Hijo pródigo
Preocupado por su padre, mi hijo hizo algo inesperado y no sé si enfadarme con él, alegrarme o sentirme orgulloso. Decidan ustedes por mí.
HIJO PRÓDIGO
Hola, me llamo Juan José, y lo reconozco, soy un desastre para las mujeres. Todas mis relaciones han sido, por un motivo ú otro, un amargo fracaso. No negaré que puse todo de mi parte para que la relación funcionara, pero bien por malas elecciones o por problemas posteriores, lo cierto es que jamás he podido tener una relación duradera con una mujer. Aún así, una de ellas duró lo bastante para concebir un milagro: mi hijo Julián.
Desde que era niño volqué todo mi amor en él, queriéndolo con todo mi corazón. Puede que a veces lo mimara demasiado, pero siendo como era mi único hijo se lo permitía todo. Quise que tuviera una madre que lo enseñara, pero mi mala suerte lo hizo imposible, y eso que candidatas no faltaron. Es más, ellas se quedaban prendadas del encanto de mi niño. Eso me hizo, por suerte, tener unas cuantas amigas que lo cuidaron y se preocuparon por él, lo que me alegró sobremanera, a pesar del vacío que me producía que no consiguiera una mujer que ejerciera como madre y esposa mía.
Según los años fueron pasando y Julián fue creciendo, se hizo todo un mozalbete, algo gamberro sí, pero de buen corazón, un viva la virgen que se divertía a lo grande con los amigos, y que atraía a las chicas como moscas, lo que me llenaba de orgullo, pero sobretodo me llenaba de esperanza ver que él no había heredado mi mala fortuna con las mujeres, y sabía que algún día encontraría una chica de la que se iba a enamorar y que ella correspondería. Ese pensamiento bastaba y sobraba para hacerme dormir por las noches.
Centrado como estaba en la educación y el cuidado de Julián, y en trabajar, con el tiempo dejé de buscar el amor que tan prosaicamente anhelaba, ese del que hablan los poetas y que se te cuela hasta el tuétano. En alguna que otra ocasión pensaba en ello, pero esas ocasiones eran cada vez más aisladas, y llegó un momento que, con la vida que llevaba, ni siquiera pensaba en ello. Me acomodé pensando que mi vida era así, que eso era lo que debía hacer y ya estaba. Tenía un montón de amigas, pero el amor era algo que ya no me iba a tocar. Ese tren se había ido sin mí o eso pensaba.
Lo que cuento a continuación es algo que a día de hoy aún no sé como encajar, si con ira, extrañeza, alegría o un inmenso arrebato de orgullo. En fin, espero que Vds. puedan decidir por mí cuando acaben de leer esta historia, que van a saber no por voluntad mía si no por la de Julián, que me convenció para contarla y demostrar así que él hizo lo correcto y que no hay nada por lo que arrepentirse.
El inicio de tan extraña historia arrancó una de tantas noches en que me encontraba viendo la TV, a altas horas de la madrugada. Cuando el trabajo no me agobiaba y no tenía nada mejor que hacer, descargaba mis tensiones acumuladas como un vulgar adolescente: viendo porno y pelándomela como un puto mono. Patético, lo sé, pero como dice el refrán, "a falta de pan, buenas son tortas".
Pues ahí estaba yo, dándole a la zambomba con una buena peli porno para disfrutar, cuando de golpe escuché un toser lejano y supe para mi vergüenza que Julián se acababa de despertar, cosa de lo más inaudita hasta la fecha. Cambié de canal con rapidez y procuré ponerme tumbado a la larga o de cualquier manera, a fin de disimular la erección que llevaba encima. Segundos después lo veía bajar por las escaleras, con cara de estar medio dormido aún.
-Hola Papá, ¿qué haces despierto a estas horas?.
-No tengo sueño y estaba viendo algo la TV. ¿Y como es que tú estás despierto a estas horas, caballerete?.
-Tuve un mal sueño y me sobresalté. Vengo a beber un poco de agua y a sentarme aquí un poco, a ver si me da un poco la modorra porqué me he despejado de golpe. ¿No te importará, verdad?.
-No, en absoluto.
Él se fue a la cocina a beber agua y yo suspiré aliviado al notar que la cosa se relajaba un poco. Al poco él llegó y se sentó a mi lado, abrazándome. Lo rodeé con mi brazo y nos pasamos unos cuantos minutos viendo la teletienda y esas cosas, buscando alguna película que mereciera la pena o un programa nocturno(o incluso repetido) que fuera decente. De repente Julián cogió el mando y empezó a hacer zapping, intentando tener más fortuna que yo. Y ¡zas! sin quererlo dio con la peli porno que estaba viendo. Pensé que cambiaría de canal, pero al contrario, se quedó viéndola.
-¿No te molestará que veamos porno, verdad Papá?.
-Ehm no bueno, supongo que no ¿es la primera película que ves?.
-¡¡Papá-repuso airado-!!, que tengo 16 años. Ya me he papado unas cuantas de esas con los colegas.
Aquello me cogió tan de sopetón que no supe reaccionar.
-¿Te incomoda que veamos la peli juntos?. Si es así, cambio y punto
-No no-me excusé, para evitar malas situaciones-, no me molesta, podemos verla si quieres
Y sin comerlo ni beberlo, me vi el resto de la peli con Julián al lado, pues hasta que no terminó él no se fue a dormir. Yo quedé algo extrañado, pues aún lo veía como ese niño pequeño al que llevaba a los parques, pero por aquel comentario me dejó bien claro que ya era un adolescente y que ya estaba con sus pinitos en cuanto a sexo. Por un lado me alegré(por ver acabar la peli, a mí también me gustó, y por la confianza de él al contarme esas cosas, no todos los hijos tienen esa franqueza con sus padres), pero por otro me preocupé, ya que pronto viviría su primer amor(y por tanto, su primer desengaño). Sabiendo eso esperaba de todo corazón, poder ayudarle y estar a su lado. Poco imaginaba entonces que sería yo y no él quien terminaría siendo el ayudado.
Lo de ver pelis porno juntos empezó a hacerse costumbre, y lo cierto era que, a la postre, se hizo muy divertido, ya que sacamos el hábito de hacer de críticos con las escenas que veíamos, llegando a partirnos de risa con los absurdos diálogos que llegábamos a escuchar y con las posturas que veíamos. Fue un juego muy divertido que duró como dos o tres semanas, hasta que ocurrió lo inesperado. Estábamos tan tranquilos en plan de comedia, y de pronto, al cambiar la escena, Julián se quedó mudo. Al mirarlo, vi que tenía los ojos desorbitados, mirando fijamente la pantalla.
-Julián, ¿estás bien?.
-Buff Papá, que va, estoy cachondísimo, no puedo aguantarme las ganas Papá dios me encanta como se la follan buffff no me aguanto, o me la casco aquí mismo o me revientan los huevos
Acto seguido, sin decirme nada, se la sacó de los pantalones y se puso a trabajarse los centímetros con un afán encomiable. No era para menos: a la chica de la peli se la estaban cepillando dos chicos, que se la tenían metida por el coño los dos a la vez y la chica, una pelirroja de pelo largo, chillaba de manera alucinante. Esa escena subyugó a Julián como no pensé que pudiera excitarse, y lo cierto es que a mí también me gustaba(pero no me apasionaba como a él, está claro). Dada la situación, hice lo propio y me la pelé bien pelada junto a mi hijo, la primera de muchas noches de pajas en confianza. La relación entre él y yo empezaba a ser más íntima a todos los niveles, lo que me gustaba. Lo ocurrido después superó toda expectativa.
Estábamos tan a gusto en plena paja, cada cual a lo suyo mientras hablábamos lo mínimo comentando la peli, cuando de repente sentí una mano extraña sobre mi miembro, y como mi mano era llevada para tocar una polla que no era la mía. Giré la cabeza sobresaltado por la actitud de mi hijo.
-¿Pero que haces Julián?.
-No pasa nada Papá. Esto no es malo, ¿verdad?.
Su desparpajo me pilló tan de sorpresa que no supe reaccionar. Su mirada daba a entender que tenía algo en mente, pero en aquel momento me fue imposible adivinar cual sería su próximo movimiento: tras estar un rato cascándonosla el uno al otro, Julián me rompió todos los esquemas haciendo algo que ni de lejos me esperaba: en mitad de la paja en confianza que nos estábamos haciendo, se reclinó sobre mi regazo y comenzó una señora mamada que me dejó paralizado de la sorpresa. Mi primer impulso, fue, obviamente, intentar quitármelo de encima para detenerlo.
-¡¡PARA JULIAN!!, ¿se puede saber que estás haciendo?...¡¡PARA POR FAVOR!! ¡¡JULIÁN, BASTAAAAA!!...
Hice tanta fuerza como pude, pero no fue capaz de sacármelo de encima. Lo cierto es que, pese a lo extraño de la situación que estaba viviendo, el cabrón lo estaba haciendo también que antes de darme cuenta el [censurado] de él ya me tenía tan excitado que ya no podía pararlo, no tenía fuerzas para hacerlo.
-No te preocupes Papá, yo me encargaré de todo Relájate y disfruta, ¿vale?...te lo vas a pasar de maravilla
-Julián, que soy tu padre para por dios ¡para que nos pierdes!
No me hizo caso. Siguió chupándomela con una gana que me dejaba anonadado. No tenía idea que Julián pudiera hacer eso, y además de que pudiera hacerlo con semejante manejo. Ya ni recordaba cuando fue la última que una tía me la había chupado, y el que aquello volviera a suceder hizo que me pusiera cachondo, a pesar de que fuera mi propio hijo es responsable de la actual felación.
Madre del amor hermoso, pero que manera de chupar una polla. Me dejaba de piedra ver como un hombre podía chupársela a otra y ponerlo como un cohete. ¿Acaso los hombres lo hacían de un modo especial o diferente al de las mujeres, o era el morbo de ser padre e hijo los implicados el que me excitase tanto?. Mi cabeza divagaba a una y mil direcciones, no paraba de elucubrar ideas y teorías descabelladas para justificar lo que estaba sucediendo, y al mismo no dejaba de disfrutarlo ni por un segundo. Perdidos todos los papeles y todas las composturas posibles, nos entregamos al pecado.
-Uuuuuuuuff ay dios mío, ¡Julián!, pero que cosa loco, más que loco, chuparle la verga a tu padre como se te ocurre
-Todo a su tiempo papito ya verás como lo gozas pero también debes corresponder
¿Corresponder?. Virgen misericordiosa, si antes me dicen que esto me llega a me liaría a bofetadas con el que me lo dijera. Julián se echó boca arriba en el sofá(que como trisillo que era, tenía el tamaño justo para que un hombre de mediana estatura pudiera estar echado a la larga en él) y yo encima de él. Siguió chupándola como un poseso, claro que ahora, por increíble que me pareciera, me tocaba devolverle el favor. Tragué saliva un par de veces para asimilar lo que me disponía a hacer, mis ojos estaban clavados en esos centímetros tan firmes de mi hijo, y llamándome loco en mis pensamientos, me recliné para estar sobre él y aaaaaaaaaahhh me jalé todo su miembro.
Válgame el cielo: ¿de verdad mi hijo y yo estábamos montándonos un 69 gay en el salón de casa como si fuera de lo más natural del mundo?. Pues así era, por mucho que me costase creerlo. Lo más asombroso no era ya la escena, si no lo mucho que me aplicaba a la mamada que le hacía, devolviéndole la que él me estaba haciendo. Estuvimos trabajándonos los centímetros durante largo rato, en el que no nos dejamos nada en el tintero: besos en el glande, caricias, lametones, masajes testiculares, chupetones e incluso pequeñísimos mordiscos a lo largo del tronco(no en la punta, evidentemente). La excitación que se había creado allí era de lo más ardiente, y era como si fuera estuviera poseyéndome, pues lo veía todo como si le estuviera sucediendo a otro en lugar de a mí, como ver una película en el cine, pero eso sí, las sensaciones tan intensas me decían de forma clara y evidente que sí que me pasaba a mí.
Julián dejó de mamarme y se salió de mí. Vueltos a sentar uno al lado del otro, nos procuramos caricias y masajes a lo largo y ancho de nuestros cuerpos. Las manos, por supuesto, ocuparon el lugar de las bocas y nos cebábamos en la verga del otro para que no se perdiera la erección, manteniéndola bien firme para que, inexorablemente, iba a ocurrir. Por el momento solo estábamos en preliminares, aunque no tardaríamos en pasar a la semifinal y luego directos a por la Copa. El primer beso fue el más raro de todos, ya que era el primero que me daba con un hombre(si era el primero para él, eso no lo sabía), pero una vez acostumbrado a su sabor, aquello fue un comerse la boca de arriba abajo, con lengua incluida, morreándonos como gatas en celo, y todo sea dicho, mi hijo sabía besar de miedo, a las nenas las dejaría en éxtasis con esa forma de besar.
Después de lo besos llegaron los chupetones en el cuello, que no fueron pocos, y después de eso nos levantamos y nos fuimos a mi cuarto, donde él quería hacerlo. En cuanto descorrimos las sábanas y nos echamos en la cama seguimos la fiesta que habíamos empezado abajo en la sala de estar, solo que ahora, en ese ambiente, ya no importaba nada ni nadie, solo gozar y disfrutar, o como escuché una vez, "CARPE DIEM"(vivir el momento). Julián me sobaba la polla cosa fina, lo hacía con mucha delicadeza, arrancándome unos gemidos dolorosos y roncos que me salían del fondo de mis entrañas. Le procuré el mismo trato, viendo como mis caricias hacían efecto en su cuerpo y en su mente, que desvariaba a más no poder, soltando toda clase de barbaridades y despropósitos que me niego a repetir por lo salvajes que llegaron a ser. Lo que sí puedo decir es que, abrazados y juntos, me miró a los ojos y me dijo:
-Fóllame papá. Vamos, quiero que me folles. Lo quiero todo todo
Ese último "todo" sonó tan desesperado, tan angustiado, que por un momento creí que se iba a morir de la ansiedad si no le satisfacía. Se puso boca abajo, ligeramente incorporado, casi a cuatro patas, y me miró para que se lo hiciera de una vez.
-Julián, te puedo hacer daño, ¿estás seguro?.
-Sí, lo estoy vamos Papá, lo necesito no te cortes, no me hagas esperar la quiero, la deseo dámela toda, es mía, la quiero
Me curvé sobre él besándolo una vez más, intentando calmar sus temblores fruto del nerviosismo que estaba teniendo(posiblemente, producto del miedo al momento de la penetración). Froté mi verga contra sus nalgas y luego busqué ese pequeño y estéril orificio. Tras meter un dedo a modo de explorador inicial, puse mi verga entre sus nalgas, justo en la entrada de su orto, e hice un poco de presión. No había forma, aquello estaba bastante apretado. Insistí a petición suya un par de veces más hasta que, al final, su resistencia inicial fue cediendo ante mi verga, la cual iba lenta y dolorosamente enterrándose en el culo de mi hijo hasta que lo penetré tal y como él quería. Con mi mano derecha le cogí la polla y con la izquierda me afiancé para tenerlo bien sujeto. Hecho eso, lo que siguió es evidente: le hice el amor a mi hijo.
Y lo hice con más pasión y empeño del que jamás creía podría llegar a tener. Julián se deshacía en chillidos y gritos de placer que lo volvían loco, claro que de vez en cuando resoplaba como los caballos, en los primeros momentos que me lo estaba cepillando. Poco después de resoplar nada, solo gozaba y disfrutaba como un enano, parecía estar en el cielo a juzgar por como decía que siguiera, que no me parase por nada del mundo. Al unísono que lo enculaba también lo masturbaba, subiendo por enteros los niveles de placer del momento. Julián parecía que iba a estallar de gusto, se retorcía y contoneaba en todas direcciones, meneando un poco su cuerpo, en especial sus caderas, para acompasar mis embestidas en su culo. Se me hizo evidente que lo estaba desvirgando y que, pese a todo, le estaba gustando y lo estaba viviendo a tope.
La follada que le estaba dando era tan increíble como atronadora, y digo atronadora porqué aquello era un escándalo mayúsculo, de padre y señor mío: padre e hijo, en plan obsceno, follándose como salidos, y no solo eso, si no ambos lo estábamos gozando a todo trapo. Julián gozaba, jadeaba, gemía y compungía en murmullos de placer que me hacían ir mucho más fuerte y rápido, ansioso por gozar y porqué gozase. Había un olor a sexo que lo inundaba todo, casi se podía tocarlo, incluso saborearlo. Lo que sí saboreaba era la boquita de mi hijo, su cuello, olía el sudor de nuestros cuerpos entrelazados que se entregaban mutuamente, y la paja que le hacía, en unión con el polvo que le estaba echando, hizo que a no mucho tardar, estuviéramos a punto de corrernos. Aceleré la paja, apreté, estrujé y con un poco más de esfuerzo me corrí dentro de su orto y él se corrió sobre la cama. Agotados, sudorosos, nos echamos muy juntitos, con ganas de más.
Sabía que ahora me tocaba recibir y a él dar, y pese al miedo que me daba ser penetrado, no vacilé ni un segundo. Me podía la excitación. Julián se lo pasó bomba manteniéndome muy caliente para que ni se me pasara por la cabeza la idea de retractarme, aunque eso era lo último que haría en aquellos momentos. Mi hijo me mimó y cuidó largo rato, besándome, acariciándome, recorriéndome el cuerpo para prepararlo para lo que se me avecinaba. Describir las sensaciones que me recorrían de pies a cabeza sería imposible, pues era un placer sublime que llevaba tanto tiempo sin sentir que era como estar en el cielo. No puedo decirlo de otra manera. La demostración de amor y cariño me tenía con el alma encendida, más caliente que un volcán en erupción. Julián me chupó un poco la verga y luego me dio a mamar la suya, para que entrase con más facilidad. Se la dejé bien ensalivada y húmeda. Entonces, Julián se puso detrás de mí.
Uuuuuff oooooooohh bbffffffff resoplé como un toro sintiendo como la verga de mi hijo buscaba el hueco donde penetrarme. Ahora entendía sus resoplidos. Era tan raro, tan extraño me sentía como si me estuvieran empalando, incluso como si la tuviera en la boca y me costase respirar. Mi resistencia anal tardó más ceder que la suya, claro que su cuerpo era más joven que el mío y por tanto más maleable. Insistió, apretó, siguió apretando, presionó un poco más aaaaaaaayyyyyyyy aaay mi madre que era esooooooooo no me podía estar pasando eso a míiiiiiiiiiiiiii aaaaaaahh aaaaaaaahhh mi orto cedió a sus intentos y Julián me penetró nunca, jamás en toda mi vida había sentido algo así, era imposible, y el recuerdo de aquello me perseguirá en sueños toda mi vida. Ni con mil palabras podría explicar lo que era sentirse penetrado y además por tu propio hijo.
El cual, debo decir, esperó unos momentos a que se me pasase el dolor de la desvirgación, tratándome con el mismo cariño que yo antes con él. Acto seguido, no esperó más: se puso a follarme, y lo hizo como un señor marqués. Me acometía como si lo hubiera hecho toda la vida, y yo, por difícil que fuera de creer, respondía a sus gestos y caricias meneando el cuerpo, igualando el ritmo de su estupenda penetración, que ya me tenía en carne viva. Apoyé las manos en la cabecera de la cama para tener un asidero donde agarrarme muy fuerte, y Julián, al ver eso, puso sus manos en mis caderas, se sujetó firmemente y en aquella posición me dio un repaso espectacular, digno del Kamasutra. Por dios bendito, que follada me estaba dando, a cada segundo gemía como una perra en celo, y la paja que me hacía, imitando lo que hice yo antes con él, era tan infernal que apreté los dientes para no chillar tan fuerte que nos oyeran en la calle. El momento era tan bonito que la emoción se hizo poderosísima, y la imagen de padre e hijo haciéndose el amor se grabó a fuego en mi corazón.
A la par con la emoción sentida, la sensación y el placer que me invadían eran de locura. Yo no paraba de decirle que siguiera, que me follara, llegando a decir a voces unos sinsentidos que a Julián lo dejaron impresionado, y a mí también. La calentura que tenía me había trastornado por completo y solo quería sexo, sexo, más sexo La polla de Julián se me beneficiaba con un gusto insaciable. La boca de Julián buscó la mía afanosamente mientras éste taladraba mis entrañas y me brindaban una experiencia nueva que abría todo un mundo de posibilidades. Sus manos ya no estaban en mis caderas, iban de un lado para otro como si les faltara algo, masajeándome, parando de vez en cuando en mi verga para seguir manteniéndola dura y caliente, aunque eso no iba a bajar ni con diez barras de hielo encima. El nivel era altísimo, el placer fabuloso, el momento demencial y la polla de mi hijo follándome una verdadera experta.
Estaba loco por llegar al clímax, por correrme de una vez, por gozar, por explotar quería sentirlo, lo deseaba desde las fibras más recónditas de mi alma se lo decía, se lo suplicaba "Julián fóllame vivo, reviéntame el culo cabrón eso es, fóllate a tu padre así, me gusta que bien lo haces" esas lindezas, que eran las más lights , salían de mi boca a trompicones, era como si algo en mi interior me las hiciera gritar a pleno pulmón. Mi hijo obedeció fielmente, poniéndose a martillearme el orto con tanto ímpetu que por un instante creí que me iba a desgarrar, a partir en dos como si me cayera un hacha encima. Su verga poderosa y flamante pistoneaba con rabia, y su mano en la mía me masturbaba con frenesí, precipitando el anhelado momento de orgasmo, el segundo de la noche, después de años y años de sequía. Más ritmo, más fuerza, más poder, más con él todo era un poco más, así un poco más La cama entera rechinaba al compás del baile amatorio que hacíamos, baile que subió de tono conforme las embestidas de Julián crecieron hasta que, al fin, el momento llegó, y en medio de una enorme marea él y yo gozamos fogosamente, corriéndonos como locos y viviendo una noche apasionante.
Cansados, casi rendidos, estuvimos largo rato echados en la cama, muy agarrados el uno al otro. Cuando las fuerzas nos lo permitieron, nos fuimos a darnos una ducha para refrescarnos y quedar limpios. Justo después, tras limpiar la cama, los dos quedamos allí, incapaz de dormir. Lo ocurrido había marcado nuestras vidas y lo sabíamos. Durante más de media hora ninguno fue capaz de hablar, tan solo estábamos allí, abrazados como si nada hubiera pasado, como si él hubiera tenido una pesadilla y yo, como siempre hacía, hubiera ido a consolarlo. Fue pasada esa media hora que en mi mente se fraguó una pregunta que me agobiaba, y Julián, que me vio con el ceño fruncido, supo leer en mi cara y me miró como esperando que le dijera que me pasaba por la mente.
-Papá venga, ¿que pasa-me preguntó nervioso-?.
-¿Por qué?.
Mi pregunta, tan críptica, no fue entendida, así que la repetí.
-¿Por qué?, ¿por qué ha ocurrido esto?, ¿por qué ha pasado?.
-¿Porqué has perdido tú la esperanza?.
De todas las posibles respuestas que pudiera esperar, aquella desde luego no era una de ellas. Me costó bastante encontrar la respuesta.
-Por qué después de tantos fracasos con las mujeres terminé cediendo a la evidencia. Nadie aguanta eternamente, y supongo que me conformé con ejercer mi rol de padre. Al final y al cabo, de toda mi vida tú siempre has sido lo mejor que he tenido en ella, pero tú no has respondido a mi pregunta. ¿Por qué ha sucedido esto?.
-Por Sandra.
¿Quién era esa?.
-Sandra es una chica que he conocido recientemente cuando he salido los fines de semana-comenzó a explicarme-. Es una chica fantástica que lo tiene todo, y le tengo muchísimo cariño hemos hecho muy buenas migas y somos confidentes, nos lo contamos todo, y no hace mucho me contó que una vez volvió a casa borracha y que acabó haciéndolo con su padre, que al igual que tú, llevaba ya muchos años sin una mujer en su vida. Lo hicieron por error, pero eso les ayudó, ya que gracias a eso ella lo ayudó, y ahora el padre está felizmente casado, y ella con un novio al que quiere muchísimo.
-¿Y?.
-Que si ella pudo hacer eso por su padre, ¿por qué no iba yo a hacer lo mismo por ti?. Llevo años viendo como te hundes más y más Papá, como la falta de una mujer te afecta, y no intentes negarlo porqué es mucho tiempo observándote, y no quiero que acabes solo. Por suerte y a diferencia de ti yo tengo mucha mano con las mujeres, y créeme que moveré cielo y tierra para encontrar una mujer a la que puedas amar y que te ame a ti. No dejaré que acabes solo, no lo permitiré.
-Muchas gracias por eso pero, ¿el que seamos padre/hijo no te hizo recapacitar sobre tus acciones?.
-El que seamos padre/hijo es lo que me hizo seguir adelante.
-¿Y el que seamos dos hombres no te hizo pensártelo dos veces?.
-¿Acaso importa?. Yo te quiero muchísimo Papá, y tú me quieres a mí.
-Pero lo que hicimos ¿por qué de esta manera?. ¿Por qué así?. ¿No había mejor modo de hacerme saber tus inquietudes?.
-No-me espetó-. Sólo así podía hacerte saber cuanto te amo, lo mucho que me importas y cuanto me preocupo por ti. Solo así podría abrir tu mente para abrirte a nuevas experiencias para albergar en tu corazón lo que no tenías: la esperanza.
Ay dios mío, no sabéis lo emocionado que aquello me dejó, lo conmovido que me quedé por esa respuesta. Julián me besó la frente y luego me abrazó tiernamente, mientras yo intentaba en vano contener mis lágrimas al ver el amor y la preocupación de mi hijo por mí. Se me desbocó el corazón de la emoción y lo abracé a él durante un largo rato. La sensación de desahogo y de libertad que me produjo fue un alivio que mi alma llevaba años pidiendo al cielo, y con un último beso nos fuimos a dormir.
Desde entonces, Julián no dejó de luchar por mí ni un solo día, buscando entre amigas y conocidas una candidata para que yo pudiera volver a encontrar el amor, y en tanto, nos convertimos en apasionados amantes, convirtiendo nuestras noches en una fuente de placeres y de cariño que, todo sea dicho, me quitó un desapacible vacío que llevaba muy dentro de mí. Su esfuerzo y su dedicación me convirtieron en un hombre nuevo, totalmente distinto a como era antes, con una mente renovada, más amplia de miras, y con sus lecciones sobre mujeres(me dejaba pasmado lo que sabía de ellas), me hizo conocer más al género femenino(dios las bendiga). Tuvimos que esperar mucho, pero mucho tiempo hasta ver resultados, pero casi un año después de empezar nuestra nueva relación padre/hijo conseguimos nuestra anhelado objetivo, y conocí a Asun(de Asunción) y a su hija Emma, las cuales tenían una historia de lo más interesante(para conocerla a fondo, busquen el título de Hija Pródiga). Sin embargo, pese a todo, no dejó de pensar que quizá Julián se extralimitó con su abnegación por mí, que podía haber otro modo de cambiar las cosas. No sé si enfadarme por lo que hizo, alegrarme por como cambió mi vida, sentirme orgulloso por la forma de luchar por los suyos y de darme una nueva oportunidad de ser feliz, o simplemente aceptar las cosas tal y como ocurrieron. ¿Ustedes que opinan?...