Hielo en las venas XIV: Cárcel

Sentía su cuerpo extraño y sin fuerzas, como una cascara vacía. Se abandonó sin poder oponer resistencia, solo era sexo y el solo un chapero

Bueno, bueno. Un nuevo capitulo y ademas abastantes novedades

Lo primero, sobre mi comentario al principio del primer capitulo. Siento si se creyo entender que desprestigiaba la labor del resto de escritores; dios no, nunca haría eso y siento muchisimo se se dio a entender algo por el estilo, desde luego fue de total casualidad, ni me estaba comparando con ellos ni estaba juzgandolos de ningun modo. Solo fue una reflexión sobre la temática que yo mismo escribo, en oposición a otra; para poder ser capaz de ser crítico con la mia propia. Pido perdón de nuevo si alguien se sintió ofendido, desde luego fue totalmente involuntario y me disculpo totalmente por ello

Lo segundo, no voy a dejar de escribir, de verdad. Si por alguna razón tengo que parar lo comunicare con bastante antelación e intentrare que sea de la forma menos traumatica posible pero si dejo de escribir será por motivos de horarios o crisis creativa, no desde luego porque haya perdido la fe en lo que hago. Pero desde luego no desapareceré de la noche a la mañana

Lo tercero, va a haber cambios en HV, el principal es que la serie pasa de publicarse cada 15-17 dias a hacerlo cada 7-10. La razón de hacerlo es la que muy acertadamente me habeis hecho ver; a diferencia de CD esta serie es mas compleja y quiza mas sutil, necesita de un ritmo mucho mas rápido a diferencia del "apacible" (metaforicamente) ritmo que llevaba la anterior saga. A parte de que los capitulos eran el doble de largos, pero no era la razón principal

Habra mas cambios, pero el principal y que mas os afecta es ese. El resto o no los notareis u os los comentaré a su debido tiempo, cuando los medite y decida aplicarlo o no

Desde luego y sobretodo en epoca de examenes tal vez algun capitulo se publique a los 15 días, pero seran casos puntuales

Y por último, los correos que me habeis estado mandando estas navidades los respondere a partrir de este fin de semana aprovechando los ratos libre que tenga para ya poder hacerlo con tranquilidad y como se merecen. Muchas gracias tambien por hacerme llegar por ahi vuestras opiniones y consejos

De nuevo muchas gracias por leerme y muchisimas gracias por transmitirme vuestras opiniones. En serio, sois de grandisima ayuda para hacerme mejorar, si no en realidad no sería mas que un loco hablandole a una pared, estancado e incapaz de mejorar. Leo y analizo cada comentario con atencion, si no puedo responderlos todos es por tiempo pero recuerdo perfectamente cada comentario, quien lo hizo y que dijo en él

Muchas gracias a todos!! Y disfrutad del nuevo capitulo

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Sentía su cuerpo extraño y sin fuerzas, como una cascara vacía. Se abandonó sin poder oponer resistencia, sólo era sexo y el sólo un chapero

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-----------Tokyo------------

Era de noche

Amparado por lo oscuridad Sho Kanji caminaba por los pasillos de la mansión con tranquilidad, mirando fijamente al frente mientras su mano arrastraba bien sujeta una katana ensangrentada por detrás de él. La punta arañaba la cuidada madera, haciendo que la sangre que corría por su filo llenara el surco; como el mecanismo de una pluma o de un pincel.

A lo lejos en la ciudad se oía el rugido de la fiesta y los fuegos artificiales llenaban de luces de colores momentáneas el patio y jardín central de la casa. Como un depredador tranquilo siguió avanzando hacia la uña de luz que se veía a través de las finas puertas correderas. No hacía ningún ruido a su paso, solo el pequeño resquicio de sonido tenue que la punta de su espada arrancaba de la madera, una suerte de licencia artística para el yakuza.

Sus ropas negras le hacían fundirse con la noche y las luces arrancaban reflejos espeluznantes de sus ojos, desprovistos de todo gusto y excitación. Simplemente taimados, fríos e impenetrables.

A medida que se acercó comenzó a oír una voz; amorosa y clara. Cantando lo que parecía una melodía infantil, pero en una lengua que no entendía. Se acercó a la puerta contemplando a través de la luz la escena.

De espaldas a la puerta una mujer vestía a su hijo, de unos cuatro o cinco años. Cantaba seguramente para calmar al pequeño, que no paraba de revolverse y quejarse, a juzgar por el tono de su voz, en la misma lengua que la mujer. Era hermosa incluso de espaldas, los hombros blancos sujetaban un cuello esbelto y fino, la espalda era firme curvándose a las alturas justas y su pelo rubio platino en un prieto y cuidado moño volvía turbadora la escena. Llevaba un vestido de noche negro e iba descalza, el niño parecía llevar un traje de gala hecho a medida.

Sho no dudó, sabía que debía matar a la mujer y seguramente al niño. Al igual que había hecho con el personal de servicio y de seguridad, al igual que había hecho con el marido que ahora descansaba con un tajo brutal sobre la mesa de su despacho. Pero la canción le volvía reacio a actuar, no creía ni en el honor ni el sadismo, y no fue eso lo que le alentaba a esperar, sino que simplemente sabía aprecia lo bello.

El niño se movió, hasta entonces tapado por el cuerpo de su madre, para colocarse el mismo la ropa en los lugares en los que seguramente le incomodaba. Era rubio platino como la madre, con los mismos rasgos elegantes y los profundos ojos negros heredados del padre y su porte prometían en el futuro una fisonomía bastante privilegiada.

La madre le dijo algo y el niño fue a salir, por suerte por el cuadrado externo a la habitaciones. Sus pasos se disolvieron en la noche y Sho finalmente entro en la habitación

La mujer se giro medio sonriente, pensando que sería su marido, pero su sonrisa se congeló cuando contemplo al hombre que se erguía delante de ella. Ni gritó ni intento escapar, simplemente arrodillada como estaba se giró del todo, poniendo las manos sobre el regazo y sosteniéndole la mirada, entendiendo que era inevitable. Cuando habló lo hizo en un japonés perfecto y cristalino.

-¿Quién te envía?-

Sho entrecerró levemente los ojos. Era costumbre en la yakuza responder a cuantas preguntas quisiera el ajusticiado momentos antes de su muerte.

-Odagai- dijo pausadamente, bajando levemente la cabeza para que la gorra negra que llevaba arrojara sombras sobre sus ojos

-¿Por qué?-

-Tu marido se negó a firmar-

-¿Cuántos años tienes?-

Sho había matado a mucha gente y había respondido a muchas preguntas pero era la primera vez que alguien le preguntaba eso

-Veintitrés- respondió acomodándose levemente dentro de su abrigo negro

La mujer asintió, no preguntó más. Solo comenzó una frase

-Mi hijo…-

-Mis órdenes son matar a todos los habitantes de la casa en cuanto les vea- cortó Sho, caminando hacia ella mientras estrellaba a propósito el filo de su katana contra la lámpara del techo


Ashido se quedó parado, contemplando embelesado los fuegos artificiales. Estaba deseando llegar a la ciudad para poder verlos más de cerca, parpadeando fue de nuevo a la habitación en la que había dejado a su madre, saliendo de su ensoñación. La ropa le incomodaba de modo que sacándose los calcetines bajaron hasta la hierba del jardín exterior. Dejando que su frescor le reconfortara los pies

Oyó ruidos y lo que antes parecían haber sido voces. Feliz de que seguramente su padre ya había terminado de trabajar Ashido apretó el paso de sus cortas piernas.

La escena se le quedaría grabada de por vida

Como el telón en una obra de teatro se alzó desde la oscuridad de la habitación cuando varios fuegos artificiales incendiaron el aire.

Su madre estaba en el suelo, su vestido y parte de su piel empapadas por un charco de sangre. Y sobre ella alzándose como un cuervo indolente un hombre vestido de negro. Ashido sintió cada detalle arder y grabarse en su piel y su mente, como un estigma, su abrigo negro con pequeños botones de color bronce, la katana empapada que sujetaba así como su propia mano envuelta en sangre. El cuerpo erguido, el cuello del abrigo alto tapándole parcialmente, la medio sonrisa irónica, la gorra negra envolviéndole la mitad del rostro en sombras y lo que parecía un pañuelo rojo asomando debajo de ella, para mantener fijo el pelo.

Pero sobretodo sus ojos aterradores y inescrutables mirándole fijamente.

La mano del desconocido se movió a velocidad de vértigo, sacando de la abertura de su abrigo una reluciente pistola negra. En un solo movimiento fluido apuntó y disparó.

Ese fue el estimulo que Ashido necesitó para empezar  a correr.

El disparo hizo explotar el aire como si de otro fuego artificial se tratase


--------------Nueva York----------------

Álvaro sentado en el borde de la cama reflexionaba.  Intentó moverse pero una pequeña corriente eléctrica reactivo todos sus doloridos músculos impidiéndole actuar, entrecerró los ojos. La lujosa suite estaba a oscuras pero de todos modos aun con luz hubiera sido bastante siniestra, con suntuosas telas negras y purpuras recubriendo las paredes y el techo, cayendo sobre el espacio interior como hilos de araña de forma asfixiante y opresiva.

Sobre la cama estaba vacía y del baño anexo se oía el sonido del agua correr. Álvaro cerró los ojos, sintiendo el escozor en su retina y el entumecimiento de la parte de la derecha de la cara. Intentó poner sus pensamientos en orden y la mejor manera, si bien no la más agradable, fue recordar

-----------Varias horas antes-----------------

-Y no le mires fijamente dijo Jack delante de la puerta del ascensor

Álvaro asintió distraídamente, esperando a que la mano de Jack dejara de bloquear el infrarrojo que cerraba las puertas. A su lado un hombre pulcramente vestido con traje negro asistía mudo al intercambio de los dos jóvenes

-Y deja que sea él quien empiece a hablar, cuanto más hable más podrás saber de él y más fácil será hacer lo que sea que te pida-

Álvaro no dijo nada

-El Ice estará en un mueble bar a la entrada de cada habitación, son las pequeñas botellas de agua-

Álvaro que intentaba ocultar su desagrado por toda la situación debajo de su mutismo miró fijamente a Jack mientras asentía. El chico danés entrecerró los ojos preocupados pero quitó la mano, la puerta de metal se cerró diligentemente. Dejándole al español por un segundo la mirada del danés removiendo sus propias preocupaciones

No hubo ningún ruido en la bajada, ni si quiera una insulsa música de ambiente. Cuando llegaron a la planta, el hombre le tocó el hombro

-Séptima puerta a la derecha, no te equivoques o lo lamentaras-

Álvaro no le dijo nada, simplemente comenzó a andar. Era un pasillo ancho y enorme, pero totalmente desprovisto de decoración, a excepción de amplios espejos de cuerpo entero al lado de cada puerta. Según le había contado Jack esa era la entrada para ellos, los clientes tenían otra entrada a las habitaciones, mucho más lujosa y con una comodísima sala de espera. Todo pensado para que ningún cliente pudiese cruzarse con los demás.

Las puertas parecían de madera recia y tenían su correspondiente número sobre ella. Ni se le pasó por la cabeza abrir cualquier otra puerta que no fuera la suya, con tranquilidad se iba contemplando en los espejos, intentando distraerse, pero siempre evitando cruzar una mirada consigo mismo. Iba pulcramente vestido, con ropa que ni habría soñado con tener, el peinado también era impecable y más que a una cita sexual el español parecía estar de camino a cualquier fiesta de alto nivel. Y aún así, como le había dicho Jack, a su cuerpo aun le faltaba forma para llenar por completo la ropa que llevaba.

Se paró delante de su puerta. Mirando fijamente el siete dorado que había en ella, como si esperase que el número fuera a cambiar y tuviera que seguir caminando; desvió por última vez su mirada hacia el espejo, respirando hondo y diciéndose a sí mismo que haría lo que fuera para escapar de allí, Álvaro entró en la habitación.

Aunque había luz le costó ver ya que todos los rayos parecían ser absorbidos por suntuosas y vaporosas telas negras y purpuras oscuras. Por lo que podía ver la habitación era circular con una inmensísima cama en la pared opuesta a la puerta. En la estancia sonaba de fondo música clásica, de forma tenue.

Es para destensar los silencios incómodos entre nosotros y los clientes le había dicho Jack

Álvaro no sabía muy bien qué hacer, si quedarse parado o caminar. Allí no parecía haber nadie más, se giró para ir hacia el mueble bar. Si no estuviera tan seguro de que había un siete en la puerta juraría que se había equivocado. Vio vinos y recipientes con licores desconocidos pero seguramente caros, en un lateral estaban alineadas tres botellas pequeñas de agua así como copas de distintos tamaños.

-Sirve, ya que estás, una copa de vino… Y cuidado al elegir- le llegó una voz desde alguna parte entre todas esas telas

Álvaro tragó saliva, tensando la espalda y crispando los dedos. Apretó la mandíbula para controlarse y se destensó con tranquilidad. Cogió su botella de agua y luego agarró una de las copas de vino, la que más familiar le resultaba. Miró las diferentes marcas, pero era incapaz de entender nada, no porque estuvieran en otros idiomas si no porque habría sido incapaz de leer hasta su nombre. Cerrando los ojos cogió una y después entreabriéndolos levemente fue a descorcharla, por un segundo temió no ser capaz de hacerlo pero, ya fuera por la adrenalina o que alguien había previsto ya esa situación, el corcho cedió con facilidad.

Álvaro se obligó a respirar por la nariz, aunque sentía el sudor impregnar sus sienes y el calor que empezaba a nacer del centro de su pecho. Por primera vez la idea de tomar Ice le resultó tentadora y eso no hizo sino ponerle más nervioso. Iba a verte el vino cuando la voz de nuevo le llegó, esta vez en un tono más suave, casi afable, que resulto como la caricia  de espesa miel por su cuerpo.

-Primero en el decantador, luego en la copa-

Álvaro apretó los dedos en torno a la botella y la copa, sintiéndose estúpido y a punto de perder los estribos. Por suerte el decantador era bastante visible y ya había visto a su padre usarlo. Lo vertió de la forma más profesional que pudo aunque seguramente estaba haciendo el ridículo.

-¿Cómo te llamas?- la voz sonó tranquila y pausada

Álvaro apretó los labios en una fina y dura línea, seguramente ya lo sabía y estaba jugando con él. Pero Álvaro mirando al fondo del mueble bar respondió

-Álvaro…- recordó las indicaciones de Jack-…señor-

-Muy bien Álvaro, tranquilo. Se te nota nervioso, simplemente vierte el vino del decantador en la copa lo mejor que puedas y ve al centro de la habitación-

El vino cambió de un sitio a otro, era de oscuro profundo, como una sangre demasiado perfecta. Le recordaba al pelo de los gemelos, Álvaro después cogió la copa y su botella de agua y fue hacia donde le indicaron. Se movía entre las telas para evitar que estas le rozaran demasiado, a pesar de estar frescas su tacto a Álvaro le raspaba como el papel de lija debido a la sobreexcitación de sus sentidos. Todo su cuerpo le gritaba que se fuera de allí corriendo sin mirar atrás.

La luz caía desde una lámpara central, allí se colocó Álvaro y se dio cuenta de que desde allí era incapaz de ver cualquier parte de la sala por culpa de la incesante luz.

-Muy guapo- comentó la voz, que esta vez venía de una fuente diferente- Y el polo que llevas te queda muy bien…Al igual que los pantalones-

Álvaro no dijo nada, simplemente espero sujetando la copa y la botella con la mano

-Deja la copa en el suelo y bébete la botella entera; supongo que tendrá ese juguetito que parecéis tomar- la voz sonó por un segundo reflexiva- Un excitante si no me equivoco, una pena que la receta sea un secreto; aunque podría coger muestras… Pero eso no sería inteligente- pareció que sonreía- Pero si muy útil-

Álvaro no dijo nada, durante el soliloquio hizo lo que le pidieron. Dejó la copa en el suelo y con quizá una rapidez demasiado acusadora destapó la botella para comenzar a beber de ella. Como siempre el efecto fue inmediato, un chorro de hielo que cubría su garganta y sus pulmones, provocándole una asfixia falsa. Vació la mitad pero recordó que le habían pedido que fuera entera y estaba de acuerdo en que sería lo mejor. Cerrando los ojos acabó por vaciarla, dejó que cayera al suelo como una cascara vacía. Al lado de la copa de vino.

Durante un segundo todo fue un frío gélido en el pecho que se esforzaba desesperadamente por llenar de aire unos pulmones que en realidad estaban a rebosar. Y después vino el fuego, como lava queriendo escapar de su pecho sintió su esternón arder. Era capaz de oír el corazón en sus oídos y tanto la luz como las telas de las que estaba rodeado comenzaron a fundirse, perdiendo cualquier punto de referencia.

Álvaro parpadeó, recolocándose para ser capaz de mantener el equilibrio. A pesar del frío que sentía por toda su piel estaba comenzaba a exudar, seguramente debido a la ingesta superior a la anterior vez, sintió su ropa pegarse a sus brazos y a su pecho, sobre su estomago y a los muslos. Como una segunda piel, entrecerró los ojos para evitar el molesto sudor.

De nuevo tuvo que recolocarse para no perder el equilibrio

Álvaro oía la voz pero lejana, era muy fácil dejarse abandonar pero Álvaro lucho contra sí mismo para extender los tentáculos de su dispersa consciencia hacia esa voz. Captando palabras sueltas y trozos de frase inconexas que era incapaz de entender

-…demasiado guapo…-

-…y nunca me hizo caso, yo siempre estuve ahí….-

-….para meneársela de vez en cuando y pasarle los apuntes…-

-… te pareces demasiado…-

Era algo demasiado complejo como para entenderlo. Álvaro sintió unas manos en su espalda, acariciándole los hombros empapados en sudor debajo de la tela, pegándola a la piel. Quizá había bebido demasiado Ice , porque la reacción estaba siendo demasiado intensa comparada con la última vez que lo tomó, debería habituarse seguramente. Pero ya era demasiado tarde.

A Álvaro le costaba mantener la cabeza erguida pero el problema se solucionó solo cuando una mano pasando por debajo de su brazo le sujetó el cuello. Sintió unos labios y una lengua en su oído, así como palabras susurradas que no era capaz de entender. Otra mano se acomodó en su muslo, pasando luego a sobarle la entrepierna sin ningún tipo de pudor. El español ni se quejó, era evidente que la supernova que era ahora su polla necesitaba urgentemente un alivio. Soltó el aire en suspiros entrecortados sintiendo que en las zonas en las que su helada piel estaba en contacto con la de ese hombre se sentía fundirse como hielo

Su pecho ardía pero su piel se congelaba, sus músculos eran como fraguas al rojo vivo pero parecía tener hielo en las venas. Una vorágine y una dicotomía cruel, como estar atrapado en el abismo helado del último círculo del infierno.

La mano le levantó la tela del polo, semimojada por su sudor, pasándole la mano por el plano estomago y metiéndose dentro de su bóxer, luchando brevemente con el cinturón para poder conseguir espacio. Su mano se la agarró bien, recorriendo con los dedos toda su longitud y acariciando sus huevos.  Segundos después Álvaro perdió el apoyo del cuerpo de ese hombre, se sintió desconcertado pero en seguida se ubicó cuando su cinturón cedió ante unos dedos ansiosos

El hombre, el cual era un borrón plateado; seguramente debido al color de su traje y su pelo, le bajó los pantalones y los bóxers hasta medio muslo. Álvaro estaba parado decidiendo que no quería ver más alzó la cabeza cerrando los ojos, recibiendo la luz de lleno. Su polla estaba reventar, deseando ser estimulada y excitada, pero cuando parecía que la mamada era inminente la lengua del desconocido comenzó a recorrerle los muslos.

Gracias a su sobreexcitada piel no necesitaba bajar la cabeza, su lengua era como un hierro de marcar al rojo vivo dejando metal fundido a cada pasada; diciéndole donde y durante cuánto tiempo duraba la lamida. Parecía encantado con sus muslos de futbolista, los apretaba y los sobaba, dispuesto parecía a lamer todo el sudor… Por alguna razón a Álvaro le hizo gracia de una forma absurda e incomprensible

Y de repente con lo que debió ser un rápido giro de cabeza se zampó su polla. No comenzó de forma delicada ni dulce, ni si quiera juguetona, si no con una succión brutal y sin miramientos. Era muy placentera pero también casi dolorosa, Álvaro dudada que sin estar bajo la influencia del Ice esa mamada tan agresiva hubiera sido de su agrado. Pero en el estado en el que estaba esa boca le hacía recorrer todos los cielos que cada religión tenía previstos.

Era indescriptible. Álvaro se mordió el labio, sentía la garganta seca; sabía que debía ser ceremonial, sabía que debía guardo cierto respeto y si no sana cautela. Pero el Ice bloqueaba la parte critica del cerebro, dejándolo bajo control de sus impulsos. Y ahora tenía sed

Se separó, haciendo que el hombre dejare de mamársela. Este se había estado sujetando a sus muslos y sin el apoyo cayó a cuatro patas sobre el suelo. Alzó la cabeza sorprendido. Álvaro se pasó una mano por la cara, notando el sudor. Era evidente que había tomado demasiado Ice

-El vino, dámelo- dijo Álvaro carraspeando por la seca garganta- Tengo sed- por la luz y la droga no era capaz de discernir a ciencia cierta los rasgos del hombre, pero le notó titubear y necesitaba un empujón. Álvaro le miró fijamente, intentando dar una imagen de autoridad, haciendo justo lo contrario de lo que Jack le había dicho

Oyó una risa muy ahogada y pronto tuvo delante de si una copa de vino, sostenida por el hombre arrodillado. Al español no le gustaba el sabor del vino, pero la sed mandaba; se acercó un par de pasos para cogerla y cuando lo hubo hecho el hombro bajó la cabeza para volver a zamparse su trabuco. Álvaro suspiró por lo bajo e hizo una pequeña mueca de dolor, pero pronto el placer volvió de nuevo, cubriendo las aguas tempestuosas con una capa de aceite pesado y espeso.

Bebió, echando la cabeza hacia atrás, dejando que la gravedad hiciera caer el vino. La cascada de luz de nuevo cayó sobre él, el calor de su pecho recibió con gusto el abrazo del vino, escalando desde su garganta hasta su cabeza. Haciéndosela palpitar y arder sus pómulos, tal vez mezclarlo con alcohol no era buena idea. Se había calmado la sed pero aún tenía la mitad de la copa, no quería volver a sentir esa oleada de calor a pesar de que las extremidades de su cuerpo parecían estar congelándose por momentos. Pero tenía que hacer con el vino.

Agachó la cabeza, mirando al hombre, entrecerró los ojos, intentando mirar a través de la bruma sus rasgos. Sin el miedo que había tenido antes de reconocerle, pero le fue imposible, solo era capaz de ver de vez en cuando unos ojos de azul hielo devolviéndole la mirada. Hizo bailar la copa en su mano, meditando. El hombre succionaba con ganas pero era demasiado brusco, casi como si estuviera furioso; necesitaba algo que le facilitara la tarea… Una suerte de lubricante, miró sin esperanzas por la habitación pero era incapaz de ver nada que no estuviera en el pequeño círculo de luz que ocupaban.

Solo quedaba el vino y con encogimiento de hombros mental Álvaro volcó lentamente la copa

El líquido rojizo cayó desde el borde, en una pequeña cascada; la movió lentamente para hacerla coincidir con el tronco de su polla. El hombre paró un segundo.

-Sigue- dijo el español dominado por sus bajos instintos

El hombre volvió a empezar de nuevo, incluso con más fuerza, como si su excitación se viera espoleada por poder ahora lamer las gotas y riachuelos de exquisito vino que se deslizaban por la polla del Taken . Álvaro medió sonrió feliz, ahora todo parecía mucho más fluido, aunque seguramente sería una suerte de efecto placebo, pero le daba igual, ya no le dolía nada y por fin podía centrarse en su polla.

La sentía como un obelisco ardiendo sobre una llanura congelada. Si cerraba los ojos era capaz de trazar un mapa mental, la sentía como un volcán. Era capaz de ver a través de sus propios parpados, sintiendo su cipote siendo estimulado por una lengua voraz y el tronco comido por una boca inasequible. Sentía corrientes eléctricas nacer de la punta y recorrer el tronco, estrellándose contra su cadera y desde ahí recorriendo sus venas, estremeciendo todo su cuerpo.

Las manos del hombre masajeaban sus muslos, quizá su fetiche personal, apretándolos y acariciándolos. Intentando encontrar una falla o quizá abollar su dura superficie.

Álvaro se subió el polo, sintiendo la tela despegarse de su piel, era demasiado calor. Le costaba sacársela de modo que se conformo con parar sobre el pecho, dejando la parte inferior del torso al aire. Al hombre no pareció importarle aunque una de sus manos le recorrió el estomago; pero a pesar de encontrarlo plano y medianamente duro pareció decepcionarse, volviendo de nuevo a los muslos sin volver a intentar otra incursión.

El español sintió una corriente en la cadera, como un latigazo. Luego el impulso se repitió de nuevo, esta vez en la base de su polla, se iba a correr. Gimió por lo bajo, el hombre seguía a la misma velocidad y nivel, incluso juraría que lo había aumentado. Álvaro gimió y el hombre pareció captar la idea, dejo de chupársela pero su mano sustituyó a su boca, masturbándole a un ritmo frenético. Las rodillas amenazaban con fallarle pero el español intento mantenerse firme, sintió la corrida antes de que se produjera, como la erupción de un volcán o la llamarada de un dragón, naciendo desde lo más hondo y bregando para escapar al mundo.

Mientras se corría el hombre no paró, aunque era evidente que se estaba manchando. A Álvaro le agradó en un principio pero luego se volvió doloroso, estaba demasiado sensible después de la corrida. Su polla quería retirarse y descansar pero el hombre no le dejaba, intentó echar las caderas hacia atrás pero una de las manos del hombre sujetaban firmemente sus caderas, afectado por el Ice el español había perdido bastante fuerza. Hizo una pequeña mueca con la boca, ahora sí que le estaba doliendo de verdad, su prepucio debía estar al rojo vivo por la sobre estimulación. Álvaro gimió por lo bajo en lo que había sido un intento de formar una frase coherente

Las rodillas le temblaban y finalmente acabaron por dejar de sostenerle. Se cayó al suelo, suspirando de alivió cuando la mano del hombre dejó de estimularle, pero fue rozar el suelo cuando volvió de nuevo. Como una tenaza inflexible

Álvaro se estiró y arqueó el cuerpo, intentando encontrar una salida. Sentía el sudor por su piel cuando esta tocaba el suelo, el frio y el calor de su pecho habían comenzado a pisarse el terreno, intentando aplastar al otro. Desde sus articulaciones emanaba un gélido manto que intentaba asfixiar la supernova de su pecho y esta por su parte intentaba fundir el hielo de sus venas y de sus músculos.

Gimió de nuevo, intentando apretar algo con las manos, palmeando el suelo para encontrar alguien apoyo. Pero no había ninguno, estaba cegado por la luz del techo y le costaba tragar saliva por culpa de la posición, tenía que entrecerrar los ojos y respirar agitadamente por la boca.

Antes había sido placentero pero ahora quería escapar de allí. Su cuerpo se lo pedía, quería que ese hombre dejara de masturbarle, de obligarle a mantener erguido algo tan doloroso, de dejar de hacer fluir la sangre helada dentro de ese monumento de fuego. Intentó mover las caderas, buscando un hueco por el que escapar pero los pantalones por debajo de sus muslos, pegados a sus piernas eran peor cárcel de lo que había sido Molly y el pecho revuelto sobre su pecho era como una asfixiante coraza que presionaba su pecho y le impedía respirar.

El sudor de su frente y sus sienes le provocaba escozor en los ojos, obligándole esta vez a cerrarlos del todo. No tenía cadenas por su cuerpo, ni grilletes en sus manos y piernas pero se sentía peor que en una cárcel. Estaba atrapado en su propio cuerpo mientras ese hombre seguía jugando con él a su antojo.

De nuevo sintió calambres en la cadera y en la base de la polla. Su cuerpo, queriendo acabar con esto, estaba dispuesto a darle lo que quisiera a ese hombre, incluso otra corrida consecutiva. Álvaro era joven pero habría necesitado un descanso para relajar su propio miembro, hacer que la temperatura disminuyera por culpa de la fricción y de nuevo hubiera estado listo para un segundo asalto, muchísimo más largo. Pero aquel hombre parecía dispuesto a asediar su cuerpo y a no dejarle descanso, buscando el límite para romperle.

Pero con la inminente corrida de nuevo llegó el placer, liberado por las hormonas de su cerebro. Era casi un alivio, sádico pero un alivio. Como agua fresca y pura corriendo por la garganta de un sediento

De nuevo el ritmo de la mano del hombre no decayó, incluso pareció aumentarlo. Estaba vez el español se salpicó a sí mismo, pero le daba igual, estaba demasiado ocupado convulsionándose en el suelo, intentando escapar de esa mano terrible y de su agarre. Se corrió agusto en cambio, vaciando todas sus reservas como si su cuerpo inconscientemente estuviera dejando claro que ya no le quedaban reservas que poder verter.

Después de acabar siguió durante unos segundo, Álvaro sintió ganas de llorar por culpa del dolor que se había multiplicado por culpa de la última corrida. Pero por suerte la mano paró, dejándole libre. Álvaro suspiro. Destensando su cuerpo y estirándose sobre el suelo, su polla decreció a un ritmo asombroso, como si tuviera miedo a que el hombre volviera. Tardaría un rato largo en descansar y recuperarse.

Fueron unos segundos de paz, en los que no pasó nada.

Después sintió las manos del hombre en sus muslos, palpándolos suavemente pero luego desaparecieron de nuevo. Casi al instante el español sintió sus pantalones bajar, desciendo a trompicones por sus torneadas piernas hasta los tobillos. Luego las manos desde las caderas le dieron la vuelta, Álvaro no opuso resistencia. Estaba exhausto y apenas tenía fuerza, gran parte de ella bloqueada por los efectos del excesivo Ice tomado. Se sentía como un sueño, ni si quiera gimió cuando acabó boca abajo sobre la dura madera del suelo.

Oyó al hombre hablar, pero no entendía nada, aunque las palabras se le fueron quedando grabadas en su mente. A la vez las manos del hombre le sobaron las nalgas, apretándolas y palmeándolas de una forma que indicaba que no era ni de lejos toda la fuerza que podía aplicar. Los dedos le recorrieron la parte interior de las nalgas, tentándole, uno de sus dedos se introdujo dentro de él. EL hombre se estremeció, quizá soltando como había hecho Jack algún comentario sobre la dureza de sus nalgas y la presión que ejercían sobre cualquier intruso.

Oyó el golpeteo metálico del cinturón al golpear al suelo y luego el sonido suave de la bragueta. A Álvaro le pareció mal cuando el hombre comenzó a tentarle con lo que parecía la punta de su polla. Jack siempre había gastado tiempo y lubricante en prepararle, repitiéndole incasablemente el dolor y la dificultad de no hacerlo así. Pero aquel hombre parecía impaciente, ansioso.

Al menos los dedos le precedieron pero en forma de vanguardia agresiva. Simplemente ensanchando por la vía rápida, sin delicadeza ni miramientos. Y en cuanto pudo la polla sustituyó a los dedos, entró con fuerza. Ensartándolo

Álvaro arqueó la espalda y estiró el cuello, gimiendo y quejándose. El suelo le hacía daño, hería sus huesos y golpeaba sus músculos como un mazo. La mano del hombre le cogió de las caderas, subiéndoselas mientras la otra se colocaba en su nuca, apretándole contra el suelo.

El bombeo empezó, primero con una cadencia lenta pero profunda para pasar después al mismo ritmo rápido y sin contemplaciones que minutos antes le había estado masturbando en ese mismo suelo. Álvaro se quejó levemente, con gemidos que nacían de su garganta pero que no podían escapar de ella. Los efectos del Ice se estaban desvaneciendo, lo que antes había sido placer ahora solo era vacío. Álvaro no sentía nada, solo destellos de dolor desgarrador de vez en cuando

No le excitaba, ni le repugnaba. Estaba mas allá de todo eso, demasiado exhausto como para poder formarse una opinión de lo que estaba pasando. Se sentía una cascara vacía, indiferente e indolente a lo que le rodeaba

El hombre seguía follándole, apretando su cuerpo contra las caderas de Álvaro, manteniéndole sujeto. Preso.

No podía escapar, aunque tampoco lo intentaba. Simplemente se dejaba hacer, simplemente se dejaba follar.

El silencio en la estancia era sepulcral, solo roto por los gemidos placenteros del hombro y los ocasionales quejidos de Álvaro cuando el dolor de verse desgarrado y ensartado se hacía insoportable y superaba la tela de indiferencia que le protegía.

Pronto los gemidos se unieron a la respiración agitada, a cada segundo más rápida. Estaba próximo a correrse y Álvaro solo pidió que no se corriera dentro de él, cerrando los ojos y lanzando el rezo a la oscuridad.

Por suerte el hombre salió de él, pero se restregó contra sus piernas, masturbándose contra ellas. La corrida voló por encima del español, estrellándose a pocos centímetros de él, sobre el suelo. Aun así un par de gotas consiguieron mancillar la piel de espalda

Luego todo fue silencio, con una palmada en su culo el hombre le soltó y lego se levantó. Álvaro oyó como el resto de su ropa caída, por un segundo le lleno de terror puro la idea de que fuera a haber un tercer asalto a su cuerpo. Pero el hombre se separó de él, Álvaro se quedó solo, tirado en medio del círculo de luz como un juguete roto durante minutos que le parecieron eternos y que le dejaron suspendido sin noción del tiempo. Después el sonido de una ducha corriendo en algún lado le despertó

Álvaro entreabrió los ojos, hasta los parpados le dolía. Tosió por culpa de la presión sobre su pecho, apoyando las manos en el suelo se puso a cuatro patas, intentando no hacer caso a los gritos de dolor de todos sus músculos. Se levantó, dejando que los pantalones acabaran de caer al suelo, liberando sus piernas. Cogió su polo y con un esfuerzo titánico de sus brazos y hombros doloridos se lo sacó, tirándolo al suelo. Cojeó fuera del circulo de luz, por culpa de una de las piernas que parecía que no había recuperado del todo el riego sanguíneo

Encontró la cama y se sentó en el borde, se pasó la mano por el pelo en silencio. Sintiéndose atontado, como si después de un golpe tremendo le costara enormemente reaccionar ante cualquier estímulo. Sentía su mente exhausta y el cuerpo ajado.

Se quedó mirando la oscuridad, esperando respuestas


Álvaro cerró los ojos, apoyando los codos sobre las rodillas. El agua había dejado de correr, Álvaro oyó ruidos lejanos y una voz soltando alguna frase de vez en cuando. Después pasos amortiguados y finalmente el sonido de una puerta, distinta por la que el español había entrado, abriéndose y cerrándose

Y después de nuevo silencio.

El español suspiró. Intentando purgarse por dentro, se levantó sin decir nada. Cogió sus pantalones y se los enfundó, por un segundo sopeso ir a buscar su polo pero no quería adentrarse en la siniestra habitación. Fue de forma renqueante hasta donde recordaba que estaba la puerta, lo primero que vio fue el mueble bar abierto, con la botella de vino abierta e irguiéndose.

Álvaro se desvió, extendió su mano para cogerla pero falló, sus dedos solo resbalaron sobre la superficie de cristal, empujando la botella y haciendo que cayera al suelo, no se rompió. Pero desde el cuello y la boca de la botella comenzó a manar el líquido, como si de una hemorragia se tratase. El español se volvió hacia la puerta, saliendo.

Sentía un dolor atroz por todo el cuerpo, el pasillo de los chicos estaba vacío. Salió a él, sintiendo una pequeña corriente de aire, no quería mirarse en los espejo de modo que manteniendo la cabeza gacha comenzó a cojear hacía el ascensor.


-No ha estado mal, parecía satisfecho- comentó Otaigo mirando la pantalla

Gianni como de costumbre no dijo nada, sin levantar la vista de sus papeles ni asintió. El líder yakuza suspiró, como siempre deseando que el italiano tuviera algo de sangre en las venas.

-Giovanni, ¿crees que le podremos sacar beneficios?-

Gianni le miro un segundo, sin importarle que usara su nombre real y no el diminutivo con el que se le conocía en la casa yakuza.

-Indudablemente- dijo en su inglés mecánico- Ya ha hecho el primer pago con un extra bastante generoso, de seguir así podremos pedir todavía más

Otaigo suspiro para sus adentros, lamentando como siempre que su subordinado simplemente mirara el dinero. En cierto modo era una garantía de seguridad, pero muchas veces le preocupaba que Gianni no entendiera el mercado del tráfico de influencias. Necesitaba tener feliz a ese hombre, era la llave para controlar uno de los mayores flujos de droga de Europa y por extensión gran parte del crimen organizado tanto en España como en la parte mediterránea de la Unión. Pero eso Gianni no lo entendía

Otaigo volvió a mirar la grabación, fijándose en el chico cojeante que abandonaba la estancia


Al chico le fallaron las piernas

Lazhar extraoficialmente era conocido entre los clientes como el joven de los tendones perfectos, su cuerpo esculpido podía ser quizá tomado como torpe, en la mentira generalizada que el músculo ralentizaba los movimientos, pero tanto sus articulaciones como su masa muscular estaba lo suficientemente tonificada como para ser capaz de moverse dos, tres e incluso cuatro veces por encima de lo que se esperaría de él.

No le costó cogerle al vuelo y a pesar de que solo llevaba una toalla atada en la cintura esta ni si quiera amenazó con caer. Evitó la caída aunque no hubiera supuesto nada en comparación al lamentable estado que mostraba. No tenía ninguna marca por el cuerpo pero el embotamiento palpable de sus sentidos y lo torpe de sus movimientos dejaba ver que en realidad estaba próximo al colapso físico. Y la mirada vidriosa y espesa dejaba ver que había tomado una cantidad de Ice bastante superior a la tolerancia que pudiera tener.

El español no sabía que pasaba, se sentía en una nube, rodeado por unos brazos firmes y fuertes y con la cabeza apoyada en un pecho amplio y confortable y cuya potente respiración le tranquilizaba.

El ruso no dijo nada, ni si quiera varió la expresión de su rostro. El chico había salido de la habitación siete, algo ciertamente brutal para ser su primera vez. Era conocida entre los chicos como La Caverna , Lazhar la conocía, era opresiva, suntuosa y siniestra. Eso no le afectaba pero entendía el trauma que había supuesto para el chico estrenarse allí.

Lazhar era frío y distante, cualquier otro habría intentando calmar al chico pero él simplemente le alzó en brazos llevándole a una de las habitaciones específicamente, considerando que ya estaba haciendo suficiente por él, cumpliendo con una especie de obligación autoimpuesta pero que no implicaba consolarle; algo que Lazhar ni quería ni podía darle. El español se agarró a sus fuertes brazos, contemplando cómo se alejaba de él la puerta del ascensor. Horrorizado interiormente ante la idea de volver a esa terrible habitación

Intentó revolverse pero el cuerpo del ruso era de acero y fue incapaz de escapar. Finalmente cerró los ojos, exhausto; cansado de luchar.

Abandonándose a su nuevo acompañante. Deseando que todo acabase


Jack estaba sentado en el pasillo, mirando fijamente la puerta del español. Ya era de noche en la ciudad y el español estaba tardando demasiado, se preocupaba porque sabía lo duro que iba a ser para él. Porque Gianni le había dicho que solo era una mercancía para que Otaigo afianzara posiciones en Europa. Que tenía fecha de caducidad

Como le había pasado al mismo Jack, años antes

Se paso la mano por el pelo, nervioso. Debería haberle dicho que luchara, que se rebelara como había hecho él… Que escapara del destino que habían marcado para él. Pero el propio Jack había tenido suerte

No sabía que debería haber hecho, solo sabía que quizá lo que había hecho no había sido suficiente

Y Álvaro estaba tardando demasiado

Estaba tardando demasiado


De nuevo, muchas gracias por leerme, os animo a comentar y nos vemos en el proximo capitulo dentro de 7 días si todo va bien

Para el siguiente, ya con bastantes tramas presentadas, aunque muy someramente algunas, comenzaremos a profundizar en ellas; cada una con su ritmo propio

Por cierto, un último detalle, que la historia haya cobrdo un caracter parcialmente oriental no es por afinidad mía, ha sido fruto de la casualidad y no estaba premeditado. Ni leo manga ni veo anime asiduamente, simplemente la tematica yakuza y la rigida sociedad oriental resultaron ser la mejor para tratar bastantes de las cosas que están por venir

Si me he olvidado de algo al responder teneis total libertad para hacermelo notar

GRACIAS POR LEERME!!