Hijo, ayudame qué se me clavó algo

Mi timido hijo me ayudó y yo lo ayude a él

Me presento, mi nombre es Eve, vivo en la Ciudad de La Plata y tengo 43 años. Fisicamente soy relativamente alta, mido 1,76 mts., no tengo tetas grandes, pero estan bastante buenas. Mi punto fuerte arranca en mi cintura (63 cm.), sigue por mí culo (111 cm.) y termina en mis muslos. Tengo un hijo, Ariel, que acaba de cumplir 18 años, fruto de una relación casual con Jorge. Desde entonces tuve dos parejas, historias que no llegaron a buen puerto, porque en mi vida mi prioridad siempre fue Ariel. De todas formas, siempre hay alguien bien dispuesto a encuentros casuales. Siempre fui muy activa en el plano sexual.

En el verano 2014-2015 decidimos, con Ariel, irnos a pasar quince días a Claromeco. Es una playa tranquila y Ariel siempre fue un chico muy retraído socialmente y pensamos que la íbamos a pasar bien juntos en un lugar tranquilo. Llegamos el 23 de diciembre con la idea de pasar las fiestas solos.

Después de los tramites propios para alquilar una casa, que si bien el contacto ya estaba hecho, los trámites de rigor no se pueden esquivar, tiramos el equipaje adentro de la casa, nos pusimos traje de baño y nos fuimos a la playa, bajando derecho a nuestra ubicación, que estaba próxima al faro, algo alejada del “centro” del lugar.

Con mate de por medio, los dos tirados en la arena tomando sol, conversábamos:

  • Yo: Hijo, nunca me contás nada de tu vida amorosa.

  • Ariel: ¿Y que queres que te cuente mamá?

  • Yo: Ari, tenes 17 años mi vida. Mirate, medis 1,93, tenes un físico hermoso, una cara preciosa… Las chicas se deben pelear por vos.

  • Ariel (sonrojado): Me gusta mucho una mujer…

  • Yo: Contame de ella

  • Ariel: uh, que pesada… ¿Qué queres que te cuente? Ella no debe ni sospecharlo ma…

  • Yo: Hijo, la tenes que encarar

-Ariel: Es complicado ma

  • Yo: ¿Por qué es complicado mi vida? Tenes que hacer algo asi ella se da cuenta

  • Ariel: Es mayor que yo y…. y es complicado

  • Yo: Bueno hijo, no te molesto mas con el tema, pero siempre tenes que intentar… Por ahí te llevas una sorpresa.

Tomamos unos mates más y fuimos al agua. El mar estaba helado, pero entre juegos y con algo de tiempo, nuestros cuerpos se fueron acostumbrando a la temperatura. Noté que mis pezones estaban tiesos. Tenía “piel de gallina” en todo el cuerpo. Crucé mis brazos en mi torso buscando algo de calor en el mismo momento que Ariel me abrazo por detrás. Fue una sensación hermosa y me transmitió el calor de su cuerpo. Pero unos segundos más tarde noté un bulto duro justo entre los cachetes de mi culo.

Me incomodo pensar que Ariel estaba excitado al abrazar a su madre en principio. Pero enseguida recordé la charla que habíamos tenido y pensé “es complicado… es mayor… ¿seré yo?”. Me quede dura con ese pensamiento, sin embargo sabía que yo incentivé a que el haga algo con esa mujer que le gustaba. Era presa de mis propios consejos y me encontraba en un embrollo. El apoyo su mandíbula en mi hombro y me dijo “te amo mamá”, mientras me apretaba con un poco más de fuerza y notaba cada vez más dureza entre mis nalgas. “yo a vos hijo” conteste y el fue quien terminó con la situación. Me soltó, caminó a la orilla y se recostó al sol. Yo me quedé unos minutos pensando en lo sucedido. “¿Soy yo la mujer?” No podía sacarme esa pregunta de la cabeza.

Salí y Ariel se hacia el dormido. Me recosté sobre un toallón. Unos minutos más tarde el teléfono de Ariel sonó. Supe que era su padre, el se paró y camino unos metros mientras hablaba. Yo me di vuelta para tomar sol de espaldas. Cuando Ariel corto, sentí el “chick” de la cámara de su teléfono. Pensé que le estaba mandando una foto del paisaje pero me equivocaba.

El día siguió, volvimos a la casa, nos bañamos, salimos a comer y volvimos. La casa tenía dos habitaciones. Nos fuimos cada uno a la suya. Yo no podía dormirme pensando en el tema de la tarde, cuando escuche un ruido raro, el ruido clásico de una cama floja cuando hay sexo sobre ella. Me levante de la cama, caminé muy despacio hasta la habitación de Ariel. La puerta estaba cerrada, pero no cerraba bien, gracias a la madera hinchada. Eso me daba unos pocos milímetros para mirar al interior de la habitación.

Se podía ver, a contraluz del celular que Ariel miraba, como Ariel recorría con su mano derecha su verga tiesa. Era un pene hermoso, cabezon, de unos 20 cm, pero no muy grueso. Lo recorría despacio, queriendo disimular el sonido que emitía la cama. En el total silencio de la noche pude escuchar su voz apagada “Qué ojete hermoso que tenes mamá”.

Fui silenciosamente a mi habitación. Estaba algo asustada, no sabía cómo iba a manejar la situación. De pronto noté que mi concha estaba empapada. Casi poseída, me levante silenciosamente de nuevo, busqué en mi bolso (que había quedado abierto) mi consolador y me volví a acostar. Me saqué la tanga y empecé a chupar ese falo pensando en la pija de Ariel. No tardé demasiado en enterrármelo en la concha, mientras respiré profundo en lo que duró la completa penetración. Jugué con el haciendo círculos, metiendo y sacando el aparato de mi concha.

Recordé la sensación del bulto de Ariel en mí culo y de un solo movimiento lo saqué de la concha y lo enterré en mi culo, todo, entero. No daba más, estaba empapada, haciéndome una paja descomunal mientras pensaba en mi hijo. Sabía que eso no podía ser y eso me calentaba de una manera infernal. Tenía puesto mi camisón azul, cortito, de seda. Dejé el consolador enterrado en mi culo, me tapé y sin pensarlo grité “¡Ariel, hijo, por favor ayudame!”. Escuché el salto de Ariel de la cama y sus torpes movimientos para ponerse algo de ropa mientras me preguntaba “¿Mamá, que paso? Ahí voy”. Sentí sus pasos en el pasillo y por fin llego. Traía solo un bóxer puesto y su verga tiesa era visible. Yo había prendido la luz de un velador para que todo se vea.

“Mamá, contestame ¿Qué pasó?” me preguntaba Ariel mientras intentaba tapar su evidente erección. “Hijo, no sé que me clavé”. Bajé las sabanas, pensé en darme vuelta, pero quería ver su cara… “¿A dónde ma?¿A dónde?” preguntaba mí hijito desesperado. “Acá hijo” dije mientras levanté el poco camisón que tapaba su visión y doble mis rodillas para que vea mejor.

Ariel quedo con la boca abierta al ver la punta inferior del consolador incrustado en mi culo. “Ayudame” tuve que alentarlo, porque se había quedado inmóvil. Camino hacia la cama, con cara de no entender lo que pasaba. Con buen atino, se subió a la cama por el lado de los pies y se acerco a mi culo. Observo la situación y su primer movimiento fue enterrar el aparato un poco más, con la yema de sus dedos empujando la base. Ante mi goce, agarró la base y empezó a moverlo suavemente, mientras que me miraba a los ojos, deseoso, algo desafiante y entonces hizo algo que yo no esperaba: sin despegarme la mirada, empezó a lamer mi concha con un amor y unas ganas impresionantes. No dejaba de mover el consolador en mi recto y lamia mi concha, jugaba con su lengua en mi clítoris, lo succionaba. Tuve un orgasmo impresionante a un minuto de esa situación, en el cual metí mis manos entre su pelo y empuje de forma desaforada su boca sobre mi concha. Acabe en la boca de mi hijo en un orgasmo fantástico.

Ariel sacó el consolador de mi culo y se bajo su bóxer. Había quedado sobre sus rodillas, cuando le agarré la verga decidida a mamarla. El me dijo “mamá, soy virgen y mi primera vez quiero que sea en tu culo” y supe que la mamada seria en otro momento. Ariel me puso de costado, con mis dos piernas juntas y las rodillas flexionadas. Con tremendo apuro levanto mi nalga izquierda y fue enterrando su deliciosa pija. La metió despacio pero sin descanso, sin parar en ningún punto, haciéndome sentir cada milímetro de su verga, abriendo mi recto con esa cabeza enorme que me estaba volviendo loca. Sentí su vientre en mi nalga izquierda y sus huevos en la nalga derecha, señal de que la verga estaba completamente adentro mío. Estaba a punto de tener otro orgasmo.

Ariel la desenterró hasta la cabeza y de un golpe fantástico la enterró completa de nuevo. Cuando sentí sus huevos en mi nalga mi orgasmo arranco “¡Así hijo! Estoy acabando. Cogela a mami” gritaba poseída, cuando Ariel se quedo inmóvil después de unos 10 bombazos. Empecé a sentir como su verga latía e inundaba mis entrañas con su leche tibia.

Mi hijo no saco su verga que seguía dura en mi interior. “Mi vida ¿queres coger más a mami?”. El no podía emitir palabra, pero afirmo con la cabeza. Como estaba, con su verga en mi culo, me puse en 4 y empecé a ser yo quien mandaba los movimientos. La recorría de punta a punta, hacia círculos y mi hijo se volvía loco. Cuando supe que iba a acabar de nuevo, levante mi torso, agarre sus manos e hice que me abracé. Me rodeo con sus brazos largos y le dije “acabame el culo de nuevo. Haceme acabar como una puta”.

Me empezó a enterrar su pija de manera frenética, mientras apretaba mis tetas. No daba más, los jugos de mi concha recorrían mis muslos cuando acabamos juntos de nuevo.

Esa noche dormimos juntos y nos despertamos abrazados en una habitación plagada de olor a sexo. Nuestras vidas sexuales, desde entonces, es más que intensa. Pero lo que siguió lo dejamos para otro día ;)