Hija, ¿qué haces? (3)
Después de una mamada matutina Alicia se desahoga con su mejor amiga, quien acaba uniéndose a su excitante relación filial
Esta es la continuación de otros dos relatos que puedes encontrar en mi perfil. Este es más extenso de lo normal, espero que lo disfrutes!
Alicia dio una vuelta en su cama, recordando lo sucedido la tarde anterior. Cómo probó la webcam por primera vez, y cómo su padre la pilló en el acto. Cómo se masturbó él al ver a su hija hacerlo, y cómo acabó comiéndole la polla y siendo follada a cuatro patas en esa misma cama.
Dios… Había sido un polvo tan bueno. Y después de ese vinieron otros dos. Era simplemente inevitable, era una necesidad primitiva que los consumía, de repente era como si se hubiesen vuelto adictos el uno del otro. Las imágenes de las múltiples folladas volvieron a la mente de Alicia, que comenzaba a humedecerse, todo esto estando todavía en el limbo de la inconsciencia. Recordaba a la perfección los gemidos de su padre, el ritmo y la fuerza de sus embistes, la manera en la que sus manos se aferraban a su cuello y sus tetas, el picor de sus nalgas tras todos esos azotes… La fuerza con la que su semen inundó su coño, sus espasmos al alcanzar un orgasmo tras otro, y el tacto y el sabor de su pene, uno de los más grandes que jamás había tenido la decencia de probar.
Esos magníficos recuerdos la azotaron con tanta fuerza, era como si estuviera viviendo esas mismas sensaciones ahora mismo. Casi podía sentir en su propia boca la húmeda y caliente punta del nabo de su padre, y comenzó a seguirle el juego a su perversa imaginación, dando pequeñas lametadas al glande. Se sentía tan real…
Alicia abrió los ojos de repente, dándose cuenta de que efectivamente todo eso era real, que su padre estaba restregándole el pene por sus labios, tanteando. Sus miradas se cruzaron, la de ella, sorprendida, la de él, lujuriosa. Óscar estaba ya completamente vestido para ir al trabajo, pero antes de salir quiso despedirse de su hija. ¿Y qué mejor manera de despertarla que aquella?
—Buenos días papi, ¿te vas ya? —preguntó ella al mismo tiempo que abría la boca, permitiendo que la polla de su papá se introdujera más profundo en su cavidad oral.
—Sí cariño, quería despedirme de ti primero —respondió Óscar, apartando las sábanas que cubrían el cuerpo desnudo de su hija y pellizcando uno de esos pezones.
Alicia arrastró su lengua por toda la longitud de su progenitor y se centró en chupetear el glande, ya húmedo por el précum. Óscar gimió extasiado y movió sus manos a la cabeza de su hija, agarrándose de su cabello rubio con fuerza.
—Qué considerado, papi.
Y así, recién despierta, todavía medio tumbada en su cama, Alicia volvió a trincarse el rabo de su padre, como el día anterior, y como haría muchas otras veces después. Había un placer pecaminoso en aquello, a pesar de que todas sus experiencias sexuales, había algo en la polla de su padre que la fascinaba. Bajaba su cabeza tanto, que su nariz chocaba contra la cremallera de la bragueta de Óscar, por donde se asomaba su miembro, y él a su vez empujaba su pelvis hacia delante para llegar más profundo en la boca de su hijita.
Pronto a Alicia se le dificultó respirar, así que se sacó el falo de su boca, lo dejó apoyado en su mejilla por unos segundos y se quedó mirando a su papá. Óscar estaba a punto de correrse, lo sabía por sus gestos, por su respiración recortada, por el ansia viva con el que la agarraba de la cabeza, por el desesperado balanceo de sus caderas y por la manera en el que su miembro temblaba ligeramente, duro como el acero. Alicia quiso levantarse para empalarse con la verga de su padre, pero Óscar, adivinando las intenciones de su hija, la empujó hacia abajo, contra la cama, y se introdujo de nuevo en su boquita angelical, tan de repente que hizo que los ojos de ella lagrimearan.
—Mhhm-mh.
—Hoy sólo me puedo follar tu boca, cariño, así que sé una niña buena y haz que me corra.
Esas palabras calentaron todavía más a Alicia, por lo que se sometió ante su padre y retomó la mamada. Óscar sonrió ante la sumisión de su hija y comenzó a empujarse hacia ella, de manera que la punta de su polla tocase el comienzo de su garganta. Nunca en su vida se había sentido tan excitado como con su hija mayor. Le llevó un par de estocadas más dejarse llevar por el orgasmo y vaciarse en la boca de Alicia, con el pene metido lo más profundo posible, aunque pronto sacó su polla pues no había nada que quisiera más que ensuciar la carita de muñeca de su hija. Sin palabras, Alicia entendió lo que su padre deseaba, y sacó la lengua como una gatita mientras Óscar sacudía su rabo y expulsaba semen a borbotones en ella, en su boca y en sus mejillas, llenando su cara de chorretones blancos.
—Ahora límpiala.
Alicia sonrió, excitada, y de la misma manera que hizo el día anterior, recorrió la polla de su padre con la lengua, recogiendo los restos de semen y tragándolos con gusto, hasta dejarla impoluta.
Óscar se metió la polla en los calzoncillos, se abrochó los pantalones y plantó un beso a Alicia en su frente, que milagrosamente había quedado libre de lefa.
—Gracias, cariño. Hoy sólo tengo una reunión, pero en dos horas estaré libre y me escaparé para recompensarte.
—Me tienes muy húmeda, papi —confesó Alicia, bajando una mano a su coño empapado—. Pensaré en ti hasta entonces.
Al ver a su hija frotarse el clítoris Óscar comenzó a empalmarse de nuevo, pero evitó la tentación y se alejó hacia la puerta.
—Te quiero, mi vida.
—Adiós papi.
Alicia se echó sobre la cama, frustrada por no haber conseguido un orgasmo. Podría resolverlo ella misma, pero sabía que no conseguiría ni una cuarta parte del placer que su padre le había proporcionado el día anterior. Cogió su móvil, conformándose con ver algún buen vídeo de incesto e imaginar que eran su papi y ella los protagonistas, pero terminó encontrándose con un nuevo mensaje sin leer de su amiga Irene. Había reaccionado a la foto de Alicia como colegiala sexy diciendo que se masturbaría con esa foto, pero después de eso había más.
Un video. Un video de tan solo quince segundos que con sólo ver la portada excitó todavía más a Alicia, que se posicionó de piernas abiertas con los dedos sobre su vulva, lista para darse placer.
En el video sólo se veía el coño de Irene, mojadito como el de Alicia en ese instante. Unos pocos vellos rojos adornaban su pubis, pero por lo demás, como Alicia, no era muy peludo, sino todo lo contrario. Tuvo un tiempo para admirar el sexo de su amiga antes de que ella abriese sus pliegues con dos dedos, y con un tercero se frotase el clítoris con ritmo mientras jadeaba. “Ahh, Alicia… Si, aa-aah”. Sus gemidos eran música para los oídos de Alicia, que empezó a imitar a su mejor amiga, y reproduciendo el vídeo una y otra vez, con la compañía de los gemidos de Irene y los movimientos circulares de sus dedos sobre su resbaloso clítoris, pronto todo el placer acumulado, toda esa excitación, explotó en un orgasmo que le hizo arquear la espalda y la dejó temblando sobre la cama.
Recuperó el móvil y con sus dedos pringosos por sus fluidos redactó un mensaje a Irene: “Ven a mi casa cuanto antes”. Su amiga no tardó en responder con que estaría allí en media hora.
Alicia se levantó de la cama y, para hacer tiempo hasta que llegara su amiga, fue a la cocina a desayunar algo. Tantos orgasmos la habían dejado hambrienta. Entonces se acordó de que todavía tenía la reciente y cálida corrida de su padre en la cara. Antes de limpiársela, cogió el móvil para sacarse una foto. Todavía con sus tetas al aire, puso el móvil por encima de su cara, sacó la lengua sugerentemente, confirmó que se le vieran bien los pechos y disparó la foto. La revisó antes de mandársela a su padre, asegurándose de que conseguiría una erección con esa imagen.
“Gracias por el desayuno, me gusta beber tu leche”, escribió. No esperó a recibir respuesta, estaba segura de que su padre se cabrearía por ponerle duro en medio de una reunión de trabajo, y que pagaría las consecuencias cuando él llegara a casa. Aunque ella le estaría esperando con una sorpresa irresistible, y se le desaparecería el enfado en seguida.
Se vistió de la misma manera que el día anterior para la webcam, y justo terminaba de hacerse las coletas cuando el timbre de su casa comenzó a sonar una y otra vez. Le abrió la puerta a Irene, que llevaba su melena pelirroja recogida en una coleta, vestía ropa deportiva y se veía sonrojada por el esfuerzo de correr. Aunque también por la anticipación, por el sexo que la esperaba en casa de su amiga Alicia.
—¿Te he interrumpido tu carrera matutina? —preguntó Alicia con burla.
—Prefiero correrme contigo —respondió Irene con doble sentido, antes de abalanzarse sobre Alicia y besarla.
No tardaron en bajar las manos al sexo de la otra y frotarse por encima de la ropa, ahí mismo en el pasillo, contra la pared, sin separar sus bocas. Alicia barrió los gruesos labios de Irene con su lengua y luego la introdujo en su boca, mientras Irene se deshacía de sus shorts deportivos; Alicia no tenía que quitarse nada, pues llevaba la misma falda del día anterior. La misma falda que puso a Irene muy cachonda y le hizo grabar aquel video masturbándose, con el que, sin ella saberlo todavía, Alicia había conseguido un espectacular orgasmo no hace mucho.
Alicia introdujo dos dedos en la lubricada vagina de su amiga y los movió de arriba abajo por su húmedo, caliente y estrecho canal, frotando al mismo tiempo su palpitante clítoris con el pulgar. Irene rompió la camisa de Alicia, haciendo saltar los pocos botones que quedaban intactos, y se separó de su boca para chupar sus pezones erectos mientras que con su mano libre masturbaba a Alicia con los dedos índice, corazón y anular.
—Joder… Irene… Me… me vengo… ya… —balbució Alicia a los pocos minutos, a punto de explotar con los tres dedos metidos en su coño, notándose ya presa de un nuevo orgasmo.
—Córrete conmigo, Ali.
Los gemidos de ambas incrementaron a medida que metían y sacaban los dedos más y más rápido. Fue Irene la primera en alcanzar su orgasmo, y Alicia notó cómo una sustancia cremosa y caliente bañaba sus dedos. Inmediatamente después se vino ella en un orgasmo brutal, que le dejó la concha palpitando y las piernas temblando a un nivel que tuvo que apoyarse en Irene para no caerse. Se besaron de nuevo, con ternura, un beso húmedo para calmar ese orgasmo conseguido sólo con los dedos pero que igualmente las había aniquilado del placer. Siempre era así entre ellas, sabían demasiado bien lo que le gustaba a la otra y conocían sus cuerpos mejor que nadie, al fin y al cabo descubrieron el sexo juntas…
—Sabes muy rico rubia —le dijo Irene a Alicia—. ¿Qué polla has mamado antes de que viniera?
Alicia no esperaba que su amiga detectase el sabor del semen de su padre en su boca, pero le gustó que hiciera esa pregunta. Lo tenía todo planeado: sabía que, por la foto que le había mandado, su padre querría volver a casa cuanto antes, calculaba que en menos de una hora, dependiendo de las ganas que tendría de follársela, rico y duro. Tiempo suficiente para divertirse con Irene antes de que su papi llegara y se uniera a ellas. Tenía claro que su padre no dejaría la oportunidad pasar, aunque conociese a Irene también desde que iba a la guardería, si se había follado a su propia hija nada lo frenaba ya. Y en cuanto Irene, era lo suficientemente puta como para darle igual que su mejor amiga estuviera trincándose a su propio padre. De hecho, estaba segura de que cuando volviera a casa, intentaría hacer lo mismo con el suyo. Sería un nuevo capítulo en el diario de las experiencias sexuales de las dos amigas.
Pero, por el momento, decidió no decirle a Irene que el rabo que se había engullido esa mañana y cuyo semen podía saborear en su boca era nada más y nada menos que el de su padre. Prefería que lo descubriese en tal momento de excitación que no pudiera escapar de la situación.
—No te lo diré todavía —respondió—, pero sólo te diré que vendrá más tarde.
—¿Un trío? —ronroneó Irene mientras Alicia se agachaba y acercaba su boca a su coño—. Mmm… Es algo a lo que no me puedo… Ahh… negar…
Alicia empezó a lamer los labios vaginales de Irene, mojados por su corrida y todavía sensibles por el orgasmo. Mientras tanto Óscar, tal como había previsto su hija, estaba muy cabreado con ella. Mucho. Pero estaba todavía más excitado. Llevaba tan solo veinte minutos de reunión cuando le llegó la foto de su hija bañada en su leche, y desde entonces no había podido quitarse la imagen de la cabeza. Incluso se escapó a su despacho, con la excusa de que tenía que buscar unos papeles, para aliviar su excitación en una rápida paja, alimentada por la foto de Alicia. No tardó en descargarse abundantemente en el pañuelo que siempre llevaba encima y pudo volver a la reunión sin que a nadie le extrañara y sospechase de su ausencia, pero pronto volvió a ponerse duro imaginando todo lo que quería hacerle a su traviesa hija. Aguantó un cuarto de hora más ahí, antes de que su secretaria le sugiriera irse a casa. “Está muy rojo señor, y está ardiendo, ¿tiene usted fiebre?” le preguntó, y Óscar juró que le subiría el sueldo por darle una vía de escape de la aburrida reunión.
No tuvo ningún problema, con la excusa de que se encontraba tan mal que no podía concentrarse en nada (más que en la imagen mental de su hija desnuda y siendo empalada por su polla en distintos escenarios y posiciones), de volver a casa. Al fin y al cabo, era el jefe, y podía hacer lo que quisiera, así que ordenó a su secretaria redactar y mandarle todo lo que sucedía en aquella reunión y se tomó el resto del día libre.
Se apresuró a llegar a casa, sin siquiera imaginarse que en ese mismo instante su hija estaba saciando sus ganas de sexo con su mejor amiga, a quien él conocía y amaba como si fuera suya.
El día anterior parecía repetirse. Nada más entrar a casa, Óscar fue recibido por los jadeos de su hija. Cachondo como estaba, ni siquiera se fijó en las prendas de ropa que las dos amigas habían dejado tiradas en el recibidor. Se acercó a su cuarto dispuesto a cumplir todas las fantasías que había tenido durante la maldita reunión, pero la imagen de Irene comiéndole el coño a su Alicia le dejó paralizado. No estaba preparado para ver a su hija con otra mujer, y si bien el resto de su cuerpo era incapaz de reaccionar, su rabo no tardó en ponerse duro de nuevo. “Joder, como se las gasta Irene también…” pensó Óscar, ya que por su pose, agachada a cuatro patas sobre su hija y con el culo en pompa, él podía ver a la perfección lo chorreante que estaba su coño, rosado y de apariencia suave, exactamente como el de Alicia.
Ésta última se retorcía en la cama y agarraba las sábanas con más fuerza, sintiendo un exorbitante placer por el contacto intermitente de la lengua de su amiga en su vulva. Abrió los ojos y, al igual que el día anterior, se encontró con su padre en el marco de la puerta, tal como quería verlo, excitado, erecto, con la polla marcada en los pantalones y sobándosela por fuera.
—Aah, Irene, sigue, sii…
En mitad de gemido, Alicia hizo una seña a su padre y él se adentró en la habitación. En un abrir y cerrar de ojos la polla de Óscar estuvo fuera, apuntando hacia su hija y su amiga, durísima y recta como la porra de un policía.
—Menudo par de zorras.
Irene interrumpió la comida de coño, reconociendo inmediatamente la grave voz del padre de su amiga, a quien secretamente había dedicado alguna que otra paja de lo sexy y excitante que le parecía ese hombre. Se giró hacia él y abrió los ojos como platos al descubrir semejante tranca y ver cómo se la sacudía.
—¿Tu padre es…? ¿Vosotros…? ¡Menuda guarra!
Alicia sonrió al no detectar crítica en su tono de voz y le rodeó los hombros con sus piernas para empujarla de nuevo a su chocho húmedo y necesitado.
—Sí. No pares, joder.
Irene, sin pensarlo demasiado, dejó más espacio entre sus piernas y se inclinó más para facilitar el acceso a Óscar, y continuó con su labor, trazando círculos alrededor del hinchado clítoris de Alicia. Óscar aceptó la invitación de la explosiva pelirroja y se subió a la cama para situarse tras ella. Deslizó su rabo completamente erecto por los pliegues de su vagina, untándose de sus jugos para luego introducirse en ella de un certero movimiento.
—¡Aahh, qué pollón!
El grito de Irene reverberó en el coño de Alicia, que sentía su placer multiplicado por mil al verse en aquella situación. Sentir cada centímetro del gran rabo de Óscar metido en su estrecho canal había hecho que Irene viera las estrellas, pero se esforzó en que las potentes embestidas de Óscar no le impidiesen masturbar a Alicia con su lengua. Incluso lo combinó con un par de dedos, que hizo que a Alicia se le pusieran los ojos mirando a Cuenca.
—Qué rico, no pares… Aah…. No… Sigue…
—Sois mis putas, las dos, mías, mis putas.
—Sii Óscar, tuyas, sólo tuyas… AAH… Qué bien me follas…
Óscar aceleraba el orgasmo de los tres moviendo su pelvis de atrás adelante con una fuerza titánica, sobreexcitado al ver a su hija gimiendo y muriéndose de placer en la boca de la misma chica a la que le estaba reventando el coño a pollazos. Pronto sintió el orgasmo palpitar a lo largo de su nabo y con una última embestida se corrió bestialmente dentro de Irene. Los gritos de esta aumentaron como consecuencia, y Alicia fue la tercera en alcanzar la cumbre del placer. Irene bebió del dulce néctar de su amiga mientras ella todavía temblaba con el pene de Óscar dentro.
En esa posición se mantuvieron un par de minutos, agotados pero al mismo tiempo sin haberse saciado por completo todavía. Fue Alicia la primera en levantarse y su padre e Irene la imitaron.
—Ahora ponte debajo papi —ordenó—. Voy a montarte mientras le comes el coño a Irene, ¿te parece bien?
Óscar acató las ordenes de su hija querida y se tumbó boca arriba en la cama, con la verga ya erecta y lista para una nueva ronda de sexo. Manteniendo los pantalones de su padre en su sitio, con la polla simplemente asomada fuera del bóxer, Alicia se sentó a horcajadas sobre su regazo y en menos de dos segundos se ensartó la polla de su padre en las estrechas paredes de su coño. Óscar no pudo evitar gemir al sentirse apretado por la caliente cavidad de su hija, pero enseguida se distrajo cuando Irene se sentó sobre él y le plantó el coño en su boca.
Ni en sus mejores fantasías hubiera imaginado estar en esa situación.
Arremetió una y otra vez con su lengua contra los pliegues de Irene, metiéndola y sacándola por la entrada de la pelirroja mientras su hija hacía lo propio con su pene. Alicia se levantaba sacando la polla por completo para luego introducírsela de golpe, y pronto comenzó a cabalgar sobre su regazo, arriba y abajo, arriba y abajo, con una rapidez excitante, como la más experta amazona. Irene también movía sus caderas en círculos sobre el músculo oral de Óscar, que con sus grandes manos acabó agarrándoles a las dos por la cadera para aliviar de alguna forma el placer que esas guarras le estaban haciendo sentir.
—Aahh, papi, qué grande se siente tu polla…
—Qué gusto Óscar… Joder… Qué bueno…
Sabía que no iba a durar mucho en esa posición, y lo confirmó cuando oyó los besos húmedos que intercambiaban las dos amigas. Él no podía verlo, pero Alicia se había inclinado hacia Irene y empezaron a intercambiar saliva como putas y a agarrarse a las tetas de la otra. Sus gemidos eran cada vez más agudos y duraderos, y lo único que Óscar pudo hacer fue empujar sus caderas hacia arriba con fuerza, en movimientos bruscos y rítmicos, introduciéndose todavía más profundo en Alicia, y al mismo tiempo incrementó el ritmo de su lengua sobre la rajita de Irene y lo acompaño con suaves mordidas y tiradas a su clítoris.
—Ahh, mm, que rico…. Papi... Así, más fuerte, más…
—¡Ya viene, ya viene…!
Ante tal invasión, las dos amigas alcanzaron el orgasmo al mismo tiempo gimiendo sobre la boca de la otra. Óscar acrecentó todavía más, si era posible, sus arremetidas y lametadas, arrastrándolas a las dos al límite de la locura sexual, ya no gimiendo, sino gritando como si estuvieran siendo torturadas, pero torturadas de placer.
—¡Me corro! —rugió Óscar, sintiendo la suave cremosidad de las dos chicas en la boca y rodeando su rabo—. ¡Me corro, putas, joder cómo hacéis que me corra! ¡SI!
Con una última embestida, Óscar atrancó su rabo en el interior de su hija y se dejó ir en una bestial corrida. Liberó tanto semen que de hecho resbalaba fuera del coño de Alicia, que se dejó caer exhausta sobre su padre con los espasmos de su polla corriéndose haciéndola estremecerse de cabeza a pies. Lo mismo hizo Irene, y así cayeron rendidos los tres a los brazos de Morfeo, sudorosos, exhaustos y recién corridos. Suerte que todavía tenían la casa libre por unos días antes de que el resto de la familia volviese de aquella bendita excursión. Podrían dar rienda suelta a sus fantasías, follar los dos (padre e hija) o con Irene también, porque sin duda alguna repetirían aquel evento, follar en todos los puntos de la casa, en la oficina, quizás grabar algún que otro vídeo…
Había tantas posibilidades para explorar en tres días, con la tranquilidad de que nadie les pillaría… Aunque su secreto no tardaría en ser descubierto por alguien más…