Hijos de Bodom (2: Solución suicida)
En lo profundo del bosque...Colmillos y afiladas garras...
Capítulo 2: Solución suicida
Habían pasado varios minutos de la medianoche y Greenhold parecía muerta. Sus calles estaban desérticas y no se oía ningún ruido a través de la pequeña ventana. De vez en cuando algún animal salvaje interrumpía la monotonía silenciosa con sus aullidos, seguidos de corridas y jadeos a la luz de la luna. No había trasnochadas en el pueblo, todos eran muy trabajadores y se esforzaban por cumplir con sus tareas al amanecer, aunque no lograran una gran recompensa por ello. Muchos se contentaban con poder comer y tener algún sobrante para gastarlo en bebida o despilfarrarlo en los juegos de la posada. Pero éstos conformaban la minoría de los habitantes, el grupo mayoritario restante luchaba por obtener los suficientes ingresos para satisfacer sus necesidades básicas. Las faenas campestres no daban buenos réditos ni siquiera en primavera ya que los valores adicionales de esta estación se los llevaba el gobierno, impuestos mediante. Definitivamente, la vida rural en Greenhold distaba de ser agradable, al menos para los que se encontraban fuera de las conexiones del poder de mando. Y el aislamiento empeoraba la situación. Pocos fueron los que tuvieron los medios para recorrer las grandes distancias y enfrentar los peligros de los caminos, reinados por una gran cantidad de especies agresivas, hasta llegar a alguno de los poblados cercanos y asentarse allí.
Entre las ventanas de todas las viviendas, de sólo una provenía luz artificial. El candelabro iluminaba tímidamente la habitación superior de la posada y a todos sus ocupantes.
--Utilizando las palabras de Jankers, "veré si entendí claramente la situación"--dijo Weikath--¿Usted nos está proponiendo que vayamos a cazar a estas criaturas a su territorio?
--Recibiendo una buena recompensa a cambio, claro--contestó Eydillion.
--¿Por qué nosotros?--preguntó Vibeke.
--Ustedes demostraron su valentía y sus destrezas esta noche. Muchos de nuestros guardias quedaron asombrados al verlos atacar a las bestias. Creemos que pueden hacerles frente. No olviden el propósito de su viaje, tú mismo me lo dijiste. Con esta misión podrían ganarse un gran nombre.
Kai, Vibeke y Jevil se miraban entre ellos como preguntándose qué tanto habían hecho como para impresionar a guerreros con vasta experiencia. Weikath se encontraba cruzado de brazos y apoyado contra la pared en un rincón, reflexionando el contexto.
El muchacho robusto de cabello negro tomó la palabra.
--Si sabían cuales eran sus dominios, ¿por qué no tomaron más precauciones?
--Hasta esta noche creíamos que habían dejado de existir en Bodom. Luego del ataque, uno de nuestros centinelas me confesó que las había divisado en una misión de rutina. Estaban reunidas en un cubil cerca del arroyo Igorm, en lo profundo del bosque sin nombre. Eso queda a seis horas de distancia.
--¿Por qué no envían a sus guardianes?
--Ya saben el porqué. Si los enviáramos, todos los pueblerinos quedaríamos totalmente desprotegidos. Viéndolo desde nuestro lado, tuvimos la gran fortuna de sus apariciones.
--Si tanto le preocupa la gente de Greenhold, ¿por qué no contrató fuerzas de reserva al ver que sus mejores guerreros los dejaban?
--No creímos que fuera necesario. Hubiera sido dinero dilapidado.
--Dígaselo ahora a la madre de la niña atacada--dijo Jevil molesta.
--Esta noche ocurrió una tragedia. Una que nadie pensaba que iba a suceder.
--Pero habla de la seguridad de la gente y no los protege como deberían porque sería tirar dinero. ¿Qué hacen con todas las riquezas que tienen entonces? ¿Por qué es que hay tanta diferencia de recursos económicos en este pueblo?
Eydillion se estaba incomodando ante las palabras de la pequeña de rizos rubios, aunque tenía grandes talentos como político para manejar tales circunstancias.
--Los habitantes de Greenhold son humildes y sencillos. Llevan una vida pacífica sin importarles lo que tienen. Para ellos, la riqueza es su familia, no el dinero.
--¿Tiene hijos usted?--preguntó Kai.
El consejero se quedó unos momentos sin hablar, sorprendido por la pregunta.
--Sí, dos--dijo por fin.
--¿Alguna vez uno de ellos le ha preguntado "padre, podremos comer hoy"?
Un largo silencio envolvió el cuarto. El joven recordó su triste infancia, en la etapa en la que su padre se dedicaba a las labores campestres antes de volverse adinerado forjando las mejores espadas del continente. Mucha hambre habían pasado en esas famosas sequías de la década anterior, tiempo en el que casi todo Peacefalls se dedicaba al monocultivo. Sacudió su cabeza como un intento de borrar temporalmente su memoria.
--Los que dicen que el dinero no es importante es porque tienen lo suficiente--dijo--O en exceso.
La discusión siguió por largos minutos más. Eydillion prefería alejar el tema de los recursos de Greenhold y continuar con el cumplimiento de su objetivo principal. Frases como "a ustedes no le interesan cómo gobernamos a nuestro pueblo" o "son demasiado jóvenes para entender de política y economía" se manifestaron en la calurosa conversación. Cuando volvieron a la cuestión de la misión, el tono de voz no bajó. "¿Por qué no ayudamos a proteger las entradas en vez de ir a atacarlos?" "¿Cuál es el motivo por el cual nos quieren alejar del pueblo?" fueron algunas de las preguntas que formularon los jóvenes, a las que el consejero contestó con evasivas y palabras sobre heroísmo, protección y deber de caballeros. Weikath se mantenía al margen de la charla sin abrir la boca. Observaba a sus compañeros con sus rostros de disgusto y a su interlocutor que parecía tener una respuesta para cada intimidación. Luego de estudiar lo que iba a decir, rompió con su meditación de forma abrupta.
--Aceptamos la misión--dijo.
Tanto Kai como las dos chicas lo miraron extrañados. Añoraron su facilidad de palabra en la discusión y nunca pensaron que su primera intervención sería de esa manera.
--¿Quién te puso al mando?--preguntó Kai.
--Dime, ¿dejaste Peacefalls para pasear o para mejorar tus destrezas? Esto es lo que buscabas, ¿no? Es una buena ocasión para demostrar lo fuerte que eres.
Kai quedó mudo con el ceño fruncido. Sintió que algo no andaba bien.
Eydillion estaba complacido. Se peinó con la mano su escaso cabello blanco a la vez que le hacía una mueca de aprobación a Weikath.
--Necesitaremos provisiones para el viaje--miró a Vibeke--Y también flechas, ¿podrá conseguirlas ahora?
--Creo que no habrá problema, ¿partirán ya?
--Es lo mejor. De esta manera llegaremos a Igorm al amanecer.
Las muchachas estaban con la boca abierta no pudiendo creer lo que oían.
Finalmente, Jevil alzó la voz.
--Espera un momento...
Miró a su compañero con un gesto particular, como si le estuviera preguntando "¿qué rayos estás haciendo?". Weikath endureció su rostro y la miró fijo, muy seguro de sí mismo.
--¿Tus mapas contienen pasajes del bosque sin nombre?
--Me imagino que sí, pero no lo sé...
--Asegúrate, por favor.
Vibeke se estaba percatando de que su amigo tramaba algo, pero no lograba descifrar qué. Era la primera vez que lo veía tomar posición de mando. Siempre le había dicho que con su frialdad y su inteligencia podría llegar a convertirse en un buen líder, pero tendría que romper con su perfil apático, desinteresado y vago.
--¿Tienen flechas de roble con punta de acero virgen?--le preguntó al consejero, tratando de seguir la corriente del supuesto plan.
Eydillion rió para sus adentros.
--No lo creo, pequeña. Te daremos las que guardamos en el depósito de armas.
Kai y Jevil seguían dudando de si sumarse o no a la intención de los demás de llevar a cabo una misión encomendada por un hombre por el que no se desbordaba apego, pero después de todo Weikath tenía razón, no se habían embarcado en esta excursión para cruzarse de brazos ante la primera señal de peligro. Se miraron entre ellos y sin hablarse, sólo con un gesto, coincidieron en aceptar la decisión de sus compañeros. Pues, ¿cómo iban a dejar que vayan solos?
--¿Hacia dónde queda ese bosque?--preguntó Kai.
Los subordinados de Eydillion ya habían traído las provisiones compuestas por cantimploras llenas de agua fresca, frutos secos y carne poco conservada junto con las flechas de repuesto solicitadas. Los muchachos se tomaron unos minutos en su habitación para prepararse y guardar todo lo necesario en sus cinturones y bolsas de viaje. Sus vestimentas, muy parecidas entre sí, constaban de pantalones hechos del mismo material, verdes para las chicas y marrones para los varones, y de camisetas del mismo color. Todo el vestuario de los habitantes de Peacefalls se asemejaba debido a que era fabricado por el mismo sastre, con iguales elementos rudimentarios y generalmente para la misma ocasión o trabajo. Jevil era la que más sufría la nueva carga, ya que se le agregaba a su bolsa de tela con pergaminos y mapas y a su pesado cetro con una esfera roja en el extremo superior. Los demás ataban sus pertenencias y alistaban sus armas con ligereza. Vibeke contó más de cincuenta flechas en su carcaj y se lo colgó al hombro, junto a su arco, luego de acomodarse el mitón negro de su mano derecha, útil para extraer las mencionadas en forma más veloz. Weikath limpió con un paño sus cuchillos hasta que los dibujos de dos cabezas de lobos grabados en sus hojas se notaran con facilidad. Acto seguido, guardó las cuatro dagas pequeñas en la parte trasera de su cinturón de cuero marrón claro. Por su parte, Kai afiló su espada larga de gran empuñadura con una piedra especial pedida al consejero antes de envainarla en la funda de cuero negro de su espalda.
--Podríamos haberles pedido alguna clase de armadura también--dijo mientras observaba su ropaje, el cual no le proporcionaba ningún tipo de resguardo.
--Seguramente las corazas y las cotas que tienen son para los guardias. Muy pesadas para nosotros--replicó Weikath.
--No para mí.
--Bueno, pídeselas entonces. Pero te dejaremos atrás si con tanto peso pierdes velocidad en la marcha.
--Me agrada tu simpatía, amigo.
Ni bien estuvieron listos, bajaron por la escalera a la posada donde los esperaba el dueño, quien los acompañó hasta la puerta principal expresándoles palabras de optimismo. Como saludo les dio un apretón de manos y les deseó suerte.
Al salir, los muchachos se sintieron importantes por primera vez, aunque sólo el silencio y la soledad los escoltaba. Sus pasos eran los únicos amos del camino principal de Greenhold. Los tonos apagados de la noche sin rayos lunares, atrapados ya por densas nubes que habían aparecido de repente, abrigaban el sosiego absoluto del pueblo en horas de madrugada. Vibeke apresuró el paso para arrimarse a Weikath, quien generalmente se adelantaba a los demás en las largas caminatas.
--¿Y bien? ¿Cuál es el plan?le preguntó.
--¿Qué plan?--contestó secamente su amigo.
--El que tienes en mente. ¿O me vas a decir que todo ese teatro en la habitación lo hiciste sin pensarlo?
Weikath la miró fijo, como si se estuviera preparando para soportar un aluvión de reprobaciones y discusiones.
--No hay ningún plan.
Siguieron andando hasta que visualizaron una especie de entrada a una oscura formación boscosa en un costado del camino, donde no había viviendas ni ninguna infraestructura cerca. Estaba formada por viejas ramas secas y escondida tras largos pastizales y hojas caídas. La negrura en su interior se asemejaba a las fauces de los seres que pretendían aniquilar. Vibeke se dirigía hacia allí cuando se percató de que su amigo seguía avanzando por la senda principal en dirección a las afueras del pueblo.
--¿Dónde vas?--preguntó a la distancia.
--Me voy de aquí, obviamente.
--¿Qué?
Kai y Jevil arribaron también al lugar.
--¿Qué sucede? Van a despertar a todo Greenhold--dijo la pequeña hechicera.
--En realidad, no lo sé--dijo Vibeke, mirando a Weikath en forma interrogativa.
El muchacho rubio dio media vuelta y regresó.
--¿Realmente no se dan cuenta de lo que sucede aquí?
--¿Y por qué no nos los explicas?--le preguntó Kai burlonamente.
--Debemos irnos ya, ahora nadie nos está espiando. Tenemos lo necesario como para llegar a la próxima aldea.
--Vaya, siempre creí que eras muchas cosas, pero nunca pensé que fueras un cobarde.
Weikath se quedó mirándolo unos segundos en silencio.
--¿Me prestas los planos de tu cerebro que quiero armar un imbécil? ¿No pensaron lo raro que fue que, después de tomarnos por niños insolentes, pasáramos a ser sus héroes y su salvación sólo porque matamos a un par de bestias?
--Claro que nos pareció raro, tú oíste la discusión. ¿Cuál es tu punto?
--Mi punto es que los nathrakhs son como los lobos, solamente cazan cuando tienen hambre, y sólo atacan al hombre cuando éste los ha enloquecido. Ellos lo saben y nos enviaron para que los ataquemos fuera del pueblo, ¿no es obvio todo esto?
--¿Qué es lo que quieres decir?--preguntó Jevil.
--Ellos no son idiotas. No creen que vayamos a salvar a Greenhold. Simplemente nos enviaron a una muerte segura. O asesinamos a todas las bestias o, lo que ocurrirá con seguridad, se darán un banquete con nosotros. De cualquier forma ellos ganarán. Las criaturas no tendrán hambre por algunos días y por lo tanto no atacarán al pueblo hasta que regresen sus fuerzas militares. De esta manera, Jankers podrá llevar a cabo su estúpida fiesta sin sobresaltos.
--¿Y porqué aceptaste la misión entonces?--dijo Vibeke.
--Sé como piensa esta clase de gente. Si no la aceptábamos, nos hubiesen obligado de alguna forma. Seguramente nos culparían de algo y nos encerrarían, y la única manera de recuperar nuestra libertad sería yendo al arroyo Igorm, pero con custodia.
Kai, Vibeke y Jevil se quedaron sorprendidos por la explicación detallada del joven. O estaba en lo cierto o finalmente su mente se había retorcido por completo. De una forma u otra, estaban en una situación embarazosa allí. La muchacha pelirroja aprovechó la confianza que tenía con él.
--Creo que enloqueciste por fin, ¿por qué rayos crees que planearían todo eso?
--Porque es lo que yo hubiera planeado en su lugar.
Las fuertes voces de los muchachos sonaban como ecos en las sombras profundas, sobresaltando a los pequeños mamíferos que vivían en los árboles pertenecientes al nacimiento del boscaje. Los primeros chillidos se hicieron notar en las ramas secas y en los troncos caídos, testigos de un sendero perdido en el tiempo.
Entre todas las variables situacionales posibles que había imaginado Weikath, una de ellas estaba por ocurrir. Y era la que más temía.
Kai alzó la voz.
--Yo iré de todas maneras.
Las chicas giraron su cabeza al mismo tiempo al oír tales palabras.
--Haz lo que quieras. Yo no soy tan idiota como para perder la vida por el agasajo de un maldito noble.
--¿Y a quién le importa eso? Yo lo haré por los habitantes de Greenhold. Lo estuve pensando mientras nos preparábamos. Cuando estábamos hablando con el consejero sólo me interesaba nuestro bienestar y que no nos engañasen, pero luego recordé el rostro de aquella niña muerta.
--Bien, ve. Pero déjame a mí escribir tu lápida: "Aquí yace el valeroso héroe que fue a enfrentar a bestias carnívoras para proteger a perfectos desconocidos. Obviamente, murió el imbécil". Espero que entre la frase completa.
Vibeke endureció su rostro y cruzó los brazos.
--¿Por qué estás tan seguro de que no podremos con ellas? Ya hemos vencido a algunas.
--Tú lo has dicho, a unas pocas. Los nathrakhs viven en manadas numerosas y organizadas. Si un número reducido de ellos han venido a cazar es porque la mayoría se quedó custodiando el territorio. Así es como desempeñan sus roles.
--¿Cómo es que sabes tanto sobre estas criaturas?--preguntó Kai.
--Porque leo libros, amigo mío. ¿Sabes lo que es eso? ¿Alguna vez has pisado la biblioteca de Peacefalls?
--Muérete.
--Tú morirás si te acercas a ese arroyo. Es un suicidio.
Jevil, quien hasta ahí siempre se había mantenido al margen en casi todas las discusiones grupales y aportado poco, decidió el pleito de manera simple.
--Yo acompañaré a Kai.
Weikath la miró extrañado. Hubiera apostado a que, por la considerable sabiduría que tenía a su corta edad, analizaría la cuestión con un punto de vista más cercano al suyo.
--No puedo creer todo esto--dijo, apartando la mirada.
--No quiero que vuelva a ocurrir nunca más lo que vi esta noche.
La voz de la pequeña se tornó muy apagada.
--Weiki, ¿qué harías si esto le sucediera a nuestra aldea?--preguntó Vibeke.
--Pero no es nuestra aldea. Ni siquiera saben quiénes somos.
Pocas veces ella había estado en desacuerdo con sus planes u objetivos. Casi siempre lo había seguido a todos los lugares donde lo enviara su instinto, pero esta vez no iba a ser así.
--Perdona, pero yo iré con ellos también--dijo cabizbaja.
Su amigo no dijo nada más.
Luego de unos segundos de incertidumbre, los tres muchachos se adentraron callados en el tenebroso atajo en dirección a las profundidades, donde les aguardaría a poca distancia el comienzo del bosque sin nombre. Vibeke giró su cabeza y observó a Weikath iluminado por los reflejos de los faros lejanos de las casas. Había leído historias de héroes que se separaban del grupo por desavenencias y luego terminaban salvando a todos en los momentos de mayor desesperanza. Pero él no era así. Odiaba todos esos relatos con finales previsibles. Por eso hizo un último intento, no quería que esa fuera la despedida.
--¿Vienes?--le preguntó con una sonrisa melancólica.
El joven suspiró. Se sentía derrotado y fastidioso. Había creído que los iba a convencer de abandonar ese mísero pueblo de gente insufrible, pero en cambio ¡prefirieron morir por ellos! Pensó en mandarlos al diablo e irse, pero esa opción no tenía sentido. Además, quizás la única persona que lo apreciaba en verdad le estaba pidiendo su compañía.
--Claro que sí--dijo con poco entusiasmo, mientras se adentraba en las tinieblas--¿Quién va a estar a tu lado cuando te destripen sino?
El grupo comenzó a avanzar entre los troncos postrados y las grandes matas, confiando en que sus pupilas dilatadas puedan captar la luz suficiente como para orientarse en la negra quietud.
--Rayos, quería vivir un poco más.
El bosque sin nombre. Era un misterio la causa por la cual nadie se había molestado en denominarlo en miles de años de existencia de la civilización. Pero, mientras lo recorrían bajo la iluminación fantasmal de la luna, eso era lo que menos les interesaba a los jóvenes aventureros. El crujido que producían las hojas dispersadas por la blanda superficie al ser aplastadas por sus botas de cuero, ayudaba a la bruma a hacer más tétrica la escena.
Jevil fue la primera en pedir la necesaria pausa, la cual fue aceptada por unanimidad. Faltaban todavía varios minutos para el amanecer y su pequeño cuerpo no soportaba más la dura caminata ni la pesada carga. Cayó desplomada por el cansancio en el medio de un espacio amplio situado en el corazón de una arboleda seca y olvidada por el espíritu primaveral. Los demás la imitaron enseguida, formando una ronda alrededor de las mochilas de provisiones y el carcaj con flechas.
--Y tú querías traer armadura--dijo Weikath dirigiéndose a Kai--Nos cansamos más esta noche que todos los días anteriores.
--Por lo que pude ver en el mapa anteriormente, no debemos estar demasiado lejos de ese arroyo--añadió Jevil--Aunque yo no confiaría tanto en mis palabras con la poca luz que hay.
El muchacho rubio juntó sus manos bajo su cabeza y se apoyó en ellas, usándolas como una especie de cojín.
--Tratemos de descansar un poco. Pronto amanecerá y nos guiaremos más.
Sólo el silbido del viento y algunos gruñidos lejanos eran su compañía. Durante el reposo nadie habló, absortos cada uno en sus pensamientos. Se volvieron a cuestionar por dentro las razones por las cuales aceptaron tan peligrosa aventura. Sus mentes divagaron preguntándose si ésta verdaderamente iba a ser su última noche con vida, si estaban preparados, si habían vivido lo suficiente. La lógica les advertía a gritos que abandonasen ese oscuro bosque y corriesen hacia la luz, hacia las vivencias que les esperaban, hacia los tantos sentimientos que les faltaban experimentar.
Weikath se dispuso a destruir la tensa atmósfera quebrando el silencio.
Las pátinas de la noche profunda,
penetrando el alma de mi canción,
viviendo en la oscura penumbra,
como los pensamientos que me inundan,
como la pérdida de la razón.
Más allá del horizonte destruido,
atravesando los límites de la cordura,
la luna y su insensatez perdura
con una siniestra y tenebrosa amargura,
brillando su resplandor en la espesura
y acogiendo a mi ser afligido.
Esperando cabalgar el relámpago abrasador,
en los senderos de mi mente admiré tu visión,
besando mis labios las cálidas arenas del temor,
me abriste tu ala ejecutando tu labor
arrastrando mi vida hacia las zarpas del dolor.
Su voz hizo eco en las pequeñas cavernas situadas en las raíces de los árboles. Nunca supieron qué era lo que se escondía allí, ni porqué los estaban acechando desde la lobreguez.
Después de mucho tiempo de vacío, Vibeke habló.
--¿Te han dicho alguna vez que tu poesía es horrible?
--En varias ocasiones--contestó sonriendo--Ten en cuenta que la invento en el momento.
--Me recuerdas al trovador borracho que molestaba a todo Peacefalls en horas de la madrugada cuando era niño--dijo Kai con los ojos cerrados, recostado en la otra punta de la ronda--Aunque él no estaba tan loco.
Se produjo una risa general que calmaron los temores y las ansias. Pero esa sensación de bienestar sólo duró algunos instantes.
--¿Cuál es el plan?--preguntó el muchacho robusto luego de un mudo intervalo.
Nuevamente todos se mantuvieron callados, como si cada uno esperara a que el otro contestase.
--Weiki, pensaste en uno, ¿no?
Weikath miró a Vibeke en forma despectiva.
--¿Y por qué debería de haberlo hecho?
Su amiga le contestó frunciendo el ceño.
--Cuando patrullan, los nathrakhs se mueven en pequeños grupos y hasta algunas veces en solitario--dijo Jevil, tratando de evitar una nueva discusión--Creo que lo mejor será atacar de a un grupo por vez, sin que la gran manada se entere.
--¿Vieron? ¿Por qué me preguntan siempre a mí? Al parecer ella también ha leído sobre ellos.
Kai y Vibeke abandonaron su posición horizontal y se sentaron para escuchar mejor.
--¿Y cómo lo haremos?--dijo la joven arquera.
--No lo sé.
La desilusión se apoderó de ellos. Jevil había contestado desconfiando de su propia seguridad.
--Desde la oscuridad de las sombras--dijo Weikath incorporándose.
Todas las miradas apuntaron hacia él.
--¿Cuál oscuridad? Si cuando lleguemos allí será de día.
--Es una metáfora, mi querido amigo Kai. A lo que me refiero es que debemos sorprenderlos, ser invisibles y darles una muerte rápida, sin lapso a que exhalen ni un suspiro. Tenemos que aprovechar que sus sentidos no están del todo desarrollados. Hubiera sido óptimo si lo hubiésemos hecho de noche, pero no íbamos a llegar a tiempo de cualquier manera. Hay que tener cuidado, son mucho más inteligentes de lo que parecen. Tienen tácticas bélicas parecidas a la de los humanos, como posicionar espías y guardianes en puntos importantes del terreno. En fin, podemos utilizar los árboles, yo tengo agilidad para moverme entre ellos. Vibi puede eliminar a varios a distancia. Tú puedes esconderte y encargarte cuerpo a cuerpo de otros. Jevil.....bueno, ya se le ocurrirá algún conjuro que nos pueda servir. Eso es lo que tenemos. Eso es lo que podemos hacer sin conocer el territorio. Y récenle a su Dios para que no nos descubra la manada.
--¿Y qué haremos si eso ocurre?--preguntó Jevil buscando una respuesta desigual a la que tenía en mente.
Todos se miraron los unos a los otros.
--Improvisar--dijo Kai.
--Espalda contra espalda, nadie huye y que suceda lo que tenga que suceder--añadió Weikath.
Una vez más, la calma nerviosa inundó la reunión. Los primeros colores claros del amanecer empezaban a tapar las brillantes estrellas del firmamento y a acallar a los seres nocturnos, hundiéndolos en el sueño de la claridad.
--¿Alguna vez dejarás de llamarme "Weiki"?
--Sólo cuando tú me dejes de llamar "Vibi".
Con esa pequeña charla despejaron la atmósfera y sonrieron nuevamente. Weikath lo había logrado otra vez.
--No sé ustedes, pero yo dormiré un rato.
Bañado por las estelas de luz que se colaban entre las ramas, el bosque ya no lucía estremecedor. Los gruñidos y aullidos habían desaparecido dándole paso a los incontables gritos de las aves madrugadoras. Kai y Jevil se hallaban despiertos, sentados y hablando de su infancia, tratando de conocerse mejor. Ellos dos se habían sumado a último momento a la idea original de Weikath y Vibeke de abandonar la aldea y viajar por Bodom, y casi no se conocían el uno al otro debido a que pocas veces en sus vidas se habían cruzado sus caminos. Ella vivía en el lado este de Peacefalls, cruzando el río y sus hermosas cascadas, a diferencia de los demás que residían en la parte oeste, donde pasaban la mayoría de sus vivencias.
--No sé cómo es que pueden dormir en medio de este lugar y esta situación--dijo el muchacho.
La pareja de amigos yacía a un costado durmiendo entre las hierbas a medio crecer. Por la paz que demostraba su sueño daban a entender que al parecer no les importaba el peligro que corrían sus vidas.
--Deben estar acostumbrados.
Ellos eran famosos por las preocupaciones que les generaban a sus respectivos padres cuando en repetidas ocasiones desaparecían juntos, a veces por varios días, en la selva o las montañas próximas. Si bien sus razones con respecto a conflictos familiares eran diferentes--mientras que uno se alejaba por desinterés total, la otra lo hacía por rebeldía--, ambos coincidían en que la rutina y la quietud de Peacefalls no tenían que formar parte de sus vidas. Así era entonces como vivían innumerables aventuras en terrenos desconocidos. Pero también padecían los castigos a sus regresos.
--Voy a ver qué tan experimentados se creen que son.
Kai se acercó a ellos sin hacer el menor ruido esperando sorprenderlos, pero cuando desenfundó su espada, el sonido de rozamiento entre el acero y el cuero duro de la funda los despertó de golpe. En sólo un instante, ambos se encontraban ya arrodillados frente a él en guardia con sus armas en mano.
--¡¿Qué intentas hacer despertándonos así, Kai?!--gritó Vibeke, tan mareada por el movimiento brusco que se le nublaba la vista al apuntar con su arco.
--Bueno, tranquilícense, sólo quería decirles que ya habían dormido lo suficiente--con precaución y disimulo volvió a enfundar su espada.
--¿Y necesitabas tu arma para eso?
Jevil reía a carcajadas mientras los observaba. A su compañero no le había salido bien el experimento planeado.
--Tengo hambre--dijo Weikath dirigiéndose hacia las bolsas de provisiones. Cuando las abrió, un hedor desagradable se expandió por el bosque.
--Creo que la carne pasó de ser horrible a incomible--dijo la joven hechicera cubriéndose la nariz con su mano.
--¿Qué pensabas? ¿Que nos iban a dar comida de calidad? ¿Alguna vez alimentaste a la lombriz antes de ponerla como anzuelo? Al menos, todavía tenemos a los frutos secos en buenas condiciones--se llevó unas pasas a la boca--No, ni siquiera eso.
Y las escupió.
--Será mejor que nos vayamos.
--¿Y qué hacemos con toda esta comida?--preguntó Vibeke.
--Déjensela a los seres que nos estuvieron acechando toda la noche.
--¿Cuáles...seres?--la voz de Jevil tembló.
--Ya no importa. Partamos.
Cada uno alzó sus pertenencias y su cantimplora y se pusieron en marcha.
Luego de poco más de un par de horas de circular, las densas plantaciones se abrieron y cedieron lugar a un páramo verde, extenso y desabrigado. A lo lejos, a varios centenares de metros de distancia, se llegaban a divisar las copas de los árboles que daban comienzo a la segunda etapa del bosque. Sólo se veían esas partes debido a las irregularidades del relieve del terreno, el cual culminaba con un precipicio de poca altitud antes del nacimiento de la nueva arboleda.
Weikath y Vibeke decidieron dejar atrás a sus compañeros y cruzar el campo abierto para situarse en las rocas próximas al precipicio. La idea era reconocer el territorio y observar la entrada desde las alturas procurando pasar desapercibidos, ya que sabían que se encontraban cerca del arroyo y ese lugar era óptimo para que se hallasen los primeros centinelas. Kai y Jevil no estuvieron de acuerdo en un primer momento en quedarse ocultos donde el bosque moría, pero luego accedieron entendiendo que un grupo de dos podría camuflarse mucho mejor que uno de cuatro. Además, ni bien la posición estuviese asegurada o los necesitasen, les enviarían una señal.
--Weiki...--susurró Vibeke mientras marchaban a paso ligero por la alfombra de pasturas verdes del páramo.
--¿mm?
--Nuestro Dios es también el tuyo.
Weikath la miró extrañado, como no entendiendo a qué venía ese comentario.
--¿Eh?
--Por lo que dijiste anteriormente.
Su amigo rió en forma silenciosa al recordar sus palabras, mencionadas cuando había planteado los pasos a seguir. Lo que más le resultaba gracioso era la reacción tardía de Vibeke, a quien parecía haberle afectado en demasía esos dichos.
A corto tramo del precipicio, ambos se arrojaron al piso y reptaron hacia las rocas, agradeciendo de no haberse topado con ninguna criatura en tan amplia superficie. Juntaron sus cuerpos todo lo posible como para que las enormes piedras los cubrieran en su totalidad y aguardaron unos segundos para recuperar el aliento. El sol, huérfano en lo celestial, caía pleno sobre ellos y no soplaba el viento frío suficiente como para calmar su abrasante calidez.
--Weiki--volvió a musitar.
--¡¿Ahora qué?!--gritó en voz baja.
--Necesitas un baño.
Weikath espió disimuladamente por un costado y advirtió la esperada presencia de enemigos. Abajo, a pocos pasos, en lo que se asemejaba a un acceso a un camino interno del bosque, tres nathrakhs custodiaban inmóviles la posición con sus subdesarrollados sentidos en alerta.
--Son tres--le dijo a su amiga.
Ella inclinó su cuerpo para observarlos también.
--Y muy grandes--comprobó.
--Bien, yo puedo ocuparme de dos con mis dagas. Tú encárgate de el que está en el medio.
Vibeke meditó unos instantes.
--Tengo una mejor idea.
Ante la mirada del joven rubio, chupó el dedo índice de su mano derecha y lo alzó como si señalara al firmamento. Luego extrajo tres flechas de su carcaj. A una de ellas le extirpó con sus dientes parte de las plumas del extremo inferior derecho y a otra, algunas del izquierdo. A la restante la dejó intacta. Con sigilo, las enganchó en la cuerda de su arco una arriba de la otra, sosteniéndolas firmemente. Esperó un momento, respiró profundo un par de veces y con asombrosa rapidez salió de su escondite, inclinó el arco de forma que éste quedara en paralelo con el cielo y la tierra, y disparó. Al mismo tiempo, las tres criaturas cayeron desvanecidas con sus cráneos perforados sin saber qué les ocurrió.
--¡¿Cuándo diablos aprendiste eso?!
--Secretos del talento, niño--le dijo, mientras lo despeinaba cariñosamente con su palma derecha.
--¿Logras llegar a verlos?--le preguntó Jevil a Kai entre los últimos árboles del boscaje, aguzando la vista.
--Apenas. No te preocupes, si nos precisan nos lo harán saber.
Un objeto pequeño y alargado surcó el aire dibujando el perímetro de un semicírculo entre la posición de sus compañeros y la de ellos. A medida que se acercaba, notaban que tenían que apartarse si no querían ser alcanzados por él. Los muchachos se corrieron rápidamente y el cuerpo volador aterrizó enterrándose en las raíces de un nogal cercano. Era una flecha.
--Bueno, ¿esta chica quiere avisarnos o matarnos?--dijo Kai, pretendiendo que su mal chiste haga efecto en Jevil. Pero la pequeña estaba muy nerviosa como para reírse.
--Jamás pensé que nuestra primera batalla sería tan peligrosa--dijo ella, sin escucharlo.
El joven extrajo la flecha y la observó detenidamente.
--Estamos fuertemente armados y tenemos destreza. Lo hacemos por una buena causa: la protección de personas indefensas que llevan una vida que no les sonríe, igual que las que llevaban nuestras familias. En su momento nadie nos ayudó en nada, nadie vino a rescatarnos de la probable muerte por inanición. Tuvimos que arreglárnosla solos--con un fuerte apretón la partió en dos--. Nosotros podemos al menos salvarlos de otra tragedia. Tenemos la capacidad.
Jevil se dio cuenta de que no podía recordar claramente la penosa situación que había vivido su aldea. Tenía muy corta edad cuando los campos se habían resquebrajado por la falta de agua y los cultivos habían muerto antes de nacer. Ante tal situación, su madre había procurado esforzarse sobremanera en su oficio de costurera para llevar adelante la familia; tarea que tristemente no pudo cumplir su padre con su rol de campesino.
Pero su falta de memoria no era lo que desanimaba su semblante.
--Ojala yo pudiera tener la confianza en nosotros mismos que tienes tú.
--Sin optimismo y esperanzas no se puede vivir. Espero que no te conviertas en un nuevo Weikath--trató de reírse pero no era trabajo fácil.
--No exageres tampoco--la sonrisa vino de parte de la niña, y Kai la recibió jubilosamente.
--Bueno, nos están esperando, pequeña. Vamos.
Frente a ellos se hallaba el nacimiento del segundo tramo del bosque sin nombre. Más allá, el arroyo Igorm, territorio hostil y muy posiblemente su último paradero. El joven grupo retrasaba su entrada en él, como si estuviera aguardando una señal de alerta o algún presagio. Los cuatro contemplaban su interior desde donde yacían los cadáveres de las bestias. Ninguna advertencia, ningún sonido. Silencio sepulcral. Sentimientos de soledad profunda ante tan callada y peligrosa inmensidad se apoderaron de ellos. Fue en ese momento cuando Weikath se arrepintió de haber pensado que era mejor atacar de noche, y agradeció la luz como si fuera el regalo más preciado.
--¿Las doncellas primero?--dijo sonriendo con sorna.
Y avanzaron hacia sus desoladores destinos todos al mismo tiempo.
Era un día caluroso para sus pesados y peludos cuerpos. Tenían hambre, sed y cansancio ya que habían patrullado sus dominios toda la mañana. Desde sus mandíbulas caía saliva espumosa que les recorría el hocico hasta sus cuellos, fundiéndose finalmente con los bellos oscuros de su torso. La recorrida les resultaba interminable y esperaban ansioso los aullidos que les mostraran el camino a su guarida, donde les aguardaría un banquete si habían por fin tenido suerte los cazadores. Pero no era una jornada como cualquier otra para el dúo. Habían sentido una extraña presencia a su alrededor desde hacía ya un largo tiempo. Sus vistas desenfocadas y sus pobres olfatos no lograban distinguir la causa de la advertencia dada por sus instintos. Y eso los alteraba en exceso. Habían atacado ya, dominados por el temor, a muchos mamíferos pequeños que no dedicaban su tiempo a otra cosa más que a pulular cerca de sus madrigueras sin acarrearles peligro alguno. Por eso deseaban más que nunca volver a su hogar, donde estarían protegidos del peligro invisible por la numerosa manada.
De pronto, detuvieron su marcha. La señal de alarma se profundizó y sabían que sus instintos nunca fallaban. Algo estaba por suceder.
Y tenían razón: desde una de las ramas de grueso espesor, arriba de sus posiciones, los acechaba un humano. Sin salir de su estupor, observaron cómo este ser de dorada cabellera corta abalanzó medio cuerpo suyo con extrema rapidez contra ellos, dejando colgadas sus piernas. Sintieron primero el filo de algo cortante penetrando sus gargantas, dejándolos mudos y sin aliento, y luego el destello fugaz de dos pequeñas armas voladoras antes de ingresar en sus pupilas.
--"Dos peludos menos"--pensó Weikath mientras descendía.
Y trepó a otro árbol después de reponer sus dagas.
El venado cayó desvanecido luego del feroz ataque.
El hambre los había enardecido ya, por lo que habían decidido alimentarse por su cuenta. Los cuatro nathrakhs se reunieron alrededor del cuerpo de su víctima y comenzaron a devorarla, utilizando sus dientes afilados y garras. La carne cubierta de sangre les sabía al manjar más delicioso que hubiesen probado. Uno de ellos, enceguecido por la avaricia, se enfrentó a los otros, apartándolos a la fuerza para llevarse la mayor tajada del festín. Ingiriendo las entrañas de su presa y preparándose para la brutal contraofensiva, el ganador de la disputa notó que había demasiado silencio a su alrededor. Levantó la cabeza y encontró a sus compañeros muertos con las bocas abiertas, como si hubieran sido súbitamente agredidos por un intangible espectro. Intentó examinarlos para averiguar la causa de sus defunciones, pero nunca pudo hallarla ya que una flecha se incrustó en forma violenta en la parte trasera de su cuello y desgarró todo a su paso hasta salir por su garganta. Como último deber, aspiró para emitir su aullido final a modo de advertencia para sus camaradas, mas no logró concretarlo ya que otras dos penetraron su cabeza cegando su vista para siempre.
--Son dos. Aquí vienen--le murmuró Kai a Jevil en la cueva formada por inmensas raíces que les proporcionaban un escondite--Hazlo a mi señal.
Camuflado entre las diferentes especies de la vegetación, el fornido muchacho se había dirigido hasta cierta posición favorable procurando no pisar hojas perennes ni cualquier ramita caída que pudiera llegar a provocar un inoportuno sonido. Desde allí, observando el panorama tendido en la hierba, había estado espiando cada movimiento de las criaturas; y al percatarse de que se dirigían hacia donde aguardaba oculta su compañera, había regresado en forma inmediata.
Sus enemigos se movían sigilosamente por un sendero secundario creado por las frecuentes pisadas de los animales nativos del bosque. Se llevaban consigo varios cadáveres de conejos y otros ejemplos de la fauna colgados de los hombros, lo que indujo a Kai a pensar que eran cazadores. Muy probablemente se dirigían a sus guaridas por lo que dudó en un principio entre eliminarlos enseguida o seguirlos. Pero finalmente decidió que si tenían que enfrentarlos en su cubil, era mejor hacerlo luego de reunirse con los demás.
Miró a la pequeña hechicera y asintió con la cabeza a modo de señal. Jevil cerró sus ojos y depositó sus manos en la tierra bajo sus pies. A poca distancia de allí, los cuatro nathrakhs se vieron sorprendidos por unas espinosas y duras ramas que crecieron repentinamente desde el suelo, hiriéndolos e inmovilizándolos al instante. Kai emergió de la cueva con su espada en mano dando pasos firmes y seguros. El brillo solar centelleó por su cuchilla antes de decapitar a todas las criaturas de dos recios y rápidos movimientos de izquierda a derecha. Sólo quedaron de ellas cuatro cuerpos inertes sangrando a borbotones.
--Púrpura--dijo el matador--Tienen sangre púrpura. Seguro que esto Weikath no lo sabía.
Jevil abandonó la protección del escondite y se acercó a la escena del sangriento acontecimiento, no sin antes estremecerse al ver el estado en que habían quedado las bestias.
--Y que mal huele.
En efecto, el fluido de llamativo color que regaba toda la vegetación del camino emanaba una pestilencia nauseabunda propia de la más infecciosa putrefacción.
--Vayámonos, por favor--dijo la joven, cubriéndose la boca para no vomitar--Ya se está acercando el mediodía.
El plan pactado consistía en encontrarse cerca del momento en que desaparecieran sus sombras del suelo en algún escondite lo más próximo posible al extremo norte del arroyo. Jevil y Kai fueron los primeros en asentarse en un refugio rodeado de rocas puntiagudas de gran porte desde donde podían observar el terreno a su alrededor, agachados y agazapados por si eran sorprendidos por un grupo de criaturas propietarias del lugar. El paisaje les brindaba una belleza nunca antes vista por ellos. Las aguas calmas y cristalinas, delimitadas por el verde césped a sus orillas y las arboledas más allá en la distancia, les inspiraban una paz que contrastaba totalmente con la hostilidad que supuestamente reinaba allí. Hubieran disfrutado bastante de aquél paraíso si no fuera por la intranquilidad que gobernaba sus mentes y sus corazones.
--¿Tuvieron problemas?--les preguntó una voz repentina proveniente de las espaldas de Kai.
El joven pegó un brinco y se dio vuelta en forma frenética, golpeando su hombro derecho contra las piedras. Era Vibeke.
--Perdón--dijo la arquera.
Kai estuvo a punto de insultarla por el susto que le había pegado, pero pensó que si lo hubiera hecho habría quedado como un tonto maleducado e infantil con la guardia baja, y eso no era digno de la persona en que ambicionaba convertirse. Simplemente suspiró, recuperándose del golpe y del sobresalto, recordando aquella vez en la que había intentado sorprenderla cuando ella dormía y había fallado. ¿Cómo es que había aparecido de la nada sin que se diera cuenta?
--Sólo falta tu amigo--le dijo--¿Lo viste por algún lado?
--No.
--Espero que no se entretenga pensando y tramando estrategias de más.
Vibeke sonrió y saludó con un gesto a Jevil que la estaba observando desde el costado. Los tres decidieron sentarse a esperar la llegada del cuarto miembro mientras estudiaban el panorama. No escucharon ni vieron ningún movimiento extraño en todo ese tiempo, lo que ya les resultaba sospechoso. Si la información que tenían era correcta, se encontraban en el medio de una superficie enemiga, no podía ser que no se oyeran gruñidos o aullidos a la redonda. Con sólo contemplar la pasividad del arroyo y sus alrededores comenzaron a pensar que algo no iba bien.
--¿Pudiste divisar alguna cueva o cubil en donde podrían estar escondidas?--le preguntó Jevil a su compañera.
--No, sólo acabé con un par de grupos desde ramas altas, pero no seguí el camino desde donde provenían. Preferí aguardar a que nos reuniéramos. No tengo intenciones de morir sola--esbozó una sonrisa fingida.
--Yo no tengo intenciones de morir--dijo Kai seriamente.
Un silencio incómodo se unió a la calma gobernante.
--¡¿Dónde diablos está Weikath?!
Ni bien el muchacho pronunció fuertemente estas palabras, una daga provino desde las alturas clavándose en el medio del triángulo formado por las piernas abiertas y estiradas de Vibeke y la línea imaginaria del suelo, muy cerca de su entrepierna. La joven logró verlo camuflado entre las ramas de un árbol a corta distancia y se disponía a gritarle todo tipo de improperios cuando, aguzando la vista, observó que su amigo les estaba pidiendo silencio con su dedo índice en la boca. Luego señaló con el mismo hacia su derecha, invitándolos a que vieran en esa dirección. Los tres inclinaron su visión y advirtieron la presencia de una criatura escondida entre la maleza.
--Tiene que ser un espía--dijo Kai en voz baja.
Volvieron a visualizar a Weikath y éste hizo un ademán como si estuviera proponiendo que atacasen a ese salvaje observador.
Y así lo hicieron.
Ante la absorta y sanamente envidiosa mirada de Kai, Vibeke desenterró la daga y se la arrojó a su dueño, quien sin mirar la atrapó con dos dedos. Momentos después, éste descendió y el grupo estuvo completo una vez más. Al ver que su víctima huía, se adentraron corriendo entre las hierbas y los árboles, comenzando la persecución. La bestia escapaba despavorida a una gran velocidad, tratando de despistar a sus perseguidores entre las cañas y los altos yuyos, pero no conseguía ni dejarlos atrás ni tampoco desaparecer de sus vistas. La carrera los llevó a un campo abierto de mediana amplitud ubicado en el centro de la arboleda, como un pequeño pulmón dentro de las homogéneas plantaciones. Cuando se encontraban cruzando la mitad de dicha superficie, se dieron cuenta de que el nathrakh había desaparecido.
--¿Dónde...? ¿Cómo pudo haberse escabullido en este...?--preguntó Weikath, mientras levantaba su brazo para que se detuviesen.
Fue en ese momento en el que se dio cuenta de dónde estaban. Era un espacio con apariencia de circunferencia con su perímetro deformado, cuyos límites estaban habitados por rocas y altas coníferas con sus frutos danzando al compás del viento. Entendió con desazón la causa por la cual la bestia no había logrado evadirse ni confundirlos entre la abundante flora. Era porque no había sido ése su objetivo.
--Diablos, ¿cómo pudimos ser tan estúpidos?--dijo con voz extinguida.
Sus compañeros estaban por preguntarle sobre su reacción cuando un grito inhumano resonó fuerte y claro en el ambiente. Era un sonido gutural que les penetraba los tímpanos hasta lastimarlos, como el aullido desgarrador de un moribundo en su última e insoportablemente dolorosa agonía; como el llamado a la guerra para toda una manada. No necesitaron, entonces, explicación alguna.
--¡Es una trampa!--gritó asustada Jevil al ver a varias cabezas asomarse entre los peñascos y los troncos.
--Gracias por tu apreciación, Jev--le dijo Weikath.
Las criaturas comenzaron a moverse y a salir en grandes fracciones, rodeándolos desde todos los flancos. Más de una treintena de nathrakhs se les acercaban lentamente como esperando a que alguien perpetrara el primer ataque. Los rostros de los jóvenes palidecieron al percibir el más profundo terror, el que jamás habían sentido en toda su vida. Las piernas de Jevil y de Vibeke empezaron a temblar sin control, quienes por un momento pensaron que iban a desmayarse. No tenían escapatoria alguna, no existían árboles ni alturas salvadoras cercanas para trepar, ni tampoco podían esperar la ayuda de nadie. Sus más grandes temores se habían hecho realidad.
--¿Espalda contra espalda...?--dijo Kai con la voz más firme que pudo escupir.
--Y que nadie huya...--le respondió Weikath desenfundando sus cuchillos de guerra.
Al mismo tiempo, Kai extrajo su espada, Vibeke desenganchó su arco y Jevil, con gran esfuerzo, se hizo de su pesado cetro. La pequeña hechicera lo mantuvo unos segundos en las alturas en posición horizontal y cerró sus celestes ojos. Cuando los abrió, una intensa luz blanca y brillante suplantó a sus iris al igual que a la esfera roja de su instrumento, transformando de esta manera en mínima la energía para sostenerlo. Tal iluminación asustó al nathrakh más próximo a ella, por lo que la atacó sin miramientos, siendo el primero en agredir. Su víctima elegida, al verse embestida, le propinó un fortísimo golpe con el cetro que destrozó por completo todos los huesos de su cabeza, casi arrancándosela del cuerpo. El sonido seco emitido por las múltiples quebraduras se oyó en toda la zona. Las demás criaturas observaron el incidente y, tras vacilar unos instantes por la demostración de poder, desataron la furiosa ofensiva todas a la vez.
--Chicos--dijo Jevil despidiéndose--, gracias por haberme brindado su amistad.
HIJOS DE BODOM