Hijo de puta

Masulokunoxo presenta su nuevo relato como la otra cara de la moneda, esa que negamos que exista. Y si os parece exagerado, escuchad alguna conversación de bar.

Asunto: ¡Manda huevos!

De: Martín López (

martinlopez73@hotmail.com

)

Enviado: lunes, 21 de julio de 2008. 12:08:39.

Para: Carmina Torres (

carnatorres@hotmail.com

)

¡Pues eso, que manda huevos!

Perdona, preciosa, pero es que tengo un cabreo de tres pares de cojones. Por si no fuera bastante tener que aguantar a Yolanda y al niño durante quince días –me consuelo pensando en ti todos los días, mientras me hago una paja en la ducha…para que luego digas que no te echo de menos-, ahora resulta que soy insensible, egoísta, racista y la biblia en verso más. ¡Como lo oyes!

Ya habrás leído en los periódicos la noticia de que aparecieron ahogados unos cuantos negros en una playa de Gran Canaria, mientras los turistas tomaban el sol un poco más allá. Ha salido en todos los periódicos –aún no he leído el Marca, pero no me extrañaría que apareciera también-, en todas las televisiones –locales, autonómicas, nacionales e internacionales-, por la radio –cada hora-…¡La leche! Ya sólo falta que salga también en el Boletín Oficial del Estado.

Pero, ¿adivinas en qué playa? ¡Bingo, justo en la del hotel!

También es casualidad. Justo la noche anterior, discutíamos el tema Yolanda y yo con un matrimonio que hemos conocido aquí. Bueno, la verdad, es la parienta la que ha hecho buenas migas con ellos. Ya la conoces, con tal de tener un público atento al que aburrir con sus sandeces, es capaz de darle conversación a cualquiera. Por cierto, si cuando volvamos, se le ocurre comentarte que estas vacaciones han servido para superar la crisis que atravesábamos, no le creas una sola palabra. Te estará vacilando.

Ya son muchos años aguantando sus neuras y "el qué dirán"…y la veo venir. El otro día, así como que no quiere la cosa, me suelta que está muy arrepentida de haberte confesado sus problemas, a ti, su amiga del alma. Casi me atraganto con el cubito del martini.

Si algún día se entera de lo nuestro, se mata, te mata, me mata, nos mata o todo junto a la vez, pero seguro que salimos en los periódicos. Así que deja de lanzarle indirectas, que la última vez, cuando le preguntaste si "también" le gustaban los "menage a trois", no me caí redondo del bajón de tensión de puro milagro.

Volviendo a la parejita: el tío es un paleto con pretensiones . Se da un aire a "Paco el Pocero" y, como él, también promotor inmobiliario…tengo que preguntarle de cuántos metros es su yate. El otro día, cenando, dejé que escogiera el vino y, en un alarde de buen gusto, pidió ¡¡¡Marqués de Cáceres!!! ¿Te lo puedes creer? Tuve que hacer grandes esfuerzos para no carcajearme en sus narices.

La que se salva es su mujer. No porque tenga más clase que él –en eso son tal para cual-, ni porque tenga una gran personalidad ni una amena conversación –de hecho, parece autista-, pero es "monina" y tiene una tetas impresionantes. Tranquila, no te alborotes…ya me conoces. Además, tienen una hija que se ha hecho inseparable de Alvarito y, según Yolanda, tengo que hacer un esfuerzo por ser sociable…por el bien del niño.

Ahora la niña anda un tanto esquiva conmigo. Tiene la asquerosa manía de salpicar desde la piscina a todo el que se le pone a tiro. Y ya sabes que el cloro me provoca erupciones cutáneas. Pues no había forma de hacérselo entender a esa futura delincuente juvenil, hasta que se me ocurrió el método pedagógico adecuado: sujetarla por un pie y mantenerle la cabeza debajo del agua durante medio minuto. Mano de santo.

Te decía, antes de que me enrollara con la descripción de la fauna local, que justo la noche anterior habíamos discutido el tema de la inmigración. Estábamos cenando en la playa –al parecer, una costumbre típica local, aunque resulte un asco- y la cosa se fue liando con los chupitos de ron y la discusión hasta que nos dieron las tantas. Nuestras respectivas también estaban presentes, pero después de soltar una chorrada sobre lo mal que estaba el servicio doméstico, se callaron.

Resulta que el fulano está encantado con la avalancha de inmigrantes, justificándose con argumentos humanitarios.

-Mira, Martín, no le des más vueltas. El asunto no tiene remedio. O los dejas entrar por las buenas o entrarán por las malas. Además, ¡qué coño!, hay que ser solidarios y acoger a esa pobre gente, dejar que se ganen vida honradamente y que contribuyan a aumentar el PIB y la natalidad. Cuántos más venga y coticen, más seguras tendremos, tú y yo, las pensiones de jubilación.

Yo lo miraba entre escandalizado y divertido. Escandalizado por una argumentación tan peregrina y, pensando en su mujer abierta de patas y follada por un negro con una tranca de dos palmos, divertido. No se lo dije, claro, aunque tampoco me extrañaría nada, viendo las miradas bragueteras que me lanzaba la de las tetas operadas. El pocero no da el tipo de buen follador: con la barriga que se gasta, no alcanza a verse la polla.

Contraataqué.

-No seas hipócrita…-siempre se me olvida su nombre- ¿Cuántos negros tienes contratados? ¿Cuántos dados de alta en la Seguridad Social? No te pregunto lo que les pagas…Porque les pagas, ¿verdad? Yo, con lo que no estoy de acuerdo es con que esto se convierta en el Bronx.

Está muy bien que papá y mamá, morenitos ellos, vengan a poner ladrillos, recoger las fresas o lavar platos, pero ¿qué pasa con los niños que van venir después? Porque esas paren como conejas. ¿A qué se van a dedicar esas criaturitas cuando crezcan? Traficantes, putas, atracadores, violadores…y esos no cotizan a la Seguridad Social.

Por no hablar de los rumanos, albaneses, kosovares. Con estos no hace falta esperar a la segunda generación, ya vienen organizados en bandas delictivas. ¿O es que no ves los telediarios?

-Si lo que yo quería decir, entiéndeme, es que hay que hacer un esfuerzo de integración, educación…- decía el mamón, casi balbuciendo.

No hay peor ciego que el que no quiere ver y, éste, además de ciego y sordo, es gilipollas. Me puso de una leche que ni te cuento. Ya me conoces cuando me tocan la fibra sensible.

-¡¡¡INTEGRACIÓN!!! ¡Já! Eso será si se dejan. Te aseguro que en el barrio de Salamanca no vive ninguno de esos desgraciados. Me los tropiezo en las aceras –pidiendo-, en los semáforos –poniéndome perdida la luna delantera del BMW con la bayeta…la madre que los parió- y en la terraza de la cafetería – haciéndome repetir tres veces el pedido y aplaudir cuando, de casualidad, aciertan-, pero no estoy dispuesto a consentir que conviertan aquello en un gueto.

Y, por si te queda alguna duda de lo que pasa cuando los tienes en el vecindario, mira lo que ocurrió el año pasado en Francia. Esos cabrones quemando coches…menudo espectáculo.

-¡¡¡EDUCACIÓN!!! ¡Serás zopenco! El riñón que me cuesta el colegio del niño, al menos, me garantiza que no tendrá que compartir aula con un solo indeseable de esos. Está puesto por escrito en el contrato de la matrícula. Ahora, que viendo los modales que se gasta tu hija, no me extraña nada lo que acabas de decir.

Bastante desgracia tenemos ya con que se permita el acceso de las mujeres a la enseñanza superior. Sólo faltaba que, si me da un arrechucho, el médico que me opere sea un hechicero con un hueso atravesándole la nariz.

Luego querrán votar, faltaría más. Y, en cuanto nos descuidemos, tenemos a un Fidel Castro, un Hugo Chávez o…¿cómo se llama el boliviano ése, el de los jerseys de colorines?, fiscalizando hasta la camiseta que nos ponemos.

Y para terminar, ándate con ojo con lo que dices. Con esas ideas, dentro de unos años, tu hija igual te da un susto: Papá, adivina quién viene a cenar esta noche.

Justo al día siguiente, cuando aún no se me había pasado la mala leche y estaba ya harto de oír a Yolanda recriminándome mi mala educación, tienen que ahogarse docena y pico de negros delante de nuestras narices. ¡Qué oportunos!

Dormí hasta tarde, después del trasnoche anterior. Alvarito y su madre ya habían salido hacia la playa cuando me levanté y estaba desayunando tranquilamente en la cafetería, cuando apareció el niño dando voces y Yolanda detrás, lívida.

-¡Papá, hay unos señores muertos en la playa! ¡Muchos!- me decía el crío, un poco asustado, pero también excitado con la novedad. Es lo que digo siempre de los niños: ¡Qué ingenuidad ni qué hostias! Son unos cabrones, punto. Pequeños cabrones, pero ya crecerán.

Total, que me quedé sin desayunar.

Bajé a la playa, no muy convencido de lo que me decía Alvarito –ya se sabe lo exagerados que son los niños-, con el crío al lado dándome la tabarra y Yolanda, blanca y muda –esto, por lo menos, era de agradecer-, siguiéndonos a remolque.

Y allí estaban, un montón de negros ahogados, ocupando justo la parte de playa que más me gusta.

Ni me acerqué al grupo de clientes del hotel que discutían lo que había que hacer. Yo lo tengo muy claro en estos casos: reclamar la presencia inmediata del director del hotel y tocarle los cojones hasta que solucione la situación.

Afortunadamente, resultó ser un tipo competente. Me aseguró que ya había notificado el incidente a las autoridades y que tanto la policía, como protección civil y los servicios de limpieza estaban de camino. Faltaba por localizar al juez. En cuanto éste ordenara el levantamiento de los cadáveres, se restablecería la normalidad.

Da gusto tratar con gente que sabe afrontar las emergencias, pero yo tenía que protestar y no me quedé con las ganas.

-Aunque reconozco la excepcionalidad del caso y la rapidez de sus gestiones para solucionarlo, le anuncio mi intención de presentar una reclamación por daños y perjuicios. Fundamentada en el hecho de que la playa es de uso exclusivo de los clientes del hotel, así como el daño psicológico y el sufrimiento moral que este triste espectáculo haya podido ocasionar a mi mujer –en tratamiento por depresión- y a mi hijo –un niño muy impresionable-. Supongo que el establecimiento que usted dirige dispondrá de un buen seguro que cubra estas contingencias, ¿verdad?

El pobre hombre no salía de su asombro, pero es lo que ocurre cuando no se está acostumbrado a tratar con clientes que tienen claros sus derechos. ¿No me cobran un pastón por quince días? ¿No figura bien clarito que las instalaciones del hotel, playa incluida, son privadas y se garantiza la tranquilidad y el descanso de los clientes? Pues esto era un incumplimiento flagrante del contrato. La pobre argumentación que hizo sobre causa de fuerza mayor, se la rebatí sin esfuerzo.

Lo peor vino después. Hasta media mañana no se presentó el dichoso juez y, antes de que apareciera la policía y pusiese un poco de orden, llegaron los periodistas…esos carroñeros.

La gente no tenía muy claro lo que había que hacer. Alguno propuso recoger los cadáveres y ponerlos a cubierto. ¡Irresponsables! Me tuve que desgañitar explicándoles que eso iba contra la ley y que allá ellos, pero que no contasen conmigo para tal cosa.

-¡Alvarito! Como te vuelva a ver acercarte a esos, te pongo el culo como un pandero. ¿Me oyes?- Claro, cómo no: la que dirigía el grupo de críos, jugando a tocar a los negros y salir corriendo, era la hija del par de descerebrados amigos de mi mujer.

Y los puñeteros periodistas, sacando fotos y grabándolo todo en video.

Hasta me grabaron cuando le decía a un policía que no estaría de más que vigilasen las instalaciones del hotel. Seguro que alguno habría desembarcado y andaría rondando por los alrededores…no quería encontrarme con una desagradable sorpresa al llegar a la habitación del hotel.

Al final, fue Alvarito el que descubrió que una negra seguía con vida, tres horas más tarde.

Mira que se lo repetí cuarenta veces: "No los toques. A saber las enfermedades que tendrán".