Hija pródiga

Con tal de ver feliz a Mamá estaba dispuesta a todo...

HIJA PRÓDIGA

Papá nos dejó. Se largó con una compañera trabajo que tenía edad para ser su hija. Nos dejó, y mamá y yo tuvimos que apañárnoslas solas. Por cierto, mis disculpas, no me he presentado. Me llamo Emma, y mi madre es Asun(de Asunción).

El que papá se largara fue un mazazo emocional que mi madre no consiguió superar, y todos los días la veía apagarse lentamente como la llama de una vela a la que se le acaba la cera. Su alma, su espíritu o como lo queráis llamar se había desvanecido, había sido aniquilado. Ella procuraba fingir, claro, pero siempre hemos estado muy unidas y nos era imposible ocultarnos algo la una a la otra. Al tuvimos la fortuna de que como en casa había dos sueldos, el de él y el de ella, el dinero no faltó. Lo que faltaba era todo lo demás. Ya no había risas, ni alegría, ni felicidad, ni nada. Solo quedaba aquel vacío, aquel terrible silencio, que yo procuraba aliviar de la mejor forma posible, y así todas las mañanas, cuando desayunábamos juntas, se producía la misma situación.

-Buenos días mamá, ¿qué tal estás?.

-Estoy bien mi amor, ¿y tú que tal?, ¿como has dormido?.

-He dormido estupendamente y me encuentro bien, pero me preocupas.

-¿Te preocupo?, ¿por qué?.

-Porqué vienes del trabajo a casa y de casa al trabajo. Deberías salir algo más, divertirte con las amigas, ir de marcha

-¿De marcha, yo, a mis años?. Ay Emma, que ya no soy una jovencita como tú

-No te menosprecies Mamá, que "a tus años", como has dicho, aún estás muy bien y seguro te lo pasarías de perlas. Necesitas una diversión.

-Gracias mi amor. Eres un tesoro, cariño.

-Tú sí que lo eres.

Después de desayunar ella lo recogía todo muy amable y lo llevaba para limpiarlo. Yo me quedaba observándola sin moverme de la mesa, y entonces, casi como en un susurro, se me escapaba un sentimiento.

-Te quiero mamá.

-Yo también a ti hija-contestaba ella volviéndose hacia mí-.

En líneas generales era algo así, solo que ese "te quiero mamá" no era del todo sincero: lo que en verdad quería decirle era "no te rindas, te quiero mamá". ¿Alguna vez habéis tenido a un ser querido sumido en la tristeza, y por mucho que intentabais sacarlo del pozo no lo conseguíais?. Pues esa frustración era la que yo sentía. Un ambiente muy deprimente, sí, pero no os desaniméis, que no todos son sombras en esta historia. El primer atisbo de luz llegó 3 ó 4 meses después de que Papá se fuera, cuando llegué a casa de estar con los amigos repasando las cosas de clase. Encontré la casa muy silenciosa, demasiado, así que, movida por la curiosidad fui a la habitación de mamá a ver si ella estaba allí, y ¡sorpresa!, sí que estaba, pero estaba llorando a moco tendido.

-¡¡Mamá!!, ¿¿pero que pasa??.

-¡¡Emma!!. No me mires, por favor…no quiero que me veas

Me senté junto a ella en el lateral de la cama y le consolé con un abrazo. Ella se me echó encima y la acogí con ternura.

-¿Qué ha pasado Mamá?. Venga, cuéntamelo

-No…es una tontería, da igual

-Si estabas llorando por eso no puede ser una tontería…venga, dime que era

La dejé desahogarse un poco más, a la espera de que se sintiera preparada para decírmelo. Ella suspiró un poco y luego, tras quitarse las lágrimas, se recompuso y me miró.

-Es que…estaba aquí, haciendo un poco las tareas de casa, y no sé, de repente noté el silencio de la casa…antes no había ese silencio…y fue como si las paredes se me vinieran encima…le echo de menos Emma…echo de menos a tu padre

Le di un par de besos en la frente y luego hice reclinar su cabeza en mi hombro para confortarla.

-¡Hombres-exclamé, molesta-!. Ellos y su pitopausia

-¿¡Pitoqué-preguntó Mamá medio riendo medio intrigada-!?.

-Lo que has oído: las mujeres a los 40 ó 50ytantos tenemos la menopausia, ¿no?, pues a ellos les entra la pitopausia: les entra el miedo a la vejez y se largan con una más joven que ellos, que casi podría ser su hija, o si me apuras, incluso su nieta. Eso es la pitopausia, y eso era papá, un pitopaúsico de mierda

Y por primera vez desde hace mucho tiempo, escuché a mamá reír, pero reírse a mandíbula batiente hasta que acabó doliéndole el estómago de tanta carcajada. Me reí con ella feliz y noté como aquel nubarrón sobre su cabeza empezaba a despejar. Incluso su cara se hizo más radiante.

-Ya verás como todo se arregla Mamá. Ten paciencia.

-Gracias Emma, eres un cielo. No sé que haría sin ti

-No pienses esas cosas. Te quiero, y nunca te dejaré.

-¿Seguro que las cosas mejorarán?.

-Convencidísima-respondí tajante-.

La noté como más segura de sí misma al escucharme, más firme. Aunque débil, parecía que la esperanza se abría paso en ella. Me alegré muchísimo y esperaba de todo corazón que las cosas mejorarían, aunque en aquel momento jamás hubiera imaginado lo que ocurriría entre nosotras poco tiempo después para que todo cambiara.

Una noche en que me costaba dormir(tenía a un chico muy metido en mi cabeza, tanto que más que hacerme "tilín", aquello era un señor "tolón") me levanté de la cama para ir a ver la TV y ver si podía pillar el sueño(nada como la telebasura para quedarse sobada). Haciendo zapping y buscando algo soporífero para ver, noté unos pasos detrás de mí, y cual sería mi sorpresa al ver que era Mamá, pero no parecía ella. ¡¡Dios mío, que pinta de cadáver!!. ¿¿Qué diablos había pasado??.

-Mamá por dios, ¿pero que te ha ocurrido?. Estás pálida.

-Uuuff-suspiró-…es que he tenido un ataque de pánico en la cama...se me desbocó el corazón…tuve que saltar de la cama…estoy casi histérica

-¿Un ataque de pánico, tú?, ¿pero desde cuando te ocurre?.

-Desde hace un par de meses.

-¿Y porqué no me lo dijiste?.

-Ay, es que no quería preocuparte. Tú ya tienes bastante con lo tuyo, y pensé que lo último que necesitabas era que te cargase con mis neuras.

En un primer momento me enfureció que mamá me ocultara algo así, pero al segundo siguiente la cogí de las manos y la hice reclinarse para que tuviera su cabeza en mi regazo para acariciarle el pelo, como ella hacía cuando yo era una niña y me sentía mal. Aquel cambio de papeles fue tan divertido como tierno, pues a mamá le agradó sentirse la niña mimada para variar. Jugué con su larga melena cobriza durante un buen rato, diciéndola mil piropos y halagos para intentar reconstruir su frágil ego. De vez en cuando ella me miraba con ojillos emocionados, diciéndome con ellos cuanto me quería.

-¿Por qué eres tan fantástica Emma?. Dímelo, ¿por qué?.

Sonriendo de oreja a oreja, respondí casi instantáneamente.

-Porqué me parezco a ti. Soy como tú.

Mamá, emocionada, se volvió a sentar y nos quedamos mirando unos segundos, como escudriñándonos las caras. Mis ojos pardos se clavaban en los suyos verdosos y viceversa. Ella observaba mi pelo moreno y yo el suyo cobrizo, y así con el resto, como si hubiera un secreto que descifrar. No había palabras, solo un tremendo palpitar de nuestros corazones que iban como locos y un poderoso sentimiento de amor. Sentimiento que provocó algo inesperado: Mamá y yo nos besamos.

Fue breve, apenas un acercar de nuestros labios y luego unos instantes saboreando ese primer contacto. Cerramos los ojos y nos explayamos en esa sensación, nos recreamos en ella un rato. Al volvernos a mirar, en nuestros ojos había ternura, había cariño, sí, pero también y como si fuera un pavoroso incendio forestal nos invadió una pasión y un impulso que no supimos controlar, mucho menos retener. Aquel segundo beso fue muchísimo más largo que el primero, y también más potente. Nuestras lenguas se entrelazaron, casi fusionándose como una sola. Nuestros labios parecían estar pegados y nuestros cuerpos nos quemaban por dentro. Estábamos al borde de la locura.

-Mamá

-¡¡CALLA!!.

-Mamá…yo

-¡¡CALLA-repitió-!!.

Embriagadas por el amor y al mismo tiempo tremendamente necesitadas de él, lo que estaba pasando era la salida perfecta a todo lo que nos agobiaba y atormentaba en la monotonía del día a día. Sin tabúes ni pudores, Mamá se rozó conmigo juntando los cuerpos al máximo, queriendo sentirme en cada momento cuanto más mejor. Yo hice lo propio, solo que yendo un paso por delante de ella y llevando mis manos a aquella maravilla de tetas que algún día esperaba heredar de la madre naturaleza. Fue tocarlas y Mamá, como si estuviera poseída, fue desquitándose la ropa hasta quedarse totalmente desnuda delante de mí, dejándome admirar cada rincón de aquel cuerpo al que los años habían tratado con una gentil benevolencia.

Lo acaricié y exploré un buen rato, empezando por sus tersas piernas, subiendo hasta su cintura y su vientre, pasando por los brazos, parándome en sus tetas y sus oscuros pezones hasta acabar en su cara y su cuello, de donde la sujeté para liarme con ella a una maratón de besos con lengua que casi me dejaban sin respiración, claro que mis besos no eran nada comparados con los que ella me daba, pues la veteranía es un grado y mamá me ganaba por la mano. Dios que forma de besar, que ardor, podía sentirlo hasta en los dedos de los pies. Las yemas de los dedos de mis manos parecían hincarse, manifestando el deseo de tocarla, de quererla.

-Vamos a mi cama-me dijo-.

Ni siquiera respondí con palabras, tan solo me levanté y nos fuimos a toda velocidad, tirándonos en ella muy juntitas. Retozamos por la cama besándonos y acariciándonos de la manera más salvaje y descarada, como tifones huracanados. Como aún estaba vestida, mamá se encargó de cambiar eso con tal furia que casi parecía estar castigándome, y por poco no me hizo la ropa jirones de la manera en que me dejó tan desnuda como a ella. Una vez estábamos como vinimos al mundo, literalmente nos fundimos como mantequilla al sol. En nuestro retozar, mamá aprovechó que había quedado boca arriba en la cama para saborear mis cerezas color claro, las cuales se sostenían como pequeños pasteles esperando ser devorados por un niño goloso.

La en este caso "niña" acarició mis pastelitos y pasó la lengua por ellos, lamiéndolos a placer y besándolos de cuando en cuando, excitándome sobremanera, haciendo que mi cuerpo se calentase como si me estuviera bañando en agua hirviendo. Dios, estaba cachonda perdida, totalmente berrionda del repaso que Mamá me estaba dando, y yo no me quedaba corta para devolverle el mismo trato que me daba a mí. Aquello era puro vicio. Las dos nos entregábamos con unas ganas locas deseando gozar, deseando sentirnos de fábula. Los besos de mamá en mis tetas produjeron el efecto deseado y pronto me tuvo rendida a sus caprichos. Sus manos ayudaron a su lengua para terminar de excitarme, primero por arriba, y luego, abriéndome de piernas, por abajo.

Sus primeros avances en mi coño fueron vagos, indecisos, como si no supiera por donde avanzar, pero su torpeza en seguida se convirtió en habilidad al viejo método del prueba/error, y sus dedos eran gráciles, fantásticos. Me estuvo explorando mucho rato, tomándose su tiempo para ver como me humedecía y la manera en que me calentaba. Inclinándose un poco, vio que su mano se quedaba empapada de mis fluidos y se la llevó a la boca para degustarlo, dándomelo a probar con un apasionado beso de tornillo. Luego retomó la paja que me estaba haciendo, calentándome a base de bien. Era el paraíso. Yo no paraba de decirle toda clase de cosas, que iban desde los piropos más simples hasta las guarradas más obscenas. Y como siempre he sido una chica de armas tomar, no pasó mucho sin que yo tomara cartas en el asunto.

En cuanto mamá vio que mi rol de pasiva cambiaba a activa, ésta se dejó llevar y me dio a probar sus tetazas, las cuales degusté encantada de la vida. Mmmmm que dulzura, que delicia de pezones tenía, eran gloria bendita…Se las amasé y acaricié tanto como Mamá lo hizo conmigo, devolviéndole con la misma intensidad todo lo que me hacía, con la ventaja de que, con la juventud de mi lado, lo hacía con más fogosidad que ella. Nos dimos un buen repaso a base de comernos la una a la otra, a tal punto que estábamos perdidas en nuestros delirios, con el único deseo de seguir hasta el final, de follarnos como perras hasta quedar sin conocimiento.

Deslicé mi mano derecha por su vientre, haciendo pequeños trazos y filigranas por él, y finalmente llegué a su garrochita abierta, que recibió de buena gana a mis dedos juguetones, que se pusieron de inmediato a tocar, explorar, apretar y acariciar suavemente todo lo que allí había, desde la parte interna de los muslos de sus piernas hasta su clítoris pasando por sus labios vaginales, haciendo pequeñas y furtivas incursiones dentro de ella para ver como respondía a mis caricias. Fue estupendo. Mamá se puso boca arriba para dejar que yo controlase la situación y a ella, haciéndola lo que quería con bien moldeado cuerpo. Me es imposible decir en ese momento cual era la que más lo estaba disfrutando, pues las dos estábamos a tope, no queríamos nada más que sexo, sexo y más sexo. Teníamos que hacerlo. Era eso, o reventar.

Incapaz de aguantar más las ganas de lo que más quería en el mundo esa noche, me senté sobre la cara de Mamá y me abrí de par de par, dispuesta a correrme como una cerdita con la comedura de coño que mi madre me iba a hacer. Me toqueteé las tetas pellizcando levemente los pezones y también me acaricié las nalgas y el vientre. Todo era suave y placentero, sumamente delicioso. Mi madre me cogió del culo con fuerza, cacheteándolo a placer y dándome un gusto tremendo, para a continuación, tal como deseaba, hundir su cara entre mis piernas y su lengua dentro de mi pucha empapada, provocándome como una descarga eléctrica de pies a cabeza que me dejó como en estado de shock.

Ay por dios, que insuperable comida de coño me estaban haciendo, me estaba volviendo loca de placer, estaba perdiendo la noción de la realidad, el sentido, todo…Lo único que deseaba era sentir esa infernal, demencial y fabulosa lengua dentro de mí hasta que me hiciera gritar de tal modo que los vecinos llamaran a la policía. Lo más difícil era quedarme en el mismo sitio pues debido a los corrientazos de placer que recibía mi cuerpo se conmocionaba y retorcía de un lado a otro. Todo mi cuerpo reaccionaba a sus caricias, a su lengua, a sus manos febriles. Cada conexión nerviosa, cada dendrita y axón de mi sistema nervioso de los pies a la cabeza recibía los tremendos impulsos de placer, haciéndome sentir cosas que jamás imaginé.

Las manos de mamá se apoderaron de mis tetas y las arañaron, retorcieron y pellizcaron tanto que gemí de auténtico dolor, que junto al placer de su boca devorándome la almejita, se convertía en un torbellino de emociones tan confuso como apasionante. En ese momento Mamá se detuvo de golpe y dijo "gírate", para que a la vez que me estaba follando yo pudiera follarla a ella. Obedecí como un rayo, reclinándome después para llegar hasta las piernas de mi madre, abrirlas y lamerlas por los muslos, haciéndome de rogar. El tacto de su piel era como terciopelo, todo tersura en grado sumo, tanto que tuve un arrebato de envidia de que ella tuviera mejor piel que yo, pero al segundo siguiente, y sin dejarlo pasar más, usé los dedos para abrir sus labios vaginales, y con la lengua me dispuse a follarme a mi madre.

Un aroma poderoso llegó a mis narices. Almizcle, excitación, deseo…era como una nube de algodón de azúcar, todo precioso y hermoso, todo estupendo. De lo primero solo estuve besando su clítoris, mordisqueándolo con los dientes y aspirando con los labios, como si chupara unos spaghetti. La reacción no se hizo esperar: mamá gimió y se meneó un poco debajo de mí, convulsa por lo que mis juegos hacían en ella. El efecto que el producía era fantástico, así que seguí y di un paso más, bajando hasta su conejito caliente y húmedo para comérmelo con patatas. Me sentía como poseída por un animal salvaje.

En todo momento mantuve una absoluta concentración, demostrándole a mi madre que si ella sabía comer un coño yo también, y como alumna aventajada que siempre fui, aprendí con rapidez los trucos que podía usar para que ella disfrutara más, trucos que luego ella copiaba y empleaba en mí para decirme que ella también era buena alumna. Al tiempo que nuestras lenguas nos comían entre sí nuestros dedos hicieron las veces de exploradores y hurgaron en nuestros anos, como para ver como respondíamos ante un ataque por atrás. La reacción no pudo ser mejor, y en seguida estábamos enzarzadas en una paja anal mientras nuestras bocas nos follaban con imparable furia.

Permanecimos así un rato, divirtiéndonos en ese juego de explorar, excitarse y gozar, hasta que pasamos de explorarnos por atrás a ensañarnos con nuestros empapadísimos chochos. Dejamos que la lengua saliera para ponerse a jugar por fuera, a fin de dar paso a nuestros dedos. Antes de darnos cuenta ya teníamos dos dedos perforándonos hasta sacarnos los gemidos de lo más profundo de nuestras entrañas, poniéndonos casi a parir de las sensaciones que nos inundaban, recorrían y casi parecía que volvían de vuelta. Mamá y yo nos hacíamos el amor, nos follábamos, nos penetrábamos y nos amábamos de la manera más profunda e intensa que habíamos realizado jamás.

Ansiosas por llegar al cenit del placer, las dos apuramos nuestros frenéticos esfuerzos al máximo, procurando perforarnos con toda la rabia, la saña y la prisa que nuestros cuerpos nos clamaban desde lo más profundo. Las sensaciones nos llegaban en cascada, casi nos atropellaban como un coche a 200 Km. por hora. Cuanto más nos follábamos más queríamos, y cuanto más queríamos más nos follábamos, y así una y otra vez en un círculo vicioso que nos tenía berriondas como zorras. Más deprisa, más fuerza, más rápido, más potencia…todo era más, mucho más…más increíble, más sensacional, más fantástico…oh sí, que gozada de polvo…nos dimos un buen repaso hasta que el clímax por fin y nos arrolló como un tren en marcha y sin frenos.

Dimos verdaderos gritos de placer hasta quedar casi afónicas, para después caer en la cama con la sensación de haber estado corriendo una maratón ida y vuelta. Estábamos derrengadas, pero con una sonrisa de oreja a oreja más radiante que mil soles. Mamá buscó con ansia mi boca y sellamos aquel precioso y maravilloso instante con un beso tan profundo y tierno que retumbó hasta en la más recóndita de las entretelas de mi corazón. Después de eso permanecimos un largo rato abrazadas, sumidas en un mar de caricias, como si fuésemos dos niñas con un juguete nuevo, riéndonos sin parar de demostrarnos nuestro amor.

Cuando tuvimos fuerzas suficientes, en lugar de ir a darnos un baño para quedar bien limpias de semejante revolcón, repetimos tantas veces como nos fue posible, tirándonos una buena noche de sexo desenfrenado. Lo hicimos de todas las formas posibles, arrancándonos tantos orgasmos que al final nos sentimos como si el mundo hubiera dejado de existir y todos los problemas que antes nos acosaban ahora quedasen a mil Km. de nosotras. Fue…el éxtasis. Debido al estado en que quedamos, en el que llegamos a untarnos cosillas(mermelada y otros menesteres) para luego comerlas del cuerpo de la otra, tuvimos que darnos una buena dicha para quedar impolutas. Esa primera noche dormimos muy juntitas.

-Ya verás como las cosas mejorarán-le dije-.

-¿Tan segura estás?, ¿por qué?.

-Porqué creo en el destino Mamá: si algo malo nos ocurre, creo que después nos ha de pasar algo bueno, y si nos ha pasado algo malísimo como ha sucedido de verdad, entonces hay algo buenísimo que nos espera a la vuelta de la esquina.

-¿Segura?.

-Segura. Yo creo en ti, y sé que mereces ser feliz, y lo serás. Te prometo no parar hasta encontrar un buen hombre que sepa amarte como mereces. ¡Palabra!.

Sonriéndome con más ternura de la que jamás había visto en ella, incluso con una lágrima saliéndole, mamá me acarició la barbilla(le encantaba hacerme eso, me hacía reír), me dio un último beso y nos dormimos a la primera de cambio. Normal, con el recital de polvos que nos habíamos zurrado.

A partir de esa noche y en adelante, nuestra relación se hizo mucho más intensa y casi cada noche, presas de ese sentimiento que nos envolvía como una cálida manta nos íbamos a la cama para desfogarnos y hacer el amor hasta caer rendidas. Nunca habíamos experimentado tanta libertad, tanta euforia. Mamá y yo nos abrimos a un nuevo mundo de ser que nos hizo ver huevos horizontes y metas, la más importante, encontrar para ella un buen hombre, tal como le prometí. Aunque mis intentos caían en saco roto, sirvió para que Mamá saliera de nuevo al mundo como una mujer renovada, más fresca y vigorosa, incluso sexy. Durante varios meses salió conmigo de marcha, fuimos a fiestas y bailes, nos lo pasamos de miedo, pero no conseguía dar con lo que buscaba.

Y he aquí cuando la casualidad obró un milagro. Una lejana tarde de finales de primavera o principios de verano, para celebrar que había terminado el curso y había aprobado con buena nota, Mamá y yo salimos a tomar algo a un bar. Como el día era espléndido nos sentamos en la terraza, y mientras echaba un vistazo a la gente que había alrededor, me fijé en que en una de las mesas había un padre y su hijo. Fue éste último quien llamó mi atención, ya que era de mi mismo instituto, de igual curso pero diferente aula. Aún así lo conocía lo suficiente para saludarlo, y ellos, muy caballerosos, se ofrecieron a sentarse con nosotras dos. Sin comerlo ni beberlo nos pasamos toda la tarde charlando y riendo como si nos conociéramos de toda la vida. Yo miraba al padre de Julián y vi todas mis expectativas colmadas, y lo extraño era que Julián tenía la misma mirada cuando ponía sus ojos en mamá. Los cuatro pasamos un día estupendo.

Cuando poco después descubrimos la historia de Juan José y Julián y ellos supieron la nuestra, nos quedamos estupefactos y asombrados, primero por las vidas paralelas que habíamos llevado ellos por su lado y nosotras por el nuestro y segundo por el deseo que teníamos de encontrar para nuestros padres una media naranja. Lo celebramos de la mejor forma posible: es decir, con una orgía de padre y señor mío que se alargó durante horas, y en la que nosotras los vimos en acción a ellos y ellos a nosotras, amén de otras cosas que dejo a la imaginación (para saber la historia de ellos, leer Hijo Pródigo ). Una noche inolvidable.

Desde entonces la vida ha sido fantástica. No solo tengo un nuevo padre al que quiero muchísimo, si no que tengo un hermano que es un regalo del cielo. Y en cuanto a Mamá, bufff, no hay quien la conozca, está coladita por Juan José como una colegial que tuviera su primer amor. Y en cuanto a mí, pues que queréis que os diga: estoy de maravilla, tengo una familia que me quiere muchísimo y a la quiero con toda el alma. Nos corremos unas noches locas de sexo y diversión(con precauciones, claro, no queremos embarazos indebidos) antológicas, y no me arrepiento de nada de lo que pasó. Hice lo que debía, y lo volvería a hacer si hiciera falta, hasta caminar en brasas ardiendo por ayudar a quienes amo y por darles una vida mejor. ¿No haríais vosotros lo mismo?...