Hielo y Fuego

Este es un relato diferente en el que tú eres el protagonista. Tendrás que tomar una serie de decisiones que te llevarán a distintos finales. ¡Ojo! Elige con cuidado porque no todos los finales son felices.

¡Atención! Este no es un relato  convencional. En él tus elecciones te llevaran a distintos desenlaces de la historia. Empieza en el capítulo 1 y luego continua dirigiéndote a los capítulos que figuran al lado de tus elecciones. Buena suerte.

1

—¡Joder, tío! ¡Qué alegría! —dice  Jorge dándote una palmada que casi te cambia los omóplatos de lado— ¿Cuánto tiempo hacía? ¡Vaya casualidad!

—Tres años, si no recuerdo mal. —dices saludando a al viejo amigo de la facultad y haciendo un señal a la camarera para que te traiga un par de cervezas.

Puri se acerca a vosotros y se inclina provocativamente para serviros las birras. Tú no puedes evitar echar una mirada a aquel par de melones morenos, tiesos, burbujeantes, atrayentes...

Abres la boca para decirle algo bonito como siempre que paras allí, pero Jorge te lo impide riendo.

—No seas capullo. —te dice Jorge— No la conozco de nada, pero se ve a la legua que esa tipa nunca te hará caso más que para que vacíes su nevera de cervezas.

—Ya lo sé, pero últimamente la cosa esta muy chunga. No recuerdo la última vez que eché un polvo en condiciones así que tiro con postas. —replicas tú.

—Quizás te equivocas y no buscas en los lugares adecuados. —dice Jorge con una sonrisa— Hace tiempo que los bares han dejado de ser el mejor sitio para ligar.

—Y ahora es cuando me cuentas tu táctica infalible y me dirás que  te lo montas  cada  día  con una distinta. Adelante, me tienes en ascuas.

—Internet. —dice Jorge lacónico.

—¿Cómo?—preguntas desconcertado.

—Internet, las páginas de contactos. ¿Nunca has probado?

—No. —respondes sorprendido— ¿Pero eso no es un nido de mentirosos y gente a la que le gustan las cosas raras?

—¡Qué va!  Eso era antes. Ahora  a la mayoría de la gente le pasa como a ti, no tenemos tiempo para chorradas y con estas webs te ahorras mucho tiempo y puedes ligar mientras estás en la oficina. Con un poco de suerte puedes tener una mujer en poco tiempo, si eres hábil, varias.

—Me estás vacilando. —dices tú  pensando que tú amigo se está tirando el moco.

—Que va, yo tengo tres perfiles en tres páginas diferentes. Uno en el que parezco un pobre hombre con una mala suerte increíble, para ablandar a las maduritas, otro a en el que aparezco con el Porsche de mi primo para atraer a las jóvenes guapas y avariciosas y una última  en la que me muestro tal como soy para atraer a las mas guarras y depravadas. —responde él con una sonrisa de lobo.

—Y así follas todos los días.

—No todos, de vez en cuando una te sale rana, pero en general mi vida sexual ha mejorado una barbaridad desde que  estoy  en ellas.

—Va, chorradas. —replicas tú  apurando la cerveza de un trago y mirando el culo de la  camarera cimbrear en busca de un nuevo botellín.

—¿Chorradas? Ya verás. —dice Jorge sacando el móvil y entrando en la página arrumacos. com.

Ante tus ojos Jorge abre su perfil y pincha en un botón con la leyenda "posibles contactos cercanos".  Enseguida se abre una  ventana y surgen casi inmediatamente cuatro candidatas. Las dos primeras rechazan a Jorge nada más ver su  perfil, pero las otras dos le siguen el juego y chatean un rato con él. Diez minutos después una de ellas le invita a "tomar algo a su casa".

Ante tus ojos incrédulos Jorge se despide y con una sonrisa, no exenta de sorna, te desea suerte con la camarera mientras sale del garito colocándose el paquete.

Llegas a casa medio borracho después de una larga e infructuosa noche. La cabeza te da vueltas y te metes en la cama deseando un sueño que no llega. Te das la vuelta  en la cama y ves el portátil descansando sobre la mesilla.

Lo miras, dudas, lo piensas de nuevo y  finalmente abres el ordenador. La pantalla se enciende con un leve ruido y aparece la página de inicio del sistema operativo. Levantas la mano y después de dudar otro instante abres el navegador y pones " contactos"  en el buscador.

Salen varias páginas y tras  dudar entre varias, te decantas por la que más miembros tiene; Amorrápido.com

No te lo piensas y te registras lo más rápido posible para no echarte atrás. Tras dar tus datos básicos,   describirte un poco y añadir una de las pocas fotos en la que no pareces tonto del todo,  te describes lo más favorablemente posible y eliges  tu mujer perfecta. La página procesa tus datos y antes de terminar  te pide que seas totalmente sincero y digas cuál es  la cualidad que más valoras en una mujer.

Dudas un momento pensando qué es lo que deseas...

Si te acuerdas de la camarera y de  de la sonrisa lasciva que muestra cada vez que le pides otra cerveza y decides que quieres algo totalmente distinto así que escribes "rubia de aspecto angelical"

vete a 2.

Si te acuerdas de los pechos morenos de la camarera y escribes "mulata"

vete a 3.

Si recuerdas a la camarera y  dudas,  pero finalmente reconoces que son  las pelirrojas las que

te vuelven loco

vete a 4.

Si recuerdas las curvas de la camarera y escribes  "voluptuosas"

vete a 5.

2

Te despiertas sobresaltado y con una resaca horrible, aun con las brumas del sueño, te diriges al baño donde tratas de refrescarte un poco y buscas un par de paracetamoles mientras intentas recordar el sueño que rondaba por tu cabeza justo antes de despertarte.

Te concentras e imágenes confusas de una feria te asaltan. Te acuerdas de que entras en la tienda de una adivina. La adivina resulta ser una gitana sospechosamente parecida a Lola Flores.  Depositas un billete en su mano y mientras la bruja se lo mete en el sujetador con una mano, con la otra coge la tuya y la acerca a su cara.

—Veo una abejita pequeña y furiosa y... ¡Oh No! —dice la gitana abriendo mucho los ojos.

—¿Qué pasa? —preguntas con desazón.

—No.. no pasa nada. Lo siento pero se ha terminado la sesión —dice ella sacándote a empujones y despidiéndote con un apresurado "que Dios te bendiga" antes de que tú puedas decir nada.

Intentas recordar algo más, pero sin resultado, así que te vuelves a refrescar la cara y vas a la cocina a hacerte el desayuno. Cuando vuelves a la habitación ves el ordenador y recuerdas vagamente lo que hiciste anoche. Lo enciendes y entras en la página de contactos con la intención de borrar tu perfil, pero sorprendido te das cuenta de que ya hay una candidata que se interesa por ti. Recuerdas durante un segundo el  consejo de la gitana y después de desecharlo con un escalofrío pinchas en el mensaje con curiosidad.

El mensaje de la candidata es un poco repipi para tu gusto, lleno de emoticonos y corazoncitos por todas partes, pero al echarle un vistazo al perfil de la chica te convences de que merece la pena darle una oportunidad.

Se llama Cristina Camacho y dice trabajar en un hospital, aunque no especifica en que puesto, le gustan los pepinillos, los cachorros y las comedias románticas. Una joven de pelo rubio, corto y ensortijado te mira con unos ojos azules y grandes y te sonríe mostrando una dentadura perfecta. Al pinchar en la foto del perfil se despliegan varias fotos en las que aparece de cuerpo entero. Sus poses exageradas y un poco artificiosas no te impiden admirar las piernas delgadas y bonitas, el culito respingón y los pechos relativamente grandes comparados con lo menudo de su figura.

Le envías un mensaje  explicándole que te gustaría conocerla y ella responde casi inmediatamente y se muestra ansiosa por conocerte. Chateáis un rato más, lo suficiente para notar que es una romántica empedernida, así que cuando ella te pregunta dónde podéis quedar tu dudas un momento.

Decides quedar en un bar, no vaya a ser que si te pones en un plan demasiado romántico luego no puedas sacártela de encima vete a 6

Prefieres darle una sorpresa y no le explicas a donde vais, solo que lleve ropa cómoda sabiendo que si aciertas con el plan te la pasas por la piedra fijo. vete a 7

3

Te despiertas sobresaltado y con una resaca horrible. Aun con las brumas del sueño, te diriges al baño donde tratas de refrescarte un poco y buscas un par de paracetamoles mientras intentas recordar el sueño que rondaba por tu cabeza justo antes de despertarte.

Te concentras e  imágenes confusas de una feria te asaltan. Te acuerdas de que entras en la tienda de una adivina. La adivina resulta ser una gitana sospechosamente parecida a Lola Flores.  Depositas un billete en su mano y mientras la bruja se lo mete en el sobado sujetador con una mano, con la otra coge la tuya y la acerca a su cara.

—Veo un puño de hierro envuelto en un guante de seda. —dice la gitana pasando la mano con sus entecos dedos extendidos frente a tu cara— Ten cuidado, la próxima mujer que  cruce en tu vida puede ser la causa de tu destrucción o la mujer de tu vida, solo tus decisiones lo determinarán.

Intentas recordar algo más, pero sin resultado, así que te vuelves a refrescar la cara y vas a la cocina a hacerte el desayuno. Cuando vuelves a la habitación ves el ordenador y recuerdas vagamente lo que hiciste anoche. Lo enciendes y entras en la página de contactos con la intención de borrar tu perfil, pero sorprendido te das cuenta de que ya hay una candidata que se interesa por ti. Recuerdas durante un segundo el  consejo de la gitana y después de desecharlo con un escalofrío pinchas en el mensaje con curiosidad.

El perfil de la candidata no es muy extenso. Dice llamarse Melina Rodríguez,  es española de origen cubano y tiene veintisiete años. Estudió  derecho gracias a la becas y terminó la carrera la segunda de su clase,  ahora trabaja como abogada defensora. Le gusta la música latina, el cine y un buen libro,  aunque confiesa que no tiene mucho tiempo libre para dedicarlo a ello. Para terminar explica que le gustan los hombres tiernos pero seguros de sí mismos y que sean unos amantes ardientes.

En la esquina superior derecha del perfil hay una foto desde la que Melina te mira con unos ojos grandes, oscuros, rodeados de unas pestañas largas y rizadas. Su nariz es un poco ancha pero recta y no demasiado grande y sus labios gruesos y jugosos, pero lo que más llama tu atención es su tez color caramelo oscuro y fina como la piel de un melocotón.

Pinchas en la foto y ves varias instantáneas en las que descubres que como buena abogada viste en todas impecablemente,  aprovechando los altos tacones para realzar un cuerpo de infarto y sobre todo un culo que hace época.

Para ser la primera respuesta no está mal, te sientas con el ordenador en el regazo y le envías un mensaje hablando un poco más de ti. Al contrario de lo que esperas, ella te responde de inmediato. Chateáis un rato y alternando mentiras con medias verdades consigues que se interese en ti. Tras un rato de conversación ella se excusa diciendo que tiene que reunirse con un cliente importante en unos minutos, pero que le has impresionado y que le gustaría conocerte en persona.

Antes de despedirse te dice que al día siguiente por la noche estará en la ciudad y que tiene tiempo para cenar.

Tú no lo dudas ni un segundo y le invitas a un restaurante de lujo que hay en el centro. Esperas una respuesta, pero ya sea porque ha tenido que irse de verdad, o porque quiere hacer que te hagas un poco en tu propio jugo, no responde a tu propuesta inmediatamente.

Horas después recibes una respuesta afirmativa y añade que le vendría bien quedar a las nueve y media.

Con una sensación triunfal cierras el ordenador y te dedicas a dar pequeños saltitos por la habitación.

La espera se ha hecho larga, pero al fin la hora ha llegado. Te preparas sacando tu único traje decente de su funda y los Fluchos que compraste para la boda de tu hermana. El último toque lo pone el perfume de Hugo Boss y unos gemelos con la forma de pequeños aviones con los que pretendes compensar la falta de calidad con la originalidad.

Te tienes que apresurar pero al final estas en la barra del restaurante a las nueve y media como un clavo.

—Lo siento, pero he tenido un problema de última hora y no he podido llegar antes.  —dice ella entrando veinte minutos después en el local y dándote dos besos apresurados.

Te levantas apresuradamente para recibirla y después de devolverle los dos besos haces una seña al metre. Mientras el camarero os recoge las chaquetas aprovechas para echar un vistazo a la joven. Esta espectacular con un vestido ajustado de color blanco por el centro y negro por los laterales, escote en "u"  y una falda recta y ajustada justo por encima de las rodillas. Sus  piernas largas y morenas no necesitan medias y su culo ya de por si atractivo se ve realzado gracias a unas espectaculares sandalias de tacón imposible.

Os sentáis a la mesa y mientras os ponen unos aperitivos elegís la cena. Tras hacer el pedido se impone un incómodo silencio, no sabes muy bien cómo romper el hielo. Tras un par de sonrisas y titubeos decides iniciar tú una conversación; ¿Qué haces?

Intentas parecer un tipo atento y respetuoso y  alabas su inteligencia vete a 8

O decides ir a lo seguro y comentas lo bien que le sienta ese vestido a su figura vete a 9

4

Te despiertas sobresaltado y con una resaca horrible, aun con las brumas del sueño te diriges al baño donde tratas de refrescarte un poco y buscas un par de paracetamoles mientras intentas recordar el sueño que rondaba por tu cabeza justo antes de despertarte.

Te concentras e imágenes confusas de una feria te asaltan. Te acuerdas de que entras en la tienda de una adivina. La adivina resulta ser una gitana sospechosamente parecida a Lola Flores.  Depositas un billete en su mano y mientras la bruja se lo mete en el sujetador con una mano, con la otra coge la tuya y la acerca a su cara.

¡Oh! Veo belleza y determinación. Fuego y hielo. Amor y dolor verdaderos. — te dice la anciana con una sonrisa torcida desde lo más profundo de tus sueños.

Intentas recordar algo más, pero sin resultado, así que te vuelves a refrescar la cara y vas a la cocina a hacerte el desayuno. Cuando vuelves a la habitación ves el ordenador y recuerdas vagamente lo que hiciste anoche. Lo enciendes y entras en la página de contactos con la intención de borrar tu perfil, pero sorprendido te das cuenta de que ya hay una candidata que se interesa por ti. Recuerdas durante un segundo el  consejo de la gitana y después de desecharlo con un escalofrío  pinchas en el mensaje con curiosidad.

Se llama Úrsula Kellermann y es española de origen alemán. Le gustan las películas de acción las motos y las vacaciones en lugares solitarios. Además dice que es una enamorada del sexo.

Solo por la última frase ya la habrías elegido pero además, cuando ves la foto te quedas impresionado por su belleza. Es pelirroja, de tez pálida y sus ojos grises  te miran desde la pantalla con un frío desdén que te pone a cien. Pinchas en la foto y se despliegan una serie de fotos que casi te provocan una erección. La joven tiene unas piernas largas y torneadas unos pechos grandes y jugosos que le gusta mostrar con generosos escotes y una actitud sexy y desenfadada que te vuelve loco. No puedes evitarlo y te bajas una de ellas en la que está con un mono de cuero con la cremallera bajada enseñando un profundo canalillo al lado de su Suzuki Hayabusa 1300 y la pones de fondo de pantalla en el ordenador.

Decidido le envías un mensaje y te dispones a esperar. La tipa no se apura demasiado y te responde casi un día después. Parece ser que  la cara de niño bueno que has puesto en las fotos le ha convencido y chateáis un rato.

Úrsula resulta ser una  mujer inteligente y culta aunque un poco seca en el trato, solo notas un poco de emoción cuando mencionas el asunto de las motos. Después de chatear un rato quedáis esa misma noche. Ella insiste en pasar a buscarte con su moto y tú para no demostrar que estás cagado de miedo accedes a la primera, pero le dices que ella tiene que poner el casco.

Esperas impaciente. Las horas pasan lentas y tediosas y las matas jugando al Grand Theft Auto y volviendo a ver la galería de fotos de la joven. Te recreas observando la cara angulosa, los labios no demasiado gruesos pero perfectamente delineados los ojos grises y fríos como el acero y el pelo color caoba liso que le llega a la altura de los hombros. Su piel es pálida, casi transparente y sus brazos y sus hombros  fuertes te hacen pensar que hace pesas para poder aguantar los tirones de una moto de doscientos caballos.

Al fin llega la hora y te duchas rápidamente, te pones unos vaqueros que no están demasiado sucios, una camiseta y una cazadora de cuero que hacía tiempo que no usabas.

Cuando bajas Úrsula ya te está esperando subida en la moto. Por un momento crees que te vas a correr allí mismo.

Con el casco bajo el brazo Úrsula espera apoyando la pierna en el suelo. Va vestida con un corpiño color ocre, una cazadora y una minifalda de cuero marrón oscuro. Al estar sentada  sobre esa bestia la falda se le ha subido dándote una gloriosa vista de su pierna desde los tacones hasta casi el nacimiento del muslo.

Sin disimular tu embeleso te acercas a ella y le saludas dándole dos besos.

—Hola, ¿Qué tal? ¿Encontraste bien el sitio?

—Sin problemas —responde ella lacónica.

—La verdad es que las fotos no hacen justicia... a la moto, claro. —dices intentando hacerte el gracioso.

—Vale, muy divertido, ahora ponte el casco. —dice ella sin hacer demasiado caso a tu intento por romper el hielo.

Te pones el casco, te sientas tras ella y apenas has pasado los brazos entorno  a su cintura sale disparada. La aceleración que le proporciona a la Suzuki los doscientos caballos hace que temas perder la cabeza.

Úrsula se desliza entre el tráfico a un velocidad de espanto y terminas por cerrar los ojos y dejarte llevar. El motor del artefacto grita y silba como una serpiente de cascabel maltratado inclementemente por la joven. No sabes cuánto tiempo ha pasado ni dónde estás, pero al final para la moto en el barrio viejo. Tenéis que dejar la moto ya que las calles son peatonales y caminar un cuarto de hora hasta un pequeño restaurante japonés que no sabías ni que existía. Por el camino te cuenta que es ejecutiva de una empresa de cosmética y que pasa largas temporadas en Montana dónde su empresa tiene la central.

El local es pequeño y consta de una gran barra en forma de "U" en el centro de la cual un chef oriental, con el típico pañuelo con el sol naciente hace la comida frente a los clientes. Os sentáis en los dos únicos sitios libres y leéis las cartas.

Nunca has estado en un japonés y los nombres de los platos te suenan todos a chino. Úrsula advierte tu desconcierto con una sonrisa torcida y te recomienda la ternera teriyaki.

¿Le haces caso y comes la ternera de kobe en salsa teriyaki? vete a 10

¿O decides que no puede ser tan difícil elegir la comida sin su ayuda y te decides por algo que se llama fugu? vete a 11

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Te despiertas sobresaltado y con una resaca horrible, aun con las brumas del sueño te diriges al baño donde tratas de refrescarte un poco y buscas un par de paracetamoles mientras intentas recordar el sueño que rondaba por tu cabeza justo antes de despertarte.

Te concentras e imágenes confusas de una feria te asaltan. Te acuerdas de que entras en la tienda de una adivina. La adivina resulta ser una gitana sospechosamente parecida a Lola Flores.  Depositas un billete en su mano y mientras la bruja se lo mete en el sujetador con una mano, con la otra coge la tuya y la acerca a su cara.

—¡Oh! Veo una graaan historia de amor. —dice la vieja zalamera levantando sus dos brazos con un gesto teatral — La próxima mujer que se cruce en tu vida puede ser lo que has estado buscando toda la vida.

Intentas recordar algo más, pero sin resultado, así que te vuelves a refrescar la cara y vas a la cocina a hacerte el desayuno. Cuando vuelves a la habitación ves el ordenador y recuerdas vagamente lo que hiciste anoche. Lo enciendes y entras en la página de contactos con la intención de borrar tu perfil, pero sorprendido te das cuenta de que ya hay una candidata que se interesa por ti. Recuerdas durante un segundo el  consejo de la gitana y después de desecharlo con un escalofrío pinchas en el mensaje con curiosidad.

Se llama Carolina Bravo,  es Licenciada en Historia del arte y le encantan la literatura y los museos. Aunque sus aficiones no te vuelven loco, echas un vistazo a la foto del perfil y te quedas impresionado por sus ojos grandes, avellanados y color azul cielo, sus labios gruesos y jugosos deliciosamente perfilados, sus pómulos altos y su melena, una melena negra, brillante, espesa y ligeramente rizada. Pinchas en la foto y se despliegan una serie de fotos en la que descubres a una mujer alta y elegante con unas piernas esbeltas y torneadas y unas curvas que quitan el hipo. Eso te acaba de decidir y le envías un mensaje.

Charlas un rato con ella y descubres que no solo le gustan los museos sino que también le gusta el cine de ciencia ficción y ver en la tele los deportes de riesgo. Acabas carcajeando mientras intercambiáis anécdotas de patinadores con barandillas entre las piernas y esquiadores cayendo a trompicones ladera abajo perseguidos por aludes de nieve.

Tras una hora de Chat sientes que has conectado realmente con una mujer por primera vez en mucho tiempo y aunque algo en su actitud un poco elusiva  te hace desconfiar, finalmente aceptas su invitación para ir a cenar a un pequeño restaurante italiano  que conoce al día siguiente.

Te pasas todo el día pensando en que ponerte para impresionar a esa belleza. Buscas entre tu ropa con desesperación y al final acabas saliendo a comprarte algo adecuado. Tras gastarte tropecientos euros en un traje de Armani te pasas el resto de la tarde limpiando y rascando con detenimiento todas las partes de tu cuerpo hasta que todo el brilla como un coche nuevo.

Prefieres hacerte un poco el duro y demostrarle que no estás ansioso, así que deliberadamente llegas diez minutos tarde a la cita. No puedes reprimirte y echas un vistazo desde el exterior del restaurante por la luna que da al comedor buscando a tu princesa.

Tras echar una rápida mirada estás a punto de convencerte de que aun no ha llegado cuando te fijas en una gorda que está retorciendo nerviosa la servilleta. Al principio no la reconoces, pero luego te fijas en su melena y sus ojos claros y te das cuenta de que es ella. Tu princesa es ahora una reina con veinte kilos de más.

¿Te largas defraudado por la burda mentira? vete a 12

¿O sigues prendado de los ojos oscuros y la larga melena negra y decides darle una oportunidad? vete a 13

6

Tras pensártelo un momento decides que es mejor quedar en un lugar neutral y le preguntas si le apetece salir de tapas. La joven no se lo piensa y te sugiere un local del barrio viejo que tú ya conoces, famoso por sus sabrosas y baratas tapas.

Con lo que no contabas era con el atasco. Al parecer, un jodido idiota confundió el acelerador con el freno y ha aparcado el coche en la entrada de la sede de un partido político,  sus excelencias, con el acojone que llevan encima últimamente, se han creído que era un atentado y han mandado cerrar toda la manzana.

Los municipales se han visto obligados a desviar todo el tráfico hacia la avenida por la que tú circulabas tan contento y el resultado es que llegas a tu cita veinte minutos tarde.

El bar es un tugurio oscuro y lleno de hombres pero las tapas son buenas y tan baratas que comprendes porque la joven lo ha elegido.

Llegas todo sofocado deshaciéndote en excusas, pero Cristina no se muestra enfadada, es más, la encuentras sospechosamente alegre. Al primer vistazo te da la sensación que has quedado con una muñequita de porcelana. Lleva un vestido corto  y  ceñido y unos tacones con plataforma que resaltan su figura.  Tras saludarte te dice que ya se ha tomado tres copitas de vino porque se ha puesto nerviosa al ver que no llegabas. Antes de que tú puedas decir nada pide otras dos copas y un par de tapas.

Comenzáis a charlar y con la boca pastosa  te cuenta lo mal que esta la sanidad y lo mucho que les están jodiendo a ellos y a  los pacientes los recortes  a la vez que  descarga su copa en un santiamén. No hace falta ser Stephen Hawking para saber que cuarenta y ocho quilos de jovencita más cuatro copas de Rioja en veinticinco minutos  equivalen a desastre seguro.

Mientras asientes con la cabeza calculas tus posibilidades de salir de esta sin montar jaleo y ves que la distancia entre el baño y la puerta de la salida no es muy grande, así que  simulas un gran apuro y tras pedir otra ronda para que no sospeche, te escurres por la puerta del baño.

Ya que has llegado hasta allí vacías la vejiga y te refrescas la cara. Miras al tipo del espejo y reconoces a un gañan sin escrúpulos.  Te entran las dudas. ¿Qué haces?

¿Intentas escaquearte y dejarla tirada? ve a 14

¿O decides comportarte como un estúpido caballero y la acompañas a casa? ve a 15

7

El día amanece espléndido. El cielo está totalmente despejado y solo algún que otro borreguito destaca en un uniforme horizonte de color azul. Llegas puntual a la cita y observas  a Cristina acercarse vestida con un tenue vestido veraniego corto y cerrado con por la parte delantera con una docena de botones.  En los pies calza unas botas Caterpillar cómodas aunque un poco pesadas y aparatosas en una joven tan menuda.

En cuanto  sube al coche, le tapas los ojos con una venda. Ella se resiste un poco pero tú insistes diciéndole que son apenas veinte minutos y finalmente se deja hacer. Cristina se pone cómoda en el asiento mientras tu aprovechas para observarla a placer. Es tan  pequeñita y menuda que te recuerda a una muñeca. Sus piernas son finas, esbeltas y bien proporcionadas. A través de la abertura del vestido atisbas unos muslos bonitos y tersos  y al subir tu vista te recreas en sus pechos casi desproporcionadamente grandes con respecto a su figura.

Antes de que se impaciente te inclinas para coger el cinturón y colocárselo. Aprovechas para echar un vistazo por el escote del vestido y aspirar el aroma que emana de su piel. La joven nota tú presencia cerca de ella y entreabre sus labios gruesos y atractivos.

Sientes el  impulso de besarla pero te limitas a rozar de un modo casual sus labios con los tuyos mientras ajustas el cinturón con un clic.

Arrancas el coche y pones música tranquila para que se os haga más ameno el viaje. Apenas habláis durante el trayecto, solo te cuenta que es enfermera en un hospital y que esta hasta las narices de los recortes. Cuando le preguntas a que se dedica exactamente se muestra más evasiva y aunque te choca en una joven tan abierta no le das mayor importancia.

Tal  y como le habías prometido,  aparcas el coche tras veinte minutos de viaje. Le ayudas a salir de él y cogiendo una mochila y una nevera del maletero la guías por un camino de graba. Cristina se queja por no poder quitarse la venda pero tú insistes y ella obedece de mala gana.

Finalmente te pones tras ella,  la colocas adecuadamente y le quitas la venda. Cristina parpadea para adaptar sus ojos a la luz y cuando finalmente logra enfocarlos, como imaginabas, la vista le emociona. El sol del atardecer cae sobre el agua tranquila de la pequeña laguna, reverbera y os envuelve en una intensa luz dorada.

La joven se gira inspeccionando el pequeño claro en el que os encontráis señalando los árboles altos y frondosos, la hierba verde y fragante y el sonido del agua golpeando con suavidad la orilla.

Cuando colocas las mantas y el mantel con el champán y los canapés ya sabes que la tienes en el bote. Cristina se recuesta frente a ti colocando sus piernas de manera que asomen en buena parte del vestido.  Afortunadamente has traído una buena provisión de comida porque la joven come canapés  como si no hubiese un mañana. Con el cava se muestra más comedida y en cuanto nota que se está poniendo contentilla lo bebe con más precaución.

Guardas lo mejor para el final. De la nevera sacas un tarro con fresas. Te acercas a Cristina y le pones una en la boca. Cristina lo toma con sus labios y sonriendo  la muerde. El jugo de la fresa desborda su boca y  mancha sus labios, tú te acercas y recoges el zumo de la fresa con tus labios. A continuación coges a la joven por el cuello y buscas más jugo  dentro de su boca. La joven te devuelve el beso gimiendo excitada.  Aprietas tu cuerpo contra el suyo y acaricias sus caderas a través del fino tejido del vestido.

Vuestros besos se hacen más urgentes e intensos, notas como el cuerpo de la joven tiembla de deseo en tus brazos, así que adelantas tus manos y le desabotonas un par de botones.

Cristina suspira y se separa intentando coger aire.

—No, aquí no.

—¿Va algo mal?—dices separándote  un poco confuso y excitado.

—No, al contrario, quiero hacerlo, solo que al aire libre me da no se qué.

Tú dudas, la verdad es que tienes ganas de follarte a la muñequita aquí y ahora así que decides insistir u poco más.

Insistes y ella intenta negarse pero tu  ganas y la convences ve a 16

Finalmente   ella te convence de que le lleves a su casa ve a 17

8

—Bueno aquí estamos... —dices tú  aun dubitativo— Entonces, ¿A qué rama del derecho te dedicas?

—Derecho penal, soy abogada defensora. Trabajo para  Alonso y Ferrero.

—¡Ah! Los conozco, dicen que son los mejores de la ciudad. Ahí no entra cualquiera, debes estar, digo ser, muy buena en tu trabajo. —dices tú con torpeza.

—La verdad es que no es nada fácil para una mujer llegar hasta dónde yo lo hecho. —dice ella levantando una ceja de forma inquisitiva.

— Sí, no hay muchas mujeres  con capacidad de sacrificio suficiente para  llegar hasta ahí.

—¿Qué insinúas? —pregunta ella con el semblante serio.

—¡Oh! Nada. —respondes tú tragando saliva consciente de que me te estás metiendo en un jardín del que te va a resultar difícil salir.— Solo digo que el nivel de compromiso que exige un trabajo como ese es incompatible con la familia y los hijos...

—Claro, porque la mujer es la única que se puede ocupar de todo en la casa, el hombre solo está para rascarse los cojones y ver la tele. —dice ella  con furia.

—No, solo digo que  los hijos atan mucho y cuando los tenéis os volvéis más.... —digo yo intentando buscar la palabra adecuada

—¿Estúpidas? —me interrumpe ella cada vez más enfadada.

—Bueno , no sé qué tradiciones  trajo tu familia de Cuba pero aquí...

—¿Qué insinúas, que porque soy  de color dejo colgados los niños de los árboles  y me voy a bailar boleros? —me vuelve a interrumpir ella ya  con el chip de picapleitos a plena potencia.

—Yo no he sacado en ningún momento tu raza. —dices tú ahora realmente cabreado— No sé qué mierda de complejo tenéis todos, que en cuanto nos ponemos a hablar con vosotros tenemos que pensarnos más la palabras que para un discurso en  la Real Academia.  Hasta cuándo vamos a tener que aguantar con el papel de malos. Hace siglos que aquí está abolida la esclavitud. Si tú con tu puesto de abogada pija de trescientos mil al año sigues pensando que vives oprimida por nosotros creo que eres tú la que tiene un problema.

Los ojos negros y profundos de la joven chispean de rabia. Sabes que te has pasado e intentas disculparte explicándole que no eres así pero el daño ya está hecho.

Melanie se levanta de un salto con sus labios gruesos y rojos firmemente apretados  y te pega un sonoro bofetón con todas sus fuerzas. La mejilla te escuece un montón  pero lo que más te duele es ver ese culo redondo y jugoso alejarse vibrando dentro de aquel vestido con cada paso enfurecido de la joven.

—Entonces, de follar nada, ¿Verdad? le gritas como despedida con la única intención de abochornarla.

FIN

9

—La verdad es que es la primera vez que tengo una cita por internet,  así que estoy un poco sorprendido.  —dices tú rompiendo el hielo.

—¿De qué? —responde la joven un poco recelosa.

—De que seas tan hermosa y elegante como en las fotos del perfil. —respondes tú con una sonrisa — Yo pensaba que en estas páginas solo se apuntaban frikis y tipos raros. Te imaginaba gorda fea y llena de verrugas.

—Pues ya ves. Somos gente normal  con poco tiempo para entablar relaciones con alguien que no sea de tu entorno laboral y  no me apetece nada liarme con un abogado.

—Ja. ¿Sabes que no te estás haciendo muy buena publicidad? —le preguntas riendo.

—Es cierto. Pero bueno, no me refiero a eso. Trabajamos de doce a dieciséis  horas diarias así que si  me lío con un hombre de mi profesión supongo que podríamos vernos unos quince minutos al año y eso si no hay urgencias.

—Desde luego, eso sería un desperdicio. —dices tú  echando un  nuevo vistazo a la forma en que el vestido se ajusta  a sus formas como una segunda piel.—Y conmigo no vas a tener problema,  siempre que me llames con antelación suficiente me tendrás disponible para acariciar esa piel  color chocolate  y  curar las heridas de tus combates.

—Vaya, yo creí que los gestores de patrimonio tenían más trabajo últimamente. —replicó ella divertida.

—Lo siento, ya te dije que creí que todos mentíais así que adorné un poco mi currículo. En realidad soy  contable en la central de un banco. —dices cruzando los dedos.

—Vaya, sí  que me la has colado. —dijo ella más divertida que enfadada.

—Bueno, en realidad me encargo de contabilizar las grandes transacciones del banco y de que los números cuadren así que no es muy diferente.  —dices tú tratando de no parecer un insecto insignificante en un cubículo estrecho contando filas de números.

—No importa— dice ella comprensiva — La verdad es que  no busco a ningún empresario forrado, busco aun tipo guapo y divertido, que no quiera una relación seria. No tengo ni tiempo ni ganas para algo más complicado.

—Entonces  has encontrado al hombre perfecto ¿Qué fue lo que te llamó la atención de mi perfil ?—preguntas con curiosidad.

—Oh, no sé, creo que fue todo en conjunto, esos ojos, el pelo, tus fotos divertidas y desvergonzadas... —responde ella — Me gusta especialmente esa en la que estas en el desierto encima de un camello y con una sombrillita blanca minúscula.

—Ah, sí —dices mientras atacas tu lubina salvaje— fue en un viaje a Túnez,  hacía un calor abrasador y me había dejado la gorra en el hotel.  Me dirigí a un puesto para comprar una, pero vi  la sombrilla y me enamoré de ella. Ahora la sombrilla la tiene mi hermana colgada de un pared en su salón.

Una vez roto el hielo, la conversación es fluida y a ratos divertida.  La verdad es que su trabajo es  bastante más ameno que el tuyo y te cuenta un par de anécdotas la mar de graciosas.

Cuando termináis los postres le sugieres ir a tomar un café  y una copa, pero ella mira el reloj contrariada y te dice que tiene el tiempo justo de llegar a casa, dormir cinco horas y salir para La Coruña  a interrogar un testigo.

Tú te lo estás pasando realmente bien ,  deseas quedarte un poco más  y estás casi  seguro de que ella lo desea también. ¿Qué haces?

Intentas insistir un poco más para que se quede y tome una copa contigo ve 18

La invitas a cenar al día siguiente  a tu casa con la condición de que se presente tan espectacular como esta noche ve a 19

10

Finalmente decides hacerla caso y pides la ternera teriyaki. No se te escapa es gesto de satisfacción de Úrsula cuando lo haces, así que le sigues el juego y te muestras sumiso y obediente con la esperanza de que esa táctica te facilite una oportunidad para sobar ese culo y pellizcar a placer esos jugosos melones.

Notas como el ambiente se distiende y la mujer sonríe por fin relajada. Charlas animadamente con ella pero procurando que sea ella la que lleve la conversación.

La ternera resulta estar excelente y le das las gracias por habérselo sugerido provocando en ella una nueva sonrisa de satisfacción.  Durante la cena aprovechas cualquier descuido de ella para observar sus largas piernas  y  observar como el corpiño de cuero se adapta a su explosiva figura, de modo que a los postres ya tienes un calentón considerable.

Termináis el café y ella se va un momento  al baño. Mientras se aleja no puedes evitar observar cómo contonea las caderas como una gata y piensas que puede ser la mujer de tu vida. Hermosa, inteligente y segura de sí misma es todo lo que buscas en una mujer.

Úrsula vuelve y salís del local, no sin antes felicitar al chef por su pericia. Camináis unos metros por las solitarias calles. Aspiras el denso perfume que emana de la joven y te sientes cada vez más excitado.

A unos cien metros del restaurante, a vuestra izquierda, hay un callejón estrecho y mal iluminado. Sientes una casi irrefrenable tentación de arrastrar a la joven hacia él y follártela allí mismo.

¿Qué haces?

¿Sigues tus instintos y te la intentas follar en el callejón? ve a 20

¿O tienes la impresión de que la noche puede ser mucho más fructífera si le dejas hacer? ve a 21

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Dudas un momento pero al final no quieres parecer un idiota y fingiendo que sabes lo que haces te inclinas por el fugu, porque te suena vagamente aunque no sabes de qué.

Úrsula hace un gesto raro, pero no dice nada y pide una selección de verduras a la plancha con salsas variadas. El Chef se pone a ello y hace una demostración en el arte de usar los cuchillos. troceando las verduras a una velocidad pasmosa. Mientras se hacen las verduras el cocinero se pone con tu fugu que resulta ser un pescado no muy grande de aspecto primitivo.

Los movimientos con el cuchillo ahora son mucho más pausados y precisos. Os fijáis como le saca la cabeza al pez y  cuando el hombre avanza por la zona abdominal sus cortes se hacen aun más finos y cuidadosos. Úrsula se inclina para ver con más claridad y el chef no puede evitar echarle un vistazo a esos prodigiosos pechos apretados en un escote palabra de honor.

El cuchillo resbala un par de centímetros de más pero ni él chef, ni evidentemente tú,  os apercibís de ello. Al terminar el corte retira el resto del abdomen y la espina  y pone en la plancha el resto del pez.

El fugu resulta delicioso. Le ofreces un bocado a la joven pero ella lo rechaza con un gesto seco. Coméis varios platos más, pero habláis poco. Lo intentas con un par de chistes, pero ella te devuelve miradas frías y desdeñosas. Termináis la cena felicitando al cocinero y le abres la puerta un poco desilusionado porque sabes que no habéis conectado.

La acompañas hasta la moto y en un último intento desesperado la coges por la cintura y le das un beso. Úrsula apenas te deja contactar tus labios con los suyos y zafándose de tu abrazo te propina un bofetón.

Sin darte tiempo a replicar monta en la moto y se aleja quemando rueda.

Pides un taxi y vuelves  a casa cabizbajo y caliente como un burro. Te pones frente al ordenador y abres de nuevo la galería de fotos de Úrsula. Las imágenes de la pantalla se mezclan con tus recuerdos de la joven subida a la moto o inclinándose  sobre el chef y te acaricias el paquete. Enseguida te imaginas a Úrsula quitándose ese ajustado corpiño para ti revelando unas tetas enormes. Te desabotonas los pantalones y te sacas la polla de los calzoncillos mientras imaginas que es ella la que lo hace. Su boca envuelve tu polla y la chupa con maestría mientras se masturba bajo la falda.

La levantas y poniéndola de cara a la pared estrujas sus pechos grandes y blancos a la vez que levantas la falda y le metes la polla hasta el fondo del culo.

Te la sacudes aun mas fuerte imaginando los gritos de la joven al ser sodomizada  y te muerdes los labios a punto de correrte. Es entonces cuando notas que algo va mal, no sientes nada en los labios.

Te los tocas de nuevo con el mismo resultado y empiezas a notar un desagradable hormigueo en la punta de la lengua que se extiende rápidamente al resto de la boca.

Te levantas con la intención de refrescarte un poco la cara y notas que la cabeza te da vueltas. Lo achacas a los dos chupitos de sake y vas al baño. Segundos después de mojarte un poco la cara te acercas a la taza y vomitas toda la cena. Débil y mareado recuerdas de repente dónde has oído hablar del fugu antes.

Las imágenes de Homer Simpson vaciando el restaurante japonés y librándose de una muerte cierta te asaltan y te acercas al ordenador deseando que todo sea un invento de los guionistas.

Tecleas con los dedos entumecidos y lees la página de wikipedia dedicada al fugu. Un sudor frío recorre tu espalda cuando terminas de leer el artículo recordando el vistazo despistado del chef al escote de Úrsula.

Tienes el teléfono sobre la cama. Te levantas para llamar a emergencias pero las piernas no te responden y caes al suelo  paralizado por la tetrodotoxina.

La falta de oxigeno empieza a  hacer mella y justo antes de que pierdas el conocimiento para no volver a recuperarlo jamás, te preguntas si todo lo ocurrido es la consecuencia de un fatal accidente o la perra pelirroja sabía perfectamente lo que hacía al inclinarse sobre el chef justo en ese momento.

FIN

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Llegas a casa y lanzas tu caro traje arrugado sobre el sofá si dejar de cagarte en todo lo visible e invisible. Coges tu portátil y echas un último vistazo a las fotos de Carolina antes de enviarle un mensaje diciéndole que lo sientes, pero que no puedes iniciar una relación basada en mentiras y te despides.

Borras tu perfil de la página de contactos y te pones unos vaqueros para bajar al bar de la esquina y observar a la camarera, aunque no te comas una rosca podrás admirar un culo y unas tetas de vedad.

Mientras das un trago a tú botella te prometes a ti mismo que a partir de ahora solo usarás internet para leer relatos eróticos y pelártela como un mono.

FIN

13

Dudas un momento, pero al final te dices a ti mismo "¡qué diablos!" y recordando el buen rato que has pasado chateando con ella y sus preciosos ojos, entras en el restaurante.

La joven te ve y duda.  Está a punto de levantarse, pero parece recordar algo y se vuelve a sentar con la mirada baja.

—Hola, Carolina, porque eres tú ¿Verdad? —dices sabiendo que estás siendo poco diplomático.

—Sí. —responde ella  cohibida—Ante todo quiero pedirte perdón pero en mi descargo tengo que decir que la idea no fue mía.

—Ahora ya no hay vuelta atrás. Disfrutaremos de unos deliciosos platos de pasta y mientras tanto te confiesas y me lo cuentas todo, pero solo si levantas la cabeza. Odio hablar a  los cogotes de las personas. —dices tú con una sonrisa tranquilizadora mientras haces una señal al camarero.

—Ella levanta la vista aun dubitativa y descubres que no todo en las fotos era mentira. Unos ojos grandes y de color azul cielo enmarcados por una melena  espesa y de un negro brillante como el ala de un cuervo te recuerdan, al menos en parte,  por qué estás ahí.

—Estupendo, ¿Sabes que tienes unos ojos preciosos? —le preguntas satisfecho con la sonrisa de la joven.

Interrumpís la conversación para pedir vuestros platos. Tu pides unos raviolis de carne, mientras ella se contenta con una ensalada Caprese. Revuelve la ensalada aparentemente buscando una manera de explicarse.

—Lo mejor será empezar por el principio. Hace dos años, aunque no lo parezca, era la mujer de las fotos, pero de repente empecé a sentirme mal sin motivo aparente, los médicos me hicieron pruebas y lo único que encontraron fue una alarmante bajada en las plaquetas.

—¿Y no averiguaron la causa?

—Me hicieron un millón de pruebas y al final llegaron a la conclusión de que el agente era un virus...

—O sea que no tenían ni puta idea. —sentencias tú  viendo como la joven asiente con la cabeza.

—El caso es que lo único que se les ocurrió fue hincharme de corticoides hasta que hace seis meses la enfermedad desapareció tan misteriosamente como se había presentado. —dice ella.

—Afortunadamente no me han quedado secuelas, salvo esto claro está. —dice señalándose la barriga con frustración— Desde entonces me he puesto a dieta y he intentado adelgazar pero el proceso es sumamente lento.

—Entiendo. —dices tú apretándole las manos suaves y regordetas— ¿Y la página de contactos?

—Eso fue cosa de mi amiga Silvia. Es la mejor, pero tiende a ser un poco lianta. El caso es que llevaba diciéndome un tiempo que lo que necesito para eliminar kilos es practicar el mambo horizontal, ya sabes. —añade Carolina enrojeciendo un poco— Y por su propia cuenta y riesgo me apuntó en la página de contactos y colgó las fotos más sexys que encontró sin preocuparse lo más mínimo, buscó un candidato que le pareció adecuado, le envió un mensaje y me pasó el portátil cuando respondiste.

—Ya veo —dices  tú convencido de que no te miente.

—Yo intenté negarme e incluso empecé a enviar un mensaje de disculpa, pero entonces tú empezaste a hacerme preguntas y una cosa llevó a la otra....

—No me digas más, fue tu amiga la que me invitó a cenar y no tú —digo riendo— ya me parecía que eras un pelín lanzada de más.

—Sí, la verdad es que sería gracioso si no me hubiese pasado a mí. El caso es que mi querida amiga  me embutió como pudo en este vestido diciéndome que necesitaba salir por ahí y divertirme —dice Carolina señalando el vestido de color índigo que abrazaba su cuerpo voluminoso acentuando sus curvas.—Y... Aquí estoy.

—Bueno, pues ya que estamos aquí, brindemos por tu amiga la meticona. —dices levantando la copa  de lambrusco.

Brindáis mientras notas como la tensión va disminuyendo entre vosotros, disfrutáis de la cena  y charláis animadamente mientras te dices a ti mismo que después de todo no está tan gorda. El ajustado vestido azul  se ciñe a su cuerpo rebelando unos pechos enormes  y una barriga y unas caderas grandes pero no exagerados. Además su  cara y sus ojos  siguen llamando poderosamente tu atención.

En los postres, tu acompañante se permite un pecadillo y come un  brownie . Tú pides un café y te limitas a observar los labios gruesos y sugerentes de la joven. Carolina a resultado ser tan dulce e inteligente como parecía, pero además tiene un toque de inseguridad e indefensión que le hace extremadamente atractiva a sus ojos.

Aunque ella insiste en pagar por la jugarreta de su amiga, tú no le dejas y pagas la cena.

—Ya que no me dejas pagar, por lo menos déjame invitarte a tomar una última copa en mi casa — dice ella tratando de no parecer demasiado ansiosa.

¿Qué haces?

¿Aceptas ir a su casa a tomar una última copa? ve a 22

¿O te  das cuenta de que es la mujer que has estado buscando y la llevas a tu guarida? ve a 23

14

Abres ligeramente la puerta del baño y miras por la ranura. Con sorpresa  ves como la joven ya se ha bebido tu copa y está atacando la tuya como si hubiese pasado un mes sin beber una gota. Esperas un poco más y ves como uno de los parroquianos, alto y delgado como un espárrago, pero no demasiado feo, se acerca y le dice algo al oído.

Cristina suelta una risa beoda y el hombre se envalentona y le come la oreja. La joven suelta una risa y olvidándose de ti, coge al hombre por la mandíbula y le da un beso. El desconocido responde con entusiasmo y agarrando a la joven por la cintura y acercándola contra su cuerpo le mete la lengua hasta la campanilla.

La cosa se va calentando cada vez más y el resto de los parroquianos miran envidiosos como el tirillas se come a la muñequita a besos amasando sus pechos y estrujando su culo sin ninguna vergüenza.

Lo que uno no quiere el otro lo desea, coges la puerta dispuesto a salir del local sin que te vean pero dudas en el último momento. ¿Qué haces?

¿Te  quedas  a ver lo que pasa? ve a 24

¿O te vas dando gracias a que haya un pringao que cargue con el muerto y te juras a ti mismo no ligar nunca más por internet? ve a 25

15

Te miras de nuevo en el espejo y negando con la cabeza sales del aseo en dirección  a la barra. En ella Cristina se balancea en un equilibrio precario desde lo alto del taburete mientras le da la brasa al camarero.

—Vamos, Cristina será mejor que te lleve a casa.

La joven intenta resistirse.  se levanta e intenta darte un puñetazo furiosa. Tú te agachas y ella pierde el equilibrio cayendo sobre tú hombro. Ante la rechifla de la parroquia te yergues y sujetando a la joven dejas un par de billetes sobre la barra y te la llevas semiinconsciente como si fuese un saco de patatas.

Al salir a la calle la pones en pie y medio a rastras la llevas hasta tu coche. Cristina se despierta a ratos, murmurando  palabras ininteligibles. Cinco minutos más tarde  la metes en el coche. Tras infructuosos intentos por averiguar de su boca su dirección, optas por revolver en su bolso hasta que encuentras su carné de identidad.

Te diriges a la dirección que figura en el cruzando los dedos para que la dirección sea la correcta.

Tienes suerte y encuentras un sitio para aparcar justo enfrente del portal. Vuelves a revolver en el bolso mientras tratas de que Cristina no se te escurra de las manos y abres la puerta.

Una vez en el ascensor, la joven se despierta por un momento, quizás por la fuerte luz o por la voz que va dando cuenta de los pisos.

—Gaccias, eres un sool ¿Lo sabías?—dice la mujer y vuelve a quedarse tiesa tras un hipido.

—Lo que soy es gilipollas —dices tú a la mujer inconsciente mientras abres la puerta y la arrastras dentro del piso.

Das gracias a Dios cuando la depositas  finalmente sobre su cama. La habitación es bastante amplia y aunque se nota que son muebles del Ikea, está amueblada con gusto. La cama es amplia  y cómoda y en una de las mesitas hay una novela de Dan Brown con un bonito abrecartas  sobresaliendo de ella, probablemente para marcar  el punto de lectura. La mujer se golpea con la cabeza contra el colchón pero sigue  dormida. Le quitas el vestido  para arroparla y es entonces cuando descubres que no lleva ropa interior.

Durante unos segundos contemplas el cuerpo menudo y de aspecto infantil de no ser por sus pechos bastante grandes, redondos y tiesos con unos pezones rosados y grandes de aspecto delicioso.

Se los acaricias  y se ponen duros casi inmediatamente sin que la joven abandone el mundo de los sueños. Bajas la mirada y rozas su pubis pálido, suave y totalmente depilado. Llevado por un  impulso recorres la raja de su sexo con tu dedo y  la joven gime en sueños.

La verdad es que ahí, desnuda e indefensa, te resulta realmente atractiva. Lo piensas un momento y finalmente te decides:

¿Te dices a ti mismo que en época de guerra cualquier agujero es trinchera y te abalanzas sobre el cuerpo inconsciente? ve a 26

¿ O la arropas amorosamente y tras asegurarte de que está bien la dejas durmiendo apaciblemente en su cama? ve a 27

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Sin hacer caso de sus tímidas protestas te tumbas sobre ella y sujetas sus brazos contra el suelo por encima de su cabeza volviendo a besarla. La joven intenta convencerte entre beso y beso de que le lleves a un sitio más íntimo pero el peso de tu cuerpo le impide hacer nada más.

Decidido, allí mismo, comienzas a recorrer con tus labios la línea de su mandíbula, su cuello, sus brazos y sus axilas. Las protestas de la joven se diluyen poco a poco sustituidas por suaves gemidos y respiración agitada.

Una vez que estás seguro de que no se te va a escapar le sueltas los brazos y comienzas a soltar botones uno a uno, besando cada centímetro de piel que queda a la vista.

Tras unos segundos los pechos de la joven quedan a la vista son grandes y redondos y tan tiesos que la joven no necesita llevar sostén. Los acaricias con suavidad y sus pezones se erizan hasta adquirir el tamaño de guisantes. Los lames y los pellizcas con suavidad, Cristina pega un gritito y te insulta pero tú ya estas lejos continuando con tu exploración, penetrando con tu lengua en el abismo de un ombligo perfecto. Dos botones más se sueltan y el pubis de la joven aparece apenas tapado por un tanga transparente.

Apartas el suave tejido y miras embelesado el sexo suave y totalmente depilado de la joven. Los labios de la vulva están un poco hinchados y ligeramente enrojecidos, de su interior escapa una pequeña gota que delata el calor que hay dentro.

Coges una fresa y rozas con ella la fina línea que separa los labios recogiendo la pequeña gota de flujos y provocándole a Cristina un escalofrío.  Muerdes la fresa y te resulta deliciosa. Terminas de abrir el enojoso vestido y utilizas el resto del fresón para pintar el interior de los muslos de la joven que gime excitada y abre sus muslos para facilitarte la tarea .

Se te acaba tu improvisado pincel y tras desnudarte rápidamente coges otro. Con el vuelves a explorar su sexo pero esta vez  separas con tus dedos  los labios para poder llegar  a las partes más intimas y sensibles. Tras unos segundos ves como la joven chorrea de deseo y agita su pubis intentando provocarte.

Tú te resistes, le das un bocado al fresón y le ofreces el resto a Cristina que se lo come de un bocado y te lame los dedos apresuradamente.

La joven ya no piensa en irse, solo te suplica que le metas tu polla, pero no le haces caso, te dedicas a acariciar y paladear las preciosas piernas de la joven. Saben a fresa y a coco.

Cristina se retuerce cada vez más excitada y se arranca ella misma el tanga intentando llamar tu atención.

Finalmente le haces caso y separando sus piernas acercas tu polla a su sexo que palpita  hinchado y enrojecido por el deseo. Con una sonrisa malévola rozas la entrada de su  sexo con tu glande. Ella te insulta, te llama cabrón y eunuco mientras abre aun más sus piernas haciendo que su pubis quede totalmente expuesto. Lo golpeas con tu miembro duro como una piedra y ella grita y se retuerce y cuando menos se lo espera le metes la polla de un solo golpe.

La joven se estremece y abre la boca pero no emite ningún sonido.  Te tumbas sobre ella, cubriendo su cuerpo con tu envergadura y comienzas a poseerla, disfrutando del coño estrecho y cálido de la joven. Cristina se agarra a ti como una lapa. Te clava las uñas, gime y grita mientras tus manos no paran de explorarla y acariciarla. Sigues embistiéndola, cada vez más rápido y más duro. Todo su menudo cuerpo se conmueve como un barco de guerra al recibir una andanada y al igual que el gime y se rinde desarbolada.

Sientes como estás a punto de correrte pero no te importa, eyaculas  en su interior sin parar de empujar dentro de ella llenado su sexo con tu calor y provocándole un orgasmo brutal.

Grita y se retuerce superada por las intensas oleadas de placer mientras tú sigues empujando con furia en su interior.

Cuando se recupera  se  separa y se monta encima de ti. Ahora es ella la que disfruta con la tortura. Coge tu polla y chupa y lame la punta  lo suficiente para mantenerla dura y enseguida la suelta  y coge la botella de champán. La acerca para darte un trago y tu abres la boca. Ella vierte la botella con fuerza y tú no puedes tragar todo el dorado liquido, toses y escupes parte del contenido. Cristina se inclina y sorbe el liquido de tu pecho.  se coloca encima de ti y tu polla salta excitada al sentir el contacto con sus muslos.

Intentas bajar las manos para volver a penetrarla pero esta vez es ella la que lleva el juego y entrelazando tus manos con las suyas te lo impide. Poco a poco baja por tu cuerpo. Tu polla acaricia su pubis aun húmedo y caliente, luego su vientre y finalmente sus pechos.

Cristina se mueve a un lado de forma que los dos pechos se bambolean golpeando blandamente tu miembro. Tu das un respingo y ella sonríe y aplasta sus tetas contra tu polla.

Te levantas y la alzas como si fuera una muñeca. Coges sus pechos, los amasas, los acaricias y los chupas, la joven gime y se abraza a tus caderas con sus piernas frotando  su coño contra tu hambrienta polla.

La bajas al suelo y metes tu polla entre sus estremecidas tetas. Su calor y su tacto blando te vuelven locos y comienzas a empujar  mientras Cristina las aprieta con sus manos contra tu miembro.

Disfrutas como un loco pero con una sonrisa traviesa la joven se separa y dándote la espalda se apoya contra el grueso tronco de un árbol.

Durante un segundo observas el cuerpo menudo estremecido y jadeante balanceando las caderas con el culito en pompa.

Acercas tus dedos y exploras su sexo con violencia. Cristina gime y se retuerce y alucinado observas como la joven se mete el dedo por el culo y te pide que se lo folles.

Acercas tu polla a la estrecha y delicada abertura de su ano. La guías  a su estrecho interior, Cristina grita y se agarra al árbol con fuerza hincando las uñas en la corteza mientras tú sigues empujando hasta que tu polla ha entrado completamente.

Te paras un momento para que el dolor disminuya y aprovechas para acariciarle los pechos y el culo.

Cuando crees que el dolor cede un poco, comienzas a moverte con suavidad. Cristina respira rápidamente y suelta pequeños quejidos. Tú adelantas una de tus manos y comienzas a acariciar su coño haciendo que poco a poco vaya prevaleciendo el placer.

A medida que los quejidos van siendo sustituidos por gemidos tus penetraciones son mas bruscas. La joven grita y se agarra al árbol cada vez que tus empujones separan sus pies del suelo. El culo de Cristina es una delicia, estrecho, cálido, vibrante... Cuando te das cuenta estas sodomizándola a un ritmo salvaje  sin dejar de masturbarla. Esta vez es ella la que se corre primero, grita y se convulsiona mientras tú sigues empalándola sin piedad hasta que la joven se queda sin voz.

Retiras tu polla observando el agujero irritado y estremecido que es ahora su culo.  La joven se da la vuelta y se arrodilla mientras tú  te masturbas y te corres abundantemente en su cara.   Ella sonríe y te acaricia suavemente los huevos.

Agotados, os tumbáis sobre las mantas y bebéis un trago de champán. Le das  a Cristina una servilleta para que se limpie y te tumbas relajadamente observando cómo las estrellas van tomando posesión del cielo nocturno.

Con la llegada de la oscuridad son los mosquitos los que os echan del claro y volvéis  a casa, disfrutando de la música, con la joven  recostando su cabeza en tu hombro.

Le llevas a casa  e intercambiáis teléfonos. Le dices lo bien que te lo has pasado y te vas a casa. Duermes dieciséis horas como un puto tronco.

Te levantas lleno de energía y deseando volver a quedar con la rubita atómica. Le envías un wasap pero no responde y tampoco hay mensajes suyos en el chat. Te resulta raro, pero no le das importancia, probablemente se esté haciendo la dura.

Por fin, sobre las diez de la noche, responde a tu wasap pero no dice nada aparte de que tiene un poco de fiebre y se va a meter en la cama. Un poco decepcionado tú haces lo mismo.

Los siguientes días el trabajo te tiene liadísimo y no tienes tiempo ni de ver el telediario, menos de hablar con Cristina, pero ella sigue manteniéndose en silencio.

Por fin llega el viernes por la noche y tienes un poco de tiempo libre. Abres el portátil pero sigue sin haber mensajes. Te encojes de hombros y buscas una nueva candidata entre las muchas que ya hay esperando. Quedas con una morenita que no parece estar nada mal para el día siguiente  y te acuestas satisfecho.

Te levantas con un ligero dolor de cabeza y una sensación de ardor en todo el cuerpo. Fastidiado tomas un par de aspirinas y enciendes la televisión cruzando los dedos para que se te pase con tiempo para preparar la cita de esta noche.

Tras los anuncios comienza el informativo con la foto de Cristina en la portada y bajo ella un titular "heroína lucha contra el ébola" Un escalofrío recorre todo tu cuerpo a medida que la locutora cuenta el estado de la joven trabajadora del hospital dónde estuvieron atendiendo a un misionero contagiado y que lleva  cinco días peleando contra la enfermedad.

Corriendo coges el teléfono y llamas a urgencias.

Seis días después...

—Apura Perico, que se nos va. —oyes decir a un tipo a tu derecha.

Abres los ojos y ves a un astronauta acercarse en medio del velo rojo  producido por la sangre que cubre tus ojos. Ves como el tipo, asistido por otros dos, acerca un instrumento amenazador mientras a tu alrededor no paran de sonar pitidos  y alarmas.

Intentas levantar un brazo para defenderte pero descubres que ya no te quedan fuerzas ni para eso. El aparato se apoya contra tu pecho y sientes los voltios recorrer tu cuerpo intentando animar tu corazón pero no hay solución, tu corazón esta licuado por efecto de los virus y tampoco tiene sangre que bombear. Notas como la vida te abandona poco apoco mientras los astronautas se rinden y certifican tu muerte.

FIN

17

Lo intentas por todos los medios pero ella se niega en redondo, así que no tienes más remedio que subir al coche caliente como un burro y llevarla a casa cruzando los dedos para que no se eche atrás.

En cuanto entras en el coche te das cuenta de que ella está tan febril como tú. Mientras conduces, Cristina mete su mano por tu bragueta y te acaricia el paquete con sus manos pequeñas y suaves.

Llevado por  la excitación le pisas un poco más de la cuenta y llegas a la casa de la joven en menos de un cuarto de hora. Le abres la puerta del ascensor y ese es tu último acto caballeroso del día. En cuanto el ascensor echa andar la arrinconas contra una esquina y la besas con violencia mientras tus manos buscan apresuradamente su sexo por debajo de la falda del vestido.

Cristina gime y se retuerce, te insulta un par de veces pero luego responde al beso con entusiasmo. La alzas en el aire para tener su boca a la altura de la tuya y ella se agarra a tu cintura con sus piernas y mueve sus caderas a un ritmo furioso mientras tu amasas sus pechos.

El ascensor se abre y sales dando tumbos con la joven agarrada a tu cintura. La empujas contra la primera pared que encuentras y sin dejar de explorarla con tu boca bajas tus manos y acaricias sus muslos y su culo.

No sabéis muy bien cómo, pero al fin llegáis a la puerta de su piso. Con tu boca mordiendo y besando su cuello y sus orejas, Cristina consigue sacar las llaves y entráis en la casa.

Inmediatamente la depositas en el suelo, le abres la parte superior  del vestido y te lanzas sobre sus pechos, son grandes y  los pezones rosados  te vuelven loco, los chupas y los estrujas  a la vez que pegas tu cuerpo contra el suyo para que sienta tu erección. Tras unos segundos te agachas  y le levantas la falda del vestido. Le retiras el tanga de un tirón y acaricias su sexo pálido y depilado con tu lengua. La joven responde con un escalofrío y  separa las piernas para facilitarte el acceso a su sexo.

A medida que chupas y mordisqueas, observas como su vulva crece y adquiere un ligero tono rosado. Cristina gime se quita el vestido  y te insulta  a la vez que frota desesperada su pubis contra tu boca. Incapaz de contenerte más coges en brazos  a la joven incendiada y la llevas al dormitorio.

La habitación es bastante amplia y aunque se nota que son muebles del Ikea, está amueblada con gusto. La cama es amplia  y cómoda y en una de las mesitas hay una novela de Dan Brown con un bonito abrecartas  sobresaliendo de ella, probablemente para marcar  el punto de lectura.

Depositas a la joven sobre la cama y mientras te quitas la ropa observas como ella abre sus piernas y se masturba excitada.

Te acercas  y observas su cuerpo pequeño y voluptuosos retorcerse encendido. Te colocas a cuatro patas encima de ella,  Cristina separa las piernas aun más y observa tu polla dura como una piedra. La acaricia con suavidad  justo antes de guiarla a su interior.

Su coño estrecho y cálido estruja tu miembro y el placer te enloquece, coges a la joven por la cintura y penetras salvajemente en su delicado cuerpo. Cristina grita, te insulta, se agarra a ti con  desesperación mientras su frágil cuerpo se conmueve con cada empujón hasta que finalmente se corre con un grito salvaje.

Tú sigues empujando  su cuerpo menudo que no para de retorcerse  a la vez que sobas sus deliciosos pechos.  En pocos minutos Cristina se ha recuperado del orgasmo y vuelve a gemir excitada.

Te separas un instante y ella aprovecha para darte un empujón y tumbarte boca arriba al borde de la cama. Antes de que sepas que pasa te coge la polla y se la mete en la boca saboreando los flujos de su orgasmo. La lengua de la joven acaricia tu miembro mientras tú mueves las caderas intentando clavarle la polla en el fondo de su garganta.

Al ver que estas a punto de correrte se aparta y se  sube a horcajadas sobre tu cintura. Notas en tu piel como su sexo palpita y te cubre con un liquido cálido. Cristina levanta su culo  y se prepara para cabalgar sobre tu polla.

¿Le dejas hacer? ve a 28

¿O prefieres ponerla a cuatro patas? ve a 29

18

—Vamos Melina. ¿No me digas que no lo estás pasando bien? — dices tú poniendo  ojitos.

—No sé. Mañana puede ser un día largo y no tengo mucho tiempo para dormir.

—¿No me digas que nunca te has saltado las normas? —le preguntas y acaricias su mano  zalamero—Además, podrás dormir en el AVE de camino.

—Está bien, tú ganas. Vamos a tomar una copa, pero solo una, prométemelo.

—Palabra de boyscout. —respondes  levantando la mano derecha y pagando la cuenta.

Tras unos momentos de duda, Melina acepta con una sonrisa traviesa y vais a una cervecería cercana.

El local es un lugar amplio, con el interior profusamente decorado con artesonados de pega, fotos y artefactos viejos.

Eliges un pequeño reservado, te sientas a su lado  y pides un par de copas. A estas alturas de la noche de un día laborable, la cervecería esta semivacía pero  no os dais cuenta de ello.  Miras a Melina y acercando tu mano a su mejilla la acaricias con suavidad y acercas tus labios a los suyos. La joven entreabre la boca invitándote a besarle y no te lo piensas, vuestros labios se funden en un beso que pronto se vuelve ansioso y salvaje. Aprovechando la relativa intimidad del  reservado  bajas tus manos desde su cara y su cuello, palpando y acariciando su cuerpo joven y rotundo y sus piernas oscuras y firmes.

Tras unos minutos os separáis jadeantes con el deseo  pintado en vuestras caras. Melina bebe un trago de su copa y se levanta para ir al baño. La ves alejarse contoneándose sensualmente desde lo alto de sus tacones.

No te lo piensas un solo segundo y la sigues hasta el aseo. Abres la puerta y, después de decidir que a partir de ahora, cada vez que hagas aguas mayores te colaras en los relucientes baños de las mujeres, te acercas a Melina y la abrazas por detrás procurando que sienta tu erección a través del suave tejido de su vestido.

—¿No diste tu palabra de que solo una copa? —Dice ella restregando su culo contra tu erección.

—Bueno técnicamente no has terminado tu copa, aun te quedan los hielos. —respondes con una sonrisa torcida— Además tengo que confesarte otra mentira, nunca he pertenecido a los boyscouts. Siempre me ha parecido tan desasosegantes como los curas de los seminarios.

—Eres un gorrino. —dice ella sonriendo mientras tú le levantas la falda del vestido para poder tocarla  sin obstáculos.

—Joder que buena estás.

Melina ríe y tú acaricias su  culo redondo y turgente. Le metes la mano entre las piernas  y acaricias con suavidad el tanga comprobando que está húmedo de deseo.

La joven da un respingo y se vuelve sin saber qué hacer.

—No, aquí no. —dice ella con un gesto temeroso, pero a la vez cargado de deseo.

—Vamos, si el local está casi vacío.

Ella intenta zafarse pero tú la acorralas contra el lavabo y la  sientas sobre él a la vez que te bajas la bragueta.

Melina vuelve a protestar pero con sus piernas  abiertas  en torno a tu cintura no tiene ninguna posibilidad. Con todo tú cuerpo hormigueando de deseo le coges por la nuca y le acercas  para darle un nuevo beso. Ella al principio trata de resistirse pero tras unos segundos  de sentir tu polla golpeándole erecta la parte delantera del tanga se rinde.

—¡Qué diablos!  —dice ella— Si nos detienen tu pagas la fianza.

—Y tú regateas con el juez. —dices a la vez que apartas el tanga y le metes la polla.

Melina da un respingo al notar tú miembro duro y caliente  resbalar poco a poco en su interior y gimiendo te rodea con sus sensacionales piernas . Sin desenlazar tus labios de los suyos te agarras a sus muslos tensos y oscuros y comienzas a empujar  a un ritmo lento pero con dureza, haciendo que todo su cuerpo sienta y se conmueva con cada una de tus penetraciones.

—Uff...  así, dame duro.

Tú  sigues empujando excitado por sus palabras, levantando su cuerpo del mármol con cada embestida. Poco a poco deslizas tus manos hacia arriba recorriendo sus caderas y sus costados  hasta llegar a sus pechos. Le bajas los tirantes del vestido y descubres uno de sus pechos redondo y tieso con el pezón pequeño y duro. Te lanzas sobre él y lo chupas y lo mordisqueas con avaricia haciendo gemir a la joven.

Tus manos se multiplican acariciando su cuerpo oscuro mientras saboreas todos su rincones. Melina reacciona estremeciéndose con cada empujón, tensando las piernas entorno a ti y arrancándote la camisa para poder clavar su uñas en tu pecho.

Tienes a la joven a punto de correrse cuando oís unos tacones y unas risas acercándose.

Melina se queda paralizada, pero tú reaccionas con rapidez te separas, de un tirón y dos empujones la metes en uno de los excusados y cierras la puerta justo en el momento que las mujeres entran en el  aseo.

Melina está asustada.  Tú sin embargo te sientes seguro allí dentro y dándole la vuelta acaricias su cuerpo tapándole la boca para ahogar sus gemidos.

Aprovechas y le echas un nuevo vistazo. Su cuerpo tenso por la emoción  y el deseo es el de una diosa de ébano.  Los músculos de sus piernas y su culo  se dibujan bajo la piel, tensos como cuerdas de piano y sus costillas se marcan en su espalda con cada agitada respiración.

Las mujeres terminan y se van. Melina gira su cabeza para mirarte, en sus ojos oscuros y grandes  solo ves   un  deseo incontenible. ¿Qué haces a continuación?

¿La giras, le abres las piernas y te agachas para comerle el coño? ve a 30

¿O decides perforar ese culo y abrirlo sin contemplaciones? ve a 31

19

Lo primero que piensas es "menuda putada". Sientes que estás a punto de conectar con la chica, pero  no quieres forzar la situación, así que no insistes en que se quede. A cambio, por dejarte tirado le arrancas la promesa de ir a cenar a tu casa la noche siguiente, sin excusas. Y ahora que estás lanzado le exiges que acuda a la cita tan sexy como ha acudido hoy o más si es posible.

Te despides con un beso y una dirección apuntada en un papel, cruzando los dedos para que todo salga bien y ella acuda a la cita.

Es difícil arrancar semanas de mugre y grasa rancia de tu piso alquilado, pero tras cuatro horas de intenso trabajo el piso queda como una patena, o eso te parece a ti. El pequeño apartamento de sesenta metros cuadrados reluce  y brilla  como nunca lo había hecho desde que vives allí. Todo sea por un buen polvo.

Miras el reloj y suspiras aliviado, aun te queda tiempo más que suficiente para ducharte, vestirte y preparar la cena.

Dispones de veinte minutos hasta que esté cocida la lombarda, así que aprovechas para meterte en la ducha.  Te frotas bien los bajos y dudas durante unos instantes antes de coger la maquinilla y afeitarte los huevos y las ingles hasta dejarlos limpios y suaves como el culito de un bebé.

Sales de la bañera entre una nube de vapor. Te vas a afeitar con la misma maquinilla con la que te has afeitado los huevos pero  te lo piensas mejor  y sacas una maquinilla nueva. Te rasuras detenidamente . Cuando terminas  recortas  cualquier pelo que pueda surgir de tu nariz y tus orejas hasta que quedas totalmente satisfecho.

El último toque es un poco de aftershave y unas gotas de Hugo Boss en el cuello y en las ingles. Te pones un albornoz y te diriges a la cocina a preparar la cena.

Haces la lombarda siguiendo una vieja receta de tu mamá  y de segundo haces un cóctel de gambas,   resultón y dificultad de elaboración cero. Aun así tú debes ser bastante cenutrio porque elaborar el plato te lleva casi una hora.

Cuando terminas de poner la mesa te quedan apenas quince minutos para que llegue Melina así que te diriges corriendo hacia la habitación donde tienes el traje esperando encima de la cama.

La elección del traje es lo más sencillo, aparte de los del trabajo solo tienes uno que es un pelín elegante y  aunque ya lo usaste el día anterior  es tu única elección posible. Los calzoncillos sin embargo son otra cosa. ¿Le gustarán los gayumbos normales o unos boxers que marquen bien el paquete? Revuelves en el cajón y finalmente eliges unos  Calvin Klein que te regalo alguien hace una eternidad, pero que siguen pareciendo bastante decentes. No lo piensas  más y te vistes a  toda prisa.

Te acabas de calzar los zapatos cuando suena el telefonillo del portal. Miras por la pantalla y ves a una mujer de tez oscura con unas gafas de sol que ocupan casi toda su cara y con  una gabardina tapando su cuerpo.

No dudas que es ella y abres la puerta. Te das los últimos toques en el espejo del recibidor mientras esperas que ella suba.

Abres la puerta al primer timbrazo y ahí está  frente a ti, tan puntual como espectacular a pesar de estar tapada hasta los pies.

Melina  traspasa el umbral y quitándose las gafas de sol  te das dos besos. No sabes como lo hace pero el contacto de tus mejillas con sus labios hace que todo tu cuerpo se estremezca de deseo. El aroma que desprende a su vez, con reminiscencias a sándalo y a jazmín te hace perder la cabeza por un instante.

—¿He llegado demasiado pronto? —dice la joven mulata sin hacer ningún ademán de quitarse la gabardina.

—¡Oh, no! Está todo preparado. —dices tú incapaz de evitar un deje de orgullo en tu voz.

—Pues es una lástima. —dice ella  adentrándose en tú apartamento mientras se quita la gabardina.

Lo que ves casi te provoca un ataque al corazón. Bajo la gabardina Melina solo lleva puesto un precioso conjunto de lencería blanca con liguero incluido. A sus espaldas observas salivando el redondo y musculoso culo de la joven del que sale la sutil tira de un minúsculo tanga de seda transparente. Sus piernas son dos columnas ligeras y esbeltas moldeadas por unos altos tacones y adornados con unas sutiles medias de color blanco profusamente bordadas a la altura del muslo.

Ella gira la cabeza y observa satisfecha  tu cara de estupefacción mientras posa de espaldas a ti con una pierna cruzada ligeramente por delante de la otra.

Te paras intentando grabar en tú mente  el delicioso contraste entre la impecable blancura de la lencería y el bruñido bronce de la tez de la muchacha.

—No hay problema —dices con la voz pastosa—estoy seguro de que la cena estará igual de rica por la mañana.

Sin decir nada mas te acercas a ella y la abrazas por la espalda. Melina frota su portentoso culo contra tu entrepierna y se gira para darte un largo beso.  Te abalanzas sobre sus labios gruesos y suaves como el terciopelo, los saboreas, los lames y los mordisqueas antes de explorar el interior de su boca mientras le acaricias el cuello y los pechos con tus manos.

Poco a poco, sin que ella se dé  cuenta, le vas empujando contra la pared y cuando la tienes acorralada te vas agachando a la vez que lames y mordisqueas su espalda, su costillas y finalmente su culo.

La forma y el tamaño   de su culo es casi indescriptible, la única comparación posible es con el culo de diosa del atletismo de los noventa  Maria Jose Perec  pero un poco más grande y menos fibroso.

Lo palpas antes de abrir tu boca y lo muerdes y chupas con suavidad, sabe a sal y a almendras. Estás tan excitado que tienes que recurrir a toda tu fuerza de voluntad para no abrirle las piernas y sodomizarla salvajemente. Tras unos segundos  tiras suavemente de sus caderas hacia atrás y separas sus cachetes.

Melina recibe tus primeros besos  en su sexo con un largo y profundo gemido. La joven apoya su frente contra la pared y separa las piernas para facilitarte el acceso  hipnotizándote con sus espectaculares piernas realzadas por la tensión a las que les obligan los tacones y la forzada postura.

—Uff, como lo necesitaba.  —dice la joven gozando de tus labios y tu lengua en lo más íntimo de su ser.

Animado por sus palabras introduces profundamente su lengua en su coño chorreante de deseo mientras con tus manos acaricias sus piernas envueltas en suaves medias de seda.  Melina gime y mueve sus pelvis acompañando tus movimientos y tratando de que tu lengua entre aún más profundamente en su vagina.

Ya no puedes posponer un segundo más tu deseo y te yergues. Tu ansia es tan intensa que apenas tienes tiempo de bajarte la cremallera y sacar tu polla hambrienta  para  metérsela a Melina de un solo golpe hasta el fondo.  La joven grita sorprendida  e intenta agarrase a la pared  mientras tu empujas en su interior con todas sus fuerzas a la vez que hincas tus dedos en su jugoso y oscuro culo.

—¡Oh Dios! ¡Sigue así! ¡Dame más cabrón!

Empujas aun con más fuerza si cabe, disfrutando de su coño estrecho y vibrante, de su culo y sus piernas contraídas por el esfuerzo de compensar tus empeñones  y de todo su cuerpo oscuro y brillante retorcerse sensualmente.

Melina gime cada vez con más intensidad  y la sujetas por la cintura justo en el momento que todo su cuerpo se paraliza arrasado por un monumental orgasmo. Sintiéndose segura en tus brazos  se relaja totalmente jadeando mientras tú  la acaricias moviéndote con suavidad en su interior.

Tras unos segundos se recupera lo suficiente como para separarse y darte un largo beso. Vuestras lenguas luchan por invadir la boca contraria y disfrutar del sabor y la excitación del otro. Tu polla aun erecta golpea el vientre liso y brillante de sudor de la joven renovando tu deseo.

Apartas tú boca de la suya por un momento y bajándole las copas del sujetador estrujas  sus pechos y chupas y mordisqueas sus pezones pequeños y negros hasta hacerla gritar. Tras múltiples esfuerzos logra separarte de ti y cogiéndote de la mano te guía hasta la habitación.

Tirando el sujetador en una esquina  se sienta en la cama con sus largas y bonitas piernas cruzadas observando cómo te desnudas.

Tú le sigues el juego y moviendo las caderas al ritmo de una música inexistente  te quitas la corbata, los gemelos y las camisa mostrando sin pudor tu cuerpo serrano. A continuación te quitas los pantalones y das una pirueta antes de quitarte  los calzoncillos y mostrarle tu polla erecta apuntando directamente hacia ella.

Melina asiente satisfecha al ver por primera vez el miembro que le ha estado castigando sin descanso y lo roza con sus dedos cálidos y suaves.

Tú no te andas con juegos,  la empujas para que se tumbe, le quitas el tanga de un tirón  y abriendo sus piernas la penetras de nuevo. Esta vez la follas con  más suavidad  aprovechando para acariciar su cuerpo  que vuelve a despertar poco a poco. Cuando vuelven los gemidos la elevas en el aire y te sientas en la cama con ella moviéndose en tu regazo.  Melina sube y baja cada vez más rápido por tu polla mientras tu exploras sus gruesos labios y su boca con tus dedos.

Excitada se da la vuelta y se vuelve a meter tu polla dándote la espalda, subiendo y dejándose caer con violencia hasta que no puede más y se  derrumba sobre ti cuando le llega su segundo orgasmo. Notas como todo su cuerpo se estremece y su vagina se contrae involuntariamente estrujándote la polla.

Con un empujón la elevas en el aire y la arrodillas en el suelo frente a ti. Melina coge tu polla y se golpea los labios con ella. Tú gimes y sujetas su pelo liso y negro mientras le metes tu miembro en la boca. El calor y la suavidad de la lengua de la joven hace que sientas que estás a punto de correrte.

Con la polla en lo más profundo de la boca de la abogada  dudas un momento y no sabes que hacer.

Te corres dentro de la boca y le mantienes metida la polla tratando de que se trague hasta la última gota de tu corrida ve a 32

O te separas y te corres sobre sus pechos ve a 33

20

Coges a Úrsula del brazo y besándole detrás de la oreja le vas empujando hacia el callejón. Ella intenta protestar pero ahogas sus palabras en un largo y húmedo beso. Finalmente ella accede y tira de ti llevándote al rincón más oscuro del callejón.

Tú ya no te puedes contener más y la abrazas con fuerza besándola y magreando sus prodigiosos pechos. Úrsula abre los corchetes y los pechos saltan de su encierro redondos, firmes y con los pezones gordos y erectos. Tú te los metes en la boca y se los chupas y mordisqueas con deleite provocando en la joven roncos gemidos. Poco apoco vas desplazando tus mano por sus costados en dirección a su sexo, pero antes de que llegues, ella se agacha y te abre la bragueta.

Tú polla salta alegremente al ser liberada de su encierro y Úrsula la acaricia y besa la punta son suavidad haciendo que una descarga eléctrica recorra todo tu cuerpo. A continuación comienza a chuparla con suavidad y se la mete en la boca hasta el fondo de su garganta. Tú agarras a la joven por la cabeza y comienzas mover tu pelvis con suavidad emitiendo sonoros rugidos de placer.

La mujer sabe exactamente lo que quiere un hombre y mueve su lengua a la vez que deja que le claves tu miembro en lo más profundo solo sacándoselo para coger aire. A punto de correrte te separas un momento observando como un grueso hilo de baba sigue conectándote con su boca hasta que se suelta y cae sobre sus pechos.

Aprovechas, metes tu polla en el canalillo y apretando sus pechos comienzas a follárselos. Empujas con todas tus fueras y disfrutas como un loco hasta que ella se separa  y apoyando una de sus manos contra la fea pared de ladrillo se remanga la falda y te pide que la des por el culo.

Tú, sin poder creer en tu suerte  no te lo piensas y le metes la polla de un golpe mientras ella se acaricia su pubis.

Su culo es estrecho y cálido y no puedes evitar un suspiro de satisfacción. Al parecer ella también disfruta como una loca porque no para de gemir y desafiarte a que le des más duro. Tú obedeces y empujas en sus entrañas con todas tus fuerzas  a la vez que acaricias sus piernas tensas por el esfuerzo de mantener el equilibrio.

Úrsula recibe cada empujón con un grito de placer y finalmente tiene que soltar su pubis para  poder sujetarse con las dos manos a la pared. Es entonces cuando notas unos golpecitos en tu polla cada vez que rompes su culo. Oliéndote algo adelantas tu manos y descubres sorprendido que Úrsula tiene... rabo.

Te quedas paralizado mientras ella... él te pide con angustia más polla.

¿Qué haces?

¿Le insultas e intentas zafarte? ve a 34

¿ O  te paras sorprendido unos instantes y meditas la situación? ve a 35

21

Finalmente te convences de que lo que le gusta a Úrsula es que hagas lo que ella diga y decides seguirla pensando en que si eso  te permite echarle un polvo... ¡Viva las caenas!

La sigues hasta la moto y montas de nuevo tras ella. Haciéndote el tonto subes tus manos e intentas tantear sus pechos, pero ella te lo impide  con un golpe en la mano un poco más fuerte de lo necesario.

Bajas las manos y cierras los ojos en cuanto arranca el Godzilla de dos ruedas. Esta vez notas que el viaje es bastante más corto. Cuando finalmente para la moto abres los ojos y descubres que te encuentras  en el jardín de una mansión que se encuentra en el centro de la ciudad.

Con un silbido calculas la pasta que debe valer ese terreno rodeado de los altos edificios del centro  de la ciudad.

La mansión es un bonito edificio de principios de los años treinta donde se mezcla el estilo art decó y el modernismo.

Sigues a Úrsula al amplio  y luminoso interior de la mansión. Estas tan fascinado por las columnas retorcidas y los arcos que hacen  de todo el edificio una escultura,  que no ves cómo ella se te acerca por detrás y te inmoviliza con una descarga eléctrica.

Con tus músculos aun contraídos coge tu cuerpo por una pierna y lo arrastra indefenso por el suelo hasta un puerta. Durante un instante desaparece de tu campo de visión, solo el tiempo necesario para traer unas bridas y atarte de pies y manos.

Abre la puerta y pese a la incómoda postura puedes ver una serie de empinados escalones que se adentran en la oscuridad.

Intentas preguntar a esa zorra que coños quiere hacer contigo, pero tu lengua aun paralizada te lo impide. Con un gruñido la joven te coge las piernas y tira de ti hacia las escaleras. Impotente observas como los músculos de los hombros de la joven se tensan tirando de tu peso muerto y te aproximan a la puerta sin dificultad. Tienes que reconocer que la tipa esta cachas.

"No, no, no"  piensas a medida que te acerca cada vez más a los escalones. Intentas moverte de nuevo sin resultado alguno así que la mujer te baja los escalones de uno en uno permitiendo que los cuentes a base de golpes en la cabeza contra la dura piedra.

Al llegar al sótano ya puedes mover un poco la cabeza y lo que ves te corta el aliento. El sótano es una enorme sala con paredes de piedra húmeda y mohosa en la que se exhiben todo tipo de siniestros aparatos de tortura.

Hay muchos que nunca has visto antes, pero con un escalofrío reconoces un potro y un cepo que ocupan la parte central de la estancia así como una doncella de hierro en una esquina y una cigüeña así  como toda una colección de collares, armas blancas de extrañas formas, látigos y vergajos colgando de la pared.

—¿Te gusta mi colección? —dice Úrsula orgullosa— Le costó media vida a mi padre y diez años más a mí reunirla y aun sigo buscando piezas.

—Todos son originales — dice acariciando la madera del potro y acercando su cara a la superficie— Si te acercas lo suficiente aun puedes oler el sudor y la sangre de los infelices que acabaron en ellos.

Al fin comienzas a recuperar la sensibilidad  en tus miembros e intentas al menos sentarte para no parecer tan indefenso.

—¡Hija de puta! ¿Qué coños te crees que estás haciendo? —gritas forcejeando inútilmente con tus ligaduras— Cuando me desate te vas a enterar...

Mientras hablas Úrsula se ha puesto un guante de cuero y te arrea un puñetazo con todas sus fuerzas cortando tu sarta de improperios.

Tu cabeza te da vueltas y escupes sangre mientras intentas despejarte. Antes de que puedas hacer nada más la joven se acerca con una especie de tenazas con el mango de un metro de longitud y con la forma de un circulo en el extremo. Ciñe ese extremo entorno a tu cuello y lo asegura antes de cortarte la brida que tienes entorno a tus tobillos.

En cuanto tus piernas están libres te levantas con brusquedad e intentas embestirla, pero ella ya lo está esperando, esquiva con facilidad tus aun torpes movimientos a la vez que te maneja con las tenazas.

Poco a poco superando tu resistencia y riéndose ante tus vanas amenazas te acerca al potro y coloca tu cuello y después tus manos en él. La maestría con la que te maneja y la facilidad con la que te coloca en el instrumento, sin darte ninguna oportunidad de zafarte, te hacen pensar que a pesar de su juventud Úrsula es veterana en estas lides.

Después de asegurarse de que estás bien atrapado en el cepo, te quita las tenazas lo que al fin te permite respirar con un poco más de normalidad.

El cepo está situado sobre dos gruesos postes de madera que están clavados al suelo de forma que te encuentras  con la cintura doblada en ángulo recto y las manos y el cuello atrapados en el potro.

Úrsula s acerca de nuevo a ti y sacando una navaja barbera de debajo de su escueta falda te quita la ropa en un santiamén.

Poco a poco vas recobrando tus fuerzas  y más cabreado por los vaqueros que te acaba de joder que por haberte dejado en pelotas, te revuelves e  intentas forzar el cepo, pero la madera y el hierro forjado son sólidos y solo consigues que Úrsula sonría satisfecha.

—Así me gusta, imbécil, cuanto más te resistas más divertido será esto. —dice ella cogiendo una fusta de la pared ,  flexionándola, apreciando su elasticidad.

Tú abres la boca para volver a insultarla pero ella descarga un zurriagazo en tu espalda que te hace saltar las lágrimas.

—A partir de ahora solo abrirás la boca cuando yo te lo permita y me trataras con deferencia, ¿entendido?

—Sí, señora —dices con los dientes apretados por la rabia.

—Mejor llámame Ama, eso de señora me hace vieja. —dice Úrsula dándote un bofetón para reforzar sus ordenes— Y nada de insolencias, no las tolero .

—Excelente, así que ahora empecemos tu adiestramiento.  Antes de nada, quiero decirte que no te he elegido al azar. Lo he hecho porque durante nuestra "cita" me has demostrado que eres un hombre educado, hasta dónde lo puede ser un hombre y que aceptas las órdenes de buen grado. —dice ella acariciando tu lomo con la fusta— Sé que todo esto ahora te parece una locura pero en poco tiempo lamentarás no haberlo experimentado antes.

Con suavidad posa la fusta sobre tu espalda como si estuviese preparando el punto exacto dónde va a descargar el golpe y tu tensas tu cuerpo inconscientemente preparado para recibirlo.

La mano de Úrsula no se hace esperar y  descarga un fustazo en tu espalda. Tu aprietas los dientes y sueltas un suspiro.

—¿Qué tienes que decirme?  —te pregunta descargando un nuevo y doloroso golpe.

—Gracias Ama.

—Así me gusta.

Durante las siguientes horas  Úrsula te somete a una serie de castigos. golpeando y azotando todo tu cuerpo sin quitarte del potro.  Al principio solo sientes rabia y dolor. Lo único que deseas es soltarte y arrearle a esa zorra una paliza de órdago, pero poco a poco comienzas a notar como el dolor, el escozor y la incómoda postura te hacen sentirte más vivo.  Eres consciente de cada parte de tu cuerpo, y absorbes cada gota de aire como si fuese miel. Recibes  los golpes cada vez con más placer.  El "gracias Ama" se vuelve cada vez más sincero.

Cuando termina esa primera sesión Úrsula  se planta frente a ti jadeando por el esfuerzo y mirándote con firmeza pero no con desdén.

—Buen chico. Veo  que no me equivocaba contigo—dice ella cogiendo tu barbilla y levantando tu cara para que puedas ver la satisfacción que expresan sus fríos ojos grises—Ahora, tu premio.

Úrsula se inclina frente a ti y te da un largo beso. Tú respondes con timidez y saboreas a la mujer .

A continuación coge un lienzo limpio y con suavidad enjuga el sudor que cubre tu cuerpo. Cada vez que el lienzo toca tu cuerpo el dolor y el placer se mezclan haciéndote estremecer.  Finalmente te quita el cepo y agradeciéndoselo educadamente te yergues y estiras tu columna haciendo suaves movimientos para desentumecerte.

Úrsula te observa  satisfecha y fija su vista en tu considerable erección. Se acerca a ti, te acaricia el interior de los muslos y con gestos elegantes y seguros se acerca a la pared donde coge un collar de cuero tachonado.

Tú esperas tranquilamente  con la vista baja pero echando miradas de reojo al espléndido cuerpo de la mujer .  La mujer se pone frente a ti y te coloca el collar mientras tú le dejas hacer aspirando con fruición el aroma que desprende su piel.

—Ahora habrá que hacer algo con esa maleza dice señalando el pelo que rodea tu erección.

Sin darte opción a replicar te sienta en una incómoda silla y trae un balde con agua jabonosa. A continuación deja  la navaja en el suelo y mojando su manos en el agua te enjabona el pubis y los huevos. El agua caliente y las manos suaves y resbaladizas  hacen efecto y tu erección aumenta hasta casi hacerse dolorosa. Tu polla se mueve ansiosa e involuntariamente y Úrsula enfadada te propina un golpe en los huevos para que la mantengas quieta.

Te doblas pero le das las gracias con una sonrisa en la cara.

Úrsula agarra la navaja barbera y la acerca poco a poco a tus testículos. La cercanía de la afilada hoja a tu miembro viril hace que tus pelos se pongan de punta pero ahogas tu terror y le dejas hacer.

Comienza por el pubis para a continuación cogerte la polla con dos dedos y la levanta para poder raparte los huevos con más  comodidad. El primer contacto de sus manos en tu polla casi consigue que te corras pero te contienes y cierras los ojos disfrutando del paso de la cuchilla por tus genitales.

—Ahora está mucho mejor. —dice Úrsula poniéndose  en pie y dándote unos suaves golpecitos en los huevos e indicándote que le sigas.

—Gracias Ama —respondes tú siguiéndole al potro de tortura.

Con suavidad te tumba sobre el potro y te ata las muñecas y los tobillos, girando la rueda hasta dejarlos tensos. Tú procuras ponerte cómodo, intentando evitar que tu espalda  y tus muslos magullados sufran demasiado  y esperas pacientemente. Úrsula vuelve a aparecer con  una vela en la mano , la enciende y espera que la cera comience a derretirse.

Se inclina sobre ti y acaricia tu pecho provocándote un escalofrío de placer. A continuación inclina la vela y deja que unas gotas de cera derretida  caigan sobre tu piel provocándote un intenso y fugaz dolor. Casi al instante la cera se enfría y se endurece. Úrsula se acerca un poco más y besa los lugares donde la cera a tocado tu piel. La sensación de placer es indescriptible. Sientes un deseo tan profundo por esa mujer que cualquier cosa que te hace te reconforta y te excita.

Con un gesto derrama otro chorro de cera sobre tu abdomen y tus muslos haciendo que tus manos y tus tobillos tensen las cuerdas que te sujetan primero con el dolor y luego con el placer de sus besos.

Con un soplido Úrsula apaga la vela  y remangándose la falda de cuero se sube al potro y se pone a horcajadas sobre ti.

Cuando su sexo contacta con tu polla, no puedes evitarlo y te corres como un adolescente salido manchando su tanga y sus muslos con el producto de tu eyaculación. Intentas disculparte pero ella te suelta un bofetón  y te echa una bronca realmente enfadada. Tú te encoges como un cachorro pillado en falta y aguantas ansioso que ella deje de gritarte.

—¡Ahora vas a limpiarme toda esa inmundicia! —dice poniendo sus sexo en tu cara.

Tu abres la boca obediente y le lames el interior de los muslos y el tanga de Úrsula saboreando por primera vez en tu vida  tu propio semen.

El suave gemido de la mujer  te estimula y  lames y mordisqueas con más fuerza. Úrsula se aparta el tanga y  deja que le chupes es el coño  a placer.  Por fin notas como el cuerpo de la mujer comienza a vibrar y a disfrutar. El peso del cuerpo y los flujos de Úrsula te asfixian pero tú sigues lamiendo hasta que ella se aparta con un gemido.

Poco a poco se retrasa hasta que vuestros sexos vuelven a entra en contacto. Tu polla, que sigue dura como una piedra, se retuerce hambrienta  cuando ella se la mete de un solo golpe.

Impotente deseas que te folle más fuerte, pero sabes que no debes pedir nada y observas  a la joven mecer su cuerpo con tu polla dentro. Poco a poco Úrsula  acelera sus movimientos a la vez que inca sus uñas en tu pecho y te pellizca los pezones .

La mujer comienza a jadear y se retuerce moviendo sus caderas con todas sus fuerzas arañándote y mordiéndote hasta que notas como todo su cuerpo se crispa asaltado por un fuerte orgasmo.

A punto de correrte ella se separa y parece que va a irse y dejarte atado, pero con una sonrisa traviesa coge tu polla y la retuerce  y sacude con violencia haciendo que te corras de nuevo abundantemente mientras te golpea los huevos.

Tras unos segundos te recuperas un poco y ella suelta tus ligaduras y te ayuda aponerte de pie. Te sientes dolorido, sucio, apaleado,  pero sobre todo agradecido a la mujer que te ha demostrado en qué consiste de verdad el placer.

—Bien, ahora directo a la ducha, —dice  conectando una cadena al collar y llevándote al piso de arriba— Luego te ensañaré el resto de tus deberes. Tienes mucho que aprender.

Tres semanas después.

—Bueno, ha llegado el momento. —te dice Úrsula colocándote la cadena en el collar

—No olvides lo que te enseñado y todo irá bien. Y recuerda, —te dice cogiendo tu cabeza con fuerza obligándote a mirarle a los ojos— no me decepciones o te castigaré.

Entráis en el atrio dónde varios hombres y mujeres impecablemente vestidos comienzan a entrar seguidos por  sus esclavas y esclavos semidesnudos el comienzo de la reunión.

De entre ellos aparece Jorge con una pequeña pelirroja siguiéndole como un perrito faldero. Te mira, te reconoce a pesar del disfraz y sonríe divertido.

—Vamos, perrito. Creo que hoy va a ser un gran día para ti.—te dice tu Ama  tirando de la correa  con gesto satisfecho.

FIN

22

Complaces a Carolina aceptando la invitación. Le abres la puerta del restaurante y aprovechas para observar como su amiga a tenido gusto eligiéndole un vestido largo y ceñido que resalta sus curvas despertando en ti la necesidad de amasar ese culo grande y prieto  que se mece  ante tu vista invitándote con cada paso.

Ella ha venido en taxi así que le subes a tu coche y sigues sus indicaciones. Carolina te mira de vez en cuando con ojos ligeramente incrédulos, como si no terminase de asumir lo que está pasando.

Su casa es un adosado  bastante espacioso en uno de los barrios bien de la ciudad. Sintiéndose ya en su territorio, parece un poco más segura de sí misma cuando abre la puerta y te guía por el jardincillo hasta la puerta de entrada.

Abre la puerta y tú decides atacarla a traición. Ella saca las llaves de la cerradura, cierra la puerta y va a abrir la boca para preguntarte que te apetece y tú te abalanzas sobre ella como un lobo.

La empujas contra la pared  y agarrándole con fuerza las caderas la besas. Ella intenta decir algo sorprendida, pero tu lengua ya está explorándola con furia. Tras unos segundos notas como la joven se relaja y te devuelve el beso llenando tu boca con un intenso sabor a chocolate.

Deslizas tus manos por sus costados hasta llegar a sus enormes pechos. Los estrujas y los sopesas a través de la seda del vestido. Con toda seguridad son los pechos más grandes que has tenido  jamás en tus manos.

Despegas tus labios de los suyos y le apartas un par de mechones de su cara. Observas su rostro  extraordinariamente bello, dominado por esos ojos grandes y sorprendidos. Por fin la joven  sonríe. Aun así, duda que hacer con sus manos, la notas nerviosa y deseosa de complacerte así que decides aprovecharte y guiándola al salón te sientas en un sofá y le pides que se desnude para ti.

Ella se gira hacia ti y te mira un poco incrédula como si le estuvieses jugando una mala pasada.  Pones música suave en el smartphone y finalmente la convences de que lo haga. La animas a que cierre los ojos y se deje llevar  por la música mientras lo hace.

Poco a poco Carolina  empieza a mecer las caderas suavemente  a la vez que levanta los brazos cogiéndose su espesa melena y mostrándote su escote y su cuello. Sonríes y te fijas en la cinta de terciopelo negro con un camafeo que se ciñe estrechamente entorno a su cuello. Admiras su profundo canalillo y  la curva se sus caderas . Carolina se gira y  da unos pasos hacia atrás invitándote a que le ayudes a bajar la cremallera del vestido. Tú pones tus manos en su culo y subes acariciándole la espalda con suavidad hasta que llegas a la parte superior del vestido y le bajas la cremallera.

Carolina, escalofriada por el contacto,  se vuelve a separar unos pasos y siempre de espaldas a ti,  gira su cabeza para mirarte y deja resbalar la tela hasta que cae floja  a su pies. Sus labios rojos y gruesos lanzándote un beso te resultan tan atractivos como sus piernas largas y tersas a pesar de su volumen realzadas por unas sandalias de tacón.

De espaldas a ti empieza a mecerse lentamente de nuevo con la música, se gira y observas como sus pechos intentan escapar del ceñido abrazo de un corpiño negro profusamente bordado.

Carolina cierra los ojos y se balancea acariciándose los pechos y los costados a través del corpiño,  recorre sus caderas y sus muslos y acaba acariciándose el culote  a la altura de su entrepierna.

La joven gime y se acaricia el sexo por encima de la braga mientras que con la mano libre se estruja uno de sus enormes pechos. Abre los ojos y observa con satisfacción como en tus pantalones empieza a destacarse una incipiente tienda de campaña.

Le miras a los ojos y te bajas la bragueta. Sacas tu polla y se la muestras acariciándola con suavidad mientras invitas a la joven a continuar.

Superando su timidez Carolina  se quita finalmente el corpiño, juega con él aun un poco indecisa, usándolo para taparse los pechos hasta que mordiéndose el labio lo deja caer. Los pechos de la joven caen grandes y bamboleantes. Los observas conteniendo tu impulso de lanzarte sobre la joven. Son grandes  como melones maduros y sus pezones  oscuros y del tamaño de  galletas Oreo.

Excitada por sus propias caricias se estruja los pechos y cogiéndolos con las manos se los acerca a la boca para chuparlos. Tú estás a punto de reventar de deseo, pero clavas tus uñas en el reposabrazos y le dejas disfrutar de la excitación que está provocando en ti. Tras un par de minutos se da a la vuelta y comienza a quitarse el culote. Relamiéndote observas sus nalgas enormes, redondas y blancas como la luna llena.

Se gira de nuevo hacia ti y se masturba ocultando su sexo a tu vista. Finalmente, con uno de sus dedos en la boca, aparta la mano y te muestra su sexo.  Tiene el pubis  cuidadosamente depilado salvo un pequeño triangulo oscuro y rizoso.  Lo observas y tras unos segundos te levantas y te desnudas uniéndote a la joven en su baile.

Le agarras por su cintura ciñendo tus caderas a las suyas. Carolina siente tu erección  y suspira excitada. Tú te limitas a moverte ligeramente disfrutando de la suavidad y el calor de su cuerpo. Poco  a poco la vas empujando hacia un gran sofá de cuero dónde la sientas. Te inclinas sobre ella y le besas la boca y el cuello,  bajas hasta sus pechos y entierras tu cara entre ellos sintiéndote como el niño de Amarcord.

Tras aspirar profundamente el aroma de su piel abandonas el interior de sus pechos, se los aprietas  y acaricias sus pezones. A continuación  te yergues y le acercas tu polla a la boca.

Carolina abre la boca obediente y deja que tu polla resbale en su cálido interior. La joven comienza a chupar y lamer tu polla acariciando con suavidad tus testículos. Ahora eres tú el que gime excitado por la suavidad de la lengua de la joven. Con una sonrisa se saca tu polla de la boca y después de embadurnarla bien con su saliva la mete entre sus pechos.

Carolina mueve ligeramente su torso haciendo que los pechos golpeen suavemente tu polla. Excitado le agarras los melones y se los estrujas  a la vez que empujas con fuerza hasta que no aguantas más y te corres en ellos.

Carolina gime y mete la mano entre sus pechos para tocar tu semilla cálida y pegajosa mientras deja que la tumbes.

Olvidando toda vergüenza abre  sus piernas mostrándote su sexo  hinchado y tumultuoso.  Lo acaricias ligeramente con los dedos y ella se retuerce y gime. Dos de tus dedos resbalan con facilidad en su interior, ella grita y se estremece mientras tu levantas una de sus piernas y besas  sus pies y sus tobillos.

Tus caricias se hacen más bruscas y ella comienza a jadear  acompañando tus  dedos con el movimiento de sus caderas . Percibes como el deseo va tomando posesión de su cuerpo, como sus pezones se endurecen, sus muslos se tensan, su mirada se vuelve más liquida y sus boca se entreabre  mientras su lengua no para dentro de ella.

Acercas de nuevo tu polla erecta a su coño y la penetras de un solo golpe usando todo tu peso como si fuese un ariete. Tumbado sobre ella comienzas a empujar en su interior disfrutando de su sexo cálido y estrecho mientras tus manos se multiplican estrujando y acariciando sus pechos sus muslos y su culo.

Los suaves gemidos de la mujer llaman tu atención. Coges su cara entre tus manos y  la miras a los ojos a la vez que la penetras con más brusquedad haciendo que todo su cuerpo se conmueva bajo el tuyo.  Sigues con el juego, penetrándola cada vez más rápido hasta que notas como su cuerpo tiembla y los muslos que te rodean se tensan. Carolina no puede evitar  poner los ojos en blanco mientras se corre con un largo gemido.

Le propinas dos últimos y bestiales empujones y te separas. Tras unos segundos Carolina se recupera y la ayudas a levantarse. Le das la vuelta y empujándola contra un mueble amasas su culo y la abrazas por detrás pellizcando sus pezones y frotando tu miembro contra la raja que separa sus nalgas.

Carolina gira su cabeza y percibes como te mira aun excitada. tiras de su cabeza y la colocas sobre e reposabrazos del sofá haciendo que su culo quede en pompa . La joven separa las piernas excitada. Le acaricias los gruesos muslos . Ella gime y mueve su pelvis excitada y tú separando sus nalgas, la penetras y empujas en su interior. Pierdes la noción del tiempo  mientras empujas  bruscamente haciendo temblar todo el cuerpo de Carolina que grita hincando las uñas en el cuero.

A punto de correrte coges su maravillosa melena y tiras de ella hacia ti a la vez que empujas en su coño con todas tus fuerzas.

Carolina  grita y se retuerce. Eleva el torso y gira la cabeza intentando besarte mientras tus empujones se vuelven bestiales. Ni siquiera tras eyacular y llenar su coño con tu semen dejas de empujar excitado. Solo cuando ella se derrumba arrasada por un nuevo orgasmo  aflojas poco a poco hasta quedar tumbado encima de ella.

Tras unos segundos Carolina se levanta y te guía al dormitorio donde os acostáis desnudos y abrazados. Os dormís un rato pero tú la despiertas por la noche otras tres veces para follártela.

Te sientes tan excitado por su cuerpo blando y acogedor como no lo habías estado nunca  y ella parece sentir lo mismo por ti.

Por la mañana os levantáis sucios y acalambrados.  Ella comienza a hacer el desayuno pero tú le interrumpes con tus besos y achuchones, en cinco minutos la tienes tirada encima de la mesa con tu polla entre sus piernas.

—¡Hola Carol! —resuena una voz en el pasillo tras abrirse la puerta.

—¡Largo Silvia! ¡Ahora mismo estoy muy ocupada! —Grita Carolina con un gemido estrangulado ...

—Ja, ja . Perdona querida. ¡Mañana me cuentas, gorda salida!  —se despide Silvia cerrando la puerta entre carcajadas.

FIN

23

Cuando salís del restaurante Carolina se gira hacia ti y te invita a una última copa en casa, pero tú te niegas y la invitas a la tuya, ella insiste, pero tú te acercas un poco más y la besas. Carolina se sorprende y tarda en reaccionar pero tras un par de segundos responde con ansia.

Logras despegarte tras unos segundos y mientras coges aire  ella te sigue obedientemente hasta tu coche.

Le ayudas a subir al coche aun incrédula de que accedas a llevarle a tu casa y monta en el coche sin pensar en las consecuencias.

Arrancas el coche y la sacas de la ciudad. Aunque ella se muestra nerviosa y un poco preocupada no dice nada hasta que no sales de la carretera y coges un camino poco transitado. Nerviosa y hasta un poco temblorosa, finge haber olvidado algo en el restaurante e insiste en volver a la ciudad hasta que una mirada tuya le corta la conversación.

Finalmente llegáis a un pequeño y viejo chalé de los años ochenta.

—¿Vives aquí? —pregunta ella observando la pintura de aspecto ajado y las ventanas llenas de telarañas.

Tú no contestas y la guías llevándole de la mano con firmeza hasta la entrada, abres la puerta y la empujas al interior.

En cuanto se enciende la luz la joven se estremece. Solo hay dos habitaciones. Una gran sala central  con aspecto de gimnasio y un gran baño al fondo.

—Vamos, desnúdate. —dices tú con voz cortante.

—¿Qué? —pregunta Carolina incrédula.

—Que te quites ese horrible vestido o lo haré yo —le repites con la voz fría y controlada.

—No  sé qué te imaginas...

Le interrumpes la protesta con un bofetón en el que has imprimido la fuerza justa para enrojecer su mejilla pero sin causarle daño alguno . Carolina se frota la mejilla, con sus bonitos ojos anegados en lágrimas e intenta abrir la puerta, pero tú la has cerrado con llave y aprovechas que estás a sus espaldas para coger una navaja de afeitar de un cajón y tirando del vestido  cortas el tejido hasta la cintura.

La joven se gira apretando la tela contra sus pechos y fija su mirada en la navaja.

—Quítate esa mierda de  ropa —repites con tono bajo y amenazador— y como vuelvas a replicarme sabrás lo que es un castigo, yo te daré una ropa adecuada.

La joven levanta la cabeza desafiante y deja caer los restos de su vestido a sus pies. Tú te acercas a ella y ella fija la vista en tus ojos intentando parecer firme.

—Puedes hacerme lo que quieras, pero...

—¡Basta ! —dices dándole un nuevo bofetón—¿Acaso te crees Juana de Arco? A partir de este momento eres mi perra. —le espetas cogiendo un collar de cuero y ciñéndoselo al cuello— Y como tal cumplirás todas mis órdenes, hablarás solo cuando te pregunte y terminaras todas tus intervenciones con un "mi Amo" ¿Entendido?

—Sí, mi Amo.—responde ella gimiendo cabizbaja.

—¿Te has dado cuenta de lo mucho que se parecen las expresiones "mi Amo" y "mi amor"?—le dices  acariciando su mejilla con una fusta que has cogido de encima de una pequeña mesa que ocupa el centro de la sala.

—Sí mi Amo —responde ella.

—He estado bastante tiempo buscando la mujer adecuada y al fin te he encontrado.

—¿Qué quieres de mí? —pregunta Carolina al borde de las lágrimas.

—Sólo quiero que obedezcas. —le susurras y le das un fustazo en el muslo que hace a la joven emitir un grito de dolor— Y no tengo mucho tiempo para que aprendas. Ahora termina de desnudarte, ¡Ya!

La mujer se encoje y muerta de vergüenza se quita un corpiño negro bordado y un culote con un tímido "sí mi Amo". Te acercas a su cuerpo desnudo y observas sus grandes tetas redondas y tiesas con unos pezones grandes y oscuros como galletas Oreo. Inspeccionas su cuerpo usando la fusta para acariciar,  separar y levantar, como si ni siquiera mereciera que la tocases. Acaricias el verdugón del muslo con tu fusta provocando en la joven un leve estremecimiento y por ultimo te centras en su entrepierna.

Con una serie de suaves golpecitos de tu fusta le haces separar las piernas e inspeccionas su pubis y su coño parcialmente depilados.

—Bien, lo primero será arreglarte y vestirte decentemente. Vamos al baño.

Acercándote de nuevo a la mesa, coges una correa,  la enganchas en una de las cuatro anillas de acero que tiene el collar  y tiras de ella hasta el baño. El servicio es grande,  está totalmente recubierto de mármol y está dominado por la presencia de una enorme bañera de hidromasaje en el centro de la habitación. La joven se para mirando el lugar pero tú tiras de ella impaciente y la sientas sobre la taza.  La obligas a recostarse y a abrir las piernas.

Coges un poco de jabón y una brocha y embadurnas primero con los dedos y luego con la brocha el sexo de Carolina hasta producir abundante espuma. La mujer se muerde los labios para no gemir, excitada por el suave contacto con la brocha. Tú, malévolo, te demoras con la brocha en la entrada de su vagina y en su clítoris a pesar de que obviamente allí no hay ningún pelo.

Sacas la navaja del bolsillo y la acercas a la suave piel del pubis de Carolina. Esta coge aire y se estremece pero no protesta mientras tu estiras su piel con una mano y pasas con suavidad la navaja por su pubis y su sexo hasta que no queda ni un solo pelo.

Satisfecho pasas la toalla y observas la entrepierna de Carolina totalmente depilada. Le aplicas un poco de crema para calmar la irritación y das un tirón   a la correa para levantarla.

La acercas al lavabo y poniéndola de espaldas al espejo coges un set de maquillaje y le pones rímel, pintas sus labios gruesos y jugosos con un color oscuro y dejas sus ojos para el final pintando sus parpados de negro. Te alejas un poco y observas tu obra, Carolina posa pacientemente desnuda con los brazos al lado de su cuerpo. El maquillaje oscuro contrasta con la palidez de su piel y realza la belleza de su rostro, pero falta algo.

Te acercas a ella y te pones a su espalda. con tus dos manos acaricias su barbilla y las cierras durante un instante en torno a su cuello provocando un escalofrío en tu esclava. Una tentación enorme de follar ese culo gordo mientras aprietas el cuello te asalta pero sabes que eso no es lo adecuado en ese momento, ella todavía no confía en ti lo suficiente como para asumir los castigos.

Retrasas las manos llevando su oscura, larga y espesa melena a la espalda. Tiras con fuerza de ella para tensarla, Carolina suspira y echa la cabeza atrás un instante sorprendida por el gesto. Coges su suave melena  y  la acaricias un rato antes de comenzar a trenzarla.  La trenza es sencilla pero la cantidad de pelo que tiene carolina hace que el resultado sea una trenza  espectacular, gruesa y tan larga que le llega hasta el nacimiento del culo.

—Ahora sí —dices para ti satisfecho.

Sales un momento del baño para recoger la nueva indumentaria de Carolina. Cuando vuelves, la descubres mirándose hipnotizada al espejo.

—¿Qué haces? ¿Quién te ha mandado darte la vuelta? —Le gritas blandiendo la fusta.

—Lo siento mi Amo yo creí...

Tú le interrumpes y descargas dos rápidos y dolorosos fustazos sobre sus nalgas. La joven grita y se apoya en lavabo para no caer. A continuación te acercas y le susurras al oído con voz autoritaria:

—Al contrario que todos los maestros que has tenido antes, yo disfruto con esto,  —le dices mostrándole la fusta— así que a partir de ahora te sugiero que no pongas a prueba mi paciencia y agradezcas cada uno de mis castigos porque son los que te convertirán en una buena esclava. ¿Entendido? —dices arreándola un nuevo fustazo.

—Sí mi Amo, gracias mi Amo.

—Así está mejor — dices abriendo una pequeña maleta.

Sacas un corsé de fino cuero negro, la parte superior que toca con los enormes pechos de la joven esta forrado de suave cuero de cabritilla para evitar que estos se rocen. Solo lo mejor para tu perrita.

Se lo colocas y aprietas con fuerza los cordones a su espalda mientras ella se intenta agarrar a  la pila del lavabo para no caer.

—¡No puedo respirar! —dice ella.

Tú le pegas con fuerza en las nalgas por haber hablado sin que le preguntes y después de colocarle las tetas  le explicas que esa sensación de agobio solo dura unos minutos hasta que aprende a respirar de forma más rápida y superficial. El corsé hace que la barriga desaparezca y sus tetazas y su cadera resalten dándole a su figura una forma de reloj de arena espléndida.

A continuación la sientas de nuevo y le colocas unas medias de rejilla hasta medio muslo que sujetas a las presillas que cuelgan del corsé y le colocas un tanga cuya parte delantera es de cuero y la tiras son finas cadenas de plata.

Para terminar, le colocas en los pies unos zapatos de tacón alto y fino de color negro y la pones en pie.

La joven se tambalea envarada por el corsé intentando mantener el equilibrio con esos vertiginosos tacones. La coges por el cuello y la llevas frente a un espejo de cuerpo entero, solo los instantes necesarios para que se dé cuenta de que ya no es la mujer que ha entrado por la puerta. Notas como aprecia y le gusta la imagen que el espejo le devuelve.

—A continuación vamos a comenzar tu adiestramiento con una sesión suave. —dices cogiendo a la joven por la correa y sacándola del baño.

La llevas al centro de la sala y atas sus muñecas por encima de su cabeza a una cuerda que pende del techo.

Das una vuelta a su alrededor mientras Carolina tensa todos los músculos de su cuerpo para mantener el equilibrio. Disfrutas de la vista de su enorme culo blanco y grande como la luna llena y sus pechos tiesos, realzados por la postura que  le obligas a adoptar.

Acaricias su cuerpo con la fusta y  tras un instante descargas un fustazo en sus nalgas. Carolina grita y se balancea colgando de la cuerda.

Te acercas de nuevo a la mesa y  coges unas finas cadenillas.

Carolina ve las mordazas en los extremos y te suplica al adivinar tus intenciones pero tú le das un bofetón recordándola que no puede hablar si no le preguntas y te acercas a sus pechos con las cadenillas en las manos.

Le coges los pechos grandes y sabrosos y se los sobas  y golpeas con suavidad. La joven da un respingo pero no se resiste. Coges uno de sus pezones y te lo metes en la boca. Lo chupas y notas como crece en el interior de tu boca. Carolina gime de placer  incluso cuando se lo muerdes con fuerza. Cuando terminas con él, la joven no se ha enterado de que ya tiene puesta la mordaza en el pezón.

Te retiras un paso y acaricias su cuerpo con la fusta. Descargas un fustazo y la joven grita y se retuerce haciendo que unos pequeños cascabeles que hay unidos a las mordazas resuenen alegremente.

Durante los siguientes minutos continuas azotando sin descanso todas las zonas que no están tapadas por el corsé. La joven gime y  gruesos lagrimones corren formando gruesos churretones de rímel y maquillaje  sobre sus mejillas.

Poco a poco Carolina empieza a ser consciente de  como el dolor, los verdugones y los insultos no son más que expresiones de tu afecto hacia ella y comienza a recibirlos de manera distinta.  Dando educadamente las gracias por cada golpe. El picor y el calor que queda tras cada fustazo aplicado con la fuerza justa le hace sentirse viva e intensamente atractiva a tus ojos.

Con una sonrisa satisfecha ves como la joven comienza a disfrutar con el castigo. Con recompensa le das una nueva tanda de fustazos y acercándote a ella le coges la cara con la mano y estrujando sus mejillas le das un violento beso. Las cadenillas y los cascabeles suenan cuando la joven tiembla de placer y deseo.

—Gracias mi Amo. —Dice ella de nuevo y baja la cabeza.

Convencido de que ya está preparada para la siguiente fase de su educación, le sueltas los brazos y tiras de las cadenilla. Sus pezones y su clítoris se estiran dolorosamente pero ella obediente espera a que le autorices a  seguirla para empezar a moverse.

La  llevas hacia una pequeña mesa de madera que esta clavada al suelo y atas sus tobillos a las patas. Carolina se deja hacer cuando la empujas contra la mesa y le atas los brazos a las patas delanteras. La mesa es pequeña y su cabeza sobresale con lo que la mueve incómoda sin poder apoyarla en ningún sitio.

Dejas la fusta y acaricias su culo un instante ante de palmearle el culo con fuerza con tus manos desnudas. Tu mano queda marcada en su culo gordo y redondo ya atravesado por las finas líneas de los fustazos. Carolina gime y tensa su cuerpo pero nada más sale de su boca aparte de un "gracias mi Amo".

Le golpeas un poco más y acercas tu mano a su sexo. Compruebas con satisfacción que está húmedo y preparado para ti. Metes el mango de la fusta y comienzas a masturbarla a la vez que abres la bragueta y sacas tu miembro erecto.

Carolina empieza a gemir mientras tú sigues penetrándola con la fusta y golpeando suavemente su culo con tus manos.  Los cascabeles resuenan, Carolina gime. Continuas así un par de minutos hasta que finalmente acercas tu polla al estrecho ojo de su culo. Al notar la polla presionando contra su ojete la joven se tensa por un instante. Los cascabeles suenan con fuerza un momento y luego se silencian. Sus piernas intentan moverse y la madera cruje, pero la joven se relaja y obediente se deja hacer confiando en su amo.

El culo de la joven es deliciosamente cálido y estrecho. Carolina suelta un gritito de dolor a medida que la vas perforando hasta que tus huevos hacen tope. Mantienes tu polla quieta un instante para que se adapte y tirando de la trenza comienzas a propinarle una larga serie de bruscos empujones.

Carolina grita dolorida, la polla de su amo está atravesando su culo mientras su mano tira con fuerza de su cabello manteniendo su torso elevado sobre la mesa sin ningún otro punto de apoyo.

Poco a poco notas como los gritos se convierten en gemidos a medida que La joven comienza a sentir placer. Con la mano libre acaricias su culo y masturbas a la joven hasta que se corre gimiendo y gritando "gracias mi Amo " repetidamente.

Con un gesto satisfecho sacas tu pene de su culo y observas como el pequeño y estrecho conducto se ha convertido en un orificio amplio y enrojecido.

—Ahora vas a limpiarme la polla.

Rodeas la mesa y pones la polla a la altura de sus ojos. Carolina obediente sabe cuál es su deber y abre la boca obediente. Le coges por la trenza y levantas  un poco su cabeza .

Coges tu polla y le ordenas que te la chupe. Cuando sus labios contactan con el extremo de tu pene le das un tirón a la trenza alejando su boca de ti. La joven vuelve a intentarlo una y otra vez hasta que le sueltas la trenza y se  mete tu miembro  de un solo golpe.

La joven tose y se atraganta pero continua chupando y lamiendo tu polla hasta que no puedes más y  te corres en su rostro de muñeca maltratada. Aun estremecido por el placer frotas tu polla por su cara haciendo que maquillaje y semen  se mezclen formando una uniforme máscara gris en sus mejillas.

Tras unos segundos la sueltas  y la llevas al baño donde la desnudas y la lavas. Secas su cuerpo y aplicas una crema suave a base  de alóe para refrescar su piel magullada mientras Carolina te mira con esos ojos azules y grandes cargados de adoración.

Tres semanas después.

—Bueno, ha llegado el momento. —le dices colocándole la correa en el collar mientras esperáis que os abran la puerta del majestuoso edificio.

—Recuerda todo lo que te enseñado y todo irá bien. Y recuerda, —le dices cogiendo su cabeza con fuerza obligándole a mirarte a los ojos— no me decepciones o te castigaré.

Se abre la puerta, le quitas la gabardina a Carolina que está casi desnuda salvo por unos tacones, un apretado corsé  y un antifaz.

El edificio es antiguo, con techos altos y decoración art decó. Entráis en una especie de atrio dónde varios hombres y mujeres impecablemente vestidos esperan sentados o de pie con sus esclavas y esclavos semidesnudos a sus pies el comienzo de la reunión.

De entre ellos aparece Jorge con una pequeña pelirroja siguiéndole como un perrito faldero.

—Hombre, por fin. Veo que al final seguiste mis recomendaciones.  Y no te ha ido nada mal—dice Jorge amasando los pechos de Carolina que sonríe y da las gracias educadamente tal y como le has enseñado.

Tras charlar un rato más Jorge se aleja. Echas una mirada a tu alrededor y observas como todo el mundo observa con admiración y un pelín de envidia la figura alta y voluptuosa de Carolina a tu lado.

—Vamos, perrita. Creo que hoy va a ser un gran día para ti.—le dices tirando de la correa y sonriendo.

FIN

24

Hipnotizado por la escena te quedas detrás de la puerta observando como el tipo se agarra a Cristina como una garrapata sorbiendo y mordisqueando cada centímetro de piel que su escueto vestido no puede tapar. Alucinado observas como la joven sonríe mientras el desconocido mete la mano por debajo de la falda del vestido.

Sin parar de reír la joven abre sus piernas para facilitarle al tipo su exploración. La falda de su vestido resbala hacía arriba revelando a la parroquia  la totalidad de sus muslos y algo más.

El hombre ya no puede contenerse más y cogiendo a la joven como si fuese una pluma la levanta en el aire y la deposita sobre una maquina de pinball que  está muerta de risa en una esquina.

El delgaducho termina de subirle la falda revelando a los presentes, tú incluido que Cristina no se ha molestado en ponerse ropa interior. Con la misma lujuria con la que la miran todos los clientes observas su sexo totalmente rasurado y su vulva pequeña pero hinchada por el deseo justo antes de que desaparezca en el interior de la boca del desconocido.

Cristina gime excitada al sentir la lengua del tipo hacer diabluras en su bajo vientre. Tensa y retuerce su cuerpo  encima de la recreativa  tironeando del pelo de su amante.

Tras unos segundos, las súplicas de la joven se oyen por todo el local dónde hasta el camarero, atento a la escena, ha bajado la música para que todo el mundo pueda disfrutar de ella.

El tipo se incorpora y hurgándose en la  bragueta saca una polla de respetable tamaño. Cristina la observa y abre su piernas invitándole a entrar. El tipo no se hace el remolón y cogiendo sus piernas tira del culo para que sobresalga de la máquina de pinbal y le mete la polla de un solo golpe. La Joven muñequita grita  y se retuerce mientras el hombre comienza empujar duro dentro de aquel pequeño y delicioso agujerito.

Un graciosillo se acerca por detrás mete una moneda en la máquina y saca una bola. La máquina despierta y comienzan a sonar timbres y campanillas hasta que  los duros empeñones del hombre hacen que la maquina pite falta estruendosamente.

Todos los parroquianos rugen a la vez ¡Falta! ¡Falta! ¡Falta!

La gente ríe y se recoloca los paquetes en los pantalones mientras el  graciosillo se acerca y saca otra bola, esta vez los gritos de placer superan los ruidos  de la máquina  y el larguirucho acelera su mete saca hasta que el cuerpo de la joven se estremece atravesado por un orgasmo.

Mientras la joven se recupera, el tipo le saca el vestido por la cabeza y  se abalanza sobre sus pechos magreándolos ante la mirada envidiosa de todos los parroquianos. El hombre todavía no está satisfecho y coge a la joven en el aire para tumbarse sobre el sucio suelo del bar dejándola encima de él.

Cristina, que por fin se da cuenta de que tiene espectadores, se recoge sensual su melena sobre su cabeza mientras empieza a moverse lentamente encima del larguirucho. Tras unos segundos en los que se dedica únicamente a disfrutar el rabo que le está perforando abre los ojos y recorre los parroquianos hasta fijarse en uno rubio con perilla. Fija sus azules ojos en él y se relame los labios insinuante.  Alucinado ves como el tipo  rubio se acerca  a ella y abriéndose la bragueta  le pone la polla a la altura de sus ojos.

Cristina  abre la boca y le roza el glande suavemente con la lengua. La polla se estremece y se mueve espasmódicamente. La joven la vuelve a lamer y con una risilla observa como el miembro del rubio vuelve a moverse hambriento.

Finalmente el hombre se cansa del jueguecito y cogiendo a la joven por el pelo le mete la polla hasta el fondo de su boca.  Cristina gime atacada por dos de sus orificios y se mueve y chupa intentando mantener el ritmo.

Cuando crees que ya lo has visto todo otro hombre gordo y moreno, con pinta de obrero de la construcción, se acerca por detrás y empujándola para que se tumbe encima del larguirucho, separa sus cachetes y le mete la polla por su estrecho ojete.

El grito de la joven es apagado por la polla que tiene alojada en su garganta.  Los tres hombres empiezan a empujar acompasadamente y  como si fuesen  herreros dejan caer su pesados  martillos sobre la joven llevándola a un segundo y monumental orgasmo. Esta vez no la dejan descansar y siguen follándola a la vez que se acercan otros dos  hombres con las pollas asomando erectas de sus pantalones. El obrero, resoplando sudoroso sujeta a la joven por el pelo para que ella pueda alargar sus manos y pajear las pollas de los dos nuevos  invitados al festín.

Desde tu escondite no puedes evitar excitarte al ver el pequeño cuerpo de Cristina bamboleado violentamente  embutido entre los cuerpos de hombres sudorosos y jadeantes.

La joven trata inútilmente mantener el equilibrio con su cuerpo brillante  del sudor de cinco desconocidos . Solo unos segundos después se vuelve a correr. El rubio, galantemente, aparta su miembro para que la joven pueda gritar y coja un par de desesperadas bocanadas de aire.

Con un leve asentimiento los tres hombres que la perforan se ponen de acuerdo y le dan la vuelta de modo que es ahora el larguirucho el que desde debajo le perfora a la joven el ano y el gordo la que machaca sin tregua  su vagina. Incapaz de creerlo observas como Cristina se corre de nuevo en medio de  incontrolables  temblores. Los improvisados amantes no pueden contenerse más y el gordo y el flaco sacan sus pollas y eyaculan sobre el jadeante vientre de la joven a la vez que el rubio lo hace sobre su cara y su boca.

Unos segundos después lo hacen los hombres a los que estaba pajeando, llenando sus pechos con su leche espesa y caliente y  a continuación se produce una procesión de los parroquianos restantes, que han estado masturbándose con el espectáculo y se corren sobre el cuerpo de desnudo de la joven que se acaricia y sonríe  aun estremecida mientras recibe la lluvia de semen.

Asqueado y excitado a partes iguales te deslizas en silencio fuera del local. Cuando subes al coche decides que tienes que descargar toda esa excitación acumulada y te diriges a buscar una prostituta a un polígono cercano para que te haga una mamada baratita.

La joven nigeriana  chupa obediente mientras tú eyaculas una y otra vez rememorando la surrealista escena que acabas de presenciar.

FIN

25

Aprovechando que el tipo delgaducho está tirando de la melena rubia de la joven hacia atrás para comerle el cuello, abres la puerta y te escurres fuera del garito con un suspiro de alivio. Cuando llegas al coche  te das cuenta de que ni siquiera has pagado la cuenta pero te da igual. En lo único que piensas es en llegar a casa para borrar tu perfil de la página web. Como pensabas, internet es un nido de tipos raros. A partir de ahora solo usaras internet para contratar furcias, salen un poco más caras pero te evitas muchos disgustos

FIN

26

Miras de nuevo el cuerpo desnudo de la joven. La luz de la luna entra por el ventanal  haciéndolo brillar con un resplandor lechoso. Observas su pubis suave y totalmente depilado con los labios pequeños y apetecibles.

Acercas tu mano y separas los labios mayores con suavidad abriendo su sexo como una flor. acaricias el clítoris con la punta del dedo y la joven gime en sueños. Avanzas con tus dedos y los separas hasta dejar todo su sexo y la entrada de su coño a la vista. Es  tan estrecho y cálido como habías imaginado.

¡Qué diablos! piensas mientras sacas tu polla y te la ensalivas. Un día es un día, total no se va a enterar de nada...

Cogiéndola por las piernas tiras de su cuerpo inconsciente hasta dejar su culo al borde de la cama y abriéndole las piernas guías tu polla poco a poco, como un ladrón, al interior del coño de la joven.

Todo tu cuerpo se estremece y hormiguea al sentir el estrecho y cálido sexo de la joven apretar y acariciar tu polla como si fuera una mano de terciopelo. Cristina se mueve ligeramente y murmura algo pero no se despierta.

Tú te sobresaltas y la  emoción hace que todos tus sentidos se agudicen excitándote aun más. Te mueves con suavidad dentro de ella acariciando su cuerpo y disfrutándolo a placer. Te agachas sobre ella sin dejar de follártela y aspiras el aroma a flores que expele su cuerpo. Con una mano coges uno de sus pechos  y se lo estrujas acercando el pezón a tu boca, el sabor  y el tacto son divinos.

La coges por   las caderas,  la das la vuelta como si fuese una muñeca y la penetras desde atrás. Al ver que no reacciona le das un poco más fuerte y poco a poco vas notando como su cuerpo reacciona y se moja excitado.

Le colocas bien la cabeza para que respire sin problemas y te la follas a placer, agarrado a su culo entras una y otra vez, cada vez más rápido hasta que estás apunto de correrte.

Te paras jadeando y separas sus cachetes.  Ante ti destaca blanco y perfecto el pequeño y virginal ojete del culo. Mojas con los flujos que salen de su coño tus dedos y lo recorres hipnotizado con ellos. Al meter uno de tus dedos observas como el esfínter se contrae estrujándotelo y  te maginas que lo que está estrujando es tu polla.

No te lo piensas dos veces y guías tu polla dentro del culo de la joven. Cristina grita en sueños paralizándote por un momento pero los suaves ronquidos que emite a continuación te envalentonan y le metes la polla hasta el fondo.

El esfínter de la joven se contrae furiosamente y tu disfrutas de cada estrujón mientras te mueves con suavidad dentro de ella. Continuas penetrando el cuerpo flácido y delicado hasta que no puedes aguantarte más y te corres dentro de su culo, los chorros de semen caliente llenan sus entrañas mientras tu gimes loco de placer. Estas a punto de dejarte caer sobre ella pero te das cuenta de la situación en el último momento y te apartas.

Te vistes rápidamente  y la vuelves a meter en la cama arropándola con cuidado. Tres minutos después estás saliendo de la casa con una sonrisa de lobo pintada en la cara. Jamás habías hecho algo así y te sientes a la vez sucio y orgulloso. A ver si tu colega supera eso.

Además, piensas divertido  que lo más probable es que  la mujer se levante al día siguiente con un palpitante dolor de cabeza y un fuerte escozor en el ano preguntándose qué demonios pasó la noche anterior.

FIN

27

Tras llamarte cabrón sin escrúpulos solo por haber pensado en follarte a una mujer inconsciente  abres la cama, metes el delicioso cuerpo de Cristina y después de asegurarte de que esta cómoda la dejas durmiendo la mona.

De vuelta a casa no sabes si reír o llorar ante la estúpida noche que has pasado. Lo único que sabes es que con el calentón que llevas, pondrás una peli de Lisa Ann en el DVD y te la pelaras hasta dejarte la polla en carne viva.

Te despiertas al día siguiente  con un solo pensamiento en la cabeza, borrar tu perfil en la página de contactos y  olvidarte de experimentos. Tienes que admitirlo, has nacido para estar solo.

Abres el ordenador y al entrar en tú perfil ves que tienes un mensaje de Cristina, estás a punto de borrarte de la página sin leerlo pero al final decides que debes darle a la chica la oportunidad de disculparse.

"Hola, no sabes cuánto siento todo lo ocurrido ayer. Pensaras que soy gilipollas o una alcohólica pero la verdad es que normalmente no soy así. Ayer tuve un día terrible en el trabajo y  cuando llegue al bar estaba tan nerviosa que se me ocurrió beber un par de copas para calmarme antes de que llegaras, el problema es que casi nunca bebo alcohol y se me subió a la cabeza. No sabes cuánto te agradezco la manera en que me trataste. Cualquiera en tu lugar me hubiese dejado tirada o se hubiese aprovechado de mí, pero amanecí cómodamente arropada en mi propia cama. Sé que no lo merezco, pero si quedamos otra vez te prometo que pasarás una noche difícil de olvidar. Sé que has visto mi cuerpo desnudo, lo que no has visto es lo que soy capaz de hacer con él"

Cristina termina el mensaje  con unos emoticonos de besitos y corazoncitos y un selfie en el que aparece estrujándose uno de sus pechos y levantándolo como si quisiese acercarse el pezón a la boca.

Te lo piensas un rato con detenimiento y tras sopesarlo,  decides que vas a darle una segunda oportunidad a la muchacha, después de todo tienes que reconocer que no puedes sacarte de la cabeza la imagen de Cristina desnuda e indefensa tirada sobre la cama. Quizás hasta haya suerte y en la próxima cita te la pases caballerosamente por la piedra.

FIN

28

Convencido de que eso de follar es de obreros, te pones cómodo y dejas que sea ella la que tome las riendas. Con una sonrisa observas como la joven coge tu polla y gimiendo se ensarta con ella. Cristina empieza a cabalgarte lentamente entre gemidos y jadeos mientras tu admiras su cuerpo y acaricias sus tetas que se bambolean al ritmo de las sacudidas de su pelvis. Poco a poco va aumentando el ritmo hasta convertirlo en una cabalgada salvaje. La joven grita y se retuerce los pezones con violencia hasta que  asaltada por un orgasmo brutal se derrumba sobre ti. Como si quisiese coger aliento estira un brazo hacia la mesita y se vuelve a incorporar violentamente produciéndote un intenso placer. Justo en ese momento abres los ojos y ves como la joven se abalanza sobre ti empuñando el afilado abrecartas.

¿Tienes una moneda a mano?

Si te sale cara ve a 36

Si te sale cruz ve a 37

29

Antes de que ella pueda reaccionar coges su liviano cuerpo y lo apartas de ti. Te incorporas e intentas darle la vuelta, pero ella se resiste y se escurre como una anguila. Al fin consigues dominarla y la pones a cuatro patas sobre la cama. Te insulta e intenta zafarse una última vez  pero finalmente se rinde y puedes observar a placer su cuerpo sudoroso y jadeante aguardar sumiso.

Llevado por un impulso irrefrenable acercas la punta de tu polla a su culo y se lo acaricias con ella. Cristina protesta y te advierte que no se te ocurra, pero ya no puedes parar y después de ensalivarte la polla la hundes en el estrecho agujero.

Cristina grita te llama bujarrón y cosas peores mientras se mueve enfurecida  aumentando tu placer. Tras unos segundos alojas la polla en el fondo de su culo. Cristina vuelve a gritar y tensa todo su cuerpo. Tú paras unos instantes y adelantando tu mano le acaricias el sexo mientras comienzas a moverte con suavidad en su interior. En pocos segundos los insultos son sustituidos por gemidos de placer y súplicas para que le des más duro. No te haces de rogar y le rompes el culo con todas tus fuerzas. Cristina gime y se retuerce extasiada mientras tú, incapaz de aguantar más, te corres inundando su culo con tu leche caliente y espesa. Sigues empujando unos segundos más hasta que el cuerpo de la joven se contorsiona atravesado por relámpagos de intenso placer. Te derrumbas en la cama abrazando a Cristina por la espalda. Haces el amago de retirar tu polla pero ella te pide melosa que se la dejes dentro un poco más. Agotados y jadeantes os dejáis vencer por el sueño mientras piensas que, a pesar de que está un poco loca, podrías enamorarte de ella.

FIN

30

Sin esperar más agarras a la joven por las caderas y la volteas  a la vez que te agachas y metes tu cabeza entre sus piernas. Melina separa sus piernas y adelanta sus caderas. Su coño se abre mostrando su interior cálido y rosado contrastando con su piel oscura como una flor en medio del desierto.

Te dejas de poesías y te lanzas sobre él lamiendo y chupando como un poseso, golpeando su  clítoris tan rápido y con tanta fuerza con tu lengua que Melina se ve obligada a doblarse  con el placer . En ese momento aprovechas para introducir tu dedo corazón en su estrecho culo. La joven suelta un largo gemido y se yergue de nuevo totalmente sometida a tus caricias.

Sientes que ya está preparada y poniendo una de sus piernas sobre tu hombro te pones de pie y penetras su deliciosos coño. Ahora no le das cuartel y empujas con todas tus fuerzas agarrando su delicado cuello con las dos manos.

Melina no aguanta más y se corre mientras tú muerdes y acaricias la pierna color chocolate que se estremece descontrolada sobre tu hombro.

Por fin la joven se recupera y agachándose se mete tu polla en la boca. Sus labios y su lengua son sabios y hábiles y ahora eres tú el que se dobla sobre la cabeza de tu amante mientras eyaculas en su boca.

Melina se traga tu leche golosa y sigue chupando hasta que  tus gemidos y tu semen se agotan por completo.

Tres meses después.

Te sientas en el incómodo asiento de madera y miras a tú alrededor. El juzgado es amplio y luminoso adornado profusamente con madera. En el estrado el juez observa cómo Melina, tan elegante y segura de sí misma como siempre, destroza al testigo de la acusación ante la atenta mirada de un narco colombiano con aspecto de chuloputas.

—Esa es mi chica — dices con orgullo al hombre que tienes a tu lado.

—Felicidades, —responde con acritud— el  hombre al que va a conseguir librar de la cárcel mató a mi hijo de una sobredosis...

Te callas un poco abochornado pero vuelves a mirar a la joven y te olvidas de todo. Finalmente acaba la sesión y mientras todos recogen, tú te acercas a ella por detrás  y sorprendiéndola  le das un salvaje beso de tornillo haciendo que los aun presentes se mueran de envidia o eso crees tú.

—¿Que tal una comida? —dices cogiendo aire— He reservado mesa en un restaurante aquí cerca...

FIN

31

Le miras a los ojos un segundo y a continuación ella  apoya sus manos en la pared, retrasa su culo y abre las piernas. Ves su sexo abierto con un hilo de flujos resbalando por él   y estás a punto de penetrarla de nuevo  cuando ves el pequeño orificio de su culo, redondo, estrecho, invitador...

No te lo piensas y cogiendo tu polla la guías al culo y se la metes de un solo golpe. Melina intenta gritar y se mueve  enloquecida pero tú le tapas la boca y le inmovilizas con el peso de tu cuerpo. Sientes como el esfínter de su ano se contrae intentando expulsarte provocándote un intenso placer. Con suavidad empiezas a moverte   y con la mano libre acaricias el clítoris de Melina hasta que la joven comienza  a sentir algo más que el escozor producido por tener un objeto duro y caliente en sus entrañas.  Lentamente continuas  sodomizándola disfrutando de cada  centímetro de su angosto culo.

—¡Cabrón! —susurra ella —está me la pagas.

Tú ignoras la amenaza  y sigues perforándola inclemente. Los gemidos de la joven empiezan a hacerse más intensos y sus manos se juntan con las tuyas en su pubis.   Notas como la excitación crece en los dos e intensificas el ritmo de tus embates hasta convertirlo en una  salvaje cabalgada que termina cuando ella se corre y sus movimientos descontrolados son el último estimulo para que te corras a su vez y eyacules llenando su culo con el calor de tu semen.

—Buf ¡El mejor polvo de mi vida! —dices tú metiendo  tu colita en los calzoncillos.

—¡Hijo de puta! —dice ella colocándose el vestido y dándote un bofetón— Espero que te haya merecido la pena.

Satisfecho te colocas la corbata y observas a la mujer salir de los baños a toda prisa con un rictus de dolor.

Tres meses después...

—¿El jurado ya tiene un veredicto? —pregunta el juez con gesto severo.

—Si señoría, declaramos al acusado culpable de violación y sodomía y recomendamos que se le imponga la pena más dura posible.

—Gracias pueden retirarse. —responde el juez asintiendo—¡Qué se levante el acusado!

Hasta el último momento has tenido esperanzas de que todo esto fuese un mal sueño pero nadie va a venir a sacarte de este lío y escuchas con el corazón encogido como el juez te manda dieciocho años y un día al trullo mientras Melina sonríe satisfecha.

FIN

32

Mantienes unos segundos más tu polla en el fondo de su garganta y te corres abundantemente en ella.  El semen llena su boca y  desborda  de ella  mientras tu disfrutas del calor y la suavidad de su garganta.  Finalmente sacas la polla y ella puede al fin respirar  tosiendo  y escupiendo  los restos del semen que no ha podido tragar.

Echando chipas por los ojos  se levanta y te da una sonora bofetada. Con un "maldito cabrón" lleno de inquina se viste a toda prisa y se larga de tu casa, es probable que no la vuelvas a ver, pero no todos los días se jode a un abogado, piensas satisfecho mientras abres el ordenador buscando otro nuevo chocho que joder mañana.

FIN

33

Estás casi a punto de correrte, durante un instante fantaseas con hacerle tragar toda tu leche cremosa y caliente, pero finalmente crees que la chica merece la pena y apartándole suavemente te corres sobre su cuello y sus pechos.

El semen sale disparado de tu polla impactando con fuerza sobre el pecho y el cuello de Melina que grita excitada como si tu leche le abrasara.  Su blancura   contrasta con la oscura piel de los pechos de la joven. Con un gesto lascivo la joven mulata recoge un poco del semen y juega con él,  hace dibujitos y se lo mete en la boca saboreándolo sin dejar de mirarte y hacerte morritos.

Tres meses después.

Te sientas en el incómodo asiento de madera y miras a tú alrededor. El juzgado es amplio y luminoso adornado profusamente con madera. En el estrado el juez observa como Melina, tan elegante y segura de sí misma como siempre, destroza al testigo de la acusación ante la atenta mirada de un narco colombiano con aspecto de chuloputas.

—Esa es mi chica — dices con orgullo al hombre que tienes a tu lado.

—Felicidades, —responde con acritud— el  hombre al que va a conseguir librar de la cárcel mató a mi hijo de una sobredosis...

Te callas un poco abochornado pero vuelves a mirar a la joven y te olvidas de todo. Finalmente acaba la sesión y mientras todos recogen tú te acercas a ella por detrás  y sorprendiéndola  le das un salvaje beso de tornillo haciendo que los aun presentes se mueran de envidia o eso crees tú.

—¿Que tal una comida? —dices cogiendo aire— He reservado mesa en un restaurante aquí cerca...

FIN

34

—¡Serás hijoputa! ¡Puto maricón de mierda! —estallas con tú polla aun en su interior— ¿Cómo te atreves?

Justo en ese momento unos pasos se adentran en el callejón y una linterna os enfoca cegándoos.

—Teniente Smallbird. Policía Nacional. ¿Qué demonios pasa aquí?

Abochornado te retiras rápidamente del culo de Úrsula, pero ya es demasiado tarde y el policía aprecia con una sonrisa torva la polla semierecta que pende bajo el extremo de la falda de Úrsula.

—Vamos Dani,  ven a ver esto.  Dos bujarrones se estaban dando pal pelo en el callejón—grita el madero.

—Perdone teniente,  se lo puedo explicar todo —dices intentando salvar la situación mientras Úrsula se coloca la falda y el corpiño.

—No se preocupe, va a tener tiempo de sobra en la comisaría. Dese la vuelta y ponga las manos contra la pared. Quedan detenidos por escándalo público.

Esperas que el hombre saque una libretita y te lea sus derechos,  pero en realidad te cachea con brusquedad y cuando intentas moverte asqueado te sacude un doloroso puñetazo en los riñones.

Antes de que te des cuenta estas esposado y sentado en el coche patrulla al lado de tu Úrsulo, aguantando los groseros chistes de los dos policías mientras te llevan a comisaría.

Doce horas después...

—Hola mamá...

—Sí, estoy detenido...

—No, no es lo que tú crees mamá... —respondes cagándote en el hijo de puta del poli que te ha pasado el teléfono, no sin antes contar con detenimiento a tu madre lo que el niño de sus ojos estaba haciendo en un callejón y con quién.

—No, no soy...

—¿Me quieres escuchar? ...

—Ya sé que me quieres y me aceptas tal como soy,  pero no necesito que me organices una cita con el vecino del quinto...

—¡Joder mamá! ¿Quieres dejar de soltar chorradas y venir a pagar la fianza antes de que alguna animal de estos me sodomice o algo peor?...

FIN

35

Pasan uno segundos, Úrsula tampoco se mueve paralizada en la misma postura forzada, casi sin respirar esperando un alud de insultos o algo peor, pero tras pensarlo  unos segundos descubres que nunca has disfrutado tanto con una mujer como estas disfrutando con  ella, así que comienzas a moverte de nuevo en su interior.

Úrsula emite un suspiro de alivio y volviendo la cabeza te mira con una dulzura que no esperabas,  a la vez que aprieta el culo para intensificar tu placer.

Tú la follas salvajemente a la vez que empiezas a sacudir su miembro con suavidad. Tras unos segundos los dos os corréis a la vez. Inundas su culo con tú leche espesa y caliente en medio de los largos gemidos de placer de la chica... el chico... lo que sea.

Úrsula se da la vuelta y te besa y deja que le acaricies y le chupes sus preciosos pechos mientras se coloca el miembro y se baja la falda.

—Lo nuestro no puede funcionar —dice Úrsula mientras salís del callejón cogidos de la mano.

—¿Por qué no?

—Pues primero porque no soy pelirroja natural —dice Úrsula.

—No me importa.

—Y fumo. Fumo muchísimo.

—Me es igual. —dices tú siguiendo con la broma.

—Tengo un horrible pasado. Desde hace tres años estoy viviendo con un saxofonista.

—Te lo perdono.

—Nunca podré tener hijos.

—Los adoptaremos.

—No me comprendes. ¡Soy un hombre!

—Bueno, nadie es perfecto.

THE END

36

La  joven aúlla como una poseída y descarga el abrecartas con todas sus fuerzas. Tienes suerte y en el último instante  te mueves lo justo para que el abrecartas te pase rozando las costillas abriendo un largo pero inofensivo corte en el costado.

Frustrada, Cristina levanta de nuevo el abrecartas pero ya no tiene nada que hacer le coges la muñeca y retorciéndosela le obligas a soltar el abrecartas.  Con tu polla aun dentro de ella te yergues.

Ella te araña e intenta golpearte y tú, harto,  te giras como un lanzador de pesos y la lanzas con todas tus fuerzas contra la pared. La joven sale volando y tras estamparse boca abajo contra la pared cae de cabeza y golpea el suelo con un ominoso crujido. No hace falta un médico para saber que la sangre que sale de sus oídos no es buena señal.

¿Qué haces?

¿Sales pitando de la casa? ve a 38

¿O te paras un momento a pensar? ve a 39

37

Instintivamente intentas levantar tus brazos para protegerte, pero es demasiado tarde, La jovencita clava con todas sus fuerzas el abrecartas una y otra vez en tu pecho a la vez que se clava una y otra vez tu polla en su coño. Sientes como la vida se te escapa por las profundas heridas mientras ella sigue apuñalándote hasta romper el arma contra una de tus costillas. Tu cuerpo hace un último esfuerzo por perpetuarse y eyaculas en el coño de Cristina justo antes de que tu corazón deje de latir.

Cristina sigue cabalgándote unos segundos con su cuerpo cubierto de sangre hasta que se corre con un alarido delirante y un instante después todo se vuelve negro para ti, para siempre.


El teniente Smallbird apaga el cigarrillo en el marco de la puerta y entra en el escenario del crimen.

—¿Qué tenemos?

—Dos fiambres y un testigo catatónico. —responde el policía que ha llegado primero a la escena del crimen.

—Cuéntame. —le pide Smallbird al agente mientras le sigue hasta la habitación.

—A las cinco de la mañana acudimos a la llamada de un vecino denunciando una pelea en esta vivienda. Entramos y nos encontramos a este —dice el agente señalando tu cuerpo cosido a puñaladas encima de la cama— y a esta —dice señalando ahora a Cristina que está acurrucada en una esquina de la habitación con el mango del abrecartas en la mano y dándose ligeros golpes contra la pared.

—Tras llamar a Homicidios hicimos una somera inspección del lugar y encontramos un segundo cadáver metido a trocitos en el congelador.—continua el agente echando un vistazo a sus notas— Hicimos unas averiguaciones en el vecindario y mediante una descripción  de la cabeza del cadáver troceado, averiguamos que es la dueña del piso... Una tal Cristina Camacho empleada de banca.

—Vaya, esto se pone cada vez más interesante. —dice el teniente.

—Pues eso no es todo. —dice el forense acercándose—Le tome las huellas al señorita, las envié a la central  y  ya tenemos un resultado.

—Dios bendiga al inventor del Smartphone. —dice el teniente.

—Amen. —responden los presentes al unísono  siguiendo una vieja broma del departamento.

—El caso —continua el forense con el ambiente más relajado—es que la presunta asesina se llama Carola Lago, era enfermera en el hospital Virgen del Rocío  y fue detenida hace tres años por asesinar  a treinta y dos viejecitos.

—¿Y que hace corriendo por ahí?—pregunta el detective mosqueado.

—Al parecer el abogado defensor fue hábil y la muchacha terminó en un centro psiquiátrico. Hace tres semanas, con los recortes, hicieron limpieza en el sanatorio y largaron a la joven de allí por buen comportamiento, eso sí, con la obligación de tener que tomarse seis pastillas diarias.

—Ya veo, el resto me lo puedo imaginar. Se encontraría con esta pobre mujer, se las arreglaría para que la llevase a casa y luego la asesinó y suplantó su identidad. —dice Smallbird cogiendo un cigarrillo y poniéndoselo en la boca sin encenderlo.

Buen trabajo chicos, ¡Hay que joderse! —dice el  teniente echando un último vistazo a tu cadáver antes de dirigirse a la comisaría para rellenar un millón de papeles— Ya no se puede salir a echar un polvo tranquilamente, deberían rodar las cabezas de los imbéciles que dejaron salir a esa tía ...

FIN

38

No te lo piensas ni un segundo y recoges tu ropa a toda prisa. Te lavas la herida del costado en el baño y te vistes a la carrera. En cinco minutos estás en el coche camino de tu casa  un poco más calmado. Cuando llegas a casa  borras tu perfil de la página de contactos y te acuestas deseando que lo que ha pasado no sea más que un mal sueño.


El teniente Smallbird apaga el cigarrillo en el marco de la puerta y entra en el escenario del crimen.

—¿Qué tenemos?

—Un fiambre —dice el policía que ha llegado primero al lugar del crimen señalando el cadáver.

Smallbird mira y hace una mueca de disgusto al ver a la joven muerta, apoyada boca abajo contra la pared y con las piernas y el sexo abiertos y a la vista de todos.

—¿Sabemos que ha pasado? —pregunta el detective husmeando con la punta de su bolígrafo de oro entre la ropa de cama.

—Al parecer urgencias recibió a eso de las cinco el aviso de un fuerte pelea en el lugar. Acudimos lo más pronto posible pero la chica ya estaba muerta y el pájaro  había volado.

—Al parecer no lo va a hacer muy lejos. —replica el teniente levantando una cartera caída en el suelo—El asesino se debió ir con tanta prisa que no se dio cuenta de que la cartera con su DNI y carné de conducir se le había caído del bolsillo.

Me encantan los casos fáciles —piensa Smallbird con una sonrisa mientras marca el número del juez Torres para pedir una orden de detención.

FIN

39

Tú primer impulso es salir echando chispas de allí, pero te lo piensas un poco mejor y decides que es mejor borrar tus huellas. Coges a la joven y la metes en la bañera, te pones unos guantes de goma que encuentras en la cocina y lavas bien su cuerpo haciendo especial hincapié en sus uñas y su boca y a continuación haces lo mismo con  tu herida, luego la colocas de manera que parezca que ha resbalado y se ha partido la crisma ella sola. A continuación retiras la ropa del la cama y la sustituyes por ropa nueva que encuentras en un cajón. Tras hacer la cama te vistes procurando no olvidarte de nada. Con un gesto de disgusto recoges tu cartera del suelo donde has estado a punto de dejarla olvidada. Finalmente pasas la aspiradora por todos los lugares de la casa donde has pasado y le quitas la bolsa.

En una bolsa de basura metes la ropa de cama, el abrecartas con tu sangre, la bolsa del aspirador y el trapo con el que has limpiado tus huellas. Justo antes de salir tienes una inspiración y vas de nuevo al baño, enciendes la luz y abres el agua caliente.

Sales de la casa y metes la bolsa de basura en el maletero. Arrancas justo cuando ves aparecer unas luces de color azul por el fondo de la calle.

Más tranquilo, paras a medio camino y  te deshaces de las pruebas en distintos contenedores antes de llegar a casa.

Cuando finalmente entras en la habitación te acercas al ordenador y estás apunto de borrar tu perfil, pero te das cuenta de que eso es inútil, además siempre puedes decir que fuiste un caballero y la dejaste en casa. En cambio programas un viaje a Cuba de quince días para dentro de dos días y así cuando vuelvas te habrán cicatrizado los arañazos.

Más tranquilo te tumbas en la cama, durante un instante te preguntas si podrás vivir con los remordimientos, pero luego recuerdas que aquella majadera ha estado a punto de matarte y tratas de relajarte y no pensar más en ello.


El teniente Smallbird apaga el cigarrillo en el marco de la puerta y entra en el escenario del crimen.

—¿Qué tenemos?

—Un fiambre —dice el policía guiándole hasta el baño.

—¿Sabemos qué ha pasado?

—Al parecer urgencias recibió a eso de las cinco el aviso de un fuerte pelea en el lugar. Acudimos lo más pronto posible y nos encontramos a la chica muerta.

—Todo indicaría que ha sido un accidente salvo por la llamada —dice el detective.

—Y porque las heridas que presenta no coinciden con las de un resbalón en la ducha. —añade el forense colocándose las gafas.

Tras la conversación, Smallbird echa un vistazo por la casa y descubre que todo está limpio y en perfecto orden. No hay signos de lucha y ni siquiera hay polvo sobre las mesillas. Demasiado limpio. Aunque no le cabe duda de que la joven ha sido asesinada, sabe que va a ser difícil pillar al asesino y aun más condenarlo.

FIN