me dices que no tuvieron adiestramiento

--Perdona—Vibeke no esperaba esa reacción y se sintió arrinconada--, pero…no te estoy mintiendo.

El lobo se incorporó exaltado de la posición de siesta en la que estaba.

--Eso es lo que más me inquieta—dijo, luego de un silencio prolongado.

Weikath seguía concentrándose en la dirección de sus dagas cuando escuchó los tonos más altos de la plática. No llegaba a deducir lo que decían, pero al observar los movimientos nerviosos del lobo, pudo detectar que ya no eran palabras de amistad las que se estaban intercambiando bajo el árbol. Sonrió con malicia y arrojó sin mirar su último instrumento volador antes de aproximarse al lugar.

La daga, por supuesto, dio en el blanco.

--¿Ya te convenciste?—le preguntó a Vibeke mientras caminaba.

La muchacha interrumpió la aún suave discusión.

--¿De qué?

--Parece que todavía no.

El elfo no estaba de humor como para escuchar nuevamente mensajes de sarcasmo y provocación. Además, por fin estaba teniendo una permutación de ideas con un ser humano sin llegar a esconderse o pelear luego.

--¿Nos podrías disculpar y dejarnos solos, por favor?—le dijo ya sin su cordialidad, pero sin olvidar la educación.

--En este momento, no—la contestación careció de todo lo anterior.

--Estamos conversando tranquilamente—añadió Vibeke, como para que se apaciguara. Aunque sabía que en realidad esta contienda lo estaba regocijando.

--Agradece que te hayan enseñado el dialecto humano ya que si no, no tendrías con quién hablar.

El lobo comenzó a gruñir.

--¿Acaso te he hecho algo en tus vidas pasadas, niño?—se incorporó amenazadoramente--¿Qué diablos crees conocer como para dirigirte a mí así?

--Buena conjugación, aprendiste bien.

--¿Qué es lo que estás buscando? ¿Lo mismo que todos los de tu especie?

--¿Lo encontré?

Jericko rió con desprecio.

--Siempre igual.

Vibeke se mantenía callada a un costado, apenada por pertenecer a la raza que tanto aborrecía su anterior confidente. El cual tenía que acariciar a su mascota para que no atacase.

--Ya han acabado con todas las razas diferentes a ustedes por las mismas razones: arrogancia, ambición, desprecio por lo distinto, hambre de poder. Parece no importarles nada con tal de cumplir sus objetivos.

El elfo parecía descargar en Weikath años de silencio y decepciones. Pero el muchacho, lejos de estar irritado, sonreía cínicamente mientras lo escuchaba.

--¿Hasta dónde quieren llegar? ¿Quieren ahora arrasar con su misma especie una vez más?

--¿Cómo dices?—preguntó Vibeke, atónita.

Pero Jericko ni le prestó atención.

--Elfos, enanos, kenders y todas las demás. Para ustedes fue todo lo mismo. Sólo un escalón más para pisar antes de llegar a la cima de la dominación. Y una vez allí, convertir a este mundo en la cuna de la corrupción y el maltrato al prójimo. ¿Está eso escrito en los libros de historia? ¿Está descripta detalladamente la erradicación completa de millares de seres vivos sólo por su condición de heterogéneos? Será porque siempre la escriben los ganadores.

El elfo escupía un vocablo tras otro como si con ello pudiera deshacer varias de las injusticias y horrores que había vivido. Pero se dio cuenta de que no hacía mella ni mucho menos en el muchacho por la expresión desvergonzada en su rostro.

Miró a una Vibeke cabizbaja y muda, sin nada que pudiera aportar, luego se sintió un idiota por discutir con un joven insolente que poco conocía de la realidad y que, al parecer, lo había llevado hacia donde él quería. Tomó un puñado de tierra bajo sus pies y se la arrojó sin furia, sin sentimiento de venganza, sólo con desilusión, a la cara de Weikath.

--Esto es lo que pienso de "tu" humanidad.

Y se alejó en rumbo a la ciudad tras hacerle un ademán a su fiel mascota para que lo siguiera.

Las facciones apesadumbradas de Vibeke hablaban por ella. Sólo necesitó intercambiar miradas con su amigo para que éste entendiera lo que estaba pensando. Sin embargo, el muchacho no dejaba de sonreír bajo esa pequeña capa de mugre.

--Me está empezando a agradar este elfo.

A pesar de haberles dicho sus padres en varias ocasiones que regresaran para almorzar, los dos amigos eligieron hacerles caso omiso y seguir correteando por el prado de la afueras de Hollows. Rara vez obedecían al instante los mandatos de sus progenitores, y más si acarreaban la suspensión de los juegos de competencias que tanto les gustaban. Por eso generalmente acudían a saciar el apetito cuando todos en su familia ya habían terminado.

--¿Al mejor de cinco juegos?

--Ya estoy cansado, mejor nos vamos ahora. Siempre me quedan los restos.

Su amigo se rió.

--Entonces gané.

--Eso quisieras.

--Uno más al menos. Hasta el viejo nogal, atravesamos los troncos y

Se interrumpió a sí mismo al ver una sombra extraña en el firmamento. Al aguzar la vista, advirtió que se acercaba hacia la ciudad tomando la dirección de su prado de esparcimientos.

--Mira arriba, enano.

--¿Hacia dónde?—dijo, después de refunfuñar por enésima vez por el sobrenombre.

Le señaló la dirección de la sombra.

--¿Qué es? Es muy grande para ser un pájaro.

--Tendremos que esperar, porque viene hacia aquí.

A medida que se acercaba, la figura se volvía más majestuosa. Sobresaliendo de ella grandes deformaciones que se llegaban a distinguir como miembros de un cuerpo alargado y gigantesco.

--¿Será…? Increíble.

--¿Ves lo mismo que yo?

A una distancia de cientos de metros, comenzaron a divisarse escamas protectoras en lo que se podría describir como el torso de una oscura criatura viviente con titánicas alas concebidas por poderosas membranas marrones y un cuello largo que culminaba en una pequeña cabeza espeluznante. Su vuelo acrecentaba en velocidad mientras descendía desde las alturas reinantes.

Uno de los niños agitó su mano como si la estuviera saludando o invitando.

--¿Qué haces, idiota?

--Quiero verlo de cerca. Nunca imaginé que me toparía con uno de mis seres favoritos de los cuentos de mi padre.

--¿Y crees que te prestará atención?—dijo entre risas.

Pero como contrariando sus palabras, la bestia modificó su trayectoria de vuelo, dirigiéndose hacia ellos.

--¿Qué decías?—preguntó cínicamente.

--Espera…--se inquietó su amigo, quedándose perplejo ante lo que estaba viendo.

El ser volador abultó su torso como si estuviera aspirando excesivamente de la atmósfera el alimento vital para sus pulmones y descargó desde sus fauces una colosal llamarada que abrasó gran parte de la superficie. De los árboles, las plantaciones y todo ente viviente a cincuenta metros a la redonda no quedaron más que cenizas.

HIJOS DE BODOM