Hijo querido
Relato sobre las relaciones incestuosas entre una madre y su hijo.
Hijo querido
Desde la cocina escuchó la voz de su hijo: "Mamí se me olvidó la toalla, ¿me la puedes traer?, ¿si?". Ana dejó de lavar los trastos y fue al cuarto por la toalla, la tomó y se encaminó al baño diciendo "oye, si te vas a bañar, procura tener todo lo ne .", pero no pudo terminar la frase, la puerta estaba abierta y dentro estaba Andrés, desnudo, escurriendo agua, lo miró por instantes pues el pudor le hizo voltear la cara, pero lo que vio fue como una corriente eléctrica, nerviosa regresó a la cocina pensando: "lo dicho salió a su padre igual de vergudo condenado chamaco " y en su mente recreó lo que había mirado furtivamente por algunos instantes: su hijo desnudo y mojado, aquello colgando grueso y grande, una verga magnífica, se atrevió a pensar la madura. Más tarde, a la hora de la comida le preguntó: "¿qué vas a hacer hoy?".
--"Voy a salir a dar la vuelta, conocí a una chica, una amiga en el hospital donde trabajo", dijo Andy en forma distraída.
--"¿Una amiga o tu novia?", preguntó Ana.
--"No se, somos amigos, quien sabe, a lo mejor nos hacemos novios, no se".
Siguieron comiendo en silencio, la madura pensaba: "así que una amiga o novia y si bueno es normal y con lo caliente que es Andrés a lo mejor andan cogiendo " y dijo tranquilamente: "oye Andy, si sales con esa chica, digo si hacen el amor creo que es normal , bueno, procura cuidarte ¿eh?, usa condones, no vayas a cometer una tontería, cuídate, las chicas de ahora andan muy locas, no la vayas a embarazar ".
--"¡Ay mamá!, ¿cómo crees?, además casi no tengo dinero, no tendría para pagar un hotel, me pagan poco, ya sabes, ¿a dónde la llevo?, ¿la traigo aquí a la casa, cuando tú no estés?, ¿puedo?".
--"No Andrés, cómo crees, eso no está bien. respeta mi casa, esas cosas no se hacen, pero bueno cuando uno es joven no se se da sus mañas, pero si la traes aquí, al menos que yo no sepa, que no me de cuenta, no quiero saber que usas mi cama para acostarte con ella ¿y cómo se llama la chica?", dijo Ana.
--"Se llama Angy, es de mi edad, dos años menor, es delgada, no es fea, creo", dijo el adolescente.
--"Bueno pues, pero recuerda, toma tus precauciones con el sexo ¿eh?".
--"Si mamá, no te preocupes, no te voy a dar un susto".
Por la noche, al regresar a la casa, Ana volvió a pensar en lo mismo: sólo tenía una cama, y ahora con Andrés viviendo con ella era necesario comprar otra pero no tenía dinero: "le pediré prestado a mi mamá, no está bien que él duerma conmigo, no ha pasado nada, él es respetuoso pero muy caliente el pobre se hace la chaqueta todos los días en el baño si bien que me doy cuenta pero ahora tiene novia, seguro que se la coge, casi podría jurarlo, bueno, nomás que se cuide, que no sea tonto, pero necesitamos otra cama, eso es urgente", se dijo la madura y entró a la recámara donde encontró a Andrés ya dormido y como siempre desnudo, descubierto. "Condenado chamaco, que maña de dormir encuerado", dijo Ana mirando en la penumbra a su hijo, tomó su bata de dormir y se fue al baño a cambiarse de ropa, y mientras se quitaba la ropa trataba de contener el pensamiento ¿pecaminoso?, ¿insano?, ¿anormal?, pero no pudo contenerlo, la imagen, momentánea, breve, Andy desnudo en el baño, y su pito, grueso, colgante, ¿dormido?, tal vez, o un poco erecto, si, pero ¿cómo será cuando está excitado?, mmmmmuuuuuyyyy grande, si, pensó la mujer que sentía como su cuerpo temblaba; se apuró a ponerse la bata de dormir y reprimiendo sus pensamientos se fue a la cama donde encontró algo que de ninguna manera iba a alejar sus pensamientos pecaminosos: sobre el lecho su hijo, profundamente dormido, desnudo pero con el pito erecto, muy erecto, la mirada de la madre fue breve pero precisa: "si, Andy es igual que su padre, con una verga muy grande, y seguro igual de caliente" y mirando a otro lado se metió a la cama rogando al cielo que el sueño alejara de ella esos pensamientos tan sucios, y se quedó quieta, acostada de lado, tratando de contenerse, de pensar en otra cosa, escuchando la respiración acompasada de Andrés al dormir, y así se quedó no supo cuanto tiempo, hasta que sin querer, o tal vez queriendo, se acostó de espaldas y miró de reojo a su hijo, primero su rostro, bello, hermoso, la placidez de su sueño, bajó la vista y en la penumbra miró su torso fuerte y musculoso, su vientre plano y más abajo el enorme palo, erecto, muy erecto, "tal vez tiene un sueño erótico, el pobre, por eso es urgente conseguir otra cama, que duerma solo, y que yo no tenga que soportar ver esto", y siguió mirando, imaginando, ¿o soñando?, temiendo ceder a su lujuria, sintiendo que su respiración agitada y el calor que invadía su cuerpo denotaban sin duda su excitación, y no supo cómo o por qué, pero no pudo contener el impulso, su mano derecha se estiró lentamente, quizá temblando, tal vez con lentitud y en la penumbra silenciosa del cuarto sus dedos tocaron con suavidad el enorme tronco, los dedos medio e índice apenas tocaron el lomo de la verga, sintió en las yemas de sus dedos la dureza y la suavidad de aquella carne, subió los dedos hasta el glande y notó la humedad que escurría por la punta, y ya no pudo contenerse, la mano rodeó el enorme miembro e inició una lenta masturbación, lenta, suave, yendo desde la cabeza, jalando el prepucio para pelar el redondo glande, para luego ir bajando la mano sobre el caliente lomo, hasta llegar a la mata hirsuta de vellos; así repitió varias veces el erótico ejercicio, siempre mirando atenta el rostro de Andy, temiendo que despertara, y cuando sentía que la verga estaba muy caliente y más dura que antes percibió la breve palpitación que anunciaba la eyaculación, asustada miró el rostro de su hijo, tal vez para descubrir si había despertado, pero no, él seguía profundamente dormido, y en esos momentos eyaculando pausadamente chorros de semen en su mano, todavía acarició el mojado tronco dos o tres veces, y cuando la verga dejó de palpitar no tuvo más remedio que levantarse al baño para lavar sus manos empapadas de leche. Al regresar a la cama no pudo conciliar el sueño, y ya estaba amaneciendo cuando el sueño la venció por fin.
A la mañana siguiente, mientras se alistaba para salir al trabajo, encontró a su hijo tomando café en la cocina; un ligero estremecimiento cimbró su cuerpo y un leve tono sonrojó sus mejillas, pese a ello le preguntó "hola, hijo ¿cómo amaneciste hoy?, ¿bien?, es que anoche estabas muy inquieto ¿tuviste un mal sueño o qué?", pero el chico mordiendo un biscocho le dijo: "mmm, no recuerdo má ¿qué hice?, ¿ronqué?, ¿hablé dormido?"; "nnnno estabas muy inquieto, oye Andy voy a decirle a tu abuela que nos preste dinero, tenemos que comprar otra cama, no es correcto que usemos la misma para dormir los dos, no lo tomes mal ¿eh?, pero debes tener tu propia intimidad, con eso de que no haces caso de ponerte pijama", dijo la madura preparándose una taza de café; "ay má, ¿qué tiene de malo?, siempre me da mucho calor al dormir, pero si insistes, mi abue nos presta no hay problema, se la voy pagando poco a poco". Ese fue el acuerdo, pero más tarde la señora tuvo malas noticias: la madre no tenía dinero disponible, pero le comentó que su hermano tenía una cama que le sobraba, esa era la noticia buena, la mala es que tardaría unos días en llevársela pues su camioneta estaba en el taller, "ni hablar, pero al menos ya tenemos una posible solución", se dijo la madura. Pero por la noche los pensamientos "impropios" volvieron y como la vez anterior la mujer tuvo miedo de ceder a sus impulsos, por ello retrasó lo más que pudo el momento de ir a la cama; no habiendo más remedio ya en pijama y procurando no hacer ruido se acostó junto al joven, que ya dormido respiraba pausadamente. Lo que pasó después se convirtió en un recuerdo imborrable que la avergonzaba, que hacía temblar su cuerpo, tal vez de emoción, vergüenza o excitación: su hijo estaba dormido pero tenía el miembro erecto, muy erecto, y por más que lo intentó no pudo reprimir el insano impulso: con emoción contenida volvió a agarrar la dura verga y la acarició suavemente, con lentitud, delicadeza, quizá amor, suspirando de excitación, deseando hacer algo que le fascinaba, mamar, succionar una hermosa pinga, pensó la madura.
Y temblando de ansiedad o excitación, procurando que sus movimientos fueran silenciosos enderezó su cuerpo y con lentitud extrema fue acercando el rostro hacia aquello que la atraía de una forma poderosa e irresistible, la enorme verga de su hijo; cuando acercó su boca abierta al glande prominente la mujer percibió en su nariz la deliciosa fragancia, el olor a macho, y cuando su lengua acarició la mojada cabeza de la verga sintió acrecentar su excitación al disfrutar del sabor inconfundible del miembro, olía y sabía a hombre, aunque fuera su hijo; aquello desató su excitación y sin importarle que Andy fuera a despertar se dio a la tarea de mamar y succionar la tranca erecta; los suspiros se hicieron gemidos apagados, el ansia le hacía tragarse la pinga enorme hasta donde podía, su nariz jugaba con los vellos públicos del hijo cuando su boca llegaba a la base de la tranca, y ahí se detenía, procurando contener el acceso de vómito, luego regresaba con lentitud por el tronco hasta la punta, donde su boca succionaba el delicado glande, y así continuó hasta sentir la breve palpitación que anunciaba la eyaculación, entonces apretó los labios sobre la verga y mamó con mayor fuerza y sintió el primer chorro de semen, largo y continuo, que le llenó la boca; la madura se aferró con fuerza a la verga y tragó lo que pudo de leche; la verga siguió palpitando a pausas y escupiendo mocos, la mujer contando los chorros y tratando de tragarse todo el semen, pero le fue imposible, el semen empezó a escapar de su boca, hasta que desfalleciente soltó la verga que siguió eyaculando en su cara, sus mejillas, salpicando su cabello, su pijama, sus manos, mientras que ella silencio gemía de placer al sentir los chorros de mocos embarrarle la cara; al final, cuando la verga dejó de palpitar se sorprendió por la enorme cantidad de semen que había eyaculado la tranca de su hijo querido, y su sorpresa aumentó cuando al tocar la verga la sintió dura, bien erecta, como si no se hubiera venido, y pese a la vergüenza pensó: "así son los chiquillos, se vienen varias veces y con mucha leche", sin embargo tuvo un repentino ataque de pudor o pena o vergüenza, o todo junto, y sin más se dio vuelta sobre la cama, dándole la espalda a su hijo, que creía dormido, y mientras con la sábana se limpiaba el semen de la cara, con un apagado gemido dejó escapar un llanto silencioso, las lágrimas rodaban por sus mejillas que se recriminaba haber cedido a tan insanos instintos, y se quedó quieta, arrepentida, tratando de reprimir sus sollozos; y mientras se recriminaba una o otra vez por lo ocurrido, sintió un leve movimiento en la cama: su hijo se había movido, lo sintió girar sobre sí hasta quedar de lado, atrás, junto a ella; y mordiendo con fuerza la sábana sintió una mano, la derecha, recorrer su cuerpo; primero la cintura, luego las caderas
Ella intentó suspender las incestuosas caricias pero no pudo; reprimiendo sus gemidos dejó que la mano vagara por su cuerpo: arriba hasta tocarle un seno; luego abajo tratando de levantarle la bata de dormir, y pese a sus reprimidas negativas dejó que la mano se metiera bajo la bata y le acariciara las carnosas nalgas, primero por encima de la pantaleta, luego bajo de ella, apretándole los cachetes del culo, acariciándolos con suavidad, con ternura; y se abandonó por fin cuando sintió entre las nalgas el tieso ariete de la verga deslizándose entre ellas, con suavidad, con erótica lentitud; y la madura se fue posesionando de lujuria cuando el grueso tronco iba y venía entre sus nalgas, hasta que cuando ambos quedaban pegados percibía el glande deslizarse entre los labios del coño, que ardía, que se mojaba, que se abría; así en un ir y venir de placenteras sensaciones; y la madura empezó a gemir cuando la punta de la verga se detenía momentáneamente en la entrada de la vagina, sintió la presión de la verga distendiendo la pucha, y suspiró cuando la verga empezó a entrar, lentamente, abriendo el canal vaginal, llenando el coño de dura carne, y se abandonó para disfrutar de las deliciosas arremetidas, pensando cómo era posible que la enorme tranca le entrara toda, "toda, si, toda dentro" y no pudo seguir pensando pues en ese momento sintió las pausadas pulsaciones de la verga al eyacular y ella misma tuvo un inesperado orgasmo que la hizo gemir y vibrar sobre la cama. Momentos después mientras trataba de recuperar la respiración, las arremetidas reiniciaron y la hembra reculaba hacia atrás, parando las nalgas para que el miembro le entrara mejor, y casi desfalleciendo tuvo otro orgasmo, y su hijo volvió a llenarle la pepa de mocos; al terminar la venida trató de separarse pero Andy la tenía bien cogida, él no había tenido suficiente, pensó la madura, y por el contrario el chico le sacó la verga de la panocha y se la apuntó en el culo con la mano, Ana contuvo la respiración pensando "no, por dios, ya no ya no y menos por el culo no ", y tuvo que morder con mayor fuerza la sábana al sentir la fiera presión del palote en su ojete que se negaba a ceder; el dolor fue algo punzante, ardiente, sobre todo al entrar el grande, que con fuerza se dejó rodear por los pliegues del culo; y la verga fue entrando, llenando de verga el canal anal de la madura, que lastimeramente emitía dolorosos "aaahhh, ooohhh, no por favor, todo no ", pero el hijo, sordo a las suplicas terminó de meterle todo el garrote, para luego, agarrándola de las nalgas, se empezó a mover, primero con lentitud, luego más rápido, haciendo sufrir a su madre, que sumisa se dejaba coger, hasta que el lastimado hoyo cedió y la gruesa tranca iba y venía, saliendo y entrando ya con cierta felicidad, inundando el cuarto de olores fecales, haciendo que la mujer cambiara sus lastimeros ayes por apagados gemidos de placer, que se intensificaron cuando la verga entraba rápido y con fuerza en el culo ya abierto, hasta que momentos después la madura disfrutaba de las deliciosas contracciones de la verga al inyectarle de mocos el intestino, y pensando "aayyy, que rico, dios santo, que rico más quiero más mocos, los quiero, si, Andi de mi vida, qué rico coges"; al final así los sorprendió el sueño, la madura todavía con la tranca del hijo en el culo lastimado, Andy abrazando por la cintura a la mujer, que apacible, fue quedándose dormida.
A la mañana siguiente ambos evadían las miradas, los dos sentían que habían hecho algo prohibido, algo incestuoso; ya cuando el chico se bañaba su madre lo alcanzó para decirle, mientras el hijo se enjabonaba el cuerpo: "llamó tú abuela, dice que hoy nos traerán la otra cama tuve que aceptar no supe que decirle de lo de anoche", y guardó silenció mirando al piso del baño; "pero ¿me dejarás dormir contigo de nuevo", le dijo Andy en tono suplicante; "si hijo querido las veces que quieras", y se acercó a él para besarlo en la boca, mientras con el jabón le lavaba la tiesa pinga, diciendo en voz baja: "cuando me lo hagas por atrás, tienes que lavarte bien el pajarito ¿eh?, puedes coger una infección o algo así, ¿entiendes?", y siguió lavando la dura tranca que la noche anterior le había dado tanto placer.
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