Hijo de una puta

Nuestro protagonista está decidido a ser chapero y se inicia en el mundillo con un cliente que le pondrá a prueba.

Hijo de puta. Uno de los insultos más fuertes de nuestra lengua. Tres palabras para referirse a aquella persona que está en lo último en la escala social. Alguien vacío de prestigio, respeto y fuerza social entre otras cosas. Pero… ¿Qué ocurre si esa construcción lingüística te representa? ¿Qué ocurre si eres un hijo de una puta?

Si naces con ese destino lo normal es que vivas tu vida en las peores circunstancias. Una sombra que intenta entrelazarse para escalar, pero al final solo puedes carroñar lo que los demás olvidan atrás. Yo estaría destinado a esa vida si no fuera por mi madre.

Mi madre era una prostituta. Pero pertenecía a uno de esos casos raros donde hizo de la prostitución su modo de vida. Estaba orgullosa de su trabajo y se empoderó en el ejercicio de su labor, por lo que se imponía a esos hombres que trataban de verla como un objeto. Su belleza ayudaba pues su rostro simétrico, limpio de labios finos estaba coronado por un pelo dorado lacio. A todo esto, lo acompaña su piel sedosa, pulida que se extendía por su esbelta figura, grandes senos y amplias caderas, pero todo sin ser desproporcionado. Siempre me había parecido que más que nacer, a mi madre la construyeron, seleccionando cada una de sus partes cuidadosamente como si alguien quisiera que fuera una obra de arte viviente.

Para mi madre mi nacimiento fue un milagro pues le habían dicho que era estéril. Por lo cual me recibió con la mayor de las ilusiones sin importarle quién fuera el padre, pues con la cantidad de clientes que tenía, era imposible averiguarlo. Pero el segundo milagro que recibió es que crecí con una gran belleza. Tanta que muchos de los clientes de mi madre me miraban con una mezcla entre asombro, fascinación y morbo. Pero ella siempre me protegió de indebidas insinuaciones.

Me crió en el calor de mi madre y sus amigas y amigos donde predominaba la transparencia. No teníamos problemas en hablar de lo que de puertas para fuera eran grandes tabúes. Desde temprana edad entendía y sabía los entresijos del sexo y del romance. Incluso bromeamos de aquellos clientes que de puertas para afuera eran la élite, pero en la cama tenían problemas para encontrar algo tan normal como un clítoris. Algunos incluso para encontrar sus propios puntos erógenos.

Desde que tuve apetito sexual me hice mi propio camino. Apliqué y descubrí todo lo que me habían enseñado junto a otros cuerpos con los que compartí todo tipo de placeres.

La gran confrontación llegó cuando en mi mayoría de edad le comenté a mi madre que quería dedicarme a lo mismo de ella. Cosa que no procesó del todo bien ya que sabía que había que tener dos características muy marcadas. Un líbido desbocado y un carácter fuerte y bien logrado. Pero al sentarnos a hablar todo se decidió.

Después de varios días hablándolo y conversaciones intensas decidimos lo siguiente; Si era capaz de satisfacer a un hombre al que le costaba empalmarse y correrse y yo disfrutar, mi madre no pondría pegas. El truco estaba en, aparte de la dificultad de excitarle y llegar a hacer que se corra, en que era un señor algo entrado en edad, por lo que mi madre confiaba en que a mí también me costara excitarme.

Era sábado, mi madre había salido de fiesta con sus amigas y aproveché para quedar con el hombre con el que me iniciaría en el gremio de mi madre. Me preparé a conciencia

arreglándome y limpiando cada parte de mi cuerpo y limpiando y aún desnudo en lo que pensaba qué ponerme terminé de decorar la habitación que había preparado para este momento: algunas esferas de olor que activaba el apetito sexual que mi madre usaba, decoración roja y luz tenue que siempre ayudaba… Y los juguetes colocados en una mesa, visibles.

No sabía bien qué ponerme. Pero me decidí por una provocación directa. Camisa de asillas roja que aparte de resaltar con pelo corto dorado, remarcaba la musculatura que tan pacientemente me había estado preparando en el gimnasio y un chandal sin ropa interior para que se me marcara bien el paquete y el culo en lo que le recibía y pasábamos a la sala.

El hombre tardó un poco en llegar, yo estaba nervioso. Muy nervioso y que llegara tarde era mala señal… denotaba poco interés y al abrirle la puerta tuve que admitir que era algo peor de lo que imaginaba. Casi calvo, regordete de aspecto descuidado. Mirada desmotivada con algo de ojeras y un pelo revuelto. Diría que rondaba los treinta y largos o cuarenta y poco.

  • ¿Qué tal?- Me dijo con una voz suave y calmada.

  • ¡Hola! Muy bien. ¿Pasas?- Le pregunté algo cortado, los nervios me habían aumentado y las mil ideas que tenía para recibirle con morbo se me escapaban de la boca.

  • Pues eres mucho más guapo que en fotos chico, no lo voy a negar- comentó ante el incómodo silencio que mi inexperiencia estaba provocando.

-Gracias jeje- me reí soltando algo de nerviosismo.- Pasa y ponte cómodo

Le hice un gesto para que pasara al cuarto que había preparado. Él se sentó en la cama dejándose caer, casi como si se desplomara y me miró con algo de duda.

  • ¿Seguro que quieres? No le tienes que demostrar nada a nadie- me dijo con un rápido suspiro mirándome con algo de pena.

No le contesté. Empecé a quitarme la camisa lentamente con movimientos sensuales moviendo la cadera y el torso para incitarle. Me seguía mirando y ahora su expresión había cambiado de pena a interés. Me esforcé más, me quité del todo la camisa, la tiré a un lado y me acerqué muchísimo dejando mi atlético torso a escasa distancia de su cara. Juraría que podía notar hasta su respiración acelerándose. Bajé un poco el chándal dejando entrever el pubis y la delicada línea de la ingle que llevaba a mi mayor punto de placer.

Él tragó, lo estaba consiguiendo y mis nervios se estaban transformando en excitación y morbo. Alargué las manos y agarré su camisa, la cual tras un segundo de duda en la que busqué confirmación visual, le quité de golpe. Quedó a descubierto un cuerpo asimétrico, una barriga cervecera fruto del disfrute incontrolado y de una vida felizmente insaludable. Pero cada vez me importaba menos su físico y me invadía más la sensación de lujuria. Pasé mi mano por su torso y fui bajando hasta su pantalón. Noté su polla aún flácida aunque diría que algo morcillona.

Me di la vuelta, me llevé las manos a mi pelvi y sincronizado con un movimiento sensual de cadera me fui bajando el chándal dejando al descubierto con lentitud mis nalgas. Me agaché para que tuviera una mejor vista y terminé de bajármelo dejando mi ano totalmente expuesto a su visión.

  • No serás virgen- comentó mientras volvía a tragar saliva. Imaginé que lo decía por lo cerrado que parecía mi ano.

  • Tranquilo, tengo práctica- le comenté con una voz profunda.

Me dí la vuelta y moví mi pene ya empalmado del hombro de la situación enfrente suya. Él lo miró con deseo, pero me decía que su polla seguía sin empalmarse del todo. Me arrodillé y hundí mi cara en su entrepierna. Olía un poco a sudor y notaba su polla en mis labios debajo de la tela del pantalón así que decidí quitárselo de golpe. Y quedó al descubierto un pene morcillón de unos ocho centímetros a ojo. Él seguía sentado así que me senté encima suyo de frente, flexionando las piernas, dejando caer mi culo sobre su pene y colocando mi polla en su vientre. nuestros torsos estaban a escasos centímetros y nuestros labios se tanteaba indecisos. Decidí dar el paso y besarle sintiendo el cálido sabor de su imperfecta boca. Nos movíamos con pasión, pero seguía sin notar que su polla se empalmara. Así que después de un rato besándonos y restregando nuestros cuerpos nos tumbamos uno al lado del otro. Podría pasar a algo más directo como meterme su polla morcillona en mi boca, pero no estaba seguro de que fuera buena idea.

  • Lo siento- dijo el hombre suspirando de nuevo mientras pasaba su mano por mi cuerpo.- No es por tí, si eres de lo mejorcito que he visto.

  • Tranquilo. No tienes que disculparte- le respondí pensativo.

  • También es cosa mía, si no se me levanta con un pibón como tú… - comentó con voz nerviosa.

  • No todo es el cuerpo y lo que nos venden en el porno- le contesté mientras me venía una idea a la cabeza.

Me incorporé sentándome a su lado y le cogí el pene, masajeándolo con cuidado deteniéndome en su glande.

  • El glande tiene cuatro mil terminaciones nerviosas- comencé a contarle mientras jugaba con su pene en mis manos.- Muchas veces pensamos que lo que da placer es mover la mano arriba y abajo a lo largo del cuerpo del pene- continué mientras hacía ese movimiento en su miembro.- Lo que da placer es sobre todo el roce del glande… Y hay trucos.

Con una mano apreté con ligera fuerza en la base del pene semi empalmado del hombre. Y comencé a estimularlo tocando suavemente su glande y lo largo del cuerpo. Recordé que poner pornografía de fondo o jugar contando relatos erótico podría ayudar, pero no sabía mucho de sus gustos. Así que, por ahora, mientras él seguía acostado boca arriba arriba, me acosté a su lado de lado y uní nuestros cuerpos pegando mi pene en su cadera.

Acerqué mi boca a su cuello que empecé a besar y chupar con suavidad mientras forzaba un poco la respiración y los jadeos para crear ambiente. Estaba funcionando.

Empecé a masturbarle la mejor técnica que sabía; dejando la muñeca suelta pero manteniendo la firmeza en la mano para crear un movimiento ondulante de masturbación mucho más placentero donde mi mano pasaba por todo su pene de arriba a abajo pero centrándome conscientemente en acariciar y estimular su glande.

Sabía que había penes sensibles (cosa que no era el caso del hombre), penes que necesitan muchísima presión para llegar al orgasmo e incluso pollas que necesitan frecuencias, parones o patrones para alcanzar el culmen. La clave está en experimentar y jugar pues la mayoría de los hombres en su vida han intentado experimentar con sus penes más allá de la clásica masturbación rígida de arriba y abajo.

  • ¿Tienes el glande sensible o te gusta con más fuerza?- Le pregunté susurrándole al odio mientras aún restregaba mi cuerpo en el suyo. Recordé que la comunicación es central para lograr el mejor de los orgasmos.

  • Pues no lo sé- respondió.

  • Mastúrbate tú para ver una cosita- le volví a susurrar.

El hombre se llevó la mano a su pene y empezó a tocarse. Me di cuenta de que apretaba mucho a un ritmo lento. Parecía que era de los que necesitaban presión.

Alargué la mano y seguí con las masturbación apretando bien toda su polla y al llegar al glande me detenía para pasar la palma de mi mano sobre él haciendo que el señor soltara un leve gemido. “Vamos bien” pensé. Con la otra mano cogí sus testículos co cuidado y los fui moviendo de forma circular para estimular de forma indirecta su punto “p”. La polla se le estaba empalmando, estaba funcionando. Seguí besándole el cuello y con sutilidad me fue subiendo mi cara y torso encima suyo para poder besarle sus labios. Dejé mi pene a un lado de su pelvis para tener espacio para seguir masturbándole. Aumenté un poco más la fuerza con la que apretaba su pene mientras seguía con el movimiento ondulado que parecía que le encantaba. Con la otra mano, mientras masajeaba sus huevos usando la palma de mi mano, alargué los dedos para a la vez frotar la zona del periné. Fui con cuidado pues jugar ahí hacía que se retrasara la eyaculación (cosa que quizás no era conveniente para este hombre) pero generaba que el orgasmo fuera mucho mayor.

Aproveché que había conseguido que su polla estuviera prácticamente empalmada para pasar a jugar con ella con mi boca así que me moví bajando a la altura de sus piernas para que su polla me quedara al nivel de mi cara. Olía mucho mejor de lo que pensaba, incluso parecía que había soltado un poco de presemen fruto de mi juego con las manos. Empecé a besarle su pene para pasar a pasármelo por los labios mientras le miraba con morbo a su cara. Ahora, su pene erecto era lo suficientemente grande como para agarrarlo con una mano y meterme el glande en la boca donde empecé a ejercer presión con los labios a la vez que frotaba con fuerza con mi lengua. Esto hizo que el hombre gimiera y respirara con fuerza, así que aumenté la presión que ejercía con la boca y la lengua durante un momento antes de pasar a meterme toda su polla en mi boca. Le hice una buena mamada,

comiéndola a garganta profunda, haciendo hincapié en pasarmela por la parte suave del paladar. Así podía presionar y jugar con ella en toda la profundidad de mi garganta sin que me dieran arcadas (aunque también podían ser parte del juego, pero eso para otro momento).

Con las manos seguía jugando en sus testículos tirando con suavidad de ellos mientras mi boca seguía succionando con fuerza, deteniéndome en su glande en el que aprovechaba para mirarle a los ojos y confirmar que lo estaba disfrutando. Sentía su polla ahora mucho más cálida y dura en mi garganta, cosa que me encantaba. Y él seguía boca arriba, inmóvil, parecía que hacía tiempo que no le hacían disfrutar pues tenía una mirada como de impresionado mientras a medida que seguía con la mamada él se iba soltando y estiraba el cuerpo en atisbos de placer o echaba la cabeza hacia atrás mientras respiraba con fuerza soltando gemidos. Aumenté la velocidad a la que le comía la polla rozándola con más fuerza con mi paladar. Podía notar el presemen saliendo de ella dejando un sabor morbosamente amargo en mi boca.

  • ¡Sigue joder!- Exclamó de imprevisto

Yo di todo de mí. Combiné el masaje de huevo con la mamada intensa y el juego de lengua en el glande para hacer la mayor presión posible en todo su pene. El cuál se lo notaba tan duro que parecía que iba a explotar e incluso podía sentirle el pulso desbocado en su mismísima polla.

  • ¡Ah joder ah! -Volvió a exclamar mientras pasaba una mano por mi pelo agarrándolo con fuerza y otra la pasaba por mi cara, garganta y torso.- ¡Joder!

Se notaba que estaba cerca, notaba todo su cuerpo y genitales tensos, reteniendo y preparándose para el orgasmo así que aumenté un poco más la fuerza de la mamada a riesgo de hacerle un poco de daño, pero sentía que era lo que me pedía. Él me agarró del hombro con fuerza y, mientras se quedaba sin respiración y estiraba su cabeza hacia atrás y levantaba el pecho sentí como su polla en mi interior se hinchaba y contraía para en un úlitmo gemido soltar disparos de corrida dentro de mi boca. Era abundante, amarga y densa. Se notaba que hacía muchísimo que no lefaba. El hombre estaba viviendo el orgasmo de su vida pues seguía estirado, con el cuerpo contraído disfrutando de cómo el orgasmo recorría todo su desgastado cuerpo. Sin dejar de agarrarme para que mantuviera su polla en mi boca, empezó a bajar la intensidad de su respiración liberando la tensión acumulada de su cuerpo para volverse a tumbar placenteramente en mi cama.

Saqué el pene de mi boca y incorporé sentándome a su lado, acariciándole el torso. Me sentía orgulloso de lo que había conseguido, y la cara del hombre decía lo mismo. Pensé en terminar de correrme, pero había disfrutado tanto de la situación que lo dejé estar. Ya acabaría luego.

  • Gracias- dijo con un tono de agradecimiento y satisfacción tan puro que no hacía falta que dijera nada más.

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Muchas gracias por leerme.

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