Hijo, bendito seas por hacerme gozar
*Cuando vine a darme cuenta, mi hijo era todo un hombre, mientras que yo siempre había creído que siempre sería mi bebé.
Hola, mi nombre es Lucrecia, la esposa de Gabriel. Siempre él escribe nuestras anécdotas sexuales, pero hoy me he animado a escribir la mía, porque quiero que todos sepan lo feliz que me ha hecho ese ser que durante nueve meses llevé en mi vientre y que pensé que jamás crecería.
Mi hijo Leopoldo tiene 25 años y recién se acaba de graduar como ingeniero, pero lo que voy a contarles sucedió el año pasado, cuando llegó un poco pasado de copas tras haberse ido de parranda con los amigos de la constructora donde trabaja desde que era estudiante.
Debido a que mi esposo y yo somos muy liberales, también a nuestros hijos, sin decírselos abiertamente, les hemos dado el permiso para que también disfruten su sexualidad.
Les decía que mi hijo llegó a casa bastante tomado. Ya en otras ocasiones había consumido alcohol, pero nunca lo había visto así como esta vez, lo cual me preocupó y para tratar de bajarle la borrachera, a como pude lo llevé al baño para que con el agua fría se sintiera mejor. Estaba sola, mi esposo había salido fuera de la ciudad y no regresaría hasta dentro de dos días.
Mi hija se había ido al antro con el novio y lo más seguro es que llegaría casi saliendo el sol, mientras que la chica que me ayuda con los quehaceres, se había ido a su pueblo por ser fin de semana.
Pese a que era bastante temprano, casi las siete de la noche, tras haber disfrutado durante más de dos horas un baño en la tina, me había puesto ropa de dormir. Un cachetero bastante holgado, de algodón, sin bragas y una camiseta bastante ajustada, también de algodón, mis telas preferidas para dormir.
Con bastante esfuerzo lo metí al baño y abrí la regadera. No puse el agua caliente, solo el agua fría para ayudarlo a reaccionar, además a como pude empecé a desvestirlo, le quité la camisa, la playera que llevaba debajo, las botas industriales y el pantalón, dejándolo solamente en bóxer. Por mis esfuerzos para reanimarlo, no me di cuenta que el miembro lo tenía erecto y al bajarle la ropa interior, un enorme monstruo como de 14 a 15 centímetros me pasó golpeando la cara, porque estaba casi sobre él.
Él empezó a balbucear y me metió la mano en la entrepierna y como no tenía calzón, su mano tocó la entrada de mi vagina bien depiladita, que sumado al espectáculo que acababa de presenciar, me puso bastante caliente, pero inmediatamente pensé que se trataba de mi hijo, que no podía ser. En esas estaba cuando al tiempo que decía “putita, mámamela como a mí me gusta, me agarró de los cabellos y llevó mi cara hacia esa enorme verga que sin pensarlo más metí en mi boca y disfruté.
Me metía mano por todos lados, de mi rajita llevaba el dedo húmedo y me lo pasaba en el ano, lo cual me ponía a mil, porque no sé si mi marido lo ha escrito, el ano es otra de las partes vulnerables de mi cuerpo.
Perdí la cabeza, estaba loca, estaba tan caliente que no me importaba disfrutar en con mi boca la verga de mi hijo, sentir sus jugos pre seminales, cuando de pronto se estremeció y sabía que vendría una cascada de semen calientito, me gritó: madre, te amoooooooooo.
Era tanta mi calentura que al escuchar ese grito no me saqué de la boca ese enorme falo, porque tampoco quería desperdiciar una sola gota de leche que me trague con bastante placer. Tras haberle limpiado la verga con mis labios y lengua, levanté la cara con toda la calma del mundo, y le dije, también te amo hijo mío!!!
Me acerqué a besarlo en la boca, montada en él y sentí como ese enorme falo volvía a ponerse erecto, dispuesto a complacerme. Me lo acomodé en la vagina y empecé a cabalgarlo y a disfrutar de ese regalo de la naturaleza que casi me vuelve loca al tener uno, dos y tres orgasmos, gritaba como loca y casi pierdo la razón de placer, cuando sentí su leche caliente dentro de mi vagina.
Actualmente hemos tenido muchos encuentros sexuales aprovechando que mi esposo sale constantemente de viaje de trabajo. Mi hijo aun no quiere que se lo diga a su padre, porque tiene temor de cómo va a reaccionar, le digo que no tema, qué el también lo disfrutará, pero mientras lo convenzo, seguimos haciendo locuras.
Les adelanto, que mi hija Paola una mañana al irse a despedir de mi cuando se iba a la escuela me dijo: picarona, préstame ese juguetito que durante las noches de ausencia de papá, te hace disfrutar. No sé si sospecha quien es ese juguetito, pero me ha dicho que además de madre e hija somos amigas y no debe haber secretos entre nosotras, pero eso se los contaré en otro relato.