Hijos de Bodom (4: Raíces)

Habilidades que salen a la luz. Un extraño individuo...

Capítulo 4: Raíces

El agua parecía descender danzando desde las altas cumbres nevadas de las montañas Eldran. Luego de juguetear con las pequeñas cuevas de las laderas, entrando y saliendo de su interior, caía como una catarata de grandiosa belleza contraria a su tamaño. El lago en donde moría el flujo que parecía de cristal líquido reflejaba el paisaje de media mañana con el sol lo suficientemente brillante como para dificultar la vista humana. Cerca de la orilla, donde terminaba la pradera de pasturas irregulares pero de un color verde destellante, los cuatro miembros de un grupo tan joven como heterogéneo en cuanto a sus personalidades disfrutaban la apacible figura que les brindaba la vida silvestre del continente más hermoso del mundo. Entre los coloridos y cambiantes amaneceres, atardeceres y crepúsculos observados en las últimas semanas de caminatas y aventuras bajo el cielo de Bodom, nunca habían quedado tan obnubilados como con aquélla inspiración de obra de arte natural, completada por inofensivos integrantes de la fauna alada surcando la altura celestial.

--Qué preciosura--le dijo Weikath, sentado con sus piernas cruzadas, a Jevil, quien se encontraba a su lado.

--¿El paisaje o yo?--preguntó Vibeke recostada en la orilla delante de ellos, con sus pies tocando la corriente helada.

--Creo que la respuesta es obvia.

La muchacha sonrió al tiempo en que apoyaba la nuca en sus manos. Esperaba una contestación como esa.

Kai se encontraba apartado, ejercitando golpes de esgrima aprendidos meses atrás y pocas veces puestos en práctica real. El suave calor primaveral atentaba contra su esfuerzo provocando que gruesas gotas de sudor resbalasen por su frente. Los movimientos bruscos de la espada perforaba el aire dejando estelas residuales de luces invisibles para el ojo humano no entrenado. Movimientos que requerían de una gran experiencia en batalla para ser perfeccionados, la cual escaseaba en el joven pero voluntarioso guerrero.

--Estamos cerca de Hollows--dijo Jevil consultando con sus difusos mapas del continente.

--Espero que sea una aldea un poco más divertida que las últimas que visitamos.

Las palabras de Weikath sonaron a desilusión.

--No es una aldea, es una ciudad.

--Bueno--se le levantó el animo--, al menos encontraremos tiendas más respetables con cosas interesantes para comprar.

--Si tuvieras dinero, claro--gritó Vibeke.

--Lo tienes tú, tacaña.

--No, niño, lo que tengo no es tuyo, es de todos nosotros. Yo no corté arbustos y arreglé jardines para que tú te lo gastaras en porquerías.

--¿Y lo prefieres guardar para seguir caminando y arreglando jardines? ¿Dónde quedaron tus impulsos rebeldes? ¿Los perdiste con el arco?

--¡Cierra la maldita boca si no quieres que te la rompa!

--Bueno, tranquilícense--ordenó Jevil.

Weikath resopló y se recostó también en el césped mirando hacia el cielo, descifrando los garabatos que formaban las pocas nubes en lo alto.

--Tranquilidad es lo que sobra, creo que hay demasiada--dijo--Ni siquiera nos han atacado bandidos al menos.

Jevil lo miró extrañado.

--Tienes deseos extraños, Weikath.

--Si anhelara tanto esta paz, me hubiera quedado en Peacefalls.

Cerró los ojos, encandilado por el sol.

--Tampoco he podido conocer lindas chicas.

--Por el bien de ellas, mejor sigue observando el paisaje--gritó su pelirroja amiga.

Kai se acercó luego de haber terminado su rutina de entrenamiento y enfundó su espada con el suficiente ruido como para llamar la atención en forma adrede.

--¿Ya están peleando otra vez?

Hollows representaba un punto importante en las cartografías oficiales del reino. Situado en el centro sur, donde los cerros y las altas cadenas montañosas enfriaban el clima con sus deshielos constantes todo el año, se mantenía alejado de la influencia y los contactos políticos de la monarquía. Su cuantiosa población había aprendido a realizar todas las labores necesarias para el normal funcionamiento de la comunidad sin necesidad de la ayuda de otras aldeas cercanas, obteniendo de esta forma una independencia económica envidiada por las demás ciudades sureñas. Como en toda metrópolis, se podía registrar un gran movimiento de masas por las calles yendo de aquí para allá, utilizando los últimos minutos de trabajo antes de suspenderlo para el almuerzo y, si se precisaba, la siesta reparadora.

Pero lo que los jóvenes visitantes notaban, además, era un ambiente particular en el camino principal a medida que marchaban por él. Muchos detalles festivos colgaban de las ventanas de las viviendas de firme construcción y rígidos techos de tejas marrones, bastante parecidas entre sí. También había proclamas de bienvenida situadas en cada esquina, como esperando las sonrisas cómplices de los extranjeros. Los cuales se podían divisar por doquier: personas de diferentes etnias, colectividades y clanes se confundían entre la muchedumbre dejando de lado cualquier desavenencia por xenofobia o discriminación. Los cuatro muchachos jamás habían asistido a una situación semejante.

--Vaya, aquí sí que hay gente de todas las clases—dijo Kai.

--Algo debe de ocurrir—explicó Jevil—Es normal el barullo en las ciudades pero esto es excesivo.

--Además, parece como si hubiera una especie de clima festivo—agregó Vibeke.

Weikath se había quedado rezagado, observando con poco disimulo a un individuo sentado al costado de un sucio callejón. La capucha marrón del sujeto recubría por completo su rostro, dejando ver sólo una sombra negra. La falta de iluminación por lo recóndito del lugar sugería que su elección había sido premeditada.

--¿Sucede algo?—preguntó Kai acercándose a su compañero de viaje.

El joven rubio no contestó.

Un lobo gris de magno porte hizo su aparición saliendo desde las sombras y situándose al lado del misterioso individuo, recostando su hocico sobre sus patas delanteras. Al cabo de unos instantes de haber cerrado los ojos, percibió la presencia de los intrusos y comenzó a gruñir mostrando sus afilados colmillos, lo cual provocó el abandono de la postura inmóvil de su supuesto amo. De no ser por la oscuridad de su perfil, los muchachos hubieran jurado que sus miradas se habían encontrado.

--Ni a los perros les caes bien—dijo Kai sonriendo.

Weikath actuó como si no lo hubiese escuchado. Durante unos segundos más siguió observándolos en silencio.

--Es un lobo—dijo por fin mientras recomenzaba la marcha.

Antes de llegar hasta donde estaban los demás miembros del grupo, un letrero pegado sobre el muro de un negocio de pieles llamó su atención. Luego de leerlo, les pidió a sus compañeros que se aproximasen con un ademán.

--Con esto contestamos las dos preguntas que nos hacíamos: ¿qué es lo que ocurre en Hollows y qué es lo que podemos hacer aquí para conseguir dinero?

El cartel rezaba:

14° CAMPEONATO INTERESTATAL DE PUNTERÍA Y PRECISIÓN

(ARCO Y FLECHA, LANZA, DAGA, CUCHILLO)

GRAN RECOMPENZA PARA EL GANADOR

Inscripción en el consulado hasta el día de la competencia inclusive

Weikath miró a Vibeke esperando a que ella hubiera entendido sus dichos con solo leerlo. Pero no lo hizo exactamente de la manera en que su amigo creía.

--Parece que tendrás que mostrar tus dotes con las dagas, Weiki.

--No me refería a mí, tonta, sino a ti.

La muchacha le lanzó una mirada interrogativa.

--¿Es una broma?—preguntó.

--Claro que no, esta es una buena oportunidad para que les demuestres a todas las comunidades presentes lo que puedes hacer.

--Es muy tentador—asintió cínicamente--, pero creo que te olvidaste de un detalle diminuto: ¡no tengo arco, idiota!

--Pensé que te ibas a imaginar que ese no era un problema para mí. Deja que yo me ocupe de eso.

Y miró con picardía a la joven hechicera, quien le devolvió la mirada sin comprender lo que tenía en mente.

--¿Por qué tiemblo cada vez que me miras así?

La tienda de Oyster Bransom se diferenciaba de las restantes por su gran variedad de armas y por la calidad de sus artesanías. La mayoría de su mercadería era adquirida de extranjeros o comprada en mercados de otros estados del reino e incluso en otros continentes, pero sus más preciados valores a la venta los comprendían las espadas, cuchillos y arcos de diseño propio y excelentes materias primas. Así fue como se convirtió en la preferida de los viajeros habituales en busca de reliquias y de los participantes de las competencias anuales.

Pasado el mediodía, la actividad mermaba en la tienda hasta el punto de estar desértica. Antes de cerrar para almorzar, el dueño advirtió la presencia prolongada de una niña de rizos rubios que brillaban como el sol a esa altura del día, quien observaba los bastones de mago y los cetros plateados apoyados sobre un mostrador muy bien adornado con piedras preciosas falsas pero dotadas de hermosura. Al deducir que aquélla pequeña no planeaba marcharse de un momento a otro, decidió acercársele.

--Preciosos los bastones, ¿no?—le dijo con cordialidad.

Jevil asintió sin perder de vista a los instrumentos mágicos.

--Son de Anke—prosiguió--, el continente al este de Bodom, más allá del océano de Candria. Algunos de ellos pertenecieron a famosos hechiceros muy poderosos...

Oyster le explicaba con entusiasmo suponiendo que, por la corta edad de su interlocutora, era muy posible que ignorara de geografía e historia.

--Sí, los reconozco—interrumpió Jevil.

--¿Perdón?

El dueño de la tienda hizo un gesto de suspicacia al creer haber escuchado que la pequeña tenía información sobre instrumentos con tanto poder que hasta habían sido prohibidos por el Consejo Supremo de Hechicería.

--No…, que….reconozco el material de las esferas de los bastones—se sonrojó—El cristal de Anidrium es muy abundante en Anke.

Oyster sonrió.

--Son mis gemas invaluables—dijo con orgullo—No están a la venta, los tengo aquí sólo para exhibirlos. Solamente me libraría de ellos si lograra canjearlos por un arma o armadura rara de colección que valiese la pena.

--Y sabiendo positivamente que a aquella persona agraciada no se le ocurriría destruir el mundo—completó la niña riendo simpáticamente.

--Sí, claro—rió mientras enarcaba una ceja, volviendo a pensar si la joven realmente estaba al tanto del poder de ellos.

Jevil se volvió hacia las espadas exhibidas a un costado que brillaban como si hubieran sido forjadas el día anterior.

--Adoro las armas antiguas. Cada una cuenta una historia fascinante de honor y lealtad. Me encantaría saber a quiénes pertenecieron—señaló a una con la cuchilla ancha en donde resplandecía una inscripción grabada en idioma ilegible.

--Ah, esta reliquia data de las batallas más cruentas de la Guerra Épica. Su amo era Gilthen, uno de los generales con más condecoraciones del batallón Estrella Negra del reino. Cuenta la historia que asesinó a todo un ejército de goblins con esta espada en una noche—rió apocadamente--Aunque bien se sabe que siempre hubo exageraciones en las páginas de los libros.

--Increíble.

Luego de mostrar gran interés por el relato, Jevil bajo la mirada.

--Es una lástima que viviendo en la misma aldea no haya podido relacionarme más con Ralf Evanns—comentó a propósito--Él realmente debe de tener muchas anécdotas y conocimientos sobre armas gloriosas.

--¿Eres de Peacefalls?

--Sí—ahora entendía porqué una vez Kai le había dicho que su primer anhelo era volverse tan famoso como su padre—Pero vivo del otro lado del río y mi madre nunca me dejó traspasarlo por lo caudaloso que es.

--Ese hombre sí que es un artesano extraordinario. Yo lo conocí hace muchos años, cuando todavía no ponía en práctica su talento. Después me enteré de la clase de espadas y cuchillos que forjaba y no lo pude creer. Que haya desperdiciado tantos años de su vida en los cultivos…Pero cuéntame, niña, ¿qué haces acá tan lejos de casa?

--Vine a acompañar a mi primo que se inscribió en el torneo de este año—Jevil no sabía ya cómo disimular el pudor de mentir--Es bueno con en el arco y la flecha.

--¿Tiene un buen arco tu primo? Yo podría mostrarle unos de roble con cuerdas de finísima calidad a un módico precio. Tengo algunos en exposición en la parte de atrás de la tienda. Si quieres te lo puedo ir a buscar para que

--¡No! No…., no hace falta. Él usa el arco que perteneció a mi padre. No es de muy buen diseño pero ya se acostumbró.

--¿Es la primera vez que participa de este torneo?—se atusó su bigote amplio y negro como su cabello.

--Sí, todavía no es un experto. En realidad vinimos a divertirnos más que nada.

--Me parece bien, es que de eso es en verdad de lo que se trata todo esto.

Siguieron platicando unos minutos más sobre relatos heroicos hasta que la niña se percató de que su objetivo ya estaba cumplido.

--Me encantaría seguir escuchando estas historias pero no quiero hacerle perder más tiempo de su almuerzo. Y mi primo me debe estar buscando.

--No me es ninguna molestia. Si quieres, vuelve a la tarde cuando esté cerrando y te contaré la vida de uno de mis antepasados.

--Todo depende de cómo evolucione en el torneo. Le estoy muy agradecida.

Jevil lo saludó con un ademán y se retiró dejándole a Oyster un grato recuerdo de cuando hablaba con su pequeña hija sobre fantasías y sueños de aventuras.

--Veamos…--dijo Weikath reconociendo el inventario--, arco de cedro con cuerda de diamante; de roble tallado artesanalmente con grabados que…no sé lo que dicen; de íbice con forma asimétrica, no creo que te sirva; de madera fina de pino, pero la cuerda es de muy baja calidad; éste es bueno: tiene la forma simétrica que tenía el de tu padre, pero con más masa en las puntas para mayor precisión.

--No me gusta—dijo Vibeke, observando las armas con ojos de niña con juguete nuevo—Prefiero éste, es mejor para disparar a grandes distancias.

Agarró de entre el montón a un arco compuesto hecho con madera de fresno bonitamente esculpido, con curvas cinceladas formando un grabado inteligible. La cuerda estaba hecha con un material que el muchacho no pudo deducir, pero que parecía bastante fuerte y flexible a la vez.

--Como quieras.

Weikath le pidió el arma elegida y la sumergió en un recipiente con pintura negra. Luego tomó su cuchillo y desarregló horrorosamente la perfección del texto labrado.

--Prométeme que los devolverás luego de torneo—le dijo Jevil seriamente.

--Te lo juro por mis padres.

Apoyó el nuevo arco de Vibeke en un pequeño muro bajo el sol ardiente del mediodía para que se secase, escondiendo después los demás instrumentos descartados en el lodo de una zanja hedionda, sabiendo que nadie se atrevería a meter la mano allí.

--Jura por algo que te importe un poco al menos—le espetó la muchacha pelirroja.

Por suerte para la pareja de amigos, el consulado todavía mantenía sus puertas abiertas para la inscripción. Los últimos competidores rezagados se encontraban esperando su turno en la amplia sala del centro de la morada preparada para la ocasión a pocos pasos del palacio de gobierno. Algunos habían tardado más de lo planeado en sus respectivos viajes hasta Hollows, equivocando caminos y perdiéndose en los bosques aledaños. Aunque ellos habían sido los más afortunados. Otros con menos suerte nunca llegarían, cayendo presos de la inseguridad propia del reino a manos de los bandidos nómades.

Luego de aguardar un largo rato, por fin Vibeke y Weikath llegaron a ser atendidos por el procurador a cargo de los datos y reglas del torneo que año a año mejoraba notablemente el bienestar económico de los ciudadanos.

--¿Nombre?—preguntó el procurador mojando en tinta negra su pluma, lista para escribir en los papiros oficiales.

--Vibeke Saphire.

--¿Edad?

--Veinte.

Weikath arqueó su ceja izquierda, observándola con suspicacia.

--¿Tipo de competencia?

--Arco y flecha.

Pasados unos minutos y varias preguntas de relleno más, el procurador les entregó unos pliegos de papeles prolijamente grabados con un dibujo pentagonal que contenía un león y un tigre en el centro, el cual representaba el escudo de Hollows.

--Son las reglas del torneo. Léanlas con detenimiento, por favor.

Los muchachos agradecieron al tiempo en que el infrascrito llamaba al siguiente postulante para competidor.

--Así que tienes veinte años—le dijo Weikath a su amiga mientras salían del establecimiento--¿Pasaron muchas cosas en el tiempo que estuve congelado?

--No sé si hay un límite de edad, quizás no me hubieran dejado participar. Además, aparento tener más años de los que tengo.

--Dile eso a tus curvas subdesarrolladas.

Vibeke instintivamente miró de reojo a sus pequeños senos, motivos por los cuales siempre había tenido desprecio por su cuerpo.

--¡¿Alguna vez vas a decirme algo bonito?!

--Te soporto, con eso es más que suficiente.

--¡Qué tendría que decir yo!

Afuera los esperaban Kai y Jevil con el nuevo arco preparado y el carcaj llenado con flechas prestadas por un viejo amigo del padre del joven guerrero, quien lo había reconocido a pesar de haberlo visto bastante tiempo atrás.

--Apúrense que comenzará en cualquier momento—les dijo el robusto muchacho.

--No se preocupen, mi turno es uno de los últimos—explicó Vibeke, leyendo las normas del torneo con atención.

--¿Tuvieron que pagar algo para inscribirse?

--Por suerte no, seguramente las ganancias las tienen por la cantidad de visitantes que recibe la ciudad.

--¿Tú también te inscribiste?—le preguntó a Weikath.

--No, nunca me gustó ser el centro de atención.

Vibeke les hizo un simpático gesto de negación informando a Jevil y Kai que estaba mintiendo.

--Por cierto, vayan pensando qué harán con el dinero—

El muchacho rubio

habló con la seguridad que lo caracterizaba, lo que molestó a Jevil.

--¿Por qué están tan seguros de que va a ganar? Aquí se encuentran los mejores maestros de arquería de todo el continente.

Weikath y Vibeke se miraron al mismo tiempo y sonrieron.

La competencia estaba por comenzar. El pregonero leyó a la audiencia las reglas principales de clasificación, la forma de eliminación de los perdedores y los premios—consistentes en una gran suma de oro y una preciosa arma a elección--, dando paso a la primera ronda de arco y flecha, la más importante de todas, relegando valor y popularidad a las de precisión con daga, lanza y cuchillo, las cuales se llevaban a cabo en otros terrenos de la gran pradera central de Hollows.

Uno a uno fueron pasando las decenas de participantes demostrando sus destrezas en las primeras pruebas poco dificultosas, que se trataban simplemente de acertar en el blanco a poco menos de veinte metros de distancia. Luego les seguirían ensayos más rudos, culminando la última de las rondas de exclusión con una prueba llamada "ojo de águila", consistente en atinar a un pequeño adminículo entre los árboles.

Pocos fueron los que clasificaron para las instancias finales, entre ellos Vibeke, quien había pasado desapercibida en los primeros momentos para luego ser foco de casi todas las miradas por su corta edad y su extraordinaria puntería. Había sido la última en participar de la prueba más difícil anteriormente mencionada, dejando a todos con la boca abierta al acertarle con fuertes vientos a una manzana escondida entre las ramas de un árbol a una longitud de cincuenta metros.

La etapa conclusiva era una competencia de todos contra todos en donde los dos que obtenían más puntos jugaban la final por el trofeo, quedando para los perdedores premios consuelos según su desempeño. Los participantes fueron pasando las fases con altos puntajes hasta llegar a la última ronda, extremadamente difícil. Ésta estaba conformada por un juego simple: tiro a un blanco circular pintado que se alejaba cada vez más, multiplicando los puntos según la cantidad de metros de distancia. La dificultad residía en que la primera longitud era de cien.

Una diferencia que se percataba entre los inicios de la competencia y las etapas finales era la del comportamiento de la multitud. A sólo un participante en particular se le respetaba el silencio necesario para la concentración al apuntar, mientras que a todos los restantes se los molestaba con un bullicio considerable. Y con Vibeke no había excepción.

--Qué groseros—les dijo una indignada Jevil a Weikath y Kai, quienes espectaban el torneo desde un costado próximo a su amiga concursante.

--El muchacho al que no lo inquietan es el crédito de esta ciudad—explicó Weikath—Le vi portando una armadura con el escudo. Debe ser uno de los guardias jóvenes.

--Pero eso no les da derecho a lo que están haciendo con los demás—dijo Kai.

--Las reglas son claras: lo único que está prohibido es tocar o lanzarle algo al competidor cuando está por tirar. Lo toman al pie de la letra.

Vibeke, en medio de un griterío malicioso, lanzó su flecha y acertó sin problemas al primer círculo.

--Pero no se preocupen, a ésta chica nada la incomoda. No tienen una idea de lo que puede hacer.

En efecto, la muchacha pelirroja siguió asombrando cada vez más a los espectadores hasta un punto tal de que dejaron de molestarla y comenzaron a aplaudirla una vez ocurrido el fallido intento al blanco de doscientos metros por parte del oriundo de Hollows. Con el correr de las etapas, solamente ella y uno más seguían en competencia por los puntos, asegurándose de esta manera el pase a la gran final. Y luego de haber su rival errado por poco al círculo central de los doscientos cincuenta, lo único que quedó por saber era hasta qué distancia podía llegar a atinarle Vibeke.

Al notificar el pregonero con su altavoz la cercanía a la marca máxima de cuatrocientos metros en la historia del torneo, la muchedumbre comenzó a encumbrarla.

--¿No les dije?—dijo sonriendo pícaramente Weikath.

Definitivamente, Vibeke se había convertido en la atracción principal del día. No sólo había sorteado las distancias sin inconvenientes sino que había pedido además, para diversión del público, que se dejaran las flechas insertadas en su sitio y que se utilizase el mismo blanco para que, de esa manera, las nuevas se clavaran en la parte trasera de las anteriores. Y así fue como alcanzó la longitud de trescientos cincuenta metros, una anterior al de la marca mayor. Una vez compitiendo por ella, y cuando todos esperaban una extrema atención para apuntar, la muchacha miró a Weikath con una sonrisa y, haciéndole un guiño de ojos, lanzó la flecha que terminó por clavarse exactamente en la vara central de la preliminar--al igual que la anterior--, lo que le valió una cálida ovación. Con todo listo para igualar la marca y Vibeke practicando la puntería tensando la cuerda vacía de su arco, su amigo se le acercó.

--Ahora comprendo la causa por la que no quisiste participar del torneo—le dijo la joven con una sonrisa bribona—Tenías miedo de que te comparasen conmigo.

Weikath rió.

--Creo que le vas a errar—le dijo sin más.

Vibeke soltó una pequeña carcajada.

--¿Quieres apostar?

--No, sabes que no me gustan las apuestas cuando no dependen de mí.

--Bueno, entonces vete que estás cubriendo la vista de las personas que sí me aprecian y me halagan—se acordó del suceso posterior a la inscripción.

Escuchada la señal de autorización, extrajo una flecha del carcaj, la colocó en la cuerda y se preparó para lanzar en medio de un gran silencio expectante.

--Está bien, apostemos—interrumpió Weikath—Si yo pierdo, haré lo que quieras. Pero si tú pierdes…--y completó la frase susurrándole al oído.

Vibeke abrió los ojos al máximo por las palabras de su amigo y disparó accidentalmente. La flecha surcó los aires y se clavó en las ramas interiores de un árbol cercano, muy lejos del blanco pretendido. El gentío dio un suspiro de desilusión.

--Creo que mataste una ardilla—dijo el muchacho secamente, pero carcajeándose por dentro.

Su amiga le dirigió una mirada asesina. A la distancia se logró ver a un cuerpecito caer desde las alturas del árbol, atravesado por una flecha.

--Sí, era una ardilla.

Vibeke no tenía palabras, sentía tanto enfado que lo podría haber liquidado a golpes si no hubiese estado en público.

--No te preocupes por la apuesta, no te la haré cumplir, presumida—dijo mientras se retiraba.

El rostro de la pelirroja se ruborizó por completo con sólo imaginarse pagándosela.

--¡¡Yo nunca la acepté!!

Algunos de los concurrentes, habiéndose dado cuenta de lo sucedido, empezaron a reír entre ellos. Al escuchar del pregonero la llamada para el descanso antes de la gran final, Vibeke arrojó el arco al piso con furia.

Por haber estado tan pendiente de las destrezas de su amiga, Weikath no había advertido sino hasta los momentos finales que el rival a vencer en el duelo definitivo era un personaje conocido por él. Se trataba de aquél extraño encapuchado que había visto en el callejón horas atrás. Con la mirada buscó a su lobo compañero, encontrándolo escondido entre los arbustos colindantes.

--Mira a quien tenemos aquí—le susurró a Kai en medio de la aglomeración más cercana al campo de tiro.

--No me había dado cuenta de que estaba participando.

--Debió de haber sido uno de los que se encontraban tirando en el otro extremo de la pradera.

--Hay algo raro en él—dijo Jevil

--¿También lo sentiste?

La pequeña asintió.

--Tiene como un aura fuera de lo común.

El estilo visual del individuo no había variado: su ropaje sucio y desaliñado hacían juego con la capucha que seguía cubriendo su rostro, dejando ver sólo el mentón. Sin embargo, el arma con el que competía contrastaba bastante con lo harapiento de su vestimenta. Era un arco largo detalladamente tallado con piedras semipreciosas y con grabaciones de hermosas figuras geométricas deformadas. A primera impresión, debía de costar una fortuna.

Las fanfarrias dieron comienzo al cotejo definitivo. Las pruebas eran diferentes a las anteriores, en esta ocasión había que demostrar tanto precisión como velocidad al apuntar. En total eran cinco--aunque el torneo podía resolverse en una sola—, en las que el competidor sólo tenía que acertarle a un blanco en movimiento. La forma de evaluación era individual. Si uno obtenía un buen resultado y el otro no, había un ganador; y si ambos alcanzaban igual resultado, se pasaba a la siguiente o se repetía, según lo acontecido. Como ninguna pareja había logrado llegar a jugar la quinta, nunca se había pensado en aumentar el número.

En suerte, primero le tocó a Vibeke tratar de sortearla. Para esta ocasión, la muchacha no se anduvo con rodeos ni juegos, sino que se empeñó en poner una especial concentración. Se arregló por enésima vez su mitón de cuero de la mano derecha y apuntó hacia el horizonte esperando a que se lanzara el objeto a penetrar. Para desconcierto de ella, éste no fue un cuerpo inanimado sino un conejo que habían soltado con una manzana atada en su cabeza. La multitud rió en un primer momento al descubrir el blanco, pero luego desaprobó en voz baja la puesta en peligro de una vida animal.

El mamífero se apresuró a huir, por lo que a medida que Vibeke perdía tiempo en apuntar, el objetivo se le alejaba cada vez más. Recién logró disparar cuando éste se encontraba a más de cincuenta metros. Al perforar la flecha a la manzana sin haber lastimado a la criatura, el gentío la ovacionó.

Por su desempeño mostrado anteriormente, nadie creía que el encapuchado podría superar esta prueba; pero para asombro de todos, la terminó resolviendo en mucho menor tiempo que Vibeke.

La segunda era igual en cuanto a lo comprendido, pero en este caso sería nada menos que un águila el animal liberado para el posible sacrificio. La joven entró en pánico. Sabía que era una única flecha la que podía lanzar y para colmo el viento había comenzado a soplar con más fuerza que antes. Dejó pasar unos segundos hasta que el vuelo del ave se posicionase en línea recta y disparó. Ni ella misma pudo creer el resultado: le atinó a casi doscientos metros de distancia a un objeto que apenas si se alcanzaba a ver en la inmensidad del cielo. Por primera vez, la muchacha festejó con un saltito de alegría.

Con el soplido del viento, Weikath pudo detectar desde su perspectiva las facciones del encapuchado al moverse su capucha un poco hacia atrás mientras entraba en el campo. La fisonomía y lo lampiño de su rostro, así como su cabello platinado, le permitieron recordar ciertas imágenes que había visto en libros antiguos de historia. Al prestarle más atención a los movimientos con su arco, descubrió una particularidad en la forma en que lo asía. Y eso alimentó más sus sospechas, por más increíbles que éstas fueran.

Apenas liberaron al águila, el encapuchado disparó contra su cabeza y le acertó a la manzana con tanto poder y rapidez que ésta estalló, cayendo pequeñas rodajas al piso para fortuna de los insectos del verde césped. Tal acción despertó más estupor que aplausos, fruto del poco carisma que había demostrado el individuo.

Los nervios de Vibeke aumentaban a cada momento. Pensaba ya que era injusto que ella siempre fuera la que tenga que soportar el factor negativo de la sorpresa. Además, su contrincante parecía mucho más habilidoso de lo conjeturado, por lo que estaba empezando a dudar de su propia confianza. Tal fue así, que al prepararse para tirar a lo que fuera que arrojasen, sus piernas empezaron a temblar. El pasmo que le deparó observar que el blanco siguiente era otra flecha lanzada a extrema velocidad le nubló la vista. Ni siquiera pudo disparar la suya, dando por perdido su turno.

Era la posibilidad que había estado esperando su rival. Si lograba desviar al menos la flecha elegida como objetivo, se declararía triunfador del torneo. Pero a pesar de tener en cuenta esto, el encapuchado seguía con su perfil sereno, distante y misterioso.

Ante tal situación, era de esperarse que Weikath no fuera a quedarse de brazos cruzados. En silencio cruzó el campo de tiro y se acercó al sujeto.

--Tienes un lindo instrumento. ¿Las grabaciones son antiguas?—le dijo en un bajo tono de voz.

El encapuchado no le contestó y siguió practicando, apuntado hacia la nada.

--No eres muy sociable, ¿verdad?

El acercamiento y la plática de Weikath tenían para él una doble meta: quería de alguna manera destruir la seguridad del competidor y, más que nada, desvanecer las dudas acerca de su identidad.

--El crepúsculo es una de las cosas más maravillosas—prosiguió, divisando la puesta del sol en el poniente—Esa luz entre brillante y apagada deja revelar muchas sensaciones que en lo resplandeciente del día y en la oscuridad de la noche no se detectan.

El pregonero dio la señal de que en un minuto se tendría que disparar la flecha que podría poner fin al juego.

--¿Porqué no eres más carismático con la gente? Ellos te apoyarían si no fueras tan frío y misterioso escondiéndote bajo esa

--¿No tendrías que estar consolando a tu amiga?—interrumpió bruscamente el encapuchado.

Weikath sonrió.

--Ya pensaba que eras mudo.

--No te molestes—agregó mientras se posicionaba para lanzar y preparaba la flecha en la cuerda—Sé lo que estás haciendo. No funcionará.

Su voz permanecía serena, como si nada lo afectara. Fue en ese momento que una fuerte brisa nuevamente echó su capucha hacia atrás y Weikath pudo finalmente ver su aspecto en toda su dimensión. El muchacho visualizó, entonces, algo que corroboró su insólita teoría: unas huellas de cercenamiento en la parte superior de sus orejas. Con sólo eso, supo que Vibeke sería la ganadora.

--Ahora comprendo porqué siendo tan habilidoso te contentaste con sólo pasar a la ronda final—dijo, mirando hacia el crepúsculo—No querías llamar la atención como lo hizo mi amiga.

El individuo arrojó al suelo su arma y se apresuró a cubrir nuevamente su cabeza con la capucha. Fue entonces cuando Weikath pronunció una frase tristemente reconocida por él. Aquella existente en todos los relatos históricos como la antecesora al estallido de la Guerra Épica.

Aquella que condenó a sus raíces para siempre.

--Ten cuidado hacia donde apuntas,…elfo—y se retiró.

Como era de esperarse, la posada de la ciudad de Hollows era muy distinta a las de los pueblos anteriormente visitados por el grupo de jóvenes. Sin llegar a ser lujosa, en comodidades y servicio a los comensales las superaba ampliamente. Ni hablar de la amplitud del salón y la calidad de las instalaciones. Las hermosas mesas rectangulares de madera dura para cuatro personas y sus confortables sillas estaban diseminadas estratégicamente en fila de dos en dos, dejando un gran espacio entre ellas aprovechando la considerable dimensión del lugar. Sólo esperaban a que el sabor de la comida fuera tal y como se lo habían dicho.

--Por fin podemos disfrutar de una cena digna—dijo Weikath, haciéndole agua la boca el plato de carne humeante que tenía frente a él.

Alrededor de ellos se habían sentado adrede parte de la muchedumbre que había vitoreado a la gran campeona, esperando por el momento adecuado para hablar con ella. Todos habían visto la manera en que insólitamente—por la gran distancia de error--el encapuchado había fallado su tiro, para luego presenciar el instante de mayor gloria de Vibeke quien, sabiendo cuál iba a ser el objetivo, había recuperado su tranquilidad y con ella su extraordinaria puntería. Al fallar nuevamente su rival después, habiendo ya disparado sin convicción, la algarabía de la gente tapó el mensaje del pregonero, el cual proclamaba a la ganadora.

--Ahora sí que eres famosa, Vibeke—dijo Jevil con la boca llena—Tu nombre será reconocido en todo el continente.

--Qué envidia—espetó Kai, sonriendo.

La muchacha pelirroja les devolvió la sonrisa con algo de rubor en sus mejillas. Una de sus metas inconscientes se había cumplido: sus dones por fin habían sido mostrados al mundo. Y para fortuna de ella, había sido acompañada por un suculento premio en oro, además del maravilloso arco largo de cedro con cuerda irrompible hecha de diamantes negros que había elegido como arma de distinción.

--Sí, felicítenla—dijo Weikath, con una mueca pícara--, pero no olviden que si yo no hubiera conseguido ese arco, no estaríamos comiendo comida caliente.

--Por cierto—se acordó Jevil--, ¿lo devolviste a la tienda?

Weikath asintió.

--Es una manera de decirlo.

--¡¿Le vendiste su propio arco?!—gritó Vibeke, captando enseguida las artimañas de su amigo.

--Era el arco que usó la campeona, tenía mucho más valor. Por la pintura y los dibujos horribles no se dio cuenta de que había sido suyo. Estuvo presente en el torneo y vio lo que hiciste con él. Tendrías que haber visto la cara que puso cuando fui a ofrecérselo.

--No puedo creerlo—Jevil se cubrió el rostro con sus manos—Eres...—tardó en encontrar una palabra.

--Ya te acostumbrarás—dijo Vibeke con un suspiro de hartazgo.

Entre todos los presentes, en un extremo de la barra en donde los bebedores habituales de cerveza y aguas ardientes debatían sobre la economía de la ciudad, el muchacho rubio alcanzó a vislumbrar al extraño individuo tratando de pasar desapercibido bajo su túnica y capucha inconfundible. Por más que varios en la posada habían reparado de su presencia, parecía que nadie se había atrevido a acercársele para conversar.

Mientras Vibeke justamente le preguntaba a su amigo si había tenido relación alguna la caída en el desempeño de su rival y su charla con él, Weikath seguía fijando su vista en los movimientos parsimoniosos de aquél elfo, como si estuviera esperando que ocurra lo que finalmente ocurrió: con una inclinación de su cabeza, los ojos del encapuchado se encontraron a lo lejos con los de su observador.

--¿Me estás escuchando?—le preguntó Vibeke.

Al no obtener respuesta, la muchacha miró en la misma dirección que su amigo.

--¿Es él?

Tanto Jevil como Kai giraron su vista para averiguar de quién era que se hablaba.

--Parece estar molesto contigo—dijo Kai al ver esos ojos camuflados en la oscuridad de la diminuta sombra brindada por la capucha.

--¿Y eso por qué no me sorprende?—preguntó burlonamente Vibeke.

--Déjenlo—dijo seriamente Weikath--, no es quien ustedes creen.

Y miró a Jevil.

La pequeña asintió. Ya había confirmado con una ínfima charla entre ellos anterior su presentimiento sobre el aura.

--Pero, ¿no era que ya no….?—le dijo en tono bajo y enigmático, sin terminar la frase.

Weikath hizo una mueca de incertidumbre.

--Al parecer los libros exageran. Ocurrió lo mismo con los Nathrakhs.

Kai interrumpió la conversación privada.

--¿De qué diablos hablan?

Los jóvenes rubios se intercambiaron miradas.

--Es un elfo—dijo Jevil.

--¿Qué es un elfo?—preguntó el robusto muchacho.

Weikath apartó la vista de la reunión y la dirigió hacia las dimensiones del salón.

--Ya te enterarás. Creo que esto se pondrá más interesante aún.

El encapuchado se estaba acercado en silencio hasta la mesa sin importarle las contemplaciones sorprendidas de los demás. Cuando se apersonó en ella, observó las facciones de los cuatro compañeros examinándolo y retiró por fin la capucha de su cabeza, dejando ver su larga cabellera platinada y sus ojos azules.

--¿Puedo sentarme?

HIJOS DE BODOM