Hija, ¿qué haces? (2)
Alicia descubre a su padre tras la puerta, pero en vez de avergonzarse decide llevar su relación padre e hija a un completamente nuevo nivel.
—Menudo desastre, papi. ¿Te ayudo a limpiar?
Óscar se echó para atrás, sobresaltado ante la vista de su hija, agitada, sonrojada y vestida de colegiala, frente a él, con la polla fuera y manchada de su semen. No estaba preparado para verla tan de cerca, no era lo mismo que espiarla tras la puerta como acababa de hacer. Su polla inevitablemente reaccionó al falso tono inocente de su hija, y aquella frase tan caliente… Alicia bajó la mirada de nuevo y sonrió al ver la polla de su padre crecer. Estaba segura de que eso no era todo lo que podía alcanzar ese enorme pollón.
—Hija, ¿qué haces? —exclamó Óscar, por fin, cuando Alicia se acercó más a él.
Ella lo miró con lujuria. Había salido de su cuarto con una idea muy clara. Se masturbaba mucho y muy a menudo, pero no era suficiente para ella. Y estaba claro que su padre, visto lo visto, no opondría mucha resistencia.
Quería follar con él. Quería follarse a su papá. Quería tocarle la polla, quería chupársela y limpiarle el semen, quería atragantarse con su rabo, quería que se la metiera y la follase de mil y una maneras. Ya no pensaba en él como su padre, aquel que le había criado, cambiado pañales, enseñado a andar en bicicleta y arropaba en la cama todas las noches. Quería tirárselo. Y no iba a dejar la ocasión pasar.
—¿No debería preguntarte eso yo a ti? Veo que has disfrutado viendo a tu hijita metiéndose un consolador hasta el fondo, gimiendo como una fulana frente a desconocidos en internet, corriéndose al mismo tiempo que tú. Dime, papá, ¿alguna vez te has corrido así? Porque has dejado esto hecho una mierda, todo inundado con tu leche.
Óscar tragó saliva, intimidado por la desinhibición de su hija que no ayudaba a calmar su erección, sino todo lo contrario.
—¿Te ha gustado, papi? ¿Te ha gustado como lo he hecho? ¿Te gusta cómo gimo? Te aseguro que puedo gemir más alto. ¿No te gustaría comprobarlo?
Al pobre hombre iba a darle un infarto. No sin antes explotársele la polla de lo dura que estaba. Como si no hubiese descargado sus huevos unos instantes atrás.
—Alicia, estás diciendo tonterías. Que soy tu padre, por Dios.
—Pues hace unos minutos bien que te sacudías el rabo pensando en tu hija, papi.
Y, a continuación, Alicia agarró la polla tiesa de su padre. No movió la mano, simplemente la tuvo allí, pero esto sirvió para arrastrar a Óscar al límite de la locura. ¿Cómo cojones había llegado a tener la mano de su hija, a quien tenía por un puro e inocente ángel, rodeando su polla? ¿En qué momento habían llegado a esa situación?
En un último intento de recuperar la cordura, Óscar ofreció el peluche de delfín a Alicia.
—Toma, mira, te había comprado un peluche.
Alicia hizo caso omiso del peluche. En cambio, se agachó, de rodillas, frente a su padre.
—El peluche luego. Primero hay que limpiar todo esto, papi.
Y, dicho eso, comenzó a recorrer la polla de su padre con la lengua, recogiendo y tragándose los restos de semen que había en ella. El tacto y el calor de la lengua de su hija en su pene hizo que Óscar perdiera el poco sentido común que le quedaba en el cuerpo, el que le impedía continuar las cosas con Alicia. Vamos a ver, si acababa de observar a su hija masturbarse. Y sí, había disfrutado de ello. Y sí, se había pegado la corrida de su vida gracias a ella. ¿Ya que más daba? Estaba claro que ya no era más su hija para él. Ya era toda una mujer.
Y le estaba comiendo la polla.
—¿Te gusta, papi? —preguntó Alicia, con el capullo de su padre entre los labios—. ¿Te gusta lo que te hago?
Óscar cerró los ojos y se decidió, así como antes, en vez de irse o echarle la bronca a su hija, había decidido quedarse tras su puerta.
A la mierda todo.
—Cállate y traga mi polla.
Se agarró de las infantiles coletas rubias de su hija y movió su cabeza hasta que la punta de su pene llegó al fondo de su boca. Por un momento Óscar se asustó de si mismo y de su agresividad, pensando que estaba haciendo daño a su hija, pero Alicia estaba acostumbrada al sexo duro y lo cierto es que estaba muy bien entrenada. Por lo que, dentro de su boca, rodeó la polla de su padre con la lengua en un movimiento que hizo gemir a Óscar.
Con las manos, la chica bajo los pantalones de su padre hasta sus rodillas, facilitando su tarea. Clavó los dedos en los muslos de su padre y empezó a mover su cabeza de atrás a adelante, succionando el manubrio de su progenitor. Éste ejercía presión en su cabeza, pero acabó moviendo las manos a la cara de Alicia y con el pulgar acarició su grueso labio inferior, mojado por anteriores restos de su leche.
—Joder, Alicia, eres una puta, mira como le chupas la polla a tu papá, ¿cuánto tiempo llevas queriendo hacer esto? Mmm, joder,¡qué guarra!
Su mano pasó a su cuello y lo apretó sin mucha fuerza. En ningún momento de su vida se habría imaginado que su hija acabaría con su polla en su boca, sin embargo, lo estaba disfrutando como un cabrón. Podría pasar el resto de su vida así.
Alicia pasó su boca a los huevos de su padre y los chupó sin dejar de mirarlo a los ojos. Se despatarró de tal manera que su chorreante coño fuera visible para él.
—Tú sí que eres un guarro, papi, mira qué duro estás por tu hija, mira cómo me tienes.
Óscar volvió a introducir su polla en la boca de su hija y aceleró las embestidas cuando Alicia bajó su mano a su sexo y comenzó a frotarse el clítoris. Él notaba su polla latir como nunca antes y supo que iba a acabar.
—Me voy a correr, hija, ¡me corro en tu boca! ¡Toma, Alicia! ¡Toma la leche de papá!
Sus movimientos se volvieron torpes y bruscos según iban saliendo los chorros de semen, con una potencia arrolladora que ni él ni Alicia habían experimentado ni visto jamás. Descargó su corrida en la boquita de su hija, con la punta de su polla casi atrancada en el comienzo de su garganta, y ella tragó cada disparo de leche como una campeona, mientras acariciaba sus huevos hasta dejarlo seco.
Óscar sacó su polla de la boca de su hija con un sonido chicloso, hilillos de semen conectando el glande con los labios de ella. Alicia se puso de pie con las piernas temblorosas y acercó su boca a la de su padre.
—Qué rico, papi.
Y procedió a besarlo. A Óscar hasta le dio igual probar el sabor de su leche recién ordeñada, metió su lengua en la boca de su hija y se besaron con una pasión arrolladora. La agarró del culo, por debajo de la falda, pudiendo notar su humedad, y la alzó hasta posarla contra la pared sin parar de besarla. Empezó a excitarse de nuevo, y si bien todavía no recuperaba su dureza, esto no fue impedimento para seguir con la diversión.
—Ven.
La llevó en brazos hasta su cama, aquella en la que había hecho el espectáculo webcam unos veinte minutos atrás, medio desecha y todavía con los peluches en ella. Óscar se sentó y colocó a su hija sobre su regazo, a cuatro, dándole la espalda. Alicia supo por donde iban los tiros cuando le amasó los glúteos con suavidad, y no dudó en ofrecerle su culo.
—¿Qué pasa, papi? ¿Me vas a castigar?
—Tú te lo has buscado, mi amor.
Y, sin más dilación, estrelló su mano contra el glúteo izquierdo de Alicia. Ella emitió un jadeo y su coño se humedeció un poco más. Óscar lo notó y mojó dos de sus dedos con la excitación de su hija, para luego llevárselos a la boca y probar su sabor.
—Esa por masturbarte, guarra.
Levantó la mano y volvió a estrellarla, esta vez en el glúteo derecho, dejando la zona enrojecida.
—Esta por hacerlo delante de una cámara y en vivo. Zorra.
Palmada tras palmada, insulto tras insulto, Óscar fue enumerándole las razones por las que la azotaba. Por meterte un consolador hasta el fondo de tu coño. Por hacer que cientos de viejos verdes se corran mirándote. Por excitar a tu papá. Por insinuártele a tu papá. Por ofrecerte a tu papá. Por tocarle el rabo. Por comértelo. Por lamerle los huevos. Por masturbarte frente a él, de nuevo. Por tragarte su leche. Por besarle. Por disfrutar de sus azotes.
—Y esta por follarte a tu papá, cacho puta.
Alicia esperó una última palmada, pero en cambio, Óscar se la quitó de encima y le introdujo la polla en el coño tan rápido que soltó un largo gemido de sorpresa y placer. El rabo de su padre resbaló gracias a sus abundantes fluidos y se metió hasta el fondo de su coño como nunca nadie antes lo había hecho. Alicia se agarró a las sabanas y arqueó su espalda para una mejor postura.
Su padre le iba dar a cuatro patas. Y le encantaba.
—Prepárate para la mejor follada de tu vida.
Y no mentía.
Alicia, que había tenido relaciones infinidad de veces, sentía como si nunca antes la hubiesen follado. El placer que le proporcionaba el rabo de su papá era tal, que opacaba todas sus anteriores experiencias. Quizás era su agresividad. Quizás era su exuberante polla, la más perfecta que Alicia había tenido el placer de probar, gruesa, grande y rosadita. Pero sobre todo, y lo sabía, era el hecho de que fuese su padre, el hombre que la había engendrado, quien le estaba destrozando el coño. El hecho de que el mismo semen que la fecundó, estuviese antes en su boca y pronto en su coño.
Óscar pensaba de la misma manera. Embestía y embestía el coño de su niña, estocada tras estocada, una tras otra, sin olvidar que se estaba tirando a la misma criatura que él había creado, con esa polla que ahora mismo estaba metiéndole hasta lo más profundo. Y menuda criatura había creado. Una diosa del sexo. Una máquina de placer y de orgasmos.
—Mmm, ah, sí, papá, sí, fóllame…¡Dame duro, haz que me corra!
—Me cago en Dios, Alicia, en tu vida te vas a olvidar de esta follada, qué rico, qué coñito más estrecho…
—¡AHH! Dios, ¿te follas así a mamá?
—Así de bruto… No se deja.
—Yo… yo… ¡sii! Fóllame, fóllame las veces que quieras y como quieras…, soy… soy tu puta y tú eres mi p-papi…
—¡Joder, Alicia! ¡Te romperé este coñito todos los putos días!
Aceleró sus embestidas, sabiendo que no aguantaría mucho más antes de correrse. Sentía el interior de su hija apretar su gruesa polla y estaba a punto de expulsar. Su pulso latía a mil por hora, y el de Alicia igual. Con una mano, Óscar se agarró de las coletas de su hija y tiró de ellas hacia él, arrancando un gemido más alto que los demás de la boquita de Alicia, todavía sucia de semen. La otra la empleó para pellizcar y masajear su empapado clítoris, todo esto sin parar de follársela como la perra que estaba hecha.
—Dámelo —dijo Óscar—, dame tu corrida, hija, córrete para papi.
—¡AAAAHAAH! ¡SÍ, PAPÁ! ¡TOMA, TODA PARA TI! ¡SOY TODA TUYA!
La corrida de Alicia fue brutal. Su coño vibró y empezó a expulsar chorros y chorros de fluido mientras ella no paraba de chillar como una cerda. Su padre no paró, sino que, de nuevo, siguió dándole incluso más duro. Los chillidos de su hija y notar su cremosa y caliente corrida envolver su rabo hizo que por fin explotara.
Y de qué manera…
—¡Me corro, Alicia! ¡Ahhh, joder, que me corro!
—Relléname, papi —gimió ella, su orgasmo todavía duraba— Relléname de tu leche, papi, la quiero, dámela, quiero tu leche.
Y, como siempre que su hija predilecta le pedía algo, Óscar no pudo negarse. Liberó su descarga con la polla empotrada lo más dentro que pudo llegar de su coño y la rellenó con su semen caliente y jugoso. Aunque a Alicia le parecía imposible, esta vez se corrió más que con la mamada. Chorros y chorros violentos de leche, uno tras otro, sin parar, y Óscar tampoco paraba, siguió moviéndose contra su hija hasta que no le quedó más nada que expulsar y el semen, demasiado abundante, resbalaba por los pliegues de Alicia hasta empapar las sábanas de su cama, ya mojadas por la corrida de ella.
—Wow —suspiró ella contra el colchón, completamente agotaba y sudada—. Este ha sido el mejor polvo de mi vida. Nunca me había encontrado con un rabo como el tuyo, papá. Me gusta tu rabo, es grande y grueso y echa mucha leche.
—Y a mi tu coño, Alicia, rosado y estrechito, justo como me gustan.
—Pues puedes reventarlo cuando quieras, como quieras y cuantas veces quieras, y mi culo y mi boca también. Haz conmigo lo que quieras, papi, cómeme el coño, córrete en mi boca, fóllame, átame, encúlame, a partir de hoy soy tu putita.
Se giró y besó a su padre en la boca, con su pene pegajoso todavía dentro de ella. Éste fue un beso suave y lento, un beso que reflejaba todo el amor paternal que sentía Óscar por ella y que ahora se había convertido en algo más. Un beso que contenía una promesa, y es que el mejor polvo de sus vidas iba a repetirse muchas veces más.